Martin parecía haberse mantenido en silencio todo este tiempo, dejando a sus más carismáticos amigos la parte de la negociación y socialización. Además, desde que entró en la posada, sus ojos parecían distraídos con el hombre de larga melena pelirroja. Se ajustó la capucha, que no se quitó incluso estando en el interior de la taberna, ocultando sus ojos, y evitando que se supiera hacia donde estaba mirando. Al sentarse junto a sus compañeros, eligió una silla que directamente se encaraba a la otra mesa ocupada de la posada.
Sin dejar de observar a los otros parroquianos, el semielfo intervino en la conversación con sus amigos de manera parca, sin dirigirse a la posadera o al resignado padre y el efervescente hijo.
- Parecen criaturas peligrosas, y como dice Zeva, no somos especialmente resistentes a sus cantos, os recuerdo lo que ocurrió en aquel claro boscoso cuando esos extraños ogros nos hechizaron... Aún así entiendo que vale la pena el riesgo, y si el pasaje está asegurado, eso nos ahorraría jornadas enteras de viaje... así que en mi opinión deberíamos ponernos a ello. Como dice Ash, mañana mismo al amanecer.
Seeker se había quedado fuera vigilante, aunque la insidiosa lluvia no le hiciera especial gracia, y por tanto, sus graznidos de protesta se podía escuchar de vez en cuando.
Zevatur ladeó la cabeza con una sombra de preocupación, aunque terminó asintiendo ante las palabras de ánimo y confianza.
- Es verdad, nos hemos enfrentado a horrores peores que unas simples sirenas... pero ¡las detesto! Prefiero mil veces luchar contra gigantes o monstruos de la Suboscuridad.
—Bueno, las mujeres nunca son simples amigo mío —bromeó y guiñó un ojo a Hela—. Mejor no las subestimemos. Ojalá estuviera Guilbert con nosotros, diría que esta era su especialidad mágica. De todas formas, sois los tres mejores magos de campo que conozco —dijo mirando a Helayna, Gowther y Zevatur—, y tenéis una noche para prepararos.
El gerrero señaló el anillo de almacenamiento de conjuros en su anular para que recordaran que podían disponer de aquel recurso.
Pese a alguna protesta del padre, sigue sin ver que su hijo se arriesgue y menos con las dudas mostradas por los propios aventureros, el trato se sella con un apretón de manos entre Ash y el atrevido pescador.
Rose no mentía al decir que no tenía habitaciones pero tras algunas quejas y discusiones los Fragmentos son distribuidos entre varias casas donde se les ofrece un jergón o algo de paja húmeda en el suelo para dormir. No es que sus anfitriones tengan mejores aposentos. Tras asegurarles que no será necesario, todos se juntan y duermen en el mucho más confortable interior del domo invocado por Gowther. Aunque más apretados están mucho más secos. Sin duda las condiciones de vida de aquella aldea no eran las más adecuadas.
Al alba, Grek, pues así se llamaba el hombre que había reunido el valor de pedir su ayuda, se encontraba en el estrecho muelle de la aldea.
- Démonos prisa. Este es el único barco que puede acomodaros a todos... y no sé cuándo despertará Fultham... -
Preocupado por el inminente encuentro con las sirenas, Zevatur sintió la familiar presencia de Canela en su mente. Conversaron brevemente, intercambiando ideas sobre cómo protegerse del hipnótico canto de las criaturas. Tras varios minutos, decidieron que unos tapones improvisados podrían ser su mejor defensa.
Zevatur recorrió la pequeña aldea en busca de materiales, buscando cera o en su defecto arcilla fresca y cortando la punta de su cuerda de seda. Con ambos elementos, moldeó rápidamente unos tapones para los oídos. Aunque simples, esperaba que fueran suficientes para amortiguar los peligrosos cantos.
Con los tapones listos, organizó sus objetos con cuidado. Esta vez, optó por la protección del medallón de Galador Emberlight, dejando de lado el Bloodwell Vial, más ofensivo. Quería estar preparado para lo peor, pero también para resistir.
Con los ojos aún somnolientos, saludó a Grek, que se acercaba. - Fultham... ¿Quién es Fultham? ¿Por qué hay que esperarle, sale a pescar en cuanto se levanta? -
- Precisamente... - responde Grek - No hay que esperarle.No saldrá a faenar pero... su barco es el único capaz de llevaros a todos... vamos vamos.... - apremia el pescador sin dejar que nadie más exprese sus dudas. El barco cruje y se tambalea cuando entran todos, especialmente Ash y Morko en sus armaduras pesadas - suelta ese cabo - le pide al solícito Zevatur - Ayudadme a empujar... - El marinero usa uno de los remos y se prepara para hacer un gran esfuerzo, con la naturalidad de un movimiento que lleva haciendo toda su vida, pero Ash simplemente empuja con la pierna y el bote se ve impulsado con fuerza. Grek, su movimiento a medias, se queda boquiabierto ante la fuerza del humano. Se recupera pronto, por la necesidad de realizar tareas ineludibles, y se pone al timón. Dando órdenes en voz baja, pone a Martin y Gowther a desplegar la única vela de la embarcación, y con Morko y Ash bogando, pronto dejan la relativa protección de la playa y salen a mar abierto. Los altos acantilados ofrecían una pantalla contra el viento pero al salir, y pese a la advertencia de Grek, el primer golpe de viento casi lanza a Gowther y Martin, que aún estaban sujetando los cabos de la vela, por la borda. La espuma del mar les salpica la cara, las olas rompen contra el que parecía un robusto barco, pero ahora a Hela se le antoja un delicado esquife y teme que cualquier impacto de las que parecen cada vez más grandes olas, lo parta por la mitad enviándolos a todos a las frias y grises aguas. Sin embargo, su capitán no se inmuta, permanece tranquilo y guía la embarcación con mano firme a través del viento y el oleaje trazando un rumbo paralelo a la costa. Al menos ni Morko ni Ash tienen que remar más, el impulso del viento es suficiente.
Al cabo de aproximadamente media hora Grek vira el barco hacia su izquierda, alejándose de los acantilados y la línea de costa y apuntando hacia una formación de rocas que se elevan desde el fondo marino y se levantan sobre las olas como los dedos engarfiados de una titánica mano esquelética.
- Esa es la Mano de la Bruja - Explica el pescador. - Suele ser una buena zona de pesca de cangrejos y marisco, pero es donde creemos que están... ellas.. -
Mientras habla el mar bambolea el barco y la espuma sigue salpicando a todos, que a estas alturas están completamente empapados. Las rocas, que efectivamente se asemejan a unos dedos emergiendo del mar intentando agarrar algo, les esperan pacientemente entre el viento, la espuma y la neblina.
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Mientras Martin, recuperado del primer embate de viento que le pilló por sorpresa, intentaba acostumbrarse al balanceo incesante de la barcaza, para cuando estaban llegando a su destino, la conglomeración de afiladas rocas conocida como La Mano de la Bruja, parecía haberse hecho ya con los diferentes equilibrios a tener en cuenta en tan inestable embarcación.
Observando el posible "campo" de batalla, no tardó en dejar escapar uno de sus ya familiares bufidos de frustración. El terreno no jugaba en su favor en absoluto, apenas había superficie práctica para desplazarse, y sin duda, sus enemigos, tendrían una capacidad acuática superior que les conferiría una ventaja clave en el inminente enfrentamiento.
Sacando su nuevo arco, tallado e imbuído por los dragones, dejó una saeta ya lista para ser disparada, e intentó afinar su vista de herencia élfica en busca de cualquier detalle o figura que pudiera estar escondida u oculta. Primero paseó si mirada por las rocas, para pasar posteriormente a la zona de mar que las rodeaba.. Seeker, mientras, alzó el vuelo alto, y con una señal de su amigo, intentó también encontrar ... "cosas brillantes" entre aquellos escarpados salientes.
Tiro Perception por si es necesario para evitar "sorpresas": 10
[La noche anterior de la partida] Habían pasado horas desde que el grupo acampó a orillas del río. La brisa nocturna mecía las tiendas suavemente, mientras el sonido del agua corría junto a ellos, calmando la tensión que flotaba en el aire. Gowther, sabiendo que el peligro acechaba más allá del horizonte, se apartó en silencio hacia un claro próximo al campamento. Sabía que necesitarían más que fuerza física para lo que estaba por venir.
Alzando las manos, comenzó a recitar un antiguo conjuro. Sus palabras resonaban en el aire, trazando con precisión delicadas formas arcanas que parecían cobrar vida con cada sílaba. A su alrededor, pequeñas figuras comenzaron a materializarse entre los árboles: eran los Chwingas, diminutas criaturas etéreas, con rostros blancos y brillantes como el mármol, y ojos oscuros llenos de una inteligencia insondable. Se movían con una gracia sobrenatural, jugueteando en el viento, como si el mismo bosque les diera la bienvenida.
El primero en acercarse fue Zevatur, cuya expresión severa se relajó cuando un grupo de Chwingas comenzó a juguetear con su cola, enredando pequeñas flores en ella, mientras uno de ellos le daba un toque suave en el brazo. Una luz sutil envolvió al tiefling, infundiéndole una energía reconfotante, como si la naturaleza misma lo estuviera protegiendo.
El siguiente fue Martin, quien miró a las pequeñas criaturas con una mezcla de asombro y cautela. Un Chwinga saltó en su dirección, danzando a su alrededor con movimientos gráciles, hasta que una de sus manos diminutas tocó su hombro. Martin bajó la mirada, notando cómo sus manos temblaban levemente, como si la energía aún no supiera dónde anclarse en su interior. En ese instante, Martin sintió una calidez que recorrió su cuerpo, como si una fuerza curativa aguardara en su interior, una promesa de protección.
Helayna, por su parte, observaba en silencio mientras una de las criaturas se acercaba, tan ligera como una pluma. A pesar de su desconfianza hacia Gowther, aceptó la bendición con un leve asentimiento, sintiendo cómo la magia le concedía un poder sanador. Pero en su mirada aún latía la duda, una sombra de desconfianza que seguía vigilante.
Morko, siempre pragmático, recibió la bendición con una reverencia solemne, su mano grande tocada por la magia que brillaba fugazmente antes de desaparecer en su cuerpo.
Ash no pudo evitar una risa contenida cuando los Chwingas, en su intento de llegar a su frente, usaron sus pectorales como un trampolín improvisado. Las pequeñas criaturas finalmente lograron alcanzarlo y uno de ellos le tocó, otorgándole un poder restaurador que aguardaría en su interior hasta que fuera necesario.
Kath observó a las pequeñas criaturas con una mezcla de cautela y curiosidad, su mano siempre cerca de su espada por si las cosas tomaban un giro inesperado. Uno de los Chwingas se acercó a ella y, tras un breve momento de vacilación, tocó su vientre. Kath sintió una magia en su interior, una energía que aguardaba, lista para ser liberada cuando más lo necesitara. Gowther al ver aquel instante no pudo evitar pensar si esto sería suficiente para redimir la vergüenza que la acompañaba en cada paso.
Finalmente, los Chwingas se acercaron a Gowther, envolviéndolo en su energía restauradora. Pero uno de ellos se detuvo frente a Aegnor. Sin previo aviso, la piel blanca y pura de la pequeña criatura comenzó a adquirir un tono grisáceo y agrietado. Sus ojos, antes vacíos y serenos, se oscurecieron como pozos insondables. Mientras los demás Chwingas parecían parte de la naturaleza misma, este era una aberración, como si algo oscuro lo hubiera tocado.
El chwinga siniestro acarició la hoja de Aegnor con sus pequeños dedos deformes, y un escalofrío recorrió la espina de Gowther. La voz en su mente, conocida y siempre inquietante, emergió en ese momento, como un susurro gélido.
—¿De verdad crees que podrás protegerlos?—se burló la voz, su tono suave pero lleno de malevolencia—. No puedes salvar a todos, y cuando caigan, será por tu debilidad. Tú mismo lo sabes.
Las palabras en su mente cayeron como veneno, burbujeando en su interior, pero su mirada se aferró a Aegnor, la única constante en su vida, como un ancla en medio de la tormenta. A pesar de la perturbación que la criatura estaba causando, Gowther sintió algo más profundo, una presencia más poderosa.
El chwinga siniestro esbozó una sonrisa retorcida, sus ojos centelleando de malicia mientras continuaba acariciando la espada. Pero entonces, sin previo aviso, Aegnor reaccionó. Un destello de llamas plateadas surgió desde la hoja, envolviendo al chwinga en un resplandor que iluminó el claro. Las llamas no eran destructivas, sino purificadoras. El pequeño ser deformado gritó en silencio, y en cuestión de segundos, su cuerpo volvió a transformarse, recobrando su forma original.
El Chwinga normal, ahora con su piel brillante y sus ojos tranquilos, inclinó su pequeña cabeza hacia Gowther antes de desvanecerse en el aire como si nunca hubiera existido. Afortundamente para los demás, solo percibieron el fogonazo de energía pero no a aquella horrenda criatura que parecía estar en la mente de Gowther.
Gowther respiró hondo, sintiendo cómo la oscuridad que había amenazado con tomar el control era sobrepuesta por la luz de Aegnor. Aunque la voz seguía susurrando en su mente, su poder se sentía disminuido por la presencia de la espada. Aegnor parecía reafirmar su vínculo con Gowther en ese momento. La hoja brillaba con una nueva luz, como si la espada estuviera destinada a enfrentar algo inmenso, un poder que desafiaría incluso a las bestias más legendarias.
Gowther, aunque inquieto por las palabras de la voz, sintió una calma renovada. Sabía que la oscuridad siempre acecharía en los rincones de su mente, pero Aegnor y los lazos que había forjado con sus compañeros le daban la fortaleza para seguir adelante.
[Tras unas horas en la noche] Habían pasado horas desde que el grupo acampó a orillas del río. La brisa nocturna mecía suavemente las tiendas, mientras el sonido del agua llenaba el ambiente. Gowther caminaba junto a Ash, aún con el eco de los entrenamientos resonando en su mente. Los combates recientes habían forjado entre ellos un lazo que iba más allá de lo físico, creando un entendimiento silencioso donde las palabras eran innecesarias.
Frente a él, Ash observaba el anillo que sostenía en su mano. Desde que comenzaron a entrenar juntos, se había desarrollado una conexión tácita entre ambos, un vínculo que trascendía lo ordinario, como si sus espíritus guerreros comunicaran en un lenguaje que solo acero y magia comprendían.
Gowther alzó la mano hacia el anillo, y sus dedos se movieron con precisión, trazando formas delicadas en el aire. De su palma surgió una energía etérea, un flujo de magia que se arremolinaba a su alrededor, como hojas bailando en una suave corriente de viento otoñal. Su respiración se acompasó con los pulsos de energía que fluían a través de él, y de sus labios surgieron palabras en una lengua arcana, cada sílaba impregnada de poder.
El tiempo comenzó a ralentizarse a su alrededor. Una vibración sutil envolvió el anillo, como si Gowther estuviera tomando pequeños fragmentos del flujo temporal, guardándolos para ser liberados más adelante. Era como si estuviera arrebatando segundos al propio tiempo, acumulando esa fuerza para cuando Ash lo necesitara. El resplandor plateado que envolvía el anillo era la promesa de velocidad futura, un pacto silencioso entre la magia y el guerrero.
Ash contempló el anillo, sintiendo el potencial oculto en él, consciente de que ese poder lo aguardaba en el momento justo. Gowther, con los ojos brillando de concentración, continuó. Sus dedos trazaron en el aire una secuencia de movimientos más compleja, tejiendo hilos invisibles que se entrelazaban en torno al anillo.
Con un último gesto, la energía se concentró alrededor del objeto, tomando la forma de una barrera arcana invisible. Era una fuerza firme, pero flexible, como el acero, lista para alzarse en un instante y desviar cualquier ataque. Ash pudo sentir esa defensa, como una presencia intangible que lo protegería en el fragor de la batalla, una extensión de la voluntad de Gowther de cuidar de su compañero.
—Está hecho —dijo Gowther con calma, y su mirada se cruzó con la de Ash. Aquello no era solo un hechizo, era una promesa sellada por la confianza. Ash asintió en silencio, comprendiendo que ese lazo ahora era más fuerte que nunca.
[Antes de zarpar] El amanecer empezaba a teñir el cielo con colores cálidos cuando Gowther se colocó junto al río, el mismo lugar donde habían acampado. Las primeras luces del día se reflejaban en las aguas tranquilas mientras él se preparaba para el siguiente paso. En lugar de recurrir a herramientas físicas, dejó que sus propias palabras y gestos trazaran los símbolos necesarios para el ritual.
A medida que murmuraba en élfico, las palabras que pronunciaba se transformaban en runas flotantes, tejiendo en el aire un intrincado patrón de energía arcana. Cada sílaba formaba un nuevo trazo, brillante y etéreo, que danzaba frente a él. Las runas flotaban a su alrededor, entrelazándose mientras el aire vibraba no solo de energía, sino de una fuerza casi tangible. Las manos de Gowther sentían el leve hormigueo del poder que guiaba con cada gesto.
El aire alrededor de Gowther vibraba con una energía sutil, y los trazos arcanos parecían resonar con el mismo ritmo que las aguas del río cercano. La melodía de su voz se mezclaba con los sonidos naturales del entorno, creando una armonía entre la magia y el mundo que lo rodeaba. A medida que el cántico continuaba, las runas comenzaron a girar, tejiendo una red de protección en torno al grupo.
La energía mágica se condensaba en el aire, imprimiendo en la atmósfera na ligereza inusual. Pronto, la brisa que acariciaba sus rostros trajo consigo una sensación de libertad, como si el océano mismo otorgara su bendición. El grupo pudo sentir como sus pulmones parecían capaz de lo imposible.
Con el ritual completo, Gowther bajó lentamente las manos. Desde lo alto de los árboles, Luthien descendió en silencio, sus ojos dorados brillando con sabiduría. El fiel búho se posó en el brazo extendido de Gowther, sus plumas brillando bajo la luz del amanecer.
—Cuídalos desde las alturas—susurró Gowther con una calma reverente.
El búho alzó el vuelo, deslizándose entre las nubes mientras el eladrin respiraba hondo, preparándose mentalmente para lo que vendría. El día recién comenzaba, pero Gowther sabía que con los lazos forjados y la magia infundida, el grupo estaba listo para enfrentar cualquier reto que el mar les pudiera traer. [Una vez en la zona rocosa] Acompañando el gesto de Martin, Gowther miró atentamente la zona en busca de cualquier anomalía. Cuando realizó una primera mirada, también transmitió su consciencia a Luthien para ver desde las alturas la zona.
Hechizos: Casteo conjure minor elemental e invoco 8 cwingas la noche anterior y nos pongo a cada uno este charm: Charm of Restoration This charm has 6 charges. You can use an action to expend some of its charges to cast one of the following spells: greater restoration (4 charges) or lesser restoration (2 charges). Once all its charges have been expended, the charm vanishes from you.
Además, me pongo a mi este: Charm of the Slayer One sword in your possession becomes a dragon slayer or giant slayer (DM’s choice) for the next 9 days. The charm then vanishes from you, and the weapon returns to normal. de tipo dragon.
Al anillo de ash le pongo un haste y dos shield.
Por la mañana nos tiro el ritual de respirar bajo el agua por lo que pueda pasar.
Tiro percepción en el foro. Las dos las tengo con ventaja por Luthien y por mi Broche
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"Esta perfecta melodía que acompasa y guía mi movimiento es la voz de mi compañera Aegnor"
Gowther Irerath, El'Tael de los Fragmentos Extraordinarios.
Los compañeros alados de los Fragmentos lucharon contra los fuertes vientos y se elevaron, intentando descubrir algo entre las nubes y la neblina que parecía cubrir aquel lugar de manera constante. Al poco ambas aves retornaron con el semielfo y El'Tael, mojadas, cansadas y sin haber podido observar nada reseñable.
- Cuando la marea está baja - explica Grek, - las rocas entre los dedos llegan casi a la superficie, como si fuera la palma de la mano... - cuenta sin poder evitar un escalofrío. - Sólo las barcas de muy poco calado pueden fondear por allí. Algunos dicen que en las mareas más fuertes, la bajamar permitiría incluso andar por las rocas, pero el oleaje haría eso un verdadero suicidio claro -
Ash disfrutó del paseo salvaje. El viento en el rostro y las olas rompiendo a su alrededor eran refrescantes. Quizá en otra vida podría haber sido marino, desde luego podía entender esa fascinación por el mar que muchos tenían, aunque no supiesen nadar.
—Si acercar la barca es demasiado peligroso, ya vamos nosotros, tú mantén el fuego encendido —sonrió a Grek mientras saltaba por la borda.
Para sorpresa del marinero el musculoso guerrero no se hundió en el agua, sino que caminaba sobre ella casi como si fuera tierra firme.
—Ah, siempre había querido probar esto —sonrió satisfecho mirando uno de sus anillos desde el otro lado de la amura de estribor—. Voy a ver que veo. Martín, ¿sube a mis hombros? Te llevo. Tus ojos de explorador saben donde mirar mejor que los míos, a ver qué podemos averiguar de esas pájaras. Otra cosa —dijo acomodándose en las orejas los tapones de algas y sebo—. No vamos a oír mucho. Si surgen problemas encended alguna luz mágica o agitad algún trapo de algún color vivo. Enseguida volvemos.
Martin observó la loca propuesta de Ash sorprendido, pero quien se podría resistir a ir sentado sobre esos robustos hombros de acero. Sin pensárselo mucho más accedió, pero antes sacó una cuerda de su mochila, y la ató fuertemente al mástil del esquife. El resto de la cuerda se la llevó consigo, mientras ésta parecía desenredarse sin tener fin.
Con un grácil salto, y con su arco listo y preparado en sus manos, se sentó sobre los hombros del guerrero, intentando no rozar demasiado con sus... joyas de la corona, la nuca de éste. Mantuvo la cuerda ilimitada atada a su cintura, por si había problemas.
- Marchemos, aprovechemos que "esto" nadie se lo esperaría.
Hago un ready, si Martin detecta o ve algo sirénido, dispara sin preguntar primero. No lo hace sobre humanos y otras criaturas que pudieran estar "encantadas" por ellas.
Ash realmente podría haber sido un gran marinero. Se movía de manera natural entre el oleaje. Cierto era que su anillo le permitía andar como si estuviera sobre tierra firme sin hundirse, pero no era tierra firme ni mucho menos. Pero Ash mantuvo el equilibrio deslizándose entre el oleaje ayudándose de los valles entre las olas para avanzar y dejando pasar las crestas más elevadas. Si esto no fuera hazaña suficiente además llevaba a Martin sobre sus hombros , y aunque el semi-elfo ayudaba distribuyendo su peso para amoldarse a los movimientos del guerrero, ayudándole en lo posible, aquello demostraba que no era para cualquiera y que los epitetos que se dedicaba a si mismo el humano no eran en vano.
El resto apenas podían ver a Martín sobresaliendo entre las olas mientras se acercaban a la extraña formación rocosa. Parecía como si una gigantesca y decrépita mano intentara agarrarse a algo para salvarse del frío abrazo de las profundidades. El dúo llegó hasta las rocas y se detuvieron antes de entrar entre ellas, como si temieran que la garra se pudiera cerrar de golpe sobre ellos. Martin podía ver que, efectivamente, había una plataforma de piedra de forma ligeramente cóncava que unía los pilares que se elevaban sobre las olas, como si fuera la palma de una mano. La espuma rompía a su alrededor al golpear las columnas de piedra gris. Entonces lo vio.
En la base del tercer pilar, asomándose tímidamente había alguien. Un rostro joven, hermoso, con rasgos afilados y grandes ojos azules y almendrados. El cabello era verde oscuro, la nariz afilada y pequeña y los labios gruesos se abrieron en una tímida sonrisa al cruzar la mirada con Martín. Se incorporó y el antiguo asesino puedo contemplar el torso desnudo del joven, perfilado por el constante ejercicio de nadar y de tono ligeramente azulado, Martín se encontró deseando probar las saladas gotas de agua que se deslizaban por aquel pecho. El hombre comenzó a cantar, una melodía suave, sensual, que hizo hervir la sangre del meticuloso seno-elfo. Tenía que acercarse a él.
Ash no era consciente del mar de sensaciones que embargaba a su compañero, pues estaba concentrado en contemplar a una bella mujer que le miraba pícara desde el pilar de su izquierda. La criatura no mostraba pudor alguno en mostrar sus voluptuosos pechos al guerrero, aunque uno quedaba parcialmente cubierto por su largo pelo azulado. Los afilados rasgos rivalizaban en belleza con los de Hela y Ash no podía apartar la mirada de aquellos ojos verdes que le atrapaban y hacían que su corazón se acelerara. La mujer abrió los carnosos labios y se humedeció los labios. Cuando una ola rompió tras ella Ash no escuchó el bramar del mar, tan solo tenía oídos para la hermosa voz de la mujer. No sabía cuando había empezado a cantar, pero sabía que debía acercarse más a ella, necesitaba escucharla mejor, tocarla, poseerla… y debía hacerlo ya.
En cualquier otro mortal, posiblemente incluso en algún otro miembro de los Fragmentos, aquel truco hubiera funcionado. Pero Martin había habitado en la Corte élfica, donde había podido contemplar a algunos de los seres más hermosos de Toril, y Ash recientemente había resisitido los encantos de una Duquesa del Infierno gracias al amor que sentía por Helayna. Con una media sonrisa compartida entre los compañeros, que sin saber de sus experiencias personales no dudaron el uno del otro, Ash dio un paso hacia la criatura que trataba de engatusarle.
Con un chillido corto y estridente, la fachada desapareció y por un segundo en el que el pánico la dominó, pudieron ver a una criatura de piel pálida con escamas grisáceas repartidas por su rostro el cual estaba rodeado de una especie de diadema coriacea. Su boca se abrió con el gesto mostrando dos hileras de pequeños, puntiagudos y afilados dientes . Las dos criaturas saltaron hacia el agua, dejando ver una enorme cola que tenía dos aletas laterales, que se abrían como las aletas de un pez volador, y se hundieron rápidamente en las negras aguas que rodeaban la formación rocosa.
Mientras tanto, en el bamboleante barco, el resto de los Fragmentos esperaban pacientemente la vuelta de sus valientes exploradores. La niebla y las olas les impedían ver dónde estaban y el ruido del viento y el oleaje hacía imposible que les escucharan. ¿Había tanta niebla antes? Al llegar pudieron observar la inmensidad de las rocas alzándose como dedos decrépitos, pero ahora el contorno de los más cercanos era apenas visible. La temperatura había bajado y el viento parecía capaz de ignorar sus húmedas capas. El humor de Morko no era el mejor del mundo y gruñó literalmente en dirección del viento cuando este hizo que la espuma de una ola le empapara la cara. Y el viento paró. Repentinamente el viento se detuvo, como si el gruñido del Príncipe enano hubiera ahuyentado a esa fuerza de la naturaleza. El barco dejó de bambolearse de un lado a otro. La mar estaba repentinamente en calma, como si en lugar de mar abierto estuvieran en el centro de una piscina que nadie osaba perturbar. La niebla les rodeaba totalmente, formando un muro apenas a unos diez pies de su barco. A todos se les erizó la piel de la nuca. El silencio era ensordecedor tras tanto rugido del mar y el viento. La temperatura bajó aún más. Y entonces escucharon una voz. Una voz susurrante, lúgubre, triste...
- Venid....Venid al fondo.... Venid al agua.. Venid al fondo... - Otra voz proveniente del lado opuesto repitió lo mismo. - Venid....Venid al fondo.... Venid al agua.. Venid al fondo... - Y otra más, de su popa - Venid....Venid al fondo.... Venid al agua.. Venid al fondo... - Y otra... y otra.. pronto todo un coro de voces susurrantes les rodeaba repitiendo las mismas palabras como una letanía. - Venid....Venid al fondo.... Venid al agua.. Venid al fondo... -
Poco a poco las siluetas de otras embarcaciones comenzaron a aparecer entre la niebla. Capitaneadas por un figura la mayoría, aunque en alguna había dos. Humanos pálidos, con los ojos blancos, la piel grisácea y arrugada el pelo húmedo, pegado a los cráneos, como si acabaran de salir del agua.
Su capitán parecía totalmente aterrorizado y con voz temblorosa reconoció a uno de los que se acercaban
- Ce... Cedric? - susurró dubitativo. El interpelado sólo giró hacia él un rostro inexpresivo con sus ojos blancos y repitió.
- Venid....Venid al fondo.... Venid al agua.. Venid al fondo... -
Los agudos ojos de Martin pudieron distinguir la figura de una de las criaturas nadando rápidamente hacia el fondo de las rocas, bordando la forma de la Mano de la Bruja. Estuvo tentado de dispararle pero entre la distancia que ya les separaba, el ángulo en que se movía que hizo que se perdiera de su vista rápidamente y que el agua pararía su ataque, sabía que no había forma de conseguir acertarle, asi que decidió guardar su munición. Levantó la vista, pero no consiguió distinguir la barca en la que habían venido con la espesa niebla que ahora rodeaba la extraña formación rocosa.
En las barcas Gowther sentía que la llamada de aquellas almas en pena era prometedora... en el fondo del mar estaría en calma, tranquilo, nada ni nadie podría alcanzarle, no tendría miedos ni preocupaciones... Él se callaría para siempre...
Pese a la tentación que suponía acabar con todo aquel sufrimiento, Gowther supo ver más allá del extraño encantamiento que portaban las palabras de aquellos seres.
Se fijó en ellos y se percató de que podía ver la niebla a través de ellos si se fijaba bien. Y que parecía que una débil luz verduzca les rodeaba. No eran corpóreos, o al menos no totalmente. ¿Podrían ser los espectros de las víctimas de las sirenas?
Zevatur sintió un escalofrío recorrer su cuerpo, un temor profundo arraigándose en su interior. Aquello era, precisamente, lo que más había temido: espíritus que comandaban y manipulaban la voluntad de los vivos. Y aunque aún conservaba su autonomía, tenía la certeza de que aquellas criaturas no tardarían en intentar someterlos.
Entonces, un resplandor carmesí rasgó la oscuridad. Gowther había tomado la iniciativa, desatando llamas contra las entidades espectrales. Zevatur no necesitó más señales.
Apretó los dientes y alzó ambas manos, cerrando los ojos un instante mientras invocaba la energía celestial de Bahamut. Un resplandor dorado comenzó a formarse en sus palmas.
- ¡Retroceded, almas en pena! - Declaró con voz firme, y al instante, dos Sacred Flames descendieron sobre los inmoviles espíritus.
Las luces divinas cayeron, atravesando la bruma y apuntando a dos de las entidades con su resplandor radiante. Zevatur entrecerró los ojos, esperando. ¿Sería suficiente? ¿Podría la luz disipar lo que el fuego no había logrado?
Las llamas rodearon a aquellos Fragmentos que aún estaban en el bote. Los espectros no chillaron ni se quejaron, ni siquiera se podía escuchar el crujir de las llamas en los botes. Aunque las llamas de Gowther y los potentes fogonazos de fuego divino de Zevatur seguían ardiendo con fuerza impidiendo ver qué efecto habían tenido en las criaturas que les rodeaban, las que no habían sido afectadas por las llamas no parecían inmutarse.
Ash detectó el resplandor entre la niebla que les rodeaba y se preguntó cuál sería el mejor curso de acción. Era evidente que sus amigos parecían tener problemas.
Ash maldijo por lo escurridizo de su presa. Pensaba que podría engañarla, pero estaba claro que tendría que mejorar sus actitudes dramaticas.
—Mira —dijo a Martín señalando el resplandor entre la niebla—. Será mejor dejar de perseguir arenques cantores. Parece que los demás tienen problemas. Sube que te llevo de vuelta.
El guerrero se preparó para cargar a la espalda al siniestro montaraz y volver a las barcas. Ya habría tiempo de registrar aquel peñasco cuando pasase el peligro.
Ash maldijo por lo escurridizo de su presa. Pensaba que podría engañarla, pero estaba claro que tendría que mejorar sus actitudes dramaticas.
—Mira —dijo a Martín señalando el resplandor entre la niebla—. Será mejor dejar de perseguir arenques cantores. Parece que los demás tienen problemas. Sube que te llevo de vuelta.
El guerrero se preparó para cargar a la espalda al siniestro montaraz y volver a las barcas. Ya habría tiempo de registrar aquel peñasco cuando pasase el peligro.
Gowther sintió la atracción en su mente, una dulce promesa de paz en el fondo del mar. Su mente susurraba que allí, en las profundidades, todo terminaría: el conflicto, el dolor, la lucha. Pero la sensación no era nueva, la conocía demasiado bien. Era su propia oscuridad disfrazada de descanso.
Apretó los dientes y sacudió la cabeza, aferrándose a la fría realidad. Sus ojos se clavaron en las figuras espectrales que susurraban la letanía hipnótica. Algo no encajaba. Si eran fantasmas, ¿por qué tenían una luz verdosa que los envolvía? ¿Por qué sus voces parecían más un eco que un grito de auxilio?
—Luthien... —susurró, su mano aferrando la empuñadura de Aegnor.
La hoja emitió un suave resplandor plateado en respuesta, y Gowther dejó que su magia fluyera a través del vínculo con su fiel familiar. Un brillo arcano recorrió el cuerpo del búho, infundiéndole el poder del aliento dracónico. El aire a su alrededor tembló con la energía acumulada en sus pulmones, un fuego ansioso por ser liberado.
—Draa’aer!
Con un aleteo feroz, Luthien surcó el aire y se lanzó en picado hacia las embarcaciones espectrales. En el instante en que su pecho se hinchó, la magia de Aegnor se manifestó: un torrente de llamas se desató desde su pico, envolviendo los botes en un semicírculo perfecto.
El fuego rugió como una bestia liberada. Las llamas danzaron sobre las siluetas pálidas, consumiendo sus cuerpos sin resistencia. La piel blanca y arrugada de los seres se ampolló, explotando en llagas incandescentes. Pero no gritaron, no intentaron huir. Solo continuaron repitiendo la letanía con voces vacías:
—Venid al fondo… venid al agua…
Gowther frunció el ceño. No reaccionaban al dolor. Eso no era normal, ni siquiera en los muertos. Algo más estaba controlándolos, algo más grande y oculto tras la niebla.
Mientras el fuego seguía expandiéndose, Luthien giró con destreza, alejándose a una distancia prudencial de 25 a 30 pies, volando en círculos para evaluar la situación desde un punto estratégico en dirección al grupo, asegurándose una posición de ventaja desde el aire.
Aún con Aegnor en mano, se preparó para lo que viniera. Si alguna de las figuras ardientes intentaba acercarse, su espada estaría lista para recibirlas.
Martin parecía haberse mantenido en silencio todo este tiempo, dejando a sus más carismáticos amigos la parte de la negociación y socialización. Además, desde que entró en la posada, sus ojos parecían distraídos con el hombre de larga melena pelirroja. Se ajustó la capucha, que no se quitó incluso estando en el interior de la taberna, ocultando sus ojos, y evitando que se supiera hacia donde estaba mirando. Al sentarse junto a sus compañeros, eligió una silla que directamente se encaraba a la otra mesa ocupada de la posada.
Sin dejar de observar a los otros parroquianos, el semielfo intervino en la conversación con sus amigos de manera parca, sin dirigirse a la posadera o al resignado padre y el efervescente hijo.
- Parecen criaturas peligrosas, y como dice Zeva, no somos especialmente resistentes a sus cantos, os recuerdo lo que ocurrió en aquel claro boscoso cuando esos extraños ogros nos hechizaron... Aún así entiendo que vale la pena el riesgo, y si el pasaje está asegurado, eso nos ahorraría jornadas enteras de viaje... así que en mi opinión deberíamos ponernos a ello. Como dice Ash, mañana mismo al amanecer.
Seeker se había quedado fuera vigilante, aunque la insidiosa lluvia no le hiciera especial gracia, y por tanto, sus graznidos de protesta se podía escuchar de vez en cuando.
" ¡Oh la Oscuridad...! "
Zevatur ladeó la cabeza con una sombra de preocupación, aunque terminó asintiendo ante las palabras de ánimo y confianza.
- Es verdad, nos hemos enfrentado a horrores peores que unas simples sirenas... pero ¡las detesto! Prefiero mil veces luchar contra gigantes o monstruos de la Suboscuridad.
Zevatur, Rolthos
—Bueno, las mujeres nunca son simples amigo mío —bromeó y guiñó un ojo a Hela—. Mejor no las subestimemos. Ojalá estuviera Guilbert con nosotros, diría que esta era su especialidad mágica. De todas formas, sois los tres mejores magos de campo que conozco —dijo mirando a Helayna, Gowther y Zevatur—, y tenéis una noche para prepararos.
El gerrero señaló el anillo de almacenamiento de conjuros en su anular para que recordaran que podían disponer de aquel recurso.
Ash el guerrero — Dragon's Hoard (Spanish)
Leobald el caballero — Death and Pain at Saltmarsh (Spanish)
Keeper — Vigilantes en el Cielo (Spanish)
Remington Wizz — Shadow of the Dragon Queen (Spanish)
Pese a alguna protesta del padre, sigue sin ver que su hijo se arriesgue y menos con las dudas mostradas por los propios aventureros, el trato se sella con un apretón de manos entre Ash y el atrevido pescador.
Rose no mentía al decir que no tenía habitaciones pero tras algunas quejas y discusiones los Fragmentos son distribuidos entre varias casas donde se les ofrece un jergón o algo de paja húmeda en el suelo para dormir. No es que sus anfitriones tengan mejores aposentos. Tras asegurarles que no será necesario, todos se juntan y duermen en el mucho más confortable interior del domo invocado por Gowther. Aunque más apretados están mucho más secos. Sin duda las condiciones de vida de aquella aldea no eran las más adecuadas.
Al alba, Grek, pues así se llamaba el hombre que había reunido el valor de pedir su ayuda, se encontraba en el estrecho muelle de la aldea.
- Démonos prisa. Este es el único barco que puede acomodaros a todos... y no sé cuándo despertará Fultham... -
PbP Character: A few ;)
Preocupado por el inminente encuentro con las sirenas, Zevatur sintió la familiar presencia de Canela en su mente. Conversaron brevemente, intercambiando ideas sobre cómo protegerse del hipnótico canto de las criaturas. Tras varios minutos, decidieron que unos tapones improvisados podrían ser su mejor defensa.
Zevatur recorrió la pequeña aldea en busca de materiales, buscando cera o en su defecto arcilla fresca y cortando la punta de su cuerda de seda. Con ambos elementos, moldeó rápidamente unos tapones para los oídos. Aunque simples, esperaba que fueran suficientes para amortiguar los peligrosos cantos.
Con los tapones listos, organizó sus objetos con cuidado. Esta vez, optó por la protección del medallón de Galador Emberlight, dejando de lado el Bloodwell Vial, más ofensivo. Quería estar preparado para lo peor, pero también para resistir.
Con los ojos aún somnolientos, saludó a Grek, que se acercaba. - Fultham... ¿Quién es Fultham? ¿Por qué hay que esperarle, sale a pescar en cuanto se levanta? -
Zevatur, Rolthos
- Precisamente... - responde Grek - No hay que esperarle.No saldrá a faenar pero... su barco es el único capaz de llevaros a todos... vamos vamos.... - apremia el pescador sin dejar que nadie más exprese sus dudas. El barco cruje y se tambalea cuando entran todos, especialmente Ash y Morko en sus armaduras pesadas - suelta ese cabo - le pide al solícito Zevatur - Ayudadme a empujar... - El marinero usa uno de los remos y se prepara para hacer un gran esfuerzo, con la naturalidad de un movimiento que lleva haciendo toda su vida, pero Ash simplemente empuja con la pierna y el bote se ve impulsado con fuerza. Grek, su movimiento a medias, se queda boquiabierto ante la fuerza del humano.
Se recupera pronto, por la necesidad de realizar tareas ineludibles, y se pone al timón. Dando órdenes en voz baja, pone a Martin y Gowther a desplegar la única vela de la embarcación, y con Morko y Ash bogando, pronto dejan la relativa protección de la playa y salen a mar abierto. Los altos acantilados ofrecían una pantalla contra el viento pero al salir, y pese a la advertencia de Grek, el primer golpe de viento casi lanza a Gowther y Martin, que aún estaban sujetando los cabos de la vela, por la borda.
La espuma del mar les salpica la cara, las olas rompen contra el que parecía un robusto barco, pero ahora a Hela se le antoja un delicado esquife y teme que cualquier impacto de las que parecen cada vez más grandes olas, lo parta por la mitad enviándolos a todos a las frias y grises aguas.
Sin embargo, su capitán no se inmuta, permanece tranquilo y guía la embarcación con mano firme a través del viento y el oleaje trazando un rumbo paralelo a la costa. Al menos ni Morko ni Ash tienen que remar más, el impulso del viento es suficiente.
Al cabo de aproximadamente media hora Grek vira el barco hacia su izquierda, alejándose de los acantilados y la línea de costa y apuntando hacia una formación de rocas que se elevan desde el fondo marino y se levantan sobre las olas como los dedos engarfiados de una titánica mano esquelética.
- Esa es la Mano de la Bruja - Explica el pescador. - Suele ser una buena zona de pesca de cangrejos y marisco, pero es donde creemos que están... ellas.. -
Mientras habla el mar bambolea el barco y la espuma sigue salpicando a todos, que a estas alturas están completamente empapados.
Las rocas, que efectivamente se asemejan a unos dedos emergiendo del mar intentando agarrar algo, les esperan pacientemente entre el viento, la espuma y la neblina.
PbP Character: A few ;)
Mientras Martin, recuperado del primer embate de viento que le pilló por sorpresa, intentaba acostumbrarse al balanceo incesante de la barcaza, para cuando estaban llegando a su destino, la conglomeración de afiladas rocas conocida como La Mano de la Bruja, parecía haberse hecho ya con los diferentes equilibrios a tener en cuenta en tan inestable embarcación.
Observando el posible "campo" de batalla, no tardó en dejar escapar uno de sus ya familiares bufidos de frustración. El terreno no jugaba en su favor en absoluto, apenas había superficie práctica para desplazarse, y sin duda, sus enemigos, tendrían una capacidad acuática superior que les conferiría una ventaja clave en el inminente enfrentamiento.
Sacando su nuevo arco, tallado e imbuído por los dragones, dejó una saeta ya lista para ser disparada, e intentó afinar su vista de herencia élfica en busca de cualquier detalle o figura que pudiera estar escondida u oculta. Primero paseó si mirada por las rocas, para pasar posteriormente a la zona de mar que las rodeaba.. Seeker, mientras, alzó el vuelo alto, y con una señal de su amigo, intentó también encontrar ... "cosas brillantes" entre aquellos escarpados salientes.
Tiro Perception por si es necesario para evitar "sorpresas": 10
" ¡Oh la Oscuridad...! "
[La noche anterior de la partida]
Habían pasado horas desde que el grupo acampó a orillas del río. La brisa nocturna mecía las tiendas suavemente, mientras el sonido del agua corría junto a ellos, calmando la tensión que flotaba en el aire. Gowther, sabiendo que el peligro acechaba más allá del horizonte, se apartó en silencio hacia un claro próximo al campamento. Sabía que necesitarían más que fuerza física para lo que estaba por venir.
Alzando las manos, comenzó a recitar un antiguo conjuro. Sus palabras resonaban en el aire, trazando con precisión delicadas formas arcanas que parecían cobrar vida con cada sílaba. A su alrededor, pequeñas figuras comenzaron a materializarse entre los árboles: eran los Chwingas, diminutas criaturas etéreas, con rostros blancos y brillantes como el mármol, y ojos oscuros llenos de una inteligencia insondable. Se movían con una gracia sobrenatural, jugueteando en el viento, como si el mismo bosque les diera la bienvenida.
El primero en acercarse fue Zevatur, cuya expresión severa se relajó cuando un grupo de Chwingas comenzó a juguetear con su cola, enredando pequeñas flores en ella, mientras uno de ellos le daba un toque suave en el brazo. Una luz sutil envolvió al tiefling, infundiéndole una energía reconfotante, como si la naturaleza misma lo estuviera protegiendo.
El siguiente fue Martin, quien miró a las pequeñas criaturas con una mezcla de asombro y cautela. Un Chwinga saltó en su dirección, danzando a su alrededor con movimientos gráciles, hasta que una de sus manos diminutas tocó su hombro. Martin bajó la mirada, notando cómo sus manos temblaban levemente, como si la energía aún no supiera dónde anclarse en su interior. En ese instante, Martin sintió una calidez que recorrió su cuerpo, como si una fuerza curativa aguardara en su interior, una promesa de protección.
Helayna, por su parte, observaba en silencio mientras una de las criaturas se acercaba, tan ligera como una pluma. A pesar de su desconfianza hacia Gowther, aceptó la bendición con un leve asentimiento, sintiendo cómo la magia le concedía un poder sanador. Pero en su mirada aún latía la duda, una sombra de desconfianza que seguía vigilante.
Morko, siempre pragmático, recibió la bendición con una reverencia solemne, su mano grande tocada por la magia que brillaba fugazmente antes de desaparecer en su cuerpo.
Ash no pudo evitar una risa contenida cuando los Chwingas, en su intento de llegar a su frente, usaron sus pectorales como un trampolín improvisado. Las pequeñas criaturas finalmente lograron alcanzarlo y uno de ellos le tocó, otorgándole un poder restaurador que aguardaría en su interior hasta que fuera necesario.
Kath observó a las pequeñas criaturas con una mezcla de cautela y curiosidad, su mano siempre cerca de su espada por si las cosas tomaban un giro inesperado. Uno de los Chwingas se acercó a ella y, tras un breve momento de vacilación, tocó su vientre. Kath sintió una magia en su interior, una energía que aguardaba, lista para ser liberada cuando más lo necesitara. Gowther al ver aquel instante no pudo evitar pensar si esto sería suficiente para redimir la vergüenza que la acompañaba en cada paso.
Finalmente, los Chwingas se acercaron a Gowther, envolviéndolo en su energía restauradora. Pero uno de ellos se detuvo frente a Aegnor. Sin previo aviso, la piel blanca y pura de la pequeña criatura comenzó a adquirir un tono grisáceo y agrietado. Sus ojos, antes vacíos y serenos, se oscurecieron como pozos insondables. Mientras los demás Chwingas parecían parte de la naturaleza misma, este era una aberración, como si algo oscuro lo hubiera tocado.
El chwinga siniestro acarició la hoja de Aegnor con sus pequeños dedos deformes, y un escalofrío recorrió la espina de Gowther. La voz en su mente, conocida y siempre inquietante, emergió en ese momento, como un susurro gélido.
—¿De verdad crees que podrás protegerlos? —se burló la voz, su tono suave pero lleno de malevolencia—. No puedes salvar a todos, y cuando caigan, será por tu debilidad. Tú mismo lo sabes.
Las palabras en su mente cayeron como veneno, burbujeando en su interior, pero su mirada se aferró a Aegnor, la única constante en su vida, como un ancla en medio de la tormenta. A pesar de la perturbación que la criatura estaba causando, Gowther sintió algo más profundo, una presencia más poderosa.
El chwinga siniestro esbozó una sonrisa retorcida, sus ojos centelleando de malicia mientras continuaba acariciando la espada. Pero entonces, sin previo aviso, Aegnor reaccionó. Un destello de llamas plateadas surgió desde la hoja, envolviendo al chwinga en un resplandor que iluminó el claro. Las llamas no eran destructivas, sino purificadoras. El pequeño ser deformado gritó en silencio, y en cuestión de segundos, su cuerpo volvió a transformarse, recobrando su forma original.
El Chwinga normal, ahora con su piel brillante y sus ojos tranquilos, inclinó su pequeña cabeza hacia Gowther antes de desvanecerse en el aire como si nunca hubiera existido. Afortundamente para los demás, solo percibieron el fogonazo de energía pero no a aquella horrenda criatura que parecía estar en la mente de Gowther.
Gowther respiró hondo, sintiendo cómo la oscuridad que había amenazado con tomar el control era sobrepuesta por la luz de Aegnor. Aunque la voz seguía susurrando en su mente, su poder se sentía disminuido por la presencia de la espada. Aegnor parecía reafirmar su vínculo con Gowther en ese momento. La hoja brillaba con una nueva luz, como si la espada estuviera destinada a enfrentar algo inmenso, un poder que desafiaría incluso a las bestias más legendarias.
Gowther, aunque inquieto por las palabras de la voz, sintió una calma renovada. Sabía que la oscuridad siempre acecharía en los rincones de su mente, pero Aegnor y los lazos que había forjado con sus compañeros le daban la fortaleza para seguir adelante.
[Tras unas horas en la noche]
Habían pasado horas desde que el grupo acampó a orillas del río. La brisa nocturna mecía suavemente las tiendas, mientras el sonido del agua llenaba el ambiente. Gowther caminaba junto a Ash, aún con el eco de los entrenamientos resonando en su mente. Los combates recientes habían forjado entre ellos un lazo que iba más allá de lo físico, creando un entendimiento silencioso donde las palabras eran innecesarias.
Frente a él, Ash observaba el anillo que sostenía en su mano. Desde que comenzaron a entrenar juntos, se había desarrollado una conexión tácita entre ambos, un vínculo que trascendía lo ordinario, como si sus espíritus guerreros comunicaran en un lenguaje que solo acero y magia comprendían.
Gowther alzó la mano hacia el anillo, y sus dedos se movieron con precisión, trazando formas delicadas en el aire. De su palma surgió una energía etérea, un flujo de magia que se arremolinaba a su alrededor, como hojas bailando en una suave corriente de viento otoñal. Su respiración se acompasó con los pulsos de energía que fluían a través de él, y de sus labios surgieron palabras en una lengua arcana, cada sílaba impregnada de poder.
El tiempo comenzó a ralentizarse a su alrededor. Una vibración sutil envolvió el anillo, como si Gowther estuviera tomando pequeños fragmentos del flujo temporal, guardándolos para ser liberados más adelante. Era como si estuviera arrebatando segundos al propio tiempo, acumulando esa fuerza para cuando Ash lo necesitara. El resplandor plateado que envolvía el anillo era la promesa de velocidad futura, un pacto silencioso entre la magia y el guerrero.
Ash contempló el anillo, sintiendo el potencial oculto en él, consciente de que ese poder lo aguardaba en el momento justo. Gowther, con los ojos brillando de concentración, continuó. Sus dedos trazaron en el aire una secuencia de movimientos más compleja, tejiendo hilos invisibles que se entrelazaban en torno al anillo.
Con un último gesto, la energía se concentró alrededor del objeto, tomando la forma de una barrera arcana invisible. Era una fuerza firme, pero flexible, como el acero, lista para alzarse en un instante y desviar cualquier ataque. Ash pudo sentir esa defensa, como una presencia intangible que lo protegería en el fragor de la batalla, una extensión de la voluntad de Gowther de cuidar de su compañero.
—Está hecho —dijo Gowther con calma, y su mirada se cruzó con la de Ash. Aquello no era solo un hechizo, era una promesa sellada por la confianza. Ash asintió en silencio, comprendiendo que ese lazo ahora era más fuerte que nunca.
[Antes de zarpar]
El amanecer empezaba a teñir el cielo con colores cálidos cuando Gowther se colocó junto al río, el mismo lugar donde habían acampado. Las primeras luces del día se reflejaban en las aguas tranquilas mientras él se preparaba para el siguiente paso. En lugar de recurrir a herramientas físicas, dejó que sus propias palabras y gestos trazaran los símbolos necesarios para el ritual.
A medida que murmuraba en élfico, las palabras que pronunciaba se transformaban en runas flotantes, tejiendo en el aire un intrincado patrón de energía arcana. Cada sílaba formaba un nuevo trazo, brillante y etéreo, que danzaba frente a él. Las runas flotaban a su alrededor, entrelazándose mientras el aire vibraba no solo de energía, sino de una fuerza casi tangible. Las manos de Gowther sentían el leve hormigueo del poder que guiaba con cada gesto.
El aire alrededor de Gowther vibraba con una energía sutil, y los trazos arcanos parecían resonar con el mismo ritmo que las aguas del río cercano. La melodía de su voz se mezclaba con los sonidos naturales del entorno, creando una armonía entre la magia y el mundo que lo rodeaba. A medida que el cántico continuaba, las runas comenzaron a girar, tejiendo una red de protección en torno al grupo.
La energía mágica se condensaba en el aire, imprimiendo en la atmósfera na ligereza inusual. Pronto, la brisa que acariciaba sus rostros trajo consigo una sensación de libertad, como si el océano mismo otorgara su bendición. El grupo pudo sentir como sus pulmones parecían capaz de lo imposible.
Con el ritual completo, Gowther bajó lentamente las manos. Desde lo alto de los árboles, Luthien descendió en silencio, sus ojos dorados brillando con sabiduría. El fiel búho se posó en el brazo extendido de Gowther, sus plumas brillando bajo la luz del amanecer.
—Cuídalos desde las alturas —susurró Gowther con una calma reverente.
El búho alzó el vuelo, deslizándose entre las nubes mientras el eladrin respiraba hondo, preparándose mentalmente para lo que vendría. El día recién comenzaba, pero Gowther sabía que con los lazos forjados y la magia infundida, el grupo estaba listo para enfrentar cualquier reto que el mar les pudiera traer.
[Una vez en la zona rocosa]
Acompañando el gesto de Martin, Gowther miró atentamente la zona en busca de cualquier anomalía. Cuando realizó una primera mirada, también transmitió su consciencia a Luthien para ver desde las alturas la zona.
Hechizos:
Casteo conjure minor elemental e invoco 8 cwingas la noche anterior y nos pongo a cada uno este charm:
Charm of Restoration This charm has 6 charges. You can use an action to expend some of its charges to cast one of the following spells: greater restoration (4 charges) or lesser restoration (2 charges). Once all its charges have been expended, the charm vanishes from you.
Además, me pongo a mi este:
Charm of the Slayer One sword in your possession becomes a dragon slayer or giant slayer (DM’s choice) for the next 9 days. The charm then vanishes from you, and the weapon returns to normal. de tipo dragon.
Al anillo de ash le pongo un haste y dos shield.
Por la mañana nos tiro el ritual de respirar bajo el agua por lo que pueda pasar.
Tiro percepción en el foro. Las dos las tengo con ventaja por Luthien y por mi Broche
"Esta perfecta melodía que acompasa y guía mi movimiento es la voz de mi compañera Aegnor"
Gowther Irerath, El'Tael de los Fragmentos Extraordinarios.
Los compañeros alados de los Fragmentos lucharon contra los fuertes vientos y se elevaron, intentando descubrir algo entre las nubes y la neblina que parecía cubrir aquel lugar de manera constante. Al poco ambas aves retornaron con el semielfo y El'Tael, mojadas, cansadas y sin haber podido observar nada reseñable.
- Cuando la marea está baja - explica Grek, - las rocas entre los dedos llegan casi a la superficie, como si fuera la palma de la mano... - cuenta sin poder evitar un escalofrío. - Sólo las barcas de muy poco calado pueden fondear por allí. Algunos dicen que en las mareas más fuertes, la bajamar permitiría incluso andar por las rocas, pero el oleaje haría eso un verdadero suicidio claro -
PbP Character: A few ;)
Ash disfrutó del paseo salvaje. El viento en el rostro y las olas rompiendo a su alrededor eran refrescantes. Quizá en otra vida podría haber sido marino, desde luego podía entender esa fascinación por el mar que muchos tenían, aunque no supiesen nadar.
—Si acercar la barca es demasiado peligroso, ya vamos nosotros, tú mantén el fuego encendido —sonrió a Grek mientras saltaba por la borda.
Para sorpresa del marinero el musculoso guerrero no se hundió en el agua, sino que caminaba sobre ella casi como si fuera tierra firme.
—Ah, siempre había querido probar esto —sonrió satisfecho mirando uno de sus anillos desde el otro lado de la amura de estribor—. Voy a ver que veo. Martín, ¿sube a mis hombros? Te llevo. Tus ojos de explorador saben donde mirar mejor que los míos, a ver qué podemos averiguar de esas pájaras. Otra cosa —dijo acomodándose en las orejas los tapones de algas y sebo—. No vamos a oír mucho. Si surgen problemas encended alguna luz mágica o agitad algún trapo de algún color vivo. Enseguida volvemos.
Ash el guerrero — Dragon's Hoard (Spanish)
Leobald el caballero — Death and Pain at Saltmarsh (Spanish)
Keeper — Vigilantes en el Cielo (Spanish)
Remington Wizz — Shadow of the Dragon Queen (Spanish)
Martin observó la loca propuesta de Ash sorprendido, pero quien se podría resistir a ir sentado sobre esos robustos hombros de acero. Sin pensárselo mucho más accedió, pero antes sacó una cuerda de su mochila, y la ató fuertemente al mástil del esquife. El resto de la cuerda se la llevó consigo, mientras ésta parecía desenredarse sin tener fin.
Con un grácil salto, y con su arco listo y preparado en sus manos, se sentó sobre los hombros del guerrero, intentando no rozar demasiado con sus... joyas de la corona, la nuca de éste. Mantuvo la cuerda ilimitada atada a su cintura, por si había problemas.
- Marchemos, aprovechemos que "esto" nadie se lo esperaría.
Hago un ready, si Martin detecta o ve algo sirénido, dispara sin preguntar primero. No lo hace sobre humanos y otras criaturas que pudieran estar "encantadas" por ellas.
" ¡Oh la Oscuridad...! "
Ash realmente podría haber sido un gran marinero. Se movía de manera natural entre el oleaje. Cierto era que su anillo le permitía andar como si estuviera sobre tierra firme sin hundirse, pero no era tierra firme ni mucho menos. Pero Ash mantuvo el equilibrio deslizándose entre el oleaje ayudándose de los valles entre las olas para avanzar y dejando pasar las crestas más elevadas. Si esto no fuera hazaña suficiente además llevaba a Martin sobre sus hombros , y aunque el semi-elfo ayudaba distribuyendo su peso para amoldarse a los movimientos del guerrero, ayudándole en lo posible, aquello demostraba que no era para cualquiera y que los epitetos que se dedicaba a si mismo el humano no eran en vano.
El resto apenas podían ver a Martín sobresaliendo entre las olas mientras se acercaban a la extraña formación rocosa.
Parecía como si una gigantesca y decrépita mano intentara agarrarse a algo para salvarse del frío abrazo de las profundidades.
El dúo llegó hasta las rocas y se detuvieron antes de entrar entre ellas, como si temieran que la garra se pudiera cerrar de golpe sobre ellos. Martin podía ver que, efectivamente, había una plataforma de piedra de forma ligeramente cóncava que unía los pilares que se elevaban sobre las olas, como si fuera la palma de una mano. La espuma rompía a su alrededor al golpear las columnas de piedra gris. Entonces lo vio.
En la base del tercer pilar, asomándose tímidamente había alguien. Un rostro joven, hermoso, con rasgos afilados y grandes ojos azules y almendrados. El cabello era verde oscuro, la nariz afilada y pequeña y los labios gruesos se abrieron en una tímida sonrisa al cruzar la mirada con Martín. Se incorporó y el antiguo asesino puedo contemplar el torso desnudo del joven, perfilado por el constante ejercicio de nadar y de tono ligeramente azulado, Martín se encontró deseando probar las saladas gotas de agua que se deslizaban por aquel pecho. El hombre comenzó a cantar, una melodía suave, sensual, que hizo hervir la sangre del meticuloso seno-elfo. Tenía que acercarse a él.
Ash no era consciente del mar de sensaciones que embargaba a su compañero, pues estaba concentrado en contemplar a una bella mujer que le miraba pícara desde el pilar de su izquierda. La criatura no mostraba pudor alguno en mostrar sus voluptuosos pechos al guerrero, aunque uno quedaba parcialmente cubierto por su largo pelo azulado. Los afilados rasgos rivalizaban en belleza con los de Hela y Ash no podía apartar la mirada de aquellos ojos verdes que le atrapaban y hacían que su corazón se acelerara. La mujer abrió los carnosos labios y se humedeció los labios. Cuando una ola rompió tras ella Ash no escuchó el bramar del mar, tan solo tenía oídos para la hermosa voz de la mujer. No sabía cuando había empezado a cantar, pero sabía que debía acercarse más a ella, necesitaba escucharla mejor, tocarla, poseerla… y debía hacerlo ya.
PbP Character: A few ;)
En cualquier otro mortal, posiblemente incluso en algún otro miembro de los Fragmentos, aquel truco hubiera funcionado. Pero Martin había habitado en la Corte élfica, donde había podido contemplar a algunos de los seres más hermosos de Toril, y Ash recientemente había resisitido los encantos de una Duquesa del Infierno gracias al amor que sentía por Helayna. Con una media sonrisa compartida entre los compañeros, que sin saber de sus experiencias personales no dudaron el uno del otro, Ash dio un paso hacia la criatura que trataba de engatusarle.
Con un chillido corto y estridente, la fachada desapareció y por un segundo en el que el pánico la dominó, pudieron ver a una criatura de piel pálida con escamas grisáceas repartidas por su rostro el cual estaba rodeado de una especie de diadema coriacea. Su boca se abrió con el gesto mostrando dos hileras de pequeños, puntiagudos y afilados dientes .
Las dos criaturas saltaron hacia el agua, dejando ver una enorme cola que tenía dos aletas laterales, que se abrían como las aletas de un pez volador, y se hundieron rápidamente en las negras aguas que rodeaban la formación rocosa.
Mientras tanto, en el bamboleante barco, el resto de los Fragmentos esperaban pacientemente la vuelta de sus valientes exploradores. La niebla y las olas les impedían ver dónde estaban y el ruido del viento y el oleaje hacía imposible que les escucharan. ¿Había tanta niebla antes? Al llegar pudieron observar la inmensidad de las rocas alzándose como dedos decrépitos, pero ahora el contorno de los más cercanos era apenas visible. La temperatura había bajado y el viento parecía capaz de ignorar sus húmedas capas.
El humor de Morko no era el mejor del mundo y gruñó literalmente en dirección del viento cuando este hizo que la espuma de una ola le empapara la cara.
Y el viento paró.
Repentinamente el viento se detuvo, como si el gruñido del Príncipe enano hubiera ahuyentado a esa fuerza de la naturaleza. El barco dejó de bambolearse de un lado a otro. La mar estaba repentinamente en calma, como si en lugar de mar abierto estuvieran en el centro de una piscina que nadie osaba perturbar. La niebla les rodeaba totalmente, formando un muro apenas a unos diez pies de su barco.
A todos se les erizó la piel de la nuca. El silencio era ensordecedor tras tanto rugido del mar y el viento. La temperatura bajó aún más.
Y entonces escucharon una voz. Una voz susurrante, lúgubre, triste...
- Venid....Venid al fondo.... Venid al agua.. Venid al fondo... -
Otra voz proveniente del lado opuesto repitió lo mismo.
- Venid....Venid al fondo.... Venid al agua.. Venid al fondo... -
Y otra más, de su popa
- Venid....Venid al fondo.... Venid al agua.. Venid al fondo... -
Y otra... y otra.. pronto todo un coro de voces susurrantes les rodeaba repitiendo las mismas palabras como una letanía.
- Venid....Venid al fondo.... Venid al agua.. Venid al fondo... -
Poco a poco las siluetas de otras embarcaciones comenzaron a aparecer entre la niebla. Capitaneadas por un figura la mayoría, aunque en alguna había dos. Humanos pálidos, con los ojos blancos, la piel grisácea y arrugada el pelo húmedo, pegado a los cráneos, como si acabaran de salir del agua.
Su capitán parecía totalmente aterrorizado y con voz temblorosa reconoció a uno de los que se acercaban
- Ce... Cedric? - susurró dubitativo. El interpelado sólo giró hacia él un rostro inexpresivo con sus ojos blancos y repitió.
- Venid....Venid al fondo.... Venid al agua.. Venid al fondo... -
PbP Character: A few ;)
Los agudos ojos de Martin pudieron distinguir la figura de una de las criaturas nadando rápidamente hacia el fondo de las rocas, bordando la forma de la Mano de la Bruja. Estuvo tentado de dispararle pero entre la distancia que ya les separaba, el ángulo en que se movía que hizo que se perdiera de su vista rápidamente y que el agua pararía su ataque, sabía que no había forma de conseguir acertarle, asi que decidió guardar su munición.
Levantó la vista, pero no consiguió distinguir la barca en la que habían venido con la espesa niebla que ahora rodeaba la extraña formación rocosa.
En las barcas Gowther sentía que la llamada de aquellas almas en pena era prometedora... en el fondo del mar estaría en calma, tranquilo, nada ni nadie podría alcanzarle, no tendría miedos ni preocupaciones... Él se callaría para siempre...
PbP Character: A few ;)
Pese a la tentación que suponía acabar con todo aquel sufrimiento, Gowther supo ver más allá del extraño encantamiento que portaban las palabras de aquellos seres.
Se fijó en ellos y se percató de que podía ver la niebla a través de ellos si se fijaba bien. Y que parecía que una débil luz verduzca les rodeaba. No eran corpóreos, o al menos no totalmente. ¿Podrían ser los espectros de las víctimas de las sirenas?
PbP Character: A few ;)
Zevatur sintió un escalofrío recorrer su cuerpo, un temor profundo arraigándose en su interior. Aquello era, precisamente, lo que más había temido: espíritus que comandaban y manipulaban la voluntad de los vivos. Y aunque aún conservaba su autonomía, tenía la certeza de que aquellas criaturas no tardarían en intentar someterlos.
Entonces, un resplandor carmesí rasgó la oscuridad. Gowther había tomado la iniciativa, desatando llamas contra las entidades espectrales. Zevatur no necesitó más señales.
Apretó los dientes y alzó ambas manos, cerrando los ojos un instante mientras invocaba la energía celestial de Bahamut. Un resplandor dorado comenzó a formarse en sus palmas.
- ¡Retroceded, almas en pena! - Declaró con voz firme, y al instante, dos Sacred Flames descendieron sobre los inmoviles espíritus.
Las luces divinas cayeron, atravesando la bruma y apuntando a dos de las entidades con su resplandor radiante. Zevatur entrecerró los ojos, esperando. ¿Sería suficiente? ¿Podría la luz disipar lo que el fuego no había logrado?
Zevatur, Rolthos
Las llamas rodearon a aquellos Fragmentos que aún estaban en el bote. Los espectros no chillaron ni se quejaron, ni siquiera se podía escuchar el crujir de las llamas en los botes. Aunque las llamas de Gowther y los potentes fogonazos de fuego divino de Zevatur seguían ardiendo con fuerza impidiendo ver qué efecto habían tenido en las criaturas que les rodeaban, las que no habían sido afectadas por las llamas no parecían inmutarse.
Ash detectó el resplandor entre la niebla que les rodeaba y se preguntó cuál sería el mejor curso de acción. Era evidente que sus amigos parecían tener problemas.
PbP Character: A few ;)
Ash maldijo por lo escurridizo de su presa. Pensaba que podría engañarla, pero estaba claro que tendría que mejorar sus actitudes dramaticas.
—Mira —dijo a Martín señalando el resplandor entre la niebla—. Será mejor dejar de perseguir arenques cantores. Parece que los demás tienen problemas. Sube que te llevo de vuelta.
El guerrero se preparó para cargar a la espalda al siniestro montaraz y volver a las barcas. Ya habría tiempo de registrar aquel peñasco cuando pasase el peligro.
Ash el guerrero — Dragon's Hoard (Spanish)
Leobald el caballero — Death and Pain at Saltmarsh (Spanish)
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Ash maldijo por lo escurridizo de su presa. Pensaba que podría engañarla, pero estaba claro que tendría que mejorar sus actitudes dramaticas.
—Mira —dijo a Martín señalando el resplandor entre la niebla—. Será mejor dejar de perseguir arenques cantores. Parece que los demás tienen problemas. Sube que te llevo de vuelta.
El guerrero se preparó para cargar a la espalda al siniestro montaraz y volver a las barcas. Ya habría tiempo de registrar aquel peñasco cuando pasase el peligro.
Ash el guerrero — Dragon's Hoard (Spanish)
Leobald el caballero — Death and Pain at Saltmarsh (Spanish)
Keeper — Vigilantes en el Cielo (Spanish)
Remington Wizz — Shadow of the Dragon Queen (Spanish)
Gowther sintió la atracción en su mente, una dulce promesa de paz en el fondo del mar. Su mente susurraba que allí, en las profundidades, todo terminaría: el conflicto, el dolor, la lucha. Pero la sensación no era nueva, la conocía demasiado bien. Era su propia oscuridad disfrazada de descanso.
Apretó los dientes y sacudió la cabeza, aferrándose a la fría realidad. Sus ojos se clavaron en las figuras espectrales que susurraban la letanía hipnótica. Algo no encajaba. Si eran fantasmas, ¿por qué tenían una luz verdosa que los envolvía? ¿Por qué sus voces parecían más un eco que un grito de auxilio?
—Luthien... —susurró, su mano aferrando la empuñadura de Aegnor.
La hoja emitió un suave resplandor plateado en respuesta, y Gowther dejó que su magia fluyera a través del vínculo con su fiel familiar. Un brillo arcano recorrió el cuerpo del búho, infundiéndole el poder del aliento dracónico. El aire a su alrededor tembló con la energía acumulada en sus pulmones, un fuego ansioso por ser liberado.
—Draa’aer!
Con un aleteo feroz, Luthien surcó el aire y se lanzó en picado hacia las embarcaciones espectrales. En el instante en que su pecho se hinchó, la magia de Aegnor se manifestó: un torrente de llamas se desató desde su pico, envolviendo los botes en un semicírculo perfecto.
El fuego rugió como una bestia liberada. Las llamas danzaron sobre las siluetas pálidas, consumiendo sus cuerpos sin resistencia. La piel blanca y arrugada de los seres se ampolló, explotando en llagas incandescentes. Pero no gritaron, no intentaron huir. Solo continuaron repitiendo la letanía con voces vacías:
—Venid al fondo… venid al agua…
Gowther frunció el ceño. No reaccionaban al dolor. Eso no era normal, ni siquiera en los muertos. Algo más estaba controlándolos, algo más grande y oculto tras la niebla.
Mientras el fuego seguía expandiéndose, Luthien giró con destreza, alejándose a una distancia prudencial de 25 a 30 pies, volando en círculos para evaluar la situación desde un punto estratégico en dirección al grupo, asegurándose una posición de ventaja desde el aire.
Aún con Aegnor en mano, se preparó para lo que viniera. Si alguna de las figuras ardientes intentaba acercarse, su espada estaría lista para recibirlas.
"Esta perfecta melodía que acompasa y guía mi movimiento es la voz de mi compañera Aegnor"
Gowther Irerath, El'Tael de los Fragmentos Extraordinarios.