Recoger sus pertenencias, casi sin estrenar, hizo que el espíritu de TocToc se relajase. La ballesta pesada recién adquirida, una pizarra pulida, carboncillo y tiza, unos pinceles tinta y pergaminos... De entre todas sus pertenencias esos objetos le proporcionaban la mayor paz mental, sin segar a ser cadenas ya que eran fácilmente reemplazables. Le gustaba esa sensación de libertad. Miro a sus compañeros recoger sus pertenencias con curiosidad, siguiéndoles con la mirada, estudiándoles. Todos miraron a los elfos, que realizaban tareas que no les eran demasiado cotidiana... pensó que ellos estarían acustumbrados a artefactos mágicos para subir y no a mecanismos contruíidos con arboles muertos. TocToc respondió con una pequeña reverencia la inquietante sonrisa de la elfa.
Pero la sensación de paz le duró poco ya que recordó que debería usar estos momentos para juzgar las interacciones entre los condenados para poder decidir si cumplir condena con ellos o intentar escapar más adelante en solitario. Los observó mientras comían, agradeció la cura con un extraño grrracias y se retiró a su jergón, intentando mantenerse despierto a pesar el enorme cansancio. ¿Eran despiadados asesinos o infelices condenados? TocToc suspiró con el sonido que hace el aire al recorrer una chimenea de piedra empujado por una ola de mar, nunca había sido un buen juez de carácter. Amabilidad en la elfa, y algo de cuidados para los demás. ¿Era arrepentimiento lo que veía en el humano mas joven, o quizás solo la aceptación de su destino como reo? El elfo parecía más claro de leer, ira. La tristeza era clara en el humano más viejo. Pero la indiferencia distante en la criatura de la mascará era lo más preocupante. "Ayuda por ayuda." Fueron sus ultimo pensamientos antes de que el cansancio le hiciese cerrar los ojos.
La noche pasó rauda y sin demasiados contratiempos. A pesar de las “comodidades” ofrecidas por su nuevo hogar, el descanso fue frugal. Todos estaban demasiado acostumbrados a los horribles dolores de espalda y musculares provocados por las largas noches durmiendo en un suelo irregular y lleno de piedras a los lindes de los caminos, o si tenían suerte entre malas hierbas y matojos. Era prácticamente imposible concebir un sueño mayor a dos horas seguida, al menos de momento. Quizás el elfo druida estaba más habituado a ese tipo de descansos y era el que menos sufría, o al menos eso parecía. Sin embargo, Mablung fue el primero en despertar poco antes del amanecer. Sintió unos incisivos golpes en el costado mientras meditaba junto a una de las paredes del fuerte. Cuando abrió los ojos, emitió un gutural gruñido amenazante hacia la persona que le había traído de vuelta a la vigilia.
Mablung quítate un punto de vida.
Apenas llegaron los primeros rayos de sol a bañar de nuevo los escarpados acantilados del norte del mar de Dragonmere, un lejano cantar de un gallo terminó de despertar a todos. Apenas se estaban incorporando de sus improvisados camastros cuando la puerta se abrió de par en par de un golpe sin dejar paso a mucha intimidad. Godric no pudo evitar pensar que en otro tiempo este sería el momento para dedicar sus oraciones a Lathander y una oleada de melancolía recorrió su espina dorsal al recordarlo.
Un joven soldado de infantería de cierta corpulencia y bien musculado se presentó con una larga pica en la mano y una perfectamente ajustada cota de mallas. Un recio escudo metálico con el símbolo de la corona de Cormyr se situaba recogido a su espalda. No llamaría la atención y sería confundido con uno más sino fuera por la acusada cicatriz que atravesaba su rostro verticalmente desde la mitad de su frente hasta casi rozar su labio superior. En vez de desfigurarle, esa marca le daba un porte imponente y peligroso. Un mal golpe del que no debería haber sobrevivido pero allí estaba para darles instrucciones de la manera más marcial y poco personal posible. A su lado estaba el elfo de los bosques, que había sido “amablemente” escoltado de nuevo a los barracones.
-En seguida os traerán el desayuno y algo de agua, cuando acabéis, intentar asearos algo. Bastianes os esperará en las puertas del faro, tienen asuntos que tratar con vosotros.-
Sin añadir más palabras de las justamente necesarias, el soldado se marchó asegurándose que Mablung se quedaba dentro de la ruinosa construcción abandonada hasta hace poco. A los pocos minutos, llamaron a la puerta y entraron dos sirvientas vestidas con uniformes de trabajo, en tonos grises y marrones totalmente anodinos. Eran de mediana edad y se notaba que en algún momento de su juventud habrían sido bellas. Sus caras estaban ahora ajadas por alguna enfermedad mal curada, dándoles un aspecto tremendamente envejecido. Caminaban encorvadas fruto de una vida grandes cargas y con ellas traían lo prometido por el soldado. Un desayuno simple a base de unos panecillos fríos y medio duros de hace varios días, un poco de leche de dudosa procedencia y algunos huevos cocidos. También traían una palangana metálica llena de agua fría como la del deshielo de las montañas, al parecer bastante limpia para sorpresa de todos. No dijeron nada, sólo dejaron las cosas sobre los maltrechos restos de una mesa algo inestable y abandonaron el recinto en completo silencio y con algo de prisa mal disimulada, sintiendo alivio al abandonar aquel lugar atestado de violentos criminales.
Al terminar de desayunar y asearse, en efecto Bastianes les esperaba justo en frente del portón doble que daba acceso al faro que hacía las veces de comandancia. Sus vestimentas eran exactamente igual a la de la noche anterior, aunque él parecía también aseado y con un aspecto perfecto y estudiado. Su inquisidora mirada les acompañó desde que les atisbó justo al doblar la esquina de las cocinas y el comedor hasta que se acercaron a su lado. No parecía contento, y sus ojos parecía clavados y fijos en el elfo salvaje.
-Parece ser que tenemos problemas para seguir órdenes sencillas... Eso me disgusta. Iba a invitaros a desayunar con el resto del personal militar a todos vosotros en el comedor común en un repentino gesto de confianza mediado por la comitiva élfica. Pero me temo que no puedo fiarme de vosotros aún. Tenéis mucho que demostrar, a partir de ahora sois un grupo, si cualquiera de vosotros no está a la altura, seréis juzgados colectivamente. No me importa si os queréis matar y eviscerar en la intimidad... En mi “casa”, vuestras antiguas y corruptas pulsiones deben ser contenidas. Debéis mostrar respeto por la corona, o al menos, aparentarlo... si es que todavía queda algo de bueno en vosotros.
El alto capitán suspiró hastiado cuando acabó su saludo matinal, e intentó continuar su introducción evitando en todo momento la mirada hacia Adriana, como si ésta no existiera en su campo visual.
-Mañana partiréis a primera hora hacia Saltmarsh para vuestra primera misión. Como sabéis, este lugar, a parte de un excelente y perfectamente engrasado puesto militar de élite, es un faro. Dependemos de cierto aprovisionamiento de aceites tratados por expertos alquimistas para mantener la luz siempre encendida, ni un solo día he faltado a mi deber al respecto. Pero al parecer, el último cargamento de aceite no ha llegado y está varado por alguna razón en los muelles de la ciudad. No hay demasiado problema de momento puesto que tenemos reservas para al menos dos semanas, pero necesito este tema resuelto cuanto antes.
Tras una breve pausa para asegurarse de que todos hayan entendido su cometido del día siguiente y la urgencia de éste. Bastianes continua su conversación, esta vez en un tono más sosegado.
-Os necesito bien equipados y listos, sois la imagen de la corona, y en Saltmarsh puede que haya algunos indeseables que no nos tengan en demasiada estima, puede incluso que estén detrás de todo este… contratiempo. Dejadme enseñaros los lugares de interés del recinto y proporcionaros alguna ayuda para vuestra tarea.
El veterano capitán, guió al grupo hacia un recinto circular y abierto justo al oeste del torreón de la comandancia. Allí pudieron ver a decenas de soldados entrenando duramente. Varios sargentos dan órdenes e intentan dirigir las estocadas y defensas del personal. Golpes de acero contra acero inundan el improvisado coliseo. Era evidente de que, en general, todos los soldados de infantería y exploradores estaban en bastante buena forma, sus técnicas eran precisas y letales.
-Este lugar, como es obvio, son las arenas de entrenamiento. Podéis acudir aquí cuando queráis e intentar mejorar vuestras oxidadas artes de combate. También podéis entrenar con ellos, si os aceptan. No me culpéis si os dan una soberana paliza.
Bastianes sonríe antes de señalar a una construcción que ya visteis a vuestra llegada, la forja. Allí un enano trabaja sin descanso acompañado por varios aprendices humanos de cuerpo escuálido pero de brazos musculados. El capitán os hace una señal para que le sigáis y os acerquéis. El calor se hace palpable incluso a varios metros antes de llegar y un pequeño infierno se desata cuando os adentráis en el taller.
-Este es Gundrig Rocanegra, patrón de la forja y veterano artesano. Nuestras armas y armaduras dependen de él. -Mirando de reojo la apariencia de algunos miembros del grupo- Nuestro objetivo no es que caigáis en vuestra primera misión. Aquí, Gundrig os provisionará acorde a vuestras necesidades Salvo Mablung, el por ahora parece no estar interesado en las comodidades que podemos ofrecerle.
Un maduro enano de densa barba castaña trenzada y pelo corto os recibe guiñándoos un ojo. Va pertrechado con un mandil de cuero grueso como protección y unos guantes ignífugos que maneja como si fueran su segunda piel. Dejando el pesado martillo sobre un lateral del castigado yunque donde trabaja se acerca a vosotros sin parecer demasiado intimidado por vuestra fama.
Gundric rocanegra
-¿Qué tipo de escoria me traes esta vez Bastianes? ¡Espero que estos te duren más que los anteriores! Aun recuerdo como vuestros soldados os trajeron sus pedazos, si esos pedazos que tuvieron que recoger por medio pantano. ¿Recuerdas? … ¡Qué tiempos! JA JA JA …
Tras una socarrona carcajada, Grundig señala a diversas partes de su forja donde se amontonan decenas de armaduras a medio hacer, y armas de todo tipo. Son objetos en general muy sencillos, pero bien trabajados y muy resistentes.
Aunque veis que tiene armas y armaduras de diferente calidad, os ponen a vuestra disposición cualquier armadura por debajo de 50 monedas de oro. A priori, también podéis conseguir cualquier arma no mágica, tanto simple como marcial (si es algo que se sale un poco fuera de lo común (una cerbatana, guadaña...) mandad mensaje por privado en el hilo que tenemos generado).
Los personajes que no hayan narrada nada en relación a sus armaduras o armas, pueden aprovechar este momento para decir que las consiguen aquí.
-No os cortéis, coged lo que necesitéis siempre que esté disponible. No hago encargos especiales, al menos no por ahora. Sorprendedme y algún día puede que yo os sorprenda ¿Entendéis? JA JA JA… que mentecatos… Bastianes, estos no te duran más de un ciclo lunar, te lo digo yo… ¿apostamos? JA JA JA.
Dentro de ese lugar, hasta respirar se hace difícil, el calor es casi insoportable y pronto empezáis a sudar. A pesar de que al enano no parece afectarle demasiado, sus “ayudantes” si parecen sufrirlo cada minuto que pasan allí. Algunas toses rasgan el aire de vez en cuando y parecen suplicar una muerte rápida. Os llama la atención también que los humanos que allí trabajan lo hacen prácticamente desnudos, salvo por unos calzones sucios, el delantal de protección y los guantes. Todos y cada uno de ellos tienen una marca a fuego hecha sobre su omóplato derecho, como si fueran ganado o propiedad de alguien. Con horror llegáis a la conclusión de que esta gente son condenados a cadena perpetua, como lo eráis vosotros al llegar aquí.
Agradecéis tremendamente salir de aquel dantesco lugar y recibir de nuevo el frescor de la brisa costera en vuestros rostros mientras continuáis vuestra ruta a través del campamento fortificado. Bastianes se dirige de pasada por los barracones de la milicia, tanto los de la caballería donde los establos permanecen anexos, como los de la infantería, indicándoos que no entréis allí a no ser que seáis invitados.
Justo al lado de los barracones de la caballería y pegado a la empalizada, se alza un gran almacén donde el alto capitán decide hacer otra parada. Entrando por una puerta de madera reforzada y con una cerradura de cierta calidad y calibre, los almacenes permanecen abiertos durante el día, pero son cerrados a cal y canto por las noches.
Allí, un extraño humano, situado detrás de un mostrador construido de la misma madera que las puertas, os mira con cierta curiosidad al llegar. Detrás de él hay una puerta con otra cerradura y un candado, que entendéis da acceso al resto del almacén. Antes de que el capitán les presente, él toma la iniciativa y se presenta como si fuera el amo y señor de todo lo que allí se guardara.
-¡Qué sorpresa tenemos hoy! Debéis ser los nuevos reclutas para asuntos “especiales”, permitidme que me presente… mi nombre es Targos y esto aquí para ayudaros, … siempre que tengáis las aprobaciones necesarias y hayáis cumplimentado los correspondientes impresos administrativos.
El hombre que tenéis delante es joven y de aspecto saludable con cierto aire intelectual, tiene el pelo castaño y una cuidada barba corta del mismo color. Va vestido con ropajes de trabajo. En su atuendo puede apreciarse una armadura de cuero personalizada, una bandolera con múltiples bolsillos y multitud de bolsitas abotonadas son perceptibles en diferentes partes de su vestimenta. Atada a su cinturón hay una extraña y córvida máscara de marfil que acompaña a una vaina que contiene la espada larga común a los demás soldados de infantería.
Targos
-Targos, por favor, saca el encargo que te hice anoche para nuestros nuevos aliados. Pero ajusta uno de los paquetes como te indiqué al amanecer.
El elegante funcionario asiente con la cabeza con una ligera reverencia y sacó de detrás de su mostrador un petate por cada uno de los aventureros. Uno de ellos está medio vacío, siendo el que sitúa delante de Mablung.
-Aquí tenéis raciones preparadas para cuatro días, apenas necesitan cocinado, están compuestas por carne deshidratada, frutos secos y algunas hierbas comestibles. También os he añadido a cada uno un valioso activo, usadlo sólo si es estrictamente necesario: una poción de sanación. Por desgracia, para nuestro insurrecto amigo no “quedaban” este tipo de tónicos, y las raciones se han tenido que “administrar” a la mitad…. Por último, agua y un saco de dormir.
El humano mira con cierto recelo al elfo druida mientras le explica las carencias de su petate. Sus palabras no son amenazantes o hirientes, más bien pragmáticas. Después de estas palabras, Bastianes continuó diciendo:
-En vuestro informe pude ver varias anotaciones en relación a las supuestas habilidades curativas que alguno de vosotros habéis exhibido en el pasado. Conociendo las causas de vuestra pena, los más probable es que sean nada más que rumores infundados. Mientras que demostréis tal valía y fragüéis cierta confianza entre vosotros, por esta vez os facilitaremos este bien tan preciado.-Dijo mientras sujetaba una de las pociones sanadoras.
Os apuntamos nosotros las pociones en la ficha
Tras esto, Bastianes esperó a que recogieran todo y les vuelvióa acompañar al exterior donde prosiguió con su paseo. Allí el alto capitán les indicó donde están situados el resto de las edificaciones, el comedor y las cocinas, explicándoles también sus horarios, los barracones de la servidumbre y la residencia de oficiales e invitados especiales a la que insiste, tienen prohibida la entrada. Finalmente, acabaron la caminata justo donde empezaron a los pies del faro. Allí se dirige a Mablung, esta vez en un tono más conciliador.
-Sé que no es tu mejor momento, en realidad el de ninguno de vosotros, y por eso quiero darte otra oportunidad de redención.
La voz del capitán parece más seria ahora, incluso preocupada.
-Tenemos la suerte de tener como invitados a cuatro altos elfos provenientes de los reinos de Evermeet, Cendriane, Mithdrannor y High Forest vienen guiados por una gran visión y su objetivo es investigar y purgar el mal que está enquistado según dicen en los bosques de Dreadwood. Puesto que tu fuiste uno de los poco supervivientes, o al menos el único que tengo a mano, … me gustaría que les concedieras una audiencia para guiarles en su gesta con cualquier información que consideres útil. ¿Serías tan amable de aceptar nuestra petición?
Leobald siguió a la comitiva en silencio. Caminaba despacio, con las manos a la espalda, atendiendo a nombres y lugares. Esa mañana se había puesto la vieja armadura de anillas, de alguna manera su peso le reconfortaba. El descanso bajo techo, el alimento y la bacinilla con agua limpia para su aseo habían conseguido recomponer un poco su dignidad y su cuerpo roto y cansado. Le dolían las articulaciones, pero su cabeza se encontraba más lucida que ayer. Durante el paseo tras Bastianes cruzó su mirada con Adriana y Godric. Por supuesto, sus rostros no le eran desconocidos, les recordaba. Su memoria no era la misma que cuando era más joven y habían pasado muchos años desde que coincidieran en los salones de Suzail. Es triste ver como la vida puede llevar a personas que tenía por decentes a caminos torcidos. A ambos les devolvió una mirada de compasión cargada de tristeza.
Le pareció en extremo interesante que las naciones élficas de Evermeet, Cendriane, Mithdrannor y High Forest hubieran enviado a uno de sus héroes. Algo debía de preocuparles mucho. Apenas había prestado atención de justicia al grupo de embajadores dada su propia penosa condición del día anterior. Sin embargo hoy, aun cuando la higiene matutina había sido fugaz, se sentía capaz de atreverse a pensar en un encuentro. Pero no, sus días de diplomático quedaban muy lejos. Sin poder evitarlo, sus manos hicieron girar el anillo timbrado de los Thenall alrededor del dedo corazón de la mano derecha. Además su tarea estaba clara y en otro lugar, Saltmarsh, un foco de insurgencia por lo que había oído.
Tras su primera noche en semi libertad, el animo del elfo no parecía haber mejorado respecto al día anterior. Tras asearse un poco y coger un panecillo y un huevo, no toco la leche, salio siguiendo al resto del grupo.
Les esperaba el alto capitán, sus primeras palabras no parecieron hacer efecto en el elfo, de hecho mantuvo una mirada un tanto socarrona y alegre y una sonrisa picara en la cara...hasta que menciono la primera misión y toda su expresión cambio ira y enfado, y su cuerpo se tensó, una vez más los malditos alquimistas y la ciudad de Saltmarsh. El tiempo pareció detenerse para Mablung, otra vez se ponían en su camino y eso significaba que quizás tuviese otra oportunidad de vengar a sus hermanos caídos, su mirada cambio del enfado a la determinación y el odio.
Mablung siguió a la comitiva por el tour del fortín, vio los campos de entrenamiento y la forja, donde el capitán le excluyo de los "servicios" que prestaba el enano, esto empezaba a ser irritante para el Mablung que se dirigió al herrero,:- no se moleste maestro enano, pero el arte de los enanos normalmente se usa para herir al bosque- dijo mientras señalaba algunas de la hachas que había por allí forjadas,- dudo que requiera de sus comodidades-. Y con una ligera reverencia salió del forja.
La situación en el almacén no fue mejor cuando le dieron sólo la mitad de las raciones que a sus compañeros. Con gesto de frustración separo sobre le mostrador los elementos que había, miró al capitán y volviéndose y le dijo a Targos:- No necesito nada de esto, podéis darle la carne a los perros y los vegetales a los caballos, seguro que ellos aprecian mucho mejor las comodidades de este lugar.- Tras lo que salio del almacén.
Acabo el tour, el capitán se dirigió de nuevo a Mablung pero el tono había cambiado, parece que el pequeño duelo entre ellos se quedaba a un lado para tratar cosas importantes. Tras escuchar sus palabras contesto:- Acepto, ya que dudo que pueda ser en el exterior del fortín, no habrá ningún humano en el sala, igual que no acabas de fiarte de mí, yo tampoco me fió de quienes colaboran con quienes atacaron mi hogar- dijo señalando el faro.-Diles que iré a hablar con ellos cuando consideren oportuno, no tengo mucho que más que hacer en el resto del día.
Khalion amaneció entre sudores una vez mas, con un sobresalto, atenazado por sus demonios interiores. Otro día que podría mantenerlos a raya. Se aseó, primero el cuerpo sin llegar a retirarse la máscara, mas aún bajo la presencia de las poco desfavorecidas doncellas. En su cuerpo se dibujaba alguna vieja cicatriz que las artes curativas no habían soliviantado. Tras lavarse el pelo lo mejor que pudo se puso jubón, máscara y pañuelo.
La visita turística guiada estuvo casi tan entretenida como la discusión de pareja entre Bastianes y Mablung. Escuchó con indiferencia las palabras del enano carentes de fe en los aventureros, pero allí se encontraba como en casa. Muchas lunas habían transcurrido desde la última vez que estrenó armadura. Su vieja coraza, abandonada en el bosque de tal forma que seguro ofendería al elfo, era una amalgama de remaches, bollos y partes oxidadas. Le pareció ver una cota de escamas pero sabía que no estaría lista para el día siguiente. Una camisola de anillas fue su elección sin necesidad de ajustes. -Gracias G- le dijo llevándose dos dedos allí donde debería estar su frente y hacia el enano en gesto de agradecimiento. Una daga, dos.. un látigo bastante parecido al que usaba en el pasado.
El tono de todos parecía muy integrador, pero notaba en su nuca las miradas atentas y desconfiadas de media guardia. Tras la presentación del burócrata Targos guardó en su mochila las raciones después de olerlas con extrañeza, las telas que harían de saco y la poción. No le gustaba la idea de compartir responsabilidades, no le gustaba trabajar en grupo, no le gustaba tener que hacer de mama de aquel grupo. Necesitaba descargar frustración, necesitaba hacer daño a alguien. Sin llegar a escuchar la reconciliación de enamorados entre humano y elfo se dirigió a la zona de entrenamiento. Nunca había llevado una camisola de anillas y necesitaba familiarizarse con ella. Sus músculos permanecían agarrotados y no le vendría mal desentumecerlos. Se acercó a uno de los sargentos dispuesto para unas lecciones de esgrima.
Godric desayuno en silencio y la palangana de agua, compartida con el resto, no fue suficiente como para limpiar lo suficiente la mugre de las últimas semanas. El repudiado clérigo optó por no portar su armadura ni armas mientras el Gran Capitán les enseñaba las dependencias. Llevaba tan solo su viejo morral.
Agradeció con una leve inclinación de cabeza los suministros y, aunque le sorprendió el lenguaje utilizado por el Capitán refiriéndose a que los grandes y nobles héroes elficos solicitaban una audiencia con el renegado elfo del bosque, esperó a que algunos fueran hacia el lugar de entrenamiento y el airado elfo se alejase para dirigirse él al Gran Capitán.
- Disculpe Captian Bastianes, Señor. - Cuando el veterano guerrero se giró hacia él, Godric pareció encogerse un poco más.
- Perdone señor me preguntaba si habría alguna forma o lugar donde pudiera terminar de asearme y... si me permite el atrevimiento ¿podría solicitarle permiso para cocinar el rancho de hoy de mis... compañeros de barracón? -
Adriana recibió el efecto curativo del extraño humano como un bálsamo reconfortante, al que sonrió agradecida. Observó al tal Khalion de reojo. La máscara le confería un halo de misterio que le resultaba turbador, acentuando la inquietud que ya le producía su presencia sin la máscara. La luz de sus ojos, ahora amortiguada, y el color ligeramente sobrenatural de su piel, fueron señales suficientes para sospechar que se trataba de un Aasimar; había oído hablar de ellos, seres medio celestiales, medio humanos, pero nunca les había tratado y francamente no sabía muy bien cómo hacerlo. Algo parecido le ocurría con el hombre-cuervo que les acompañaba, que ejercía en la elfa una curiosidad aún mayor.
La reacción del druida no le resultó para nada extraña a Adriana; es más, se esperaba algo mucho peor. Le observó salir de la estancia sin darle más importancia, aunque debía reconocer que escuchar de nuevo ese apodo había sido como meterle el dedo en la llaga. Mucho temía que debía acostumbrarse a él.
Sin embargo, la reacción de Godric sí le sorprendió. Ver a aquel humano tan frágil y vulnerable provocó en la hechicera un profundo sentimiento de compasión y la necesidad imperiosa de aliviar su pesar. Las palabras que Bastianes le había dedicado en la torre, los pecados que habían sido relatados atribuidos a su persona, chocaban de una manera brutal con la imagen que ahora contemplaba. ¿Era aquel humano tan hábil como para fingir el extenuante dolor que parecía atenazar su alma? ¿Respondía su sufrimiento al arrepentimiento de sus actos? No se atrevía a dudar de la veracidad de los hechos por los que se le condenaba, pero la elfa era consciente de que todas las historias tienen dos versiones, no tenía más que fijarse en su propio caso. Así que decidió sacar sus propias conclusiones cuando pudiera obtener más información y eso, desde luego, no sucedería aquella noche.
Sonrió con ternura al joven, respetando el espacio físico que le demandaba, intentando transmitirle calma - ¡Perfecto! - exclamó con energía, continuando la conversación con la que parecía sentirse más cómodo, sin insistir en el resto - No soy muy ducha en el arte de las curaciones, pero dispongo de ciertos conocimientos con los que, unidos a tu pericia, estoy segura de que nos serán de gran ayuda - tras dudar unos segundos sobre si hacer referencia a sus encuentros casuales en la corte, decidió aplazar esa conversación para más adelante, ante el temor de otro derrumbamiento de su ánimo. No quería que sus palabras fueran la gota que colmara el vaso de nuevo.
Teniendo en cuenta que sus esfuerzos por promover un primer contacto con sus compañeros habían sido prácticamente infructuosos, se retiró a su camastro decidida a descansar. Solo cuando estuvo tumbada sobre la paja húmeda y maloliente se dio cuenta de cómo echaba de menos su fácil y cómoda vida. Los recuerdos del intenso y largo día que estaba a punto de concluir se cernieron sobre ella con un peso aplastante, y las palabras de Bastianes volvieron a retorcer su alma dolorosamente. Una lágrima silenciosa surcó su rostro y aquello fue todo lo que se permitió antes de zambullirse en el descanso de los elfos.
Adriana se desperezó gracias al canto del gallo, tardando varios segundos en saber dónde se encontraba. Le dolía el cuerpo y las articulaciones y, a pesar de su meditación, su mente amanecía embotada y confusa. Aún así, sentía que el descanso le había servido para recuperar fuerzas y los rayos del sol atravesando el desvencijado cuartucho de madera le dio el empuje suficiente para afrontar el nuevo día con energía.
Escuchó las instrucciones del soldado y, nada más entrar las mujeres, la elfa las saludó con cortesía, dándoles los buenos días y agradeciéndoles el desayuno; su monólogo surgía con la naturalidad de quien está acostumbrado a tratar con sirvientes continuamente; a la joven ni siquiera le extrañó que no se pronunciaran y tampoco le importó. Sus palabras respondían más a un hábito que otra cosa, aunque no por eso dejaban de ser palabras amables.
El contacto del agua helada en su rostro era lo que necesitaba para aclarar definitivamente su mente en aquella radiante mañana. Se aseó por fin lo mejor que pudo, dejando al descubierto su piel pálida y las pecas que ahora destacaban libres de la roña y la sangre seca de varios días. Deshizo su trenza enmarañada, intentando desenredar sin mucho éxito sus cabellos con los dedos de las manos - "mataría por un peine" -, se dijo, arrepintiéndose al instante de lo inapropiado de su pensamiento en aquellas circunstancias. Manejó con habilidad su mata de pelo, enroscándola en lo alto de la coronilla a modo de moño, atravesándola con una rama de madera lo suficientemente resistente como para sujetar el peso. Se colocó la cinta dorada en el brazo izquierdo y se aproximó a la mesa. Sus tripas volvieron a rugir y, aunque la comida seguía teniendo un aspecto dudoso, se decantó por un panecillo y un huevo. Olfateó la leche y probó un sorbo, descartándola por el regusto ácido que casi la hizo vomitar de nuevo. Se preguntó cuánto tiempo podría sobrevivir a base de pan y huevos cocidos.
Adriana caminaba hacia el faro con cierto nerviosismo. Lucía el símbolo de su nueva libertad en el brazo sin estar segura de cuál sería la reacción de Bastianes al verlo; al fin y al cabo, había sido él el que se lo había negado en un principio y temía que se lo tomara como un acto de rebeldía e insumisión. Pero, lejos de reaccionar de tal forma, el capitán le brindó su más absoluta indiferencia. La elfa intentó mantenerse a un lado, sin querer llamar la atención, escuchando las palabras del humano y observando su alrededor para retener los lugares que iban visitando en su ruta por el fortín.
La forja le resultó un lugar incómodo y asfixiante, pero el enano parecía entrañable. Le saludó con simpatía, escuchando sus socarronas palabras. Tras su intervención, la elfa concluyó que, más que un grupo especial al que encomendaban tareas de gran relevancia que solo ellos podían llevar a cabo gracias a sus habilidades y destrezas, les utilizaban simplemente por ser del todo prescindibles. El capitán y la Corona no pensaban desperdiciar a sus mejores hombres enviándoles a una muerte casi segura. Parecía una práctica bien establecida en aquel engranaje militar utilizar a la peor calaña a la que nadie iba a echar de menos si perdían la vida. Ser consciente de en lo que se había convertido provocó un halo de tristeza en la mirada de la elfa.
Observó su alrededor, sin intención de deshacerse de ninguna de sus armas; la daga y la hoz con las que había llegado hasta allí siempre le habían brindado un magnífico servicio y, por el momento, no pretendía cambiarlas. Pero sí llamó su atención las armaduras y ropajes que el enano elaboraba con tanta pericia, en especial, una armadura de cuero tachonado, plagada de hebillas, que parecía recia y cómoda a la par. También preguntó con amabilidad la posibilidad de que la proveyesen de alguna ropa de viaje, ya que el vestido de seda y tul que mantenía guardado entre sus pertenencias no le resultaba del todo apropiado para las misiones encomendadas.
La visita a Targos le resultó mucho más amable. Su estómago volvió a rugir con la enumeración de las raciones de comida que incluía el paquete que les habían preparado, que se le antojaban manjares comparado con lo que había probado hasta el momento. Una vez más, el druida quedaba excluido de la mayoría de las ayudas y los servicios que tenían a su disposición. Lo que en un principio había sido una mirada reprobatoria por quedarse sin desayunar gracias al comportamiento de su compañero, se convertía ahora en una mirada de compasión hacia el elfo, aunque a él no parecían afectarle en absoluto los castigos del capitán. Se preguntó cuánto de orgullo contenía esa actitud y cuánto de franqueza.
Ya en el final de su travesía, la elfa detectó un cambio sutil pero que no le pasó desapercibido en la actitud del capitán hacia Mablung. El castigo y la reprobación se tornaban en una petición amable por parte del humano hacia el elfo. No le pareció una oportunidad de redención, como bien había manifestado el capitán, sino una verdadera necesidad de que el druida se reuniera con la comitiva élfica. Adriana no pudo evitar una punzada de envidia hacia su nuevo compañero y una creciente curiosidad por saber qué se trataría en aquella reunión.
Rollback Post to RevisionRollBack
"Hay una grieta en todo, así es como entra la luz"
This post has potentially manipulated dice roll results.
La noche envolvió a TocToc con un manto de oscuridad y silencio. Pero ni el extenuante cansancio, ni la tranquilidad de los barracones, ni siquiera la cálida sanación mágica de sus magulladuras apagaron sus pesadillas. Como cada noche se despertó un millar de veces. En todas las ocasiones temblando, casi en pánico. En silencio. ¿Las sensaciones eran producto de sus propios miedos o quizás Él había percibido su engaño y le estaba buscando? Como cada mañana se despertó antes del amanecer cansado, inquieto y lleno de preocupación. Tras una última pesadilla y con las primeras luces el alba se levantó de su jergón y se sentó a la mesa, esperando que el día trajese nuevos eventos. Sobre la mesa empezó a dibujar geométricas runas en su pulida pizarra, practicando los trazos, escribiendo y borrando una y otra vez. "Demasiado larga" "Demasiado ancha" "No es recta" "Ese angulo". Murmuraba para si mismo cada vez que repetía la runa. Cuando el guardia entre en los barracones TocToc guardó la pequeña pizarra.
Refrescó su cara con el fría agua y tomó el variado desayuno con sus nuevos compañeros; huevos, panecillos y leche. Cuando los elfos se levantaron de la mesa dejando la leche detrás, TocToc lanzó su brazo alado para aferrar la leche y tragarla con avidez. Miró a su alrededor y su animo se aligeró. Comida nutritiva, un lugar mullido para dormir, un techo y paredes para refugiarse de la intemperie, incluso agua limpia y fresca. Si Bastianes intentaba comprarles con lujos y comodidades... por Leira, lo estaba consiguiendo. El trozo de tela dorado permaneció en su brazo al llegar a las antiguas puertas del faro. A la luz del día y con la energía que le profería la mañana TocToc se fijó en los grabados de la batalla, preguntándose que representarían.
TocToc siguió a la comitiva con energía y estudió con curiosidad y atención las nuevas comodidades que le estaban presentando ante él. Una forja, un almacén en el que proveerse... ¿Pociones mágicas... para cada uno? ¿Una misión en el exterior? ¿Realmente les estaban dejando salir al exterior sin mas cadenas que su palabra? TocToc casi no lo podía creer, y tan solo había dos aspectos que le amargaban la experiencia. El primero los esclavos. La visión de su esclavitud le revolvió el estomago. Al verlos le dedicó una corta mirada de desaprobación a Bastianes. La otra era la idea de que su destino dependiera de sus compañeros. No le gustaba depender de extraños... y menos de humanos a los que encontraba difíciles de leer.
Al fin cuando les dejaron libertad para deambular por el campamento hizo una visita a Targos, la máscara en forma de cuervo le había llamado la atención y tras presentarse le preguntó por la misma.
Un dispuesto y distante aasimar se acercó a la zona de entrenamiento con cierta determinación. Mientras volvía sobre sus pasos, pudo apreciar como los sonidos del combate se hacían cada vez más evidente. Diferentes miembros de la milicia poniendo en juego sus habilidades en combate se enfrentaban entre si. Otros practicaban con el arco disparando en unas dianas dispuestas en uno de los laterales. Parecía ser la rutina diaria de aquellos soldados para mantener el cuerpo y la mente activo mientras no tuvieran otras órdenes.
A cierta distancia, un atento soldado realizaba indicaciones a los combatientes. Sin necesidad de preguntar, Khalion entendió que era el responsable de aquella zona. Mientras acaba de acercarse hasta el. Aquel soldado con los brazos cruzados y sin dedicarle mirada alguna le interrumpió su paso: -¿Qué es lo que buscas?-
[Bastianes y Godric]
Al escuchar la petición de mejores posibilidades para asearse, Bastianes pareció mostrar cierta contrariedad en sus palabras. No acostumbraba a tener explicar dos veces la situación del grupo.-Como dije al comienzo de nuestra ruta, vuestras "comodidades" van de la mano de vuestros actos. Los cuales son condiderados grupalmente. Después de la negativa de vuestro compañero de seguir unas sencillas órdenes, lo máximo a lo que podéis aspirar por ahora es lo que habéis disfrutado a primera hora.-Tras las petición de acudir a la cocina.-No se exactamente que pretendes con dicha petición pero tras tus sacrílegas acciones debes entender que nos rehusemos a dejarte acceso al lugar dónde preparan la comida y, por tanto, pongamos nuestros estómago en tus manos. -En un último instante, Bastianes pareció ceder levemente, como un lejano gesto de confianza.-No obstante, si tan interesado estás en temas...- Hizo pausa buscando el término adecuado-"culinarios", daré orden de que te faciliten los enseres necesarios en aras de que puedas practicar en tus futuras misiones.
[Toc-toc en almacen]
Al entrar en el almacén, Toc-toc parecía no saber como comportarse. En un entorno tan "civilizado" el protocolo social se le escapaba de sus plumas. Pudo escuchar cierto movimiento tras la barra dispuesta a modo de despacho. Tras unos minutos esperando y sin saber como llamar la atención de Targos, el responsable del almacen, musitó:
-El sonido de una campanilla resurgió de su garganta. -¿Sí?-Se pudo oir una voz al fondo del almacen-Un segundo, enseguida estoy con ustedes.-Tras esto Targos apareció con una tablilla de madera que le servía a modo de soporte para unas hojas de papel. Posiblemente estaría haciendo el inventario de los productos del almacen. Su cara parecía extrañada en la distancia hasta que alcanzó a ver al kenku y su rostro pareció mostrar cierta sonrisilla pícara.-Vaya... parece que tenemos por aquí a la crème de la crème". ¿Hay algo que pueda hacer por ti toc-toc o solo has venido a "mirar" ?-Pronunció esta última palabra con claras segundas intenciones, aunque extrañamente aquel humano no parecía contrariado por la presencia de Toc-Toc.
Unos momentos después de las palabras de Bastianes, Leobald se acercó lentamente al druida elfo salvaje con humildad. Con los brazo cruzados y el mentón cerca del pecho de anillas de metal.
—Si tenéis a bien quizá pueda ayudar a limar asperezas. Puedo ver en vuestra mirada hacia ellos arde el fuego de un resentimiento que no acabo de comprender, ni es asunto mío —su voz era conciliadora y levantó la palma de las mano ligeramente—, pero en el pasado he tratado un poco con los enviados de Cormanthor con resultados aceptables. Quizá sea de ayuda en vuestra empresa. ¿Os parece bien que os acompañe?
Los ojos glauco y tristes del caballero no pedían nada para si realmente. Ofrecía su ayuda con franqueza. Ayudar a mitigar el dolor que el druida sentía era ayudar a todo el grupo. Debía controlarse o podría llegar a perderse, aun teniendo una oportunidad de una vida mejor alejada de las fraguas del maestro enano. La brisa marina meció su tabardo. El malogrado cisne blanco pareció revivir por un instante.
Volviendose hacia el caballero caído, Mablung dice:- Trataré con los elfos a solas, los asuntos que quieren tratar son, por así decirlo...privados. No os atañen y sino me acabo de fiar del capitán, al que le debo mi vida, que te hace pensar que me voy a fiar de tí, o de cualquiera del barracón.
Mientras miraba la espalda del impetuoso druida alejarse, suspiró con resignación.
—Por supuesto... —añadió sin muestra de acritud por su parte.
Lamentó que el elfo hubiera juzgado sus palabras con desconfianza, pero no podía extrañarle. Al fin y al cabo todos eran completos desconocidos aún. O casi. Observó la reacción de Adriana y Godric de soslayo. Estaba claro que Mablung no era un elfo como los que había conocido en el pasado. Era temperamental y airado, pero al menos era sincero, casi transparente. Agradecía eso.
Y sin embargo se sentía obligado a presentar sus respetos los héroes elfos venidos desde tal lejos. Observó el punto donde los elfos habían departido con la grúa del faro el día anterior. Una vez el druida hubiera resuelto sus asuntos con ellos, se acercaría a la comitiva de elfos.
Causar dolor, sufrirlo, sentir la calidez de la sangre en la piel, mejor si es ajena, saborear sus matices metálicos y salados en boca... morir...
-Estirar los músculos.- dijo al fin- se me ha quedado forma de carreta.-quizá un chiste.. quizá exceso de literalidad- Seguro que algo puedo aprender..
Las palabras de Bastianes resonaban en su cabeza "excelente y perfectamente engrasado puesto militar de élite," pero que tendría de realidad?. Sin duda tenían acceso a buenos pertrechos, es lo que tiene contar con un forjador enano. Pero estaban bien alimentados? O como ellos mismos, eran la última chusma del reino?
This post has potentially manipulated dice roll results.
Ante la respuesta del Gran Capitán, todos los instintos de Godric se despertaron. El cambio de actitud, las decisiones aparentemente contradictorias, pero sobretodo el cambio de la forma de hablar... lo había visto antes. El joven curandero no tenía datos suficientes aún para determinar un diagnóstico exacto, y no por primera, ni seguramente por última, se maldijo por haber perdido la gracia de su dios. Con la ayuda de Lord de la Mañana aquello sería fácil de detectar y curar. Pero al no disponer de ello tenía que usar métodos más mundanos. La preocupación y su entrenamiento como curandero se sobrepusieron a la vergüenza y la auto compasión cuando, con voz suave contestó.
- Por supuesto Capitán. Como he dicho solo pretendo cocinar para nuestro pequeño grupo. Intento ser útil a mi unidad y aportar mi humilde trabajo. Os lo agradezco. -
Sus ojos buscaban pequeñas señales, un tic nervioso en un ojo, un leve temblor en la mano... algo que pudiera indicar que la pétrea presencia del Gran Capitan se estaba resquebrajando por dentro, necesitaba seguir hablando - Mi Señor si me lo permitís... decís que nuestras acciones como grupo influyen en todo, y esto es justo, sin embargo solo habéis castigado a Mablung con menos raciones-
era arriesgado señalar directamente a Bastianes de algo así cuando se había tomado tantas molestias en disimularlo, pero tenía que probar, era una provocación menor que solo debería predisponer negativamente al Capitán contra él por bocazas, pero tenía que valorar su autocontrol y además ya le odiaba
- Si todo nos afecta a todos ¿no deberíamos tener menos raciones todos? Yo estoy dispuesto a renunciar a parte de las mias para que él tenga como los demás... si el parco aseo es nuestro castigo por su transgresión, ¿porqué castigarle a él individualmente? Disculpadme Señor, solo intento comprender bien las normas para no romperlas inadvertidamente -
[spoiler] Tiro Insight o medicina (mismo bono) para ver si veo signos de estres pos traumático o demencia. Que haya cambiado la forma de referirse a si mismo le ha mosqueado. Me refiero al “que nos rehusemos” cuando siempre ha hablado en primera persona.
18
Si el cambio de forma de hablar ha sido un lapsus al escribir lo edito y dejo solo hasta la primera vez que habla explicando porque quiere cocinar y agradeciendo la oportunidad de poder hacerlo. [/spoiler]
Tras la insistencia de Godric por ahondar en los motivos que había detrás de lo dictaminado por Bastianes, el alto capitán finalizó la conversación: -Estoy comenzando a pensar que en vuestro grupo tenéis dificultades para tratar con figuras de autoridad. Te recomiendo que analices correctamente todas las consecuencias grupales acaecidas y en el futuro intentes no cuestionar las órdenes.-Continuando con el asunto de la cocina-Pareces no ser consciente los actos que emprendiste en el pasado... Ya te he dicho que ninguno de mis hombre ni yo mismo nos sentiríamos cómodos con que accedieras a las cocinas, independientemente de que cocines para tu grupo, en un descuido quién sabe que serías capaz de hacer... Demuestra que eres digno de confianza primero, ya tendrás tiempo de solicitar mejores formas de asearte y privilegios como los de acceder a la cocina.
This post has potentially manipulated dice roll results.
TocToc-TocToc ladeó la cabeza, la sutileza de la sonrisa del humano se le perdió. Por lo que sabia, las sonrisas debían de ser muestras de alegría, pero hasta ahora solo las había visto llenas de crueldad, de desprecio, de burla... Esta tampoco era de alegría... ¿Tal vez de ironía?
Ironía, crueldad o desprecio, daba igual... el hombre cuervo respondió como siempre, con una leve reverencia de respeto. - Este es un lugar llenode... humanos... Un lugar extraño para mi. La máscara que llevas me ha producido curiosidad, "lo mas cercano a mi"... tiene algún significado o su aspecto es quizás... solo decorativo? - Preguntó con una extraña mezcla de voces y entonaciones.
-Como no... -Dijo mirando la máscara como si se hubiera olvidad que la llevaba- En realidad, un poco de ambas. Podríamos decir que siempre estuve interesado por artículos exóticos. -Dijo sin dar más pie a profundizar en el valor de la máscara.- Es curioso que alguien de tu reputación se muestre tan... Dubitativo e interesado por ese tipo de detalles pero más curioso es que hayan podido atraparte...-Apoyando el inventario sobre la barra, dejó el peso sobre sus manos mientras se reclinaba sobre las mismas.- Pero, tal vez, no estés aquí solo para saber de mi indumentaria... ¿Hay algo que pueda hacer por ti?
-¿Sabes? La gente de por aquí que acostumbra a presentarse ante un desconocido con máscara suele ser por motivos arteros en el mejor de los casos...-Esta vez volvió su mirada hacia el repasando su aspecto de arriba a abajo mientras se acercaba de un modo intimidatorio. Al llegar a su nivel, acercó su mirada a su rostro intentando entrever lo que escondía detrás. Tras unos tensos instantes y sin dar pie a que pudiera contestar, esbozó una franca sonrisa e irguió su cuerpo para seguir controlando a los miembros de la infantería: Para entrenar aquí deberás deshacerte temporalmente de tu equipo y luchar con cualquiera de las armas que ves en la zona de entrenamiento, igualdad de condiciones lo llaman.-Entonces, bajó el volumen para pronunciar las siguientes palabras:- Algo tan básico como ocultar tu rostro en lo que por ahora va a ser tu casa, no te traerá nada bueno... Te encontrarás con mucha gente que no crea en las causas perdidas pero yo no soy uno de esos. Mi nombre es Broser.-Extendió su mano esperando que correspondiera su cordialidad y respondiera a la propuesta que la había planteado.
Godric estudió a Bastianes y constató, no sin cierto alivio, que sus miedos eran infundados. Sin embargo lo que vislumbró en la mirada del severo Gran Capitán le casuó aún maás tristeza.
- Lo comprendo Señor, espero poder demostrar esa confianza pronto... yo... lo lamento Señor -
La carga que puso en esas últimas palabras dejó entrever al Capitán que no sólo se disculpaba por su aparente desliz en la etiqueta.
Reluctante, y sin tener muy claro donde ir, Godric se quedó más o menos cerca de la elfa y Teobald, inseguro de hacia dónde ir a continuación.
-¿Sabes? La gente de por aquí que acostumbra a presentarse ante un desconocido con máscara suele ser por motivos arteros en el mejor de los casos...-Esta vez volvió su mirada hacia el repasando su aspecto de arriba a abajo mientras se acercaba de un modo intimidatorio. Al llegar a su nivel, acercó su mirada a su rostro intentando entrever lo que escondía detrás. Tras unos tensos instantes y sin dar pie a que pudiera contestar, esbozó una franca sonrisa e irguió su cuerpo para seguir controlando a los miembros de la infantería: Para entrenar aquí deberás deshacerte temporalmente de tu equipo y luchar con cualquiera de las armas que ves en la zona de entrenamiento, igualdad de condiciones lo llaman.-Entonces, bajó el volumen para pronunciar las siguientes palabras:- Algo tan básico como ocultar tu rostro en lo que por ahora va a ser tu casa, no te traerá nada bueno... Te encontrarás con mucha gente que no crea en las causas perdidas pero yo no soy uno de esos. Mi nombre es Broser.-Extendió su mano esperando que correspondiera su cordialidad y respondiera a la propuesta que la había planteado.
-Khalion- dijo devolviendo el cruce de manos con una risotada que tornó algo siniestra al otro lado de la máscara. -Es mi credo, mi penitencia-dijo señalando la máscara allí donde debería estar la frente.- y consigue mantener a distancia a esos que no creen en las causas perdidas.-Añadió, quizá sonriendo, sorprendido por a cantidad de palabras que Broser le había arrancado. De perdidos al río, se dejó llevar.- Cogeré lo mismo que rival.. que tus chavales sean bondadosos conmigo, o Bastianes no podrá enviarme a la muerte mañana. Solo busco que me duelan los músculos mañana. Cuidado con esto.
Junto al armero dejó su mochila y las fundas cruzadas con las cimitarras sin desenvainar. Una, dos dagas de distintos escondrijos. Por fin iba a hablar el auténtico lenguaje que dominaba, y valorar el nivel de aquel fortín y su guardia.
Rollback Post to RevisionRollBack
To post a comment, please login or register a new account.
Recoger sus pertenencias, casi sin estrenar, hizo que el espíritu de TocToc se relajase. La ballesta pesada recién adquirida, una pizarra pulida, carboncillo y tiza, unos pinceles tinta y pergaminos... De entre todas sus pertenencias esos objetos le proporcionaban la mayor paz mental, sin segar a ser cadenas ya que eran fácilmente reemplazables. Le gustaba esa sensación de libertad. Miro a sus compañeros recoger sus pertenencias con curiosidad, siguiéndoles con la mirada, estudiándoles. Todos miraron a los elfos, que realizaban tareas que no les eran demasiado cotidiana... pensó que ellos estarían acustumbrados a artefactos mágicos para subir y no a mecanismos contruíidos con arboles muertos. TocToc respondió con una pequeña reverencia la inquietante sonrisa de la elfa.
Pero la sensación de paz le duró poco ya que recordó que debería usar estos momentos para juzgar las interacciones entre los condenados para poder decidir si cumplir condena con ellos o intentar escapar más adelante en solitario. Los observó mientras comían, agradeció la cura con un extraño grrracias y se retiró a su jergón, intentando mantenerse despierto a pesar el enorme cansancio. ¿Eran despiadados asesinos o infelices condenados? TocToc suspiró con el sonido que hace el aire al recorrer una chimenea de piedra empujado por una ola de mar, nunca había sido un buen juez de carácter. Amabilidad en la elfa, y algo de cuidados para los demás. ¿Era arrepentimiento lo que veía en el humano mas joven, o quizás solo la aceptación de su destino como reo? El elfo parecía más claro de leer, ira. La tristeza era clara en el humano más viejo. Pero la indiferencia distante en la criatura de la mascará era lo más preocupante. "Ayuda por ayuda." Fueron sus ultimo pensamientos antes de que el cansancio le hiciese cerrar los ojos.
Zevatur, Rolthos
La noche pasó rauda y sin demasiados contratiempos. A pesar de las “comodidades” ofrecidas por su nuevo hogar, el descanso fue frugal. Todos estaban demasiado acostumbrados a los horribles dolores de espalda y musculares provocados por las largas noches durmiendo en un suelo irregular y lleno de piedras a los lindes de los caminos, o si tenían suerte entre malas hierbas y matojos. Era prácticamente imposible concebir un sueño mayor a dos horas seguida, al menos de momento. Quizás el elfo druida estaba más habituado a ese tipo de descansos y era el que menos sufría, o al menos eso parecía. Sin embargo, Mablung fue el primero en despertar poco antes del amanecer. Sintió unos incisivos golpes en el costado mientras meditaba junto a una de las paredes del fuerte. Cuando abrió los ojos, emitió un gutural gruñido amenazante hacia la persona que le había traído de vuelta a la vigilia.
Mablung quítate un punto de vida.
Apenas llegaron los primeros rayos de sol a bañar de nuevo los escarpados acantilados del norte del mar de Dragonmere, un lejano cantar de un gallo terminó de despertar a todos. Apenas se estaban incorporando de sus improvisados camastros cuando la puerta se abrió de par en par de un golpe sin dejar paso a mucha intimidad. Godric no pudo evitar pensar que en otro tiempo este sería el momento para dedicar sus oraciones a Lathander y una oleada de melancolía recorrió su espina dorsal al recordarlo.
Un joven soldado de infantería de cierta corpulencia y bien musculado se presentó con una larga pica en la mano y una perfectamente ajustada cota de mallas. Un recio escudo metálico con el símbolo de la corona de Cormyr se situaba recogido a su espalda. No llamaría la atención y sería confundido con uno más sino fuera por la acusada cicatriz que atravesaba su rostro verticalmente desde la mitad de su frente hasta casi rozar su labio superior. En vez de desfigurarle, esa marca le daba un porte imponente y peligroso. Un mal golpe del que no debería haber sobrevivido pero allí estaba para darles instrucciones de la manera más marcial y poco personal posible. A su lado estaba el elfo de los bosques, que había sido “amablemente” escoltado de nuevo a los barracones.
-En seguida os traerán el desayuno y algo de agua, cuando acabéis, intentar asearos algo. Bastianes os esperará en las puertas del faro, tienen asuntos que tratar con vosotros.-
Sin añadir más palabras de las justamente necesarias, el soldado se marchó asegurándose que Mablung se quedaba dentro de la ruinosa construcción abandonada hasta hace poco. A los pocos minutos, llamaron a la puerta y entraron dos sirvientas vestidas con uniformes de trabajo, en tonos grises y marrones totalmente anodinos. Eran de mediana edad y se notaba que en algún momento de su juventud habrían sido bellas. Sus caras estaban ahora ajadas por alguna enfermedad mal curada, dándoles un aspecto tremendamente envejecido. Caminaban encorvadas fruto de una vida grandes cargas y con ellas traían lo prometido por el soldado. Un desayuno simple a base de unos panecillos fríos y medio duros de hace varios días, un poco de leche de dudosa procedencia y algunos huevos cocidos. También traían una palangana metálica llena de agua fría como la del deshielo de las montañas, al parecer bastante limpia para sorpresa de todos. No dijeron nada, sólo dejaron las cosas sobre los maltrechos restos de una mesa algo inestable y abandonaron el recinto en completo silencio y con algo de prisa mal disimulada, sintiendo alivio al abandonar aquel lugar atestado de violentos criminales.
Al terminar de desayunar y asearse, en efecto Bastianes les esperaba justo en frente del portón doble que daba acceso al faro que hacía las veces de comandancia. Sus vestimentas eran exactamente igual a la de la noche anterior, aunque él parecía también aseado y con un aspecto perfecto y estudiado. Su inquisidora mirada les acompañó desde que les atisbó justo al doblar la esquina de las cocinas y el comedor hasta que se acercaron a su lado. No parecía contento, y sus ojos parecía clavados y fijos en el elfo salvaje.
-Parece ser que tenemos problemas para seguir órdenes sencillas... Eso me disgusta. Iba a invitaros a desayunar con el resto del personal militar a todos vosotros en el comedor común en un repentino gesto de confianza mediado por la comitiva élfica. Pero me temo que no puedo fiarme de vosotros aún. Tenéis mucho que demostrar, a partir de ahora sois un grupo, si cualquiera de vosotros no está a la altura, seréis juzgados colectivamente. No me importa si os queréis matar y eviscerar en la intimidad... En mi “casa”, vuestras antiguas y corruptas pulsiones deben ser contenidas. Debéis mostrar respeto por la corona, o al menos, aparentarlo... si es que todavía queda algo de bueno en vosotros.
El alto capitán suspiró hastiado cuando acabó su saludo matinal, e intentó continuar su introducción evitando en todo momento la mirada hacia Adriana, como si ésta no existiera en su campo visual.
-Mañana partiréis a primera hora hacia Saltmarsh para vuestra primera misión. Como sabéis, este lugar, a parte de un excelente y perfectamente engrasado puesto militar de élite, es un faro. Dependemos de cierto aprovisionamiento de aceites tratados por expertos alquimistas para mantener la luz siempre encendida, ni un solo día he faltado a mi deber al respecto. Pero al parecer, el último cargamento de aceite no ha llegado y está varado por alguna razón en los muelles de la ciudad. No hay demasiado problema de momento puesto que tenemos reservas para al menos dos semanas, pero necesito este tema resuelto cuanto antes.
Tras una breve pausa para asegurarse de que todos hayan entendido su cometido del día siguiente y la urgencia de éste. Bastianes continua su conversación, esta vez en un tono más sosegado.
-Os necesito bien equipados y listos, sois la imagen de la corona, y en Saltmarsh puede que haya algunos indeseables que no nos tengan en demasiada estima, puede incluso que estén detrás de todo este… contratiempo. Dejadme enseñaros los lugares de interés del recinto y proporcionaros alguna ayuda para vuestra tarea.
El veterano capitán, guió al grupo hacia un recinto circular y abierto justo al oeste del torreón de la comandancia. Allí pudieron ver a decenas de soldados entrenando duramente. Varios sargentos dan órdenes e intentan dirigir las estocadas y defensas del personal. Golpes de acero contra acero inundan el improvisado coliseo. Era evidente de que, en general, todos los soldados de infantería y exploradores estaban en bastante buena forma, sus técnicas eran precisas y letales.
-Este lugar, como es obvio, son las arenas de entrenamiento. Podéis acudir aquí cuando queráis e intentar mejorar vuestras oxidadas artes de combate. También podéis entrenar con ellos, si os aceptan. No me culpéis si os dan una soberana paliza.
Bastianes sonríe antes de señalar a una construcción que ya visteis a vuestra llegada, la forja. Allí un enano trabaja sin descanso acompañado por varios aprendices humanos de cuerpo escuálido pero de brazos musculados. El capitán os hace una señal para que le sigáis y os acerquéis. El calor se hace palpable incluso a varios metros antes de llegar y un pequeño infierno se desata cuando os adentráis en el taller.
-Este es Gundrig Rocanegra, patrón de la forja y veterano artesano. Nuestras armas y armaduras dependen de él. -Mirando de reojo la apariencia de algunos miembros del grupo- Nuestro objetivo no es que caigáis en vuestra primera misión. Aquí, Gundrig os provisionará acorde a vuestras necesidades Salvo Mablung, el por ahora parece no estar interesado en las comodidades que podemos ofrecerle.
Un maduro enano de densa barba castaña trenzada y pelo corto os recibe guiñándoos un ojo. Va pertrechado con un mandil de cuero grueso como protección y unos guantes ignífugos que maneja como si fueran su segunda piel. Dejando el pesado martillo sobre un lateral del castigado yunque donde trabaja se acerca a vosotros sin parecer demasiado intimidado por vuestra fama.
Gundric rocanegra
-¿Qué tipo de escoria me traes esta vez Bastianes? ¡Espero que estos te duren más que los anteriores! Aun recuerdo como vuestros soldados os trajeron sus pedazos, si esos pedazos que tuvieron que recoger por medio pantano. ¿Recuerdas? … ¡Qué tiempos! JA JA JA …
Tras una socarrona carcajada, Grundig señala a diversas partes de su forja donde se amontonan decenas de armaduras a medio hacer, y armas de todo tipo. Son objetos en general muy sencillos, pero bien trabajados y muy resistentes.
Aunque veis que tiene armas y armaduras de diferente calidad, os ponen a vuestra disposición cualquier armadura por debajo de 50 monedas de oro. A priori, también podéis conseguir cualquier arma no mágica, tanto simple como marcial (si es algo que se sale un poco fuera de lo común (una cerbatana, guadaña...) mandad mensaje por privado en el hilo que tenemos generado).
Los personajes que no hayan narrada nada en relación a sus armaduras o armas, pueden aprovechar este momento para decir que las consiguen aquí.
-No os cortéis, coged lo que necesitéis siempre que esté disponible. No hago encargos especiales, al menos no por ahora. Sorprendedme y algún día puede que yo os sorprenda ¿Entendéis? JA JA JA… que mentecatos… Bastianes, estos no te duran más de un ciclo lunar, te lo digo yo… ¿apostamos? JA JA JA.
Dentro de ese lugar, hasta respirar se hace difícil, el calor es casi insoportable y pronto empezáis a sudar. A pesar de que al enano no parece afectarle demasiado, sus “ayudantes” si parecen sufrirlo cada minuto que pasan allí. Algunas toses rasgan el aire de vez en cuando y parecen suplicar una muerte rápida. Os llama la atención también que los humanos que allí trabajan lo hacen prácticamente desnudos, salvo por unos calzones sucios, el delantal de protección y los guantes. Todos y cada uno de ellos tienen una marca a fuego hecha sobre su omóplato derecho, como si fueran ganado o propiedad de alguien. Con horror llegáis a la conclusión de que esta gente son condenados a cadena perpetua, como lo eráis vosotros al llegar aquí.
Agradecéis tremendamente salir de aquel dantesco lugar y recibir de nuevo el frescor de la brisa costera en vuestros rostros mientras continuáis vuestra ruta a través del campamento fortificado. Bastianes se dirige de pasada por los barracones de la milicia, tanto los de la caballería donde los establos permanecen anexos, como los de la infantería, indicándoos que no entréis allí a no ser que seáis invitados.
Justo al lado de los barracones de la caballería y pegado a la empalizada, se alza un gran almacén donde el alto capitán decide hacer otra parada. Entrando por una puerta de madera reforzada y con una cerradura de cierta calidad y calibre, los almacenes permanecen abiertos durante el día, pero son cerrados a cal y canto por las noches.
Allí, un extraño humano, situado detrás de un mostrador construido de la misma madera que las puertas, os mira con cierta curiosidad al llegar. Detrás de él hay una puerta con otra cerradura y un candado, que entendéis da acceso al resto del almacén. Antes de que el capitán les presente, él toma la iniciativa y se presenta como si fuera el amo y señor de todo lo que allí se guardara.
-¡Qué sorpresa tenemos hoy! Debéis ser los nuevos reclutas para asuntos “especiales”, permitidme que me presente… mi nombre es Targos y esto aquí para ayudaros, … siempre que tengáis las aprobaciones necesarias y hayáis cumplimentado los correspondientes impresos administrativos.
El hombre que tenéis delante es joven y de aspecto saludable con cierto aire intelectual, tiene el pelo castaño y una cuidada barba corta del mismo color. Va vestido con ropajes de trabajo. En su atuendo puede apreciarse una armadura de cuero personalizada, una bandolera con múltiples bolsillos y multitud de bolsitas abotonadas son perceptibles en diferentes partes de su vestimenta. Atada a su cinturón hay una extraña y córvida máscara de marfil que acompaña a una vaina que contiene la espada larga común a los demás soldados de infantería.
Targos
-Targos, por favor, saca el encargo que te hice anoche para nuestros nuevos aliados. Pero ajusta uno de los paquetes como te indiqué al amanecer.
El elegante funcionario asiente con la cabeza con una ligera reverencia y sacó de detrás de su mostrador un petate por cada uno de los aventureros. Uno de ellos está medio vacío, siendo el que sitúa delante de Mablung.
-Aquí tenéis raciones preparadas para cuatro días, apenas necesitan cocinado, están compuestas por carne deshidratada, frutos secos y algunas hierbas comestibles. También os he añadido a cada uno un valioso activo, usadlo sólo si es estrictamente necesario: una poción de sanación. Por desgracia, para nuestro insurrecto amigo no “quedaban” este tipo de tónicos, y las raciones se han tenido que “administrar” a la mitad…. Por último, agua y un saco de dormir.
El humano mira con cierto recelo al elfo druida mientras le explica las carencias de su petate. Sus palabras no son amenazantes o hirientes, más bien pragmáticas. Después de estas palabras, Bastianes continuó diciendo:
-En vuestro informe pude ver varias anotaciones en relación a las supuestas habilidades curativas que alguno de vosotros habéis exhibido en el pasado. Conociendo las causas de vuestra pena, los más probable es que sean nada más que rumores infundados. Mientras que demostréis tal valía y fragüéis cierta confianza entre vosotros, por esta vez os facilitaremos este bien tan preciado.-Dijo mientras sujetaba una de las pociones sanadoras.
Os apuntamos nosotros las pociones en la ficha
Tras esto, Bastianes esperó a que recogieran todo y les vuelvióa acompañar al exterior donde prosiguió con su paseo. Allí el alto capitán les indicó donde están situados el resto de las edificaciones, el comedor y las cocinas, explicándoles también sus horarios, los barracones de la servidumbre y la residencia de oficiales e invitados especiales a la que insiste, tienen prohibida la entrada. Finalmente, acabaron la caminata justo donde empezaron a los pies del faro. Allí se dirige a Mablung, esta vez en un tono más conciliador.
-Sé que no es tu mejor momento, en realidad el de ninguno de vosotros, y por eso quiero darte otra oportunidad de redención.
La voz del capitán parece más seria ahora, incluso preocupada.
-Tenemos la suerte de tener como invitados a cuatro altos elfos provenientes de los reinos de Evermeet, Cendriane, Mithdrannor y High Forest vienen guiados por una gran visión y su objetivo es investigar y purgar el mal que está enquistado según dicen en los bosques de Dreadwood. Puesto que tu fuiste uno de los poco supervivientes, o al menos el único que tengo a mano, … me gustaría que les concedieras una audiencia para guiarles en su gesta con cualquier información que consideres útil. ¿Serías tan amable de aceptar nuestra petición?
"Esta perfecta melodía que acompasa y guía mi movimiento es la voz de mi compañera Aegnor"
Gowther Irerath, El'Tael de los Fragmentos Extraordinarios.
Leobald siguió a la comitiva en silencio. Caminaba despacio, con las manos a la espalda, atendiendo a nombres y lugares. Esa mañana se había puesto la vieja armadura de anillas, de alguna manera su peso le reconfortaba. El descanso bajo techo, el alimento y la bacinilla con agua limpia para su aseo habían conseguido recomponer un poco su dignidad y su cuerpo roto y cansado. Le dolían las articulaciones, pero su cabeza se encontraba más lucida que ayer. Durante el paseo tras Bastianes cruzó su mirada con Adriana y Godric. Por supuesto, sus rostros no le eran desconocidos, les recordaba. Su memoria no era la misma que cuando era más joven y habían pasado muchos años desde que coincidieran en los salones de Suzail. Es triste ver como la vida puede llevar a personas que tenía por decentes a caminos torcidos. A ambos les devolvió una mirada de compasión cargada de tristeza.
Le pareció en extremo interesante que las naciones élficas de Evermeet, Cendriane, Mithdrannor y High Forest hubieran enviado a uno de sus héroes. Algo debía de preocuparles mucho. Apenas había prestado atención de justicia al grupo de embajadores dada su propia penosa condición del día anterior. Sin embargo hoy, aun cuando la higiene matutina había sido fugaz, se sentía capaz de atreverse a pensar en un encuentro. Pero no, sus días de diplomático quedaban muy lejos. Sin poder evitarlo, sus manos hicieron girar el anillo timbrado de los Thenall alrededor del dedo corazón de la mano derecha. Además su tarea estaba clara y en otro lugar, Saltmarsh, un foco de insurgencia por lo que había oído.
Ash el guerrero — Dragon's Hoard (Spanish)
Leobald el caballero — Death and Pain at Saltmarsh (Spanish)
Keeper — Vigilantes en el Cielo (Spanish)
Remington Wizz — Shadow of the Dragon Queen (Spanish)
Tras su primera noche en semi libertad, el animo del elfo no parecía haber mejorado respecto al día anterior. Tras asearse un poco y coger un panecillo y un huevo, no toco la leche, salio siguiendo al resto del grupo.
Les esperaba el alto capitán, sus primeras palabras no parecieron hacer efecto en el elfo, de hecho mantuvo una mirada un tanto socarrona y alegre y una sonrisa picara en la cara...hasta que menciono la primera misión y toda su expresión cambio ira y enfado, y su cuerpo se tensó, una vez más los malditos alquimistas y la ciudad de Saltmarsh. El tiempo pareció detenerse para Mablung, otra vez se ponían en su camino y eso significaba que quizás tuviese otra oportunidad de vengar a sus hermanos caídos, su mirada cambio del enfado a la determinación y el odio.
Mablung siguió a la comitiva por el tour del fortín, vio los campos de entrenamiento y la forja, donde el capitán le excluyo de los "servicios" que prestaba el enano, esto empezaba a ser irritante para el Mablung que se dirigió al herrero,:- no se moleste maestro enano, pero el arte de los enanos normalmente se usa para herir al bosque- dijo mientras señalaba algunas de la hachas que había por allí forjadas,- dudo que requiera de sus comodidades-. Y con una ligera reverencia salió del forja.
La situación en el almacén no fue mejor cuando le dieron sólo la mitad de las raciones que a sus compañeros. Con gesto de frustración separo sobre le mostrador los elementos que había, miró al capitán y volviéndose y le dijo a Targos:- No necesito nada de esto, podéis darle la carne a los perros y los vegetales a los caballos, seguro que ellos aprecian mucho mejor las comodidades de este lugar.- Tras lo que salio del almacén.
Acabo el tour, el capitán se dirigió de nuevo a Mablung pero el tono había cambiado, parece que el pequeño duelo entre ellos se quedaba a un lado para tratar cosas importantes. Tras escuchar sus palabras contesto:- Acepto, ya que dudo que pueda ser en el exterior del fortín, no habrá ningún humano en el sala, igual que no acabas de fiarte de mí, yo tampoco me fió de quienes colaboran con quienes atacaron mi hogar- dijo señalando el faro.-Diles que iré a hablar con ellos cuando consideren oportuno, no tengo mucho que más que hacer en el resto del día.
Khalion amaneció entre sudores una vez mas, con un sobresalto, atenazado por sus demonios interiores. Otro día que podría mantenerlos a raya. Se aseó, primero el cuerpo sin llegar a retirarse la máscara, mas aún bajo la presencia de las poco desfavorecidas doncellas. En su cuerpo se dibujaba alguna vieja cicatriz que las artes curativas no habían soliviantado. Tras lavarse el pelo lo mejor que pudo se puso jubón, máscara y pañuelo.
La visita turística guiada estuvo casi tan entretenida como la discusión de pareja entre Bastianes y Mablung. Escuchó con indiferencia las palabras del enano carentes de fe en los aventureros, pero allí se encontraba como en casa. Muchas lunas habían transcurrido desde la última vez que estrenó armadura. Su vieja coraza, abandonada en el bosque de tal forma que seguro ofendería al elfo, era una amalgama de remaches, bollos y partes oxidadas. Le pareció ver una cota de escamas pero sabía que no estaría lista para el día siguiente. Una camisola de anillas fue su elección sin necesidad de ajustes. -Gracias G- le dijo llevándose dos dedos allí donde debería estar su frente y hacia el enano en gesto de agradecimiento. Una daga, dos.. un látigo bastante parecido al que usaba en el pasado.
El tono de todos parecía muy integrador, pero notaba en su nuca las miradas atentas y desconfiadas de media guardia. Tras la presentación del burócrata Targos guardó en su mochila las raciones después de olerlas con extrañeza, las telas que harían de saco y la poción. No le gustaba la idea de compartir responsabilidades, no le gustaba trabajar en grupo, no le gustaba tener que hacer de mama de aquel grupo. Necesitaba descargar frustración, necesitaba hacer daño a alguien. Sin llegar a escuchar la reconciliación de enamorados entre humano y elfo se dirigió a la zona de entrenamiento. Nunca había llevado una camisola de anillas y necesitaba familiarizarse con ella. Sus músculos permanecían agarrotados y no le vendría mal desentumecerlos. Se acercó a uno de los sargentos dispuesto para unas lecciones de esgrima.
Godric desayuno en silencio y la palangana de agua, compartida con el resto, no fue suficiente como para limpiar lo suficiente la mugre de las últimas semanas.
El repudiado clérigo optó por no portar su armadura ni armas mientras el Gran Capitán les enseñaba las dependencias. Llevaba tan solo su viejo morral.
Agradeció con una leve inclinación de cabeza los suministros y, aunque le sorprendió el lenguaje utilizado por el Capitán refiriéndose a que los grandes y nobles héroes elficos solicitaban una audiencia con el renegado elfo del bosque, esperó a que algunos fueran hacia el lugar de entrenamiento y el airado elfo se alejase para dirigirse él al Gran Capitán.
- Disculpe Captian Bastianes, Señor. -
Cuando el veterano guerrero se giró hacia él, Godric pareció encogerse un poco más.
- Perdone señor me preguntaba si habría alguna forma o lugar donde pudiera terminar de asearme y... si me permite el atrevimiento ¿podría solicitarle permiso para cocinar el rancho de hoy de mis... compañeros de barracón? -
PbP Character: A few ;)
[La noche anterior, en el barracón]
Adriana recibió el efecto curativo del extraño humano como un bálsamo reconfortante, al que sonrió agradecida. Observó al tal Khalion de reojo. La máscara le confería un halo de misterio que le resultaba turbador, acentuando la inquietud que ya le producía su presencia sin la máscara. La luz de sus ojos, ahora amortiguada, y el color ligeramente sobrenatural de su piel, fueron señales suficientes para sospechar que se trataba de un Aasimar; había oído hablar de ellos, seres medio celestiales, medio humanos, pero nunca les había tratado y francamente no sabía muy bien cómo hacerlo. Algo parecido le ocurría con el hombre-cuervo que les acompañaba, que ejercía en la elfa una curiosidad aún mayor.
La reacción del druida no le resultó para nada extraña a Adriana; es más, se esperaba algo mucho peor. Le observó salir de la estancia sin darle más importancia, aunque debía reconocer que escuchar de nuevo ese apodo había sido como meterle el dedo en la llaga. Mucho temía que debía acostumbrarse a él.
Sin embargo, la reacción de Godric sí le sorprendió. Ver a aquel humano tan frágil y vulnerable provocó en la hechicera un profundo sentimiento de compasión y la necesidad imperiosa de aliviar su pesar. Las palabras que Bastianes le había dedicado en la torre, los pecados que habían sido relatados atribuidos a su persona, chocaban de una manera brutal con la imagen que ahora contemplaba. ¿Era aquel humano tan hábil como para fingir el extenuante dolor que parecía atenazar su alma? ¿Respondía su sufrimiento al arrepentimiento de sus actos? No se atrevía a dudar de la veracidad de los hechos por los que se le condenaba, pero la elfa era consciente de que todas las historias tienen dos versiones, no tenía más que fijarse en su propio caso. Así que decidió sacar sus propias conclusiones cuando pudiera obtener más información y eso, desde luego, no sucedería aquella noche.
Sonrió con ternura al joven, respetando el espacio físico que le demandaba, intentando transmitirle calma - ¡Perfecto! - exclamó con energía, continuando la conversación con la que parecía sentirse más cómodo, sin insistir en el resto - No soy muy ducha en el arte de las curaciones, pero dispongo de ciertos conocimientos con los que, unidos a tu pericia, estoy segura de que nos serán de gran ayuda - tras dudar unos segundos sobre si hacer referencia a sus encuentros casuales en la corte, decidió aplazar esa conversación para más adelante, ante el temor de otro derrumbamiento de su ánimo. No quería que sus palabras fueran la gota que colmara el vaso de nuevo.
Teniendo en cuenta que sus esfuerzos por promover un primer contacto con sus compañeros habían sido prácticamente infructuosos, se retiró a su camastro decidida a descansar. Solo cuando estuvo tumbada sobre la paja húmeda y maloliente se dio cuenta de cómo echaba de menos su fácil y cómoda vida. Los recuerdos del intenso y largo día que estaba a punto de concluir se cernieron sobre ella con un peso aplastante, y las palabras de Bastianes volvieron a retorcer su alma dolorosamente. Una lágrima silenciosa surcó su rostro y aquello fue todo lo que se permitió antes de zambullirse en el descanso de los elfos.
--------------------------------------------------------------------
[Al amanecer, en el barracón]
Adriana se desperezó gracias al canto del gallo, tardando varios segundos en saber dónde se encontraba. Le dolía el cuerpo y las articulaciones y, a pesar de su meditación, su mente amanecía embotada y confusa. Aún así, sentía que el descanso le había servido para recuperar fuerzas y los rayos del sol atravesando el desvencijado cuartucho de madera le dio el empuje suficiente para afrontar el nuevo día con energía.
Escuchó las instrucciones del soldado y, nada más entrar las mujeres, la elfa las saludó con cortesía, dándoles los buenos días y agradeciéndoles el desayuno; su monólogo surgía con la naturalidad de quien está acostumbrado a tratar con sirvientes continuamente; a la joven ni siquiera le extrañó que no se pronunciaran y tampoco le importó. Sus palabras respondían más a un hábito que otra cosa, aunque no por eso dejaban de ser palabras amables.
El contacto del agua helada en su rostro era lo que necesitaba para aclarar definitivamente su mente en aquella radiante mañana. Se aseó por fin lo mejor que pudo, dejando al descubierto su piel pálida y las pecas que ahora destacaban libres de la roña y la sangre seca de varios días. Deshizo su trenza enmarañada, intentando desenredar sin mucho éxito sus cabellos con los dedos de las manos - "mataría por un peine" -, se dijo, arrepintiéndose al instante de lo inapropiado de su pensamiento en aquellas circunstancias. Manejó con habilidad su mata de pelo, enroscándola en lo alto de la coronilla a modo de moño, atravesándola con una rama de madera lo suficientemente resistente como para sujetar el peso. Se colocó la cinta dorada en el brazo izquierdo y se aproximó a la mesa. Sus tripas volvieron a rugir y, aunque la comida seguía teniendo un aspecto dudoso, se decantó por un panecillo y un huevo. Olfateó la leche y probó un sorbo, descartándola por el regusto ácido que casi la hizo vomitar de nuevo. Se preguntó cuánto tiempo podría sobrevivir a base de pan y huevos cocidos.
Adriana caminaba hacia el faro con cierto nerviosismo. Lucía el símbolo de su nueva libertad en el brazo sin estar segura de cuál sería la reacción de Bastianes al verlo; al fin y al cabo, había sido él el que se lo había negado en un principio y temía que se lo tomara como un acto de rebeldía e insumisión. Pero, lejos de reaccionar de tal forma, el capitán le brindó su más absoluta indiferencia. La elfa intentó mantenerse a un lado, sin querer llamar la atención, escuchando las palabras del humano y observando su alrededor para retener los lugares que iban visitando en su ruta por el fortín.
La forja le resultó un lugar incómodo y asfixiante, pero el enano parecía entrañable. Le saludó con simpatía, escuchando sus socarronas palabras. Tras su intervención, la elfa concluyó que, más que un grupo especial al que encomendaban tareas de gran relevancia que solo ellos podían llevar a cabo gracias a sus habilidades y destrezas, les utilizaban simplemente por ser del todo prescindibles. El capitán y la Corona no pensaban desperdiciar a sus mejores hombres enviándoles a una muerte casi segura. Parecía una práctica bien establecida en aquel engranaje militar utilizar a la peor calaña a la que nadie iba a echar de menos si perdían la vida. Ser consciente de en lo que se había convertido provocó un halo de tristeza en la mirada de la elfa.
Observó su alrededor, sin intención de deshacerse de ninguna de sus armas; la daga y la hoz con las que había llegado hasta allí siempre le habían brindado un magnífico servicio y, por el momento, no pretendía cambiarlas. Pero sí llamó su atención las armaduras y ropajes que el enano elaboraba con tanta pericia, en especial, una armadura de cuero tachonado, plagada de hebillas, que parecía recia y cómoda a la par. También preguntó con amabilidad la posibilidad de que la proveyesen de alguna ropa de viaje, ya que el vestido de seda y tul que mantenía guardado entre sus pertenencias no le resultaba del todo apropiado para las misiones encomendadas.
La visita a Targos le resultó mucho más amable. Su estómago volvió a rugir con la enumeración de las raciones de comida que incluía el paquete que les habían preparado, que se le antojaban manjares comparado con lo que había probado hasta el momento. Una vez más, el druida quedaba excluido de la mayoría de las ayudas y los servicios que tenían a su disposición. Lo que en un principio había sido una mirada reprobatoria por quedarse sin desayunar gracias al comportamiento de su compañero, se convertía ahora en una mirada de compasión hacia el elfo, aunque a él no parecían afectarle en absoluto los castigos del capitán. Se preguntó cuánto de orgullo contenía esa actitud y cuánto de franqueza.
Ya en el final de su travesía, la elfa detectó un cambio sutil pero que no le pasó desapercibido en la actitud del capitán hacia Mablung. El castigo y la reprobación se tornaban en una petición amable por parte del humano hacia el elfo. No le pareció una oportunidad de redención, como bien había manifestado el capitán, sino una verdadera necesidad de que el druida se reuniera con la comitiva élfica. Adriana no pudo evitar una punzada de envidia hacia su nuevo compañero y una creciente curiosidad por saber qué se trataría en aquella reunión.
"Hay una grieta en todo, así es como entra la luz"
La noche envolvió a TocToc con un manto de oscuridad y silencio. Pero ni el extenuante cansancio, ni la tranquilidad de los barracones, ni siquiera la cálida sanación mágica de sus magulladuras apagaron sus pesadillas. Como cada noche se despertó un millar de veces. En todas las ocasiones temblando, casi en pánico. En silencio. ¿Las sensaciones eran producto de sus propios miedos o quizás Él había percibido su engaño y le estaba buscando? Como cada mañana se despertó antes del amanecer cansado, inquieto y lleno de preocupación. Tras una última pesadilla y con las primeras luces el alba se levantó de su jergón y se sentó a la mesa, esperando que el día trajese nuevos eventos. Sobre la mesa empezó a dibujar geométricas runas en su pulida pizarra, practicando los trazos, escribiendo y borrando una y otra vez. "Demasiado larga" "Demasiado ancha" "No es recta" "Ese angulo". Murmuraba para si mismo cada vez que repetía la runa. Cuando el guardia entre en los barracones TocToc guardó la pequeña pizarra.
Refrescó su cara con el fría agua y tomó el variado desayuno con sus nuevos compañeros; huevos, panecillos y leche. Cuando los elfos se levantaron de la mesa dejando la leche detrás, TocToc lanzó su brazo alado para aferrar la leche y tragarla con avidez. Miró a su alrededor y su animo se aligeró. Comida nutritiva, un lugar mullido para dormir, un techo y paredes para refugiarse de la intemperie, incluso agua limpia y fresca. Si Bastianes intentaba comprarles con lujos y comodidades... por Leira, lo estaba consiguiendo. El trozo de tela dorado permaneció en su brazo al llegar a las antiguas puertas del faro. A la luz del día y con la energía que le profería la mañana TocToc se fijó en los grabados de la batalla, preguntándose que representarían.
History: 20
Arcana: 10
TocToc siguió a la comitiva con energía y estudió con curiosidad y atención las nuevas comodidades que le estaban presentando ante él. Una forja, un almacén en el que proveerse... ¿Pociones mágicas... para cada uno? ¿Una misión en el exterior? ¿Realmente les estaban dejando salir al exterior sin mas cadenas que su palabra? TocToc casi no lo podía creer, y tan solo había dos aspectos que le amargaban la experiencia. El primero los esclavos. La visión de su esclavitud le revolvió el estomago. Al verlos le dedicó una corta mirada de desaprobación a Bastianes. La otra era la idea de que su destino dependiera de sus compañeros. No le gustaba depender de extraños... y menos de humanos a los que encontraba difíciles de leer.
Al fin cuando les dejaron libertad para deambular por el campamento hizo una visita a Targos, la máscara en forma de cuervo le había llamado la atención y tras presentarse le preguntó por la misma.
Zevatur, Rolthos
[Khalion en la zona de entrenamiento]
Un dispuesto y distante aasimar se acercó a la zona de entrenamiento con cierta determinación. Mientras volvía sobre sus pasos, pudo apreciar como los sonidos del combate se hacían cada vez más evidente. Diferentes miembros de la milicia poniendo en juego sus habilidades en combate se enfrentaban entre si. Otros practicaban con el arco disparando en unas dianas dispuestas en uno de los laterales. Parecía ser la rutina diaria de aquellos soldados para mantener el cuerpo y la mente activo mientras no tuvieran otras órdenes.
A cierta distancia, un atento soldado realizaba indicaciones a los combatientes. Sin necesidad de preguntar, Khalion entendió que era el responsable de aquella zona. Mientras acaba de acercarse hasta el. Aquel soldado con los brazos cruzados y sin dedicarle mirada alguna le interrumpió su paso: -¿Qué es lo que buscas?-
[Bastianes y Godric]
Al escuchar la petición de mejores posibilidades para asearse, Bastianes pareció mostrar cierta contrariedad en sus palabras. No acostumbraba a tener explicar dos veces la situación del grupo.-Como dije al comienzo de nuestra ruta, vuestras "comodidades" van de la mano de vuestros actos. Los cuales son condiderados grupalmente. Después de la negativa de vuestro compañero de seguir unas sencillas órdenes, lo máximo a lo que podéis aspirar por ahora es lo que habéis disfrutado a primera hora.-Tras las petición de acudir a la cocina.-No se exactamente que pretendes con dicha petición pero tras tus sacrílegas acciones debes entender que nos rehusemos a dejarte acceso al lugar dónde preparan la comida y, por tanto, pongamos nuestros estómago en tus manos. -En un último instante, Bastianes pareció ceder levemente, como un lejano gesto de confianza.-No obstante, si tan interesado estás en temas...- Hizo pausa buscando el término adecuado-"culinarios", daré orden de que te faciliten los enseres necesarios en aras de que puedas practicar en tus futuras misiones.
[Toc-toc en almacen]
Al entrar en el almacén, Toc-toc parecía no saber como comportarse. En un entorno tan "civilizado" el protocolo social se le escapaba de sus plumas. Pudo escuchar cierto movimiento tras la barra dispuesta a modo de despacho. Tras unos minutos esperando y sin saber como llamar la atención de Targos, el responsable del almacen, musitó:
-El sonido de una campanilla resurgió de su garganta. -¿Sí?-Se pudo oir una voz al fondo del almacen-Un segundo, enseguida estoy con ustedes.-Tras esto Targos apareció con una tablilla de madera que le servía a modo de soporte para unas hojas de papel. Posiblemente estaría haciendo el inventario de los productos del almacen. Su cara parecía extrañada en la distancia hasta que alcanzó a ver al kenku y su rostro pareció mostrar cierta sonrisilla pícara.-Vaya... parece que tenemos por aquí a la crème de la crème". ¿Hay algo que pueda hacer por ti toc-toc o solo has venido a "mirar" ?-Pronunció esta última palabra con claras segundas intenciones, aunque extrañamente aquel humano no parecía contrariado por la presencia de Toc-Toc.
"Esta perfecta melodía que acompasa y guía mi movimiento es la voz de mi compañera Aegnor"
Gowther Irerath, El'Tael de los Fragmentos Extraordinarios.
Unos momentos después de las palabras de Bastianes, Leobald se acercó lentamente al druida elfo salvaje con humildad. Con los brazo cruzados y el mentón cerca del pecho de anillas de metal.
—Si tenéis a bien quizá pueda ayudar a limar asperezas. Puedo ver en vuestra mirada hacia ellos arde el fuego de un resentimiento que no acabo de comprender, ni es asunto mío —su voz era conciliadora y levantó la palma de las mano ligeramente—, pero en el pasado he tratado un poco con los enviados de Cormanthor con resultados aceptables. Quizá sea de ayuda en vuestra empresa. ¿Os parece bien que os acompañe?
Los ojos glauco y tristes del caballero no pedían nada para si realmente. Ofrecía su ayuda con franqueza. Ayudar a mitigar el dolor que el druida sentía era ayudar a todo el grupo. Debía controlarse o podría llegar a perderse, aun teniendo una oportunidad de una vida mejor alejada de las fraguas del maestro enano. La brisa marina meció su tabardo. El malogrado cisne blanco pareció revivir por un instante.
Ash el guerrero — Dragon's Hoard (Spanish)
Leobald el caballero — Death and Pain at Saltmarsh (Spanish)
Keeper — Vigilantes en el Cielo (Spanish)
Remington Wizz — Shadow of the Dragon Queen (Spanish)
Volviendose hacia el caballero caído, Mablung dice:- Trataré con los elfos a solas, los asuntos que quieren tratar son, por así decirlo...privados. No os atañen y sino me acabo de fiar del capitán, al que le debo mi vida, que te hace pensar que me voy a fiar de tí, o de cualquiera del barracón.
Tras lo cual sigue su camino.
Mientras miraba la espalda del impetuoso druida alejarse, suspiró con resignación.
—Por supuesto... —añadió sin muestra de acritud por su parte.
Lamentó que el elfo hubiera juzgado sus palabras con desconfianza, pero no podía extrañarle. Al fin y al cabo todos eran completos desconocidos aún. O casi. Observó la reacción de Adriana y Godric de soslayo. Estaba claro que Mablung no era un elfo como los que había conocido en el pasado. Era temperamental y airado, pero al menos era sincero, casi transparente. Agradecía eso.
Y sin embargo se sentía obligado a presentar sus respetos los héroes elfos venidos desde tal lejos. Observó el punto donde los elfos habían departido con la grúa del faro el día anterior. Una vez el druida hubiera resuelto sus asuntos con ellos, se acercaría a la comitiva de elfos.
Ash el guerrero — Dragon's Hoard (Spanish)
Leobald el caballero — Death and Pain at Saltmarsh (Spanish)
Keeper — Vigilantes en el Cielo (Spanish)
Remington Wizz — Shadow of the Dragon Queen (Spanish)
"-¿Qué es lo que buscas?-"
Causar dolor, sufrirlo, sentir la calidez de la sangre en la piel, mejor si es ajena, saborear sus matices metálicos y salados en boca... morir...
-Estirar los músculos.- dijo al fin- se me ha quedado forma de carreta. -quizá un chiste.. quizá exceso de literalidad- Seguro que algo puedo aprender..
Las palabras de Bastianes resonaban en su cabeza "excelente y perfectamente engrasado puesto militar de élite," pero que tendría de realidad?. Sin duda tenían acceso a buenos pertrechos, es lo que tiene contar con un forjador enano. Pero estaban bien alimentados? O como ellos mismos, eran la última chusma del reino?
10
Ante la respuesta del Gran Capitán, todos los instintos de Godric se despertaron. El cambio de actitud, las decisiones aparentemente contradictorias, pero sobretodo el cambio de la forma de hablar... lo había visto antes. El joven curandero no tenía datos suficientes aún para determinar un diagnóstico exacto, y no por primera, ni seguramente por última, se maldijo por haber perdido la gracia de su dios. Con la ayuda de Lord de la Mañana aquello sería fácil de detectar y curar. Pero al no disponer de ello tenía que usar métodos más mundanos.
La preocupación y su entrenamiento como curandero se sobrepusieron a la vergüenza y la auto compasión cuando, con voz suave contestó.
- Por supuesto Capitán. Como he dicho solo pretendo cocinar para nuestro pequeño grupo. Intento ser útil a mi unidad y aportar mi humilde trabajo. Os lo agradezco. -
Sus ojos buscaban pequeñas señales, un tic nervioso en un ojo, un leve temblor en la mano... algo que pudiera indicar que la pétrea presencia del Gran Capitan se estaba resquebrajando por dentro, necesitaba seguir hablando - Mi Señor si me lo permitís... decís que nuestras acciones como grupo influyen en todo, y esto es justo, sin embargo solo habéis castigado a Mablung con menos raciones-
era arriesgado señalar directamente a Bastianes de algo así cuando se había tomado tantas molestias en disimularlo, pero tenía que probar, era una provocación menor que solo debería predisponer negativamente al Capitán contra él por bocazas, pero tenía que valorar su autocontrol y además ya le odiaba
- Si todo nos afecta a todos ¿no deberíamos tener menos raciones todos? Yo estoy dispuesto a renunciar a parte de las mias para que él tenga como los demás... si el parco aseo es nuestro castigo por su transgresión, ¿porqué castigarle a él individualmente? Disculpadme Señor, solo intento comprender bien las normas para no romperlas inadvertidamente -
[spoiler] Tiro Insight o medicina (mismo bono) para ver si veo signos de estres pos traumático o demencia. Que haya cambiado la forma de referirse a si mismo le ha mosqueado. Me refiero al “que nos rehusemos” cuando siempre ha hablado en primera persona.
18
Si el cambio de forma de hablar ha sido un lapsus al escribir lo edito y dejo solo hasta la primera vez que habla explicando porque quiere cocinar y agradeciendo la oportunidad de poder hacerlo.
[/spoiler]
PbP Character: A few ;)
[Godric con Bastianes]
Tras la insistencia de Godric por ahondar en los motivos que había detrás de lo dictaminado por Bastianes, el alto capitán finalizó la conversación: -Estoy comenzando a pensar que en vuestro grupo tenéis dificultades para tratar con figuras de autoridad. Te recomiendo que analices correctamente todas las consecuencias grupales acaecidas y en el futuro intentes no cuestionar las órdenes.-Continuando con el asunto de la cocina-Pareces no ser consciente los actos que emprendiste en el pasado... Ya te he dicho que ninguno de mis hombre ni yo mismo nos sentiríamos cómodos con que accedieras a las cocinas, independientemente de que cocines para tu grupo, en un descuido quién sabe que serías capaz de hacer... Demuestra que eres digno de confianza primero, ya tendrás tiempo de solicitar mejores formas de asearte y privilegios como los de acceder a la cocina.
"Esta perfecta melodía que acompasa y guía mi movimiento es la voz de mi compañera Aegnor"
Gowther Irerath, El'Tael de los Fragmentos Extraordinarios.
TocToc-TocToc ladeó la cabeza, la sutileza de la sonrisa del humano se le perdió. Por lo que sabia, las sonrisas debían de ser muestras de alegría, pero hasta ahora solo las había visto llenas de crueldad, de desprecio, de burla... Esta tampoco era de alegría... ¿Tal vez de ironía?
Ironía, crueldad o desprecio, daba igual... el hombre cuervo respondió como siempre, con una leve reverencia de respeto. - Este es un lugar lleno de... humanos... Un lugar extraño para mi. La máscara que llevas me ha producido curiosidad, "lo mas cercano a mi"... tiene algún significado o su aspecto es quizás... solo decorativo? - Preguntó con una extraña mezcla de voces y entonaciones.
Persuasion: 21
Zevatur, Rolthos
[Toc-toc en la zona del almacén]
-Como no... -Dijo mirando la máscara como si se hubiera olvidad que la llevaba- En realidad, un poco de ambas. Podríamos decir que siempre estuve interesado por artículos exóticos. -Dijo sin dar más pie a profundizar en el valor de la máscara.- Es curioso que alguien de tu reputación se muestre tan... Dubitativo e interesado por ese tipo de detalles pero más curioso es que hayan podido atraparte...-Apoyando el inventario sobre la barra, dejó el peso sobre sus manos mientras se reclinaba sobre las mismas.- Pero, tal vez, no estés aquí solo para saber de mi indumentaria... ¿Hay algo que pueda hacer por ti?
"Esta perfecta melodía que acompasa y guía mi movimiento es la voz de mi compañera Aegnor"
Gowther Irerath, El'Tael de los Fragmentos Extraordinarios.
[Khalion en la zona de entrenamiento]
-¿Sabes? La gente de por aquí que acostumbra a presentarse ante un desconocido con máscara suele ser por motivos arteros en el mejor de los casos...-Esta vez volvió su mirada hacia el repasando su aspecto de arriba a abajo mientras se acercaba de un modo intimidatorio. Al llegar a su nivel, acercó su mirada a su rostro intentando entrever lo que escondía detrás. Tras unos tensos instantes y sin dar pie a que pudiera contestar, esbozó una franca sonrisa e irguió su cuerpo para seguir controlando a los miembros de la infantería: Para entrenar aquí deberás deshacerte temporalmente de tu equipo y luchar con cualquiera de las armas que ves en la zona de entrenamiento, igualdad de condiciones lo llaman.-Entonces, bajó el volumen para pronunciar las siguientes palabras:- Algo tan básico como ocultar tu rostro en lo que por ahora va a ser tu casa, no te traerá nada bueno... Te encontrarás con mucha gente que no crea en las causas perdidas pero yo no soy uno de esos. Mi nombre es Broser.-Extendió su mano esperando que correspondiera su cordialidad y respondiera a la propuesta que la había planteado.
"Esta perfecta melodía que acompasa y guía mi movimiento es la voz de mi compañera Aegnor"
Gowther Irerath, El'Tael de los Fragmentos Extraordinarios.
Godric estudió a Bastianes y constató, no sin cierto alivio, que sus miedos eran infundados. Sin embargo lo que vislumbró en la mirada del severo Gran Capitán le casuó aún maás tristeza.
- Lo comprendo Señor, espero poder demostrar esa confianza pronto... yo... lo lamento Señor -
La carga que puso en esas últimas palabras dejó entrever al Capitán que no sólo se disculpaba por su aparente desliz en la etiqueta.
Reluctante, y sin tener muy claro donde ir, Godric se quedó más o menos cerca de la elfa y Teobald, inseguro de hacia dónde ir a continuación.
PbP Character: A few ;)
Mientras, en la zona de entrenamiento..
-¿Sabes? La gente de por aquí que acostumbra a presentarse ante un desconocido con máscara suele ser por motivos arteros en el mejor de los casos...-Esta vez volvió su mirada hacia el repasando su aspecto de arriba a abajo mientras se acercaba de un modo intimidatorio. Al llegar a su nivel, acercó su mirada a su rostro intentando entrever lo que escondía detrás. Tras unos tensos instantes y sin dar pie a que pudiera contestar, esbozó una franca sonrisa e irguió su cuerpo para seguir controlando a los miembros de la infantería: Para entrenar aquí deberás deshacerte temporalmente de tu equipo y luchar con cualquiera de las armas que ves en la zona de entrenamiento, igualdad de condiciones lo llaman.-Entonces, bajó el volumen para pronunciar las siguientes palabras:- Algo tan básico como ocultar tu rostro en lo que por ahora va a ser tu casa, no te traerá nada bueno... Te encontrarás con mucha gente que no crea en las causas perdidas pero yo no soy uno de esos. Mi nombre es Broser.-Extendió su mano esperando que correspondiera su cordialidad y respondiera a la propuesta que la había planteado.
-Khalion- dijo devolviendo el cruce de manos con una risotada que tornó algo siniestra al otro lado de la máscara. -Es mi credo, mi penitencia- dijo señalando la máscara allí donde debería estar la frente.- y consigue mantener a distancia a esos que no creen en las causas perdidas.-Añadió, quizá sonriendo, sorprendido por a cantidad de palabras que Broser le había arrancado. De perdidos al río, se dejó llevar.- Cogeré lo mismo que rival.. que tus chavales sean bondadosos conmigo, o Bastianes no podrá enviarme a la muerte mañana. Solo busco que me duelan los músculos mañana. Cuidado con esto.
Junto al armero dejó su mochila y las fundas cruzadas con las cimitarras sin desenvainar. Una, dos dagas de distintos escondrijos. Por fin iba a hablar el auténtico lenguaje que dominaba, y valorar el nivel de aquel fortín y su guardia.