Cada uno de los nuevos visitantes de Ghostfinger, fue abordado marcialmente por un soldado en diferentes partes del asentamiento militar, algunos de éstos, incluso tuvieron que buscar más tiempo del necesario a su asignación para poder comunicarles un sencillo mensaje de parte de Bastianes.
- La cena se servirá a las siete en el gran comedor, justo antes del anochecer, tras el canto de las pardelas.
Tras el escueto intercambio de palabras, cada soldado volvió a sus quehaceres dando de nuevo privacidad a los que para ellos aun eran peligrosos criminales. Las horas pasaron y el cansado sol empezó a descender lánguidamente hasta quedar prácticamente sumergido en el horizonte occidental, desplegando una última algarabía de tonos anaranjados apagados por las numerosas nubes que pugnaban por sobreponerse en su última hora. Una amalgama de cantos de aves en los acantilados, despedían al astro rey de una manera desordenada y asíncrona, dando la entrada a la hora de la cena.
Según iban pasando al recinto que hacía de comedor, pudieron atisbar un gran salón salpicado de mesas alargadas para una docena de personas cada una, unas ciento cincuenta almas podían disfrutar de las comidas allí servidas al mismo tiempo, pero esa cantidad estaba muy lejana a la totalidad de habitantes del campamento, dando a entender que la cena se ejecutaba en dos turnos. Al parecer ellos estaban en el primero.
Una ajetreada y silenciosa sirvienta se acercó hacia ellos como un vendaval estival, indicando con una señal a una de las mesas vacías. Ésta tenía otro color, algo más oscuro que el del resto, y extrañamente, parecía más nueva también. Varios platos llenos de una densa sopa con un agradable olor a tocino y verduras frescas inundaron las fosas nasales de los comensales. Una jarra de espumosa cerveza acompañaba cada plato. Hoy había carne en el menú.
Según fueron tomando asiento, pudieron entender que sólo ellos estaban destinados a sentarse en ese lugar, era el más cercano a la puerta de entrada, pero el más lejano a las cocinas, siendo por tanto los últimos en ser servidos.
El ruido, otrora ensordecedor, de todo un turno del ejército lleno de júbilo y dispuesto a narrar las historias de la jornada, había dado paso a un respetable silencio de comentarios en un tono casi imperceptible. Esto era debido a los honorables inquilinos que acompañaban esta noche en la cena al resto del personal.
Sobre una tarima más elevada, en el ala este del comedor, estaban dispuesta otras mesas de una calidad mucho más elaborada, de formas redondeadas para dar más facilidad a los comensales a charlar entre ellos. Los sillones que las acompañaban eran robustos y de maderas grácilmente talladas. Allí, se sentaba Bastianes junto a Julius. En su misma mesa se podían adivinar a sus homenajeados acompañantes, engalanados para la ocasión. Con un aspecto sobrio y ceremonial, se encontraban los cuatro altos elfos provenientes de los diferentes puntos de Faerun. Miaralei destacaba especialmente, vestida con unas vestimentas brumosas del color del alba, un medallón metálico, tallado por los más veteranos orfebres de su pueblo, colgaba de su cuello y le otorgaba un halo de divinidad y pureza que rivalizaba con incluso los mismos seres celestiales.
En las mesas adyacentes, se situaban los diversos cargos militares del fortín como sargentos y tenientes. Ligeramente más alejada, pero aún en la zona elevada, había una última mesa donde se podían observar sentados y listos para comenzar a cenar a ciertos cargos no asociados directamente a la milicia. Allí se situaban Targos y Grundig, también algunas personas que no reconocieron, una de ellas tenía un aspecto más veterano y con unos llamativos ropajes azulados.
Bastianes se levantó con una copa de cristal llena de un rojizo y vivo vino en su mano y todo el mundo quedó en silencio. Tras un leve carraspeo, éste comenzó a hablar.
- Como todos sabéis esta es la última noche de nuestros ilustres invitados en Ghostfinger. Su gesta les llevará lejos, pero han tenido la bondad de obsequiarnos con su presencia estos últimos días. Brindemos por su brillante futuro y el éxito de su misión.
Alzando su copa, el más de un centenar de soldados, exploradores y caballeros que abarrotaban la sala se levantaron con sus jarras en mano y su ánimo enaltecido. Un fuerte grito multitudinario resonó por todo el recinto.
- ¡¡¡POR CORMYR, POR LA CORONA!!!
Tras el masivo brindis, todo el personal se sentó y la cena pudo comenzar.
Tras su práctica con las armas, Mablung estaba junto al abrevadero de los caballos con un cubo que sumergió en el agua y acto seguido se echó por encima, se sacudió los cabellos y se dispuso a repetir la operación cuando fue interrumpido por un soldado con el mensaje de que los invitaban a cenar, con un gesto de haberse dado por enterado Mablung repitió la operación y buscó un sitio al sol donde secarse. Siguiendo el recorrido vio que justo al oeste estaba la forja del enano, así que sé dirigió hacia allí.
Mientras esperaba que el calor del atardecer y el que emanaba la propia forja secaran su cuerpo y sus ropas, Mablung volvió a sacar el extraño colgante que la elfa le había dado y volvió a pensar en las enigmáticas palabras que le dirigió, acaso sabría algo del destino de sus compañeros de barracón, algunos clérigos poderosos eran capaz de realizar augurios en ese aspecto. Se referiría al mal del bosque, no había forma de saberlo, tocará esperar a su vuelta...si es que vuelve, arrogantes altos elfos. Mablung no les deseaba mal pero quizás el bosque les enseñase un poco de humildad.
Sin saber muy bien que esperar Mablung acudió a la cena sin grandes expectativas. Cuando vio el inmenso comedor agradeció que les dirigieran a la mesa más apartada, en ella Mablung buscó el sitio más cercano a la puerta que lo sacara de aquel lugar. Claramente aquel no era su sitio y aunque la cena olía estupendamente aún recordaba los desaires del capitán, si pensaba que podía ganarse su lealtad a con meras lisonjas se equivocaba, aunque quizás probara la sopa. Indicó a la sirvienta que le retirara la cerveza y pidió un vaso de agua, no entendía la afición de los humanos por beber aquella bebida fermentada de los cereales.
Cuando el capitán brindó Mablung permaneció sentado y sin tocar su copa mirando fijamente a lo elfos. Cuando. Dieron permiso para empezar la cena, Mablung probó una cucharada de la sopa, para luego apartar el plato y sacar parte del musgo que había encontrado. No quería deberle nada más aquella gente y en silencio espero a que les dejaran salir.
Godric parpadeó un par de veces, volviendo a la realidad tras perderse en sus recuerdos.
- No no, no te preocupes Adriana. Yo te.. agradezco la intención. Siento no haberme dado cuenta de tu presencia allí. - aunque sigue rojo como un tomate parece que no quiere hacer sentir mal a la elfa y por lo tanto sigue hablando - La verdad es que... sólo tenía ojos para... ella - sonríe tímidamente - estaba espectacular con su vestido de seda azul oscuro... aquella fue la noche en que me armé de valor y le abrí mi corazón. Lathander me perdone, pero el calor de sus labios era más cálido que el del Lord de la Mañana en las oraciones matutinas. - Adriana piensa que va a seguir recordando cosas felices pues la primera vez que ve un esbozo de sonrisa en Godric y algo de brillo en sus ojos. Pero es pasajero y el brillo se apaga cuando el joven muchacho sigue hablando. - Yo... yo la amaba... yo... aún la amo... - Una sola lágrima se escapa de sus ojos y la brisa la arrastra hasta que se pierde con la espuma del mar.
- Cassandra Greystone era su nombre... - Godric mira hacia Adriana, esperando ver su reacción al reconocer el nombre.
[En la cena]
Godric está en silencio y sigue intentando pasar desapercibido, aunque se sienta al lado de Adriana. Cuando les traen la cena tiene que hacer un verdadero esfuerzo de voluntad para no devorar toda la comida. Intenta concentrarse en los diferentes ingredientes que han utilizado para elaborarla y detectar las especias utilizadas, memorizándolo para intentar replicar la receta en el futuro.
Cuando Bastianes habla es la primera vez que mira realmente hacia la elevada mesa central y ve a los elfos que componen la comitiva. Sus ojos se quedan fijos en la casi divina elfa, levanta su vaso aunque no corea la consigna y cuando la gente vuelve a concentrarse en su cena Godric se queda mirando a la efla, reconociendo el poder divino que la rodea y lamentando el haber perdido el favor de Lathander. Sin embargo, allí con la cena ya fría y prácticamente olvidada, con los ojos llenos de lágrimas al ver el porte divino de la elfa el ex-clerigo toma una determinación.
Leobald cerró el tomo cuando las luces de la tarde se volvieron demasiado mortecinas para seguir leyendo. Últimamente su vista no era la de siempre y había notado que se le cansaba demasiado a menudo y a veces le costaba enfocar las letras. Inspiró resignado y sumó la pequeña tara a la leve molestia en las articulaciones antes de un cambio de tiempo. El día se le había pasado volando en compañía de André de Vientogris y sus relatos. Acarició el terciopelo azul de la cubierta del tomo y se levantó. Recordó que se había prometido presentar sus respetos a los héroes elfos. Se dirigía a las dependencias de los ilustres con el libro bajo el brazo, cuando un soldado le detuvo de camino para informarle que cena se serviría tras el canto de las pardelas. Las aves ya comenzaban a graznar. Asintió al muchacho cordialmente y se dirigió al comedor comunal.
Saludó a sus compañeros de mesa y jergón con educación y se sentó entre ellos. Tomó bocado con mesura y cuando llegó el momento tampoco coreó el brindis patrio. Parecía, sin embargo, interesado en la comitiva de elfos y en aquella dama elfa. Observó también al druida, quien en ese momento rumiaba un puñado de musgo.
—¿La reunión con los tuyos a ido bien? —preguntó a Mablung.
This post has potentially manipulated dice roll results.
[En los barracones por la tarde]
- HeHeHe... Tras un abundante desayuno, cansancio en el cuerpo; ninguno. - Respondió al consejo de no comer arañas ni ratas muertas. Después ayudó a Khalion a regresar a la cama. - Quizás el druida sepa decirnos algo más.
TocToc asintió al soldado. - GRATITUD - Contestó con profunda y sonora voz. Para pasar el tiempo hasta la cena sacó de nuevo su pequeña pizarra y comenzó a escribir runas en la superficie mezclando carboncillo y tiza. - ¿Por qué odias a los Tieflin, porque les matas.. y a los elfos de Mistywood? - Preguntó de pronto a Khalion sin dejar de escribir en la pizarra.
[En la cena]
TocToc se dirigió a la mesa con al intención de sentarse lo más cerca posible de los soldados regulares de la fortaleza. Su idea era escuchar las conversaciones de los mismos, saber de que hablaban, recordar las voces que oía. Pero en cuanto llegó a la mesa, el aroma de la comida y su admirable aspecto le hicieron olvidar su propósito original. Tan solo el instinto de no hacerse notar impidió que se abalanzase sobre la comida. Con placer, casi temblando de emoción, cerró los ojos y dejó que el aroma le invadiese. No había comido carne, guisada al menos, desde hacía mucho mucho tiempo. Al fina, tras el grito de "¡¡¡POR CORMYR, POR LA CORONA!!!" TocToc sintió como los demás empezaban a comer. Repitiendo el mismo grito pero mucho mas bajito "¡¡¡POR CORMYR, POR LA CORONA!!!" se abalanzó finalmente sobre la comida.Tan solo al acabar de devorarla y poniendo una de sus manos sobre la barriga que ahora sentía llena prestó atención a su alrededor.
Observó la preferencia alimenticia del druida... desde luego los elfos eran bastante raros. Más raros aún que los humanos. También observó el contraste entre la mesura elegante de Leobald y la mirada perdida con ojos llorosos de Godric. Parpadeó ante su repentino cambio, su repentina mirada decidida, muy diferente de la llorosa que le habia visto hasta ahora. Tambien intentó escuchas las conversaciones de los soldados, curioso por lo que pudieran estar diciendo.
Pirata y mercenario fueron interrumpidos por el heraldo anunciador del convite cuando en cuclillas observaban el roedor muerto como dos niños tocando un cadáver con un palo. "muerta y remuerta" pensó para si, hasta las alimañas sufre muertes sinsentido. -el druida- repitió.
Se volvió a recostar y cerro los ojos. Otra voz desconocida le rescató del ensoñamiento. Para su sorpresa era de nuevo el kenku, con un nuevo registro. Oír sobre tieflings le dolió mas que las costillas quebradas. Ese era un dolor que jamás sanaría. Agradeció llevar su máscara y que toc-toc no fuera consciente de su lamento. -No les odio- dijo ya recompuesto, -Crecí en Mistwood- le confesó. -Su vida contemplativa ni va conmigo.. y viendo tu historial, tampoco contigo..- rió entre toses. Aquel kenku era el tipo de gente con la que solía manejarse. Extorsión, robo, contrabando.. palabras de Bastianes que resonaron en su cabeza. -Qué escribes?- le pregunto sorprendido por su inesperado don de gentes.. quizá solo añorara dar de comer a las palomas.
[La cena]
Con ayuda del apotecario y un vendaje compresivo en las costillas, pudo vestirse para la hora de la cena no sin dificultades. Abandonó su barracón cuando los últimos rayos de sol lamían los acantilados y la sombra de Ghostfinger se alargaba tierra adentro mas allá del alcance de su visión. La noche era el estado natural de Khalion y el frío y la humedad le hacían sentir vivo a su pesar. Paso a paso se acercó al comedor, sin prisa, pero puntual.
Entró y esperó a que le indicaran su sitio. Era de esperar que fuera un lugar señalado en aquel orden castrense. Lo que si le extraño fue la escasa algarabía habitual de estos momentos, o al menos de los que el frecuentaba. Acercó la jarra a la máscara para oler aquella potente cerveza. Aquel olor le causaba rechazo. Había visto como esa sustancia arruinaba vidas y como muchas veces facilitaba su trabajo. Un borracho es lento, torpe y predecible. Lo apartó y vio como le elfo hacía lo propio, sonriéndose, esperó a que la cena fuera servida. La presencia del nuevo comensal, embutido en vistoso azul como el apotecario que le había asistido estando casi desmallado llamó su atención y curiosidad, no como los elfos que ya tenía tan vistos. Tampoco se contagió de la euforia del brindis por Cormyr.
Mablung se volvió hacia el caballero humano y lo observó con atención. De todos los que estaban allí parecía el menos ...malo, trasmitía sobre todo cansancio. Tras unos instantes pensando en que responder dijo:- No ha ido bien. Es probable que sea la última vez que les veamos. A donde se dirigen hace tiempo que nadie ha vuelta...con vida así que si quieres tratar con ellos mejor que sea antes de que partan.
Khalion no pudo evitar escuchar con sorpresa las palabras del druida con el humano. -Grave tiene que ser para que los elfos actúen..- se aventuró a decir en alto hacia sus nuevos compañeros. -Y oscura parece nuestra misión si contando con dos centenares de aprovisionados soldados te tienes que hacer con un grupo de despojos..
Leobald asintió a Khalion y Mablung con gravedad respecto a los elfos.
—En cuanto a nuestra humilde empresa en Saltmarsh, no es tan extraño que nos envíen a nosotros en vez de a los soldados —comentó sosegadamente—. Las tropas de la Corona no son bien recibidas allí donde vamos —hizo una pausa—. En el pasado problemas internos mantuvieron a la Corona ocupada lejos de aquí. Pero ahora esos asuntos ya no ocupan la agenda regia y, por lo que tengo entendido, hay cierto descontento en como el trono está recuperando el control de su territorio sur y el comercio en el Mar de Dragonmere. Son muchos los que temen más la reacción de los piratas que a la Reina.
- ¡Runas! Son símbolos de poder ancestral, guardan en su estructura secretos antiguos que resuenan con fuerza si los trazos son precisos.- Dice con una extraña, ronca y profunda voz, casi como enormes rocas deslizándose y erosionándose lentamente. En la entonación puede intuirse un acento, algo antiguo, de idioma enano. Al acabar la frase levanta la cabeza mirando al assimar con sorpresa, como si le hubiesen sorprendido infraganti. - Practico las runas que ya se, cuando son casi perfectas siento el poder resonando en las mismas. Puedo hacerlas muy bien, mejor incluso que el que las diseñó. - Prosigue hablando ahora más lentamente, con una mezcla de voces algo aleatoria. - También, de cuando en cuando, intento crear runas nuevas, pero siempre me salen las que ya se. Una y otra vez... - Dice tristemente. - "Los dioses destruido han vostra voz, vostro volar, vostra creatividad..." - Finaliza con una arcaica voz, parte de la historia de su pueblo que los kenkus se trasmiten de generación en generación; de madres a hijos, de abuelos a nietas.
- ¿Entonces que pasó con los Tieflings? - Pregunta regresando a la tarea de dibujar las runas despacio, con mimo y precisión. La impresión inicial de frialdad que había sentido en Khalion se vió desafiada por su repentina expresión de dolor al mencionar a los Tieflins. Y por ello, al percibir el dolor, indagó más sobre el asunto en vez de dejarle paz y tranquilidad.
[La cena]
Mirando a Khalion y a Leobald el kenku interviene - Quizás despreciables criminales como nosotros no seamos la mejor cara diplomática, sería una estrategia extraña la de la corona de Cormyr. Yo opino más como Khalion, agentes prescindibles. Con tiempo descubriremos más de sus verdaderas intenciones. - Dice con una mezcla de voces conspiratorias.
- Luego mirando al elfo - ¿Si.. es un mal tan grande, porque solo mandan cuatro elfos, porque no un ejercito o un batallón de avanzadilla? Los elfos y humanos tienen poderosos y numerosos recursos a su disposición. Son colectividades poderosas. - Pregunta el kenku con curiosidad.
This post has potentially manipulated dice roll results.
Leobald sonrío cansadamente a TocToc.
—Me temo que nuestra misión nada tiene que ver con la diplomacia, señor TocToc —suspiró con un timbre de nostalgia—. Vamos a por aceite para el faro, un trabajo necesario, pero absolutamente mundano —tras un breve instante, continuó—. Sin embargo, coincido en que somos prescindibles, podrían haber enviado a cualquiera sin uniforme —asintió al hombre cuervo—. Quizá tengáis razón y nos quieran ver en Saltmarsh por algún otro motivo.
Ante la pregunta de TocToc a Mablung, Leobald quedó atento a la respuesta sin mirar directamente al druida, sin presionarle. Tomo la jarra de agua y llenó su cuenco con tranquilidad.
Historia con ventaja, por ser un señor culto que lee libros: 22
Aunque la máscara ocultaba la mueca de dolor, el kenku si pudo apreciar el malestar de la pregunta por el movimiento nervioso del Aasimar. -No es asunto tuyo- rompió por fin el silencio incómodo. Tras lo que se recostó soportando estoicamente los pinchazos de las costillas rotas.
[La cena]
Khalion escuchó atento a los demás. Los dolores habían desaparecido y el aire podía llenar su pecho sin causar terribles dolores y tos. Ignoraba la comida dispuesta en la mesa, pero el suculento aroma llenaba el interior de su máscara. El vacío en su estómago le hacía cuestionar su credo una vez mas.
-Entonces mas nos vale ocultar nuestro mecenas..- respondió al caballero- aún oléis a corte.- dijo dirigiéndose hacia el lado de la mesa donde se encontraba el humano mas joven y la elfa.
Aunque no le vieron, el aasimar se mordió el labio para no responder al comentario del kenku sobre la inacción y desde luego escaso compromiso del pueblo élfico hacia los problemas mundanos.
Adriana dejó perder su tierna mirada en el horizonte tras escuchar la historia de Godric - Ya veo... - musitó con voz tranquila - No imagino lo duro que debe ser renunciar a un amor así, y por eso mismo no puedo dejar de pensar en lo afortunado que has sido por haberlo podido experimentar; muchos ni tan siquiera pueden llegar a concebir la grandiosidad de ese sentimiento - con una sutil sonrisa de empatía, prosiguió - Nada de lo que yo pueda decirte podrá consolarte. Pero debes seguir hacia delante, todos debemos hacerlo- tras unos segundos de silencio y con el ceño ligeramente fruncido por el esfuerzo de rebuscar en su memoria, ladeó la cabeza - Cassandra Greystone... no, me temo que no la conozco, lo siento - pero, al recordar las palabras de Bastianes en el torreón y observar la expresión expectante del chico ante una reacción por su parte al escuchar ese nombre, Adriana ensombreció su gesto; ¿tendría aquella muchacha algo que ver con los supuestos atroces actos que se le imputaban? Con todo el tacto que fue capaz de reunir preguntó - Dime, Godric... ¿tiene ella algo que ver con... las razones por las que estás aquí? - sus palabras no mostraban reprobación o acusación alguna, solo un intento de encajar piezas en su cabeza.
[Media tarde - cena]
Adriana se apresuró hacia los barracones después de recibir la convocatoria a la cena; no había albergado esperanza de que les permitieran esa noche compartir comedor con el resto de los habitantes del fortín, esperando, como había ocurrido en el desayuno, unas viandas frugales y servidas en el cobertizo. Debía adecentarse un poco, no podía permitirse acudir a la cita con los harapos mugrientos con los que había sobrevivido los últimos días. Afortunadamente conservaba impoluto, aunque visiblemente arrugado, el vestido de seda que guardaba en el fondo de su petate.
El kenku y el Aasimar se encontraban en el barracón, entretenidos en una conversación a la que no prestó atención. Utilizó parte del agua que tenían a su disposición para deshacerse del polvo y el sudor adheridos a su piel durante el caluroso día y buscó un lugar apartado que le proporcionara cierta intimidad, alejada de miradas indiscretas. Con nerviosismo desempolvó la prenda suave y liviana con la que cubrió su cuerpo, de mangas que llegaban hasta sus muñecas y de un color verde claro, rematado con ribetes de filigranas de hilo dorado que adornaban con gracia el vestido. No era ostentoso, pero a todas luces se trataba de una pieza de buena calidad, sencilla pero elegante. Después de meditarlo unos momentos, se decidió a utilizar el preciado peine que con tanto celo escondía. Le pareció demasiado arriesgado comprobar las bondades del frasco de cristal; no quería llamar demasiado la atención y un cepillado sería suficiente por esa noche. Con cuidado desenredó la maraña de nudos encrespados de su larga cabellera rojiza, desechando la opción de dejarla suelta y trenzándola con gran habilidad. Dudaba de que el Alto Capitán reparara en este detalle, más cuando ni siquiera se había dignado a dirigirle la mirada en toda la jornada. Mejor así.
Lamentando no disponer de un espejo para chequear su aspecto, el canto de las pardelas anunció la hora convenida y, con el nerviosismo y la emoción propias de acudir a una cita importante, se presentó en la estancia que hacía las veces de comedor. Sentada junto a Godric, saludó amablemente al resto de sus compañeros y observó el amplio espacio, sin poder evitar mantener la mirada fija en la comitiva élfica. Deseó que los rugidos de su estómago, acrecentados por el olor de la comida, fueran atenuados con el murmullo reinante del salón. Cuando Bastianes se dirigió a la audiencia, Adriana alzó su jarra, moviendo los labios coreando en silencio el brindis sin poder evitar emocionarse y que un escalofrío recorriera su cuerpo. Pensó en la Reina y en su firme propósito de no defraudarla esta vez, sorbiendo la amarga cerveza; hubiera preferido una copa del vino servido en la mesa principal, pero un brindis no era efectivo si no se completaba, solo traía mala suerte. Mientras dejaba la jarra de nuevo sobre la mesa, no pudo evitar lanzarle una fugaz mirada y una sonrisa de complicidad a Targos.
El hambre parecía devorarla por dentro, pero ese no fue motivo suficiente para que la elfa perdiera la compostura. Sus movimientos delicados y pausados en la mesa, su manejo del protocolo, fruto de una exquisita educación, contuvieron su impulso de arrasar con la comida. Comió con parsimonia, saboreando la sopa que se le antojó un manjar y, poco a poco, se dejó imbuir por la agradable sensación de tener la tripa llena y la calidez del caldo y la cerveza.
Leobald fue el primero en romper el silencio del grupo con una pregunta que a Adriana le interesaba sobremanera. No estaba segura de que el elfo de los bosques quisiera compartir con ellos nada de lo ocurrido en esa reunión, pero sorprendentemente se dignó a dar al menos una pincelada de información. Escuchó atentamente las opiniones de todos y se alegró de que, por fin, se estableciera un diálogo en el grupo. Tras la última intervención del Aasamir, Adriana tomó la palabra
- Me inclino a pensar que, para ellos, solo somos algo útil pero prescindible - dijo con la tranquilidad de alguien que, simplemente, expone algo evidente - Nadie nos echará de menos si no logramos volver de allí con vida; de hecho me atrevería a afirmar que, en algunos casos, puede que sea precisamente lo que deseen - pensó en sí misma y en el Capitán Bastianes. Acto seguido, se dirigió al kenku: - Pero como bien dices, el tiempo nos mostrará cuáles son sus verdaderas intenciones; al fin y al cabo, aunque nos traten como... despreciables criminales, cada uno de nosotros posee ciertas habilidades que estoy segura que no han pasado por alto para enviarnos a esta misión. No todo lo que parece una desventaja lo acaba siendo si sabes cómo manejarla - dijo, respondiendo al comentario del Aasamir, y esperando pacientemente a que el elfo de los bosques diera más información sobre la comitiva élfica.
Rollback Post to RevisionRollBack
"Hay una grieta en todo, así es como entra la luz"
Escuchar el nombre de Cassandra en la melodiosa y dulce voz de la elfa parecía un bálsamo para sus oídos. Asintió despacio a su pregunta.
- Era la hija del primer matrimonio de Lord Voltimer Greystone, de Baldur’s Gate. Ella era dos estaciones mayor que yo pero no le importaba - A la elfa le resultó curioso que el joven humano le diera importancia a algo tan nimio, para los elfos con sus largas vidas eso carecía de importancia
- Nos amamos si, pero yo no la perdí - por un instante Adriana siente cierta fuerza en la voz de Godric, cierta energía que aún se rebela contra algo que ha ocurrido como si pudiera cambiarlo. Pero es solo un espejismo que se rompe al quebrarse su voz y caer el joven de rodillas al borde del acantilado. - Me fue arrebatada y yo... yo no pude salvarla... no pude... - Los sollozos impiden que Godric continúe, de rodillas, mirándose las manos como si fueran herramientas rotas la elfa supo que no podría obtener nada más del traumatizado chico. Tan solo asintió cuando le pregunto si quería estar solo y, aunque la preocupación de que saltara al vacío volvió a pasarse por su mente optó por darle espacio. Su fe se vio recompensada cuando, al ir a adecentarse, vio que Godric llevaba dos cubos de agua del pozo al barracón. - He pensado que nos vendría bien - dice tímidamente a Khalion, TOC-TOC y Adriana.
[en la cena]
Tras escuchar a sus compañeros de condena Godric dice:
- Vamos a por el aceite de la fortaleza, portamos las cintas doradas. Sabrán que trabajamos para la Corona aunque quizá el no pertenecer directamente a las tropas aquí acantonadas alivie alguna tensión. - se enconge de hombros y vuelve la mirada a su plato, lamentando el haber abierto la boca pues su aportación le parecía carente de sentido.
-Eso tendrás que preguntárselo a ellos- contestó el druida al kenku. - Y para ellos somos despreciables crimínales, algunos ,-mirando a la elfa - más que otros. Y prescindibles, pero fuera de aquí nadie sabe que estamos “al servicio” de La Corona y nadie tiene porque saberlo.- Dice señalando las cintas que sus compañeros de mesa llevan el brazo y que el no porta.- Lo mismo el capitán no quiere que las tropas del fuerte entren directamente en la ciudad, aunque sería la forma más efectiva de conseguir el aceite.
-Yo por mi parte me muero de ganas de salir de aquí y -con una sonrisa siniestra en el cara- si además tenemos la opción de ver a alguno de los alquimistas, mejor que mejor.
-Nada han dicho de la integridad de los alquimistas- contestó divertido al druida -así que mientras cumplamos el encargo en mi no encontrarás obstáculo.-mirando la cinta dorada concluyó refiriendose a las palabras del joven clérigo.- Cualquier olor a púrpura mas que una llave será un inconveniente.
Leobald se limpió los labios educadamente y observó a sus compañeros en silencio. Carraspeó.
—Es la primera vez que nos sentamos como personas, alrededor de una mesa —habló pausadamente—. Quizá sea menester conocernos un poco si hemos de colaborar en esta empresa ¿no os parece? Hasta ahora nos han presentado por nuestros errores. Todo el mundo tiene derecho a ser mejor persona—se detuvo un momento reposando su triste mirada en todos ellos—. No es necesario mentar el pasado, definámonos por nuestros actos de aquí en delante. En fin, me refiero a lo que cada uno puede aportar a este singular grupo. Nuestras fortalezas. ¿Alguien quiere empezar?
El caballero dedicó un sonrisa amable y cansada al resto.
La cena prosiguió tras el brindis en un tono más animado, las diferentes mesas comenzaron a alzar la voz y las risas inundaron el gran salón mientras las jarras se vaciaban lentamente. Sólo una jarra por turno de comida hacía que fuera estatégicamente racionada por los soldados y de paso evitaba una embriaguez no deseada por su alto capitán. TocToc aprovechó para intentar escuchar que se fraguaba entre los diferentes comensales intentando extraer algo de información o rumorología útil para su futuro inmediato, pero no hubo demasiada suerte, el algarabío era bastante caótico, y los únicos retazos que conseguía escuchar con claridad no aportaban nada revelador para él.
La suculenta sopa dejó paso a unos costillares cocinados en su propios jugos, con un aromático olor a brasas y tomillo. Sin duda la logística para alimentar tan bien a todo el personal del asentamiento militar era más que loable, y los cocineros parecían disfrutar de su profesión proveyendo de platos bien sazonados y elaborados, nada parecido a lo que se esperaría de un enclave de este tipo, donde un rancho a base de patata machacada y poco más debería ser lo habitual.
Debido a que el siguiente turno tenía también su horario, todos los soldados comenzaron a levantarse al pasar aproximadamente una hora, cuando el grupo se dispuso a levantarse también y salir por la puerta, puesto que eran los más cercanos a la salida, la sombra de Bastianes apareció de la nada entre el bullicio y les hizo una señal para que esperasen. Se situó a la altura de su mesa y tras dedicar una inquisitiva mirada a los que habían probado el alcohol la noche antes de una misión, comenzó a hablar en un tono suficientemente alto para que le oyeran ellos, pero no lo suficiente como para que atravesara el ruido de fondo de soldados desplazándose y hablando.
- Mañana os quiero en la puerta Norte al alba, ya listos y con todo lo que necesitéis empaquetado, ... La misión no debería demoraros demasiado, pero si aún así tenéis problemas y necesitáis más tiempo, alojaron en la posada "La cabra de mimbre", pertenece a un antiguo compañero y veterano que sirvió hace mucho tiempo a la Corona, no deberíais tener problemas allí, además el pago de los servicios de alojamiento se pasarán directamente a la cuenta de "Ghostfinger". Me gustaría que aprovecharais si veis allí a Manistrad, y que le saludéis de mi parte, es un activo increíblemente valioso para el funcionamiento de todo... todo lo que nos rodea ... y hay que mantenerla contenta. Por alguna razón le gustan este tipo de detalles.
Tras sus palabras se ajusta la capa y se dispone a retirarse, pero en el último momento se da la vuelta para dar unas últimas directivas.
- Creo que no hace falta recordarlo, pero lo haré de todos modos, no os desviéis de las carreteras y caminos reales, están bien vigilados y son seguros. Si os movéis por libre, pronto daréis de frente con algún "contratiempo" del que a lo mejor no podéis salir.
Tras dedicar una última y seria mirada, que pasa por todos los presentes, abandona el comedor a paso rápido.
—Muy bien, supongo que justo es que rompa el hielo yo mismo. Mi nombre es Leobald Tenhall, fui educado al abrigo de Tyr y algunas de las mejores espadas y mentes más brillantes de la Corona —suspira para si—. Perdonad, parece que fuera la vida de otro. En cualquier caso, pongo sobre la mesa mi humilde habilidad en combate y mis conocimientos en medicina, historia y diplomacia. Hace tiempo fie mis esperanzas en Tyr y la Corona, pero el tiempo me ha hecho ver que los hombres hemos de salvarnos a nosotros mismos.
Sus últimas palabras destilaban pesar. Miró a los demás esperando que alguien tomara el testigo.
-Bien abuelo- resonó la voz del aasimar bajo al máscara.- Khalion, de por aquí cerca, -prosigió- hago encargos como el encomendado cuando los cortesanos no quieren ensuciarse las manos. Trabajo solo - dijo mirando hacia el resto.-no me apetece hacer de niñera, así que espero que cada uno haga lo que sepa. Hábil acero, pero en mi caso, no podría decir que haya aprendido de las mas brillantes mentes y espadas de la corono.- concluyó riendo bajo la máscara, quizá recordando la calaña con la que antaño se codeaba.
La última charla de Bastianes le hizo pensar. "No os desviéis de los caminos reales" decía.. justo por donde nunca iba. Cuando entraba el siguiente turno de comensales Khalion se llevó consigo el plato de asado para comer ageno a miradas curiosas, mas tranquilo y por supuesto, sin máscara.
Rollback Post to RevisionRollBack
To post a comment, please login or register a new account.
[Gran Comedor – Noche – Ghostfinger]
Cada uno de los nuevos visitantes de Ghostfinger, fue abordado marcialmente por un soldado en diferentes partes del asentamiento militar, algunos de éstos, incluso tuvieron que buscar más tiempo del necesario a su asignación para poder comunicarles un sencillo mensaje de parte de Bastianes.
- La cena se servirá a las siete en el gran comedor, justo antes del anochecer, tras el canto de las pardelas.
Tras el escueto intercambio de palabras, cada soldado volvió a sus quehaceres dando de nuevo privacidad a los que para ellos aun eran peligrosos criminales. Las horas pasaron y el cansado sol empezó a descender lánguidamente hasta quedar prácticamente sumergido en el horizonte occidental, desplegando una última algarabía de tonos anaranjados apagados por las numerosas nubes que pugnaban por sobreponerse en su última hora. Una amalgama de cantos de aves en los acantilados, despedían al astro rey de una manera desordenada y asíncrona, dando la entrada a la hora de la cena.
Según iban pasando al recinto que hacía de comedor, pudieron atisbar un gran salón salpicado de mesas alargadas para una docena de personas cada una, unas ciento cincuenta almas podían disfrutar de las comidas allí servidas al mismo tiempo, pero esa cantidad estaba muy lejana a la totalidad de habitantes del campamento, dando a entender que la cena se ejecutaba en dos turnos. Al parecer ellos estaban en el primero.
Sobre una tarima más elevada, en el ala este del comedor, estaban dispuesta otras mesas de una calidad mucho más elaborada, de formas redondeadas para dar más facilidad a los comensales a charlar entre ellos. Los sillones que las acompañaban eran robustos y de maderas grácilmente talladas. Allí, se sentaba Bastianes junto a Julius. En su misma mesa se podían adivinar a sus homenajeados acompañantes, engalanados para la ocasión. Con un aspecto sobrio y ceremonial, se encontraban los cuatro altos elfos provenientes de los diferentes puntos de Faerun. Miaralei destacaba especialmente, vestida con unas vestimentas brumosas del color del alba, un medallón metálico, tallado por los más veteranos orfebres de su pueblo, colgaba de su cuello y le otorgaba un halo de divinidad y pureza que rivalizaba con incluso los mismos seres celestiales.
En las mesas adyacentes, se situaban los diversos cargos militares del fortín como sargentos y tenientes. Ligeramente más alejada, pero aún en la zona elevada, había una última mesa donde se podían observar sentados y listos para comenzar a cenar a ciertos cargos no asociados directamente a la milicia. Allí se situaban Targos y Grundig, también algunas personas que no reconocieron, una de ellas tenía un aspecto más veterano y con unos llamativos ropajes azulados.
Bastianes se levantó con una copa de cristal llena de un rojizo y vivo vino en su mano y todo el mundo quedó en silencio. Tras un leve carraspeo, éste comenzó a hablar.
- Como todos sabéis esta es la última noche de nuestros ilustres invitados en Ghostfinger. Su gesta les llevará lejos, pero han tenido la bondad de obsequiarnos con su presencia estos últimos días. Brindemos por su brillante futuro y el éxito de su misión.
Alzando su copa, el más de un centenar de soldados, exploradores y caballeros que abarrotaban la sala se levantaron con sus jarras en mano y su ánimo enaltecido. Un fuerte grito multitudinario resonó por todo el recinto.
- ¡¡¡POR CORMYR, POR LA CORONA!!!
Tras el masivo brindis, todo el personal se sentó y la cena pudo comenzar.
" ¡Oh la Oscuridad...! "
Tras su práctica con las armas, Mablung estaba junto al abrevadero de los caballos con un cubo que sumergió en el agua y acto seguido se echó por encima, se sacudió los cabellos y se dispuso a repetir la operación cuando fue interrumpido por un soldado con el mensaje de que los invitaban a cenar, con un gesto de haberse dado por enterado Mablung repitió la operación y buscó un sitio al sol donde secarse. Siguiendo el recorrido vio que justo al oeste estaba la forja del enano, así que sé dirigió hacia allí.
Mientras esperaba que el calor del atardecer y el que emanaba la propia forja secaran su cuerpo y sus ropas, Mablung volvió a sacar el extraño colgante que la elfa le había dado y volvió a pensar en las enigmáticas palabras que le dirigió, acaso sabría algo del destino de sus compañeros de barracón, algunos clérigos poderosos eran capaz de realizar augurios en ese aspecto. Se referiría al mal del bosque, no había forma de saberlo, tocará esperar a su vuelta...si es que vuelve, arrogantes altos elfos. Mablung no les deseaba mal pero quizás el bosque les enseñase un poco de humildad.
Sin saber muy bien que esperar Mablung acudió a la cena sin grandes expectativas. Cuando vio el inmenso comedor agradeció que les dirigieran a la mesa más apartada, en ella Mablung buscó el sitio más cercano a la puerta que lo sacara de aquel lugar. Claramente aquel no era su sitio y aunque la cena olía estupendamente aún recordaba los desaires del capitán, si pensaba que podía ganarse su lealtad a con meras lisonjas se equivocaba, aunque quizás probara la sopa. Indicó a la sirvienta que le retirara la cerveza y pidió un vaso de agua, no entendía la afición de los humanos por beber aquella bebida fermentada de los cereales.
Cuando el capitán brindó Mablung permaneció sentado y sin tocar su copa mirando fijamente a lo elfos. Cuando. Dieron permiso para empezar la cena, Mablung probó una cucharada de la sopa, para luego apartar el plato y sacar parte del musgo que había encontrado. No quería deberle nada más aquella gente y en silencio espero a que les dejaran salir.
[Al borde del acantilado]
Godric parpadeó un par de veces, volviendo a la realidad tras perderse en sus recuerdos.
- No no, no te preocupes Adriana. Yo te.. agradezco la intención. Siento no haberme dado cuenta de tu presencia allí. - aunque sigue rojo como un tomate parece que no quiere hacer sentir mal a la elfa y por lo tanto sigue hablando - La verdad es que... sólo tenía ojos para... ella - sonríe tímidamente - estaba espectacular con su vestido de seda azul oscuro... aquella fue la noche en que me armé de valor y le abrí mi corazón. Lathander me perdone, pero el calor de sus labios era más cálido que el del Lord de la Mañana en las oraciones matutinas. - Adriana piensa que va a seguir recordando cosas felices pues la primera vez que ve un esbozo de sonrisa en Godric y algo de brillo en sus ojos. Pero es pasajero y el brillo se apaga cuando el joven muchacho sigue hablando. - Yo... yo la amaba... yo... aún la amo... - Una sola lágrima se escapa de sus ojos y la brisa la arrastra hasta que se pierde con la espuma del mar.
- Cassandra Greystone era su nombre... - Godric mira hacia Adriana, esperando ver su reacción al reconocer el nombre.
[En la cena]
Godric está en silencio y sigue intentando pasar desapercibido, aunque se sienta al lado de Adriana. Cuando les traen la cena tiene que hacer un verdadero esfuerzo de voluntad para no devorar toda la comida. Intenta concentrarse en los diferentes ingredientes que han utilizado para elaborarla y detectar las especias utilizadas, memorizándolo para intentar replicar la receta en el futuro.
Cuando Bastianes habla es la primera vez que mira realmente hacia la elevada mesa central y ve a los elfos que componen la comitiva. Sus ojos se quedan fijos en la casi divina elfa, levanta su vaso aunque no corea la consigna y cuando la gente vuelve a concentrarse en su cena Godric se queda mirando a la efla, reconociendo el poder divino que la rodea y lamentando el haber perdido el favor de Lathander. Sin embargo, allí con la cena ya fría y prácticamente olvidada, con los ojos llenos de lágrimas al ver el porte divino de la elfa el ex-clerigo toma una determinación.
PbP Character: A few ;)
Leobald cerró el tomo cuando las luces de la tarde se volvieron demasiado mortecinas para seguir leyendo. Últimamente su vista no era la de siempre y había notado que se le cansaba demasiado a menudo y a veces le costaba enfocar las letras. Inspiró resignado y sumó la pequeña tara a la leve molestia en las articulaciones antes de un cambio de tiempo. El día se le había pasado volando en compañía de André de Vientogris y sus relatos. Acarició el terciopelo azul de la cubierta del tomo y se levantó.
Recordó que se había prometido presentar sus respetos a los héroes elfos. Se dirigía a las dependencias de los ilustres con el libro bajo el brazo, cuando un soldado le detuvo de camino para informarle que cena se serviría tras el canto de las pardelas. Las aves ya comenzaban a graznar. Asintió al muchacho cordialmente y se dirigió al comedor comunal.
Saludó a sus compañeros de mesa y jergón con educación y se sentó entre ellos. Tomó bocado con mesura y cuando llegó el momento tampoco coreó el brindis patrio. Parecía, sin embargo, interesado en la comitiva de elfos y en aquella dama elfa. Observó también al druida, quien en ese momento rumiaba un puñado de musgo.
—¿La reunión con los tuyos a ido bien? —preguntó a Mablung.
Ash el guerrero — Dragon's Hoard (Spanish)
Leobald el caballero — Death and Pain at Saltmarsh (Spanish)
Keeper — Vigilantes en el Cielo (Spanish)
Remington Wizz — Shadow of the Dragon Queen (Spanish)
[En los barracones por la tarde]
- HeHeHe... Tras un abundante desayuno, cansancio en el cuerpo; ninguno. - Respondió al consejo de no comer arañas ni ratas muertas. Después ayudó a Khalion a regresar a la cama. - Quizás el druida sepa decirnos algo más.
TocToc asintió al soldado. - GRATITUD - Contestó con profunda y sonora voz. Para pasar el tiempo hasta la cena sacó de nuevo su pequeña pizarra y comenzó a escribir runas en la superficie mezclando carboncillo y tiza. - ¿Por qué odias a los Tieflin, porque les matas.. y a los elfos de Mistywood? - Preguntó de pronto a Khalion sin dejar de escribir en la pizarra.
[En la cena]
TocToc se dirigió a la mesa con al intención de sentarse lo más cerca posible de los soldados regulares de la fortaleza. Su idea era escuchar las conversaciones de los mismos, saber de que hablaban, recordar las voces que oía. Pero en cuanto llegó a la mesa, el aroma de la comida y su admirable aspecto le hicieron olvidar su propósito original. Tan solo el instinto de no hacerse notar impidió que se abalanzase sobre la comida. Con placer, casi temblando de emoción, cerró los ojos y dejó que el aroma le invadiese. No había comido carne, guisada al menos, desde hacía mucho mucho tiempo. Al fina, tras el grito de "¡¡¡POR CORMYR, POR LA CORONA!!!" TocToc sintió como los demás empezaban a comer. Repitiendo el mismo grito pero mucho mas bajito "¡¡¡POR CORMYR, POR LA CORONA!!!" se abalanzó finalmente sobre la comida.Tan solo al acabar de devorarla y poniendo una de sus manos sobre la barriga que ahora sentía llena prestó atención a su alrededor.
Observó la preferencia alimenticia del druida... desde luego los elfos eran bastante raros. Más raros aún que los humanos. También observó el contraste entre la mesura elegante de Leobald y la mirada perdida con ojos llorosos de Godric. Parpadeó ante su repentino cambio, su repentina mirada decidida, muy diferente de la llorosa que le habia visto hasta ahora. Tambien intentó escuchas las conversaciones de los soldados, curioso por lo que pudieran estar diciendo.
Perception: 7
Para escuchar las conversaciones de los soldados.
Zevatur, Rolthos
[barracones]
Pirata y mercenario fueron interrumpidos por el heraldo anunciador del convite cuando en cuclillas observaban el roedor muerto como dos niños tocando un cadáver con un palo. "muerta y remuerta" pensó para si, hasta las alimañas sufre muertes sinsentido. -el druida- repitió.
Se volvió a recostar y cerro los ojos. Otra voz desconocida le rescató del ensoñamiento. Para su sorpresa era de nuevo el kenku, con un nuevo registro. Oír sobre tieflings le dolió mas que las costillas quebradas. Ese era un dolor que jamás sanaría. Agradeció llevar su máscara y que toc-toc no fuera consciente de su lamento. -No les odio- dijo ya recompuesto, -Crecí en Mistwood- le confesó. -Su vida contemplativa ni va conmigo.. y viendo tu historial, tampoco contigo..- rió entre toses. Aquel kenku era el tipo de gente con la que solía manejarse. Extorsión, robo, contrabando.. palabras de Bastianes que resonaron en su cabeza. -Qué escribes?- le pregunto sorprendido por su inesperado don de gentes.. quizá solo añorara dar de comer a las palomas.
[La cena]
Con ayuda del apotecario y un vendaje compresivo en las costillas, pudo vestirse para la hora de la cena no sin dificultades. Abandonó su barracón cuando los últimos rayos de sol lamían los acantilados y la sombra de Ghostfinger se alargaba tierra adentro mas allá del alcance de su visión. La noche era el estado natural de Khalion y el frío y la humedad le hacían sentir vivo a su pesar. Paso a paso se acercó al comedor, sin prisa, pero puntual.
Entró y esperó a que le indicaran su sitio. Era de esperar que fuera un lugar señalado en aquel orden castrense. Lo que si le extraño fue la escasa algarabía habitual de estos momentos, o al menos de los que el frecuentaba. Acercó la jarra a la máscara para oler aquella potente cerveza. Aquel olor le causaba rechazo. Había visto como esa sustancia arruinaba vidas y como muchas veces facilitaba su trabajo. Un borracho es lento, torpe y predecible. Lo apartó y vio como le elfo hacía lo propio, sonriéndose, esperó a que la cena fuera servida. La presencia del nuevo comensal, embutido en vistoso azul como el apotecario que le había asistido estando casi desmallado llamó su atención y curiosidad, no como los elfos que ya tenía tan vistos. Tampoco se contagió de la euforia del brindis por Cormyr.
Mablung se volvió hacia el caballero humano y lo observó con atención. De todos los que estaban allí parecía el menos ...malo, trasmitía sobre todo cansancio. Tras unos instantes pensando en que responder dijo:- No ha ido bien. Es probable que sea la última vez que les veamos. A donde se dirigen hace tiempo que nadie ha vuelta...con vida así que si quieres tratar con ellos mejor que sea antes de que partan.
[La cena]
Khalion no pudo evitar escuchar con sorpresa las palabras del druida con el humano. -Grave tiene que ser para que los elfos actúen..- se aventuró a decir en alto hacia sus nuevos compañeros. -Y oscura parece nuestra misión si contando con dos centenares de aprovisionados soldados te tienes que hacer con un grupo de despojos..
Leobald asintió a Khalion y Mablung con gravedad respecto a los elfos.
—En cuanto a nuestra humilde empresa en Saltmarsh, no es tan extraño que nos envíen a nosotros en vez de a los soldados —comentó sosegadamente—. Las tropas de la Corona no son bien recibidas allí donde vamos —hizo una pausa—. En el pasado problemas internos mantuvieron a la Corona ocupada lejos de aquí. Pero ahora esos asuntos ya no ocupan la agenda regia y, por lo que tengo entendido, hay cierto descontento en como el trono está recuperando el control de su territorio sur y el comercio en el Mar de Dragonmere. Son muchos los que temen más la reacción de los piratas que a la Reina.
Ash el guerrero — Dragon's Hoard (Spanish)
Leobald el caballero — Death and Pain at Saltmarsh (Spanish)
Keeper — Vigilantes en el Cielo (Spanish)
Remington Wizz — Shadow of the Dragon Queen (Spanish)
[barracones]
- ¡Runas! Son símbolos de poder ancestral, guardan en su estructura secretos antiguos que resuenan con fuerza si los trazos son precisos. - Dice con una extraña, ronca y profunda voz, casi como enormes rocas deslizándose y erosionándose lentamente. En la entonación puede intuirse un acento, algo antiguo, de idioma enano. Al acabar la frase levanta la cabeza mirando al assimar con sorpresa, como si le hubiesen sorprendido infraganti. - Practico las runas que ya se, cuando son casi perfectas siento el poder resonando en las mismas. Puedo hacerlas muy bien, mejor incluso que el que las diseñó. - Prosigue hablando ahora más lentamente, con una mezcla de voces algo aleatoria. - También, de cuando en cuando, intento crear runas nuevas, pero siempre me salen las que ya se. Una y otra vez... - Dice tristemente. - "Los dioses destruido han vostra voz, vostro volar, vostra creatividad..." - Finaliza con una arcaica voz, parte de la historia de su pueblo que los kenkus se trasmiten de generación en generación; de madres a hijos, de abuelos a nietas.
- ¿Entonces que pasó con los Tieflings? - Pregunta regresando a la tarea de dibujar las runas despacio, con mimo y precisión. La impresión inicial de frialdad que había sentido en Khalion se vió desafiada por su repentina expresión de dolor al mencionar a los Tieflins. Y por ello, al percibir el dolor, indagó más sobre el asunto en vez de dejarle paz y tranquilidad.
[La cena]
Mirando a Khalion y a Leobald el kenku interviene - Quizás despreciables criminales como nosotros no seamos la mejor cara diplomática, sería una estrategia extraña la de la corona de Cormyr. Yo opino más como Khalion, agentes prescindibles. Con tiempo descubriremos más de sus verdaderas intenciones. - Dice con una mezcla de voces conspiratorias.
- Luego mirando al elfo - ¿Si.. es un mal tan grande, porque solo mandan cuatro elfos, porque no un ejercito o un batallón de avanzadilla? Los elfos y humanos tienen poderosos y numerosos recursos a su disposición. Son colectividades poderosas. - Pregunta el kenku con curiosidad.
Zevatur, Rolthos
Leobald sonrío cansadamente a TocToc.
—Me temo que nuestra misión nada tiene que ver con la diplomacia, señor TocToc —suspiró con un timbre de nostalgia—. Vamos a por aceite para el faro, un trabajo necesario, pero absolutamente mundano —tras un breve instante, continuó—. Sin embargo, coincido en que somos prescindibles, podrían haber enviado a cualquiera sin uniforme —asintió al hombre cuervo—. Quizá tengáis razón y nos quieran ver en Saltmarsh por algún otro motivo.
Ante la pregunta de TocToc a Mablung, Leobald quedó atento a la respuesta sin mirar directamente al druida, sin presionarle. Tomo la jarra de agua y llenó su cuenco con tranquilidad.
Historia con ventaja, por ser un señor culto que lee libros: 22
Ash el guerrero — Dragon's Hoard (Spanish)
Leobald el caballero — Death and Pain at Saltmarsh (Spanish)
Keeper — Vigilantes en el Cielo (Spanish)
Remington Wizz — Shadow of the Dragon Queen (Spanish)
[barracones]
Aunque la máscara ocultaba la mueca de dolor, el kenku si pudo apreciar el malestar de la pregunta por el movimiento nervioso del Aasimar. -No es asunto tuyo- rompió por fin el silencio incómodo. Tras lo que se recostó soportando estoicamente los pinchazos de las costillas rotas.
[La cena]
Khalion escuchó atento a los demás. Los dolores habían desaparecido y el aire podía llenar su pecho sin causar terribles dolores y tos. Ignoraba la comida dispuesta en la mesa, pero el suculento aroma llenaba el interior de su máscara. El vacío en su estómago le hacía cuestionar su credo una vez mas.
-Entonces mas nos vale ocultar nuestro mecenas..- respondió al caballero- aún oléis a corte.- dijo dirigiéndose hacia el lado de la mesa donde se encontraba el humano mas joven y la elfa.
Aunque no le vieron, el aasimar se mordió el labio para no responder al comentario del kenku sobre la inacción y desde luego escaso compromiso del pueblo élfico hacia los problemas mundanos.
[En el acantilado]
Adriana dejó perder su tierna mirada en el horizonte tras escuchar la historia de Godric - Ya veo... - musitó con voz tranquila - No imagino lo duro que debe ser renunciar a un amor así, y por eso mismo no puedo dejar de pensar en lo afortunado que has sido por haberlo podido experimentar; muchos ni tan siquiera pueden llegar a concebir la grandiosidad de ese sentimiento - con una sutil sonrisa de empatía, prosiguió - Nada de lo que yo pueda decirte podrá consolarte. Pero debes seguir hacia delante, todos debemos hacerlo - tras unos segundos de silencio y con el ceño ligeramente fruncido por el esfuerzo de rebuscar en su memoria, ladeó la cabeza - Cassandra Greystone... no, me temo que no la conozco, lo siento - pero, al recordar las palabras de Bastianes en el torreón y observar la expresión expectante del chico ante una reacción por su parte al escuchar ese nombre, Adriana ensombreció su gesto; ¿tendría aquella muchacha algo que ver con los supuestos atroces actos que se le imputaban? Con todo el tacto que fue capaz de reunir preguntó - Dime, Godric... ¿tiene ella algo que ver con... las razones por las que estás aquí? - sus palabras no mostraban reprobación o acusación alguna, solo un intento de encajar piezas en su cabeza.
[Media tarde - cena]
Adriana se apresuró hacia los barracones después de recibir la convocatoria a la cena; no había albergado esperanza de que les permitieran esa noche compartir comedor con el resto de los habitantes del fortín, esperando, como había ocurrido en el desayuno, unas viandas frugales y servidas en el cobertizo. Debía adecentarse un poco, no podía permitirse acudir a la cita con los harapos mugrientos con los que había sobrevivido los últimos días. Afortunadamente conservaba impoluto, aunque visiblemente arrugado, el vestido de seda que guardaba en el fondo de su petate.
El kenku y el Aasimar se encontraban en el barracón, entretenidos en una conversación a la que no prestó atención. Utilizó parte del agua que tenían a su disposición para deshacerse del polvo y el sudor adheridos a su piel durante el caluroso día y buscó un lugar apartado que le proporcionara cierta intimidad, alejada de miradas indiscretas. Con nerviosismo desempolvó la prenda suave y liviana con la que cubrió su cuerpo, de mangas que llegaban hasta sus muñecas y de un color verde claro, rematado con ribetes de filigranas de hilo dorado que adornaban con gracia el vestido. No era ostentoso, pero a todas luces se trataba de una pieza de buena calidad, sencilla pero elegante. Después de meditarlo unos momentos, se decidió a utilizar el preciado peine que con tanto celo escondía. Le pareció demasiado arriesgado comprobar las bondades del frasco de cristal; no quería llamar demasiado la atención y un cepillado sería suficiente por esa noche. Con cuidado desenredó la maraña de nudos encrespados de su larga cabellera rojiza, desechando la opción de dejarla suelta y trenzándola con gran habilidad. Dudaba de que el Alto Capitán reparara en este detalle, más cuando ni siquiera se había dignado a dirigirle la mirada en toda la jornada. Mejor así.
Lamentando no disponer de un espejo para chequear su aspecto, el canto de las pardelas anunció la hora convenida y, con el nerviosismo y la emoción propias de acudir a una cita importante, se presentó en la estancia que hacía las veces de comedor. Sentada junto a Godric, saludó amablemente al resto de sus compañeros y observó el amplio espacio, sin poder evitar mantener la mirada fija en la comitiva élfica. Deseó que los rugidos de su estómago, acrecentados por el olor de la comida, fueran atenuados con el murmullo reinante del salón. Cuando Bastianes se dirigió a la audiencia, Adriana alzó su jarra, moviendo los labios coreando en silencio el brindis sin poder evitar emocionarse y que un escalofrío recorriera su cuerpo. Pensó en la Reina y en su firme propósito de no defraudarla esta vez, sorbiendo la amarga cerveza; hubiera preferido una copa del vino servido en la mesa principal, pero un brindis no era efectivo si no se completaba, solo traía mala suerte. Mientras dejaba la jarra de nuevo sobre la mesa, no pudo evitar lanzarle una fugaz mirada y una sonrisa de complicidad a Targos.
El hambre parecía devorarla por dentro, pero ese no fue motivo suficiente para que la elfa perdiera la compostura. Sus movimientos delicados y pausados en la mesa, su manejo del protocolo, fruto de una exquisita educación, contuvieron su impulso de arrasar con la comida. Comió con parsimonia, saboreando la sopa que se le antojó un manjar y, poco a poco, se dejó imbuir por la agradable sensación de tener la tripa llena y la calidez del caldo y la cerveza.
Leobald fue el primero en romper el silencio del grupo con una pregunta que a Adriana le interesaba sobremanera. No estaba segura de que el elfo de los bosques quisiera compartir con ellos nada de lo ocurrido en esa reunión, pero sorprendentemente se dignó a dar al menos una pincelada de información. Escuchó atentamente las opiniones de todos y se alegró de que, por fin, se estableciera un diálogo en el grupo. Tras la última intervención del Aasamir, Adriana tomó la palabra
- Me inclino a pensar que, para ellos, solo somos algo útil pero prescindible - dijo con la tranquilidad de alguien que, simplemente, expone algo evidente - Nadie nos echará de menos si no logramos volver de allí con vida; de hecho me atrevería a afirmar que, en algunos casos, puede que sea precisamente lo que deseen - pensó en sí misma y en el Capitán Bastianes. Acto seguido, se dirigió al kenku: - Pero como bien dices, el tiempo nos mostrará cuáles son sus verdaderas intenciones; al fin y al cabo, aunque nos traten como... despreciables criminales, cada uno de nosotros posee ciertas habilidades que estoy segura que no han pasado por alto para enviarnos a esta misión. No todo lo que parece una desventaja lo acaba siendo si sabes cómo manejarla - dijo, respondiendo al comentario del Aasamir, y esperando pacientemente a que el elfo de los bosques diera más información sobre la comitiva élfica.
"Hay una grieta en todo, así es como entra la luz"
[Acantilado]
Escuchar el nombre de Cassandra en la melodiosa y dulce voz de la elfa parecía un bálsamo para sus oídos. Asintió despacio a su pregunta.
- Era la hija del primer matrimonio de Lord Voltimer Greystone, de Baldur’s Gate. Ella era dos estaciones mayor que yo pero no le importaba - A la elfa le resultó curioso que el joven humano le diera importancia a algo tan nimio, para los elfos con sus largas vidas eso carecía de importancia
- Nos amamos si, pero yo no la perdí - por un instante Adriana siente cierta fuerza en la voz de Godric, cierta energía que aún se rebela contra algo que ha ocurrido como si pudiera cambiarlo. Pero es solo un espejismo que se rompe al quebrarse su voz y caer el joven de rodillas al borde del acantilado.
- Me fue arrebatada y yo... yo no pude salvarla... no pude... - Los sollozos impiden que Godric continúe, de rodillas, mirándose las manos como si fueran herramientas rotas la elfa supo que no podría obtener nada más del traumatizado chico.
Tan solo asintió cuando le pregunto si quería estar solo y, aunque la preocupación de que saltara al vacío volvió a pasarse por su mente optó por darle espacio.
Su fe se vio recompensada cuando, al ir a adecentarse, vio que Godric llevaba dos cubos de agua del pozo al barracón.
- He pensado que nos vendría bien - dice tímidamente a Khalion, TOC-TOC y Adriana.
[en la cena]
Tras escuchar a sus compañeros de condena Godric dice:
- Vamos a por el aceite de la fortaleza, portamos las cintas doradas. Sabrán que trabajamos para la Corona aunque quizá el no pertenecer directamente a las tropas aquí acantonadas alivie alguna tensión. - se enconge de hombros y vuelve la mirada a su plato, lamentando el haber abierto la boca pues su aportación le parecía carente de sentido.
PbP Character: A few ;)
-Eso tendrás que preguntárselo a ellos- contestó el druida al kenku. - Y para ellos somos despreciables crimínales, algunos ,-mirando a la elfa - más que otros. Y prescindibles, pero fuera de aquí nadie sabe que estamos “al servicio” de La Corona y nadie tiene porque saberlo.- Dice señalando las cintas que sus compañeros de mesa llevan el brazo y que el no porta.- Lo mismo el capitán no quiere que las tropas del fuerte entren directamente en la ciudad, aunque sería la forma más efectiva de conseguir el aceite.
-Yo por mi parte me muero de ganas de salir de aquí y -con una sonrisa siniestra en el cara- si además tenemos la opción de ver a alguno de los alquimistas, mejor que mejor.
-Nada han dicho de la integridad de los alquimistas- contestó divertido al druida -así que mientras cumplamos el encargo en mi no encontrarás obstáculo. -mirando la cinta dorada concluyó refiriendose a las palabras del joven clérigo.- Cualquier olor a púrpura mas que una llave será un inconveniente.
Leobald se limpió los labios educadamente y observó a sus compañeros en silencio. Carraspeó.
—Es la primera vez que nos sentamos como personas, alrededor de una mesa —habló pausadamente—. Quizá sea menester conocernos un poco si hemos de colaborar en esta empresa ¿no os parece? Hasta ahora nos han presentado por nuestros errores. Todo el mundo tiene derecho a ser mejor persona —se detuvo un momento reposando su triste mirada en todos ellos—. No es necesario mentar el pasado, definámonos por nuestros actos de aquí en delante. En fin, me refiero a lo que cada uno puede aportar a este singular grupo. Nuestras fortalezas. ¿Alguien quiere empezar?
El caballero dedicó un sonrisa amable y cansada al resto.
Ash el guerrero — Dragon's Hoard (Spanish)
Leobald el caballero — Death and Pain at Saltmarsh (Spanish)
Keeper — Vigilantes en el Cielo (Spanish)
Remington Wizz — Shadow of the Dragon Queen (Spanish)
[En el comedor durante la cena]
La cena prosiguió tras el brindis en un tono más animado, las diferentes mesas comenzaron a alzar la voz y las risas inundaron el gran salón mientras las jarras se vaciaban lentamente. Sólo una jarra por turno de comida hacía que fuera estatégicamente racionada por los soldados y de paso evitaba una embriaguez no deseada por su alto capitán. TocToc aprovechó para intentar escuchar que se fraguaba entre los diferentes comensales intentando extraer algo de información o rumorología útil para su futuro inmediato, pero no hubo demasiada suerte, el algarabío era bastante caótico, y los únicos retazos que conseguía escuchar con claridad no aportaban nada revelador para él.
La suculenta sopa dejó paso a unos costillares cocinados en su propios jugos, con un aromático olor a brasas y tomillo. Sin duda la logística para alimentar tan bien a todo el personal del asentamiento militar era más que loable, y los cocineros parecían disfrutar de su profesión proveyendo de platos bien sazonados y elaborados, nada parecido a lo que se esperaría de un enclave de este tipo, donde un rancho a base de patata machacada y poco más debería ser lo habitual.
Debido a que el siguiente turno tenía también su horario, todos los soldados comenzaron a levantarse al pasar aproximadamente una hora, cuando el grupo se dispuso a levantarse también y salir por la puerta, puesto que eran los más cercanos a la salida, la sombra de Bastianes apareció de la nada entre el bullicio y les hizo una señal para que esperasen. Se situó a la altura de su mesa y tras dedicar una inquisitiva mirada a los que habían probado el alcohol la noche antes de una misión, comenzó a hablar en un tono suficientemente alto para que le oyeran ellos, pero no lo suficiente como para que atravesara el ruido de fondo de soldados desplazándose y hablando.
- Mañana os quiero en la puerta Norte al alba, ya listos y con todo lo que necesitéis empaquetado, ... La misión no debería demoraros demasiado, pero si aún así tenéis problemas y necesitáis más tiempo, alojaron en la posada "La cabra de mimbre", pertenece a un antiguo compañero y veterano que sirvió hace mucho tiempo a la Corona, no deberíais tener problemas allí, además el pago de los servicios de alojamiento se pasarán directamente a la cuenta de "Ghostfinger". Me gustaría que aprovecharais si veis allí a Manistrad, y que le saludéis de mi parte, es un activo increíblemente valioso para el funcionamiento de todo... todo lo que nos rodea ... y hay que mantenerla contenta. Por alguna razón le gustan este tipo de detalles.
Tras sus palabras se ajusta la capa y se dispone a retirarse, pero en el último momento se da la vuelta para dar unas últimas directivas.
- Creo que no hace falta recordarlo, pero lo haré de todos modos, no os desviéis de las carreteras y caminos reales, están bien vigilados y son seguros. Si os movéis por libre, pronto daréis de frente con algún "contratiempo" del que a lo mejor no podéis salir.
Tras dedicar una última y seria mirada, que pasa por todos los presentes, abandona el comedor a paso rápido.
" ¡Oh la Oscuridad...! "
[Durante la cena]
Tras el silencio inicial, Leobald asintió.
—Muy bien, supongo que justo es que rompa el hielo yo mismo. Mi nombre es Leobald Tenhall, fui educado al abrigo de Tyr y algunas de las mejores espadas y mentes más brillantes de la Corona —suspira para si—. Perdonad, parece que fuera la vida de otro. En cualquier caso, pongo sobre la mesa mi humilde habilidad en combate y mis conocimientos en medicina, historia y diplomacia. Hace tiempo fie mis esperanzas en Tyr y la Corona, pero el tiempo me ha hecho ver que los hombres hemos de salvarnos a nosotros mismos.
Sus últimas palabras destilaban pesar. Miró a los demás esperando que alguien tomara el testigo.
Ash el guerrero — Dragon's Hoard (Spanish)
Leobald el caballero — Death and Pain at Saltmarsh (Spanish)
Keeper — Vigilantes en el Cielo (Spanish)
Remington Wizz — Shadow of the Dragon Queen (Spanish)
[la cena]
-Bien abuelo- resonó la voz del aasimar bajo al máscara.- Khalion, de por aquí cerca, -prosigió- hago encargos como el encomendado cuando los cortesanos no quieren ensuciarse las manos. Trabajo solo - dijo mirando hacia el resto.-no me apetece hacer de niñera, así que espero que cada uno haga lo que sepa. Hábil acero, pero en mi caso, no podría decir que haya aprendido de las mas brillantes mentes y espadas de la corono.- concluyó riendo bajo la máscara, quizá recordando la calaña con la que antaño se codeaba.
La última charla de Bastianes le hizo pensar. "No os desviéis de los caminos reales" decía.. justo por donde nunca iba. Cuando entraba el siguiente turno de comensales Khalion se llevó consigo el plato de asado para comer ageno a miradas curiosas, mas tranquilo y por supuesto, sin máscara.