La brisa era algo más intensa en los lindes del asentamiento militar que daban al escarpado acantilado, produciendo que los ropajes de ambos ondearan danzando alrededor de sus cuerpos. El olor a salitre y el sonido de las aves les acompañó durante los primeros momentos hasta que acostumbraron a sus sentidos a ignorarlos. La vista era magnífica desde allí, a pesar de los cientos de metros que los separaban del mar en caída libre. Un paisaje costero se perdía en la distancia pintando diferentes tonos de azul y verde en un lienzo que se fundía con el mismo cielo. Varias embarcaciones de diferentes tamaños e inflamados velajes se atisbaban en la distancia, algunas con ondeantes banderolas de diferentes puertos salpicando el horizonte.
Desde su ángulo, podía ver como los irregulares riscos que caían a plomo hasta el mar, estaban ocupados por multitud de nidos de aves de presa, probablemente halcones pescadores, que habían desplazado a cualquier otro tipo de pájaro marino. Si levantaban la vista, podían ver el faro en toda su envergadura, elevándose desafiante, y en su punto más alto, la llama de tono azulado seguía ardiendo incluso durante el día, aunque era más difícil de vislumbrar debido a que poseía prácticamente el mismo color del firmamento.
Algo llamó la atención de la pareja durante su paseo, en un lateral y cerca del borde mismo del abismo, unos tenderetes de largos correajes portaban todo tipo de telas y vestimentas, desde sábanas, hasta manteles, pasando por uniformes y ropas de trabajo. Con el balanceo otorgado por el mismo viento, todas las hileras se agitaban en sincronía, como improvisadas banderas multicolores. Cerca de esa zona, se habían construido varias redes izadas sobre mástiles de madera clavados a favor del viento en los lindes del acantilado, con objetivo de capturar cualquier prenda que volara libre si una corriente demasiado fuerte las arrancara de los tenderetes.
Allí un par de sirvientas trabajaban duramente sacando mantelerias de grandes cestas y colgándolas de las resistentes maromas concentradas en su trabajo y ajenas a la presencia de ambos caminantes. En sus brazos se podía ver claramente señales de profundas cicatrices, y sus rostros mostraban rasgos de una edad mucho más avanzada de la que deberían.
Leobald siguió al mago en silencio, tratando de no importunar. Solo cuando finalmente Julius le dio pie, expuso calmadamente el motivo de su visita.
—Dulce agua Maestro Julius—saludo cortesmente en élfico—, anoche me percaté de os sobran los volúmenes y me preguntaba si quizá me estuviera permitido consultar algunos —dijo yendo al grano— nada arcano desde luego. Historia, geografía, literatura, lo que os parezca bien. Encuentro cierta paz en las letras y por otra parte conozco Saltmarsh salvo de oídas. Nos convendría entender a los locales si vamos a movernos entre ellos. Tengo entendido que es un foco de tiranteces para con la Corona. ¿Quizás hay algo sobre Saltmarsh que pueda contarme un Mago de Batalla como vos?
Bocarriba, saboreando el matiz metálico de la sangre en boca, no desperdiciaba un pensamiento en lamentarse. La paliza era soberana, y contusiando no conseguía que sus piernas respondieran. Por sus venas corría sangre poderosa, codiciadas por muchos, que le permitían una discreta sanación, pero a la que debía la vida alguna que otra vez en el pasado. Cuando trató de curarse, sin embargo, aquel lugar de entrenamiento se lo impidió. La sonrisa entonces tornó en carcajada, una, que sonó débil y tenebrosa bajo la máscara. Por casualidad había encontrado un lugar de paz donde sus debilidades eran inútiles.
Ayudado por mas soldados a salir del círculo confirmó que aquella zona de privación mágica al sentir como aquel desasosiego desaparecía. Con la mano colocada allí donde el castigo había sido mas crudo ejerció su poder divino, hasta notar cierta mejoría, leve, suficiente para incorporarse aunque sin apenas aire por culpa de las "demasiadas" costillas rotas y acercarse al soldado que le había sometido.
-Sin rencores- pudo decir entre alguna tos sanguinolenta. Se retiro las correas de la máscara y permitió al guerrero que se cobrara su victoria. Los profundos ojos azules sin pupilas se clavaron en el humano, mientras el Aasimar le tendía la mano.- el enano no va a estar contento de como has dejado su armadura..-intentó reir pero la tos pudo mas.
Bastante magullado, volvió a colocarse la mascara y recogió sus armas camino de los barracones. No había conseguido información, pero esa noche iba a dormir con su interior mas apaciguado, sin duda.
TocToc asintió a las palabras de Targos. - Las quiero solo para la misión, creo que serán una buena carta de presentación para las gestiones que tengamos que hacer. Presentarnos con ajados ropajes de esclavos no... daría una imagen confiable. Gratitud.- Replicó a Targos cogiendo las ropas. - Creo que me valdrán, no hace falta que me las pruebe, de todas formas nadie sabe muy bien como vestir a un Kenku. La devolveré después de la misión. - Después se dió media vuelta y se alejó. - "Exóticos".. hmm... lo recordaré. - Sus últimas palabras tenia una carga emocional más intensa, de las promesas que se hacen en situaciones de vida o muerte.
Se dirigió a los barracones donde empezó a cambiarse intentando ajustar las ropas a su cuerpo de kenku, a dejar los emplumados brazos descubiertos, las garras sin los zapatos, el cinturon apretado par que la ropa se ajustase mejor y no se callese al suelo. - Ah... maldición, artefacto del diablo... - Se quejo varias veces hasta que solucionó su problema.
Toc-toco acudió a los barracones a probar sus nuevos ropajes. Encima de la mesa podía verse los restos del desayuno. Se dirigió a su cama y cuando estaba a mitad de desvestirse pudo apreciar algo extraño. Junto a una de las esquinas en un recoveco había un roedor muerto, su aspecto le llamó la atención. Cuando se acercó a el para apreciarlo más de cerca, pudo ver que parte las arañas que custodiaban casi amontonadas el techo estaban en suelo sin vida como pequeñas uvas pasas. Al ver la rata de cerca, esta se encontraba del mismo modo. La piel estaba reseca como el cuero y su delgado cuerpo sacaba a relucir una situación parecida a la de las arañas. Sin mucho más señales en el entorno, toc-toc continuó vistiéndose.
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"Esta perfecta melodía que acompasa y guía mi movimiento es la voz de mi compañera Aegnor"
Gowther Irerath, El'Tael de los Fragmentos Extraordinarios.
La fresca brisa marina le sentó bien a Godric. Mientras caminaba en silencio al lado de la elfa dejó que su mirada se perdiera por el bello horizonte. Sus ojos siguieron un barco de velas blancas que navegaba hacia el sur. En aquella dirección se encontraba... su pasado. Las heridas eran demasiado recientes, demasiado profundas. Ssupiró y al bajar la mirada apesadumbrado se fijó en la colada y en las sirvientas que se afanaban en tender los manteles de la guardia. El trabajo al sol y al inmisericorde aire marino se cobraba su precio en la piel de las mujeres, pero le llamó la atención las cicatrices que recorrían sus brazos.
De manera casi imperceptible, pero que no escapó a los finos sentidos de la elfa, dijo para sí mismo.
- ¿Me pregunto cómo se habrán hecho esas heridas? -
La visión de las sirvientas, junto con la de los desdichados ayudantes de la forja antes, comenzaba a preguntarse si las severas leyes del Reino que había defendido en el pasado no eran demasiado severas para los más desfavorecidos.
El hechicero asintió ante las palabras del caballero y se dirigió hacia una de las estanterías que adornaban la hexagonal cámara, una vez allí empezó a ojear diversos tomos de aspecto bastante antiguo aunque delicadamente cuidados. La luz proyectada por las estratégicamente repartidas antorchas y el pebetero central, provocaba largas sombras son su figura, dándole un aspecto algo fantasmal y oscuro.
- La colección de volúmenes históricos pertenece a Bastianes, es un ávido lector y coleccionista de estas rarezas, especialmente los referidos a la historia de Cormyr. Estoy seguro que no le importará si le cojo uno "prestado"... De hecho, si en vuestras "misiones" dais con alguno, estoy seguro que sería un perfecto regalo para el alto capitán.
Julius parece dudar entre varios tomos, y finalmente se decide por uno encuadernado el un lujoso terciopelo azul, con un elaborado dragón púrpura labrado en su frontal. "Grandes batallas del antiguo reino" parece titularse y viene firmado por un tal "André de Vientogris". El mago vuelve sobre sus pasos hasta llegar de nuevo al lado de Leobald, y le tiende el libro de un tamaño manejable pero nada despreciable. Al hacerlo, parte de la manga de la túnica de éste, se retira al estirar su antebrazo dejando ver de nuevo los arcanos tatuajes que parecen cartografiar su cuerpo.
- En cuanto a Saltmarsh, en efecto hay varias facciones en liza. Las hay de todo tipo, más influyentes y a tener en cuenta, o más secundarias que pueden ser ignoradas de momento. Prefiero que descubráis por vosotros mismos lo sucede por allí y como actuar en consecuencia. La única que debe preocuparos de momento son los llamados "Tradicionalistas", se componen de una alianza de familias pescadoras y mercaderes, así como sus trabajadores y todos los que dependen de ellos para vivir. Son gente de miedos y rencores, con una selectiva memoria histórica, aún recuerdan los tiempos donde los príncipes piratas asaltaban sin impunidad alguna toda la costa, azotando y llenando de numerosas víctimas su agenda personal. Están más que dispuestos a no permitir que la "ambición" de la corona retome el conflicto contra ellos a gran escala si se da el caso, y prefieren mantener a toda costa el status quo actual en su ciudad. Como entenderás, que la corona esté retomando posiciones en toda la región, e imponiendo sus leyes y sus hombres, no les hace gracia. Cuidado con ellos
Tras una breve pausa, Julius señala a la puerta con toda la diplomacia que torpemente consigue reunir.
- Si me disculpáis, ahora tengo importantes asuntos que tratar.
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Mientras acababa de de ponerse el atuendo de forma satisfactoria las pequeñas alimañas muertas permanecieron en su conciencia, inquietantes. Al fin, TocToc dió un par de tirones para asegurarse de que las ropas estaba bien amarrada y satisfecho se aproximó a la rata muerta para examinarla con algo mas de cuidado... En su entrenamiento como guardabosques de su adolescencia le enseñaron a prestar atención a las pequeños detalles que no cuadraban ya que siempre eran indicativos de algo más.... Las criaturas muertas desde luego lo eran.
Adriana cerró los ojos para disfrutar en toda su plenitud del viento húmedo azotando su rostro y los cálidos rayos del sol penetrando en su piel. Por primera vez en días volvió a sentirse viva y en un estado de confortable calma. Le resultaba agradable pasear con Godric. No estaba acostumbrada a silencios tan prolongados, pero su sola presencia familiar le aportaba cierta seguridad en aquel lugar desconocido y amenazante. Sus temores ante un posible intento de suicidio por parte del humano se habían disipado por completo y se centró en disfrutar del paisaje y la tranquilidad que desprendía.
Tras dedicarse esos momentos para sí misma, observó con más interés los detalles de aquella vista: los barcos surcando las aguas, el tendedero con las improvisadas banderas multicolores ondeando al viento y las mujeres que se afanaban en la ardua tarea de la lavandería. Fue en ese momento en el que Godric rompió su silencio musitando un comentario sobre las sirvientas que, aunque había sido formulado para sí mismo, la elfa utilizó para iniciar una conversación. Sin duda aquellas cicatrices no pasaban desapercibidas.
- ¿Crees que las heridas se las provocaron aquí?- comentó sin tapujos - parecen tan cansadas y envejecidas... igual que las mujeres que acudieron esta mañana al barracón - dijo con cierto deje de tristeza - deben estar cumpliendo su propia condena, pero esas cicatrices... me pregunto cuáles habrán sido sus pecados para merecer semejante violencia - dejó la pregunta en el aire, sintiendo un escalofrío al pensar que ese hubiera sido su destino de haber cumplido cadena perpetua en el fortín - Te recuerdo de la corte - soltó de pronto, cambiando radicalmente de tema y aprovechando la intimidad que les brindaba aquel paseo - recuerdo el emocionante acto de condecoración de La Corona tras finalizar la guerra - volvió a mirar hacia el horizonte, con el corazón encogido de añoranza - ahora todos aquellos momentos se me antojan tan lejanos, tan irreales... parece que sucedieron en otra vida... pero me alegra tener caras conocidas a mi alrededor que me recuerden de dónde provengo- dijo lanzándole una sonrisa cómplice que pretendía transmitir confianza.
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"Hay una grieta en todo, así es como entra la luz"
- No lo sé... parecen antiguas - responde Godric refiriéndose a las cicatrices - pero no me había fijado en lo que dices de la edad. -El joven se inclina peligrosamente por el borde, intentando ver mejor el rostro de las lavanderas. - Llevas razón... esas manchas en la piel se suelen dar en personas de más edad de la que deberían tener estas mujeres... -Godric se quedó meditando durante unos instantes hasta que la elfa cambió radicalmente de tema. Le sorprendieron tanto sus palabras que casi saltó sobre sus pies. - ¿Estabas allí? -se puso rojo como un tomate, en particular sus orejas parecían a punto de estallar. La elfa tuvo que reprimir una sonrisa al recordar que, cuando fue condecorado, tenía el mismo aspecto. - Yo... bueno... aquello era un acto general... yo.. no hice nada especial... sólo intentaba ayudar... No sabía que estabas allí... disculpa... aquella fue la noche que... -sus últimas palabras mueren en su garganta y el brillo de sus ojos se apaga de nuevo superado por una tristeza insoldable.
- Estaba allí - aseveró con orgullo y con una sonrisa divertida al ver la reacción del joven - suelo... solía- remarcó la palabra a propósito, intentando obligarse a utilizar el pasado - acudir a estos eventos con la comitiva de La Reina, era parte de mis obligaciones. Y he de reconocer que me encantaban- la rebosante emoción que parecía sentir al recordar esos momentos se tornó en preocupación al reconocer la contrariedad y la tristeza de nuevo en las palabras y el rostro de Godric - vaya, disculpa de nuevo si te he importunado, no era mi intención remover recuerdos dolorosos- le dijo acariciándole suavemente el brazo, como un acto reflejo, intentando mostrar apoyo al joven. Su reacción la pasada noche y ahora esta dejaban claro que algo profundamente doloroso torturaba su alma - todos debemos cargar con nuestros propios demonios pero, si compartirlos con alguien te ayuda a sentirte mejor, puedes hablar conmigo cuando quieras - se ofreció sin insistirle, sabiendo que quizá era demasiado pronto para que confiara en ella, o demasiado pronto para que fuera capaz de convertir en palabras su tormento.
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"Hay una grieta en todo, así es como entra la luz"
De vuelta al fortín, resguardada ahora del viento húmedo del acantilado, Adriana sintió con más vehemencia el calor del sol que penetraba su piel. Sudorosa y con olor a salitre, paseó en soledad por el complejo, observando a sus gentes y su actividad diaria, impregnándose de sus sonidos y sus olores característicos, recibiendo las miradas de suspicacia o indiferencia de todos los que merodeaban por allí, ajetreados en sus quehaceres. Se detuvo delante de las caballerizas, sin atreverse a acercarse demasiado. Sabía que era uno de los lugares a los que no se podía acceder sin invitación pero, sin duda, era el que más le llamaba la atención. Fantaseó con la idea de poder atender, cepillar y acariciar a los animales. En la corte disfrutaba mucho de estos menesteres aunque hubiera personal de sobra asignado a ello. Añoró sus paseos a caballo por los bosques del reino y la libertad que le confería esa actividad. Quizá más adelante podría pedirle al Capitán permiso para ayudar en las caballerizas.
Justo en el momento en el que se disponía a marcharse, su mirada se posó sobre la puerta del almacén en el que les habían provisto de los pertrechos para su nueva misión. Después de dudar unos momentos, se dirigió a ella con determinación, abriéndola y asomándose al recinto, recibiendo con alivio la sombra que la resguardaba del calor exterior.
- ¿Hola? - preguntó sin atreverse a traspasar la puerta por completo hasta recibir respuesta.
Cuando Adriana entró por la puerta con su dubitativo saludo, esta vez Targos se encontraba en la parte delantera del almacén repasando detenidamente el inventario. La presencia de la pelirroja hizo fluctuar su atención de aquella aburrida tarea a algo más... interesante. Del mismo modo que con Toc-toc, Targos esbozó una sutil sonrisa al notar su presencia. Dejando a un lado los documentos con los que estaba trabajando, rodeó la barra de madera y solo cuando llegó al nivel de Adriana le respondió:-Hola.-Esos silenciosos instantes antes de alcanzar su posición, la manera en la que se acercó a la elfa y la forma de saludarla parecían mostrar en Targos cierto... agrado-¿Hay algo que pueda hacer por vos?-Acabó diciendo mientras la miraba con activa curiosidad. A diferencia de otros lugareños, Targos no mostraba rechazo alguno por ellos. Más bien todo lo contrario...
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"Esta perfecta melodía que acompasa y guía mi movimiento es la voz de mi compañera Aegnor"
Gowther Irerath, El'Tael de los Fragmentos Extraordinarios.
La elfa esbozó una tenue sonrisa cuando Targos se acercó a ella, aliviada al encontrar al agradable humano en el almacén; se preguntó si no sería solo una pose estudiada. Atravesó por completo la puerta al sentirse bienvenida y dirigió su mirada por la amplia estancia repleta de objetos - Me preguntaba...- dijo vacilante y un poco nerviosa - no sé si he venido al lugar adecuado y no sé si se me permite esta petición pero... - con un gesto automático, se retiró un mechón de pelo sudoroso de la frente y le miró directamente - ¿sería posible conseguir un... peine? - su consulta sonó más como un ruego y su tono de voz casi una disculpa, manteniéndose expectante ante la reacción del humano.
Al oír la petición de la refinada elfa observó con detenimiento su cabello. Lleno de nudos y en encrespado en parte por el clima húmedo de la costa y en parte por el desdichado destino que había sufrido en el último tiempo.-¿Un peine?-Dijo para si mientras no dejaba de sonreír. -Tengo algo mejor para ti pero...-dijo dejando la palabra en el aire con la intención de acaparar cierto suspense-Creo que el alto capitán no dio orden alguna en este sentido.-Como si de un monólogo se tratara y cuando parecía que negaría su petición, hizo un giro a su discurso-¿pero qué sabrá el de estas cuestiones? ¿Verdad?-Sus preguntas no esperaban ser respondidas- En este mundo las apariencias te pueden posicionar en un lugar o en otro. Por tus refinadas maneras y tu aspecto, apuesto a que estás más que familiarizada con lo que digo.-Acudiendo a uno de los estantes que tenía detrás de la barra.-Independientemente de que lo practiquemos de un modo más o menos activo. TODOS nos vemos influenciados por un bello rostro o unas buenas maneras.-Se giró de nuevo hacia ella-Por suerte para ti, tengo algo más que un peine.- Sacó un refinado peine cuyas miles de cerdas se disponían con la consistencia suficiente de peinar su larga caballera sin provocar desagradables tirones indeseados. Además, puso encima de la barra un tarro de cristal con un extraño polvo.-Con este peine podrás evocar mejores tiempos para tu pelo. No queremos que tu imagen exterior sea tan horrenda como dicen que fueron tus supuestos actos, ¿verdad?-Entonces cogió el tarro y quitó el tapón del mismo-Este artículo es... especial. Puedes estar contenta, los alquimista no solo trabajan dispensando combustible para el faro-Acercando el tarro abierto a su nariz Adri pudo sentir la primavera. Una mezcla estudiada de diferentes flores podía ser identificadas en su olfato.-Con una cantidad no superior a una cucharadita podrás asear tu pelo sin necesidad de agua alguna. Ese cabello grasiento y encrespado quedará lacio y perfumado. Pero cuidado con los posibles amoríos-Acabó diciendo con cierta picaresca. Tras esto, cambió el curso de la conversación a cuestiones "financieras"-Entiendo que ahora no posees nada con lo que estés dispuesta a pagarme-Dijo generando una aparente incomodidad-Aunque para nada querría al tuyo si lo ofreces con desagrado. Hace tiempo que opté por las transacciones de mutuo acuerdo. Por ello, por ahora te apuntaré en mi lista de "morosos" y guardaremos este secreto entre nosotros. Ya hablaremos más adelante cómo podremos zanjar esto.
Tras una búsqueda infructuosa por el campamento TocToc se dio por vencido... parecía que el druida no deseaba ser encontrado. O quizás se hubiese fugado, los druidas podían transformarse en seres, con alas que podían volar. Como podían haber pasado este hecho por alto el alto capitán.... o el mago a su servicio. Una familiar y desagradable sensación de inquietud le recorrió la espalda. ¿Al fin vería la crueldad del alto capitán que se intuía en las sirvientas? O seguiría duchándoles en privilegios y comodidades. Al regresar a los barracones observó a Khalion. Se preguntó a que se debía su mal aspecto y aprovechando la oportunidad para formar lazos que más adelante podrían ser de utilidad se acercó a él con un cuenquillo lleno del fresca agua de que disponían.
- No tiene buen aspecto, me temo que no puedo hacer nada por el - Dijo con una triste entonación algo fatídica. - Tras darle el agua comentó lo que hubiese querido comentar al druida si hubiese aparecido. - Es algo extraordinario! Ven te lo enseñare! - Finaliza con voz algo excitada ignorando el hecho de que posiblemente Khalion preferiría permanecer en la cama.
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[Medio día y tarde]
Un pequeño rugido proveniente de su estomago sacó al druida de sus pensamientos sobre la elfa y sus palabras, es hora de ver si podemos encontrar algo por aquí que poder llevarnos a la boca sin tener que depender del buen capitán. Para alguien poco acostumbrado a la vida al aire libre, la extensión del campamento podía parecer yerma , pero para unos ojos experimentados no era así. El druida buscó cerca del acantilado y de las caballerizas buscando quizás algún nido y alguna raíz comestible.
Survival:19
Un par de nidos y unos musgos, que si bien no eran muy sabrosos sí nutritivos, perfecto, pensó, mientras recogía el musgo y un huevo, el resto podían venirle bien en los próximos dias.Una vez satisfecho su apetito, el druida se dirigió hacia la zona de entrenamientos y buscó una zona donde poder practicar con el arco, hacia días que no disparaba y no quería perder la práctica. En una zona delimitada Dentro del área de entrenamiento y un poco apartada de donde practicaban con armas cuerpo a cuerpo, había dispuestas un par de balas de paja pegadas a la muralla con claros signos de impactos de flechas en ella. Sin perder tiempo se dirigió hacia allí y buscó a alguien que pareciese estar al mando. Al ser la hora de la sobremesa el campo estaba vacío por lo que son un encogimiento de hombros Mablung decidió ponerse a disparar, esa zona no se la habían vetado como el resto. Con un poco de suerte aparecería alguien más tarde para poder practicar igualmente con la cimitarra.
Adriana persiguió meticulosamente con la mirada los movimientos de Targos detrás del mostrador, escuchando su monólogo, primero con cierto temor ante su posible negativa y las consecuencias si el Capitán era informado de su petición, y después con alivio al comprobar que aquel hombre cedía ante su necesidad. Asintió con la cabeza varias veces suscribiendo todas sus palabras y le lanzó una mirada pícara e interrogativa; daba la impresión de ser un hombre de mundo, acostumbrado a codearse con la clase alta, de gustos refinados y movimientos elegantes. Se preguntó cómo habría acabado allí, en el almacén del fortín de una cárcel. ¿Habría sido él también un condenado que se había ganado el favor de Bastianes?
En el momento en el que mencionó sus horribles actos, Adriana desvió la mirada avergonzada, pero por primera vez alguien le ofrecía el beneficio de la duda; agradeció el gesto en silencio y musitó refiriéndose al aspecto de su cabello - Cierto, eso sería... de gran ayuda - para, acto seguido, dirigir toda su atención al pequeño tarro de cristal que se destapaba frente a ella. El aroma a primavera inundó sus fosas nasales, provocando que cerrara los ojos y se transportara a un frondoso bosque plagado de flores aromáticas. Escuchó con atención las instrucciones de su uso; conocía este tipo de preparados, pero nunca había tenido necesidad de utilizarlos.
Con cierta incomodidad por no disponer de dinero ni bienes materiales para pagar tan preciados objetos, Adri se dirigió a Targos para tratar el tema de la deuda - Te estoy profundamente agradecida por esto - dijo observando el peine y el frasco - y por el detalle de suministrármelos sin el permiso del Capitán; no es mi intención desobedecer sus órdenes y sé que no daría su aprobación pero... aunque pueda parecer superficial para la mayoría, estoy segura de que entiendes mi necesidad- torció ligeramente el gesto y prosiguió - Efectivamente, me temo que ahora mismo no dispongo de ningún bien material, ni tan siquiera monedas que ofrecerte, pero prometo recompensarte en cuanto tenga ocasión - nunca se había enfrentado a una situación como esta, por lo que se sentía un poco perdida ¿una promesa era suficiente en estas circunstancias? lo dudaba, pero sentía la urgencia de transmitirle su firme propósito de saldar la deuda contraída lo antes posible - Como sabes, mañana partimos hacia Salmarsh, quizá a la vuelta posea algo que pueda interesarte. Mientras tanto, guardaré el secreto y seré cautelosa, no quiero arriesgarme a levantar sospechas - con absoluta delicadeza, guardó el peine y el frasco en la mochila que el mismo Targos les había proporcionado horas antes - Gracias de nuevo - le dijo con una amplia sonrisa antes de abandonar el almacén - nos veremos a la vuelta - y se encaminó hacia los barracones con un sentimiento pleno de satisfacción, sin dejar de cavilar sobre aquel curioso hombre y su extraña pero agradable actitud cómplice.
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"Hay una grieta en todo, así es como entra la luz"
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[Barracones]
Recostado, inmóvil, sobrellevando las costillas fracturadas se encontraba el ahora reo Khalion. Soldado de fortuna hermanada con aquella extraña tropa entre los que destacaba un Kenku. Adoraba dar de comer a los pájaros, pues no hablan, pero este no solo lo hacía, sino que era un repertorio extenso de acentos y entonaciones. Se preguntaba, divertido, como serían los pensamientos de aquel ser.. nada aburrido, eso seguro.
Agradeció el trago ofrecido con sus ya habituales dos dedos a la altura de la ceja. -Gracias- dijo serio, levantando lo justo las máscara para liberar su boca. Hasta la acción de beber le supuso un terrible pinzamiento en el costado. Lo saboreo, entre toses, sabiendo que sus capacidades regeneradores pronto sanarían sus lesiones. En dos tiempos consiguió levantarse, vale de descansos, y se acercó allí donde Toc Toc le llevaba. Una rata, arañas. Imaginó que el hombre-ave conocía de los hábitos alimenticios de los Aasimar lo mismo que Khalion sabía de los del Kenku. Viéndole entusiasmado y con le aire justo economizó sus palabras. -Yo no me lo desayunaría- le dijo mientras miraba alrededor del animal si quedaba algún rastro de veneno o sustancia.
[Godric y Adri en el acantilado]
La brisa era algo más intensa en los lindes del asentamiento militar que daban al escarpado acantilado, produciendo que los ropajes de ambos ondearan danzando alrededor de sus cuerpos. El olor a salitre y el sonido de las aves les acompañó durante los primeros momentos hasta que acostumbraron a sus sentidos a ignorarlos. La vista era magnífica desde allí, a pesar de los cientos de metros que los separaban del mar en caída libre. Un paisaje costero se perdía en la distancia pintando diferentes tonos de azul y verde en un lienzo que se fundía con el mismo cielo. Varias embarcaciones de diferentes tamaños e inflamados velajes se atisbaban en la distancia, algunas con ondeantes banderolas de diferentes puertos salpicando el horizonte.
Desde su ángulo, podía ver como los irregulares riscos que caían a plomo hasta el mar, estaban ocupados por multitud de nidos de aves de presa, probablemente halcones pescadores, que habían desplazado a cualquier otro tipo de pájaro marino. Si levantaban la vista, podían ver el faro en toda su envergadura, elevándose desafiante, y en su punto más alto, la llama de tono azulado seguía ardiendo incluso durante el día, aunque era más difícil de vislumbrar debido a que poseía prácticamente el mismo color del firmamento.
Algo llamó la atención de la pareja durante su paseo, en un lateral y cerca del borde mismo del abismo, unos tenderetes de largos correajes portaban todo tipo de telas y vestimentas, desde sábanas, hasta manteles, pasando por uniformes y ropas de trabajo. Con el balanceo otorgado por el mismo viento, todas las hileras se agitaban en sincronía, como improvisadas banderas multicolores. Cerca de esa zona, se habían construido varias redes izadas sobre mástiles de madera clavados a favor del viento en los lindes del acantilado, con objetivo de capturar cualquier prenda que volara libre si una corriente demasiado fuerte las arrancara de los tenderetes.
Allí un par de sirvientas trabajaban duramente sacando mantelerias de grandes cestas y colgándolas de las resistentes maromas concentradas en su trabajo y ajenas a la presencia de ambos caminantes. En sus brazos se podía ver claramente señales de profundas cicatrices, y sus rostros mostraban rasgos de una edad mucho más avanzada de la que deberían.
" ¡Oh la Oscuridad...! "
Leobald siguió al mago en silencio, tratando de no importunar. Solo cuando finalmente Julius le dio pie, expuso calmadamente el motivo de su visita.
—Dulce agua Maestro Julius —saludo cortesmente en élfico—, anoche me percaté de os sobran los volúmenes y me preguntaba si quizá me estuviera permitido consultar algunos —dijo yendo al grano— nada arcano desde luego. Historia, geografía, literatura, lo que os parezca bien. Encuentro cierta paz en las letras y por otra parte conozco Saltmarsh salvo de oídas. Nos convendría entender a los locales si vamos a movernos entre ellos. Tengo entendido que es un foco de tiranteces para con la Corona. ¿Quizás hay algo sobre Saltmarsh que pueda contarme un Mago de Batalla como vos?
Ash el guerrero — Dragon's Hoard (Spanish)
Leobald el caballero — Death and Pain at Saltmarsh (Spanish)
Keeper — Vigilantes en el Cielo (Spanish)
Remington Wizz — Shadow of the Dragon Queen (Spanish)
Bocarriba, saboreando el matiz metálico de la sangre en boca, no desperdiciaba un pensamiento en lamentarse. La paliza era soberana, y contusiando no conseguía que sus piernas respondieran. Por sus venas corría sangre poderosa, codiciadas por muchos, que le permitían una discreta sanación, pero a la que debía la vida alguna que otra vez en el pasado. Cuando trató de curarse, sin embargo, aquel lugar de entrenamiento se lo impidió. La sonrisa entonces tornó en carcajada, una, que sonó débil y tenebrosa bajo la máscara. Por casualidad había encontrado un lugar de paz donde sus debilidades eran inútiles.
Ayudado por mas soldados a salir del círculo confirmó que aquella zona de privación mágica al sentir como aquel desasosiego desaparecía. Con la mano colocada allí donde el castigo había sido mas crudo ejerció su poder divino, hasta notar cierta mejoría, leve, suficiente para incorporarse aunque sin apenas aire por culpa de las "demasiadas" costillas rotas y acercarse al soldado que le había sometido.
-Sin rencores- pudo decir entre alguna tos sanguinolenta. Se retiro las correas de la máscara y permitió al guerrero que se cobrara su victoria. Los profundos ojos azules sin pupilas se clavaron en el humano, mientras el Aasimar le tendía la mano.- el enano no va a estar contento de como has dejado su armadura..-intentó reir pero la tos pudo mas.
Bastante magullado, volvió a colocarse la mascara y recogió sus armas camino de los barracones. No había conseguido información, pero esa noche iba a dormir con su interior mas apaciguado, sin duda.
TocToc asintió a las palabras de Targos. - Las quiero solo para la misión, creo que serán una buena carta de presentación para las gestiones que tengamos que hacer. Presentarnos con ajados ropajes de esclavos no... daría una imagen confiable. Gratitud.- Replicó a Targos cogiendo las ropas. - Creo que me valdrán, no hace falta que me las pruebe, de todas formas nadie sabe muy bien como vestir a un Kenku. La devolveré después de la misión. - Después se dió media vuelta y se alejó. - "Exóticos".. hmm... lo recordaré. - Sus últimas palabras tenia una carga emocional más intensa, de las promesas que se hacen en situaciones de vida o muerte.
Se dirigió a los barracones donde empezó a cambiarse intentando ajustar las ropas a su cuerpo de kenku, a dejar los emplumados brazos descubiertos, las garras sin los zapatos, el cinturon apretado par que la ropa se ajustase mejor y no se callese al suelo. - Ah... maldición, artefacto del diablo... - Se quejo varias veces hasta que solucionó su problema.
Percepción: 23
Zevatur, Rolthos
[Toc-toc en los barracones]
Toc-toco acudió a los barracones a probar sus nuevos ropajes. Encima de la mesa podía verse los restos del desayuno. Se dirigió a su cama y cuando estaba a mitad de desvestirse pudo apreciar algo extraño. Junto a una de las esquinas en un recoveco había un roedor muerto, su aspecto le llamó la atención. Cuando se acercó a el para apreciarlo más de cerca, pudo ver que parte las arañas que custodiaban casi amontonadas el techo estaban en suelo sin vida como pequeñas uvas pasas. Al ver la rata de cerca, esta se encontraba del mismo modo. La piel estaba reseca como el cuero y su delgado cuerpo sacaba a relucir una situación parecida a la de las arañas. Sin mucho más señales en el entorno, toc-toc continuó vistiéndose.
"Esta perfecta melodía que acompasa y guía mi movimiento es la voz de mi compañera Aegnor"
Gowther Irerath, El'Tael de los Fragmentos Extraordinarios.
La fresca brisa marina le sentó bien a Godric. Mientras caminaba en silencio al lado de la elfa dejó que su mirada se perdiera por el bello horizonte. Sus ojos siguieron un barco de velas blancas que navegaba hacia el sur. En aquella dirección se encontraba... su pasado. Las heridas eran demasiado recientes, demasiado profundas. Ssupiró y al bajar la mirada apesadumbrado se fijó en la colada y en las sirvientas que se afanaban en tender los manteles de la guardia. El trabajo al sol y al inmisericorde aire marino se cobraba su precio en la piel de las mujeres, pero le llamó la atención las cicatrices que recorrían sus brazos.
De manera casi imperceptible, pero que no escapó a los finos sentidos de la elfa, dijo para sí mismo.
- ¿Me pregunto cómo se habrán hecho esas heridas? -
La visión de las sirvientas, junto con la de los desdichados ayudantes de la forja antes, comenzaba a preguntarse si las severas leyes del Reino que había defendido en el pasado no eran demasiado severas para los más desfavorecidos.
PbP Character: A few ;)
[Julius y Leobald en el Faro]
El hechicero asintió ante las palabras del caballero y se dirigió hacia una de las estanterías que adornaban la hexagonal cámara, una vez allí empezó a ojear diversos tomos de aspecto bastante antiguo aunque delicadamente cuidados. La luz proyectada por las estratégicamente repartidas antorchas y el pebetero central, provocaba largas sombras son su figura, dándole un aspecto algo fantasmal y oscuro.
- La colección de volúmenes históricos pertenece a Bastianes, es un ávido lector y coleccionista de estas rarezas, especialmente los referidos a la historia de Cormyr. Estoy seguro que no le importará si le cojo uno "prestado"... De hecho, si en vuestras "misiones" dais con alguno, estoy seguro que sería un perfecto regalo para el alto capitán.
Julius parece dudar entre varios tomos, y finalmente se decide por uno encuadernado el un lujoso terciopelo azul, con un elaborado dragón púrpura labrado en su frontal. "Grandes batallas del antiguo reino" parece titularse y viene firmado por un tal "André de Vientogris". El mago vuelve sobre sus pasos hasta llegar de nuevo al lado de Leobald, y le tiende el libro de un tamaño manejable pero nada despreciable. Al hacerlo, parte de la manga de la túnica de éste, se retira al estirar su antebrazo dejando ver de nuevo los arcanos tatuajes que parecen cartografiar su cuerpo.
- En cuanto a Saltmarsh, en efecto hay varias facciones en liza. Las hay de todo tipo, más influyentes y a tener en cuenta, o más secundarias que pueden ser ignoradas de momento. Prefiero que descubráis por vosotros mismos lo sucede por allí y como actuar en consecuencia. La única que debe preocuparos de momento son los llamados "Tradicionalistas", se componen de una alianza de familias pescadoras y mercaderes, así como sus trabajadores y todos los que dependen de ellos para vivir. Son gente de miedos y rencores, con una selectiva memoria histórica, aún recuerdan los tiempos donde los príncipes piratas asaltaban sin impunidad alguna toda la costa, azotando y llenando de numerosas víctimas su agenda personal. Están más que dispuestos a no permitir que la "ambición" de la corona retome el conflicto contra ellos a gran escala si se da el caso, y prefieren mantener a toda costa el status quo actual en su ciudad. Como entenderás, que la corona esté retomando posiciones en toda la región, e imponiendo sus leyes y sus hombres, no les hace gracia. Cuidado con ellos
Tras una breve pausa, Julius señala a la puerta con toda la diplomacia que torpemente consigue reunir.
- Si me disculpáis, ahora tengo importantes asuntos que tratar.
" ¡Oh la Oscuridad...! "
Mientras acababa de de ponerse el atuendo de forma satisfactoria las pequeñas alimañas muertas permanecieron en su conciencia, inquietantes. Al fin, TocToc dió un par de tirones para asegurarse de que las ropas estaba bien amarrada y satisfecho se aproximó a la rata muerta para examinarla con algo mas de cuidado... En su entrenamiento como guardabosques de su adolescencia le enseñaron a prestar atención a las pequeños detalles que no cuadraban ya que siempre eran indicativos de algo más.... Las criaturas muertas desde luego lo eran.
Nature o Arcana:15
Después fue a buscar al druida, seguro que un elfo del bosque entendia más de aquellas cosas que el mismo.
Busco a Mablung, si no lo encuentro se lo diré por la noche.
Perception:15
Zevatur, Rolthos
Adriana cerró los ojos para disfrutar en toda su plenitud del viento húmedo azotando su rostro y los cálidos rayos del sol penetrando en su piel. Por primera vez en días volvió a sentirse viva y en un estado de confortable calma. Le resultaba agradable pasear con Godric. No estaba acostumbrada a silencios tan prolongados, pero su sola presencia familiar le aportaba cierta seguridad en aquel lugar desconocido y amenazante. Sus temores ante un posible intento de suicidio por parte del humano se habían disipado por completo y se centró en disfrutar del paisaje y la tranquilidad que desprendía.
Tras dedicarse esos momentos para sí misma, observó con más interés los detalles de aquella vista: los barcos surcando las aguas, el tendedero con las improvisadas banderas multicolores ondeando al viento y las mujeres que se afanaban en la ardua tarea de la lavandería. Fue en ese momento en el que Godric rompió su silencio musitando un comentario sobre las sirvientas que, aunque había sido formulado para sí mismo, la elfa utilizó para iniciar una conversación. Sin duda aquellas cicatrices no pasaban desapercibidas.
- ¿Crees que las heridas se las provocaron aquí? - comentó sin tapujos - parecen tan cansadas y envejecidas... igual que las mujeres que acudieron esta mañana al barracón - dijo con cierto deje de tristeza - deben estar cumpliendo su propia condena, pero esas cicatrices... me pregunto cuáles habrán sido sus pecados para merecer semejante violencia - dejó la pregunta en el aire, sintiendo un escalofrío al pensar que ese hubiera sido su destino de haber cumplido cadena perpetua en el fortín - Te recuerdo de la corte - soltó de pronto, cambiando radicalmente de tema y aprovechando la intimidad que les brindaba aquel paseo - recuerdo el emocionante acto de condecoración de La Corona tras finalizar la guerra - volvió a mirar hacia el horizonte, con el corazón encogido de añoranza - ahora todos aquellos momentos se me antojan tan lejanos, tan irreales... parece que sucedieron en otra vida... pero me alegra tener caras conocidas a mi alrededor que me recuerden de dónde provengo - dijo lanzándole una sonrisa cómplice que pretendía transmitir confianza.
"Hay una grieta en todo, así es como entra la luz"
- No lo sé... parecen antiguas - responde Godric refiriéndose a las cicatrices - pero no me había fijado en lo que dices de la edad. - El joven se inclina peligrosamente por el borde, intentando ver mejor el rostro de las lavanderas. - Llevas razón... esas manchas en la piel se suelen dar en personas de más edad de la que deberían tener estas mujeres... - Godric se quedó meditando durante unos instantes hasta que la elfa cambió radicalmente de tema. Le sorprendieron tanto sus palabras que casi saltó sobre sus pies. - ¿Estabas allí? - se puso rojo como un tomate, en particular sus orejas parecían a punto de estallar. La elfa tuvo que reprimir una sonrisa al recordar que, cuando fue condecorado, tenía el mismo aspecto. - Yo... bueno... aquello era un acto general... yo.. no hice nada especial... sólo intentaba ayudar... No sabía que estabas allí... disculpa... aquella fue la noche que... - sus últimas palabras mueren en su garganta y el brillo de sus ojos se apaga de nuevo superado por una tristeza insoldable.
PbP Character: A few ;)
- Estaba allí - aseveró con orgullo y con una sonrisa divertida al ver la reacción del joven - suelo... solía - remarcó la palabra a propósito, intentando obligarse a utilizar el pasado - acudir a estos eventos con la comitiva de La Reina, era parte de mis obligaciones. Y he de reconocer que me encantaban - la rebosante emoción que parecía sentir al recordar esos momentos se tornó en preocupación al reconocer la contrariedad y la tristeza de nuevo en las palabras y el rostro de Godric - vaya, disculpa de nuevo si te he importunado, no era mi intención remover recuerdos dolorosos - le dijo acariciándole suavemente el brazo, como un acto reflejo, intentando mostrar apoyo al joven. Su reacción la pasada noche y ahora esta dejaban claro que algo profundamente doloroso torturaba su alma - todos debemos cargar con nuestros propios demonios pero, si compartirlos con alguien te ayuda a sentirte mejor, puedes hablar conmigo cuando quieras - se ofreció sin insistirle, sabiendo que quizá era demasiado pronto para que confiara en ella, o demasiado pronto para que fuera capaz de convertir en palabras su tormento.
"Hay una grieta en todo, así es como entra la luz"
[Y en algún indeterminado momento del día...]
De vuelta al fortín, resguardada ahora del viento húmedo del acantilado, Adriana sintió con más vehemencia el calor del sol que penetraba su piel. Sudorosa y con olor a salitre, paseó en soledad por el complejo, observando a sus gentes y su actividad diaria, impregnándose de sus sonidos y sus olores característicos, recibiendo las miradas de suspicacia o indiferencia de todos los que merodeaban por allí, ajetreados en sus quehaceres. Se detuvo delante de las caballerizas, sin atreverse a acercarse demasiado. Sabía que era uno de los lugares a los que no se podía acceder sin invitación pero, sin duda, era el que más le llamaba la atención. Fantaseó con la idea de poder atender, cepillar y acariciar a los animales. En la corte disfrutaba mucho de estos menesteres aunque hubiera personal de sobra asignado a ello. Añoró sus paseos a caballo por los bosques del reino y la libertad que le confería esa actividad. Quizá más adelante podría pedirle al Capitán permiso para ayudar en las caballerizas.
Justo en el momento en el que se disponía a marcharse, su mirada se posó sobre la puerta del almacén en el que les habían provisto de los pertrechos para su nueva misión. Después de dudar unos momentos, se dirigió a ella con determinación, abriéndola y asomándose al recinto, recibiendo con alivio la sombra que la resguardaba del calor exterior.
- ¿Hola? - preguntó sin atreverse a traspasar la puerta por completo hasta recibir respuesta.
"Hay una grieta en todo, así es como entra la luz"
[Adriana en el almacén]
Cuando Adriana entró por la puerta con su dubitativo saludo, esta vez Targos se encontraba en la parte delantera del almacén repasando detenidamente el inventario. La presencia de la pelirroja hizo fluctuar su atención de aquella aburrida tarea a algo más... interesante. Del mismo modo que con Toc-toc, Targos esbozó una sutil sonrisa al notar su presencia. Dejando a un lado los documentos con los que estaba trabajando, rodeó la barra de madera y solo cuando llegó al nivel de Adriana le respondió:-Hola.-Esos silenciosos instantes antes de alcanzar su posición, la manera en la que se acercó a la elfa y la forma de saludarla parecían mostrar en Targos cierto... agrado-¿Hay algo que pueda hacer por vos?-Acabó diciendo mientras la miraba con activa curiosidad. A diferencia de otros lugareños, Targos no mostraba rechazo alguno por ellos. Más bien todo lo contrario...
"Esta perfecta melodía que acompasa y guía mi movimiento es la voz de mi compañera Aegnor"
Gowther Irerath, El'Tael de los Fragmentos Extraordinarios.
La elfa esbozó una tenue sonrisa cuando Targos se acercó a ella, aliviada al encontrar al agradable humano en el almacén; se preguntó si no sería solo una pose estudiada. Atravesó por completo la puerta al sentirse bienvenida y dirigió su mirada por la amplia estancia repleta de objetos - Me preguntaba... - dijo vacilante y un poco nerviosa - no sé si he venido al lugar adecuado y no sé si se me permite esta petición pero... - con un gesto automático, se retiró un mechón de pelo sudoroso de la frente y le miró directamente - ¿sería posible conseguir un... peine? - su consulta sonó más como un ruego y su tono de voz casi una disculpa, manteniéndose expectante ante la reacción del humano.
"Hay una grieta en todo, así es como entra la luz"
[Adri y Targos en el almacén]
Al oír la petición de la refinada elfa observó con detenimiento su cabello. Lleno de nudos y en encrespado en parte por el clima húmedo de la costa y en parte por el desdichado destino que había sufrido en el último tiempo.-¿Un peine?-Dijo para si mientras no dejaba de sonreír. -Tengo algo mejor para ti pero...-dijo dejando la palabra en el aire con la intención de acaparar cierto suspense-Creo que el alto capitán no dio orden alguna en este sentido.-Como si de un monólogo se tratara y cuando parecía que negaría su petición, hizo un giro a su discurso-¿pero qué sabrá el de estas cuestiones? ¿Verdad?-Sus preguntas no esperaban ser respondidas- En este mundo las apariencias te pueden posicionar en un lugar o en otro. Por tus refinadas maneras y tu aspecto, apuesto a que estás más que familiarizada con lo que digo.-Acudiendo a uno de los estantes que tenía detrás de la barra.-Independientemente de que lo practiquemos de un modo más o menos activo. TODOS nos vemos influenciados por un bello rostro o unas buenas maneras.-Se giró de nuevo hacia ella-Por suerte para ti, tengo algo más que un peine.- Sacó un refinado peine cuyas miles de cerdas se disponían con la consistencia suficiente de peinar su larga caballera sin provocar desagradables tirones indeseados. Además, puso encima de la barra un tarro de cristal con un extraño polvo.-Con este peine podrás evocar mejores tiempos para tu pelo. No queremos que tu imagen exterior sea tan horrenda como dicen que fueron tus supuestos actos, ¿verdad?-Entonces cogió el tarro y quitó el tapón del mismo-Este artículo es... especial. Puedes estar contenta, los alquimista no solo trabajan dispensando combustible para el faro-Acercando el tarro abierto a su nariz Adri pudo sentir la primavera. Una mezcla estudiada de diferentes flores podía ser identificadas en su olfato.-Con una cantidad no superior a una cucharadita podrás asear tu pelo sin necesidad de agua alguna. Ese cabello grasiento y encrespado quedará lacio y perfumado. Pero cuidado con los posibles amoríos-Acabó diciendo con cierta picaresca. Tras esto, cambió el curso de la conversación a cuestiones "financieras"-Entiendo que ahora no posees nada con lo que estés dispuesta a pagarme-Dijo generando una aparente incomodidad-Aunque para nada querría al tuyo si lo ofreces con desagrado. Hace tiempo que opté por las transacciones de mutuo acuerdo. Por ello, por ahora te apuntaré en mi lista de "morosos" y guardaremos este secreto entre nosotros. Ya hablaremos más adelante cómo podremos zanjar esto.
"Esta perfecta melodía que acompasa y guía mi movimiento es la voz de mi compañera Aegnor"
Gowther Irerath, El'Tael de los Fragmentos Extraordinarios.
Tras una búsqueda infructuosa por el campamento TocToc se dio por vencido... parecía que el druida no deseaba ser encontrado. O quizás se hubiese fugado, los druidas podían transformarse en seres, con alas que podían volar. Como podían haber pasado este hecho por alto el alto capitán.... o el mago a su servicio. Una familiar y desagradable sensación de inquietud le recorrió la espalda. ¿Al fin vería la crueldad del alto capitán que se intuía en las sirvientas? O seguiría duchándoles en privilegios y comodidades. Al regresar a los barracones observó a Khalion. Se preguntó a que se debía su mal aspecto y aprovechando la oportunidad para formar lazos que más adelante podrían ser de utilidad se acercó a él con un cuenquillo lleno del fresca agua de que disponían.
- No tiene buen aspecto, me temo que no puedo hacer nada por el - Dijo con una triste entonación algo fatídica. - Tras darle el agua comentó lo que hubiese querido comentar al druida si hubiese aparecido. - Es algo extraordinario! Ven te lo enseñare! - Finaliza con voz algo excitada ignorando el hecho de que posiblemente Khalion preferiría permanecer en la cama.
Zevatur, Rolthos
[Medio día y tarde]
Un pequeño rugido proveniente de su estomago sacó al druida de sus pensamientos sobre la elfa y sus palabras, es hora de ver si podemos encontrar algo por aquí que poder llevarnos a la boca sin tener que depender del buen capitán. Para alguien poco acostumbrado a la vida al aire libre, la extensión del campamento podía parecer yerma , pero para unos ojos experimentados no era así. El druida buscó cerca del acantilado y de las caballerizas buscando quizás algún nido y alguna raíz comestible.
Survival:19
Un par de nidos y unos musgos, que si bien no eran muy sabrosos sí nutritivos, perfecto, pensó, mientras recogía el musgo y un huevo, el resto podían venirle bien en los próximos dias.Una vez satisfecho su apetito, el druida se dirigió hacia la zona de entrenamientos y buscó una zona donde poder practicar con el arco, hacia días que no disparaba y no quería perder la práctica. En una zona delimitada Dentro del área de entrenamiento y un poco apartada de donde practicaban con armas cuerpo a cuerpo, había dispuestas un par de balas de paja pegadas a la muralla con claros signos de impactos de flechas en ella. Sin perder tiempo se dirigió hacia allí y buscó a alguien que pareciese estar al mando. Al ser la hora de la sobremesa el campo estaba vacío por lo que son un encogimiento de hombros Mablung decidió ponerse a disparar, esa zona no se la habían vetado como el resto. Con un poco de suerte aparecería alguien más tarde para poder practicar igualmente con la cimitarra.
[En el almacén]
Adriana persiguió meticulosamente con la mirada los movimientos de Targos detrás del mostrador, escuchando su monólogo, primero con cierto temor ante su posible negativa y las consecuencias si el Capitán era informado de su petición, y después con alivio al comprobar que aquel hombre cedía ante su necesidad. Asintió con la cabeza varias veces suscribiendo todas sus palabras y le lanzó una mirada pícara e interrogativa; daba la impresión de ser un hombre de mundo, acostumbrado a codearse con la clase alta, de gustos refinados y movimientos elegantes. Se preguntó cómo habría acabado allí, en el almacén del fortín de una cárcel. ¿Habría sido él también un condenado que se había ganado el favor de Bastianes?
En el momento en el que mencionó sus horribles actos, Adriana desvió la mirada avergonzada, pero por primera vez alguien le ofrecía el beneficio de la duda; agradeció el gesto en silencio y musitó refiriéndose al aspecto de su cabello - Cierto, eso sería... de gran ayuda - para, acto seguido, dirigir toda su atención al pequeño tarro de cristal que se destapaba frente a ella. El aroma a primavera inundó sus fosas nasales, provocando que cerrara los ojos y se transportara a un frondoso bosque plagado de flores aromáticas. Escuchó con atención las instrucciones de su uso; conocía este tipo de preparados, pero nunca había tenido necesidad de utilizarlos.
Con cierta incomodidad por no disponer de dinero ni bienes materiales para pagar tan preciados objetos, Adri se dirigió a Targos para tratar el tema de la deuda - Te estoy profundamente agradecida por esto - dijo observando el peine y el frasco - y por el detalle de suministrármelos sin el permiso del Capitán; no es mi intención desobedecer sus órdenes y sé que no daría su aprobación pero... aunque pueda parecer superficial para la mayoría, estoy segura de que entiendes mi necesidad - torció ligeramente el gesto y prosiguió - Efectivamente, me temo que ahora mismo no dispongo de ningún bien material, ni tan siquiera monedas que ofrecerte, pero prometo recompensarte en cuanto tenga ocasión - nunca se había enfrentado a una situación como esta, por lo que se sentía un poco perdida ¿una promesa era suficiente en estas circunstancias? lo dudaba, pero sentía la urgencia de transmitirle su firme propósito de saldar la deuda contraída lo antes posible - Como sabes, mañana partimos hacia Salmarsh, quizá a la vuelta posea algo que pueda interesarte. Mientras tanto, guardaré el secreto y seré cautelosa, no quiero arriesgarme a levantar sospechas - con absoluta delicadeza, guardó el peine y el frasco en la mochila que el mismo Targos les había proporcionado horas antes - Gracias de nuevo - le dijo con una amplia sonrisa antes de abandonar el almacén - nos veremos a la vuelta - y se encaminó hacia los barracones con un sentimiento pleno de satisfacción, sin dejar de cavilar sobre aquel curioso hombre y su extraña pero agradable actitud cómplice.
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[Barracones]
Recostado, inmóvil, sobrellevando las costillas fracturadas se encontraba el ahora reo Khalion. Soldado de fortuna hermanada con aquella extraña tropa entre los que destacaba un Kenku. Adoraba dar de comer a los pájaros, pues no hablan, pero este no solo lo hacía, sino que era un repertorio extenso de acentos y entonaciones. Se preguntaba, divertido, como serían los pensamientos de aquel ser.. nada aburrido, eso seguro.
Agradeció el trago ofrecido con sus ya habituales dos dedos a la altura de la ceja. -Gracias- dijo serio, levantando lo justo las máscara para liberar su boca. Hasta la acción de beber le supuso un terrible pinzamiento en el costado. Lo saboreo, entre toses, sabiendo que sus capacidades regeneradores pronto sanarían sus lesiones. En dos tiempos consiguió levantarse, vale de descansos, y se acercó allí donde Toc Toc le llevaba. Una rata, arañas. Imaginó que el hombre-ave conocía de los hábitos alimenticios de los Aasimar lo mismo que Khalion sabía de los del Kenku. Viéndole entusiasmado y con le aire justo economizó sus palabras. -Yo no me lo desayunaría- le dijo mientras miraba alrededor del animal si quedaba algún rastro de veneno o sustancia.
16
[Khalion y toc-toc en el barracón]
No consigues saber nada relevante detrás de las causas de la muerte de esas criaturas.
"Esta perfecta melodía que acompasa y guía mi movimiento es la voz de mi compañera Aegnor"
Gowther Irerath, El'Tael de los Fragmentos Extraordinarios.