-Idab, vuestra hospitalidad os honra. Por supuesto, gracias por la escolta- Jen asiente a Nessa y se dispone a seguir a los elementales cuando el resto termina de despojar a Rolthos de su armadura y guardarla en la bolsa que les han proporcionado.
Siente un pequeño tirón en el brazo por parte de Julian, que cruza una mirada llena de aprehensión con elle. Jen le da unas palmaditas, con intencion tranquilizadora.
- Todo irá bien, querido, pero no podemos quedarnos aquí solos. Necesitamos toda la ayuda posible, ya sea momentanea o permanente. Mantén los ojos bien abiertos.-
Julian enarca una ceja -Vaya chiste mas malo.- Dice con voz monótona, señalándose el parche.
Tras recuperar la bolsa con la casi incandescente armadura de metal del paladín, el grupo sigue a su guía Idab por el caliente suelo de piedra volcánica. Al contrario que la pizarra cortada en afiladas aristas del nodo del aire, aqui el suelo es poroso, con miles de pequeñas afiladas aristas que seguro pueden cortar como pequeñas cuchillas si alguien se tropieza y se cae contra el mismo.
La ténue luz roja apenas ilumina sus alrededores, el humo y el intenso calor, que hace ver la lejanía difuminada, hacen difícil averiguar mucho sobre dónde se encuentran. Es difícil saber si es una caverna o simplemente el cielo esta permanentemente encapotado pero no pueden el firmamento.
Se encuentran en una pequeña isla de roca volcánica, no mucho mayor que donde estaba el portal a este plano. Solo que ahora, en lugar de estar rodeados de aire, se encuentran rodeados de lava ardiente. El magma se va deslizando perezosamente a su alrededor, despidiendo un calor infernal, vapores y azufre. De vez en cuando, una burbuja estalla, extendiendo la lava incluso varios metros dentro de la orilla si la burbuja está cerca de esta. Todos pueden sentir el calor emanando del mismo suelo y casi quemándoles los pies. Los ojos les lagrimean por el calor y los vapores, y se les hace difícil respirar, el mismo aire quema. Los peligros de este lugar se van haciendo evidentes a cada paso que dan.
Con Idab a la cabeza, el resto de salamandras mantiene la distancia con sus largas lanzas en posición de espera, pero se colocan en formación, a los lados y detrás, de ellos. Caminan hasta llegar al río de lava donde hay una embarcación de alabastro negro amarrada a una de las rocas de la isla. Su guía sube deslizándose sobre la lava como si no hubiera cambiado de medio y extiende una larga plancha de obsidiana para facilitar el acceso de sus invitados. Cuando todos están en la barcaza, que está delicadamente pulida, tanto que son capaces de ver la lava deslizándose bajo ellos, varias de las salamandras sacan largas pértigas negras y comienzan a impulsar la barcaza por el ígneo rio. Ibad se mantiene al timón y va dando órdenes al resto en un idioma que no comprenden. No están muy apretados, pero la proximidad de las salamandras es agobiante, no sólo por su tamaño, si no por el calor que despiden.
La única referencia que tienen es que parecen seguir la corriente del rio de lava. Las islas de roca negra van apareciendo aquí y allá pero ya sea por la distancia o por la amenazadora presencia de su escolta, no ven a ningún otro habitante del semi-plano, aunque Rolthos juraría que ha visto una cola escamada aparecer momentáneamente en la lava.
Los agudos ojos de Nessa detectan un fulgor verde que ilumina unas grandes protuberancias volcánicas de forma hexagonal en una de las islas. Es un pulso verde que resalta contra el amarillo, naranja, rojo y negro que imperan en este lugar. Pero también dejan atrás esa isla, navegando despacio hacia su destino.
Es difícil calcular el tiempo que pasa, si una hora, dos, o sólo minutos, pero finalmente el rio que recorren desemboca en un gran lago de lava. En el centro hay una isla, y en la isla se alza un palacio espectacular.
Creado de obsidiana negra pulida, sus altos muros, imponentes torres y elegantes minaretes se elevan por encima de cualquier otra cosa que hayan visto en este semi-plano. La edificación no está construida sólo en obsidiana si no que las cúpulas de sus torres se intercalan el marfil, el bronce y el oro, creando un hermoso y elegante contraste. La torre central tiene un gran balcón que se abre sobre el patio principal del palacio y seguramente permita ver incluso más allá de las murallas exteriores. Sobre el minarete más alto ondea una bandera, un
Ibad dirige la embarcación hacia el mismo y el resto parece vigorizado por ver el que parece ser su hogar y llegan rápidamente a un embarcadero de roca pulida esculpido como si volutas de humo salieran de sus postes. Desembarcan y les llevan hasta las puertas negras del palacio, bajo sus imponentes murallas de obsidiana pulida hasta parecer un espejo que refleja los colores del lago de lava que les rodea.
Tras los cuerpos de las salamandras pueden ver que hay un pequeño contingente de sirvientes que han traído bancos de madera negra, palanganas y jofainas y están preparando todo para su entrada. Pero por la actitud de su escolta y su guía parece que falta un pequeño detalle.
- Bienvenidos a la humilde morada de mi Señora, que su pelo siempre refleje el color del sol y la luna. Ahora sois sus invitados en su palacio. Vuestra seguridad es nuestra obligación. Nada ni nadie os dañará en sus muros mientras seáis sus invitados y yo o cualquiera de mi guardia aún estemos con vida. - Todos hacen un respetuoso saludo - Por favor, honradnos con vuestra confianza y haremos todo lo posible por cubrir vuestras necesidades. Vuestras armas y armaduras... - dice abriendo de nuevo el saco donde ya está la armadura de Rolthos - depositádlos aqui para que podamos custodiarlos. -
Ibad abre el saco y espera en actitud tranquila a que el grupo proceda.
Durante todo el camino la ranger está muy callada. Salvo el acceso de tos ocasional debido a los vapores y el azufre del ambiente, no emite ruido alguno y se dedica a observar el camino que están siguiendo para intentar memorizarlo y fijarse en todos los detalles del entorno, intercambiando de cuando en cuando alguna mirada con sus amigos.
Hace esto no sólo porque el semi-plano de fuego les esté agotando y dificultando, si no por la preocupación que le causa saber que dependen por completo de estas criaturas, por muy educadas y amigables que aparenten ser. ¿Van a permitirles irse libremente de allá a donde estén yendo cuando los compañeros así lo deseen?
"Demasiado tarde para pensar esto. Y nunca hubo otra opción real", piensa. Pero el saber que habían tenido elección estaba lejos de reconfortarla.
Cuando vio el pulso verde su corazón se aceleró. "¡La luz del mythal!". No dijo nada ni hizo gesto alguno, ni siquiera a los compañeros que tenía justo al lado en la barcaza, y guardó en su memoria la ubicación, deseando internamente que en aquel semi-plano las islas se movieran menos que en el de aire. Intentó prestar especial atención al flujo de la lava, para intentar establecer un patrón de movimiento en caso de que las islas sí se moviesen.
Cuando vieron el palacio en la distancia no pudo dejar de apreciar la belleza del mismo. Pero de nuevo, no se sintió reconfortada en absoluto. Y la sensación creció exponencialmente cuando les pidieron despojarse de armas y armaduras.
Cruzó entonces una mirada con Vraak. ¿Iba a dejar ir tan fácilmente el hacha que acaba de recibir? ¿Y la de su hermano?
Idab decía que nadie les dañaría mientras fueran invitados. ¿Y qué sucedería en caso de que aquello cambiase? ¿De que su Señora cambiase de opinión?
Pero ... de nuevo... no tenían más opción. En aquel ambiente no iban a poder aguantar demasiado sin ayuda. Estaban rodeados y en total inferioridad.
La ranger empezó a quitarse la pechera de cuero en silencio, sabiendo que iba a tardar mucho más que el resto en conseguirlo.
"Dejaré la pechera. Dejaré el carcaj. Dejaré la espada y la daga. Pero la pulsera se queda conmigo". Pensó, deseando que unas flores trenzadas no parecieran significativas a ojos de unas criaturas que probablemente nunca habían visto una flor en sus vidas, y que las consideraran un simple adorno.
La ranger se deja también la capa puesta, ya que no le han pedido quitársela.
Jen acaricia su aro y su bastón desplegable. -Gracias por cuidar de nuestros enseres. Disculpad si veis duda en nuestros ojos. No es por falta de confianza. Ser aventurero hace de estas protecciones y armas una parte de nuestro ser y despojarnos de ellas se nos hace duro. Son atuendos que nos han salvado la vida, y armas que no solo implican una forma de luchar contra enemigos, si no una expresión de hermandad -Dice esto mirando a Vraak- Y arte. -Mirando a su aro antes de depositarlo en la bolsa con un suspiro. Luego se lleva la mano al corazón y hace una pequeña inclinación de cabeza- Confiamos en vosotros y en vuestra Señora, Idab. Gracias.-
Cruza miradas con el resto del equipo, animándoles, y comprobando su estado con respecto al tema de dejar las armas. -Deja que te ayude, Nessa.- Dice cuando ve que la cazadora forcejea con su pechera para quitársela.
Ahsrem parece bastante intimidado por la presencia de las enormes salamandras y deja su maltrecha maza sin ni siquiera mirar a Idab.
Julian sigue a Jen y deja en silencio sus pertrechos en el saco el cual no parece tener fondo ni cambiar de aspecto por las armas y amadoras que se depositan dentro.
Vraak da un paso al frente y saca pecho. Puede que sea por la postura semi inclinada de la salamandra jefe o puede que sea la perspectiva pero a Nessa le parece que el semi-orco es tan grande como El Capitan de la guarida del palacio de obsidiana.
- Ya puedes tener cuidado con ellas cerillas… - dice mientras deja con cuidado las dos hachas en el interior del saco. Idab levanta un poco la mirada ante el mote que le ha puesto - O cuando las recupere te las voy a dar por la parte que corta.-
- Seria un honor medir mis fuerzas con un guerrero se su valía… - response rápido Idab - pero esperemos que el destino nos tenga preparada otro uso para nuestros aceros - añade igual de rápido de manera educada incluyendo una leve reverencia hacia Vraak.
Mientras Cruços ha aprovechado para hacerse un corte en la mano y presionar su sangre contra el diamante del pomo de su espada, que se torna rojo intenso. Con solemnidad presenta su espada ante Idab y con tono socarrón dice:
- Está es Vergelub. No solo debes tener cuidado con ella si no que debo verla y realizar un ritual en ella cada día. De no ser así, se liberará un infierno aquí que convertirá este palacio tan bonito que tenéis que montado en una ruina ennegrecida. No es una amenaza, es una maldición. - dice mucho mas serio - Es mi carga y ahora la compartes. -
Idab parece sorprendido al principio pero enseguida vuelve a hacer una reverencia al cazador de sangre. - Me honráis compartiendo tal responsabilidad conmigo. Así se hará. Veréis vuestro arma una vez al día - mientras e mandoble se pierde en el interior del saco.
Oswald Glimfeather Tercero tan solo se encoge de hombros cuando la mirada de la salamandra para por él. Está sorprendentemente callado, piensa Jen mientras ayuda a Nessa a coger su armadura para meterla en el saco, pero parece estar absorbiendo toda la información que puede… aunque es difícil de decir con los búhos, al fin y al cabo siempre tienen los ojos abiertos como platos.
Ya sólo queda ek paladín, que recuperándose de las quemaduras que sufrió por su propia armadura aún sostiene el Glaive en las manos.
Quizás por la falta de práctica, o quizás porque siente varias miradas sobre ella a Nessa le está costando demasiado quitarse la armadura. Cuando Jen se acerca a ayudarla está a punto de responderle que no, que le deje un momento, que necesita hacer esto por su cuenta. Pero luego piensa que no debe retrasar a los demás y que por ahora debe dejar de lado su orgullo y su deseo de poder manejarse por si sola todo lo que pueda. Así que suspira y accede.
Cuando terminan, deposita el carcaj, la espada, la daga y la pechera, sin añadir nada más a lo dicho por sus compañeros. El mensaje que había iniciado Jen y que los demás habían reforzado había quedado suficientemente claro.
Cuando Vraak llama "cerillas" a Idab, la ranger no puede evitar abrir mucho los ojos y lanzar una mirada al semiorco que viene a representar un "dioses, ahora mismo te mataría". Pero acto seguido sus labios se curvan en una risita rápida por la ocurrencia. Suerte que Idab no parece habérselo tomado mal.
El paladín gruño con frustración al sentir la abrasándole la piel y con la ayuda de sus compañeros se la quitó mientras las criaturas les rodeaban. Por fortuna no parecían agresivos aunque dudaba que fueran criaturas benignas. Posiblemente eran malvadas, pero organizadas en alguna opresiva y rígida estructura legal social. No era lo que esperaba encontrarse en un plano de fuego, esperaba algo de más temperamento volátil y violento.
- No pensaba que la armadura fuese a capturar tanto calor, desde luego no es normal. – Susurró a Vraak y Crusos.
- Gracias por la asistencia. – Dijo con respeto dejando la armadura en el saco.
Durante el trayecto observó a las criaturas sus comportamientos y como se trataban unas a otras. En un breve instante se concentró tratando de detectar el mal, con más aprensión que convicción, aquello podía darle intensos dolores de cabeza.
No dudo un momento en confiar sus armas a aquellas criaturas. Y aunque hasta ahora habían demostrado cierta honorabilidad, sintió una ansiedad y desprotección que expreso con un cruce de miradas con Crucos.
Una vez recogidas todas las armas. Idab cerró el saco y con un rápido movimiento lo volvió a colgar de su espalda.
- Por favor, sed bienvenidos a la humilde morada de mi Señora, que sus salones siempre estén cubiertos de las mejores telas. -
Hace un gesto y se aparta, invitándoles a pasar.
En la entrada, hay unos bancos que salen de la pared y varios sirvientes, dos humanos, una semi-elfo y tres criaturas pequeñas, parecidas a goblins pero de piel de un profundo rojo, que casi parece negro, les esperan con jofainas y palanganas. Todos están vestidos con ligeras túnicas de seda naranja. Siguiendo las indicaciones de Ibad y los sirvientes, se sientan en los bancos y estos proceden a retirar con delicadeza sus botas, lavar, casi con reverencia, sus pies y colocarles unas cómodas babuchas antes de lavarles las manos y los antebrazos. Los sirvientes lo hacen con delicadeza y en silencio.
- Por favor - dice Idab cuando han terminado las libaciones. - Seguid a los criados hasta vuestros aposentos. Refrescaos y preparaos para la audiencia de esta noche. Nos veremos después - dice con una última reverencia.
Guiados por los sirvientes, y seguidos por una escolta de salamandras, el grupo es guiado hasta un ala del imponente palacio donde, uno a uno, son conducidos hasta una habitación. Una para cada uno de ellos, salvo para Julian y Jen que les entregan una habitación para los dos.
Aunque cada habitación tiene alguna diferencia todas están elegantemente decoradas con alfombras, cojines y tapices. En una mesa baja tienen una fuente con frutas y dátiles, así como una tetera con te con menta caliente. Una parte de la habitación es un baño con una bañera con agua caliente y unas impresionantes vistas al lago de lava que se extiende a sus pies. Rolthos no cree haber visto una cama tan cómoda y lujosa ni en las dependencias de los nobles de Greyhawk. Su habitación tiene hasta una percha con una pequeña casa para comodidad de Oswald Glimfeather Tercero.
En la habitación también hay ropa limpia para los invitados. Camisas abiertas de seda y pantalones anchos, vestidos de vivos colores amarillos rojos y naranjas para quien lo desee.
Los sirivientes se quedan en la habitación, silenciosos, solícitos, dispuestos a preparar el baño o ayudar a los invitados en lo que necesiten.
Nessa no estaba nada a gusto mientras una de las curiosas criaturas de piel rojo oscuro le lavaba los pies y la mano. Había que reconocer que lo hacía con mucho cuidado y delicadeza y que la sensación era muy de agradecer - el pequeño ser emitía un calor suave muy agradable - pero la ranger no podía dejar de pensar que aquello no estaba bien. ¿Qué hacían allí aquellas personas? ¿Eran antiguos castigados del Templo del Mal Elemental que ahora trabajaban a las ordenes de aquellas salamandras y su Señora? ¿Eran esclavos? No dijo nada y se dejó llevar, pero intercambió una mirada incómoda con Jen. Para todo lo que les amigues habían disfrutado de aquel tipo de cuidados cuando habían ido a la casa de baños de Greyhawk, aquello estaba resultando muy diferente.
Cuando les fueron separando se quedó quieta en una especie de estupor. Con todo lo que habían pasado juntos no quería que les separasen, ni aunque les fueran a llevar a las mejores habitaciones del mundo. Tardó unos largos segudos en seguir a "su sirviente", hasta que vio que el resto iban desapareciendo y no quedó más remedio que seguirle con un suspiro y entrar en la habitación.
Una vez dentro, con aquella extraña mezcla de soledad - a pesar de no estar sola - y de incomodidad - a pesar de estar en una habitación diseñada para el relax y el descanso - soltó la mochila al lado de la cama, se dio un baño e invirtió bastante tiempo en lavarse el pelo y prepararse para la futura audencia. En otra situación habría elegido el vestido rojo, pero tenía la sensación de que estaría más cubierta con la blusa y pantalones sueltos. Y últimamente sentía la necesidad de tapar su lateral derecho a ojos del mundo todo lo posible. Aquél era el otro motivo por el que se había aferrado a su capa: le ayudaba a disimular algo más la ausencia de brazo derecho. Se sentía más protegida, menos visible, menos ... menos.
Así, vestida con la ropa de color anarajado, con el pelo largo suelto, y acompañandose de la capa, la pulsera de flores, la bellota encantada y el colgante de Ornym, se acercó a la puerta de su habitación, preguntándose si habrían de esperar mucho a verse de todos de nuevo y a acudir a aquella audiencia. Paseó en círculos delante de la puerta durante un rato, nerviosa, esperando, atenta a cualquier cosa que pudiera escuchar.
En un determinado momento de la espera intentó abrir la puerta. Como temía, estaba cerrada con llave. El sirviente no reaccionó en absoluto a este intento. Probó entonces a decirle algo:
- ¿Tendremos que esperar mucho más? - le preguntó, sin mucha esperanza de obtener respuesta.
Algo así, pero con la capa, sin orejas puntiagudas, y con un sólo brazo, claro ..
Jen parece muy centrade en la tela frente a elle, mientras le lavan las manos y los pies. Intercambia la mirada con Nessa, y asiente con la cabeza imperceptiblemente. Sin embargo su lenguaje corporal se definiría como "intrigado", intentando absorber todo lo que hay a su alrededor.
Aquel trato era tan distinto... Tan extraño y a la vez tan familiar. En un plano han pasado tantas penurias y ahora son tratados como huespedes de lujo. Jen no puede evitar suspirar gustosamente cuando los sirvientes retiran los ultimos restos de suciedad de entre sus dedos. Cuando los conducen a sus habitaciones Jen sigue al sirviente con naturalidad y diligencia. Julian en ese momento no parece tan entusiasmado, y mira nerviosamente a su alrededor. La protección del grupo ha sido como un salvoconducto en toda aquella aventura. Sentirse separado... Era un añadido a su vulnerabilidad
Jen parece absolutamente complacide al ver las ropas de lujo en su cama. Se lleva la mano al corazón mientras acaricia con reverencia la fina tela -Esta gente ha sido realmente amable, y no podemos hacer mas que acogernos a su hospitalidad.- Comenta, a nadie en particular -Deberíamos aprender de ellos, no crees?- Toma una túnica de intrincados brocados y vibrantes colores que contrastan con su actual tonalidad de piel azul celeste y la observancon interés.
Julian se señala a si mismo, confuso. -Jen, que dices? Y el grupo?- dice en voz baja. Le barde parece quitarle importancia. -Querido, por qué no tomamos un baño? Te veo demasiado tenso.-
Su bañera es grande y profunda, de cerámica lacada en un crackelado muy artístico. Jen se acerca cariñosamente a Julian, y oculta el rostro en su cuello -Ten fé.- susurra. -Todo irá bien. Confía en ellos- Y el médico puede leer en sus ojos entonces el disimulado miedo que comparten al verse como prisioneros enmascarados de huespedes. Jen le toma de la mano, y le da unas palmaditas. -Tengo ganas de conocer a la Señora de la fortaleza... Como díría Idab? Que sus trenzas permanezcan siempre lustrosas? Que te parece? Se me acaba de ocurrir
Le changeling siente su cuerpo relajarse en el agua cálida de la bañera agradeciendo, pese a sus temores, el momento de respiro. Apoya la cabeza en una mullida toalla que, solicita, le ha puesto la joven que ha sido asignada a su servicio, y cierra los ojos.
Sin previo aviso se siente catapultade a otro lugar, arrastrada su consciencia fuera de su cuerpo. Por un instante esta sobrevolando el lago de lava merced de sus ígneas alas, cruzando majestuosa los aires. Tan solo dura unos segundos, se ve arrastrada en una vertiginosa caída hasta un profundo calabozo, negro y oscuro. Allí contempla impotente a una gran y hermosa ave postrada, encadenada por negras cadenas al suelo paredes y techo. El ave permanece postrada, el largo y orgulloso cuello recogido sobre su cuerpo. Las plumas y la otrora hermosa cola de un color gris cenizo. De repente puede escucharse un cántico, una letanía. El ave se agita, inquieta. Se incorpora y sacude según la letanía asciende de volumen, se vuelve más y más potente e imperiosa. El ave estalla en llamas y chilla mientras todo su cuerpo se ve consumido por una deflagración. Las cadenas que la retenían se ven consumidas en el infierno y se convierten a su vez en un jumó negro y azulado que rodea por completo el fuego que devora al ave.
La letanía termina y todo queda en silencio. Ante la atónita mirada de Jen las cenizas que están rodeadas por el humo comienzan a brillar con un fulgor rojizo y se expanden movidas por un viento inexistente. El ave comienza a reformarse de sus propias cenizas y así lo hacen las cadenas que la retienen en el oscuro calabozo. Con un quejido lastimero vuelve a adoptar la misma postura de antes, sus plumas apagándose de un hermoso rojo y anaranjado vivos al gris anterior. Mientras se coloca fija su mirada en Jen. Los igneos ojos se clavan en los suyos y con un graznido y una llamarada que la envuelve Jen retorna a su cuerpo tan rápidamente como lo abandonó.
Sigue en la bañera, cómodamente relajade. La sirvienta percibe su momentánea turbación y le pregunta solicita
Con el sobresalto, le barde se lleva la mano al corazón mientras toma consciencia de sus alrededores de nuevo. La voz de la sirvienta hace que de un pequeño respingo.
-Si! Si querida, gracias...- Modula su voz tranquilizandose. -Un... Un remanente del tormento que hemos vivido anteriormente. Disculpa...- Avergonzade, se vuelve a sumergir en el agua, aguantando la respiracion unos segundos antes de volver a emerger a la superficie de la poza. Que significaba aquello? Había sido demasiado vívido. El quejido del ave resuena aun en sus oidos a pesar de la presión del agua
Cuando ya están vestidos y disfrutando de tu té, unos golpes en la puerta anuncian que tienen visita. La sirvienta abre la puerta y la imponente figura de Idab se recorta en el dintel.
- Espero que los aposentos sean de vuestro agrado. - Dice con educación - Mi Señora desea veros - dice clavando sus ojos en Jen.
Jen deja delicadamente el vaso de té en la mesa, y se levanta. Ambos se han vestido con las ropas que les handejado, Jen con la femenina túnica que estaba admirando previamente y Julian con un chaleco de color arena y unos anchos y cómodos pantalonea negros. -Idab, sois muy hospitalarios. Vuestra señora, que sus trenzas siempre luzcan esplendorosas, es muy generosa. Por supuesto. -Y se levanta con naturalidad. Julian también se incorpora dispuesto a seguir a le barde, pero Idab lo detiene.
-Lo lamento pero los deseos de mi Señora, que sus arcas siempre rebosen, es verle solo a elle y yo debo acatar sus deseos…- Dice con gravedad.
-Pero... Jen. Jen!- Exclama Julian, momentaneamente alarmado. Le barde se voltea y vuelve a su lado, tomándole de la mano y posando un beso en sus labios -Está bien, corazón. Está bien. Nos veremos en poco, de acuerdo?- Dice con voz suave. Julian asiente, y un poco a regañadientes se sienta de nuevo en el cojín en el que estaba.
Al salir, Jen entrelaza las manos tras la espalda caminando junto a Idab -Disculpad la aprehensión de mi prometido. Previamente a la llegada aquí sufrimos una tormentosa separación que casi le cuesta la vida.-
La salamandra jefe asiente comprensiva y guía a Jen fuera de la cámara. Jen se percata que, frente a su puerta hay dos salamandras apostadas en el pasillo.
Guiade por la gran mole del Capitán, que se desliza elegantemente frente a elle, Jen pasa por varios pasillos elegantemente cubiertos por alfombras y tapices y muchos de ellos con galerías abiertas desde las que contemplar el impresionante lago de lava cuyo calor debería resultar mucho más intenso, pero Jen se percata de que no es así. De todas maneras el conjunto de pasillos, galerías, escaleras y torres hace que Jen dude que sea capaz de volver sole a sus aposentos.
Finalmente llegan ante dos puertas dobles de alabastro, custodiadas por otras dos salamandras, que se abren con suavidad. Dentro hay una opulenta sala, jalonada con columnas, sedas y tapices cubren las paredes y los espacios entre las negras y pulidas columnas. En la pared del fondo una fina cascada de lava cae con hipnóticas figuras. En el centro del salón hay una elevación totalmente cubierta por alfombras y cómodos cojines. Una mesa baja de cobre bellamente tallada con damasquinos está cubierta de bandejas con dátiles, frutas, carne deshuesada y jarras de vinos afrutados.
Sentada en un cojín hay una hermosa mujer de piel rojiza, vestida con un elegante vestido de casa dorada y su rostro parcialmente cubierto por un velo trasparente que parece lanzar destellos dorados cuando la luz se refleja en el mismo.
Su profunda mirada de pupilas rojas se clava en Jen, aunque está acompañada de una sincera sonrisa de sus carnosos labios cuando Idab comienza a presentarla con una profunda reverencia.
- Contempla a Shideh, Sultana del Nodo de Fuego, Señora del Lago de Lava, Comandante de las Huestes Ígneas, Dueña del Ruby Ígneo, Protectora del Puente Negro, Custodia de la Cascada de Magma... -
La mujer hace una ligera inclinación de cabeza ante la mención de sus títulos y, sonriendo, hace un ademán para restar importancia.
- Esta bien - dice con una voz algo profunda, seductora- mi querido Idab. No queremos aburrir a nuestro invitade con formalidades. Por favor - dice haciendo un ademán con la mano invitando a Jen a unirse a ella al otro lado de la mesa. Con otro gesto despide a la salamandra la cual, tras hacer una profunda reverencia se desliza fuera de la sala, dejándoles solos.
Jen no es menos, y antes de poner un pie en la elevación hace una reverencia -Mi señora Shideh, que vuestra mesa siempre permanezca llena de dátiles y frutos dulces. Mi nombre es Jen, de la casa de Hn. La hache es muda. Gracias por acogernos en vuestro hogar. - Tras eso acepta el gesto de Shideh, y se sienta en los cojines. Sabe que debe de haber una razón por la cual Shideh le ha convocado a elle sole, que no sea hablar del tiempo (igneo, caluroso, cenizo....), pero no quiere ser descortes. -Me permitís serviros té, o vino? -Pregunta, señalando una de las jarras de la mesa
La sonrisa de la mujer que tiene frente a ella podría desarmar al más pio de los sacerdotes de Greyhawk.
- Tus modales son excelentes Jen de la Casa de Hn pero que anfitriona sería si no soy yo la que te sirve la bebida. Por favor, permíteme-
Y acompañando la palabra con la acción, de alguna manera, la jarra se levanta por si misma y sirve una generosa copa de vino a Jen.
- Quiero disculparme por separarte de tu compañero pero quería daros a cada uno de vosotros toda mi atención y conoceros con calma. Aunque debo confesar que, de todos tus amigos tú me pareces el más interesante. Sin duda el paladín será divertido, siempre lo son - dice con una sonrisa pícara - pero hay algo en ti… algo… especial…. -
Sostiene la mirada de Jen unos segundos, como si estuviera confirmando sus sospechas.
- Sin duda sabréis que vuestra llegada es algo inédito en los últimos años. Cuando sentí que la puerta se abría envié a mis siervos para poder conocer a quien cruzase. Cuéntame. ¿Quienes sois, de dónde venís y cómo habéis logrado una hazaña que ni siquiera yo, con mis bastos poderes no he digo capaz de conseguir en estos años? -
Rolthos frotaba suavemente los vendajes, agradeciendo silenciosamente la fresca analgesia de los ungüentos de Julian. Mientras tenia el primer contacto con el asentamiento civilizado en medio del hostil plano de fuego se guardaba sus reflexiones y prejuicios para si mismo. Su mirada escudriñaba su entorno y se dejaba levar. Los silenciosos sirvientes hicieron florecer mas dudas acerca de aquel lugar. Esclavos o sirvientes? Sintió una extraña sensación ambigua mientras los sirvientes de atendían, alivio físico mezclado con aprensión por su situación. En aquella situación, casi rehen de aquellas criaturas, tan solo pudo agradecer a los sirvientes con unas amables palabras y una sonrisa agradecida.
No fue hasta que estuvo solo en la habitación que se relajó visiblemente, la cama, el baño, la comida... todo le tentaba y a la vez le daba aprensión. Tras un instante de observación se dirigió al sirviente que estaba con el en la habitación. - Como os llamáis? - Le pregunto calmada y afablemente. - Yo soy Rolthos, paladín de Mayaheine. - Dijo presentándose a si mismo.
Tras las presentaciones iniciales Rolthos se dirigió al baño. - Creo que será sensato que me adecente para la recepción, no desearía que mi anfitriona se sienta ultrajada porque perciba una falta de respeto. - Cuando el sirviente se adelanto a ayudar Rolthos le detuvo con un gesto. - Por favor, sentaos y tomad algo mientras me acicalo, mientras, podéis servirme mejor contándome acerca de este lugar y emplazamiento. - Dijo mientras observaba las reacciones del sirviente, quizás no fuese libre de hablar libremente, pero sus expresiones y reacciones quizás desvelasen mas claramente su situación.
El sirviente parece dudar y hasta sobresaltarse un poco cuando Rolthos se presenta.
- Yo.. mi nombre es Firud señor - dice con voz dubitativa y baja, como si temeria estar cometiendo alguna infracción desconocida para él. Es evidente para el paladin que no está acostumbrado a que se dirigan a él, y que posiblemente sus órdenes no incluyan dar conversación a los invitados, pero teme ofender al paladin y por eso le contesta, inseguro de cúal será el resultado si el invitado se siente ofendido.
- Yo.. sólo soy un humilde sirviente de la Señora, que el fuego siempre arda en su chimenea, y no sé cómo podría ayudarle hablándole sobre este... lugar? - dice dubitativo sobre a qué se refiere el paladin.
Sin mucho más que hacer, Nessa deja de dar vueltas por la habitación y se sienta en la cama. "¿Eso es té?", se pregunta y tras inspeccionar el contenido de la jarra y notar que huele maravillosamente, se encoje de hombros y lo prueba. Puestos a seguir esperando, al menos hacerlo un poco más relajadamente.
Al cabo de un rato se acuerda de que Julian le había prestado material de escritura y, aunque sigue sin terminar de aceptar la situación, a veces es mejor no darle más vueltas a los asuntos y simplemente seguir adelante. Dispone el papel, la pluma y la tinta sobre una mesilla y empieza a garabatear con la mano izquierda. Empieza por las letras básicas.
El silencioso sirviente escucha de vez en cuando palabras cortas y sonoras que quizás, o quizás no, interprete como maldiciones.
-Idab, vuestra hospitalidad os honra. Por supuesto, gracias por la escolta- Jen asiente a Nessa y se dispone a seguir a los elementales cuando el resto termina de despojar a Rolthos de su armadura y guardarla en la bolsa que les han proporcionado.
Siente un pequeño tirón en el brazo por parte de Julian, que cruza una mirada llena de aprehensión con elle. Jen le da unas palmaditas, con intencion tranquilizadora.
- Todo irá bien, querido, pero no podemos quedarnos aquí solos. Necesitamos toda la ayuda posible, ya sea momentanea o permanente. Mantén los ojos bien abiertos.-
Julian enarca una ceja -Vaya chiste mas malo.- Dice con voz monótona, señalándose el parche.
-Ah! Pero es que yo no soy cómico, soy acróbata!-
Tras recuperar la bolsa con la casi incandescente armadura de metal del paladín, el grupo sigue a su guía Idab por el caliente suelo de piedra volcánica. Al contrario que la pizarra cortada en afiladas aristas del nodo del aire, aqui el suelo es poroso, con miles de pequeñas afiladas aristas que seguro pueden cortar como pequeñas cuchillas si alguien se tropieza y se cae contra el mismo.
La ténue luz roja apenas ilumina sus alrededores, el humo y el intenso calor, que hace ver la lejanía difuminada, hacen difícil averiguar mucho sobre dónde se encuentran. Es difícil saber si es una caverna o simplemente el cielo esta permanentemente encapotado pero no pueden el firmamento.
Se encuentran en una pequeña isla de roca volcánica, no mucho mayor que donde estaba el portal a este plano. Solo que ahora, en lugar de estar rodeados de aire, se encuentran rodeados de lava ardiente. El magma se va deslizando perezosamente a su alrededor, despidiendo un calor infernal, vapores y azufre. De vez en cuando, una burbuja estalla, extendiendo la lava incluso varios metros dentro de la orilla si la burbuja está cerca de esta. Todos pueden sentir el calor emanando del mismo suelo y casi quemándoles los pies. Los ojos les lagrimean por el calor y los vapores, y se les hace difícil respirar, el mismo aire quema. Los peligros de este lugar se van haciendo evidentes a cada paso que dan.
Con Idab a la cabeza, el resto de salamandras mantiene la distancia con sus largas lanzas en posición de espera, pero se colocan en formación, a los lados y detrás, de ellos. Caminan hasta llegar al río de lava donde hay una embarcación de alabastro negro amarrada a una de las rocas de la isla. Su guía sube deslizándose sobre la lava como si no hubiera cambiado de medio y extiende una larga plancha de obsidiana para facilitar el acceso de sus invitados. Cuando todos están en la barcaza, que está delicadamente pulida, tanto que son capaces de ver la lava deslizándose bajo ellos, varias de las salamandras sacan largas pértigas negras y comienzan a impulsar la barcaza por el ígneo rio. Ibad se mantiene al timón y va dando órdenes al resto en un idioma que no comprenden. No están muy apretados, pero la proximidad de las salamandras es agobiante, no sólo por su tamaño, si no por el calor que despiden.
La única referencia que tienen es que parecen seguir la corriente del rio de lava. Las islas de roca negra van apareciendo aquí y allá pero ya sea por la distancia o por la amenazadora presencia de su escolta, no ven a ningún otro habitante del semi-plano, aunque Rolthos juraría que ha visto una cola escamada aparecer momentáneamente en la lava.
Los agudos ojos de Nessa detectan un fulgor verde que ilumina unas grandes protuberancias volcánicas de forma hexagonal en una de las islas. Es un pulso verde que resalta contra el amarillo, naranja, rojo y negro que imperan en este lugar. Pero también dejan atrás esa isla, navegando despacio hacia su destino.
Es difícil calcular el tiempo que pasa, si una hora, dos, o sólo minutos, pero finalmente el rio que recorren desemboca en un gran lago de lava. En el centro hay una isla, y en la isla se alza un palacio espectacular.
Creado de obsidiana negra pulida, sus altos muros, imponentes torres y elegantes minaretes se elevan por encima de cualquier otra cosa que hayan visto en este semi-plano. La edificación no está construida sólo en obsidiana si no que las cúpulas de sus torres se intercalan el marfil, el bronce y el oro, creando un hermoso y elegante contraste. La torre central tiene un gran balcón que se abre sobre el patio principal del palacio y seguramente permita ver incluso más allá de las murallas exteriores. Sobre el minarete más alto ondea una bandera, un
Ibad dirige la embarcación hacia el mismo y el resto parece vigorizado por ver el que parece ser su hogar y llegan rápidamente a un embarcadero de roca pulida esculpido como si volutas de humo salieran de sus postes. Desembarcan y les llevan hasta las puertas negras del palacio, bajo sus imponentes murallas de obsidiana pulida hasta parecer un espejo que refleja los colores del lago de lava que les rodea.
Tras los cuerpos de las salamandras pueden ver que hay un pequeño contingente de sirvientes que han traído bancos de madera negra, palanganas y jofainas y están preparando todo para su entrada. Pero por la actitud de su escolta y su guía parece que falta un pequeño detalle.
- Bienvenidos a la humilde morada de mi Señora, que su pelo siempre refleje el color del sol y la luna. Ahora sois sus invitados en su palacio. Vuestra seguridad es nuestra obligación. Nada ni nadie os dañará en sus muros mientras seáis sus invitados y yo o cualquiera de mi guardia aún estemos con vida. - Todos hacen un respetuoso saludo - Por favor, honradnos con vuestra confianza y haremos todo lo posible por cubrir vuestras necesidades. Vuestras armas y armaduras... - dice abriendo de nuevo el saco donde ya está la armadura de Rolthos - depositádlos aqui para que podamos custodiarlos. -
Ibad abre el saco y espera en actitud tranquila a que el grupo proceda.
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Durante todo el camino la ranger está muy callada. Salvo el acceso de tos ocasional debido a los vapores y el azufre del ambiente, no emite ruido alguno y se dedica a observar el camino que están siguiendo para intentar memorizarlo y fijarse en todos los detalles del entorno, intercambiando de cuando en cuando alguna mirada con sus amigos.
Hace esto no sólo porque el semi-plano de fuego les esté agotando y dificultando, si no por la preocupación que le causa saber que dependen por completo de estas criaturas, por muy educadas y amigables que aparenten ser. ¿Van a permitirles irse libremente de allá a donde estén yendo cuando los compañeros así lo deseen?
"Demasiado tarde para pensar esto. Y nunca hubo otra opción real", piensa. Pero el saber que habían tenido elección estaba lejos de reconfortarla.
Cuando vio el pulso verde su corazón se aceleró. "¡La luz del mythal!". No dijo nada ni hizo gesto alguno, ni siquiera a los compañeros que tenía justo al lado en la barcaza, y guardó en su memoria la ubicación, deseando internamente que en aquel semi-plano las islas se movieran menos que en el de aire. Intentó prestar especial atención al flujo de la lava, para intentar establecer un patrón de movimiento en caso de que las islas sí se moviesen.
Cuando vieron el palacio en la distancia no pudo dejar de apreciar la belleza del mismo. Pero de nuevo, no se sintió reconfortada en absoluto. Y la sensación creció exponencialmente cuando les pidieron despojarse de armas y armaduras.
Cruzó entonces una mirada con Vraak. ¿Iba a dejar ir tan fácilmente el hacha que acaba de recibir? ¿Y la de su hermano?
Idab decía que nadie les dañaría mientras fueran invitados. ¿Y qué sucedería en caso de que aquello cambiase? ¿De que su Señora cambiase de opinión?
Pero ... de nuevo... no tenían más opción. En aquel ambiente no iban a poder aguantar demasiado sin ayuda. Estaban rodeados y en total inferioridad.
La ranger empezó a quitarse la pechera de cuero en silencio, sabiendo que iba a tardar mucho más que el resto en conseguirlo.
"Dejaré la pechera. Dejaré el carcaj. Dejaré la espada y la daga. Pero la pulsera se queda conmigo". Pensó, deseando que unas flores trenzadas no parecieran significativas a ojos de unas criaturas que probablemente nunca habían visto una flor en sus vidas, y que las consideraran un simple adorno.
La ranger se deja también la capa puesta, ya que no le han pedido quitársela.
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Jen acaricia su aro y su bastón desplegable. -Gracias por cuidar de nuestros enseres. Disculpad si veis duda en nuestros ojos. No es por falta de confianza. Ser aventurero hace de estas protecciones y armas una parte de nuestro ser y despojarnos de ellas se nos hace duro. Son atuendos que nos han salvado la vida, y armas que no solo implican una forma de luchar contra enemigos, si no una expresión de hermandad -Dice esto mirando a Vraak- Y arte. -Mirando a su aro antes de depositarlo en la bolsa con un suspiro. Luego se lleva la mano al corazón y hace una pequeña inclinación de cabeza- Confiamos en vosotros y en vuestra Señora, Idab. Gracias.-
Cruza miradas con el resto del equipo, animándoles, y comprobando su estado con respecto al tema de dejar las armas. -Deja que te ayude, Nessa.- Dice cuando ve que la cazadora forcejea con su pechera para quitársela.
Ahsrem parece bastante intimidado por la presencia de las enormes salamandras y deja su maltrecha maza sin ni siquiera mirar a Idab.
Julian sigue a Jen y deja en silencio sus pertrechos en el saco el cual no parece tener fondo ni cambiar de aspecto por las armas y amadoras que se depositan dentro.
Vraak da un paso al frente y saca pecho. Puede que sea por la postura semi inclinada de la salamandra jefe o puede que sea la perspectiva pero a Nessa le parece que el semi-orco es tan grande como El Capitan de la guarida del palacio de obsidiana.
- Ya puedes tener cuidado con ellas cerillas… - dice mientras deja con cuidado las dos hachas en el interior del saco. Idab levanta un poco la mirada ante el mote que le ha puesto - O cuando las recupere te las voy a dar por la parte que corta.-
- Seria un honor medir mis fuerzas con un guerrero se su valía… - response rápido Idab - pero esperemos que el destino nos tenga preparada otro uso para nuestros aceros - añade igual de rápido de manera educada incluyendo una leve reverencia hacia Vraak.
Mientras Cruços ha aprovechado para hacerse un corte en la mano y presionar su sangre contra el diamante del pomo de su espada, que se torna rojo intenso.
Con solemnidad presenta su espada ante Idab y con tono socarrón dice:
- Está es Vergelub. No solo debes tener cuidado con ella si no que debo verla y realizar un ritual en ella cada día. De no ser así, se liberará un infierno aquí que convertirá este palacio tan bonito que tenéis que montado en una ruina ennegrecida. No es una amenaza, es una maldición. - dice mucho mas serio - Es mi carga y ahora la compartes. -
Idab parece sorprendido al principio pero enseguida vuelve a hacer una reverencia al cazador de sangre.
- Me honráis compartiendo tal responsabilidad conmigo. Así se hará. Veréis vuestro arma una vez al día - mientras e mandoble se pierde en el interior del saco.
Oswald Glimfeather Tercero tan solo se encoge de hombros cuando la mirada de la salamandra para por él. Está sorprendentemente callado, piensa Jen mientras ayuda a Nessa a coger su armadura para meterla en el saco, pero parece estar absorbiendo toda la información que puede… aunque es difícil de decir con los búhos, al fin y al cabo siempre tienen los ojos abiertos como platos.
Ya sólo queda ek paladín, que recuperándose de las quemaduras que sufrió por su propia armadura aún sostiene el Glaive en las manos.
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Quizás por la falta de práctica, o quizás porque siente varias miradas sobre ella a Nessa le está costando demasiado quitarse la armadura. Cuando Jen se acerca a ayudarla está a punto de responderle que no, que le deje un momento, que necesita hacer esto por su cuenta. Pero luego piensa que no debe retrasar a los demás y que por ahora debe dejar de lado su orgullo y su deseo de poder manejarse por si sola todo lo que pueda. Así que suspira y accede.
Cuando terminan, deposita el carcaj, la espada, la daga y la pechera, sin añadir nada más a lo dicho por sus compañeros. El mensaje que había iniciado Jen y que los demás habían reforzado había quedado suficientemente claro.
Cuando Vraak llama "cerillas" a Idab, la ranger no puede evitar abrir mucho los ojos y lanzar una mirada al semiorco que viene a representar un "dioses, ahora mismo te mataría". Pero acto seguido sus labios se curvan en una risita rápida por la ocurrencia. Suerte que Idab no parece habérselo tomado mal.
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El paladín gruño con frustración al sentir la abrasándole la piel y con la ayuda de sus compañeros se la quitó mientras las criaturas les rodeaban. Por fortuna no parecían agresivos aunque dudaba que fueran criaturas benignas. Posiblemente eran malvadas, pero organizadas en alguna opresiva y rígida estructura legal social. No era lo que esperaba encontrarse en un plano de fuego, esperaba algo de más temperamento volátil y violento.
- No pensaba que la armadura fuese a capturar tanto calor, desde luego no es normal. – Susurró a Vraak y Crusos.
- Gracias por la asistencia. – Dijo con respeto dejando la armadura en el saco.
Durante el trayecto observó a las criaturas sus comportamientos y como se trataban unas a otras. En un breve instante se concentró tratando de detectar el mal, con más aprensión que convicción, aquello podía darle intensos dolores de cabeza.
No dudo un momento en confiar sus armas a aquellas criaturas. Y aunque hasta ahora habían demostrado cierta honorabilidad, sintió una ansiedad y desprotección que expreso con un cruce de miradas con Crucos.
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Una vez recogidas todas las armas. Idab cerró el saco y con un rápido movimiento lo volvió a colgar de su espalda.
- Por favor, sed bienvenidos a la humilde morada de mi Señora, que sus salones siempre estén cubiertos de las mejores telas. -
Hace un gesto y se aparta, invitándoles a pasar.
En la entrada, hay unos bancos que salen de la pared y varios sirvientes, dos humanos, una semi-elfo y tres criaturas pequeñas, parecidas a goblins pero de piel de un profundo rojo, que casi parece negro, les esperan con jofainas y palanganas. Todos están vestidos con ligeras túnicas de seda naranja. Siguiendo las indicaciones de Ibad y los sirvientes, se sientan en los bancos y estos proceden a retirar con delicadeza sus botas, lavar, casi con reverencia, sus pies y colocarles unas cómodas babuchas antes de lavarles las manos y los antebrazos. Los sirvientes lo hacen con delicadeza y en silencio.
- Por favor - dice Idab cuando han terminado las libaciones. - Seguid a los criados hasta vuestros aposentos. Refrescaos y preparaos para la audiencia de esta noche. Nos veremos después - dice con una última reverencia.
Guiados por los sirvientes, y seguidos por una escolta de salamandras, el grupo es guiado hasta un ala del imponente palacio donde, uno a uno, son conducidos hasta una habitación. Una para cada uno de ellos, salvo para Julian y Jen que les entregan una habitación para los dos.
Aunque cada habitación tiene alguna diferencia todas están elegantemente decoradas con alfombras, cojines y tapices. En una mesa baja tienen una fuente con frutas y dátiles, así como una tetera con te con menta caliente. Una parte de la habitación es un baño con una bañera con agua caliente y unas impresionantes vistas al lago de lava que se extiende a sus pies. Rolthos no cree haber visto una cama tan cómoda y lujosa ni en las dependencias de los nobles de Greyhawk. Su habitación tiene hasta una percha con una pequeña casa para comodidad de Oswald Glimfeather Tercero.
En la habitación también hay ropa limpia para los invitados. Camisas abiertas de seda y pantalones anchos, vestidos de vivos colores amarillos rojos y naranjas para quien lo desee.
Los sirivientes se quedan en la habitación, silenciosos, solícitos, dispuestos a preparar el baño o ayudar a los invitados en lo que necesiten.
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Nessa no estaba nada a gusto mientras una de las curiosas criaturas de piel rojo oscuro le lavaba los pies y la mano. Había que reconocer que lo hacía con mucho cuidado y delicadeza y que la sensación era muy de agradecer - el pequeño ser emitía un calor suave muy agradable - pero la ranger no podía dejar de pensar que aquello no estaba bien. ¿Qué hacían allí aquellas personas? ¿Eran antiguos castigados del Templo del Mal Elemental que ahora trabajaban a las ordenes de aquellas salamandras y su Señora? ¿Eran esclavos? No dijo nada y se dejó llevar, pero intercambió una mirada incómoda con Jen. Para todo lo que les amigues habían disfrutado de aquel tipo de cuidados cuando habían ido a la casa de baños de Greyhawk, aquello estaba resultando muy diferente.
Cuando les fueron separando se quedó quieta en una especie de estupor. Con todo lo que habían pasado juntos no quería que les separasen, ni aunque les fueran a llevar a las mejores habitaciones del mundo. Tardó unos largos segudos en seguir a "su sirviente", hasta que vio que el resto iban desapareciendo y no quedó más remedio que seguirle con un suspiro y entrar en la habitación.
Una vez dentro, con aquella extraña mezcla de soledad - a pesar de no estar sola - y de incomodidad - a pesar de estar en una habitación diseñada para el relax y el descanso - soltó la mochila al lado de la cama, se dio un baño e invirtió bastante tiempo en lavarse el pelo y prepararse para la futura audencia. En otra situación habría elegido el vestido rojo, pero tenía la sensación de que estaría más cubierta con la blusa y pantalones sueltos. Y últimamente sentía la necesidad de tapar su lateral derecho a ojos del mundo todo lo posible. Aquél era el otro motivo por el que se había aferrado a su capa: le ayudaba a disimular algo más la ausencia de brazo derecho. Se sentía más protegida, menos visible, menos ... menos.
Así, vestida con la ropa de color anarajado, con el pelo largo suelto, y acompañandose de la capa, la pulsera de flores, la bellota encantada y el colgante de Ornym, se acercó a la puerta de su habitación, preguntándose si habrían de esperar mucho a verse de todos de nuevo y a acudir a aquella audiencia. Paseó en círculos delante de la puerta durante un rato, nerviosa, esperando, atenta a cualquier cosa que pudiera escuchar.
En un determinado momento de la espera intentó abrir la puerta. Como temía, estaba cerrada con llave. El sirviente no reaccionó en absoluto a este intento. Probó entonces a decirle algo:
- ¿Tendremos que esperar mucho más? - le preguntó, sin mucha esperanza de obtener respuesta.
Algo así, pero con la capa, sin orejas puntiagudas, y con un sólo brazo, claro ..
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Jen parece muy centrade en la tela frente a elle, mientras le lavan las manos y los pies. Intercambia la mirada con Nessa, y asiente con la cabeza imperceptiblemente. Sin embargo su lenguaje corporal se definiría como "intrigado", intentando absorber todo lo que hay a su alrededor.
Aquel trato era tan distinto... Tan extraño y a la vez tan familiar. En un plano han pasado tantas penurias y ahora son tratados como huespedes de lujo. Jen no puede evitar suspirar gustosamente cuando los sirvientes retiran los ultimos restos de suciedad de entre sus dedos. Cuando los conducen a sus habitaciones Jen sigue al sirviente con naturalidad y diligencia. Julian en ese momento no parece tan entusiasmado, y mira nerviosamente a su alrededor. La protección del grupo ha sido como un salvoconducto en toda aquella aventura. Sentirse separado... Era un añadido a su vulnerabilidad
Jen parece absolutamente complacide al ver las ropas de lujo en su cama. Se lleva la mano al corazón mientras acaricia con reverencia la fina tela -Esta gente ha sido realmente amable, y no podemos hacer mas que acogernos a su hospitalidad.- Comenta, a nadie en particular -Deberíamos aprender de ellos, no crees?- Toma una túnica de intrincados brocados y vibrantes colores que contrastan con su actual tonalidad de piel azul celeste y la observancon interés.
Julian se señala a si mismo, confuso. -Jen, que dices? Y el grupo?- dice en voz baja. Le barde parece quitarle importancia. -Querido, por qué no tomamos un baño? Te veo demasiado tenso.-
Su bañera es grande y profunda, de cerámica lacada en un crackelado muy artístico. Jen se acerca cariñosamente a Julian, y oculta el rostro en su cuello -Ten fé.- susurra. -Todo irá bien. Confía en ellos- Y el médico puede leer en sus ojos entonces el disimulado miedo que comparten al verse como prisioneros enmascarados de huespedes. Jen le toma de la mano, y le da unas palmaditas. -Tengo ganas de conocer a la Señora de la fortaleza... Como díría Idab? Que sus trenzas permanezcan siempre lustrosas? Que te parece? Se me acaba de ocurrir
Solo para Jen:
Le changeling siente su cuerpo relajarse en el agua cálida de la bañera agradeciendo, pese a sus temores, el momento de respiro.
Apoya la cabeza en una mullida toalla que, solicita, le ha puesto la joven que ha sido asignada a su servicio, y cierra los ojos.
Sin previo aviso se siente catapultade a otro lugar, arrastrada su consciencia fuera de su cuerpo. Por un instante esta sobrevolando el lago de lava merced de sus ígneas alas, cruzando majestuosa los aires.
Tan solo dura unos segundos, se ve arrastrada en una vertiginosa caída hasta un profundo calabozo, negro y oscuro. Allí contempla impotente a una gran y hermosa ave postrada, encadenada por negras cadenas al suelo paredes y techo.
El ave permanece postrada, el largo y orgulloso cuello recogido sobre su cuerpo. Las plumas y la otrora hermosa cola de un color gris cenizo.
De repente puede escucharse un cántico, una letanía. El ave se agita, inquieta. Se incorpora y sacude según la letanía asciende de volumen, se vuelve más y más potente e imperiosa. El ave estalla en llamas y chilla mientras todo su cuerpo se ve consumido por una deflagración. Las cadenas que la retenían se ven consumidas en el infierno y se convierten a su vez en un jumó negro y azulado que rodea por completo el fuego que devora al ave.
La letanía termina y todo queda en silencio. Ante la atónita mirada de Jen las cenizas que están rodeadas por el humo comienzan a brillar con un fulgor rojizo y se expanden movidas por un viento inexistente. El ave comienza a reformarse de sus propias cenizas y así lo hacen las cadenas que la retienen en el oscuro calabozo.
Con un quejido lastimero vuelve a adoptar la misma postura de antes, sus plumas apagándose de un hermoso rojo y anaranjado vivos al gris anterior.
Mientras se coloca fija su mirada en Jen. Los igneos ojos se clavan en los suyos y con un graznido y una llamarada que la envuelve Jen retorna a su cuerpo tan rápidamente como lo abandonó.
Sigue en la bañera, cómodamente relajade. La sirvienta percibe su momentánea turbación y le pregunta solicita
- ¿Todo está bien Sayiid? -
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Con el sobresalto, le barde se lleva la mano al corazón mientras toma consciencia de sus alrededores de nuevo. La voz de la sirvienta hace que de un pequeño respingo.
-Si! Si querida, gracias...- Modula su voz tranquilizandose. -Un... Un remanente del tormento que hemos vivido anteriormente. Disculpa...- Avergonzade, se vuelve a sumergir en el agua, aguantando la respiracion unos segundos antes de volver a emerger a la superficie de la poza. Que significaba aquello? Había sido demasiado vívido. El quejido del ave resuena aun en sus oidos a pesar de la presión del agua
Cuando ya están vestidos y disfrutando de tu té, unos golpes en la puerta anuncian que tienen visita.
La sirvienta abre la puerta y la imponente figura de Idab se recorta en el dintel.
- Espero que los aposentos sean de vuestro agrado. - Dice con educación - Mi Señora desea veros - dice clavando sus ojos en Jen.
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Jen deja delicadamente el vaso de té en la mesa, y se levanta. Ambos se han vestido con las ropas que les handejado, Jen con la femenina túnica que estaba admirando previamente y Julian con un chaleco de color arena y unos anchos y cómodos pantalonea negros. -Idab, sois muy hospitalarios. Vuestra señora, que sus trenzas siempre luzcan esplendorosas, es muy generosa. Por supuesto. -Y se levanta con naturalidad. Julian también se incorpora dispuesto a seguir a le barde, pero Idab lo detiene.
-Lo lamento pero los deseos de mi Señora, que sus arcas siempre rebosen, es verle solo a elle y yo debo acatar sus deseos…- Dice con gravedad.
-Pero... Jen. Jen!- Exclama Julian, momentaneamente alarmado. Le barde se voltea y vuelve a su lado, tomándole de la mano y posando un beso en sus labios -Está bien, corazón. Está bien. Nos veremos en poco, de acuerdo?- Dice con voz suave. Julian asiente, y un poco a regañadientes se sienta de nuevo en el cojín en el que estaba.
Al salir, Jen entrelaza las manos tras la espalda caminando junto a Idab -Disculpad la aprehensión de mi prometido. Previamente a la llegada aquí sufrimos una tormentosa separación que casi le cuesta la vida.-
La salamandra jefe asiente comprensiva y guía a Jen fuera de la cámara.
Jen se percata que, frente a su puerta hay dos salamandras apostadas en el pasillo.
Guiade por la gran mole del Capitán, que se desliza elegantemente frente a elle, Jen pasa por varios pasillos elegantemente cubiertos por alfombras y tapices y muchos de ellos con galerías abiertas desde las que contemplar el impresionante lago de lava cuyo calor debería resultar mucho más intenso, pero Jen se percata de que no es así. De todas maneras el conjunto de pasillos, galerías, escaleras y torres hace que Jen dude que sea capaz de volver sole a sus aposentos.
Finalmente llegan ante dos puertas dobles de alabastro, custodiadas por otras dos salamandras, que se abren con suavidad.
Dentro hay una opulenta sala, jalonada con columnas, sedas y tapices cubren las paredes y los espacios entre las negras y pulidas columnas. En la pared del fondo una fina cascada de lava cae con hipnóticas figuras.
En el centro del salón hay una elevación totalmente cubierta por alfombras y cómodos cojines. Una mesa baja de cobre bellamente tallada con damasquinos está cubierta de bandejas con dátiles, frutas, carne deshuesada y jarras de vinos afrutados.
Sentada en un cojín hay una hermosa mujer de piel rojiza, vestida con un elegante vestido de casa dorada y su rostro parcialmente cubierto por un velo trasparente que parece lanzar destellos dorados cuando la luz se refleja en el mismo.
Su profunda mirada de pupilas rojas se clava en Jen, aunque está acompañada de una sincera sonrisa de sus carnosos labios cuando Idab comienza a presentarla con una profunda reverencia.
- Contempla a Shideh, Sultana del Nodo de Fuego, Señora del Lago de Lava, Comandante de las Huestes Ígneas, Dueña del Ruby Ígneo, Protectora del Puente Negro, Custodia de la Cascada de Magma... -
La mujer hace una ligera inclinación de cabeza ante la mención de sus títulos y, sonriendo, hace un ademán para restar importancia.
- Esta bien - dice con una voz algo profunda, seductora- mi querido Idab. No queremos aburrir a nuestro invitade con formalidades. Por favor - dice haciendo un ademán con la mano invitando a Jen a unirse a ella al otro lado de la mesa.
Con otro gesto despide a la salamandra la cual, tras hacer una profunda reverencia se desliza fuera de la sala, dejándoles solos.
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Jen no es menos, y antes de poner un pie en la elevación hace una reverencia -Mi señora Shideh, que vuestra mesa siempre permanezca llena de dátiles y frutos dulces. Mi nombre es Jen, de la casa de Hn. La hache es muda. Gracias por acogernos en vuestro hogar. - Tras eso acepta el gesto de Shideh, y se sienta en los cojines. Sabe que debe de haber una razón por la cual Shideh le ha convocado a elle sole, que no sea hablar del tiempo (igneo, caluroso, cenizo....), pero no quiere ser descortes. -Me permitís serviros té, o vino? -Pregunta, señalando una de las jarras de la mesa
La sonrisa de la mujer que tiene frente a ella podría desarmar al más pio de los sacerdotes de Greyhawk.
- Tus modales son excelentes Jen de la Casa de Hn pero que anfitriona sería si no soy yo la que te sirve la bebida. Por favor, permíteme-
Y acompañando la palabra con la acción, de alguna manera, la jarra se levanta por si misma y sirve una generosa copa de vino a Jen.
- Quiero disculparme por separarte de tu compañero pero quería daros a cada uno de vosotros toda mi atención y conoceros con calma. Aunque debo confesar que, de todos tus amigos tú me pareces el más interesante. Sin duda el paladín será divertido, siempre lo son - dice con una sonrisa pícara - pero hay algo en ti… algo… especial…. -
Sostiene la mirada de Jen unos segundos, como si estuviera confirmando sus sospechas.
- Sin duda sabréis que vuestra llegada es algo inédito en los últimos años. Cuando sentí que la puerta se abría envié a mis siervos para poder conocer a quien cruzase. Cuéntame. ¿Quienes sois, de dónde venís y cómo habéis logrado una hazaña que ni siquiera yo, con mis bastos poderes no he digo capaz de conseguir en estos años? -
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Rolthos frotaba suavemente los vendajes, agradeciendo silenciosamente la fresca analgesia de los ungüentos de Julian. Mientras tenia el primer contacto con el asentamiento civilizado en medio del hostil plano de fuego se guardaba sus reflexiones y prejuicios para si mismo. Su mirada escudriñaba su entorno y se dejaba levar. Los silenciosos sirvientes hicieron florecer mas dudas acerca de aquel lugar. Esclavos o sirvientes? Sintió una extraña sensación ambigua mientras los sirvientes de atendían, alivio físico mezclado con aprensión por su situación. En aquella situación, casi rehen de aquellas criaturas, tan solo pudo agradecer a los sirvientes con unas amables palabras y una sonrisa agradecida.
No fue hasta que estuvo solo en la habitación que se relajó visiblemente, la cama, el baño, la comida... todo le tentaba y a la vez le daba aprensión. Tras un instante de observación se dirigió al sirviente que estaba con el en la habitación. - Como os llamáis? - Le pregunto calmada y afablemente. - Yo soy Rolthos, paladín de Mayaheine. - Dijo presentándose a si mismo.
Tras las presentaciones iniciales Rolthos se dirigió al baño. - Creo que será sensato que me adecente para la recepción, no desearía que mi anfitriona se sienta ultrajada porque perciba una falta de respeto. - Cuando el sirviente se adelanto a ayudar Rolthos le detuvo con un gesto. - Por favor, sentaos y tomad algo mientras me acicalo, mientras, podéis servirme mejor contándome acerca de este lugar y emplazamiento. - Dijo mientras observaba las reacciones del sirviente, quizás no fuese libre de hablar libremente, pero sus expresiones y reacciones quizás desvelasen mas claramente su situación.
Zevatur, Rolthos
Rolthos:
El sirviente parece dudar y hasta sobresaltarse un poco cuando Rolthos se presenta.
- Yo.. mi nombre es Firud señor - dice con voz dubitativa y baja, como si temeria estar cometiendo alguna infracción desconocida para él. Es evidente para el paladin que no está acostumbrado a que se dirigan a él, y que posiblemente sus órdenes no incluyan dar conversación a los invitados, pero teme ofender al paladin y por eso le contesta, inseguro de cúal será el resultado si el invitado se siente ofendido.
- Yo.. sólo soy un humilde sirviente de la Señora, que el fuego siempre arda en su chimenea, y no sé cómo podría ayudarle hablándole sobre este... lugar? - dice dubitativo sobre a qué se refiere el paladin.
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Sin mucho más que hacer, Nessa deja de dar vueltas por la habitación y se sienta en la cama. "¿Eso es té?", se pregunta y tras inspeccionar el contenido de la jarra y notar que huele maravillosamente, se encoje de hombros y lo prueba. Puestos a seguir esperando, al menos hacerlo un poco más relajadamente.
Al cabo de un rato se acuerda de que Julian le había prestado material de escritura y, aunque sigue sin terminar de aceptar la situación, a veces es mejor no darle más vueltas a los asuntos y simplemente seguir adelante. Dispone el papel, la pluma y la tinta sobre una mesilla y empieza a garabatear con la mano izquierda. Empieza por las letras básicas.
El silencioso sirviente escucha de vez en cuando palabras cortas y sonoras que quizás, o quizás no, interprete como maldiciones.
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