- Londres... - musitó para sí - esto demuestra que no es un hecho aislado de Brichester. Me parece interesante acudir a ese hospital y hablar con la enfermera. ¿Dice que algo está sucediendo con los pájaros? me interesa lo que pueda relatarnos; el anciano enfermo al que menciona… bueno, puede que solo sean ideaciones de su perturbada mente, debemos ser cautelosos con sus narraciones, seguramente producto de la falta de cordura. Pero, ya que hacemos el viaje hasta allí, no perdemos nada en escucharle- no hizo ningún comentario, pero en su fuero interno se alegró de que la novia del muchacho no les acompañara. Lo último que le apetecía era compartir el tiempo y el espacio con dos muchachos en pleno auge amoroso juvenil.
Andrea tomó su agenda y la repasó con interés, moviendo los labios para sí.
- Hoy tengo clases toda la mañana, podría estar libre a partir de las 12.00h. También quiero aprovechar para ponerme en contacto con el doctor Power y compartir toda esta información con él, es una eminencia en el campo de la biología -
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"Hay una grieta en todo, así es como entra la luz"
Andrea y Henry compartieron sus experiencias en el despacho de la doctora. Algo macabro y oscuro que no podían llegará a abarcar, pero sí a intuir vagamente, estaba pasando. Y no sólo en Brichester.
Tardarían algo más de una hora en llegar a Londres. Si cogían el próximo tren y el Hospital St Mary Bethlem permitía visitas por la tarde podrían conseguirlo.
Mientras pensaban en ello, Tom, el chico del correo del campus, asomo su nariz pecosa por el marcó de puerta.
—¡El correo doctora! —dijo a la carrera y más alto de lo deseable, mientras dejaba sobre su escritorio varios telegramas y salía a toda prisa rumbo al siguiente punto de reparto.
Eran los telegramas de repuesta a los que Henry había puesto el día anterior. Todos eran escuetas y educadas cartas negativas. Salvo la del Círculo de Ornitología de Londres, quienes advertían airadamente que aquella no era manera de gastar una broma. Nadie, al margen de los dos investigadores, parecía ser consciente de los extraños sucesos.
Tim volvió abruptamente con los mofletes inflamados por la carrera o el azoramiento.
—Perdón. Me dejaba esta —dijo agitando un telegrama antes de lanzarlo sobre el escritorio— Lo siento. Adiós —dijo mientras se alejaba a paso vivo recolocándose el zurrón de cuero sobre el hombro.
El telegrama tenía como remitente a un tal Dr Wright del Real Colegio de Ciencias.
"A la atención de Henry, adjunto de la Dra Parker de Biología.
Estimado colega, me dirijo a usted a colación de cierto asunto que tiene a mi equipo desconcertado. Tiene que ver con una bandada de pájaros peculiarmente extraña. Un amigo mío en el Circulo de Ornitología de Londres me ha hablado por casualidad de su telegrama a la mencionada institución. Preferiría hablarlo en persona. Estoy seguro de que entre colegas podremos entendernos. Pueden llamarme a cualquier hora al teléfono del Instituto.
Gracias de antemano. Atentamente. Dr Lucas Wright. Departamento de Física. Real Colegio de Ciencia"
Ambos conocían el Instituto imperial, a solo uno minutos de la londinense estación del metro de South Kensingtong.
La doctora Parker confirmó la pregunta de Henry con un contundente movimiento afirmativo de cabeza. Marchar a Londres suponía invertir allí todo el día. De nuevo, su suegra debería hacerse cargo de Lucinda, un favor más que le estaría restregando por la cara durante semanas. Suspiró de hastío ante tal expectativa, pero no tenía otra opción. Informaría a su marido en cuanto le fuera posible de los nuevos planes del día.
Cuando se disponían a concretar los detalles del viaje, el joven mensajero hizo su segunda aparición mostrando por fin un mensaje revelador.
- No podía haber llegado en un momento más oportuno - comentó a Henry, observando de nuevo la nota y ofreciéndosela al muchacho - Ponte en contacto con él, infórmale de nuestra visita a Londres en el día de hoy y concierta una cita para esta tarde. Iremos primero al hospital y luego nos reuniremos con el Dr Wright - se puso en pie y comenzó a recoger sus notas, dirigiéndose hacia el armario donde guardaba el cadáver del pájaro diseccionado - Nos encontraremos a las 12.00 en la puerta principal. No te retrases. -
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"Hay una grieta en todo, así es como entra la luz"
Andrea salió de su despacho tras la marcha de Henry portando su maletín que contenía las notas de las últimas 24 horas y el cadáver del ave. Con celeridad, recorrió los metros que separaban su despacho del de su mentor, el Dr. Power, confiando en que éste estuviera disponible. Llamó a la puerta con tres golpes secos y contundentes que resonaron con determinación.
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"Hay una grieta en todo, así es como entra la luz"
Henry asintió a las órdenes de la Profesora y se dirigió a cumplir con ellas. Llamó al Dr. Lucas Wright, agradeciéndole su telegrama y concertando una cita con él. Después comprobó los horarios de los trenes, tanto de ida como de vuelta, para poder cuadrar todo y anotó los trenes que más les interesaban en una hoja de su cuaderno, y esbozó una hoja de ruta con sus movimientos en Londres. Iba a ser, sin duda, un día ajetreado.
Miró el reloj y comprobó que aún tenía tiempo de asistir a una de sus clases. Pensó que no merecía la pena desaprovechar aquella oportunidad y se encaminó con paso decidido a la clase de Química del Profesor Mcwoolland. Sin embargo le costó concentrarse y se encontró mirando por la ventana en más de una ocasión, en busca de bandadas de extraños pájaros.
Al acabar no se entretuvo con sus compañeros como solía hacer y, excusándose, se dirigió raudo y con todas sus cosas a su cita con la Profesora.
—Adelante —dijo el Dr Powell con la voz profunda y tajante que Andrea conocía bien.
Andrea se abrió paso entre humo de pipa flotaba en el despacho. El aroma dulzón del Sullivan's Special era territorio conocido para ella. La figura delgada y envarada del sexagenario catedrático estaba plantada junto a la ventana con un libro la mano y la pipa en los labios. Powell vestía pulcramente, chaleco y pantalones de raya. Su rostro adusto estaba perfectamente afeitado y su cabello cano peinado hacia atrás, dejando despejada su ceñuda frente. Era el hombre más recto y estricto que Andrea había conocido, pero había sabido ver en ella su intelecto, el hambre de conocimiento y el valor y la energía para perseguirlo. Y nunca le importó su género ni las habladurías.
—Dra Parker. Bienvenida —dijo dejando el libro e invitándola a tomar asiento mientras servía un poco de brandy en un par de vasos—. ¿Qué tal la familia? —preguntó, por cortesía más que por verdadero interés, tendiéndola el vaso que le correspondía—. ¿En qué puedo ayudarle? —siempre la trataba de usted.
[Universidad de Brichester. Henry]
El Dr Lucas Wright atendió el teléfono casi de inmediato. Sonaba agitado, como si hubiera venido corriendo a coger el aparato. Parecía algo nervioso. Herny y él arreglaron un encuentro a la hora del te Los Jardines Waterloo, cercanos al Colegio Real de Ciencia. Seguramente, era una precaución para salvaguardar su reputación dentro de la institución.
Mas tarde, en clase de Química, McWoolland se mostraba tan tedioso como siempre. Y la cabeza del joven Henry estaba en otra parte, mucho más siniestra. Fuera el viento movía las ramas de los raquíticos cedros y jugueteaba con el césped. Apenas había pájaros. Los minutos pasaban tan lentos que casi podía oír el minutero del reloj que colgaba de la pared, junto al retrato regio de George V.
Andrea obedeció a su mentor y traspasó la puerta hasta plantarse en medio del despacho. El olor del tabaco de pipa le transportó a otros tiempos, sintiéndose en un lugar seguro.
Con una sonrisa nerviosa y una pequeña reverencia de cabeza, la profesora tomó asiento diligentemente. Aunque no solía beber, aceptó la copa. Qué demonios, después de los recientes acontecimientos, un trago le sentaría bien para templar su ánimo.
- Gracias por recibirme, Dr. - dijo tomando el vaso entre sus manos - La familia bien, gracias. Espero que la señora Powell se haya recuperado de su ciática; transmítale mis buenos deseos si es tan amable- comentó igualmente por cortesía.
- No quisiera robarle mucho tiempo - dijo tomando un pequeño trago del licor, que devolvió el color a sus mejillas - pero considero que el motivo que me trae hasta aquí es lo suficientemente importante como para compartirlo con usted, y buscar su consejo y su sabiduría -
El doctor Powell era un hombre de ciencia, una eminencia en su campo. Y como científico, no le gustaban las suposiciones ni las teorías basadas en supercherías. Por eso Andrea había recabado el mayor número de pruebas y había realizado las observaciones pertinentes para mostrárselas a su mentor. Con preocupación pero con rigurosidad, la doctora expuso todos los datos recabados en las últimas 24 horas, así como el cuerpo diseccionado del ave, el dedo encontrado en su estómago y las diversas muestras y sus resultados extraídos del cuerpo del animal, especialmente interesada por su opinión sobre la extraña masa alojada en el cerebro.
Por último, le relató la experiencia con la bandada de pájaros en frente de su propia casa, sus características y patrones extraños de vuelo, y las noticias procedentes de Londres que indicaban que se trataba de un fenómeno general, así como su intención de viajar esa misma tarde con Henry en busca de ampliar la información.
Tras su exposición, Andrea cruzó sus manos y observó al doctor, a la espera de sus impresiones.
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"Hay una grieta en todo, así es como entra la luz"
Kale se daba golpecitos en las sienes mientras miraba la pinta de sus pies. Sally permanecía absorta observándole desde un rincón de la habitación.
—Algo no anda bien dentro de mi cabeza, me bulle —se lamentó el anciano—. Lo siento, ya pasó —balbuceó—. A veces, creo que los pájaros me vigilan, ¿sabes? Con sus diminutos y crueles ojos clavados en mí. A todas horas. Siempre, esperando. Sí, esperando, desde siempre, desde siempre… —dijo el anciano Kale con la mirada perdida, pero cargada de nerviosismo—. ¿Te has fijado cómo nos tratan aquí? —dijo cambiando de tema en un parpadeo, como si de nuevo el anciano afable de siempre mientras levanta el cuenco de puré de pasta de patata frío que había sobre la mesa camilla—. ¡Oh los guisos del seminario! Eso sí era un manjar… —se lamentó medio en broma.
En ese momento la enfermera Rodgers se plantó en el quicio de la puerta.
—¿Qué pasa aquí? No están permitidas las visitas en las habitaciones. Me temo que tengo que rogarle que se marche —interpeló a Arthur y Sally con cierta dureza.
Powell escuchó con atención y rostro pétreo cuanto su protegida tenía que decir, tan solo se permitía asentir de vez en cuando. Cuando la doctora terminó su alegato, el doctor examinó con sumo interés el cuerpo del plumífero con unas pinzas que sacó de uno de los cajones del escritorio. Finalmente dejó las pinzas a un lado y miró fijamente a Andrea.
—Lo que sea que tengo en mi mesa, no es ningún animal conocido. Esta atrocidad atenta contra las leyes de la naturaleza. Esto parece construido, como un burla a la creación en si misma —relató tratando de mantener la compostura, a la vista estaba que aquel examen le había alterado—. No es un animal, en cuanto que no pertenece al Reino Animal, eso se lo aseguro, y por tanto escapa a nuestro campo de conocimiento —dijo por fin con serenidad—. Me temo que estoy tan desconcertado como usted.
Powell se tomó un momento para beber un trago y examinó la placa Petri que traía Andrea en su viejo microscopio de óptica alemana.
—Respecto a esa sustancia alojada en su cerebro, es igualmente sorprendente. Creo que en Real Colegio de Ciencia tienen un novísimo Ruska, ya sabe, uno de esos microscopios electrónicos. Le sugiero que examine esta muestra allí —dijo tendiéndole la muestra de nuevo—. Ha descubierto algo, algo interesante, un misterio, pero debe andar con pies de plomo en adelante porque pisa terreno nuevo. Por otra parte, si es un fenómeno generalizado cabe preguntarse si es la primera vez que pasa o si hay precedentes. Como sabéis soy poco dado al folklore, pero si confío en la Antropología, y en nuestra Vieja Biblioteca hay una nutrida colección de títulos. Si fuera veinte años más joven me embarcaría en esto con ustedes, pero temo que con mi artrosis solo puedo desearles la mejor de las suertes.
Andrea se mantuvo en silencio, asintiendo a las palabras del doctor. Por un lado se sentía aliviada al comprobar que su mentor compartía su estupefacción ante los nuevos hallazgos, pero por otro, sentía la desesperanza de no encontrar en él las respuestas a las inquietantes preguntas que ese espécimen había revelado. Como académica ambiciosa y defensora a ultranza de la ciencia y el conocimiento, recogió el legado que le cedía su mentor con orgullo y determinación.
- Veré lo que puedo conseguir del Dr. Wright pero, como sabe, no será sencillo acceder al Real Colegio de la Ciencia siendo una mujer - comentó, hastiada de que su género fuera más importante que su profesión y su capacidad intelectual.
Comenzó a recoger sus cosas, la libreta de notas y las muestras, y observó el espécimen unos segundos.
- Me gustaría pedirle que custodiase usted el cadáver. Me resulta poco prudente transportarlo hasta Londres y no lo considero de vital importancia. En su despacho estará más seguro por si lo necesitamos como prueba más adelante. Y tiene usted razón, los libros de antropología quizá puedan arrojarnos alguna pista y confirmar si existen o no precedentes. Será nuestra principal tarea para mañana. Hoy me temo que, con el viaje, no tendremos tiempo de visitar la biblioteca -
Andrea se levantó de la silla y le dio el último trago rápido al licor, infundiéndole valor para la intensa jornada que se le presentaba.
- Le agradezco profundamente su ayuda, Dr. Powell. Le mantendré informado de nuestras averiguaciones. Cuídese. -
Con urgencia, salió del despacho mirando su reloj, camino a su primera clase matutina.
Aquella mañana, Andrea impartió sus clases con puntualidad como cada día en la Universidad. Rigurosa y exigente, quizá un poco más seria y puntillosa que de costumbre, no exteriorizó hacia su alumnado el nerviosismo que inevitablemente anidaba en la boca de su estómago.
En uno de los descansos entre lección y lección, se dirigió con rapidez por los pasillos del edificio hasta el despacho de su marido, el Dr. Parker. Con toques rápidos y nerviosos, golpeó la puerta y giró el picaporte, sin esperar que la voz de Andrew le permitiera el paso.
- Querido - dijo cerrando la puerta tras de sí y asegurándose de que se encontraban a solas en la habitación. Se acercó hasta su figura y le rozó con los labios la mejilla a modo de beso - Solo vengo a avisarte de que estaré fuera todo el día. Cuando finalicen mis clases, he de viajar a Londres con Henry para investigar un reciente descubrimiento de un espécimen extraño. En fin, ya te contaré con calma a la vuelta - comentó sin dar más explicaciones; su marido era lo suficientemente prudente como para no hacer demasiadas preguntas - Por favor, quédate con Lucinda y llévatela al parque esta tarde si no llueve. Ya sabes que tu madre se pone muy nerviosa cuando mis obligaciones profesionales me separan de la niña- volvió a acercarse a él y le estiró las solapas del traje, colocándole un mechón de pelo que, para su gusto, no estaba en su lugar - Estaré de vuelta para la cena - le sonrió todo lo tiernamente que pudo y le besó de nuevo casi sin rozarle; las muestras de cariño que Andrea profería a su marido dentro de las paredes de la Universidad, aun encontrándose a solas, eran prácticamente inexistentes.
A las doce en punto, la doctora Parker atravesaba la puerta principal del edificio, buscando con la mirada a su pupilo entre la multitud de estudiantes. Con su gabardina perfectamente abrochada y anudada a la cintura, y el maletín del que no se separaba, apretó el paso hasta alcanzar a Henry.
- Bien, pongámonos en marcha - musitó, decidida.
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"Hay una grieta en todo, así es como entra la luz"
La torre del reloj del campus dio las doce junto cuando ambos investigadores se reunieron en la entrada principal. El viento se había calmado pero el cielo seguía gris. Si se daban prisa aún podían coger el tren de las 12:17 h en la estación de Brichester. Era el final de las clases del día para la mayoría de los alumnos y todos parecían tener prisa.
Entonces un gorgojeo ahogado y un batir de alas hizo a nuestros investigadores mirar hacia arriba. Allí estaban, mirándoles con esos ojos negros, inexpresivos. Les miraban fijamente desde lo alto de la fachada, en silencio. Como si analizarán los movimientos de una hormiga en su devenir. Eran al menos una docena de individuos.
Andrea ya había tenido una experiencia similar en su propia casa, pero era nueva para Henry. Aquellas cosas diríase que les estaban observando, esperando. Por algún motivo solo parecían interesados en ellos, ignorando al resto de estudiantes, que a su vez tampoco reparaban en ellos.
Tirad Estabilidad. Andrea tira con +1 que todo esto ya le es familiar.
Arthur se levantó despacio, intentando mostrar más calma de la que sentía en realidad. Ver que su antiguo mentor podía haber caído en la demencia senil ya le llenaba de desazón, pero el vuelo de esos pájaros le habían convencido que algo más extraño estaba pasando.
Ruego nos disculpe, enfermera Rorgers, no sabíamos la existencia de dicha norma - le respondió con toda educación y con gesto compungido. Su institutriz de la niñez, la Srta. Halloway habría estado orgullosa de esa muestra de modales - probablemente sea ya tarde, pero me preguntaba si sería posible conversar con el doctor a cargo del Sr. Kale, ¿el Dr Bradfield, si no recuerdo mal? - algo raro pasaba allí y no era todavía el momento de enemistarse con el personal del hospital.
La doctora detuvo abruptamente su marcha ante la presencia de las aves. Allí estaban de nuevo, con la misma mirada inherte y vacía, vigilantes y siniestras, como si supieran algo que ellos eran incapaces de discernir.
Pero esta vez, el miedo y el desasosiego anterior no invadió el ánimo de la doctora, si no que su presencia pareció infundirle valor. Más que valor, Andrea estaba henchida de orgullo. Estiró su cuello y su cabeza de manera altiva, y clavó su mirada en uno de los especímenes con arrogancia y soberbia, casi retándole.
- Chico, observa - susurró a Henry sin dejar de mirar al ave - analiza sus movimientos, sus características especiales, sus interacciones - le musitaba, dándole las pautas como si se tratara de una de sus clases magistrales - intenta encontrar las diferencias entre unos y otros, mantente alerta ante cualquier detalle - de pronto, observó a su pupilo y el reflejo del miedo en su rostro - No te harán nada - comentó, intentando tranquilizarle - nos observan como si fuéramos insignificantes… - dijo con un marcado tono de ofensa personal.
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"Hay una grieta en todo, así es como entra la luz"
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- Londres... - musitó para sí - esto demuestra que no es un hecho aislado de Brichester. Me parece interesante acudir a ese hospital y hablar con la enfermera. ¿Dice que algo está sucediendo con los pájaros? me interesa lo que pueda relatarnos; el anciano enfermo al que menciona… bueno, puede que solo sean ideaciones de su perturbada mente, debemos ser cautelosos con sus narraciones, seguramente producto de la falta de cordura. Pero, ya que hacemos el viaje hasta allí, no perdemos nada en escucharle - no hizo ningún comentario, pero en su fuero interno se alegró de que la novia del muchacho no les acompañara. Lo último que le apetecía era compartir el tiempo y el espacio con dos muchachos en pleno auge amoroso juvenil.
Andrea tomó su agenda y la repasó con interés, moviendo los labios para sí.
- Hoy tengo clases toda la mañana, podría estar libre a partir de las 12.00h. También quiero aprovechar para ponerme en contacto con el doctor Power y compartir toda esta información con él, es una eminencia en el campo de la biología -
"Hay una grieta en todo, así es como entra la luz"
Henry asintió a su profesora.
- Entonces ¿salimos hacia Londres a las 12? ¿Llegaremos a tiempo a la hora de las visitas del hospital? -
PbP Character: A few ;)
[Universidad de Brichester]
Andrea y Henry compartieron sus experiencias en el despacho de la doctora. Algo macabro y oscuro que no podían llegará a abarcar, pero sí a intuir vagamente, estaba pasando. Y no sólo en Brichester.
Tardarían algo más de una hora en llegar a Londres. Si cogían el próximo tren y el Hospital St Mary Bethlem permitía visitas por la tarde podrían conseguirlo.
Mientras pensaban en ello, Tom, el chico del correo del campus, asomo su nariz pecosa por el marcó de puerta.
—¡El correo doctora! —dijo a la carrera y más alto de lo deseable, mientras dejaba sobre su escritorio varios telegramas y salía a toda prisa rumbo al siguiente punto de reparto.
Eran los telegramas de repuesta a los que Henry había puesto el día anterior. Todos eran escuetas y educadas cartas negativas. Salvo la del Círculo de Ornitología de Londres, quienes advertían airadamente que aquella no era manera de gastar una broma. Nadie, al margen de los dos investigadores, parecía ser consciente de los extraños sucesos.
Tim volvió abruptamente con los mofletes inflamados por la carrera o el azoramiento.
—Perdón. Me dejaba esta —dijo agitando un telegrama antes de lanzarlo sobre el escritorio— Lo siento. Adiós —dijo mientras se alejaba a paso vivo recolocándose el zurrón de cuero sobre el hombro.
El telegrama tenía como remitente a un tal Dr Wright del Real Colegio de Ciencias.
"A la atención de Henry, adjunto de la Dra Parker de Biología.
Estimado colega, me dirijo a usted a colación de cierto asunto que tiene a mi equipo desconcertado. Tiene que ver con una bandada de pájaros peculiarmente extraña. Un amigo mío en el Circulo de Ornitología de Londres me ha hablado por casualidad de su telegrama a la mencionada institución. Preferiría hablarlo en persona. Estoy seguro de que entre colegas podremos entendernos. Pueden llamarme a cualquier hora al teléfono del Instituto.
Gracias de antemano. Atentamente.
Dr Lucas Wright.
Departamento de Física. Real Colegio de Ciencia"
Ambos conocían el Instituto imperial, a solo uno minutos de la londinense estación del metro de South Kensingtong.
Ash el guerrero — Dragon's Hoard (Spanish)
Leobald el caballero — Death and Pain at Saltmarsh (Spanish)
Keeper — Vigilantes en el Cielo (Spanish)
Remington Wizz — Shadow of the Dragon Queen (Spanish)
La doctora Parker confirmó la pregunta de Henry con un contundente movimiento afirmativo de cabeza. Marchar a Londres suponía invertir allí todo el día. De nuevo, su suegra debería hacerse cargo de Lucinda, un favor más que le estaría restregando por la cara durante semanas. Suspiró de hastío ante tal expectativa, pero no tenía otra opción. Informaría a su marido en cuanto le fuera posible de los nuevos planes del día.
Cuando se disponían a concretar los detalles del viaje, el joven mensajero hizo su segunda aparición mostrando por fin un mensaje revelador.
- No podía haber llegado en un momento más oportuno - comentó a Henry, observando de nuevo la nota y ofreciéndosela al muchacho - Ponte en contacto con él, infórmale de nuestra visita a Londres en el día de hoy y concierta una cita para esta tarde. Iremos primero al hospital y luego nos reuniremos con el Dr Wright - se puso en pie y comenzó a recoger sus notas, dirigiéndose hacia el armario donde guardaba el cadáver del pájaro diseccionado - Nos encontraremos a las 12.00 en la puerta principal. No te retrases. -
"Hay una grieta en todo, así es como entra la luz"
Andrea salió de su despacho tras la marcha de Henry portando su maletín que contenía las notas de las últimas 24 horas y el cadáver del ave. Con celeridad, recorrió los metros que separaban su despacho del de su mentor, el Dr. Power, confiando en que éste estuviera disponible. Llamó a la puerta con tres golpes secos y contundentes que resonaron con determinación.
"Hay una grieta en todo, así es como entra la luz"
Henry asintió a las órdenes de la Profesora y se dirigió a cumplir con ellas. Llamó al Dr. Lucas Wright, agradeciéndole su telegrama y concertando una cita con él. Después comprobó los horarios de los trenes, tanto de ida como de vuelta, para poder cuadrar todo y anotó los trenes que más les interesaban en una hoja de su cuaderno, y esbozó una hoja de ruta con sus movimientos en Londres. Iba a ser, sin duda, un día ajetreado.
Miró el reloj y comprobó que aún tenía tiempo de asistir a una de sus clases. Pensó que no merecía la pena desaprovechar aquella oportunidad y se encaminó con paso decidido a la clase de Química del Profesor Mcwoolland. Sin embargo le costó concentrarse y se encontró mirando por la ventana en más de una ocasión, en busca de bandadas de extraños pájaros.
Al acabar no se entretuvo con sus compañeros como solía hacer y, excusándose, se dirigió raudo y con todas sus cosas a su cita con la Profesora.
PbP Character: A few ;)
[Universidad de Brichester. Andrea]
—Adelante —dijo el Dr Powell con la voz profunda y tajante que Andrea conocía bien.
Andrea se abrió paso entre humo de pipa flotaba en el despacho. El aroma dulzón del Sullivan's Special era territorio conocido para ella. La figura delgada y envarada del sexagenario catedrático estaba plantada junto a la ventana con un libro la mano y la pipa en los labios. Powell vestía pulcramente, chaleco y pantalones de raya. Su rostro adusto estaba perfectamente afeitado y su cabello cano peinado hacia atrás, dejando despejada su ceñuda frente. Era el hombre más recto y estricto que Andrea había conocido, pero había sabido ver en ella su intelecto, el hambre de conocimiento y el valor y la energía para perseguirlo. Y nunca le importó su género ni las habladurías.
—Dra Parker. Bienvenida —dijo dejando el libro e invitándola a tomar asiento mientras servía un poco de brandy en un par de vasos—. ¿Qué tal la familia? —preguntó, por cortesía más que por verdadero interés, tendiéndola el vaso que le correspondía—. ¿En qué puedo ayudarle? —siempre la trataba de usted.
[Universidad de Brichester. Henry]
El Dr Lucas Wright atendió el teléfono casi de inmediato. Sonaba agitado, como si hubiera venido corriendo a coger el aparato. Parecía algo nervioso. Herny y él arreglaron un encuentro a la hora del te Los Jardines Waterloo, cercanos al Colegio Real de Ciencia. Seguramente, era una precaución para salvaguardar su reputación dentro de la institución.
Mas tarde, en clase de Química, McWoolland se mostraba tan tedioso como siempre. Y la cabeza del joven Henry estaba en otra parte, mucho más siniestra. Fuera el viento movía las ramas de los raquíticos cedros y jugueteaba con el césped. Apenas había pájaros. Los minutos pasaban tan lentos que casi podía oír el minutero del reloj que colgaba de la pared, junto al retrato regio de George V.
[Henry Tira Sentir el Peligro]
Ash el guerrero — Dragon's Hoard (Spanish)
Leobald el caballero — Death and Pain at Saltmarsh (Spanish)
Keeper — Vigilantes en el Cielo (Spanish)
Remington Wizz — Shadow of the Dragon Queen (Spanish)
Sentir Peligro: 3
PbP Character: A few ;)
Andrea obedeció a su mentor y traspasó la puerta hasta plantarse en medio del despacho. El olor del tabaco de pipa le transportó a otros tiempos, sintiéndose en un lugar seguro.
Con una sonrisa nerviosa y una pequeña reverencia de cabeza, la profesora tomó asiento diligentemente. Aunque no solía beber, aceptó la copa. Qué demonios, después de los recientes acontecimientos, un trago le sentaría bien para templar su ánimo.
- Gracias por recibirme, Dr. - dijo tomando el vaso entre sus manos - La familia bien, gracias. Espero que la señora Powell se haya recuperado de su ciática; transmítale mis buenos deseos si es tan amable - comentó igualmente por cortesía.
- No quisiera robarle mucho tiempo - dijo tomando un pequeño trago del licor, que devolvió el color a sus mejillas - pero considero que el motivo que me trae hasta aquí es lo suficientemente importante como para compartirlo con usted, y buscar su consejo y su sabiduría -
El doctor Powell era un hombre de ciencia, una eminencia en su campo. Y como científico, no le gustaban las suposiciones ni las teorías basadas en supercherías. Por eso Andrea había recabado el mayor número de pruebas y había realizado las observaciones pertinentes para mostrárselas a su mentor. Con preocupación pero con rigurosidad, la doctora expuso todos los datos recabados en las últimas 24 horas, así como el cuerpo diseccionado del ave, el dedo encontrado en su estómago y las diversas muestras y sus resultados extraídos del cuerpo del animal, especialmente interesada por su opinión sobre la extraña masa alojada en el cerebro.
Por último, le relató la experiencia con la bandada de pájaros en frente de su propia casa, sus características y patrones extraños de vuelo, y las noticias procedentes de Londres que indicaban que se trataba de un fenómeno general, así como su intención de viajar esa misma tarde con Henry en busca de ampliar la información.
Tras su exposición, Andrea cruzó sus manos y observó al doctor, a la espera de sus impresiones.
"Hay una grieta en todo, así es como entra la luz"
[Hospital St Mary Bethlem]
Kale se daba golpecitos en las sienes mientras miraba la pinta de sus pies. Sally permanecía absorta observándole desde un rincón de la habitación.
—Algo no anda bien dentro de mi cabeza, me bulle —se lamentó el anciano—. Lo siento, ya pasó —balbuceó—. A veces, creo que los pájaros me vigilan, ¿sabes? Con sus diminutos y crueles ojos clavados en mí. A todas horas. Siempre, esperando. Sí, esperando, desde siempre, desde siempre… —dijo el anciano Kale con la mirada perdida, pero cargada de nerviosismo—. ¿Te has fijado cómo nos tratan aquí? —dijo cambiando de tema en un parpadeo, como si de nuevo el anciano afable de siempre mientras levanta el cuenco de puré de pasta de patata frío que había sobre la mesa camilla—. ¡Oh los guisos del seminario! Eso sí era un manjar… —se lamentó medio en broma.
En ese momento la enfermera Rodgers se plantó en el quicio de la puerta.
—¿Qué pasa aquí? No están permitidas las visitas en las habitaciones. Me temo que tengo que rogarle que se marche —interpeló a Arthur y Sally con cierta dureza.
Ash el guerrero — Dragon's Hoard (Spanish)
Leobald el caballero — Death and Pain at Saltmarsh (Spanish)
Keeper — Vigilantes en el Cielo (Spanish)
Remington Wizz — Shadow of the Dragon Queen (Spanish)
[Universidad de Brichester. Andrea]
Powell escuchó con atención y rostro pétreo cuanto su protegida tenía que decir, tan solo se permitía asentir de vez en cuando. Cuando la doctora terminó su alegato, el doctor examinó con sumo interés el cuerpo del plumífero con unas pinzas que sacó de uno de los cajones del escritorio. Finalmente dejó las pinzas a un lado y miró fijamente a Andrea.
—Lo que sea que tengo en mi mesa, no es ningún animal conocido. Esta atrocidad atenta contra las leyes de la naturaleza. Esto parece construido, como un burla a la creación en si misma —relató tratando de mantener la compostura, a la vista estaba que aquel examen le había alterado—. No es un animal, en cuanto que no pertenece al Reino Animal, eso se lo aseguro, y por tanto escapa a nuestro campo de conocimiento —dijo por fin con serenidad—. Me temo que estoy tan desconcertado como usted.
Powell se tomó un momento para beber un trago y examinó la placa Petri que traía Andrea en su viejo microscopio de óptica alemana.
—Respecto a esa sustancia alojada en su cerebro, es igualmente sorprendente. Creo que en Real Colegio de Ciencia tienen un novísimo Ruska, ya sabe, uno de esos microscopios electrónicos. Le sugiero que examine esta muestra allí —dijo tendiéndole la muestra de nuevo—. Ha descubierto algo, algo interesante, un misterio, pero debe andar con pies de plomo en adelante porque pisa terreno nuevo. Por otra parte, si es un fenómeno generalizado cabe preguntarse si es la primera vez que pasa o si hay precedentes. Como sabéis soy poco dado al folklore, pero si confío en la Antropología, y en nuestra Vieja Biblioteca hay una nutrida colección de títulos. Si fuera veinte años más joven me embarcaría en esto con ustedes, pero temo que con mi artrosis solo puedo desearles la mejor de las suertes.
Ash el guerrero — Dragon's Hoard (Spanish)
Leobald el caballero — Death and Pain at Saltmarsh (Spanish)
Keeper — Vigilantes en el Cielo (Spanish)
Remington Wizz — Shadow of the Dragon Queen (Spanish)
Andrea se mantuvo en silencio, asintiendo a las palabras del doctor. Por un lado se sentía aliviada al comprobar que su mentor compartía su estupefacción ante los nuevos hallazgos, pero por otro, sentía la desesperanza de no encontrar en él las respuestas a las inquietantes preguntas que ese espécimen había revelado. Como académica ambiciosa y defensora a ultranza de la ciencia y el conocimiento, recogió el legado que le cedía su mentor con orgullo y determinación.
- Veré lo que puedo conseguir del Dr. Wright pero, como sabe, no será sencillo acceder al Real Colegio de la Ciencia siendo una mujer - comentó, hastiada de que su género fuera más importante que su profesión y su capacidad intelectual.
Comenzó a recoger sus cosas, la libreta de notas y las muestras, y observó el espécimen unos segundos.
- Me gustaría pedirle que custodiase usted el cadáver. Me resulta poco prudente transportarlo hasta Londres y no lo considero de vital importancia. En su despacho estará más seguro por si lo necesitamos como prueba más adelante. Y tiene usted razón, los libros de antropología quizá puedan arrojarnos alguna pista y confirmar si existen o no precedentes. Será nuestra principal tarea para mañana. Hoy me temo que, con el viaje, no tendremos tiempo de visitar la biblioteca -
Andrea se levantó de la silla y le dio el último trago rápido al licor, infundiéndole valor para la intensa jornada que se le presentaba.
- Le agradezco profundamente su ayuda, Dr. Powell. Le mantendré informado de nuestras averiguaciones. Cuídese. -
Con urgencia, salió del despacho mirando su reloj, camino a su primera clase matutina.
"Hay una grieta en todo, así es como entra la luz"
Aquella mañana, Andrea impartió sus clases con puntualidad como cada día en la Universidad. Rigurosa y exigente, quizá un poco más seria y puntillosa que de costumbre, no exteriorizó hacia su alumnado el nerviosismo que inevitablemente anidaba en la boca de su estómago.
En uno de los descansos entre lección y lección, se dirigió con rapidez por los pasillos del edificio hasta el despacho de su marido, el Dr. Parker. Con toques rápidos y nerviosos, golpeó la puerta y giró el picaporte, sin esperar que la voz de Andrew le permitiera el paso.
- Querido - dijo cerrando la puerta tras de sí y asegurándose de que se encontraban a solas en la habitación. Se acercó hasta su figura y le rozó con los labios la mejilla a modo de beso - Solo vengo a avisarte de que estaré fuera todo el día. Cuando finalicen mis clases, he de viajar a Londres con Henry para investigar un reciente descubrimiento de un espécimen extraño. En fin, ya te contaré con calma a la vuelta - comentó sin dar más explicaciones; su marido era lo suficientemente prudente como para no hacer demasiadas preguntas - Por favor, quédate con Lucinda y llévatela al parque esta tarde si no llueve. Ya sabes que tu madre se pone muy nerviosa cuando mis obligaciones profesionales me separan de la niña - volvió a acercarse a él y le estiró las solapas del traje, colocándole un mechón de pelo que, para su gusto, no estaba en su lugar - Estaré de vuelta para la cena - le sonrió todo lo tiernamente que pudo y le besó de nuevo casi sin rozarle; las muestras de cariño que Andrea profería a su marido dentro de las paredes de la Universidad, aun encontrándose a solas, eran prácticamente inexistentes.
A las doce en punto, la doctora Parker atravesaba la puerta principal del edificio, buscando con la mirada a su pupilo entre la multitud de estudiantes. Con su gabardina perfectamente abrochada y anudada a la cintura, y el maletín del que no se separaba, apretó el paso hasta alcanzar a Henry.
- Bien, pongámonos en marcha - musitó, decidida.
"Hay una grieta en todo, así es como entra la luz"
La torre del reloj del campus dio las doce junto cuando ambos investigadores se reunieron en la entrada principal. El viento se había calmado pero el cielo seguía gris. Si se daban prisa aún podían coger el tren de las 12:17 h en la estación de Brichester. Era el final de las clases del día para la mayoría de los alumnos y todos parecían tener prisa.
Entonces un gorgojeo ahogado y un batir de alas hizo a nuestros investigadores mirar hacia arriba. Allí estaban, mirándoles con esos ojos negros, inexpresivos. Les miraban fijamente desde lo alto de la fachada, en silencio. Como si analizarán los movimientos de una hormiga en su devenir. Eran al menos una docena de individuos.
Andrea ya había tenido una experiencia similar en su propia casa, pero era nueva para Henry. Aquellas cosas diríase que les estaban observando, esperando. Por algún motivo solo parecían interesados en ellos, ignorando al resto de estudiantes, que a su vez tampoco reparaban en ellos.
Tirad Estabilidad. Andrea tira con +1 que todo esto ya le es familiar.
Ash el guerrero — Dragon's Hoard (Spanish)
Leobald el caballero — Death and Pain at Saltmarsh (Spanish)
Keeper — Vigilantes en el Cielo (Spanish)
Remington Wizz — Shadow of the Dragon Queen (Spanish)
[Hospital St Mary Bethlem]
Arthur se levantó despacio, intentando mostrar más calma de la que sentía en realidad. Ver que su antiguo mentor podía haber caído en la demencia senil ya le llenaba de desazón, pero el vuelo de esos pájaros le habían convencido que algo más extraño estaba pasando.
Ruego nos disculpe, enfermera Rorgers, no sabíamos la existencia de dicha norma - le respondió con toda educación y con gesto compungido. Su institutriz de la niñez, la Srta. Halloway habría estado orgullosa de esa muestra de modales - probablemente sea ya tarde, pero me preguntaba si sería posible conversar con el doctor a cargo del Sr. Kale, ¿el Dr Bradfield, si no recuerdo mal? - algo raro pasaba allí y no era todavía el momento de enemistarse con el personal del hospital.
OK Arthur, tira por Crédito.
Ash el guerrero — Dragon's Hoard (Spanish)
Leobald el caballero — Death and Pain at Saltmarsh (Spanish)
Keeper — Vigilantes en el Cielo (Spanish)
Remington Wizz — Shadow of the Dragon Queen (Spanish)
Estabilidad de Henry: 2
PbP Character: A few ;)
Crédito gastando 1 punto: 7
Estabilidad de Andrea: 3
"Hay una grieta en todo, así es como entra la luz"
La doctora detuvo abruptamente su marcha ante la presencia de las aves. Allí estaban de nuevo, con la misma mirada inherte y vacía, vigilantes y siniestras, como si supieran algo que ellos eran incapaces de discernir.
Pero esta vez, el miedo y el desasosiego anterior no invadió el ánimo de la doctora, si no que su presencia pareció infundirle valor. Más que valor, Andrea estaba henchida de orgullo. Estiró su cuello y su cabeza de manera altiva, y clavó su mirada en uno de los especímenes con arrogancia y soberbia, casi retándole.
- Chico, observa - susurró a Henry sin dejar de mirar al ave - analiza sus movimientos, sus características especiales, sus interacciones - le musitaba, dándole las pautas como si se tratara de una de sus clases magistrales - intenta encontrar las diferencias entre unos y otros, mantente alerta ante cualquier detalle - de pronto, observó a su pupilo y el reflejo del miedo en su rostro - No te harán nada - comentó, intentando tranquilizarle - nos observan como si fuéramos insignificantes… - dijo con un marcado tono de ofensa personal.
"Hay una grieta en todo, así es como entra la luz"