TocToc estiró el cuello de un lado a otro, buscando un objetivo en los estrechos pasillos. El mago era el más peligroso y posiblemente en más vulnerable, pero estaba muy lejos y ofrecía un objetivo demasiado complicado. Con frustración optó por el bandido más cercano.

 Después se apartó de la inea de visión de los bandidos subiendo por el pasillo un par de pasos.

Los canticos volvieron a resonar por toda las cavernas, una voz grave tejía la magia con maestría y se disponía a carbonizar al caballero. La misma mano del vil hechicero se cubrió de fuego, como una antorcha, durante unos segundos iluminó aún más si cabe todo el pasillo posterior, para descargar varias ráfagas de llamas incandescentes sobre Leobald, mientras esto ocurría, sus carcajadas no dejaban de oírse retumbando por doquier.

- ¡No debisteis meter el hocico donde no os llaman! ¡Patéticos agentes de Ghostfinger... no quedará de vosotros ni las cenizas!

Las ráfagas de fuego vivo envolvieron al veterano guerrero, dos de ellas parecieron ser desviadas por su escudo, el metal del que estaba forjado se puso casi al rojo vivo, pero no tuvo más consecuencias. Pero el tercer dardo le alcanzó por sorpresa, creyendo que sólo iba a recibir dos impactos, Leobald bajó el escudo antes de tiempo, y el fuego del t ercer proyectil le alcanzó de lleno. Sintió el calor y las llamas quemarle dentro de su armadura, ampollas empezaron a cubrirle la totalidad del cuerpo y la piel de su cara enrojeció hasta volverse del mismo color que la sangre. La mayoría de los materiales vulnerables a las llamas dentro de su mochila y vestimentas ardieron también violentemente, su capa calcinada se desprendió de sus ataduras y cayó como un manto flamígero al suelo muy cerca de Mablung.

Sanbalet sonrió satisfecho... y se desplazó por el pasillo sur para desaparecer del alcance de sus enemigos.

Las flechas atravesaron a Mablung y mientras caía un ultimo pensamiento se forjo...¿por que?...

-¿Quien eres?- pregunto una voz profunda compuesta de un centenar de voces, despertando al druida. Mablung se encontraba de nueva en Dreadwood rodeado de los parangones de las especies animales y vegetales del bosque, que a uno sola voz volvieron a preguntar:-¿Quien eres?-*. Mablung no sabia que responder, ¿quien era él?.

-¿Quien eres?- volvió a preguntar la voz que surgía de las gargantas de los animales y la foresta que le rodeaba. Mablung miró a su alrededor y vió el claro arrasado por el fuego de los alquimistas, tuvo que apartar la mirada.

-¿Quien eres?- volvió a escuchar y al volver a levantar la mirada, vio la podredumbre que afectaba al ancestral bosque, el mal que poco a poco le iba corroyendo desde dentro, aparto la mirada con impotencia...

-¿Quien eres?- preguntó incesante la voz del bosque y al volver a levantar la mirada, vio la desesperada lucha del ancestral bosque por seguir existiendo...la impotencia dio paso a algo más y un gruñido empezó a formarse en su garganta.

-¿Quien eres?- pregunto una voz profunda y melodiosa. Mientras se ponía de rodillas con esfuerzo Mablung respondió con un deje de irá - Soy el último druida de Dreadwood -. Irguiéndose lentamente siguió hablando mientras la furia en su interior se abría paso: -Soy el último defensor del bosque- y cuando acabó de levantarse dijo mientras miraba desafiante a la criatura que le había hablado:- Soy la furia del bosque-.

- Cumple pues con tu tarea- respondió el unicornio con similar ferocidad, tocándole con su cuerno e infundiendo al druida de nueva vitalidad...

Mablung abrío los ojos y su mirada transmitía nueva fuerza, una consciencia animal, sus dedos se cerraron entorno a la cimitarra que yacía a su lado y mientras se levantaba en silencio se abandono a la rabia del bosque.

Una vez erguido con un rugido descargó un golpe con la cimitarra sobre el mercenario Hobgoblin

Attack: 23 Damage: 3 

 1

Godric observó como el cobarde Sanbalet castigaba el cuerpo del veterano y valiente Leobald. Quería correr para ayudarlo, pero el bandido que tenía frente a él, pese a haber sido herido por la certera puntería de Toc-Toc, le impedía acercarse. 

- No temas Leobald - dijo con voz tranquila pese a todo. - Lathander aliviará el dolor de tus quemaduras y no dejará que los valientes caigan en el día de hoy. - 

Con sus palabras un resplandor dorado envolvió al guerrero, refrescando levemente la piel quemada por el poder infernal del malvado hechicero. No era suficiente pero le dio un  respiro al guerrero. 

 Luego volvió su atención al bandido que tenía frente a él. 

- Solo hay dos formas de salir de aqui. Arrestado o como han acabado tus amigos. Elige bien. - 

El clerigo dirigió su maza hacia la cadera del hombre, para causar dolor e intentar que se debilitara y rindiera. 

 Pero su ataque carecía de verdadera convicción y su enemigo lo vio venir, esquivándolo sin problema alguno.

El bandido gruñó cuando reconoció las habilidades sanadores del sacerdote... con un escupitajo al suelo con un alto contenido en sangre, se enfrentó a él, no sin antes pasarse la cimitarra de una mano a otra con habilidad, demostrándole a Godric no debía subestimarlo, como había hecho Leobald.

- No volverás a sanar a nadie maldito cura de arrabal ... te enseñaré lo que es el verdadero dolor...

 El ataque con finta del bandido esquivó con facilidad el escudo y las defensas de Godric, pero este se consiguió apartar en el último momento, recibiendo un corte poco profundo en una de sus mejillas, aún así tenía mala pinta y cuando se fijó en su oponente, éste se estaba relamiendo al verle sangrar, enseñándole unos malogrados dientes amarillentos en el proceso..

Lejana presa maldita, parapetada tras peligroso bandido. Paso a paso, pensó, cabeza a cabeza. Invocando las arcanas artes desde las mismas entrañas, descargó un tajo de cimitarra energizado con fuerza de tormenta.

 -Tu madam te ha abandonado, ratita.. ni te mereces una muerte lenta..- dijo entre sangre salpicando salvajemente cuando retiró la cimitarra de su esternón.

Su azul mirada se centró en el guardaespaldas. La maldición Hex aceleró el pulso del Hobgoblin sientiendo como su sangre ansiaba por abandonar su cuerpo hacia el aasimar. Este avanzó, dispuesto a tajar con la siniestra el cuerpo del goblinoide.

El explorador observó detenidamente con la magia reparadora de la hechicera cerraba las heridas del druida, y como posteriormente el sacerdote hacía lo mismo con el caballero incinerado. Debía acabar con los sanadores del grupo o el combate sería eterno. Ignorando como caía su compañero bandido al suelo con el esternón atravesado, demostrando una nula empatía emocional, se alegró de que esa baja abriera el camino a sus proyectiles sin tener que lidiar con coberturas parciales. Desplazándose unos pies hacia el sur, alineó su ojo con el corazón del sacerdote, y se concentró en acabar con su molesta presencia... después vendría la elfa en su lista de muertos. El explorador emitió un agudo silbido e hizo unos gestos con la mano en dirección al fondo del pasillo antes de disparar.

La primera de sus saetas rebotó contra el escudo de Godric partíendose en una lluvia de astillas, pero la segunda fue demasiado rápida para el clérigo que no pudo izar su defensa a tiempo, las dos flechas era disparadas con demasiada velocidad una detrás de la otra a diferentes puntos de su cuerpo, si paraba una, la otra le impactaba siempre.  

Con la saeta clavada en el pecho y atravesándole un pulmón, el sacerdote sintió que todo giraba a su alrededor mientras luchaba por recoger cada bocanada de aire que le mantuviera con vida. Sabía por su experiencia como sanador, que la herida sería mortal de necesidad si no se trataba pronto, pero apenas le quedaban fuerzas para seguir. El pecho le ardía... ¿Le habría abandonado Lathander?

El combate prosiguió unos pasos más adelante, el Hobgoblin se vio superado tres a uno, pero no parecía tener miedo, todo lo contrario, parecía satisfecho de poder tener una liza donde algo o alguien pudiera suponerle un desafío. Tiró con desprecio su arco largo al suelo y sacó de nuevo su espada larga, el escudo tendría que esperar un turno más, pero el humanoide confiaba en su veterana armadura pulida de alta calidad, se sentía orgulloso de ella y de sus grabados con temas marinos. Nadie atravesaría su defensa.

Observando a todos sus oponentes, tuvo que reconocer que el viejo calcinado no parecía gran cosa, y el druida era algo penoso, así que concentró su odio en el desconocido enmascarado, le arrancaría esa máscara y se la haría tragar antes de arrancarle las entrañas. Agarrando su arma con las dos manos, uso toda su fuerza bruta para cortar a través de su enemigo, carne, hueso y músculo por igual.

La furia y la ira que le impulsaban a desangrar a su oponente allí mismo le restó precisión al ataque, que falló por pocos centímetros, golpeando debido al impulso, una de las paredes de la caverna, haciendo saltar chispas y esquirlas de roca allí donde impactó. 

Leobald sacó fuerzas de flaqueza. Parecía nadar con estoicismo en el sufrimiento del que está acostumbrado a padecer embates de uno y otro cariz y los acepta como parte de la naturaleza de las cosas. Los conjuros curativos y su propia determinación recompusieron al caballero por completo que, sin aspavientos, dirigió otro lance hacia el monstruo ante sí. Algunas anillas de su maltrecha armadura cayeron al suelo tintineando, pero la guardia del hobgoblin era demasiado sólida. Esperaría su momento, era paciente, la paciencia ganaba combates. 

El alivio de ver a Mablung volver a la vida gracias a su curación se truncó en el momento en que Leobald ardió en llamas cual pira funeraria. Horrorizada, Adriana escuchó las palabras del mago, amenazantes y dirigidas expresamente al veterano guerrero, que dejaban entrever un rencor personal hacia él, o quizá hacia su padre, y observó con frustración cómo el enemigo más peligroso se perdía entre las sombras, seguramente sin la intención de huir si no de planear la mejor forma de deshacerse de ellos. 

Agazapada y protegida por el resto de sus compañeros en un extremo de las cavernas, la elfa se dispuso a atacar a cualquiera de los enemigos que permanecían aún en los pasadizos. Pero cuando el cuerpo de Godric cayó al suelo atravesado por una flecha y su sangre se derramó a borbotones mezclándose con el suelo terroso y húmedo, la elfa se dejó caer a su lado de rodillas, ignorando el dolor y el desgarro de su vestido producido por la arenisca y las piedras del camino.

- ¡Godric, aguanta! - le imploró mientras cubría con sus manos el pecho del joven, rodeando la flecha y haciendo un amago de extraerla con torpeza; la grima de ver el virote atravesando carne fresca y el olor intenso y desagradable de la herida, le produjeron diversas arcadas que pudo refrenar con dificultad.

La luz cálida y radiante penetró en la herida, reconstituyendo vísceras y frenando la hemorragia. Con un suspiro de alivio, Adriana comprobó cómo el color volvía a la tez del joven sacerdote, retrasando una muerte que casi se lo arrebata momentos antes. 

TocToc vio como sus compañeros se ayudaban los unos a los otros curandose y protegiendose. Aquello le inspire e hizo que se lanzase al ataque en pos de su bandada.

El combate parecía bastante igualado, aunque la balanza se mantenía en un inestable equilibrio ya que el bando de los agentes estaba sufriendo daños continuamente y sus recursos se agotaban, mientras que el de Sanbalet aguantaba los embates con bastante resiliencia. Salvo una desafortunada baja de un activo poco productivo, todo estaba ocurriendo según los planes.

El Magnífico Sanbalet volvió a aparecer en escena desde el pasillo sureste, caminando con tranquilidad y estudiando lo que veía. Se situó justo detrás del explorador, para que éste le sirviera de parapeto. Enarcando una ceja se sorprendió ligeramente al ver al caballero que había incinerado segundos antes, en pie y luchando como si nada hubiese pasado. La furia volvió a acudir impregnando sus profundos ojos verdes en fuego... 

Los cánticos comenzaron de nuevo, los mismos versos, los mismos símbolos arcanos dibujados previamente en el aire, su mano en llamas y un gesto ejecutor. Varios proyectiles ígneos fueron arrojados desde su puño, dos se dirigieron al malherido Mablung y otro más al enmascarado Khalion.

 - ¡¡¡Arded criaturas inferiores Arded!!! Os enseñaré que un druida arde tan bien como un árbol... 

Las saetas de fuego impactaron por toda la zona de combate, dos de ellas hubieran alcanzado a sus objetivos sino fuera por el continuo devenir de la batalla, donde la danza a muerte con el Hobgoblin hacía más complicado una precisión más afinada. Sanbalet sorprendido ante su falta de efectividad dejó de reír a carcajadas y se dispuso a ejecutar su gambito final.

Mientras tanto, algo oculto que había pasado desapercibido a todos intentó un movimiento a la desesperada.

El explorador sintió como algo punzante le atravesaba la nuca, intentó girarse echándose la mano al cuello por detrás, pero era demasiado tarde, el veneno que le había sido inoculado le paralizó completamente, primero fueron sus músculos, pasando rápidamente a sus pulmones y acabando por detenerle el corazón. Con un sonido hueco, calló a plomo hacia delante dejando caer su arco al lado de su ahora inerte cadáver... Nunca supo lo que le había atacado... y nada parecía haber detrás de él... salvo un atribulado Sanbalet que tampoco parecía entender que acababa de pasar.

Dejándose por llevar por la rabia Mablung  volvió a descargar su cimitarra contra el Hobgobling mientras decía- no deberías subestimar a tus oponentes-:

Attack: 19 Damage: 9

La cimitarra se movió con una velocidad y fuerza que claramente no podrían salir del delgado elfo, el Hobgobling se dio cuenta del error de subestimar a Mablung. Un aullido surgió de la garganta de Mablung cuando su arma atravesó el intento de bloqueo de su oponente para morder su cuello:- Siente la furia del bosque y muere- aulló el druida de nuevo mientras retiraba la cimitarra del cuello, la sangre mano de la carótida seccionada bañando al salvaje elfo, aunque una parte pareció desviarse hacia Khalion y curar parte de sus heridas.

Bañado en la sangre del Hobgobling, el druida se dirigió hacia donde habían venido los ataque mágicos:- mago tú serás mi siguiente presa- grito mientras se movía hacia su futura presa.  

Sanbalet contempló horrorizado como su guardaespaldas caía, y como una fuerza en principio desconocida había inutilizado a su más fiel explorador, después de Krokul, de un sólo ataque. Su visión pasó de la ira al miedo cuando fue testigo de como el impío ente enmascarado se alimentaba del mismo alma de su mercenario rejuveneciendo sus heridas, volutas de sangre y restos de energía proveniente de su misma esencia vital se desprendían del cadáver eviscerado para rodear y penetrar a través de la piel del aasimar, volviéndolo más fuerte, más... azul...

Sus palabras antes seguras y llenas de sorna hacia sus atacantes empezaron a sonar como palabras inconexas e incluso algunas eran pronunciadas en otro idioma gutural y rápido.

- ¡¡¡Maldita criatura... te debí destruir en cuanto apareciste... Sólo eres un jodido error!!! ... "Grodlok Tundolak" ...

Mientras tanto, Godric invocó por última vez la voluntad del Padre del Renacimiento, el Sol que purifica a los indignos, guiñando a Adriana con un gesto cómplice de agradecimiento por su atención y preocupación, el sacerdote se adelantó lo máximo posible para sobrepasar a sus compañeros y conjuró su magia divina, un haz de luz abrasadora y purificadora intento impactar en el aterrado hehicero.

La ráfaga de luz de Lathander pasó inofensiva al lado de Sanbalet,  del quizás no tan magnífico mago, dejándole completamente ileso, el problema fue cuando Khalion cargó contra él, a la altura del pasillo sureste por donde momentos antes había desaparecido el hechicero para cubrirse, otro hobgoblin le interceptó deteniendo su avance a escasos pies del Mago cubriendo a éste.

El nuevo hobgoblin tenía el mismo aspecto que su otro hermano, pero era algo más corpulento, y su armadura era de peor calidad, algo ajada y con grietas. 

Pobre demonio verde, muerto y sin sosiego para su alma, absorbida, devorada por insaciable presencia. Sus heridas sanaban en dantesco espectáculo. El druida renacido le había privado de duelo marcial.. se lo haría pagar al mago, incapaz de darle un lance de calidad pero suficiente. Cuando los apupílicos ojos azules dieron con la mole verde una sonrisa se dibujo, invisible para los demás, bajo su máscara. Sus cimitarras bailaron, energizada su diestra con arcana energía y afilada su siniestra contra el goblinoide. -Grodlok Tundolak- repitió, con ansío el cazarrecompensas ante su nuevo trofeo, aún unido al cuerpo.

 -¿Sanbalet?- gritó amenazante al mago- Entregaros y solo perderéis manos y lengua.. rehusad, y separaré cabeza de hombros.

Leobald reconoció en la armadura del nuevo monstruo la de un veterano, un superviviente. No debían menospreciarle, las armaduras bonitas y sin mácula solo hablan de vanidad y guerreros noveles, las armaduras con cicatrices de batallas eran las que debían vigilar. Con este pensamiento el caballero apartó de su mente la idea de llegar hasta el mago para enfrentar al voluminoso hobgoblin, que astutamente había permanecido al margen hasta ahora. Con la guardia alta, Leobald cubrió la distancia hasta el goglinoide y afianzó los pies en en suelo antes de buscar un hueco para su acero en la defensa enemiga. 

At. Hob. 14

Los enemigos iban cayendo y los aliados parecían recuperarse, ganando terreno y enfrentándose con sus armas y palabras al temido mago.

Adriana avanzó por el pasadizo, acercándose a sus compañeros, intentando obtener un ángulo de visión que le permitiera atacar. No veía nada clara la estrategia pero, ¿qué sabía ella de estrategias de lucha?

El hechicero, parapetado tras su nuevo y amenazante guardaespaldas, era casi inalcanzable para la elfa. Lo dejó por imposible para centrarse en la mole medio deforme que había surgido por sorpresa y que luchaba contra Leobald y Khalion, pero éstos también nublaban su objetivo. Una mueca de contrariedad torció su rostro. Aún así, nerviosa e insegura, no quiso dejarse amilanar por los obstáculos. No hacer nada no era una opción, por lo que estudió sus posibilidades y acudió de nuevo al poder de la luz para intentar acertar al goblinoide que les impedía acceder a Sanbalet.

TocToc corrío hacia los decrecientes enemigos. El combate había pasado de tener nefastas perspectivas a estar a puntos de caer en nuestro favor. Vio tan solo al tal Samabalet y al goblinoide. Maldiciendo los estrechos pasillos el hombre cuervo apunto al mago y disparo.

 El virote voló inefectivo en la oscuridad. TocToc se quedó en la retaguardia, muy cerca de Adriana.

Sanbalet no conseguía combatir su temor a una inminente derrota, pero sabía que aún tenía una oportunidad, todo dependía de si su guardaespaldas realizara la maniobra que tanto habían entrenado juntos... a sabiendas de que no tenía muchas más opciones, gritó una única orden en el idioma de los goblins, una que Khalion no consiguió reconocer de primeras, pero que entendió perfectamente cuando el hobgoblin se agachó dando paso al ataque de su señor desde justo detrás de él, esquivando su efecto para que pudieran recibirlo todos los demás.

- ¡¡¡"Duniklab"!!!

Sus manos empezaron a tejer un complejo patrón en el espacio que tenía frente a él que comenzó a coger unos colores vívidos como los de un magnífico arco-iris, con una última orden en el lenguaje arcano, el hechicero lanzó ese patrón proyectado sobre todos los contendientes que tenía delante, una rociada multicolor se proyecto como un geyser policromático sobre los ojos de Leobald, Khalion y Godric.

Khalion y Godric quedaron cegados ante esas luces iridiscentes, el arcoiris en sus ojos les dañaba y apenas podían ver. Solo policromías en sus retinas... Leobald por su lado consiguió alzar el escudo a tiempo protegiendo sus ojos, sintiendo como el chorro de color cegador impactaba sobre su fiel defensa metálica. Esto le permitió observar como el mago corría por el túnel sureste a toda velocidad.

Mientras esto ocurría, un feliz Ostor apareció de la nada, oculto hasta entonces en algún lugar oscuro, para posarse de nuevo en los hombros de Mablung.