Morko escucho las palabras de Victorio y dijo con dureza:- Quien juega con demonios sabe a lo que se expone, no veo que el alma de vuestros padres infernalistas valga más que el resto de almas a las que puede ayudar el tesoro,... y luego está el hecho de que secuestrar a una niña para liberar unas almas no me parece el mejor camino hacia la redención. Así que por mi parte no hay trato, si quereis ayuda para liberar el alma de vuestros padres, seguro que hay otros medios más acordes con un senda de autentica redención.
Tras la cual el paladin se preparó para lo que consideraba un ataque inminente por parte de los demonios alli presentes.
"Te lo advertí hermano." habla la mujer por primera vez " No sé porqué perdemos el tiempo. Ni siquiera agradecen que cuidáramos de la niña que habían dejado abandonada y sola. " añade con gesto indolente y un suspiro. De un sólo gesto abre un abanico y se tapa la mitad de la cara con él. Canela está a punto de decir algo pero todo ocurre muy rápido de repente.
Las figuras de los dos nobles y su mayordomo comienzan a desvanecerse y parece ser el momento en que los demonios, tal y como esperaba Morko, se lanzan al ataque. El enorme bugbear, con una sonrisa, da un paso hacia delante enarbolando su larga arma de asta y con sus anormalmente largos brazos, lanza un tajo a la cabeza de los guerreros.
Parece que habéis normalizado el mal hasta tal punto que las formas en la que planteáis un pacto es tan corrupto y cuestionable que llega a ofender.-Sentenció Gowther con algo de pena por aquellos humanos que parecían haber perdido el rumbo.-El chantaje y las ataques indiscriminados no mejorarán la situación... Vuestras ansias de poder os han hecho perder la perspectiva... Estáis a tiempo de buscar la redención.
A Zevatur las últimas palabas de Francesca se le quedaron en la cabeza. “usarla en su beneficio y como espía” ¿A la niña? Quizás estaban rescatando a un demonio disfrazado de humana… intercambió una mirada con Canela. Pero sus compañeros parecían decididos a rescatarla y no se atendían a diálogos ni se detenían en parlamentos. Si la niña había sido una artimaña de la familia demonologista para obtener la piedra fácilmente, les había salido mal. Iba a correr sangre…
- Servir a los demonios no parece la mejor manera de librarse de su influencia. - Dijo tarde, cuando el enfrentamiento violento era ya inevitable. Zevatur se preparó para combate.
Antes incluso de que las imágenes de los nobles terminaran de desvanecerse, y que los demonios y el gigante bugbear se lanzaran al ataque, otro enemigo, oculto, lanzó su mortal ataque.
Martin vio por el rabillo del ojo la leve deformación de las sombras un poco más adelante. Ash escuchó el sonido de la daga que cortaba el aire en dirección a su amigo. Pero ninguno pudo evitar que el arma volara certera y alcanzara a Morko. La afilada hoja no se clavó en el expuesto cuello del paladin de Moradin, si no que uno de sus filos cortó limpiamente el cuello del heredero enano.
Morko, sorprendido, sólo acertó a pensar que su cuello ardía de manera inexplicable, y que ese ardor se extendía rápidamente por todo el cuello subiendo a su cabeza y bajando a su pecho. No llegó a sentir cómo la sangre manaba por su garganta como si de una grotesca cascada se tratara. Sin emitir ningún sonido, el enano se desplomó en el suelo.
Gowther fie el siguiente en sentir como una afilada daga se clavaba en su costado, atravesando su armadura y el pulmón como si fueran mantequilla. Se giró hacia el lugar del que provenía el ataque, pero apenas un pensamiento después otra daga se clavó en su corazón. Con Aegnor ya desenvainada y con sus llamas plateadas comenzando a aparecer, Gowther Itherarth dio medio paso hacia atrás, intentando conservar el equilibrio. Un frio se extendió rápidamente por su cuerpo y sus brazos y piernas, por primera vez en su larga vida, no le obedecieron. Dirigió si vista hacia su pecho, donde sólo podía verse el pomo de una daga sobresaliendo y no sin sorpresa observó cómo la daga desaparecía de su cuerpo, al igual que la de su costado, sin duda para volver a la mano que las había arrojado con certera precisión. Pero al no tener nada que la retuviera la sangre manó violentamente del pecho de Gowther, su corazón estalló y el elfo cayó. Aegnor no cantó esta vez pero pareció emitir un gemido lastimero mientras caía al suelo sobre la sangre de su último portador.
Todos contemplaron con horror como sus amigos caían pero antes de que pudieran reaccionar una, dos, tres dagas más volaron en dirección a Kath y se clavaron en el cuerpo de la muchacha con mortal precisión. Las armas volvieron a desaparecer y retornaron al cinturón de una figura que parecía haberse materializado de la nada cerca de una de las columnas y oculta por las sombras.
Martin contuvo el aliento. Reconoció las técnicas de la Academia y a su nuevo enemigo. La Sombra Verde. Un renegado de la Academia que había viajado a Chult y a lo más profundo de la Suboscuridad en busca de los venenos más potentes y letales. Todo eran susurros y leyendas en torno a su figura pero los instructores lo usaban tanto como hombre del saco como historia de todo lo que podía ir mal. Unos ojos almendrados y verdes estudiaron la sala bajo el embozo verde oscuro que cubría el rostro del temible asesino. Martin sabía que si volvía a ocultarse no tendrían ninguna posibilidad.
Ash asistió estupefacto a la caída de los cuerpos de sus compañeros a uno y otro lado en menos de un segundo. Tenían problemas.
Con un grito de rabia Ash se lanzó hacia el temible asesino pero calculo mal el alcance del arma del enorme bugbear y este entrelazó la hoja de arma de asta entre sus piernas y antes de que Ash pudiera hacer nada salió despedido hacia arriba, recibiendo un certero golpe del guardian. Una runa flamígera se iluminó en el hombro del bugbear y unos grilletes con cadenas de fuego aparecieron en torno a las muñecas y pies de Ash, amenazando con inmovilizarle, pero el fuerte guerrero se liberó de un poderoso golpe. Aún en el suelo consiguió que Ursula golpeara en la pierna de uno de los demonios, cuya negra sangre manchó el suelo cerca de Ash. Aún no se había recuperado cuando vio venir de nuevo la hoja del bugebar, que bloqueo parcialmente pero la fuerza del golpe le durmió los brazos.
Pudo ver que el bugbear comenzaba a desdibujarse, como hacia en ocasiones Gowther y Zevatur. El que fuera un lanzador de conjuros no mejoró el humor del guerrero que pese a estar en el suelo consiguió desviar un nuevo ataque del impresionante guardián.
Martin, aún escondido e invisible para sus enemigos, estudiaba sus opciones pero sabía que debía darse prisa.
Los instintos del semielfo parecieron activarse en cuanto vio caer a sus amigos, a su familia... Gowther, Kath y Morko había mordido el polvo antes incluso de poder reaccionar... y ellos eran la piedra angular del grupo en cuanto al combate se refería, es más, el primero parecía haber perdido la vida de manera fulminante... y ese sentimiento estremeció hasta la médula a Martin...
Un paso atrás, aún no le habían visto, podría salir de allí, sobrevivir para avisar a gente mucho más preparada para la magnitud de lo que tenía delante... y quizás ver el Sol un día más. Todos sus músculos pujaban por la retirada contra su débil voluntad... él no era un héroe, no era nadie, ... sólo un pobre bastardo al que alguno de sus padres vendieron a una Academia de asesinos por media docena de monedas de oro... eso era lo que valía su vida, seis monedas, se habían encargado de recordárselo cada día de entrenamiento en su juventud, y le habían hecho saber que, afortunadamente, ellos le darían un propósito mayor... algo por lo que su vida si tuviera algo de valor. Ahora se daba cuenta cuanto peso tenían esas palabras, no había un propósito mayor, solo un mestizo asustado que veía como todo se derrumaba a su alrededor como un castillo de naipes.
Otro paso atrás, y una mirada de soslayo a la salida, a la salvación, provocó que varios fantasmas, héroes de verdad, de antaño, que una vez sirvieron con gloria a la Tejedora de Destinos y que sólo él podía ver, se materializaron a su lado, susurrando letanías que no ayudaban a que Martin gestionara toda la ansiedad por la que estaba pasando en ese momento: "Cobarde..." ... "Ella te eligió..." "No puedes huir... eso no está escrito" ... "El peso de la culpa te torturará durante toda la eternidad..."
Los rostros de decepción y frustración de las espectrales sombras desaparecieron cuando el ex-asesino dio un tercer paso atrás... decidido a rendirse a sus institntos más primarios de supervivencia básica... puesto que la situación era la de una batalla perdida y de una brutalidad desmesurada, si se quedaba, no habría un mañana que esperar, ni una noche más con BJ, ni unas cervezas más con Morko, las largas historias de un parlanchín Guilbert, o unas carcajadas con el presumido Ash, una mirada cómplice con Kath o Helayna, o ese aceptado gesto de condescendencia mal disimulada por parte de su admirado Gowther, al que había llegado a apreciar con sicera camadería...
A pesar de que parte de esas cosas ya no volverían a pasar... y eran irreversibles, la memoría de la niña junto a la de sus amigos hizo un profundo "click" en la cabeza del infiltrado Martin. Sus pasos de retirada se detuvieron y su mirada se fijó en el cruel asesino que había acabado con la mitad de sus amigos... sintió como la ira, y la sed de venganza, llenaban el vacío que ahora ocupaba el miedo y el terror, detuviendo su huída. Era un cazador ahora, y era hora de enseñarle a su "colega" la diferencia entre morir sólo o morir junto a tu familia...
La magia de la naturaleza se tejió con maestría mientras los labios de Martin lanzaban su conjuro perseguidor, marcando al deconocido asesino como su objetivo, era algo personal, y se lo haría saber, al menos los pocos minutos que le quedaban con vida... Tres saetas cruzaron el salón del gran templo buscando la muerte de aquella criatura, pero las habilidades de Martin, no eran ni de lejos comparables a las de aquel veterano experto en venenos, y una de ellas erró. Las otras dos consiguieron alcanzar su destino, pillando por sorpresa a su presa... que malherido, buscó con odio la fuente de su dolor... y allí, tras una de las columnas,, el olvidado bastardo de la Academia, le devolvió la mirada, oscura, sombría... y destilando venganza a través de sus negras pupilas.
Hela observaba su alrededor como si estuviese presenciando la mayor de las pesadillas inimaginables. Se forzó a repetirse una y otra vez que aquello era real, que estaba sucediendo. La imagen de la caída de Morko, Gowther, Kath, como débiles y frágiles piezas de dominó, fueron suficiente para darse cuenta de que aquel era el final.
Justo antes de atacar con uno de sus hechizos más poderosos, siguió a Ash con la mirada y el dolor que atenazó su interior al imaginarle sin vida la empujó a intentar parar la masacre que se producía ante sus ojos. Una sonora e imponente voz se impuso al estruendo de la batalla, reconocible como la voz de la shadar-kai pero con un volumen mucho más alto, más profundo y oscuro.
- ¡Basta! - exclamó - ¡paremos esta matanza que no nos conduce a nada! Acabando con nosotros no encontraréis aquello que buscáis, entre nuestros ropajes y cadáveres no hallaréis la ansiada piedra, ¿de verdad pensáis que seríamos tan estúpidos de traerla hasta aquí? Solo conseguiréis alejaros más de vuestro objetivo -
Tras estas palabras, conjuró con sus manos una chispa de luz que pronto rodeó su cuerpo, convirtiéndose en un escudo que, a duras penas, podría protegerla del daño de aquellos demonios, a la espera de su reacción.
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"Hay una grieta en todo, así es como entra la luz"
Las palabras de Helayna resonaron con fuerza en las oscuras bóvedas de aquel templo impío.
Durante unos expectantes segundos nadie habló, nadie se movió. La Shadar-Kai contuvo el aliento. ¿Había conseguido detener aquella locura? ¿Podría ayudar a sus amigos? ¿Había salvado a Ash?
Como respuesta sintió un corte en su costado cuando las sombras se materializaron en la forma de una mujer emboada en una capa verde oscuro con la capucha echada. Las oscuras llamas que la cubrían quemaron el antebrazo de la mujer pero eso no la detuvo cuando lanzó una patada lateral a Zevatur, impactando al amable tiefling en la sien. Giró sobre sí misma y golpeó con un fuerte codazo en la boca del estómago a Helayna, que se quedó sin aliento y sintió que su cabeza daba vueltas.
Guilbert miraba a su alrededor estupefacto. Francesca había intentado avisarle pero él no la había escuchado. Todos sus amigos yacían moribundos o heridos a su alrededor y sin embargo, ninguno de aquellos temibles enemigos le había atacado a él. ¿Porqué?
La respuesta se materializó al fondo de la sala, subiendo las escaleras que daban al pie de la estatua de Asmodeus Francesca, con el mandoble en la mano se detuvo al llegar arriba.
- ¿Por qué?- preguntó - Podíais haber colaborado. Podíais entregar la Piedra. ¿Todo esto por dinero Guilbert? ¿Acaso no teníamos objetivos más elevados? - a Guilbert se le paró el corazón cuando la miró a la cara y comprobo que, pese a sus palabras, una taimada sonrisa afloraba a sus labios - ¿Acaso esta mortal no te enseñó todas esas cosas Guilbert? ¿O estabas tan ocupado sucumbiendo a sus encantos que no escuchabas más que historias de medianos? no te sorprendas muchacho... -mientras hablaba su rostro cambiaba unos cuernos crecieron de sus sienes, unas alas demoníacas salieron de su espalda, una cola prensil se extendió lánguida a su espalda, sus dedos se alargaron en finas y peligrosas garras. Y sin emabrgo, era hermosa, poseía un atractivo peligroso que hacía que una parte del bardo aún deseara correr a sus brazos - ... no ha podido esconderme todo... hay cosas que aún guarda a buen recaudo... como la verdadera razón por la que se alejó de ti... pero pronto acabaré con su resistencia... Entreganos la Piedra Guilbert y quizá dejemos vivir a tus amigos -
Las palabras de Helayna resonaron con fuerza en las oscuras bóvedas de aquel templo impío.
Durante unos expectantes segundos nadie habló, nadie se movió. La Shadar-Kai contuvo el aliento. ¿Había conseguido detener aquella locura? ¿Podría ayudar a sus amigos? ¿Había salvado a Ash?
Como respuesta sintió un corte en su costado cuando las sombras se materializaron en la forma de una mujer emboada en una capa verde oscuro con la capucha echada. Las oscuras llamas que la cubrían quemaron el antebrazo de la mujer pero eso no la detuvo cuando lanzó una patada lateral a Zevatur, impactando al amable tiefling en la sien. Giró sobre sí misma y golpeó con un fuerte codazo en la boca del estómago a Helayna, que se quedó sin aliento y sintió que su cabeza daba vueltas.
Guilbert miraba a su alrededor estupefacto. Francesca había intentado avisarle pero él no la había escuchado. Todos sus amigos yacían moribundos o heridos a su alrededor y sin embargo, ninguno de aquellos temibles enemigos le había atacado a él. ¿Porqué?
La respuesta se materializó al fondo de la sala, subiendo las escaleras que daban al pie de la estatua de Asmodeus Francesca, con el mandoble en la mano se detuvo al llegar arriba.
- ¿Por qué?- preguntó - Podíais haber colaborado. Podíais entregar la Piedra. ¿Todo esto por dinero Guilbert? ¿Acaso no teníamos objetivos más elevados? - a Guilbert se le paró el corazón cuando la miró a la cara y comprobo que, pese a sus palabras, una taimada sonrisa afloraba a sus labios - ¿Acaso esta mortal no te enseñó todas esas cosas Guilbert? ¿O estabas tan ocupado sucumbiendo a sus encantos que no escuchabas más que historias de medianos? no te sorprendas muchacho... -mientras hablaba su rostro cambiaba unos cuernos crecieron de sus sienes, unas alas demoníacas salieron de su espalda, una cola prensil se extendió lánguida a su espalda, sus dedos se alargaron en finas y peligrosas garras. Y sin emabrgo, era hermosa, poseía un atractivo peligroso que hacía que una parte del bardo aún deseara correr a sus brazos - ... no ha podido esconderme todo... hay cosas que aún guarda a buen recaudo... como la verdadera razón por la que se alejó de ti... pero pronto acabaré con su resistencia... Entréganos la Piedra Guilbert y quizá dejemos vivir a tus amigos -
Como única respuesta Guilbert se coloca mirando a la que otrora fue su mentora y amante y tañe dos notas de su laud, invocando la magia ancestral que creó todo el universo cuando los dioses lo crearon mediante canciones ahora olvidadas.
Intenta superponer su voluntad a la suya. Tiene una corazonada y espera que sea acertada. Al fin y al cabo es como es él. Jugándosela todo a una carta.
Fija su mirada en la de Francesca y entonces algo sale mal.
Guilbert ve un fogonazo de luz roja y de pronto deja de estar en el templo demoníaco de los Cassalanter Lo primero que nota Guilbert es el olor a sudor y aceite de sándalo. El cuero se pega a su piel rozando en lugares donde la pelliza que lleva debajo se ha desplazado debido al esfuerzo y los golpes recibidos. Guilbert porta dos espadas, una corta con gran cazoleta y una más larga y fina en la mano derecha. Ella está frente al bardo, con esa sonrisa que le hace perder los nervios aunque aún no le ha confesado sus sentimientos. Al fin y al cabo es una de sus instructoras para entrar en la Orden.
- Estate atento Guilbert- le dice, el sudor perlando su frente y sus antebrazos.
Pero hay algo extraño, una figura entre las sombras, grande, ominosa, Una voz melosa llega desde esas sombras.
- Ohhh ¿quieres jugar? -dice divertida al percatarse de lo que está ocurriendo - Muy bien. Juguemos. -
En un parpadeo, Francesca tiene el aspecto que tenía en el templo, más demonio que humana, pero sigue moviéndose a su alrededor, girando, esperando ver algún hueco en la guardia del joven Guilbert para lanzarse al ataque y su mirada sigue siendo juguetona.
- Dime- dice Francesca con una voz que no es la suya - ¿Qué pretendes conseguir con esto, cariño? ¿Sabes a lo que te arriesgas? -
Centrándose en su objetivo Guilbert se esfuerza por mantener la concentración.
- ¿Quién eres? ¿ De qué infierno has escapado? ¿ni rodeado de asesinos vas a presentarte? Debe ser costumbre en los siete infiernos saber con quien tiene uno el gusto de hablar...-
Pese a intentar jugar la partida a mas niveles no quería dejar de hacerlo a otros.. en este caso, el cruce de espadas.. mantuvo la guardia como le habían enseñado
reparado para el cruce de ataques.. debía estar atento a todos los detalles.. algo debía quedar de Francesca.. debía estar escondida si realmente le guardaba detalles de su psique.
La súcubo sonríe y dice con fingida afectación
- Oh pero que maleducada. Puedes llamarme Mekilith -lanza un ataque reconocido por Guilbert y parado sin problema
Dicen que el diablo está en los detalles y Guilbert busca desesperadamente intentando encontrar alguno que le haga ver que Francesca aún está ahí, en alguna parte. Sin embargo no parece encontrar nada. Las estocadas se siguen sucediendo entre ellos, ataques y paradas hasta que Mekilith gira sobre si misma y barre las piernas del bardo que cae pesadamente sobre su espalda. Antes de que pueda reaccionar la tiene encima, inmovilizado por su peso, el cuerpo de ella, cálido y sensual, muy pegado al de él, sus rostros muy próximos. Puede oler su perfume casi desaparecido por el sudor pero la almizcle mixtura vuelve a encender su sangre como hizo antaño. Y entonces cae.
El olor… la ausencia de otros instructores o iniciados… Esta es la primera vez que se besaron.
Sin embargo los ojos violeta de la demonio no son los suyos. Siente una uña de ella acariciar su mejilla, ese gesto íntimo era como la señal de ella, siempre lo hacía antes de besarle.
- Hmmm - ronronea Mekilith pero… este es un recuerdo tuyo… veamos que tiene ella que ofrecernos -
Sus labios entran en contacto y siente su piel arder.
Escucha su voz. La de ella.
- ¡GUILBERT! -
Por un momento el bardo no siente ni ve nada.
- Guilbert, escudero De la Rosa Negra, da un paso al frente -
La severa y grave voz del Alto Maestre de la orden hace que los sentidos de Guilbert se centren
"Pero.. pero que es esto.. " se dice para sus adentros. No ha tenido el control en ningún momento y va saltando de momento en momento.
Como ya hizo entonces, repite movimientos milimetricamente.
Pero su mente se mantiene en el final de la anterior escena.. era ELLA! Quizá debía buscar esos momentos de intensidad.. y si es esa la manera de derribar los tejemanejes de Mekilith..
Mira a su alrededor, todos están vestidos de gala, las armaduras, pese a las mellas y golpes de combate, pulidas y relucientes. Las capas plateadas con el emblema de la orden, una rosa negra, grabadas en las mismas. A la izquierda del Gran Maestre, Francesca le contemplaba con orgullo.
Guilbert recordaba su mirada severa durante toda la ceremonia en que la Orden le reconocía como uno de los suyos.
Repitió los movimientos metódicamente; apartar su capa, desenvainar su espada, hincar la rodilla y entregar la espada. Inclinó la cabeza y repitió las palabras del juramento que aún hoy estaban grabadas en su corazón.
Aquel deja vu era demasiado cruel. La demonio jugaba con ellos como quería. Guilbert temía haber cometido un error y haber jugado mal su única carta.
Al terminar el juramento las voces de sus compañeros se apagaron. Miró alrededor y todos parecían congelados, las miradas fijas en donde fuera que estuvieran mirando, los cuerpos rígidos. Hasta las antorchas estaban paralizadas en sus pebeteros.
Mekilith apareció detrás del cuero de Francesca. Acariciando lánguidamente sus hombros, su cola envolviéndola por la cintura, juguetona.
Si entonces apenas pudo ver las caras de sus compañeros, en este momento se recreaba casi uno a uno en sus hermanos.. ahora grabados en su carne en forma de tatuaje
-Que pretendes con esto.. que buscas en estos recuerdos..- dijo dirigiéndose a la diabla
- ¿Yo? -la diablo se llevó una mano al pecho, afectada - Yo soy una mera pasajera aquí querido Guilbert. Es ella la que se aferra a estos recuerdos por algún motivo… cree que así podrá resistirse a mi. Pero al estar tú aquí…-se encoge de hombros - Ella no puede evitar pensar en esto desde que te vio en el cementerio… ooh si estábamos allí. Os adelantasteis por poco. Verás… al ver a esos tontos cultistas pense en darles un buen susto y divertirme a su costa. - mira hacia un lado recordando y luego se detiene un segundo en la dura mirada del bardo - hmmm vale lo admito, eres demasiado duro como interrogador ¿lo sabias? - se burla - Pensé que quizá podría pasar un buen rato con ellos, en especial ese tan sexy que os ayudó a llevaros la piedra… ¿como dices que se llama? Creo que después iré a buscarle y le haré pasar el mejor rato de su vida.. -
-Bueno.. unos somos buenos interrogadores y otros igual de buenos consiguiendo piedras..-no pudo evitar el chascarrillo socarrón, un defecto que afloraba en las peores situaciones pero que sin embargo, no podía evitar.
- Pero no estropeemos este momento tan emocionante -dice la demonio - mírala Guilbert-señala con una larga uña el rostro de Francesca -¡¡Esta sonriendo!!-
Se apoya sobre su hombro.
- ¿Te lo dijo alguna vez? ¿Llegó a confesarte lo feliz que le hizo que te graduaras? ¿Sabías lo realmente importante que eras para ella? ¿O para ti fue solo una conquista más? Unos brazos dispuestos y un cuerpo caliente con quien pasar las frías noches tras el entrenamiento -
Guilbert no podía echarse atrás, ahora tenía que jugarse el todo por el todo y llegar hasta el final de aquel juego. Era el momento de incrementar la intensidad de ese momento.. quizá así aflorara Francesca si es que aún quedaba algo de ella allí dentro..
-Aquel día.. aquella noche trescientos valientes caballeros me miraban, pero yo solo tenñia ojos para ella.. -
Ante las palabras de Guilbert que solo tenia ojos para ella de los paralizados ojos de Francesca dejan escapar una lágrima.
Mekilith sonríe ladina y la recoge con la punta de su afilada uña y se la lleva a los carnosos labios.
- ooh Que bonito… ¿debería ponerme celosa?- mira duramente a Guilbert por un segundo y teme que se lance sobre él como una tigresa sobre su presa.
Sin embargo se ríe y la tensión pasa al menos momentáneamente. Vuelve a jugar alrededor del congelado cuerpo de Francesca, caminando ahora entre ella y el Gran Maestre.
- ¿Sabias que él no quería hacerte miembro de la Orden? No eres guerrero, ni caballero, ni mago, ni siquiera un buen músico, ni cronista…. ¿Prestaste atención alguna vez a las lecciones que no tuvieran halflings involucrados? Nah, sabes muy bien que eres un bardo mediocre en el mejor de los casos… fue ella la que le convenció de que debías ingresar en la Orden… tuvo que pedir todos los favores que pudo para conseguir el voto necesario de cinco miembros…-
Se encoge de hombros, como si no fuera importante, pero a Guilbert se le hace un nudo en el estómago. En el fondo… siempre dudo de si mismo… las palabras dichas casi con indolencia habían dado más cerca del corazón del bardo de lo que estaba dispuesto a admitir. ¿Sería cierto?. Cara de póker, debía mantener cara de póker si es que aquello servía en esa situación.. quizá mente de póker? No resultaba nuevo para él, durante mucho tiempo dio por imposible entrar en la orden, entre paladines e hidalgos, nobles de toda cuna y él, un huérfano de barriada? Era imposible
Aquel respaldo le había quitado muchas dudas.. hasta ese momento. ¿Sería cierto? Que caprichoso es el destino que deja vivo a quien más inmerecida membresia presenta.
-Pero conmigo vive la orden, la elección fue perfecta.- intenta resarcirse- de no ser por ti toda nuestra historia, todos los rituales se habrían perdido! Fue solo tu fe - Dijo mirando a la figura congelada de Francesca, con la esperanza de que pudiiera escucharle - la que salvó la memoria de la orden.
-Y la única razón para no abandonarlos y volver a las calles fue que estaba ella..- dijo con aplomo a la súcubo volviendo su atención hacia ella.
Pese a sus valientes palabras Guilbert sentía la semilla de la duda creciendo en su corazón. Mekelith sonrió y volvió a relamerse los labios, saboreando su victoria, siabiedno que la voluntad del bardo emepzaba a flaquear.
Mekilith hizo un mohín - Pero esto es aburrido… - se apoya en ella y parece susurrarle al odio -Dime cariño… ¿no tienes nada más que mostrarnos? ¿Qué es lo que no quieres que veamos?-
Francesca pareció darse cuenta y se arriesgó a mostrar otra imagen, otro preciado recuerdo que la separaba de la total asimilación de su alma por al demonio. Guilbert supo esto al instante. Las apuestas no podían ser más altas
Francesca estaba en el dintel de la puerta de sus aposentos. Una capa de piel de oso cubría el camisón de seda de Calimshan que era su única prenda. Se detuvo un instante y miró hacia atrás, al cuerpo desnudo de Guilbert que asomaba bajo las pieles de su lecho, mientras el bardo dormitaba, agotado.
-hmmm parece que nos ha privado de los momentos más interesantes…- dice la súcubo con un mohín.
Francesca, lleva una mano a su vientre y suspira antes de cerrar la puerta tras de sí y dirigirse a la oficina del Gran Maestre donde este permanecía muchas noches hasta el despuntar del alba trabajando. Aquella no parecía ser una excepción. Cuando Francesca entró dejo de escribir y miro gravemente a su antigua discípula.
- ¿Y bien?- preguntó - Se lo has dicho?-
- No- contestó ella.
El hombre suspiró.
- Debo admitir que aunque tenía reservas tú has demostrado tener razón respecto a él. En los dos últimos años hemos conseguido desbaratar los planes de más cultistas de lo esperado y muchos de ellos antes siquiera que pudieran invocar a ningún ser del inframundo. Su capacidad de infiltración y espionaje y su apoyo de los Arpistas nos sirven bien. No quisiera perderlo.- suspira - Pero merece saberlo. Ambos merecéis la oportunidad de ser felices. -
- Lo se. Se lo diré. Pero no aún. No está listo para dejar las misiones. Nunca tuvo un propósito, nunca tuvo un objetivo y ahora… ahora es feliz. No puedo arrebatarle eso… aún no. Además… debemos terminar esta misión. Si fuese capturado y leen su mente lo sabrían…- vuelve a poner instintivamente su mano en su vientre. - No puedo arriesgarme…-
El hombre pareció envejecer un poco más con el peso de un secreto más sobre sus hombros.
- Como quieras…-
Mekilith se llevó las manos a la boca con afectada sorpresa.
- Que fuerte. Casi siento pena por ti.- dice melosa mientras pasa de un lado a otro de Guilbert por su espalda, acariciando dulcemente su nuca - Prefería usarte de cebo y como herramienta a dejarte tomar tus propias decisiones… eso tiene que doler…-
Mazazo tras mazazo la voluntad de Guilbert se resquebrajaba, pero la partida seguía. Como en una de las timbas de cartas que frecuentaba, muchas veces sin buena mano, y muchas mas sin dinero para cubrir sus apuestas, siempre había que mantener una buena cara de poker. Pero en su interior todo bullía y las piezas iban casando.. cuando se fue, cuando no volvía y cuando lo hacía pero no parecía estar presente. Tan increíble como única explicación, pero si el había hilado las claves, Mekilith también podría.
Aquella misión era importante pero quizá no tanto.. Si el había mantenido al margen no era por él, era por ella o al menos eso pensaba. ¿Habría llegado a esa misma conclusión su anfitriona?
-Bueno.. era una misión sencilla, una lastimosa posesión, ni siquiera un demonio de tercera.. creo recordar que era algo rutinario para aprendices.. una súcubo.-dijo manteniendo las maneras y refinada educación conseguida con muchos años, mucho esfuerzo y pocas ganas, culpa de Francesca
Aunque notaba que estaba perdiendo su enlace con la realidad y la batalla contra Melikith debía por lo menos llegar hasta ella. -Crees que juegas conmigo, pero un sólo segundo con ella, una mirada de soslayo y el tiempo se para para nosotros. Ahí careces de control como careces de cuerpo. Una rémora de los infiernos como os llamaba Lord Vandemart..- sabía que aquello sacaría una sonrisa de Francesca allí donde se encontrara..
La súcubo siseó con rabia y mostró sus colmillos. Sus facciones cambiaron, de volvieron más bestiales más demoníacas en lugar de ser tan atractivas.
- Ya veremos- siseo y abrió sus alas cubriendo toda la luz. Guilbert dejó de ver.
Una luz
La trémula llama de una vela fue lo único que empezó a ver.
Una respiración laboriosa y quejidos de dolor de una mujer.
Su visión fue creciendo para revelar un lecho en el que yacía Francesca, a su lado una cleriga de Sune sujetaba su mano y limpiaba de sudor su frente mientras la animaba con palabras suaves. El abultado vientre de la guerrera no dejaba lugar a dudas.
Estaba de parto.
Entre el dolor de las contracciones Francesca levantó la mirada y su ojos se fijaron en Guilbert.
- Tenias que haber estado aquí. Quería que estuvieras aquí. Pero era demasiado peligroso. Si la hubieran descubierto...-
Guilbert sintió el roce de la súcubo en su brazo. Estaba a su lado.
- Esto es lo que ha estado ocultando tan celosamente… Pobre Guilbert. ¿No irás a creerla ahora verdad? ¿Que clase de persona oculta algo así? Lo que pasa es que nunca creyó que fueras suficientemente bueno. Solo eras un… medio para conseguir un fin.-
Las palabras de Mekilith se colaron insidoisas en su mente. El momento mas importante de su vida y no había estado presente. Es más, ni siquiera había sabido de él. Sabedor de que no podía intervenir en los recuerdos de su otrora mentora tan solo observó, paralizado, mientras las lágrimas reptaban por sus mejillas perdiéndose en la enmarañada barba del bardo. Hasta ese momento había durado la frágil apariencia de indiferencia y sin embargo le daba igual conceder aquella victoria moral para mayor regocijo de la mujer demonio.
- Ahora entiendo todo.-dijo como consecuencia de este inesperado viaje.- esa fue la razón.. arriesgada, valiente. El fruto del amor prohibido no podía residir en un castillo marcial. Fuiste mamá.. fui papá-ignorando por completo a la súcubo- Juntos podemos vencer..
Y entonces se giró hacia la súcubo que tanto le había manoseado desde que compartieran psique y recuerdos. Acarició sus brazos con el anverso de su mano.. subiendo hasta su hombro allí donde la espalda se juntaba con la espalda..
Podrías decir que alguien haría jamás algo parecido? Engendrar vida fruto del más fiel amor.. no bajo el miedo o coacción. Encontrarías a alguien que por amor o por protegerte hiciera salgo parecido? Solo lo harían por miedo..jamas alcanzarías su pureza. -
La súcubo sonrió ladina
- Ooh pero a mi todos me aman mi pequeño Guilbert. Como pronto harás tú… claro que he engendrado hijos en ocasiones… cuando el compañero merece realmente la pena… dime ¿Crees estar a la altura? -
A su pesar Guilbert sintió el pequeño aguijón de los celos en su pecho y una parte de él quiso demostrarle a Mekilith que era el hombre más dotado para engendrar un vástago con ella. PEse a todo intentó despejar su mente y mantener el poco control que le quedaba.
Aquello no estaba funcionando. Todos sus movimientos para acercarse e incluso florecer la personalidad de Francesca estaban fracasando.. y tampoco conseguía avances para la batalla que se desarrollaba más allá de la psique durmiente de su mentora.
-No es difícil confundir amor con sometimiento cuando presentas una falta de empatía tan increíble como los moradores de los infiernos. Que rápido acudís aquí huyendo de aquello tan solo para sentiros mas.. humanos. Aumentar la plaga no puede llamarse engendrar.-
Guilbert trataba de distraer a la súcubo para que flaquearan sus garras dominadoras de Franccesca.. necesitaba ver otroa escena aunque esta vez no fuera él protagonista..
Las palabras de Guilbert por fin distrajeron lo suficiente a la súcubo como para que Francesca pueda fijar su vista en él. Es apenas un segundo pero le da al bardo la esperanza de seguir luchando.
-Francesca.. como terminaste así.. con ella.. ¿cómo fue?- Esperando que por conocer el pacto o asalto por parte de la súcubo hacia la veterana miembro de la orden.
La imagen se vuelve borrosa un segundo y antes de que se aclare Guilbert se ve rodeado por las risas y los sonidos de una taberna. La reconoce; La Cabra Despeñada. No el peor tugurio en el que había estado pero tampoco el lugar donde llevarías a tu futura suegra a cenar.
Ve en una mesa a Francesca, consigo mismo, compartiendo una botella de vino élfico. Recuerda aquella noche. Sintió sus mejillas enrojecer al recodar lo que pasó aquella noche, una mezcla de nervios, excitación y, ahora que comprendía, vergüenza.
Los dos amantes intercambiaron una mirada y unas risas cómplices al ver pasar a la hermosa camarera que les servía.
- Pero si es la noche que nos conocimos -dice divertida Mekiltih - Veo que por fín empezáis a aceptar lo inevitable.. y fue una noche increíble ¿verdad querido ? -
A pesar de Guilbert aquella había sido una noche memorable.
Y, al parecer, el principio del fin.
La imagen volvió a cambiar. Guilbert no sabía si era cosa de la súcubo o de Francesca pero de pronto estaban en la habitación de la posada. El cerraba la puerta mientras escuchaba a las mujeres reír tras de sí. Se dio la vuelta y vio como Francesca y la camarera le miraban seductoras, muy cerca la una de la otra. Se miraron entre ellas y acercaron sus bocas para besarse. Guilbert recordaba muy bien aquel instante.
Entonces Francesca agarró del pelo a la camarera y tiro con fuerza hacia atrás, haciendo que esta chillara de sorpresa y dolor.
Retorció su brazo y la hizo girar sobre si misma. El movimiento fue rápido y de pronto la camarera había sido sustituida por Mekilith en la presa de Francesca.
El gesto de rabia y dolor de la mujer que había amado era evidente. Profundas ojeras marcaban sus bellos ojos y el sudor perlaba su frente.
Pero su presa era firme sobre su enemiga a saber desde hacía cuánto tiempo.
- Sal… de… -
Empezó a empujarla hacia la ventana, forcejeando. Guilbert reaccionó y se lanzó contra ellas, evitando que Mekilith, que rugía y siseaba como una gata, hiriera a Francesca con sus garras.
-mi ¡¡CABEZA!! ¡¡PERRA!! -
Arrojó a la súcubo por la ventana. El cristal se rompió en mil pedazos.
Helayna contempló como el bardo se quedaba inmóvil, mirando fijamente a la demonio. Ash pudo ver un pequeño hilo de sangre saliendo de la nariz de Guilbert.
De pronto, como si una tremenda fuerza la hubiera gulpeado, la súcubo es lanzada hacia atrás y arrojada contra la pared. El grito es desgarrador, proferido por dos gargantas, dos voces que son oblifadas a separarse de manera brusca y violenta. Mekilith es arrojada contra la pared y cae al suelo, aturdida.
Francesca cae de rodillas donde estaba, llenando sus pulmones de aire como si hubiera estado a punto de ahogarse. La espada cae al suelo con la paladina que queda de rodillas.
Todos los contendientes se quedan momentáneamente paralizados por lo ocurrido.
Ràpidamente los demonios entran en acción y se lanzan contra los héroes profiriendo gritos de rabia, lanzándoles bolas de fuego y cayendo sobre Ash que había inflingido heridas sobre uno de ellos.
Sorprendido por la flecha que había rozado su costado, el elfo del bosque retrocedió en silencio hacia las sombras, perdiéndose de vista. Lo último que vio Martin de él fueron sus almendrados ojos verde oscuro escudriñando la zona donde él estaba. Se enfrentaba a un asesino de la Escuela de las Sombras que había aprendido otras artes, como la de venenos tan potentes como para afectar al fuerte Morko. Aquella situación estaba por encima de sus planes y el haber sido descubiertos no presagiaba nada bueno. No podía dejar de pensar en Morko, Gowther y Kath que yacían en el suelo, su sangre mezclándose y manchando las baldosas del impío templo.
Ash rodó por el suelo y su armadura evitó que de un golpe le cercenaran la cabeza. Tenían que recuperar la iniciativa en aquella pelea.
Ash se revolvió como gato panza arriba. El combate estaba perdido, pero no iba a vender barato su pellejo. Apretó la mandíbula enseñando el blanco de los dientes. Maldecía a Khelben por haberlos enviado a una trampa tan vil, en la que los poderes conjurados les superaban tan obscenamente. Debería haberlo visto venir, pero aquella niña indefensa y en peligro había nublado su juicio. Demasiadas retiradas, demasiadas pérdidas, necesitaban una victoria y eso también le había cegado. Ahora Hela estaba en peligro de muerte como todos los demás y no podía defenderla, pero al menos caería en su nombre, abriéndose paso entre las tripas de sus enemigos. Eso sí podía hacerlo y quizá encontrarse con su amada en otro mundo, lejos de mentiras y vanidades.
Estaba dispuesto a morir con las botas apuestas. De repente, el signo de los acontecimientos pareció cambiar ofreciéndoles, tal vez, una nueva aliada. La poderosa Maestra de la Rosa Negra parecía recomponerse, libre de la influencia de aquel ser insidioso. ¡Bien por Guilbert! Dedicó una mirada dura a los cuerpos tendidos de Morko, Gowther y Kath y se tragó su orgullo. El orgullo no ganaba batallas. El asesino acababa de desvanecerse ante sus ojos y las malvadas energías del enorme shaman le rodeaban prometiendo dolor con cada paso. Quizá sería más inteligente reorganizarse y ver de qué iba todo aquello.
Ash se incorporó como un felino y maniobró con sus chicas para esquivar o desviar los próximos ataques y, con suerte, poder acercarse a Hela. De reojo, observaba a la paladina, esperando que pudiera juntar los pedazos de su mente.
Un fuerte golpe sonó en la puerta de acceso sur del templo de Asmodeus. La puerta de madera tembló en sus goznes. Otro golpe fue acompañado del sonido de la madera quebrándose, y un tercer y último golpe acaba reventando la puerta, lanzando los restos de madera de la puerta al interior del templo. Inmediatamente Entra la imponente figura cubierta por una coraza de acero negro del Ancan, El Ejecutor de Tiamat.
Extiende sus alas y su voz paraliza la lucha durante unos segundos.
- ¿Dónde está la piedra? Mi Señora la demanda. ¡AHORA!- de su nariz y su boca sale fuego y humo.
Su imponente figura y el aire de amenaza hace que La Matamagos, la asesina que estaba a punto de caer sobre Helayna y Zevatur de nuevo retroceda en busca de la protección del enorme bugbear, dando el respiro que ambos hechiceros necesitan.
Helayna utiliza su magia para ponerse cerca de Ash y alejarse de tantos enemigos.
En la parte norte del templo, cerca de las escaleras, Francesca respira pesadamente mientras se limpia la sangre que mana de sus ojos y su nariz. Despacio, recoge la espada de la Orden de la Rosa Negra, la cual explota en una llama de energía negra que recorre lo largo de la hoja. Mira a Guilbert y le dice - Iros de aquí. Encuéntrala-
Guilbert palideció. Sus ojos, su tono de voz... Francesca no pensaba salir de allí con vida, pero el bardo haría todo lo posible porque eso no sucediera.
Sin mirar atrás, con la mirada fija en la súcubo que la ha mantenido sojuzgada durante tantos años y la he hecho traicionar a su Orden y amigos se lanza hacia ella profiriendo un grito de rabia y dolor. Mekilith intenta esquivarla, pero la espada negra cercena casi sin esfuerzo una de las alas coriáceas de la demonio. Chillando de dolor y mieda levanta la mano y suplica piedad pero no recibe ninguna. Francesca clava la espada en el pecho y la atraviesa el corazón, devolviendo a la demonio al infierno. Con mirada torva se gira hacia los Cassalanter y su mayordomo, el cual da un paso hacia la escalera donde está la antigua guerrera de la Orden de la Rosa Negra.
Ash chilló, compartiendo con sus amigos su idea.
- La mujer tiene razón. ¡¡Tenemos que largarnos de aqui!! Guilbert ¿Aún sabes dónde está la niña? - Guilbert parpadeó, las palabras del líder de la Compañía le ayudaron a centrarse y asintió, señalando al lugar, la esquina más alejada del templo, en la parte inferior, en la base de la estatua. - ¡Martin! Estés dónde estés llega hasta esa cria y sácala de ahí! Los demás... cubridle! Retirada! -
El enorme bugbear sonrió sardónico.
- Que tierno... -comenta mientras enarbola su larga lanza.
Guilbert contempló a sus compañeros. Kath y Gowther yacían en un cargo de su propia sangre. ¿Los habían perdido a ambos? No... la muchacha aún respiraba, débilmente, pero aún lo hacía. Dando las gracias a los dioses, envió algo de energía curativa a la chica, la cual respiró profundamente y, aunque pálida, abrió los ojos e intentó centrarse.
- ¡Gowther! -le grita y le indica Guilbert según ella comienza a incorporarse - ¡Sácalo de aquí! ¡Ponlo a salvo! -
Los demonios siguen acosando a los héroes, en especial a Ash, el cual baila con sus chicas desviando los ataques tanto las extrañas barbas y las peligrosas lanzas emponzoñadas. Incluso consigue asestar algún corte con Úrsula a uno de los demonios.
La imponente presencia del medio dragón cerca de él acaba de despejar la cabeza de Zevatur, aunque los óidos aún le pitaban un poco por el golpe de Thurkas. Pero consiguió concentrarse y se fijo en Morko, sangrando profunsamente por los precisos y profundos cortes infringidos por el Asesino Verde. Tocó el suelo y unas pequeñas llamas recorrieron las losas hasta llegar al cuerpo del enano, cauterizando las heridas y haciendo que Morko abra los ojos debido al repentino calor que quema sus heridas. Sin detenerse ni un segundo, el tiefling corrió hacia sus amigos, usando su magia para levantar un escudo de energía ígnea para desviar el hacha de el Ejecutor. Al llegar al lado de Ash y Helayna extendió sus manos y dejó que parte de su energía tocara los cuerpos de sus amigos, ayudándoles a cerrar sus heridas y dándoles algo más de aire y esperanza.
Martin no pudo ver cómo sus amigos comenzaban a recuperarse y a huir. Al escuchar las palabras de Ash tomó una rápida decisión. No tenía tiempo de jugar al ratón y al gato con el Asesino Verde. Aquel enfrentamiento tendría que esperar a otro momento. Sabía que si el otro había averiguado su posición no llegaría a dar más de dos pasos. Caería atravesado por las peligrosas dagas como habían hecho casi todos sus amigos. Los susurros de los espíritus le conminaron a confiar, a actuar. Sin pensar más echó a correr entre las columnas, no haciendo ningún ruido al llegar a la cadena que separaba el Templo de la parte donde estaba el altar principal y la estatua de Asmodeus. No se detuvo, saltó por encima de la cadena haciendo un mortal y aterrizando en silencio como un gato justo al límite de la luz rojiza que emitia el gran brasero de bronce que descansa a los pies de la estatua. Por un segundo, Martin juraria que la propia estatua del Príncipe de los Infiernos se giraba para mirarle burlona, pero se forzó a concentrarse en la tarea. Allí abajo encontró a los Cassalanter con su mayordomo en su forma original moviéndose para interceptar a la enfurecida Francesca. En el lado opuesto, escondida entre las sombras y ahora sí asustada, estaba la niña. Aprovechando la distracción que le daba la amenaza de la paladina, y bloqueando la parte de su mente que le decía que igual podía ayudarla, corrió en silencio hacia la pequeña. Sin tener tiempo para tranquilizarla y temiendo ser descubierto, la cogió en brazos mientras tapaba su boca con una mano, saltando de nuevo y usando la esquina para, de dos saltos, volver a la parte superior y perderse entre la oscuridad de las sombras del templo. Cuando la pequeña comprende lo que está pasando y ve a su "tio" Martín sonríe y se abraza a él. Comprendiendo que debe permanecer completamente callada y se aferra a la espalda del semi-elfo con fuerza casi sin que él tenga que indicarle nada.
Morko se sentía muy frustrado. Se sentía mareado y débil por la pérdida de sangre y no comprendía muy bien qué había pasado ni cómo había llegado aquel semi-dragón cerca de él. Khelezburug lanzó chispas al rascar el suelo cuando la recogió y, levantándola por encima de su cabeza la descargó con fuerza sobre uno de los demonios que estaba intentado luchar contra el elegido de Tiamat. El ataque le cogió por sorpresa y la energía divina y la fuerza del golpe casi parten por la mitad. Morko vuelve a asestar otro golpe para terminar de acabar con el demonio, que vuelve a los infiernos chillando. Con el hacha preparada, fue girando alrededor del enorme medio-dragón, estudiándose mutuamente, buscando el más pequeño resquicio en sus guardias y poder atacarse.
El Asesino Verde maldijo la interrupción de aquel enorme semi-dragón, pues eso había permitido que perdiera la pista del semi-elfo. Era bueno, quizá tanto como él mismo, pero ahora no podía detenerse a pensar en eso. Estaban intentando huir. El Ejecutor era una amenaza. Tenía que acabar con todos lo más rápido posible. Lanzó una de sus dagas que se clavó profundamente entre las escamas del medio dragón, antes de reaparecer en su cinturón. Sus otras dagas fueron hacia el bardo, que había conseguido curar a una de sus víctimas. Si él y el tiefling eran sus curanderos debía acabar con ellos. Thukas debía haberlo hecho ya, pero había fracasado.
El bardo resultó herido, pero el tiefling aún tenía un escudo de energía protegiéndole, y su última daga salió rebotada. Maldiciendo, se aprestó a seguir luchando.
Ash siguió intercambiando estocadas y lances con los demonios, viendo por el rabillo del ojo que estaban comenzando a reagruparse. Kath aún estaba aturdida, en el suelo y le repitió lo que Zevatur le había dicho.
La muchacha finalmente asintió y se cargó el cuerpo de Gowther sobre los hombros, levantándose pesadamente, tuvo el detalle de coger a Aegnor del suelo. De pronto, una neblina de copos de nieve la envolvió y Kath reapareció cerca de la puerta por la que habían entrado en el Templo y, con dificultad por sus heridas y el peso, salió por ella, poniendo a Gowther fuera de peligro, aunque temía que ya era demasiado tarde para él.
- Hela - dijo Ash a su amada - Ayudala... salva a Gowther... - más que una orden era un ruego. La Shadar-kai asintió y corrió en post de Kathrinna. La larga hoja de Zhar la Torre intentó corarte las piernas para detenerla, pero Hela reaccionó a tiempo y usó su magia para bloquearlo. Escuchando con satisfacción el gruñido de frustración del guerrero, Hela alcanzó a Kath y la ayudó a apoyar el inerte cuerpo del El'Tael en la pared y el suelo. Tenía el cuello casi cercenado. Su corazón no latía.
- No no no no - susurró dejando de lado su aprensión e intentó cerar aquella sangrante herida con sus manos. Viendo que aquello era inútil agarró el bastó de su Señora, manchando la suave y elegante madera del bastón de la sangre élfica.
- Mi Señora - rogó - Por favor, no cortés aún el hilo de su vida. Gowther... escúchame -dijo en voz baja en élfico mientras sentía el poder acumulándose en su interior - Vuelve con nosotros, te necesitamos... te queremos.... vuelve... -
Con cuidado tocó el pecho de Gowther con la punta en forma de cuervo de su bastón. Una leve luz grisácea, como el sol amaneciendo entre nieblas, iluminó los ojos del cuervo tallado y la luz se introdujo en el cadaver de Gowther. Seeker, el cuervo de Martin, estaba allí, mirándola. La sha-darkai se preguntó de dónde había salido y cuánto llevaba allí, pero su atención se volvió hacia su amigo. Durante unos largos segundos no sucedió nada. De pronto, el pecho de Gowther subió y bajo, volviendo el elfo a respirar, mientras la tremenda herida se cerraba. Gowther parpadeó, intentó tragar saliva y la boca se supo a sangre y su cuello le dolía terriblemente. Se sentía mareado y apenas podía moverse. Escuchó la batalla que aún se desarrollaba no muy lejos.
- Entonces.. -preguntó con voz ronca - ¿no hemos ganado? -
La lucha estaba en su punto álgido. Zhar lanzó conjuros para golpear a varios de sus enemigos, Ancan se aproximó a todos y lanzó su terrible aliento, pero el bugebar estuvo muy rápido y con un certero golpe de su arma detuvo momentáneamente al semi-dragón y así, por portegerse asi y a sus aliados, ayudó sin querer a los compañeros a los que alcanzó sólo la parte más débil del aliento de llamas, y no su fuerza completa.
Thukash no tuvo tanta suerte y las lalmas lamieron su piel. Ella chilló de dolor y temió aún más al poderoso semidragón. Fijó su vista en los héroes y sus ojos negros se cruzaron con los de Ash. En voz baja, pero que el guerrero pudo escuchar claramente le pidió que luchara por ella y las protegiera, pero Ash no iba a caer en aquel truco tan bataro. A través del campo de batalla respondió a las palabras de la mujer, levantando el dedo corazón de su mano izquierda hacia ella.
Mientras tanto Francesca aferró con fuerza la espada y antes de que el mayordomo pudiera terminar el hechizo que estaba formulando clavo con fuerza la espada en sus tripas. Sorprendido, Willifort retrocedió, pero Francesca no le dio cuartel. Le cercenó un brazao y, girando sobre sí mimsa, decapitó al chaneling sin siquiera decir nada. Guilbert vió aquello mientras se acercaba hacia ella pero un temor creciente le apresaba el pecho. Intentado que nadie pudera detenerle, Guilbert se acercó más hacia ella, que estaba a mitad de camino de las escaleras que descendían al altar principal y la vio terminar con la vida del hechicero mayordomo de los Cassalanter y cómo se fijaba ahora en los nobles, con mirada torva.
Amalia, con gesto indolente levantó una mano, con el dedo apuntando hacia ella y con voz casi cansada, como si le molestara tener que hablar con gente por debajo de su categoría dijo.
- Has dejado de ser útil. Es hora de reunirse con el resto de tus hermanos -
Un rayo de energía verde oscura recorrió el espacio entre las dos mujeres. Guilbert lo siguió como si todo se moviera a cámara lenta. Francesca gritó de rabia y saltó hacia ella, levantado la espada por encima de su cabeza, pero el rayo impacto en su pecho y la lanzó hacia atrás. El poder necrótico se expandió rápidamente por el cuerpo de Francesca, tornándolo negro y pudriéndolo instantánemanete. Cuando Francesca golpeó la pared no quedaba nada de ella más que cenizas que se expandieron con el impacto. El ruido de la espada repiqueteando en la escalera. Cuando Guilnert llegó allí, la espada descansaba sobtre un pequeño montón de cenizas.
Cenizas. Todo lo que quedaba de Francesca. Y de sus propios sueños.
Sin pensarlo cogió la espada y conjuró a uno de sus hermanos caídos para que le ayudara para vengarse de aquellos que habían causado la caída de la Orden. Pero una vez más, con un gesto indolente, la heredera de la casa Cassalanter disiño la magia necesaria para traer al guerrero espectral.
- Aceptalo. Tu Orden ha sido destruida. Y hoy morirá con ella. -
Guilbert gruñó, pero uno de los demonios se abalanzó contra él y a duras penas pudo desviar sus ataques con la espada.
Los demonios acosaban a Ash y Zevatur. El tiefling sentía la rabia arder en su pecho y de pronto se dio cuenta. Sus amigos estaban casi todos fuera, salvo Guilbert, Ash se retiraba también hacia el pasillo. Frustrado, rabioso y asustado, Zevatur se dejó llevar y sintió la magia que corría por sus venas, mezcla de dos linajes improbables, y convocó el fuego para castigar a su enemigos.
La bola de fuego estalló en el centro del templo, distrayendo a todos. A todos menos a Morko, que utilizó la magia de Moradin para teleportarse al lado de Guilbert y acabar con el demonio que cortaba su retirada con dos poderosos tajos de Khelezburug.
Cogió al bardo por el pescuezo y comenzó a tirar de él para sacarlo de allí.
Martin apareció junto a sus amigos en el vestíbulo, bajo el retrato del Príncipe Demoníaco, y aunque intentó dejar a la niña en el suelo esta se aferró con más fuerza a él. Sin embargo, el semi-elfo respiró aliviado al ver a Gowther vivo tomándose una poción para recuperar algunas fuerzas, y a Kath con las armas en la mano, preparada para luchar con cualquiera que les siguiera.
Ash llegó corriendo y casi sin detenerse, tomó a Hela por la cintura y siguió corriendo.
- Vamos vamos... arriba!! - Ash sabía que necesitarían algo más que simple velocidad para huir de sus enemigos y salir de allí pero no había tiempo de urdir más planes, necesitaban conseguir aprovechar el poco tiempo que les había conseguido Zevatur con su bola de fuego.
El Asesino Verde se asomó y sus dagas volaron en busca de los Fragmentos. Pero Kath desvió la peligrosa arma y esta cayó al suelo. Sin embargo sí consiguió herir de nuevo a Morko y a Guilbert mientras huían, pero el enano era firme en su propósito y siguió empujando a Guilbert hacia la salida. Los largos brazos del bugbear le hacían llegar más lejos de lo que pensaban y, con un certero golpe de su gran espada, hizo trastabillar a Morko. Pero el enano tenia los pies firmemente plantados en la tierra y, aunque su huida había sido retrasada, no se movió de su sitio.
Ancan, el Ejecutor se plantó frente a Guilbert y le asestó un poderoso golpe con su hacha. Pero Guilbert, armado ahora con la Espada de la Orden de la Rosa Negra, consiguió bloquearlo. Sus armas se trabaron y las fauces del semi-dragón estaban muy próximas. La personalidad del bardo volvió a aflorar pese a todo lo que estaba pasando.
- ¿Qué pasa? - dijo - ¿No se mantiene tan dura como antes? No te preocupes le pasa a todo el mundo... sobretodo a tu edad... -
La burla hizo que el medio-dragón se distrajera lo suficiente como para que Guilbert pudiera girar sobre si mismo, desequilibrándolo, y pudo zafarse y pasar de largo, corriendo rápido hacia el resto de sus amigos que ya desaparecían por las escaleras, menos Ash que les esperaba. Sintió que, pese a todo, la hoja del hacha de Ancan le rozaba el costado y fue más lacerante el dolor de la daga que le arrojó el Asesino Verde. Trastabilló pero llegó a los brazos de Ash que le ayudó a recorrer unos metros más.
Morko sopesó el hacha en sus manos mientras los enemigos le rodeaban. Era el último de la Compañia pero si aquellos inútiles que no se atrevían a acercarse al alcance de Khelezburg pensaban que iba a rendirse estaban listos. El semi-dragón no se atrevía a ir en persecución del resto, posiblemente porque pensaba que la Piedra, el premio que todos perseguían estaba aún en el templo, posiblemente en posesión de los Cassalanter.
Los nobles aparecieron subiendo por la escalera sur, la norte estaba cubierta por los restos de su mayordomo.
- Atrapad al Principe vivo - exige Vittorio Cassalanter - Nos será más útil que una niña... supongo... -
Morko miró alrededor y sonrió torvamente. Se escuchó el sonido agudo y fuerte de un martillo golpeando el metal incandescente en el yunque, y donde estaba el enano saltaron chispas que cegaron momentánemante a sus enemigos. Al instnate, Morlo había vuelto a cruzar la distancia que le separaba de la salida del Templo y, levatando su hacha con fuerza dijo
- Que os jodan -
Y golpeó con fuerza la pared, derribando parte del techo del templo y bloqueando aquella salida. Eso le dió el tiempo suficiente para alcanzar a los otros. Pero cuando estaba apenas a dos metros de ellos, casi en el piso superior ya, sintió que el aire se le escapaba de los pulmones.
El Asesino Verde había conseguido salir sin ser visto antes de que derrumbara parte del techo y con una rápida sucesón de ataques atravesó un pulmón del paladin de Moradin, y le cortó los tendones de la rodilla derecha. Impidiendo que pudiera reunirse con sus amigos. Cogió a Morko del pelo, que boqueaba para intentar respirar y le fue a poner una daga en el cuello.
Pero la Compañía de los Fragmentos Extraordinarios no iba a permitirlo.
Dos flechas se clavaron rápidas en los hombros del Asesino. Martin impidió así que completara su amenaza.
Ash y Kath cargaron contra él, lanzándole escaleras abajo, mientras Zevatur arrastraba a Morko fuera del peligro y Guilbert utilizaba sus últimas reservas de magia para sanar su pulmón y que pudiera volver a respirar.
El Asesino Verde lanzó sus mortales dagas contra ellos, pero toparon contra un muro de fuerza invisible que Helayna había conjurando levantado el bastón por encima de su cabeza. Los ojos del cuervo tallado brillaban con una luz grisácea y aunque Hela temió por que estuviera pidiendo demasiado al bastón, aquello era necesario.
Gowther desenvainó a Aegnor, y un muro de llamas se extendió por las dos escaleras que ascendían a aquel piso, entre el muro de fuerza de Hela y ellos, bloqueando así también la visión e impidiendo que nadie pudiera usar la magia para llegar hasta ellos.
Martin sintió cómo el Asesino Verde clavaba sus ojos verdes en él y ninguno de los dos desvió la mirada mientras las llamas plateadas ascendían y les separaban.
Sabían que no tenían mucho tiempo. Los Cassalanter habían resultado ser unos hechiceros poderosos y podrían acabar con sus protecciones mágicas.
Todos se reunieron en un círculo en el centro. Hela sabía lo que tenía que hacer. Rápidamente comenzó a conjurar el hechizo que les permitiría salir de alli y estar a salvo. Con la punta del bastón inscribia runas de luz plateada en el suelo a toda velocidad mientras su voz se alzaba por encima del rugido de las llamas. Sintió cómo su muro de fuerza se desvanecía y Gowther danzó a su alrededor, protegiéndoles con las llamas de Aegnor.
El cántico de Helayna llegó a su punto álgido y las runas brillaron cegadoras mientras todos se abrazaban y y miraban a los ojos. Sabían que si aquello no funcionaba moririan.
La luz les cegó y todos sintieron un repentino frío.
Cuando recuperaron los sentidos estaban en un suelo de piedra.
Khelben y Laeral, ataviados para la batalla y con el mago portando la larga vara negra por la que era conocido, les miraban sorprendidos, habiendo salido del círculo de teleportación en el ultimo segundo,. El alivio se reflejaba en el rostro de la maga al verles a salvo, aunque no del todo sanos.
- Wow! - exclama la niña - ¿Podemos volver a repetirlo tio Martin? - dice entusiasmada - Pero esta vez sin los malos ni los demonios ni los sustos ¿vale? -
El pálido semielfo parecía que hubiera envejecido varios años en un solo día. Y a pesar de que esa misma mañana, se había levantado totalmente restaurado tras las cálidas y benefactoras aguas de las termas que recorrían la torre, todo ese vigor parecía haberse desvanecido como si nunca hubiese existido. Con cuidado, y cierta ternura paternal, Martin dejó a la chiquilla reposar en el suelo, tras tenerla fuertemente abrazada todo el tiempo dedicado a la huida y el extra esperando a que el conjuro de Helayna de teletransportación se completara a tiempo antes de que fuera demasiado tarde.
Con la cara sucia, tiznada con las cenizas que habían acompañado al combate en la mansión, y marcada por la sangre seca, tanto suya como la de sus compañeros, un discreto torrente de lágrimas comenzó a surcar sus mejillas, empapando su rostro. Éstas, impolutas en su nacimiento, iban tornándose más negras y con más impurezas según iban limpiando su piel, y para cuando caían al suelo grabado en arcanas runas que componían el círculo mágico, ya eran oscuras como el tono de su ánimo, definiendo un nuevo color a su esperanza.
Intentó que la muchacha no le viera, y lo consiguió, era bueno escondiéndose, pero también ocultando no sólo su figura, sino sus sentimientos. Sin un ápice de voz rota o quebrada por el dolor o la ansiedad, se atrevió a romper el silencio para dirigirse a los archimagos que tenía delante.
- Esta vez ha estado muy cerca ... - Sin dar más explicaciones al respecto de a lo que se refería, por muy obvio que fuera, el azorado bastardo continuó con su letanía - Hemos levantado mucho polvo esta vez... y aunque los Calassander han sufrido terribles bajas en sus filas, los hermanos siguen intactos y entiendo que terriblemente contrariados por como han sucedido los acontecimientos...- Con una leve pausa para aclararse su irritada garganta, Martin prosiguió - También parece ser que el paladín de Tiamat está al tanto de todo lo que allí ocurrió, puesto que compartió parte del protagonismo en la "fiesta", y aún así, no creo que las otras tres facciones en liza que conocemos, tarden mucho en recavar la información acerca de como están las cosas, tanto Zhentarines, como la gente de Xanathar, o los mismos elfos oscuros de Jarlaxle estarán pronto pisándonos los talones buscando la maldita piedra. Y a pesar del éxito del rescate, y haber recuperado a nuestra pequeña amiga, se ha perdido mucho en el camino... y no creo que hayamos avanzado en absoluto hacia ningún sitio. Al menos hemos recuperado la espada de la orden de la Rosa Negra, una reliquia importante y recuerdo de que la hermandad aún vive en ella... y en Guilbert...
Agotado, el fantasma que ahora era, buscó con la mirada algún tipo de reacción en los rostros de los altos hechiceros... aunque en el fondo de su corazón sólo deseaba tumbarse de nuevo y abandonarse al sueño acompañado del siempre vigilante Seeker. Mientras, asimilaba el duelo de los que habían caído, a pesar de que algunos habían conseguido "regresar", otros no lo habían hecho, y hasta los primeros habían dejado su huella emocional en el castigado pelirrojo.
Ash se irguió como pudo en centro del círculo de Hela. Estaban a salvo pero habían estado muy cerca de la tragedia. Los héroes de leyenda se preparaban para la batalla a su alrededor mientras los Fragmentos Extraordinarios apenas eran un despojo. Se sentía utilizado, derrotado y humillado. Estaba harto. Apretó los dientes y ayudó a Hela a caminar. Aquellos bastardos engreídos no iban a tomarle el pelo nunca más.
—Bueno, vamos amigos —digo a sus compañero ayudándoles a recomponerse—. No hay nada aquí para nosotros. Esto ha sido suicida y apostaría un brazo a que ellos ya sabían que los Cassalanter estaban plenamente operativos. Nos habéis enviado allí a morir —escupió sangre a un lado. encarando al gran mago—. Buscaos otros peones —siseó mientras su mirada hacia Khelben solo mostraba desprecio; el cansancio, el dolor y la ira habían puesto la cautela a dormir—. Martin tiene razón, no hemos avanzado nada —dijo a sus compañeros—. Esta mierda nos supera, admitámoslo. Tiamat quiere esa piedra, como todos los demás. ¿Y qué? Qué se maten entre ellos. ¿Alguien recuerda para que se formó esta compañía? Los juegos de los poderosos lores bien pueden jugarlos ellos.
Khelben levantó una ceja entre sorprendido y contrariado por el exabrupto del guerrero, pero Lareal intervino.
- Ash... no... no sabíamos que los Cassalanter estaban tan preparados. Ni siquiera ahora sabemos qué fuerzas han levantado contra vosotros, no hasta que no nos lo contéis. - afirma - Si, hemos detectado la presencia del semi-dragón dirigiéndose hacia alli y por eso nos preparábamos para acudir en vuestra ayuda. -se vuelve hacia Martin y el resto.
- No dejéis que una derrota en el combate os empañe el juicio. No tenéis buen aspecto no, pero estáis todos vivos y habéis venido con la pequeña, que es más importante de lo que podéis imaginar.Y al fin y al cabo era vuestra misión. Rescatarla. Venid. Comed, aseaos, reponeos y descansad y compartiremos con vosotros lo que hemos averiguado de la Piedra mientras estabais fuera. Lo creáis o no - dice mirando a Ash con profundos ojos - los poderosos lores no lo saben todo siempre. De ser así nuestro trabajo sería mucho más sencillo. Aquí es donde más a salvo estareis, como bien dices el resto de facciones aún debe estar buscando la Piedra y, aunque sospechen que la hayáis dejado aquí, sois la única pista que les puede llevar hasta ella, asi que os perseguirán. Por favor -termina apartándose e indicando que fueran hacia los ya conocidos baños y comedor.
Para diferenciar entre voz y pensamiento: Sin cursiva ni comillas--> voz
Con cursiva y comillas-->"pensamiento"
El color no hace alusión a la voz o al pensamiento
Con un gran pesar, Gowther se sentía inútil, todos sus esfuerzos por proteger o suponer un ayuda para sus compañeros caían en saco roto una y otra vez. Hasta llegó a besar a la muerte aquel día...-Tengo poco que aportar... mis compañeros podrán dar cuenta de lo ocurrido. Literalmente dejé este plano de existencia durante el grueso del combate, acabaron conmigo antes si quiera de desenvainar el arma...-Tras estas palabras el el 'tael dejó el lugar y se dirigió a las habitaciones abrumado por todo lo que estaba procesando su mente.
Llegó a la habitación y con sutileza y algo de vergüenza dejó a Aegnor al otro lado del catre, fuera de su rango de visión.
-"...Hasta Aegnor tuvo que responder a la ineptitud del elfo..."
-"...No puedes hacer absolutamente nada..."
-"...Es un inepto..."
-"...No merece portar a Aegnor..."
-"...Eres un farsante..."
-"...Es un mero y sucio conducto para Aegnor..."
-"...Ha hecho caer en desgracia la herencia que significa ser portador de Aegnor..."
Multitud de pensamientos rumiaban la mente de Gowther. Algunos hablaban de Aegnor, otros de el mismo e incluso sobre dónde fue a parar cuando murió...
-"...Nadie le esperó al otro lado..."
-"...Solo el vacío, la más absoluta oscuridad es lo que les espera a las almas grises e ineptas como tu..."
-"...Ha permitido que la impura Reina Cuervo te de su corrupto aliento de vida..."
-"...¿Acaso esperabas que Corellon te recibiera junto a el?..."
Estos ideas perforaban su ser una y otra vez... Así sucedieron varias horas hasta que el hojacantante comenzó a verbalizar parte de estos pensamientos.-¿Cómo...?¿Cómo has sidotan PRETENCIOSO...? "... y cobarde... e inútil... y decepcionante..."-
Un Gowther taciturno comenzó a repasar los conjuros de su libro y a leer otros que por allí había. Deambulaba de un lado al otro de la habitación. Su rostro pasaba de una histérica y enajenada felicidad a un semblante serio e iracundo. Su mente, recientemente, había desbloqueado su parte sintiente, el grueso de sus emociones que forman parte de su raza como una forma de vida. Junto con los recientes acontecimientos, se había generado un géiser mental que estaba menoscabando su integridad. De vez en cuando, se acercaba a Aegnor y se postraba ante ella agachando la cabeza y balanceándola repetidas veces adelante y atrás. En una especia de súplica ansiosa que no obtenía más respuesta que un leve y entrecortado quejido por su parte, aquel pobre eladrin repetía a modo de mantra:
-...Tienes que ser más valiente...
-"...menos contemplaciones... menos contemplaciones..."
-...Tienes que estar a la altura...
-"...menos piedad... menos piedad..."
-...Debes protegerles...
-"...la sangre..."
-...con sangre se paga...
El resto de su descanso siguió a solas hasta que fueron convocados al comedor. Fue entonces cuando, algo más calmado, acudió a la estancia a escuchar lo que había sucedido por parte de sus compañeros.
Ash se dio cuenta de que la dama Laeral estaba en lo cierto. Fuera de la torre de Khelben eran presa fácil, se habían granjeado un buen puñado de poderosos enemigos. Con un bufido y mascando su frustración, se alejó de allí en dirección a las termas en compañía de Helayna.
Una vez aseados y reunidos de nuevo en el salón, contaron todos los pormenores del combate a quien quisiera escucharlos. Sin omitir detalle Ash llenó las lagunas que pudiera haber en la memoria de los compañeros que cayeron. Mientras los demás intervenían también, no le pasaron por alto ni la fragilidad de Martin ni la de Gowther, pero no dijo nada. Conocía bien el sabor de la derrota aunque había aprendido a ignorarlo. Besó a Helayna. Observó también como, en un rincón alejado del salón, la pequeña Suturi jugaba con Canela, ajena a la tediosa reunión de adultos.
—Dama Laeral —dijo finalmente encarando a la elfa—. Antes has dicho que la muchacha es importante. ¿Puedes explicárnoslo? ¿Quién es ella realmente?
Morko escucho las palabras de Victorio y dijo con dureza:- Quien juega con demonios sabe a lo que se expone, no veo que el alma de vuestros padres infernalistas valga más que el resto de almas a las que puede ayudar el tesoro,... y luego está el hecho de que secuestrar a una niña para liberar unas almas no me parece el mejor camino hacia la redención. Así que por mi parte no hay trato, si quereis ayuda para liberar el alma de vuestros padres, seguro que hay otros medios más acordes con un senda de autentica redención.
Tras la cual el paladin se preparó para lo que consideraba un ataque inminente por parte de los demonios alli presentes.
"Te lo advertí hermano." habla la mujer por primera vez " No sé porqué perdemos el tiempo. Ni siquiera agradecen que cuidáramos de la niña que habían dejado abandonada y sola. " añade con gesto indolente y un suspiro. De un sólo gesto abre un abanico y se tapa la mitad de la cara con él. Canela está a punto de decir algo pero todo ocurre muy rápido de repente.
Las figuras de los dos nobles y su mayordomo comienzan a desvanecerse y parece ser el momento en que los demonios, tal y como esperaba Morko, se lanzan al ataque. El enorme bugbear, con una sonrisa, da un paso hacia delante enarbolando su larga arma de asta y con sus anormalmente largos brazos, lanza un tajo a la cabeza de los guerreros.
PbP Character: A few ;)
Parece que habéis normalizado el mal hasta tal punto que las formas en la que planteáis un pacto es tan corrupto y cuestionable que llega a ofender.-Sentenció Gowther con algo de pena por aquellos humanos que parecían haber perdido el rumbo.-El chantaje y las ataques indiscriminados no mejorarán la situación... Vuestras ansias de poder os han hecho perder la perspectiva... Estáis a tiempo de buscar la redención.
"Esta perfecta melodía que acompasa y guía mi movimiento es la voz de mi compañera Aegnor"
Gowther Irerath, El'Tael de los Fragmentos Extraordinarios.
A Zevatur las últimas palabas de Francesca se le quedaron en la cabeza. “usarla en su beneficio y como espía” ¿A la niña? Quizás estaban rescatando a un demonio disfrazado de humana… intercambió una mirada con Canela. Pero sus compañeros parecían decididos a rescatarla y no se atendían a diálogos ni se detenían en parlamentos. Si la niña había sido una artimaña de la familia demonologista para obtener la piedra fácilmente, les había salido mal. Iba a correr sangre…
- Servir a los demonios no parece la mejor manera de librarse de su influencia. - Dijo tarde, cuando el enfrentamiento violento era ya inevitable. Zevatur se preparó para combate.
Zevatur, Rolthos
Antes incluso de que las imágenes de los nobles terminaran de desvanecerse, y que los demonios y el gigante bugbear se lanzaran al ataque, otro enemigo, oculto, lanzó su mortal ataque.
Martin vio por el rabillo del ojo la leve deformación de las sombras un poco más adelante. Ash escuchó el sonido de la daga que cortaba el aire en dirección a su amigo. Pero ninguno pudo evitar que el arma volara certera y alcanzara a Morko. La afilada hoja no se clavó en el expuesto cuello del paladin de Moradin, si no que uno de sus filos cortó limpiamente el cuello del heredero enano.
Morko, sorprendido, sólo acertó a pensar que su cuello ardía de manera inexplicable, y que ese ardor se extendía rápidamente por todo el cuello subiendo a su cabeza y bajando a su pecho. No llegó a sentir cómo la sangre manaba por su garganta como si de una grotesca cascada se tratara. Sin emitir ningún sonido, el enano se desplomó en el suelo.
Gowther fie el siguiente en sentir como una afilada daga se clavaba en su costado, atravesando su armadura y el pulmón como si fueran mantequilla. Se giró hacia el lugar del que provenía el ataque, pero apenas un pensamiento después otra daga se clavó en su corazón. Con Aegnor ya desenvainada y con sus llamas plateadas comenzando a aparecer, Gowther Itherarth dio medio paso hacia atrás, intentando conservar el equilibrio. Un frio se extendió rápidamente por su cuerpo y sus brazos y piernas, por primera vez en su larga vida, no le obedecieron. Dirigió si vista hacia su pecho, donde sólo podía verse el pomo de una daga sobresaliendo y no sin sorpresa observó cómo la daga desaparecía de su cuerpo, al igual que la de su costado, sin duda para volver a la mano que las había arrojado con certera precisión. Pero al no tener nada que la retuviera la sangre manó violentamente del pecho de Gowther, su corazón estalló y el elfo cayó. Aegnor no cantó esta vez pero pareció emitir un gemido lastimero mientras caía al suelo sobre la sangre de su último portador.
Todos contemplaron con horror como sus amigos caían pero antes de que pudieran reaccionar una, dos, tres dagas más volaron en dirección a Kath y se clavaron en el cuerpo de la muchacha con mortal precisión. Las armas volvieron a desaparecer y retornaron al cinturón de una figura que parecía haberse materializado de la nada cerca de una de las columnas y oculta por las sombras.
Martin contuvo el aliento. Reconoció las técnicas de la Academia y a su nuevo enemigo. La Sombra Verde. Un renegado de la Academia que había viajado a Chult y a lo más profundo de la Suboscuridad en busca de los venenos más potentes y letales. Todo eran susurros y leyendas en torno a su figura pero los instructores lo usaban tanto como hombre del saco como historia de todo lo que podía ir mal. Unos ojos almendrados y verdes estudiaron la sala bajo el embozo verde oscuro que cubría el rostro del temible asesino. Martin sabía que si volvía a ocultarse no tendrían ninguna posibilidad.
Ash asistió estupefacto a la caída de los cuerpos de sus compañeros a uno y otro lado en menos de un segundo. Tenían problemas.
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Con un grito de rabia Ash se lanzó hacia el temible asesino pero calculo mal el alcance del arma del enorme bugbear y este entrelazó la hoja de arma de asta entre sus piernas y antes de que Ash pudiera hacer nada salió despedido hacia arriba, recibiendo un certero golpe del guardian. Una runa flamígera se iluminó en el hombro del bugbear y unos grilletes con cadenas de fuego aparecieron en torno a las muñecas y pies de Ash, amenazando con inmovilizarle, pero el fuerte guerrero se liberó de un poderoso golpe. Aún en el suelo consiguió que Ursula golpeara en la pierna de uno de los demonios, cuya negra sangre manchó el suelo cerca de Ash. Aún no se había recuperado cuando vio venir de nuevo la hoja del bugebar, que bloqueo parcialmente pero la fuerza del golpe le durmió los brazos.
Pudo ver que el bugbear comenzaba a desdibujarse, como hacia en ocasiones Gowther y Zevatur. El que fuera un lanzador de conjuros no mejoró el humor del guerrero que pese a estar en el suelo consiguió desviar un nuevo ataque del impresionante guardián.
Martin, aún escondido e invisible para sus enemigos, estudiaba sus opciones pero sabía que debía darse prisa.
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Los instintos del semielfo parecieron activarse en cuanto vio caer a sus amigos, a su familia... Gowther, Kath y Morko había mordido el polvo antes incluso de poder reaccionar... y ellos eran la piedra angular del grupo en cuanto al combate se refería, es más, el primero parecía haber perdido la vida de manera fulminante... y ese sentimiento estremeció hasta la médula a Martin...
Un paso atrás, aún no le habían visto, podría salir de allí, sobrevivir para avisar a gente mucho más preparada para la magnitud de lo que tenía delante... y quizás ver el Sol un día más. Todos sus músculos pujaban por la retirada contra su débil voluntad... él no era un héroe, no era nadie, ... sólo un pobre bastardo al que alguno de sus padres vendieron a una Academia de asesinos por media docena de monedas de oro... eso era lo que valía su vida, seis monedas, se habían encargado de recordárselo cada día de entrenamiento en su juventud, y le habían hecho saber que, afortunadamente, ellos le darían un propósito mayor... algo por lo que su vida si tuviera algo de valor. Ahora se daba cuenta cuanto peso tenían esas palabras, no había un propósito mayor, solo un mestizo asustado que veía como todo se derrumaba a su alrededor como un castillo de naipes.
Otro paso atrás, y una mirada de soslayo a la salida, a la salvación, provocó que varios fantasmas, héroes de verdad, de antaño, que una vez sirvieron con gloria a la Tejedora de Destinos y que sólo él podía ver, se materializaron a su lado, susurrando letanías que no ayudaban a que Martin gestionara toda la ansiedad por la que estaba pasando en ese momento: "Cobarde..." ... "Ella te eligió..." "No puedes huir... eso no está escrito" ... "El peso de la culpa te torturará durante toda la eternidad..."
Los rostros de decepción y frustración de las espectrales sombras desaparecieron cuando el ex-asesino dio un tercer paso atrás... decidido a rendirse a sus institntos más primarios de supervivencia básica... puesto que la situación era la de una batalla perdida y de una brutalidad desmesurada, si se quedaba, no habría un mañana que esperar, ni una noche más con BJ, ni unas cervezas más con Morko, las largas historias de un parlanchín Guilbert, o unas carcajadas con el presumido Ash, una mirada cómplice con Kath o Helayna, o ese aceptado gesto de condescendencia mal disimulada por parte de su admirado Gowther, al que había llegado a apreciar con sicera camadería...
A pesar de que parte de esas cosas ya no volverían a pasar... y eran irreversibles, la memoría de la niña junto a la de sus amigos hizo un profundo "click" en la cabeza del infiltrado Martin. Sus pasos de retirada se detuvieron y su mirada se fijó en el cruel asesino que había acabado con la mitad de sus amigos... sintió como la ira, y la sed de venganza, llenaban el vacío que ahora ocupaba el miedo y el terror, detuviendo su huída. Era un cazador ahora, y era hora de enseñarle a su "colega" la diferencia entre morir sólo o morir junto a tu familia...
La magia de la naturaleza se tejió con maestría mientras los labios de Martin lanzaban su conjuro perseguidor, marcando al deconocido asesino como su objetivo, era algo personal, y se lo haría saber, al menos los pocos minutos que le quedaban con vida... Tres saetas cruzaron el salón del gran templo buscando la muerte de aquella criatura, pero las habilidades de Martin, no eran ni de lejos comparables a las de aquel veterano experto en venenos, y una de ellas erró. Las otras dos consiguieron alcanzar su destino, pillando por sorpresa a su presa... que malherido, buscó con odio la fuente de su dolor... y allí, tras una de las columnas,, el olvidado bastardo de la Academia, le devolvió la mirada, oscura, sombría... y destilando venganza a través de sus negras pupilas.
" ¡Oh la Oscuridad...! "
Hela observaba su alrededor como si estuviese presenciando la mayor de las pesadillas inimaginables. Se forzó a repetirse una y otra vez que aquello era real, que estaba sucediendo. La imagen de la caída de Morko, Gowther, Kath, como débiles y frágiles piezas de dominó, fueron suficiente para darse cuenta de que aquel era el final.
Justo antes de atacar con uno de sus hechizos más poderosos, siguió a Ash con la mirada y el dolor que atenazó su interior al imaginarle sin vida la empujó a intentar parar la masacre que se producía ante sus ojos. Una sonora e imponente voz se impuso al estruendo de la batalla, reconocible como la voz de la shadar-kai pero con un volumen mucho más alto, más profundo y oscuro.
- ¡Basta! - exclamó - ¡paremos esta matanza que no nos conduce a nada! Acabando con nosotros no encontraréis aquello que buscáis, entre nuestros ropajes y cadáveres no hallaréis la ansiada piedra, ¿de verdad pensáis que seríamos tan estúpidos de traerla hasta aquí? Solo conseguiréis alejaros más de vuestro objetivo -
Tras estas palabras, conjuró con sus manos una chispa de luz que pronto rodeó su cuerpo, convirtiéndose en un escudo que, a duras penas, podría protegerla del daño de aquellos demonios, a la espera de su reacción.
"Hay una grieta en todo, así es como entra la luz"
Las palabras de Helayna resonaron con fuerza en las oscuras bóvedas de aquel templo impío.
Durante unos expectantes segundos nadie habló, nadie se movió. La Shadar-Kai contuvo el aliento. ¿Había conseguido detener aquella locura? ¿Podría ayudar a sus amigos? ¿Había salvado a Ash?
Como respuesta sintió un corte en su costado cuando las sombras se materializaron en la forma de una mujer emboada en una capa verde oscuro con la capucha echada. Las oscuras llamas que la cubrían quemaron el antebrazo de la mujer pero eso no la detuvo cuando lanzó una patada lateral a Zevatur, impactando al amable tiefling en la sien. Giró sobre sí misma y golpeó con un fuerte codazo en la boca del estómago a Helayna, que se quedó sin aliento y sintió que su cabeza daba vueltas.
Guilbert miraba a su alrededor estupefacto. Francesca había intentado avisarle pero él no la había escuchado. Todos sus amigos yacían moribundos o heridos a su alrededor y sin embargo, ninguno de aquellos temibles enemigos le había atacado a él. ¿Porqué?
La respuesta se materializó al fondo de la sala, subiendo las escaleras que daban al pie de la estatua de Asmodeus Francesca, con el mandoble en la mano se detuvo al llegar arriba.
- ¿Por qué? - preguntó - Podíais haber colaborado. Podíais entregar la Piedra. ¿Todo esto por dinero Guilbert? ¿Acaso no teníamos objetivos más elevados? - a Guilbert se le paró el corazón cuando la miró a la cara y comprobo que, pese a sus palabras, una taimada sonrisa afloraba a sus labios - ¿Acaso esta mortal no te enseñó todas esas cosas Guilbert? ¿O estabas tan ocupado sucumbiendo a sus encantos que no escuchabas más que historias de medianos? no te sorprendas muchacho... - mientras hablaba su rostro cambiaba unos cuernos crecieron de sus sienes, unas alas demoníacas salieron de su espalda, una cola prensil se extendió lánguida a su espalda, sus dedos se alargaron en finas y peligrosas garras. Y sin emabrgo, era hermosa, poseía un atractivo peligroso que hacía que una parte del bardo aún deseara correr a sus brazos - ... no ha podido esconderme todo... hay cosas que aún guarda a buen recaudo... como la verdadera razón por la que se alejó de ti... pero pronto acabaré con su resistencia... Entreganos la Piedra Guilbert y quizá dejemos vivir a tus amigos -
PbP Character: A few ;)
Las palabras de Helayna resonaron con fuerza en las oscuras bóvedas de aquel templo impío.
Durante unos expectantes segundos nadie habló, nadie se movió. La Shadar-Kai contuvo el aliento. ¿Había conseguido detener aquella locura? ¿Podría ayudar a sus amigos? ¿Había salvado a Ash?
Como respuesta sintió un corte en su costado cuando las sombras se materializaron en la forma de una mujer emboada en una capa verde oscuro con la capucha echada. Las oscuras llamas que la cubrían quemaron el antebrazo de la mujer pero eso no la detuvo cuando lanzó una patada lateral a Zevatur, impactando al amable tiefling en la sien. Giró sobre sí misma y golpeó con un fuerte codazo en la boca del estómago a Helayna, que se quedó sin aliento y sintió que su cabeza daba vueltas.
Guilbert miraba a su alrededor estupefacto. Francesca había intentado avisarle pero él no la había escuchado. Todos sus amigos yacían moribundos o heridos a su alrededor y sin embargo, ninguno de aquellos temibles enemigos le había atacado a él. ¿Porqué?
La respuesta se materializó al fondo de la sala, subiendo las escaleras que daban al pie de la estatua de Asmodeus Francesca, con el mandoble en la mano se detuvo al llegar arriba.
- ¿Por qué? - preguntó - Podíais haber colaborado. Podíais entregar la Piedra. ¿Todo esto por dinero Guilbert? ¿Acaso no teníamos objetivos más elevados? - a Guilbert se le paró el corazón cuando la miró a la cara y comprobo que, pese a sus palabras, una taimada sonrisa afloraba a sus labios - ¿Acaso esta mortal no te enseñó todas esas cosas Guilbert? ¿O estabas tan ocupado sucumbiendo a sus encantos que no escuchabas más que historias de medianos? no te sorprendas muchacho... - mientras hablaba su rostro cambiaba unos cuernos crecieron de sus sienes, unas alas demoníacas salieron de su espalda, una cola prensil se extendió lánguida a su espalda, sus dedos se alargaron en finas y peligrosas garras. Y sin emabrgo, era hermosa, poseía un atractivo peligroso que hacía que una parte del bardo aún deseara correr a sus brazos - ... no ha podido esconderme todo... hay cosas que aún guarda a buen recaudo... como la verdadera razón por la que se alejó de ti... pero pronto acabaré con su resistencia... Entréganos la Piedra Guilbert y quizá dejemos vivir a tus amigos -
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Como única respuesta Guilbert se coloca mirando a la que otrora fue su mentora y amante y tañe dos notas de su laud, invocando la magia ancestral que creó todo el universo cuando los dioses lo crearon mediante canciones ahora olvidadas.
Intenta superponer su voluntad a la suya. Tiene una corazonada y espera que sea acertada. Al fin y al cabo es como es él. Jugándosela todo a una carta.
Fija su mirada en la de Francesca y entonces algo sale mal.
Guilbert ve un fogonazo de luz roja y de pronto deja de estar en el templo demoníaco de los Cassalanter Lo primero que nota Guilbert es el olor a sudor y aceite de sándalo. El cuero se pega a su piel rozando en lugares donde la pelliza que lleva debajo se ha desplazado debido al esfuerzo y los golpes recibidos. Guilbert porta dos espadas, una corta con gran cazoleta y una más larga y fina en la mano derecha. Ella está frente al bardo, con esa sonrisa que le hace perder los nervios aunque aún no le ha confesado sus sentimientos. Al fin y al cabo es una de sus instructoras para entrar en la Orden.
- Estate atento Guilbert- le dice, el sudor perlando su frente y sus antebrazos.
Pero hay algo extraño, una figura entre las sombras, grande, ominosa, Una voz melosa llega desde esas sombras.
- Ohhh ¿quieres jugar? - dice divertida al percatarse de lo que está ocurriendo - Muy bien. Juguemos. -
En un parpadeo, Francesca tiene el aspecto que tenía en el templo, más demonio que humana, pero sigue moviéndose a su alrededor, girando, esperando ver algún hueco en la guardia del joven Guilbert para lanzarse al ataque y su mirada sigue siendo juguetona.
- Dime - dice Francesca con una voz que no es la suya - ¿Qué pretendes conseguir con esto, cariño? ¿Sabes a lo que te arriesgas? -
Centrándose en su objetivo Guilbert se esfuerza por mantener la concentración.
- ¿Quién eres? ¿ De qué infierno has escapado? ¿ni rodeado de asesinos vas a presentarte? Debe ser costumbre en los siete infiernos saber con quien tiene uno el gusto de hablar...-
Pese a intentar jugar la partida a mas niveles no quería dejar de hacerlo a otros.. en este caso, el cruce de espadas.. mantuvo la guardia como le habían enseñado
reparado para el cruce de ataques.. debía estar atento a todos los detalles.. algo debía quedar de Francesca.. debía estar escondida si realmente le guardaba detalles de su psique.
La súcubo sonríe y dice con fingida afectación
- Oh pero que maleducada. Puedes llamarme Mekilith - lanza un ataque reconocido por Guilbert y parado sin problema
Dicen que el diablo está en los detalles y Guilbert busca desesperadamente intentando encontrar alguno que le haga ver que Francesca aún está ahí, en alguna parte. Sin embargo no parece encontrar nada. Las estocadas se siguen sucediendo entre ellos, ataques y paradas hasta que Mekilith gira sobre si misma y barre las piernas del bardo que cae pesadamente sobre su espalda. Antes de que pueda reaccionar la tiene encima, inmovilizado por su peso, el cuerpo de ella, cálido y sensual, muy pegado al de él, sus rostros muy próximos. Puede oler su perfume casi desaparecido por el sudor pero la almizcle mixtura vuelve a encender su sangre como hizo antaño. Y entonces cae.
El olor… la ausencia de otros instructores o iniciados… Esta es la primera vez que se besaron.
Sin embargo los ojos violeta de la demonio no son los suyos. Siente una uña de ella acariciar su mejilla, ese gesto íntimo era como la señal de ella, siempre lo hacía antes de besarle.
- Hmmm - ronronea Mekilith pero… este es un recuerdo tuyo… veamos que tiene ella que ofrecernos -
Sus labios entran en contacto y siente su piel arder.
Escucha su voz. La de ella.
- ¡GUILBERT! -
Por un momento el bardo no siente ni ve nada.
- Guilbert, escudero De la Rosa Negra, da un paso al frente -
La severa y grave voz del Alto Maestre de la orden hace que los sentidos de Guilbert se centren
"Pero.. pero que es esto.. " se dice para sus adentros. No ha tenido el control en ningún momento y va saltando de momento en momento.
Como ya hizo entonces, repite movimientos milimetricamente.
Pero su mente se mantiene en el final de la anterior escena.. era ELLA! Quizá debía buscar esos momentos de intensidad.. y si es esa la manera de derribar los tejemanejes de Mekilith..
Mira a su alrededor, todos están vestidos de gala, las armaduras, pese a las mellas y golpes de combate, pulidas y relucientes. Las capas plateadas con el emblema de la orden, una rosa negra, grabadas en las mismas. A la izquierda del Gran Maestre, Francesca le contemplaba con orgullo.
Guilbert recordaba su mirada severa durante toda la ceremonia en que la Orden le reconocía como uno de los suyos.
Repitió los movimientos metódicamente; apartar su capa, desenvainar su espada, hincar la rodilla y entregar la espada. Inclinó la cabeza y repitió las palabras del juramento que aún hoy estaban grabadas en su corazón.
Aquel deja vu era demasiado cruel. La demonio jugaba con ellos como quería. Guilbert temía haber cometido un error y haber jugado mal su única carta.
Al terminar el juramento las voces de sus compañeros se apagaron. Miró alrededor y todos parecían congelados, las miradas fijas en donde fuera que estuvieran mirando, los cuerpos rígidos. Hasta las antorchas estaban paralizadas en sus pebeteros.
Mekilith apareció detrás del cuero de Francesca. Acariciando lánguidamente sus hombros, su cola envolviéndola por la cintura, juguetona.
Si entonces apenas pudo ver las caras de sus compañeros, en este momento se recreaba casi uno a uno en sus hermanos.. ahora grabados en su carne en forma de tatuaje
-Que pretendes con esto.. que buscas en estos recuerdos..- dijo dirigiéndose a la diabla
- ¿Yo? -la diablo se llevó una mano al pecho, afectada - Yo soy una mera pasajera aquí querido Guilbert. Es ella la que se aferra a estos recuerdos por algún motivo… cree que así podrá resistirse a mi. Pero al estar tú aquí…- se encoge de hombros - Ella no puede evitar pensar en esto desde que te vio en el cementerio… ooh si estábamos allí. Os adelantasteis por poco. Verás… al ver a esos tontos cultistas pense en darles un buen susto y divertirme a su costa. - mira hacia un lado recordando y luego se detiene un segundo en la dura mirada del bardo - hmmm vale lo admito, eres demasiado duro como interrogador ¿lo sabias? - se burla - Pensé que quizá podría pasar un buen rato con ellos, en especial ese tan sexy que os ayudó a llevaros la piedra… ¿como dices que se llama? Creo que después iré a buscarle y le haré pasar el mejor rato de su vida.. -
-Bueno.. unos somos buenos interrogadores y otros igual de buenos consiguiendo piedras..- no pudo evitar el chascarrillo socarrón, un defecto que afloraba en las peores situaciones pero que sin embargo, no podía evitar.
- Pero no estropeemos este momento tan emocionante - dice la demonio - mírala Guilbert- señala con una larga uña el rostro de Francesca -¡¡Esta sonriendo!!-
Se apoya sobre su hombro.
- ¿Te lo dijo alguna vez? ¿Llegó a confesarte lo feliz que le hizo que te graduaras? ¿Sabías lo realmente importante que eras para ella? ¿O para ti fue solo una conquista más? Unos brazos dispuestos y un cuerpo caliente con quien pasar las frías noches tras el entrenamiento -
Guilbert no podía echarse atrás, ahora tenía que jugarse el todo por el todo y llegar hasta el final de aquel juego. Era el momento de incrementar la intensidad de ese momento.. quizá así aflorara Francesca si es que aún quedaba algo de ella allí dentro..
-Aquel día.. aquella noche trescientos valientes caballeros me miraban, pero yo solo tenñia ojos para ella.. -
Ante las palabras de Guilbert que solo tenia ojos para ella de los paralizados ojos de Francesca dejan escapar una lágrima.
Mekilith sonríe ladina y la recoge con la punta de su afilada uña y se la lleva a los carnosos labios.
- ooh Que bonito… ¿debería ponerme celosa?- mira duramente a Guilbert por un segundo y teme que se lance sobre él como una tigresa sobre su presa.
Sin embargo se ríe y la tensión pasa al menos momentáneamente. Vuelve a jugar alrededor del congelado cuerpo de Francesca, caminando ahora entre ella y el Gran Maestre.
- ¿Sabias que él no quería hacerte miembro de la Orden? No eres guerrero, ni caballero, ni mago, ni siquiera un buen músico, ni cronista…. ¿Prestaste atención alguna vez a las lecciones que no tuvieran halflings involucrados? Nah, sabes muy bien que eres un bardo mediocre en el mejor de los casos… fue ella la que le convenció de que debías ingresar en la Orden… tuvo que pedir todos los favores que pudo para conseguir el voto necesario de cinco miembros…-
Se encoge de hombros, como si no fuera importante, pero a Guilbert se le hace un nudo en el estómago. En el fondo… siempre dudo de si mismo… las palabras dichas casi con indolencia habían dado más cerca del corazón del bardo de lo que estaba dispuesto a admitir. ¿Sería cierto?. Cara de póker, debía mantener cara de póker si es que aquello servía en esa situación.. quizá mente de póker? No resultaba nuevo para él, durante mucho tiempo dio por imposible entrar en la orden, entre paladines e hidalgos, nobles de toda cuna y él, un huérfano de barriada? Era imposible
Aquel respaldo le había quitado muchas dudas.. hasta ese momento. ¿Sería cierto? Que caprichoso es el destino que deja vivo a quien más inmerecida membresia presenta.
-Pero conmigo vive la orden, la elección fue perfecta.- intenta resarcirse- de no ser por ti toda nuestra historia, todos los rituales se habrían perdido! Fue solo tu fe - Dijo mirando a la figura congelada de Francesca, con la esperanza de que pudiiera escucharle - la que salvó la memoria de la orden.
-Y la única razón para no abandonarlos y volver a las calles fue que estaba ella..- dijo con aplomo a la súcubo volviendo su atención hacia ella.
Pese a sus valientes palabras Guilbert sentía la semilla de la duda creciendo en su corazón. Mekelith sonrió y volvió a relamerse los labios, saboreando su victoria, siabiedno que la voluntad del bardo emepzaba a flaquear.
Mekilith hizo un mohín - Pero esto es aburrido… - se apoya en ella y parece susurrarle al odio -Dime cariño… ¿no tienes nada más que mostrarnos? ¿Qué es lo que no quieres que veamos?-
Francesca pareció darse cuenta y se arriesgó a mostrar otra imagen, otro preciado recuerdo que la separaba de la total asimilación de su alma por al demonio. Guilbert supo esto al instante. Las apuestas no podían ser más altas
Francesca estaba en el dintel de la puerta de sus aposentos. Una capa de piel de oso cubría el camisón de seda de Calimshan que era su única prenda. Se detuvo un instante y miró hacia atrás, al cuerpo desnudo de Guilbert que asomaba bajo las pieles de su lecho, mientras el bardo dormitaba, agotado.
-hmmm parece que nos ha privado de los momentos más interesantes…- dice la súcubo con un mohín.
Francesca, lleva una mano a su vientre y suspira antes de cerrar la puerta tras de sí y dirigirse a la oficina del Gran Maestre donde este permanecía muchas noches hasta el despuntar del alba trabajando. Aquella no parecía ser una excepción. Cuando Francesca entró dejo de escribir y miro gravemente a su antigua discípula.
- ¿Y bien?- preguntó - Se lo has dicho?-
- No- contestó ella.
El hombre suspiró.
- Debo admitir que aunque tenía reservas tú has demostrado tener razón respecto a él. En los dos últimos años hemos conseguido desbaratar los planes de más cultistas de lo esperado y muchos de ellos antes siquiera que pudieran invocar a ningún ser del inframundo. Su capacidad de infiltración y espionaje y su apoyo de los Arpistas nos sirven bien. No quisiera perderlo.- suspira - Pero merece saberlo. Ambos merecéis la oportunidad de ser felices. -
- Lo se. Se lo diré. Pero no aún. No está listo para dejar las misiones. Nunca tuvo un propósito, nunca tuvo un objetivo y ahora… ahora es feliz. No puedo arrebatarle eso… aún no. Además… debemos terminar esta misión. Si fuese capturado y leen su mente lo sabrían…- vuelve a poner instintivamente su mano en su vientre. - No puedo arriesgarme…-
El hombre pareció envejecer un poco más con el peso de un secreto más sobre sus hombros.
- Como quieras…-
Mekilith se llevó las manos a la boca con afectada sorpresa.
- Que fuerte. Casi siento pena por ti.- dice melosa mientras pasa de un lado a otro de Guilbert por su espalda, acariciando dulcemente su nuca - Prefería usarte de cebo y como herramienta a dejarte tomar tus propias decisiones… eso tiene que doler…-
Mazazo tras mazazo la voluntad de Guilbert se resquebrajaba, pero la partida seguía. Como en una de las timbas de cartas que frecuentaba, muchas veces sin buena mano, y muchas mas sin dinero para cubrir sus apuestas, siempre había que mantener una buena cara de poker. Pero en su interior todo bullía y las piezas iban casando.. cuando se fue, cuando no volvía y cuando lo hacía pero no parecía estar presente. Tan increíble como única explicación, pero si el había hilado las claves, Mekilith también podría.
Aquella misión era importante pero quizá no tanto.. Si el había mantenido al margen no era por él, era por ella o al menos eso pensaba. ¿Habría llegado a esa misma conclusión su anfitriona?
-Bueno.. era una misión sencilla, una lastimosa posesión, ni siquiera un demonio de tercera.. creo recordar que era algo rutinario para aprendices.. una súcubo.- dijo manteniendo las maneras y refinada educación conseguida con muchos años, mucho esfuerzo y pocas ganas, culpa de Francesca
Aunque notaba que estaba perdiendo su enlace con la realidad y la batalla contra Melikith debía por lo menos llegar hasta ella. -Crees que juegas conmigo, pero un sólo segundo con ella, una mirada de soslayo y el tiempo se para para nosotros. Ahí careces de control como careces de cuerpo. Una rémora de los infiernos como os llamaba Lord Vandemart..- sabía que aquello sacaría una sonrisa de Francesca allí donde se encontrara..
La súcubo siseó con rabia y mostró sus colmillos. Sus facciones cambiaron, de volvieron más bestiales más demoníacas en lugar de ser tan atractivas.
- Ya veremos- siseo y abrió sus alas cubriendo toda la luz. Guilbert dejó de ver.
Una luz
La trémula llama de una vela fue lo único que empezó a ver.
Una respiración laboriosa y quejidos de dolor de una mujer.
Su visión fue creciendo para revelar un lecho en el que yacía Francesca, a su lado una cleriga de Sune sujetaba su mano y limpiaba de sudor su frente mientras la animaba con palabras suaves. El abultado vientre de la guerrera no dejaba lugar a dudas.
Estaba de parto.
Entre el dolor de las contracciones Francesca levantó la mirada y su ojos se fijaron en Guilbert.
- Tenias que haber estado aquí. Quería que estuvieras aquí. Pero era demasiado peligroso. Si la hubieran descubierto...-
Guilbert sintió el roce de la súcubo en su brazo. Estaba a su lado.
- Esto es lo que ha estado ocultando tan celosamente… Pobre Guilbert. ¿No irás a creerla ahora verdad? ¿Que clase de persona oculta algo así? Lo que pasa es que nunca creyó que fueras suficientemente bueno. Solo eras un… medio para conseguir un fin.-
Las palabras de Mekilith se colaron insidoisas en su mente. El momento mas importante de su vida y no había estado presente. Es más, ni siquiera había sabido de él. Sabedor de que no podía intervenir en los recuerdos de su otrora mentora tan solo observó, paralizado, mientras las lágrimas reptaban por sus mejillas perdiéndose en la enmarañada barba del bardo. Hasta ese momento había durado la frágil apariencia de indiferencia y sin embargo le daba igual conceder aquella victoria moral para mayor regocijo de la mujer demonio.
- Ahora entiendo todo.-dijo como consecuencia de este inesperado viaje.- esa fue la razón.. arriesgada, valiente. El fruto del amor prohibido no podía residir en un castillo marcial. Fuiste mamá.. fui papá- ignorando por completo a la súcubo- Juntos podemos vencer..
Y entonces se giró hacia la súcubo que tanto le había manoseado desde que compartieran psique y recuerdos. Acarició sus brazos con el anverso de su mano.. subiendo hasta su hombro allí donde la espalda se juntaba con la espalda..
Podrías decir que alguien haría jamás algo parecido? Engendrar vida fruto del más fiel amor.. no bajo el miedo o coacción. Encontrarías a alguien que por amor o por protegerte hiciera salgo parecido? Solo lo harían por miedo..jamas alcanzarías su pureza. -
La súcubo sonrió ladina
- Ooh pero a mi todos me aman mi pequeño Guilbert. Como pronto harás tú… claro que he engendrado hijos en ocasiones… cuando el compañero merece realmente la pena… dime ¿Crees estar a la altura? -
A su pesar Guilbert sintió el pequeño aguijón de los celos en su pecho y una parte de él quiso demostrarle a Mekilith que era el hombre más dotado para engendrar un vástago con ella. PEse a todo intentó despejar su mente y mantener el poco control que le quedaba.
Aquello no estaba funcionando. Todos sus movimientos para acercarse e incluso florecer la personalidad de Francesca estaban fracasando.. y tampoco conseguía avances para la batalla que se desarrollaba más allá de la psique durmiente de su mentora.
-No es difícil confundir amor con sometimiento cuando presentas una falta de empatía tan increíble como los moradores de los infiernos. Que rápido acudís aquí huyendo de aquello tan solo para sentiros mas.. humanos. Aumentar la plaga no puede llamarse engendrar.-
Guilbert trataba de distraer a la súcubo para que flaquearan sus garras dominadoras de Franccesca.. necesitaba ver otroa escena aunque esta vez no fuera él protagonista..
Las palabras de Guilbert por fin distrajeron lo suficiente a la súcubo como para que Francesca pueda fijar su vista en él. Es apenas un segundo pero le da al bardo la esperanza de seguir luchando.
-Francesca.. como terminaste así.. con ella.. ¿cómo fue?- Esperando que por conocer el pacto o asalto por parte de la súcubo hacia la veterana miembro de la orden.
La imagen se vuelve borrosa un segundo y antes de que se aclare Guilbert se ve rodeado por las risas y los sonidos de una taberna. La reconoce; La Cabra Despeñada. No el peor tugurio en el que había estado pero tampoco el lugar donde llevarías a tu futura suegra a cenar.
Ve en una mesa a Francesca, consigo mismo, compartiendo una botella de vino élfico. Recuerda aquella noche. Sintió sus mejillas enrojecer al recodar lo que pasó aquella noche, una mezcla de nervios, excitación y, ahora que comprendía, vergüenza.
Los dos amantes intercambiaron una mirada y unas risas cómplices al ver pasar a la hermosa camarera que les servía.
- Pero si es la noche que nos conocimos - dice divertida Mekiltih - Veo que por fín empezáis a aceptar lo inevitable.. y fue una noche increíble ¿verdad querido ? -
A pesar de Guilbert aquella había sido una noche memorable.
Y, al parecer, el principio del fin.
La imagen volvió a cambiar. Guilbert no sabía si era cosa de la súcubo o de Francesca pero de pronto estaban en la habitación de la posada. El cerraba la puerta mientras escuchaba a las mujeres reír tras de sí. Se dio la vuelta y vio como Francesca y la camarera le miraban seductoras, muy cerca la una de la otra. Se miraron entre ellas y acercaron sus bocas para besarse. Guilbert recordaba muy bien aquel instante.
Entonces Francesca agarró del pelo a la camarera y tiro con fuerza hacia atrás, haciendo que esta chillara de sorpresa y dolor.
Retorció su brazo y la hizo girar sobre si misma. El movimiento fue rápido y de pronto la camarera había sido sustituida por Mekilith en la presa de Francesca.
El gesto de rabia y dolor de la mujer que había amado era evidente. Profundas ojeras marcaban sus bellos ojos y el sudor perlaba su frente.
Pero su presa era firme sobre su enemiga a saber desde hacía cuánto tiempo.
- Sal… de… -
Empezó a empujarla hacia la ventana, forcejeando. Guilbert reaccionó y se lanzó contra ellas, evitando que Mekilith, que rugía y siseaba como una gata, hiriera a Francesca con sus garras.
-mi ¡¡CABEZA!! ¡¡PERRA!! -
Arrojó a la súcubo por la ventana. El cristal se rompió en mil pedazos.
Helayna contempló como el bardo se quedaba inmóvil, mirando fijamente a la demonio. Ash pudo ver un pequeño hilo de sangre saliendo de la nariz de Guilbert.
De pronto, como si una tremenda fuerza la hubiera gulpeado, la súcubo es lanzada hacia atrás y arrojada contra la pared. El grito es desgarrador, proferido por dos gargantas, dos voces que son oblifadas a separarse de manera brusca y violenta.
Mekilith es arrojada contra la pared y cae al suelo, aturdida.
Francesca cae de rodillas donde estaba, llenando sus pulmones de aire como si hubiera estado a punto de ahogarse. La espada cae al suelo con la paladina que queda de rodillas.
Todos los contendientes se quedan momentáneamente paralizados por lo ocurrido.
Ràpidamente los demonios entran en acción y se lanzan contra los héroes profiriendo gritos de rabia, lanzándoles bolas de fuego y cayendo sobre Ash que había inflingido heridas sobre uno de ellos.
PbP Character: A few ;)
Sorprendido por la flecha que había rozado su costado, el elfo del bosque retrocedió en silencio hacia las sombras, perdiéndose de vista. Lo último que vio Martin de él fueron sus almendrados ojos verde oscuro escudriñando la zona donde él estaba. Se enfrentaba a un asesino de la Escuela de las Sombras que había aprendido otras artes, como la de venenos tan potentes como para afectar al fuerte Morko. Aquella situación estaba por encima de sus planes y el haber sido descubiertos no presagiaba nada bueno. No podía dejar de pensar en Morko, Gowther y Kath que yacían en el suelo, su sangre mezclándose y manchando las baldosas del impío templo.
Ash rodó por el suelo y su armadura evitó que de un golpe le cercenaran la cabeza. Tenían que recuperar la iniciativa en aquella pelea.
PbP Character: A few ;)
Ash se revolvió como gato panza arriba. El combate estaba perdido, pero no iba a vender barato su pellejo. Apretó la mandíbula enseñando el blanco de los dientes. Maldecía a Khelben por haberlos enviado a una trampa tan vil, en la que los poderes conjurados les superaban tan obscenamente. Debería haberlo visto venir, pero aquella niña indefensa y en peligro había nublado su juicio. Demasiadas retiradas, demasiadas pérdidas, necesitaban una victoria y eso también le había cegado. Ahora Hela estaba en peligro de muerte como todos los demás y no podía defenderla, pero al menos caería en su nombre, abriéndose paso entre las tripas de sus enemigos. Eso sí podía hacerlo y quizá encontrarse con su amada en otro mundo, lejos de mentiras y vanidades.
Estaba dispuesto a morir con las botas apuestas. De repente, el signo de los acontecimientos pareció cambiar ofreciéndoles, tal vez, una nueva aliada. La poderosa Maestra de la Rosa Negra parecía recomponerse, libre de la influencia de aquel ser insidioso. ¡Bien por Guilbert! Dedicó una mirada dura a los cuerpos tendidos de Morko, Gowther y Kath y se tragó su orgullo. El orgullo no ganaba batallas. El asesino acababa de desvanecerse ante sus ojos y las malvadas energías del enorme shaman le rodeaban prometiendo dolor con cada paso. Quizá sería más inteligente reorganizarse y ver de qué iba todo aquello.
Ash se incorporó como un felino y maniobró con sus chicas para esquivar o desviar los próximos ataques y, con suerte, poder acercarse a Hela. De reojo, observaba a la paladina, esperando que pudiera juntar los pedazos de su mente.
Ash el guerrero — Dragon's Hoard (Spanish)
Leobald el caballero — Death and Pain at Saltmarsh (Spanish)
Keeper — Vigilantes en el Cielo (Spanish)
Remington Wizz — Shadow of the Dragon Queen (Spanish)
Un fuerte golpe sonó en la puerta de acceso sur del templo de Asmodeus. La puerta de madera tembló en sus goznes. Otro golpe fue acompañado del sonido de la madera quebrándose, y un tercer y último golpe acaba reventando la puerta, lanzando los restos de madera de la puerta al interior del templo. Inmediatamente Entra la imponente figura cubierta por una coraza de acero negro del Ancan, El Ejecutor de Tiamat.
Extiende sus alas y su voz paraliza la lucha durante unos segundos.
- ¿Dónde está la piedra? Mi Señora la demanda. ¡AHORA! - de su nariz y su boca sale fuego y humo.
Su imponente figura y el aire de amenaza hace que La Matamagos, la asesina que estaba a punto de caer sobre Helayna y Zevatur de nuevo retroceda en busca de la protección del enorme bugbear, dando el respiro que ambos hechiceros necesitan.
Helayna utiliza su magia para ponerse cerca de Ash y alejarse de tantos enemigos.
En la parte norte del templo, cerca de las escaleras, Francesca respira pesadamente mientras se limpia la sangre que mana de sus ojos y su nariz. Despacio, recoge la espada de la Orden de la Rosa Negra, la cual explota en una llama de energía negra que recorre lo largo de la hoja. Mira a Guilbert y le dice - Iros de aquí. Encuéntrala-
Guilbert palideció. Sus ojos, su tono de voz... Francesca no pensaba salir de allí con vida, pero el bardo haría todo lo posible porque eso no sucediera.
Sin mirar atrás, con la mirada fija en la súcubo que la ha mantenido sojuzgada durante tantos años y la he hecho traicionar a su Orden y amigos se lanza hacia ella profiriendo un grito de rabia y dolor. Mekilith intenta esquivarla, pero la espada negra cercena casi sin esfuerzo una de las alas coriáceas de la demonio. Chillando de dolor y mieda levanta la mano y suplica piedad pero no recibe ninguna. Francesca clava la espada en el pecho y la atraviesa el corazón, devolviendo a la demonio al infierno. Con mirada torva se gira hacia los Cassalanter y su mayordomo, el cual da un paso hacia la escalera donde está la antigua guerrera de la Orden de la Rosa Negra.
Ash chilló, compartiendo con sus amigos su idea.
- La mujer tiene razón. ¡¡Tenemos que largarnos de aqui!! Guilbert ¿Aún sabes dónde está la niña? - Guilbert parpadeó, las palabras del líder de la Compañía le ayudaron a centrarse y asintió, señalando al lugar, la esquina más alejada del templo, en la parte inferior, en la base de la estatua. - ¡Martin! Estés dónde estés llega hasta esa cria y sácala de ahí! Los demás... cubridle! Retirada! -
El enorme bugbear sonrió sardónico.
- Que tierno... - comenta mientras enarbola su larga lanza.
Guilbert contempló a sus compañeros. Kath y Gowther yacían en un cargo de su propia sangre. ¿Los habían perdido a ambos? No... la muchacha aún respiraba, débilmente, pero aún lo hacía. Dando las gracias a los dioses, envió algo de energía curativa a la chica, la cual respiró profundamente y, aunque pálida, abrió los ojos e intentó centrarse.
- ¡Gowther! - le grita y le indica Guilbert según ella comienza a incorporarse - ¡Sácalo de aquí! ¡Ponlo a salvo! -
Los demonios siguen acosando a los héroes, en especial a Ash, el cual baila con sus chicas desviando los ataques tanto las extrañas barbas y las peligrosas lanzas emponzoñadas. Incluso consigue asestar algún corte con Úrsula a uno de los demonios.
La imponente presencia del medio dragón cerca de él acaba de despejar la cabeza de Zevatur, aunque los óidos aún le pitaban un poco por el golpe de Thurkas. Pero consiguió concentrarse y se fijo en Morko, sangrando profunsamente por los precisos y profundos cortes infringidos por el Asesino Verde. Tocó el suelo y unas pequeñas llamas recorrieron las losas hasta llegar al cuerpo del enano, cauterizando las heridas y haciendo que Morko abra los ojos debido al repentino calor que quema sus heridas. Sin detenerse ni un segundo, el tiefling corrió hacia sus amigos, usando su magia para levantar un escudo de energía ígnea para desviar el hacha de el Ejecutor. Al llegar al lado de Ash y Helayna extendió sus manos y dejó que parte de su energía tocara los cuerpos de sus amigos, ayudándoles a cerrar sus heridas y dándoles algo más de aire y esperanza.
Martin no pudo ver cómo sus amigos comenzaban a recuperarse y a huir. Al escuchar las palabras de Ash tomó una rápida decisión. No tenía tiempo de jugar al ratón y al gato con el Asesino Verde. Aquel enfrentamiento tendría que esperar a otro momento. Sabía que si el otro había averiguado su posición no llegaría a dar más de dos pasos. Caería atravesado por las peligrosas dagas como habían hecho casi todos sus amigos. Los susurros de los espíritus le conminaron a confiar, a actuar. Sin pensar más echó a correr entre las columnas, no haciendo ningún ruido al llegar a la cadena que separaba el Templo de la parte donde estaba el altar principal y la estatua de Asmodeus. No se detuvo, saltó por encima de la cadena haciendo un mortal y aterrizando en silencio como un gato justo al límite de la luz rojiza que emitia el gran brasero de bronce que descansa a los pies de la estatua. Por un segundo, Martin juraria que la propia estatua del Príncipe de los Infiernos se giraba para mirarle burlona, pero se forzó a concentrarse en la tarea. Allí abajo encontró a los Cassalanter con su mayordomo en su forma original moviéndose para interceptar a la enfurecida Francesca. En el lado opuesto, escondida entre las sombras y ahora sí asustada, estaba la niña.
Aprovechando la distracción que le daba la amenaza de la paladina, y bloqueando la parte de su mente que le decía que igual podía ayudarla, corrió en silencio hacia la pequeña. Sin tener tiempo para tranquilizarla y temiendo ser descubierto, la cogió en brazos mientras tapaba su boca con una mano, saltando de nuevo y usando la esquina para, de dos saltos, volver a la parte superior y perderse entre la oscuridad de las sombras del templo. Cuando la pequeña comprende lo que está pasando y ve a su "tio" Martín sonríe y se abraza a él. Comprendiendo que debe permanecer completamente callada y se aferra a la espalda del semi-elfo con fuerza casi sin que él tenga que indicarle nada.
Morko se sentía muy frustrado. Se sentía mareado y débil por la pérdida de sangre y no comprendía muy bien qué había pasado ni cómo había llegado aquel semi-dragón cerca de él. Khelezburug lanzó chispas al rascar el suelo cuando la recogió y, levantándola por encima de su cabeza la descargó con fuerza sobre uno de los demonios que estaba intentado luchar contra el elegido de Tiamat. El ataque le cogió por sorpresa y la energía divina y la fuerza del golpe casi parten por la mitad. Morko vuelve a asestar otro golpe para terminar de acabar con el demonio, que vuelve a los infiernos chillando. Con el hacha preparada, fue girando alrededor del enorme medio-dragón, estudiándose mutuamente, buscando el más pequeño resquicio en sus guardias y poder atacarse.
El Asesino Verde maldijo la interrupción de aquel enorme semi-dragón, pues eso había permitido que perdiera la pista del semi-elfo. Era bueno, quizá tanto como él mismo, pero ahora no podía detenerse a pensar en eso. Estaban intentando huir. El Ejecutor era una amenaza. Tenía que acabar con todos lo más rápido posible. Lanzó una de sus dagas que se clavó profundamente entre las escamas del medio dragón, antes de reaparecer en su cinturón. Sus otras dagas fueron hacia el bardo, que había conseguido curar a una de sus víctimas. Si él y el tiefling eran sus curanderos debía acabar con ellos. Thukas debía haberlo hecho ya, pero había fracasado.
El bardo resultó herido, pero el tiefling aún tenía un escudo de energía protegiéndole, y su última daga salió rebotada. Maldiciendo, se aprestó a seguir luchando.
Ash siguió intercambiando estocadas y lances con los demonios, viendo por el rabillo del ojo que estaban comenzando a reagruparse. Kath aún estaba aturdida, en el suelo y le repitió lo que Zevatur le había dicho.
La muchacha finalmente asintió y se cargó el cuerpo de Gowther sobre los hombros, levantándose pesadamente, tuvo el detalle de coger a Aegnor del suelo. De pronto, una neblina de copos de nieve la envolvió y Kath reapareció cerca de la puerta por la que habían entrado en el Templo y, con dificultad por sus heridas y el peso, salió por ella, poniendo a Gowther fuera de peligro, aunque temía que ya era demasiado tarde para él.
- Hela - dijo Ash a su amada - Ayudala... salva a Gowther... - más que una orden era un ruego. La Shadar-kai asintió y corrió en post de Kathrinna. La larga hoja de Zhar la Torre intentó corarte las piernas para detenerla, pero Hela reaccionó a tiempo y usó su magia para bloquearlo. Escuchando con satisfacción el gruñido de frustración del guerrero, Hela alcanzó a Kath y la ayudó a apoyar el inerte cuerpo del El'Tael en la pared y el suelo. Tenía el cuello casi cercenado. Su corazón no latía.
- No no no no - susurró dejando de lado su aprensión e intentó cerar aquella sangrante herida con sus manos. Viendo que aquello era inútil agarró el bastó de su Señora, manchando la suave y elegante madera del bastón de la sangre élfica.
- Mi Señora - rogó - Por favor, no cortés aún el hilo de su vida. Gowther... escúchame - dijo en voz baja en élfico mientras sentía el poder acumulándose en su interior - Vuelve con nosotros, te necesitamos... te queremos.... vuelve... -
Con cuidado tocó el pecho de Gowther con la punta en forma de cuervo de su bastón. Una leve luz grisácea, como el sol amaneciendo entre nieblas, iluminó los ojos del cuervo tallado y la luz se introdujo en el cadaver de Gowther. Seeker, el cuervo de Martin, estaba allí, mirándola. La sha-darkai se preguntó de dónde había salido y cuánto llevaba allí, pero su atención se volvió hacia su amigo. Durante unos largos segundos no sucedió nada. De pronto, el pecho de Gowther subió y bajo, volviendo el elfo a respirar, mientras la tremenda herida se cerraba. Gowther parpadeó, intentó tragar saliva y la boca se supo a sangre y su cuello le dolía terriblemente. Se sentía mareado y apenas podía moverse. Escuchó la batalla que aún se desarrollaba no muy lejos.
- Entonces.. - preguntó con voz ronca - ¿no hemos ganado? -
La lucha estaba en su punto álgido. Zhar lanzó conjuros para golpear a varios de sus enemigos, Ancan se aproximó a todos y lanzó su terrible aliento, pero el bugebar estuvo muy rápido y con un certero golpe de su arma detuvo momentáneamente al semi-dragón y así, por portegerse asi y a sus aliados, ayudó sin querer a los compañeros a los que alcanzó sólo la parte más débil del aliento de llamas, y no su fuerza completa.
Thukash no tuvo tanta suerte y las lalmas lamieron su piel. Ella chilló de dolor y temió aún más al poderoso semidragón. Fijó su vista en los héroes y sus ojos negros se cruzaron con los de Ash. En voz baja, pero que el guerrero pudo escuchar claramente le pidió que luchara por ella y las protegiera, pero Ash no iba a caer en aquel truco tan bataro. A través del campo de batalla respondió a las palabras de la mujer, levantando el dedo corazón de su mano izquierda hacia ella.
Mientras tanto Francesca aferró con fuerza la espada y antes de que el mayordomo pudiera terminar el hechizo que estaba formulando clavo con fuerza la espada en sus tripas. Sorprendido, Willifort retrocedió, pero Francesca no le dio cuartel. Le cercenó un brazao y, girando sobre sí mimsa, decapitó al chaneling sin siquiera decir nada. Guilbert vió aquello mientras se acercaba hacia ella pero un temor creciente le apresaba el pecho. Intentado que nadie pudera detenerle, Guilbert se acercó más hacia ella, que estaba a mitad de camino de las escaleras que descendían al altar principal y la vio terminar con la vida del hechicero mayordomo de los Cassalanter y cómo se fijaba ahora en los nobles, con mirada torva.
Amalia, con gesto indolente levantó una mano, con el dedo apuntando hacia ella y con voz casi cansada, como si le molestara tener que hablar con gente por debajo de su categoría dijo.
- Has dejado de ser útil. Es hora de reunirse con el resto de tus hermanos -
Un rayo de energía verde oscura recorrió el espacio entre las dos mujeres. Guilbert lo siguió como si todo se moviera a cámara lenta. Francesca gritó de rabia y saltó hacia ella, levantado la espada por encima de su cabeza, pero el rayo impacto en su pecho y la lanzó hacia atrás. El poder necrótico se expandió rápidamente por el cuerpo de Francesca, tornándolo negro y pudriéndolo instantánemanete. Cuando Francesca golpeó la pared no quedaba nada de ella más que cenizas que se expandieron con el impacto. El ruido de la espada repiqueteando en la escalera. Cuando Guilnert llegó allí, la espada descansaba sobtre un pequeño montón de cenizas.
Cenizas. Todo lo que quedaba de Francesca. Y de sus propios sueños.
Sin pensarlo cogió la espada y conjuró a uno de sus hermanos caídos para que le ayudara para vengarse de aquellos que habían causado la caída de la Orden. Pero una vez más, con un gesto indolente, la heredera de la casa Cassalanter disiño la magia necesaria para traer al guerrero espectral.
- Aceptalo. Tu Orden ha sido destruida. Y hoy morirá con ella. -
Guilbert gruñó, pero uno de los demonios se abalanzó contra él y a duras penas pudo desviar sus ataques con la espada.
Los demonios acosaban a Ash y Zevatur. El tiefling sentía la rabia arder en su pecho y de pronto se dio cuenta. Sus amigos estaban casi todos fuera, salvo Guilbert, Ash se retiraba también hacia el pasillo. Frustrado, rabioso y asustado, Zevatur se dejó llevar y sintió la magia que corría por sus venas, mezcla de dos linajes improbables, y convocó el fuego para castigar a su enemigos.
La bola de fuego estalló en el centro del templo, distrayendo a todos. A todos menos a Morko, que utilizó la magia de Moradin para teleportarse al lado de Guilbert y acabar con el demonio que cortaba su retirada con dos poderosos tajos de Khelezburug.
Cogió al bardo por el pescuezo y comenzó a tirar de él para sacarlo de allí.
Martin apareció junto a sus amigos en el vestíbulo, bajo el retrato del Príncipe Demoníaco, y aunque intentó dejar a la niña en el suelo esta se aferró con más fuerza a él. Sin embargo, el semi-elfo respiró aliviado al ver a Gowther vivo tomándose una poción para recuperar algunas fuerzas, y a Kath con las armas en la mano, preparada para luchar con cualquiera que les siguiera.
Ash llegó corriendo y casi sin detenerse, tomó a Hela por la cintura y siguió corriendo.
- Vamos vamos... arriba!! - Ash sabía que necesitarían algo más que simple velocidad para huir de sus enemigos y salir de allí pero no había tiempo de urdir más planes, necesitaban conseguir aprovechar el poco tiempo que les había conseguido Zevatur con su bola de fuego.
El Asesino Verde se asomó y sus dagas volaron en busca de los Fragmentos. Pero Kath desvió la peligrosa arma y esta cayó al suelo. Sin embargo sí consiguió herir de nuevo a Morko y a Guilbert mientras huían, pero el enano era firme en su propósito y siguió empujando a Guilbert hacia la salida. Los largos brazos del bugbear le hacían llegar más lejos de lo que pensaban y, con un certero golpe de su gran espada, hizo trastabillar a Morko. Pero el enano tenia los pies firmemente plantados en la tierra y, aunque su huida había sido retrasada, no se movió de su sitio.
Ancan, el Ejecutor se plantó frente a Guilbert y le asestó un poderoso golpe con su hacha. Pero Guilbert, armado ahora con la Espada de la Orden de la Rosa Negra, consiguió bloquearlo. Sus armas se trabaron y las fauces del semi-dragón estaban muy próximas. La personalidad del bardo volvió a aflorar pese a todo lo que estaba pasando.
- ¿Qué pasa? - dijo - ¿No se mantiene tan dura como antes? No te preocupes le pasa a todo el mundo... sobretodo a tu edad... -
La burla hizo que el medio-dragón se distrajera lo suficiente como para que Guilbert pudiera girar sobre si mismo, desequilibrándolo, y pudo zafarse y pasar de largo, corriendo rápido hacia el resto de sus amigos que ya desaparecían por las escaleras, menos Ash que les esperaba. Sintió que, pese a todo, la hoja del hacha de Ancan le rozaba el costado y fue más lacerante el dolor de la daga que le arrojó el Asesino Verde. Trastabilló pero llegó a los brazos de Ash que le ayudó a recorrer unos metros más.
Morko sopesó el hacha en sus manos mientras los enemigos le rodeaban. Era el último de la Compañia pero si aquellos inútiles que no se atrevían a acercarse al alcance de Khelezburg pensaban que iba a rendirse estaban listos. El semi-dragón no se atrevía a ir en persecución del resto, posiblemente porque pensaba que la Piedra, el premio que todos perseguían estaba aún en el templo, posiblemente en posesión de los Cassalanter.
Los nobles aparecieron subiendo por la escalera sur, la norte estaba cubierta por los restos de su mayordomo.
- Atrapad al Principe vivo - exige Vittorio Cassalanter - Nos será más útil que una niña... supongo... -
Morko miró alrededor y sonrió torvamente. Se escuchó el sonido agudo y fuerte de un martillo golpeando el metal incandescente en el yunque, y donde estaba el enano saltaron chispas que cegaron momentánemante a sus enemigos. Al instnate, Morlo había vuelto a cruzar la distancia que le separaba de la salida del Templo y, levatando su hacha con fuerza dijo
- Que os jodan -
Y golpeó con fuerza la pared, derribando parte del techo del templo y bloqueando aquella salida. Eso le dió el tiempo suficiente para alcanzar a los otros. Pero cuando estaba apenas a dos metros de ellos, casi en el piso superior ya, sintió que el aire se le escapaba de los pulmones.
El Asesino Verde había conseguido salir sin ser visto antes de que derrumbara parte del techo y con una rápida sucesón de ataques atravesó un pulmón del paladin de Moradin, y le cortó los tendones de la rodilla derecha. Impidiendo que pudiera reunirse con sus amigos. Cogió a Morko del pelo, que boqueaba para intentar respirar y le fue a poner una daga en el cuello.
Pero la Compañía de los Fragmentos Extraordinarios no iba a permitirlo.
Dos flechas se clavaron rápidas en los hombros del Asesino. Martin impidió así que completara su amenaza.
Ash y Kath cargaron contra él, lanzándole escaleras abajo, mientras Zevatur arrastraba a Morko fuera del peligro y Guilbert utilizaba sus últimas reservas de magia para sanar su pulmón y que pudiera volver a respirar.
El Asesino Verde lanzó sus mortales dagas contra ellos, pero toparon contra un muro de fuerza invisible que Helayna había conjurando levantado el bastón por encima de su cabeza. Los ojos del cuervo tallado brillaban con una luz grisácea y aunque Hela temió por que estuviera pidiendo demasiado al bastón, aquello era necesario.
Gowther desenvainó a Aegnor, y un muro de llamas se extendió por las dos escaleras que ascendían a aquel piso, entre el muro de fuerza de Hela y ellos, bloqueando así también la visión e impidiendo que nadie pudiera usar la magia para llegar hasta ellos.
Martin sintió cómo el Asesino Verde clavaba sus ojos verdes en él y ninguno de los dos desvió la mirada mientras las llamas plateadas ascendían y les separaban.
Sabían que no tenían mucho tiempo. Los Cassalanter habían resultado ser unos hechiceros poderosos y podrían acabar con sus protecciones mágicas.
Todos se reunieron en un círculo en el centro. Hela sabía lo que tenía que hacer. Rápidamente comenzó a conjurar el hechizo que les permitiría salir de alli y estar a salvo. Con la punta del bastón inscribia runas de luz plateada en el suelo a toda velocidad mientras su voz se alzaba por encima del rugido de las llamas. Sintió cómo su muro de fuerza se desvanecía y Gowther danzó a su alrededor, protegiéndoles con las llamas de Aegnor.
El cántico de Helayna llegó a su punto álgido y las runas brillaron cegadoras mientras todos se abrazaban y y miraban a los ojos. Sabían que si aquello no funcionaba moririan.
La luz les cegó y todos sintieron un repentino frío.
PbP Character: A few ;)
Cuando recuperaron los sentidos estaban en un suelo de piedra.
Khelben y Laeral, ataviados para la batalla y con el mago portando la larga vara negra por la que era conocido, les miraban sorprendidos, habiendo salido del círculo de teleportación en el ultimo segundo,. El alivio se reflejaba en el rostro de la maga al verles a salvo, aunque no del todo sanos.
- Wow! - exclama la niña - ¿Podemos volver a repetirlo tio Martin? - dice entusiasmada - Pero esta vez sin los malos ni los demonios ni los sustos ¿vale? -
PbP Character: A few ;)
El pálido semielfo parecía que hubiera envejecido varios años en un solo día. Y a pesar de que esa misma mañana, se había levantado totalmente restaurado tras las cálidas y benefactoras aguas de las termas que recorrían la torre, todo ese vigor parecía haberse desvanecido como si nunca hubiese existido. Con cuidado, y cierta ternura paternal, Martin dejó a la chiquilla reposar en el suelo, tras tenerla fuertemente abrazada todo el tiempo dedicado a la huida y el extra esperando a que el conjuro de Helayna de teletransportación se completara a tiempo antes de que fuera demasiado tarde.
Con la cara sucia, tiznada con las cenizas que habían acompañado al combate en la mansión, y marcada por la sangre seca, tanto suya como la de sus compañeros, un discreto torrente de lágrimas comenzó a surcar sus mejillas, empapando su rostro. Éstas, impolutas en su nacimiento, iban tornándose más negras y con más impurezas según iban limpiando su piel, y para cuando caían al suelo grabado en arcanas runas que componían el círculo mágico, ya eran oscuras como el tono de su ánimo, definiendo un nuevo color a su esperanza.
Intentó que la muchacha no le viera, y lo consiguió, era bueno escondiéndose, pero también ocultando no sólo su figura, sino sus sentimientos. Sin un ápice de voz rota o quebrada por el dolor o la ansiedad, se atrevió a romper el silencio para dirigirse a los archimagos que tenía delante.
- Esta vez ha estado muy cerca ... - Sin dar más explicaciones al respecto de a lo que se refería, por muy obvio que fuera, el azorado bastardo continuó con su letanía - Hemos levantado mucho polvo esta vez... y aunque los Calassander han sufrido terribles bajas en sus filas, los hermanos siguen intactos y entiendo que terriblemente contrariados por como han sucedido los acontecimientos... - Con una leve pausa para aclararse su irritada garganta, Martin prosiguió - También parece ser que el paladín de Tiamat está al tanto de todo lo que allí ocurrió, puesto que compartió parte del protagonismo en la "fiesta", y aún así, no creo que las otras tres facciones en liza que conocemos, tarden mucho en recavar la información acerca de como están las cosas, tanto Zhentarines, como la gente de Xanathar, o los mismos elfos oscuros de Jarlaxle estarán pronto pisándonos los talones buscando la maldita piedra. Y a pesar del éxito del rescate, y haber recuperado a nuestra pequeña amiga, se ha perdido mucho en el camino... y no creo que hayamos avanzado en absoluto hacia ningún sitio. Al menos hemos recuperado la espada de la orden de la Rosa Negra, una reliquia importante y recuerdo de que la hermandad aún vive en ella... y en Guilbert...
Agotado, el fantasma que ahora era, buscó con la mirada algún tipo de reacción en los rostros de los altos hechiceros... aunque en el fondo de su corazón sólo deseaba tumbarse de nuevo y abandonarse al sueño acompañado del siempre vigilante Seeker. Mientras, asimilaba el duelo de los que habían caído, a pesar de que algunos habían conseguido "regresar", otros no lo habían hecho, y hasta los primeros habían dejado su huella emocional en el castigado pelirrojo.
" ¡Oh la Oscuridad...! "
Ash se irguió como pudo en centro del círculo de Hela. Estaban a salvo pero habían estado muy cerca de la tragedia. Los héroes de leyenda se preparaban para la batalla a su alrededor mientras los Fragmentos Extraordinarios apenas eran un despojo. Se sentía utilizado, derrotado y humillado. Estaba harto. Apretó los dientes y ayudó a Hela a caminar. Aquellos bastardos engreídos no iban a tomarle el pelo nunca más.
—Bueno, vamos amigos —digo a sus compañero ayudándoles a recomponerse—. No hay nada aquí para nosotros. Esto ha sido suicida y apostaría un brazo a que ellos ya sabían que los Cassalanter estaban plenamente operativos. Nos habéis enviado allí a morir —escupió sangre a un lado. encarando al gran mago—. Buscaos otros peones —siseó mientras su mirada hacia Khelben solo mostraba desprecio; el cansancio, el dolor y la ira habían puesto la cautela a dormir—. Martin tiene razón, no hemos avanzado nada —dijo a sus compañeros—. Esta mierda nos supera, admitámoslo. Tiamat quiere esa piedra, como todos los demás. ¿Y qué? Qué se maten entre ellos. ¿Alguien recuerda para que se formó esta compañía? Los juegos de los poderosos lores bien pueden jugarlos ellos.
Ash el guerrero — Dragon's Hoard (Spanish)
Leobald el caballero — Death and Pain at Saltmarsh (Spanish)
Keeper — Vigilantes en el Cielo (Spanish)
Remington Wizz — Shadow of the Dragon Queen (Spanish)
Khelben levantó una ceja entre sorprendido y contrariado por el exabrupto del guerrero, pero Lareal intervino.
- Ash... no... no sabíamos que los Cassalanter estaban tan preparados. Ni siquiera ahora sabemos qué fuerzas han levantado contra vosotros, no hasta que no nos lo contéis. - afirma - Si, hemos detectado la presencia del semi-dragón dirigiéndose hacia alli y por eso nos preparábamos para acudir en vuestra ayuda. - se vuelve hacia Martin y el resto.
- No dejéis que una derrota en el combate os empañe el juicio. No tenéis buen aspecto no, pero estáis todos vivos y habéis venido con la pequeña, que es más importante de lo que podéis imaginar.Y al fin y al cabo era vuestra misión. Rescatarla. Venid. Comed, aseaos, reponeos y descansad y compartiremos con vosotros lo que hemos averiguado de la Piedra mientras estabais fuera. Lo creáis o no - dice mirando a Ash con profundos ojos - los poderosos lores no lo saben todo siempre. De ser así nuestro trabajo sería mucho más sencillo. Aquí es donde más a salvo estareis, como bien dices el resto de facciones aún debe estar buscando la Piedra y, aunque sospechen que la hayáis dejado aquí, sois la única pista que les puede llevar hasta ella, asi que os perseguirán. Por favor - termina apartándose e indicando que fueran hacia los ya conocidos baños y comedor.
PbP Character: A few ;)
Para diferenciar entre voz y pensamiento:
Sin cursiva ni comillas--> voz
Con cursiva y comillas-->"pensamiento"
El color no hace alusión a la voz o al pensamiento
Con un gran pesar, Gowther se sentía inútil, todos sus esfuerzos por proteger o suponer un ayuda para sus compañeros caían en saco roto una y otra vez. Hasta llegó a besar a la muerte aquel día...-Tengo poco que aportar... mis compañeros podrán dar cuenta de lo ocurrido. Literalmente dejé este plano de existencia durante el grueso del combate, acabaron conmigo antes si quiera de desenvainar el arma...-Tras estas palabras el el 'tael dejó el lugar y se dirigió a las habitaciones abrumado por todo lo que estaba procesando su mente.
Llegó a la habitación y con sutileza y algo de vergüenza dejó a Aegnor al otro lado del catre, fuera de su rango de visión.
-"...Hasta Aegnor tuvo que responder a la ineptitud del elfo..."
-"...No puedes hacer absolutamente nada..."
-"...Es un inepto..."
-"...No merece portar a Aegnor..."
-"...Eres un farsante..."
-"...Es un mero y sucio conducto para Aegnor..."
-"...Ha hecho caer en desgracia la herencia que significa ser portador de Aegnor..."
Multitud de pensamientos rumiaban la mente de Gowther. Algunos hablaban de Aegnor, otros de el mismo e incluso sobre dónde fue a parar cuando murió...
-"...Nadie le esperó al otro lado..."
-"...Solo el vacío, la más absoluta oscuridad es lo que les espera a las almas grises e ineptas como tu..."
-"...Ha permitido que la impura Reina Cuervo te de su corrupto aliento de vida..."
-"...¿Acaso esperabas que Corellon te recibiera junto a el?..."
Estos ideas perforaban su ser una y otra vez... Así sucedieron varias horas hasta que el hojacantante comenzó a verbalizar parte de estos pensamientos.-¿Cómo...? ¿Cómo has sido tan PRETENCIOSO...? "... y cobarde... e inútil... y decepcionante..."-
Un Gowther taciturno comenzó a repasar los conjuros de su libro y a leer otros que por allí había. Deambulaba de un lado al otro de la habitación. Su rostro pasaba de una histérica y enajenada felicidad a un semblante serio e iracundo. Su mente, recientemente, había desbloqueado su parte sintiente, el grueso de sus emociones que forman parte de su raza como una forma de vida. Junto con los recientes acontecimientos, se había generado un géiser mental que estaba menoscabando su integridad. De vez en cuando, se acercaba a Aegnor y se postraba ante ella agachando la cabeza y balanceándola repetidas veces adelante y atrás. En una especia de súplica ansiosa que no obtenía más respuesta que un leve y entrecortado quejido por su parte, aquel pobre eladrin repetía a modo de mantra:
-...Tienes que ser más valiente...
-"...menos contemplaciones... menos contemplaciones..."
-...Tienes que estar a la altura...
-"...menos piedad... menos piedad..."
-...Debes protegerles...
-"...la sangre..."
-...con sangre se paga...
El resto de su descanso siguió a solas hasta que fueron convocados al comedor. Fue entonces cuando, algo más calmado, acudió a la estancia a escuchar lo que había sucedido por parte de sus compañeros.
"Esta perfecta melodía que acompasa y guía mi movimiento es la voz de mi compañera Aegnor"
Gowther Irerath, El'Tael de los Fragmentos Extraordinarios.
Ash se dio cuenta de que la dama Laeral estaba en lo cierto. Fuera de la torre de Khelben eran presa fácil, se habían granjeado un buen puñado de poderosos enemigos. Con un bufido y mascando su frustración, se alejó de allí en dirección a las termas en compañía de Helayna.
Una vez aseados y reunidos de nuevo en el salón, contaron todos los pormenores del combate a quien quisiera escucharlos. Sin omitir detalle Ash llenó las lagunas que pudiera haber en la memoria de los compañeros que cayeron. Mientras los demás intervenían también, no le pasaron por alto ni la fragilidad de Martin ni la de Gowther, pero no dijo nada. Conocía bien el sabor de la derrota aunque había aprendido a ignorarlo. Besó a Helayna. Observó también como, en un rincón alejado del salón, la pequeña Suturi jugaba con Canela, ajena a la tediosa reunión de adultos.
—Dama Laeral —dijo finalmente encarando a la elfa—. Antes has dicho que la muchacha es importante. ¿Puedes explicárnoslo? ¿Quién es ella realmente?
Ash el guerrero — Dragon's Hoard (Spanish)
Leobald el caballero — Death and Pain at Saltmarsh (Spanish)
Keeper — Vigilantes en el Cielo (Spanish)
Remington Wizz — Shadow of the Dragon Queen (Spanish)