- Si no te importa Khalion - le dijo al aasimar - me gustaría acompañarte para desentrañar los misterios de esa moneda. Admito que antes pensaba que era meramente algo relacionado con la sociedad o el ego de Chak, algún tipo de símbolo que le da a aquellos que contratan sus servicios hasta que saldan su deuda o algo así, pero los acontecimientos revelan que hay mucho más detrás de ella. Iré a ver a Nadie a la hora del almuerzo para llevarle la comida y charlar con él, pero centrémonos ahora en cosas importantes. Por otro lado, si os parece bien aprovecharé la visita a Julius para ofrecerme voluntario para limpiar los muertos vivientes de la mansión, pero no lo he dicho antes para no comprometeros. -
TocToc asintió a las ponderadas palabras de Godric - Yo también quiero limpiar esos muertos. Cuenta con mi ballesta para ello. - Después consideró ir con ellos a hablar con Julius, pero su presencia parecía irritar a los mamíferos y decidió enfrascarse en la jugosa lectura del almanaque. Sus esfuerzos serían mejor aprovechados en intentar desentrañar los misterios que guardaba. - Suerte con Julius. - Concluyó antes de irse a sus aposentos.
Tras leer los oscuros pasajes del libro violeta durante varias horas, cerró el tomo con preocupación en el rostro. Suspiró con tristeza y miró el horizonte marino. No sabía cuento tiempo había pasado, pero la siniestra lectura le había distraído lo suficiente para saltarse una comida, mudando el hambre. La brisa marina jugó con su cabello entrecano. La soledad, lejos de incomodarle, le ofrecía cierta paz. Comenzaba a atardecer. Finalmente se irguió y, previo paso por los cuarteles, se dirigió a la fragua de Grundig Rocanegra. Una intermedia parecía más adecuada para el abordaje que eventualmente les esperaba. Con la pesada armadura de mayas al hombro entró en la ardiente forja.
—Buenas tardes maese Grundig. Querría saber si es posible cambiar mi vieja armadura por alguna intermedia —dejó respetuosamente la armadura en uno de los bancos de trabajo de Grundig mientras pasaba la mano sobre los maltratados anillos de metal—. Me ha servido bien y estoy seguro de que alguno de vuestros soldados pueda aprovecharla con algo de vuestra pericia. Espero que podáis dedicarle unos minutos a este acero para su siguiente portador, tras los sucesos de esta noche anda todo el mundo algo nervioso —comentó tratando de tirar de la lengua al enano— ¿Acaso sospecháis vos la razón de movilizar a las tropas en mitad de la noche? Y la ausencia del Capitán... ciertamente extraño.
El sudoroso enano sonrió a Leobald, por alguna razón hoy parecía de buen humor, y el trato hacia el caballero parecía más amable que la última vez que se habían cruzado días atrás.
- Joder... seguís vivos... creo que voy a perder cierta apuesta... me vais a salir caros, sois unos pedazos de cabrones duros como rocas... aunque presiento que lo peor está por llegar si habéis sobrevivido a la primera encomienda, Bastianes se vendrá arriba y os mandará misiones más complicadas, quizás... aún pueda ganar esa apuesta...
Riéndose a carcajadas mientras ignoraba el agónico sufrimiento de sus "ayudantes", el enano echó un ojo a la armadura que trajo el caballero, la cogió y fue estudiando pieza por pieza... emitiendo ciertos gemidos y gruñidos mientras torcía su rostro en diversos gestos según encontrara el estado de cada parte.
- Se puede salvar sin duda... coge lo que quieras... de la zona de armaduras, acabamos de terminar una remesa recién hechas, calentitas, calentitas...
En cuanto Leobald comenzó a hacer preguntas ajenas al tema de la forja y mantenimiento de armaduras, el enano pareció perder el interés rápidamente, aún así respondió parcamente y de manera escueta.
- Los aceites son importantes, el faro siempre debe estar encendido... es la letanía que repite como una caja de música estropeada nuestro Alto Capitán, no me extraña que mandara un destacamento entero de infantería, de hecho me sorprende que no mandara a medio regimiento... y sí el Capitán está hasta arriba de burocracia, se pasa hasta altas horas de la noche en su salón de comandancia leyendo...
El día pasó raudo, todas las tareas y descansos pasaron fugaces, a la hora de la comida fueron recibidos como siempre en la primera mesa cerca de la salida, la exquisita comida de gran calidad seguía sorprendiendo a todos, a pesar de ser un puesto militar, la raciones eran generosas y realizadas con cierta maestría, aunque los materiales fuesen baratos, como patatas cocidas o zanahorias, cada receta era cuidada con especial atención. Leobald faltó al almuerzo, pero todos le dejaron su espacio sin insistirle en participar.
La tarde acabó y el sol volvió a ocultarse, las nubes que habían encapotado el cielo durante todo el día, parecieron disiparse lánguidamente cuando las primeras estrella comenzaron a brillar en el firmamento, la luz fantasmal que irradiaba el faro, pasó a ser la protagonista de nuevo, arrojando su haz de luz verde y azul a lo largo de la costa de Dragonmeere. Fue cuando todos coincidían en el pequeño saloncito con chimenea que presidia la planta baja de la residencia de invitados cuando entró Bastianes con su su porte serio y un pergamino enrollado en las manos con su sello en cera protegiendo su contenido . Delante de todos, el Alto capitán metió dicho pergamino en un contenedor cilíndrico elaborado en un cuero curado poniéndole una tapa que formaba parte del conjunto.
- Entregad esta documentación a Eliander y a nadie más... es información crucial que debe llegar hasta él cuanto antes. Partiréis mañana al amanecer, os dejaremos caballos a todos, dejadlos a cargo de Lenkus en "La Cabra de Mimbre" una vez que hayáis llegado. Seguid las instrucciones del Capitán de la guardia de Saltmarsh para completar el asalto al navío de los contrabandistas.
El siempre atareado Targos andaba traginando en el inventario del almacen, parecía que aquellas actividades resultadan inacabables. A diferencia de la vez anterior, Adriana pudo percibir en el ambiente algo distinto, el aire estaba cargado de "esfuerzo", pero a diferencia de sus compañeros, también estaba embriagado de un perfume de gran exquisitez. Entre los estantes de roble más allá de la barra, se asomó un acalorado Targos de la trastienda. El alborotado día de Targos había sustituido aquel rostro cansado de la noche anterior por un semblante distinto... Unos mechones acariciaban su frente fruto del trabajo intenso en la madrugada. Su camisa, curiosamente desabrochada, hacían de la imagen de Targos bastante más varonil de lo que acostumbraba. Parecía tener muchas facetas aquel curioso y carismático individuo...
Una media sonrisa socarrona se dibujó en su cara a modo de bienvenida.-Buenos días, mi estimada "clienta"-Dijo con sorna ante el intento de Adriana por solventar su deuda-Si me das un momento, en seguida estaré contigo.-Como si hubiera un meticuloso ritual detrás aquella barra, Targos se dispuso a acabar algunas tareas, mientras que la aventurera novicia, esperaba algo nerviosa para poder saldar su deuda. Mientras pasaban los minutos, Targos acompañó aquellos minutos de una melodía tarareada suavemente para hacer la espera más... ¿entretenida?
-Bueno parece que ya estoy acabando por aquí-Se dijo para si mostrando un sarcasmo desmedido. Entonces, salió hacia adriana con un paquete envuelto en papel y anudado una suave cuerda bajo el brazo. En lugar de pararse al otro lado de la barra como hacía con otros miembros del campamento, Targos anduvo para situarse a su lado, tarareando aquella simpática melodía y acompasando sus pasos con la misma. Era como si la devastación que rodeaba aquellas tierras, no fueran con Targos...
Situó el paquete en el pequeño tramo de la barra que les separaba y apoyó su cuerpo lateralmente sobre la misma-¿Y bien? ¿Fue de utilidad? -Observando atentamente su melena-Por lo que veo, tu cabello se acerca al aspecto que se merece...-Miró las monedas y volvió a sonreir a la vez que negaba gracilmente con la cabeza. A esta distancia el perfume del ambiente era facilmente localizable en torno a el.-Mi estimada Adriana, creo que por ahora es de más útilidad que seas tu la portadora de esas monedas. Además, si zanjaras tu deuda perdería una de mis clientes más interesantes ¿acaso no quieres seguir teniendo que "rendirme" cuentas?-Pronunció esas palabras como si en verdad tuviera un establecimiento en el que realizara transacciones monetarias con cualquiera que estuviera interesado...-Es mucho más divertido si mantenemos nuestro "servicio" en activo-Sus palabras aunque pícaras, sonaron sinceras y, pese a aquel comportamiento "juguetón", su mirada parecía tener más empatía que todo aquel campamento entero.
Adriana olfateó disimuladamente el ambiente cuando Targos se acercó. Definitivamente, en aquella fortaleza en la que primaba la rudeza y la miseria, la única persona que podía permitirse el lujo de llevar perfume era Targos. Ese joven le recordaba a su antigua vida, era el único hilo invisible que le seguía uniendo a un mundo desgraciadamente perdido para siempre. Si él era capaz de armonizar el día a día en aquella prisión manteniendo unos hábitos y costumbres tan alejados de aquel contexto, ella también podría.
Targos, con su forma de moverse, con su manera de hablar y de expresarse, con un detalle tan nimio como el aroma de un perfume, conseguía brindarle esperanza. Quizá por eso le gustaba su compañía, al igual que por la empatía que mostraba hacia su persona.
La elfa le observó con detenimiento; a pesar de su juventud, se desenvolvía con una experiencia y una picardía de la que muchos hombres maduros carecían. De nuevo, la curiosidad por su pasado y la razón por la que había terminado allí asaltó sus pensamientos.
Escuchó al caballero y su primera reacción fue de extrañeza y arrugó ligeramente la nariz. No solía desobedecer órdenes o ir en contra de los niveles superiores y estaba segura de que Bastianes no aprobaría este tipo de relación. Pero, ¡qué demonios!, debía reconocer que le atraía la idea de mantener un secreto con el jefe del almacén si además podía suministrarle objetos que de otra forma serían imposibles de conseguir. Al fin y al cabo, ella fue la primera en acudir a él. Y no se trataba de mercancía peligrosa o contrabando; ante sus ojos, solo era un inocente juego que no hacía mal a nadie.
- Mmm… pese a que no soy partidaria de dejar deudas pendientes… - tras una pausa de unos segundos, sonrió tímidamente y le tendió la mano - acepto su oferta - esperó a que se la estrechara para cerrar el trato y bajó sensiblemente la voz - por supuesto, bajo la más estricta discreción - dijo mirando a su alrededor, por si alguien pudiera estar escuchando - No obstante, dudo que nuestra relación comercial finalizara con la aceptación de estas monedas - continuó, mientras se las guardaba - estoy segura de que, tarde o temprano, acudiría a usted en busca de nuevos productos. Ya sabe cómo somos las mujeres - le mostró una coqueta sonrisa -
[Más tarde]
Con paso apresurado se dirigió hacia sus habitaciones; aún debía transcribir los apuntes de la reunión para un informe detallado y no olvidaba la cita con Godric para visitar a Nadie. Aunque la curiosidad por conocer a su nuevo compañero alado cosquilleaba en su interior, primero quería rendir cuentas a sus obligaciones.
Sola ya en sus aposentos, se centró con avidez en la redacción de todo lo acaecido los días anteriores. Sumida en la tarea, el tiempo transcurrió raudo, hasta que el sacerdote llamó a su puerta.
- ¡Godric! - exclamó, con evidente alegría al verle - justo a tiempo, llevo horas entre estos manuscritos y por fin he terminado, me vendrá bien salir y tomar el aire- dejó el informe sobre la mesa, siguiendo a su compañero hacia las celdas donde Nadie esperaba pacientemente su ejecución.
- Dime, ¿has aprovechado el tiempo?¿Hay novedades dignas de ser escuchadas? - le preguntó curiosa por el camino.
Al escuchar las palabras de la aventurera, esbozó de nuevo una sonrisa, pero esta vez de alegría al ver que accedía a seguir con sus "asuntos particulares". Acompaño las misma correspondiendo el apretón de manos, pero en lugar de esto le cogió la mano como si conservara aún el estatus de noble e hizo una reverencia digna de una reina. En aquel lugar parecía que había espacio para los buenos modales, la educación y otras cuestiones que parecían extintas fuera de esos muros-No creo que nadie muestre cualquier tipo de interés en nosotros... Bueno, al menos siempre que no pretendamos realizar tratos con la gente equivocada.-Le guiñó un ojo de modo un tanto suspicaz, por un pequeño instante su semblante pareció variar, pero en seguida cambio de tercio y tema de conversación.-Si queremos seguir con nuestros negocios, me temo que no puedo permitir que sigas con esos ropajes que lo único que hacen es limitar tu imagen para desenvolverte con más facilidad allá donde vayas.-La miró de arriba abajo y esta vez parecía estar imitando a cualquier modista afeminado de la corte- Tus compañeros pueden permitirse el lujo de ir de cualquier manera querida, pero tu y yo sabemos, que la imagen es una carta que no hay que menospreciar-Se situó detrás de ella mientras extendía sus brazos como si estuviera midiendo la longitud y proporciones de su cuerpo. En ese momento aprovechó para susurrarle al oído- En este lugar, como en otros muchos, las mujeres suelen ser vejadas... humilladas, ignorando y despreciando su valía... Ante esa situación puedes lamentarte de ti misma o, si eres inteligente, puedes revertir la cara de moneda y utilizar eso a tu favor.-Alzó de nuevo la voz mientras volvía a su posición de partida-La clave está en ser polifacético querida.-Movió el paquete hacia ella con dos dedos sonriendo de nuevo. -Espero haber acertado con la talla.
Cuando comenzó a desenvolver el paquete, Targos explicó.- Este atuendo tiene un pequeño encantamiento, no te protegerá de lo que hay ahí fuera, pero tiene la peculiaridad de que es capaz de limpiarse y repararse a si mismo, siempre y cuando no superes cierto límite.
La mayor parte del día TocToc había permanecido absorto en la lectura del dichoso almanaque. Había permanecido sentado en el borde del acantilado. De vez en cuando alcanzaba a una pila de traqueteantes papeles al viento que permanecían asegurados bajo una pesada roca y tomaba meticulosas notas en ellos. Su concentración de veía interrumpida por miradas al horizonte que a veces eran para reflexionar o memorizar algún dato. En ocasiones su concentración se veía interrumpida para observar a su alrededor. Vio a Leobald abstraerse en la lectura, a las envejecidas criadas trabajar con denuedo, a Adriana entrar en el almacén, y sus compañeros ir y venir de en sus actividades sociales. También lanzaba miradas cargadas de nostálgica envidia a las aves que volaban libres sin estar atadas al tiránico suelo. Por último, con menos regularidad y con más cuidado y disimulo tomaba nota de los cambios de guardia, de los barcos que pasaban enfrente del faro y de sus pendones, de los horarios de las sirvientas…
A la hora de la comida comió veloz y en silencio, su cabeza trabajaba sin descanso en los datos que había en el almanaque y sus códigos y al terminar regreso a su pequeña cornisa, entre el faro y la zona de entrenamiento hasta que la falta de luz le obligo a regresar al interior.
- ¿Alguna noticia de la comitiva Élfica, Alto Capitán? – Preguntó a Bastianes tras recibir y dar señal de recepción de las órdenes.
Adriana disfrutó plenamente de aquel pequeño teatro orquestado por Targos, en el que volvió a sentirse parte de la nobleza. Le respondió con una leve reverencia y una sonrisa cuando el caballero simuló ser un modisto midiendo su figura, dejándose guiar por sus acciones y abandonando su cuerpo a los movimientos de él, como si fuera una marioneta. Cuando finalmente le entregó el paquete y lo abrió, con una mezcla de intriga y emoción, se quedó sin palabras.
- Es… sencillamente... ideal - exclamó con los ojos abiertos como platos; su voz denotaba fascinación y agradecimiento. Lo sujetó ante sí, observándolo de arriba abajo - es… precioso… gracias- dijo mirando a los ojos al joven y dando unos pequeños saltitos de entusiasmo en el sitio. Pero su gesto de alegría y sorpresa de pronto se tornó en una mirada de pícara suspicacia - me lo está poniendo realmente difícil, sir Targos. Aunque creo que juega con ventaja, me temo que soy mucho más previsible de lo que creía… en cambio... ¿qué podría necesitar, qué podría desear un hombre como usted? ¿me dará una pista o se fiará de mi intuición?- sus ojos azules recorrían veloces y curiosos al caballero, como si estuvieran analizando cada detalle de su figura.
Doblando con esmero las nuevas ropas y envolviéndolas formando un paquete, la elfa adoptó un gesto pensativo e incluso algo preocupado:
- Sus palabras con respecto al trato de las mujeres albergan, desgraciadamente, plena sabiduría. No he podido evitar percatarme del estado de las sirvientas que permanecen aquí en Ghostfinger. Dígame, sir Targos, ¿a qué se deben esas cicatrices, ese aspecto envejecido y demacrado? no parece fruto del paso natural del tiempo. Y todas se muestran tan abatidas, tan abandonadas… me entristecería descubrir que Bastianes permitiera ese tipo de maltrato y vejación hacia sus súbditos. ¿De dónde provienen estas mujeres?
Ante la pregunta de Adriana sobre los intereses de Targos, este se limitó a sonreír y simplemente dijo: -Tenemos que tener amigos hasta en el infierno querida... Si algo he aprendido es que, a no ser que quieras moverte por el mundo usando la fuerza sobre otros, la mejor estrategia para hacer aliados es establecer alianzas... Ahora mismo, no preciso nada de ti, pero quién sabe en un futuro...-Dijo mientras no dejaba de esbozar esa sonrisa...
Todo parecía estar bajo un ambiente jovial hasta Adriana pronunció esas palabras relacionadas con las sirvientes. Su rostro mostró cierta sorpresa, pero luego comprendió el prisma en el que aquella extranjera veía la situación.-Entiendo tu dudas.-Cambió un poco el tono de su voz, pero sin perder su peculiar forma de hablar- Este lugar lo conforma un amplio espectro de individuos... Tenemos los soldados de la corona por un lado, con una aparente libertad de movimiento según la posición en la que se encuentren, pero, como dije, todos con una aparente libertad... Luego estáis vosotros, cuya situación ya conoces... Si los soldados poseen un libertad comprometida...-hizo un leve silencio dando a entender que los aventureros tenían un libre albedrío más recortado.- Como vosotros, existen muchos miembros de este lugar cuyos atroces crímenes les ha traído a servir aquí en lugar de haber obtenido otro destino porque eran personas con algún tipo de influencia... ¿Mala decisión? ¿Quién sabe?-Preguntó retóricamente y con cierta ironía-Como ves, este fortín es un cárcel en muchos sentidos dependiendo de a quien miremos... Pero si hay alguien aquí que está por su propia decisión, me temo que son aquellas que han generado en ti la duda.-
Mientras volvía a su posición detrás de la barra estableciendo una sutil distancia entre ambos-Pese a que este reino brille por una crueldad gratuita en cada rincón como has podido comprobar, Bastianes es de las pocas personas justas que podrás encontrarte por aquí. A pesar de las apariencias, habéis tenido mucha suerte de caer en sus manos, siempre y cuando seáis hábiles y precavidos en vuestras funciones.-Zanjando el tema por el momento fue apoyando su cuerpo sobre la barra tomando una postura bastante distendida.-Además, hay cuestiones que, a priori, es mejor que no conozcáis por el bien de todos... En una buena función, nunca desvelarían el final nada más comenzar la obra, ¿cierto?
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"Esta perfecta melodía que acompasa y guía mi movimiento es la voz de mi compañera Aegnor"
Gowther Irerath, El'Tael de los Fragmentos Extraordinarios.
Bastianes se disponía a ausentarse de nuevo, como si el propio faro le llamara al caer la noche, como un canto de sirena del que el Alto Capitán no podía desprenderse o resistir. Sin embargo, las palabras de TocToc le hicieron frenarse, girándo su cabeza para dar una rápida respuesta sin dejar de dar la espalda al resto de agentes del Ghostfinger.
- De ese asunto se encarga Julius, pero me temo que no tenemos noticias de ellos, se han cortado las comunicaciones que habían enlazado con nuestro mago de guerra al llegar . Temo lo peor...
Sin dar más explicaciones con un tema que claramente se le hacía incómodo, el veterano guerrero de más alto rango del emplazamiento militar salió del salón y del edificio.
Mablung volvió a las pocas horas de haberse ido, el druida parecía contento y resultaba casi hasta amable. Se unió a sus compañeros en la cena , pero no probó nada y le ofreció su plato a quien lo quisiese,- cené mientras estaba fuera-, explicó a quien le preguntase.
Tras la cena fue con el resto de reos hasta su lujosa cárcel y allí asistió a las palabras de Bastianes:- No se como se tomará la guardia que trabaje con ellos, dado mi historial pasado y reciente con ellos, pero si este trabajo me acerca la libertad y pagar mi deuda, así se hará-.
Al escuchar como preguntaban por la comitiva se puso un poco tenso mientras su mano se dirigía hacia el colgante que ahora llevaba, pero no le sorprendió la respuesta, lo más probable es que su arrogancia les hubiese llevado a un funesto destino...aunque en su fuero más profundo esperaba equivocarse.
-Yo os esperaré fuera y a ser posible me abstendré de entrar en esa ciudad lo máximo posible, aunque me temo que la visita a Eliander es obligatoria.- dijo con resignación.
Cuando Bastianes se retiró, sacó la pipa y dijo:- a mi no me es muy útil, pero si alguien la quiere que la coja. Solo sirve para ilustrar historias.
Adriana escuchó en silencio y concentrada la información que Targos le ofrecía, componiendo en su mente ordenadamente el organigrama de aquella fortaleza. Al fin y al cabo, no era tan diferente a la jerarquía de la Corte que, aunque parecía ofrecer mayor libertad, ésta se mantenía sujeta a hilos invisibles y más enrevesados de lo que se percibía a simple vista.
- Sus palabras me tranquilizan - le respondió - y me regocija saber que esas mujeres están aquí por propia voluntad; a juzgar por su aspecto, no puedo imaginar el infierno del que provienen; celebro comprobar que aún existen personas como Bastianes que ofrecen una vida mejor a los más desdichados-
Tras esto, Adriana se sumió en el silencio que se apoderó de la estancia durante unos instantes que se antojaron eternos. No parecía intimidada ni incómoda ante esta pausa, simplemente le mostró una mirada limpia y una sonrisa confiada. Su voz suave y cándida afloró de nuevo:
- Bien, si no necesita nada más de mí, debo retomar mis obligaciones y no quiero robarle más tiempo. Ha sido un placer conversar con usted, Sir Targos, y le agradezco de nuevo el detalle y la compañía- comentó mientras sujetaba el paquete con los brazos en cruz sobre su pecho, como si fuera un tesoro preciado que quisiera proteger. Se encaminó hacia la puerta y, antes de salir al exterior, se giró para lanzarle una última mirada - por cierto, he de decirle tiene un gusto exquisito para los perfumes - se despidió con una pícara sonrisa antes de abandonar el almacén.
[Un faro, una mañana, una visita al mago de cabecera]
Khalion, paso decidido dejando atrás tanto torre como sacerdote rumbo a la herrería. En presencia del enano sacó la camisola prestada dos lunas atrás, devolviéndola. -Parece que hemos encontrado algo mas apropiado..-llevando su mano a armadura mágica obtenida del hobgoblin.- aunque hago ruido como una campana.. ¿pueden tus facultades modificar algo así? Siempre puedo cargar con un tachonado si fuera menester. -De entre la mochila extrajo la ballesta de mano de Ned, aún encasquillada.- Seguro que en tus manos recupera letalidad.. para mi es impropia, dadle el destino que se os antoje.
El enano observó maravillado la nueva armadura de Khalión, a la que golpeó con sus nudillos para escuchar el metálico tintineo al que respondía al enano.
- Tienes una gran obra aquí, y mira las tallas labradas sobre las escamas... son... perfectas... Aunque pudiera amortiguar su cálido y harmónico sonido, que no puedo, no lo haría, sería mancillarla... ¡un poco de respeto por el trabajo de un artesano y su próposito!
El forjador observó la ballesta cuando ésta le fue ofrecida y la agarró con sus manos nudosas. asperas y llenas de callos...
- Si, se puede salvar, no debería ser muy complicado... le daremos buen uso, muchas gracias... Ahora coge lo que necesites de nuestros activos y buena suerte allá donde os lleven vuestros pasos... o donde Bastianes os mande...
Con paseo indiferente el aasimar se alejo poco de la forja al cobijo de sus fuegos. Con regocijo por la calidez del lugar contempló la maestría del trabajo enano en armas y armaduras, valorando equilibrio y temple. -Aún de crío fui adiestrado en el manejo del acero, mas tarea pendiente siempre fue la arquería. Maestros artesanos trabajaron adaptando sus trabajos a mi naturaleza, ajena a su pueblo. Incapaz con el arco pero diestro con la ballesta, me hicieron una, manufactura élfica en un arma profana para ellos de largo mástil y contundentes flexores, carencia escasa compensado por su contundencia -por un momento su tono cambia, quizá sobrecogido por los sentimientos del pasado.-Me fueron arrebatadas..-sus ojos fueron a clavarse en los ondeantes estandartes de la corona.-así como mi pueblo. Quizá, no se, tengas una ballesta semejante, humana.. enana.. hará su papel.
Con delicadeza aflojó correas encarnadas de la máscara que portaba. Su origen parecía público muros adentro, incomodándole, haciendo su discreción fútil. -Fue dañada contra unos bugbears y remendada con desatino.. -mostrándosela al corpulento herrero enano.- Si el trabajo da un respiro y tiempo puedes dedicarle a una nueva, tendrías mi agradecimiento y la deuda contraída.
Adriana sonrió ampliamente cuando escuchó las palabras de Bastianes comunicando que dispondrían de una montura individual para su próxima salida. No le hubiera importado volver a compartir viaje con Khalion, el pícaro había demostrado ser un avezado jinete y, aunque poco hablador, buen receptor del parloteo de la elfa, su compañía le había resultado sin duda placentera. Pero, por otro lado, poseer un caballo propio le confería una libertad que no pensó volver a disfrutar en mucho tiempo.
Antes de que el Alto Capitán abandonara la estancia, Adriana se levantó y se dirigió hacia él, portando entre sus brazos unos manuscritos que le tendió con seguridad.
- Señor, me tomé la libertad de transcribir y elaborar un informe detallado de todo lo acontecido en nuestro viaje, además de añadir los detalles fundamentales de la reunión de esta mañana. También he incluido una copia del inventario que le entregué a Sir Targos del material requisado. Espero que le sirva de ayuda.
Le miró fugazmente a los ojos, para luego desviar la mirada hacia el suelo, avergonzada. La presencia de aquel hombre le recordaba continuamente el desdichado fallecimiento de su hija y aún no se sentía con la fuerza suficiente para hacer frente a su ira, rabia e impotencia contenida. Aún sabiendo que no había sido responsable de aquella desgracia, no podía evitar sentir una punzada de culpabilidad.
Volvió con sus compañeros a la mesa y comenzó a comer con más avidez de la acostumbraba, como si tuviera prisa por terminar y marcharse a sus aposentos.
[De noche, en sus habitaciones]
El día había resultado ser intenso y productivo, pero lejos de sentir agotamiento, Adriana experimentaba una energía inusual, fruto de la expectación ante la tarea que le quedaba por realizar.
Antes de nada, desenvolvió con cuidado el paquete que le había entregado Targos y colocó los ropajes sobre una silla, contemplándolos con una mirada brillante y emocionada. Quería que se mantuvieran perfectamente extendidos, sin arruga ni mácula alguna, hasta el día siguiente.
Preparó los utensilios y materiales necesarios y los dispuso en un rincón de la habitación, sin más luz que el titileo de una vela encendida en el escritorio. Respiró profundamente y cerró los ojos para concentrarse, mientras recitaba las palabras precisas, en el tono y con la cadencia adecuadas e incorporaba ingredientes.
Absorta en su ritual y después de largos minutos de mezcla y letanía, una ligera neblina comenzó a formarse en el ambiente, de colores pasteles tenues que se entrelazaban y giraban en el aire creando graciosos arabescos. Poco a poco, la cada vez más densa niebla comenzó a tornarse en una figura, primero sin forma definida, para ir adoptando la apariencia de un ser alado que se convertiría en un unicornio una vez finalizado el ritual.
Adriana abrió los ojos abruptamente, impaciente por encontrar a su nuevo compañero; el pequeño ser revoloteaba por encima de su cabeza enérgicamente.
- ¿Por qué has tardado tanto, Adriana?- escuchó en su mente, reconociendo la misma voz que en la de su sueño - ¡hay muchas cosas por hacer! Soy Spark, tu nuevo compañero. Necesito ponerme al día, cuéntamelo todo-
Emocionada, la hechicera conversó con él hasta bien entrada la noche, apurando los minutos antes de sumirse en su trance habitual. Con Spark a su lado, se redujo el miedo a aquellas pesadillas que parecían haberle dado un respiro.
La noche fue corta, como suelen serlo las noches cercanas al invierno, despejada pero fría, silenciosa salvo por los cambios de guardia y los comentarios de los soldados a los largo de sus rutas alrededor de la recia empalizada. Cuando las tempranas horas del amanecer se aproximaban, lentos pero inminentes, las nubes cargadas de lluvia volvieron a aglutinarse formando una barrera que escondía al Sol entre una cortina gris del color de la ceniza. Pronto el agua volvió a caer del cielo, lamiendo la tierra con sus húmedas fauces.
No hubo desayuno, puesto que el grupo de agentes debía salir cuanto antes, aunque a todos les esperaba un hatillo con viandas para el viaje con sus nombres escritos sobre la mesa del pequeño salón comunal, una letra elaborada, que Adriana pudo reconocer como la de Targos las etiquetaba ordenadamente.
Al salir del edificio, la figura de Broser les esperaba, embutido en su armadura metálica con los emblemas de La Corona y con su espada larga reglamentaria envainada, el joven parecía algo cansado. La lluvia se deslizaba por todo su ser empapándolo y dejando sus cortos rizos oscuros pegados a su frente, aun así, no se quejaba, y cuando les recibió indicó amablemente que le siguieran hasta las cuadras situadas adyacentes a los barracones de caballería. Una vez allí, sendos caballos para todos les esperaban, entre ellos, uno de los corceles rápidos que habían rescatado de los bandidos la noche anterior.
Boser dio ódenes de abrir la puerta de Ghostfinger y se despidió deseando suerte a todo el grupo, intentó forzar una sonrisa, aunque el agotamiento la desfiguró en algo más siniestro de lo que el oficial pretendía.
El camino hasta Saltmarsh en caballo, y a pesar del barro del sendero, fue rápido y sin incidentes. Un par de patrullas se cruzaron con los agentes, pero no hicieron preguntas ni les pararon. Lo mismo ocurrió con la guardia de la puerta de Saltmarsh, tras una desafiante mirada a todos, fijada principalmente en Mablung, éstos les dejaron pasar sin emitir ningún comentario o palabra alguna.
La posada de la "La cabra de mimbre" les esperaba, y haciendo honor a la hospitalidad ya recibida anteriormente, Lankus les recibió con alegría, en parte porque quizás había empezado a apreciarles, o quizás porque eran lo único que les separaba de una soledad provocada por la total ausencia de clientes, salvo cuando Manistrad y sus allegados se pasaban un par de días a la semana a beber como si el mundo se fuera a acabar al día siguiente.
-Dejad que me encargue de los caballos, ... entrad rápido ... la chimenea está encendida y pronto os podré preparar algo de comida.
Una mirada de soslayo rápida hizo que sus ojos se posaran sobre el druida, el que aún no conocía en persona.
- Debes ser Mablung, encargado de conocerte... tengo... un... paquete para tí... si me permites te lo entrego enseguida... pues es algo extraño y ... creo que el envoltorio... sangra... me lo dejaron en la puerta anoche con una nota escrita por alguien no muy docto en las artes escribanas,... además empieza a oler un poco raro también...
Antes de salir y mientras recogía su hatillo, Mablung comprobó que alguno de sus compañeros hubiese cogido el cilindro con el mensaje para Eliander, cogiéndolo si nadie la hubiese hecho. Durante el viaje revisó sus viandas seleccionando lo que poder dar a alguno de sus compañeros.
Cuando Saltmarh se dibujó en el horizonte su ceño se frunció de nuevo y al pasar por las puertas devolvió desafiante la mirada a los guardas.
-No quiero ser descortés pero quiero entregar el mensaje y salir fuera de estos de muros lo antes posible y si eso implica saltarse el desayuno que así sea.- contestó a Lankus.
-¿Un paquete para mi, aquí?- contestó con genuino asombro- tráelo para que lo abra o indícame donde esta, para no manchar la posada.
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- Si no te importa Khalion - le dijo al aasimar - me gustaría acompañarte para desentrañar los misterios de esa moneda. Admito que antes pensaba que era meramente algo relacionado con la sociedad o el ego de Chak, algún tipo de símbolo que le da a aquellos que contratan sus servicios hasta que saldan su deuda o algo así, pero los acontecimientos revelan que hay mucho más detrás de ella. Iré a ver a Nadie a la hora del almuerzo para llevarle la comida y charlar con él, pero centrémonos ahora en cosas importantes. Por otro lado, si os parece bien aprovecharé la visita a Julius para ofrecerme voluntario para limpiar los muertos vivientes de la mansión, pero no lo he dicho antes para no comprometeros. -
PbP Character: A few ;)
TocToc asintió a las ponderadas palabras de Godric - Yo también quiero limpiar esos muertos. Cuenta con mi ballesta para ello. - Después consideró ir con ellos a hablar con Julius, pero su presencia parecía irritar a los mamíferos y decidió enfrascarse en la jugosa lectura del almanaque. Sus esfuerzos serían mejor aprovechados en intentar desentrañar los misterios que guardaba. - Suerte con Julius. - Concluyó antes de irse a sus aposentos.
Zevatur, Rolthos
Tras leer los oscuros pasajes del libro violeta durante varias horas, cerró el tomo con preocupación en el rostro. Suspiró con tristeza y miró el horizonte marino. No sabía cuento tiempo había pasado, pero la siniestra lectura le había distraído lo suficiente para saltarse una comida, mudando el hambre. La brisa marina jugó con su cabello entrecano. La soledad, lejos de incomodarle, le ofrecía cierta paz. Comenzaba a atardecer. Finalmente se irguió y, previo paso por los cuarteles, se dirigió a la fragua de Grundig Rocanegra. Una intermedia parecía más adecuada para el abordaje que eventualmente les esperaba. Con la pesada armadura de mayas al hombro entró en la ardiente forja.
—Buenas tardes maese Grundig. Querría saber si es posible cambiar mi vieja armadura por alguna intermedia —dejó respetuosamente la armadura en uno de los bancos de trabajo de Grundig mientras pasaba la mano sobre los maltratados anillos de metal—. Me ha servido bien y estoy seguro de que alguno de vuestros soldados pueda aprovecharla con algo de vuestra pericia. Espero que podáis dedicarle unos minutos a este acero para su siguiente portador, tras los sucesos de esta noche anda todo el mundo algo nervioso —comentó tratando de tirar de la lengua al enano— ¿Acaso sospecháis vos la razón de movilizar a las tropas en mitad de la noche? Y la ausencia del Capitán... ciertamente extraño.
Ash el guerrero — Dragon's Hoard (Spanish)
Leobald el caballero — Death and Pain at Saltmarsh (Spanish)
Keeper — Vigilantes en el Cielo (Spanish)
Remington Wizz — Shadow of the Dragon Queen (Spanish)
El sudoroso enano sonrió a Leobald, por alguna razón hoy parecía de buen humor, y el trato hacia el caballero parecía más amable que la última vez que se habían cruzado días atrás.
- Joder... seguís vivos... creo que voy a perder cierta apuesta... me vais a salir caros, sois unos pedazos de cabrones duros como rocas... aunque presiento que lo peor está por llegar si habéis sobrevivido a la primera encomienda, Bastianes se vendrá arriba y os mandará misiones más complicadas, quizás... aún pueda ganar esa apuesta...
Riéndose a carcajadas mientras ignoraba el agónico sufrimiento de sus "ayudantes", el enano echó un ojo a la armadura que trajo el caballero, la cogió y fue estudiando pieza por pieza... emitiendo ciertos gemidos y gruñidos mientras torcía su rostro en diversos gestos según encontrara el estado de cada parte.
- Se puede salvar sin duda... coge lo que quieras... de la zona de armaduras, acabamos de terminar una remesa recién hechas, calentitas, calentitas...
En cuanto Leobald comenzó a hacer preguntas ajenas al tema de la forja y mantenimiento de armaduras, el enano pareció perder el interés rápidamente, aún así respondió parcamente y de manera escueta.
- Los aceites son importantes, el faro siempre debe estar encendido... es la letanía que repite como una caja de música estropeada nuestro Alto Capitán, no me extraña que mandara un destacamento entero de infantería, de hecho me sorprende que no mandara a medio regimiento... y sí el Capitán está hasta arriba de burocracia, se pasa hasta altas horas de la noche en su salón de comandancia leyendo...
" ¡Oh la Oscuridad...! "
El día pasó raudo, todas las tareas y descansos pasaron fugaces, a la hora de la comida fueron recibidos como siempre en la primera mesa cerca de la salida, la exquisita comida de gran calidad seguía sorprendiendo a todos, a pesar de ser un puesto militar, la raciones eran generosas y realizadas con cierta maestría, aunque los materiales fuesen baratos, como patatas cocidas o zanahorias, cada receta era cuidada con especial atención. Leobald faltó al almuerzo, pero todos le dejaron su espacio sin insistirle en participar.
La tarde acabó y el sol volvió a ocultarse, las nubes que habían encapotado el cielo durante todo el día, parecieron disiparse lánguidamente cuando las primeras estrella comenzaron a brillar en el firmamento, la luz fantasmal que irradiaba el faro, pasó a ser la protagonista de nuevo, arrojando su haz de luz verde y azul a lo largo de la costa de Dragonmeere. Fue cuando todos coincidían en el pequeño saloncito con chimenea que presidia la planta baja de la residencia de invitados cuando entró Bastianes con su su porte serio y un pergamino enrollado en las manos con su sello en cera protegiendo su contenido . Delante de todos, el Alto capitán metió dicho pergamino en un contenedor cilíndrico elaborado en un cuero curado poniéndole una tapa que formaba parte del conjunto.
- Entregad esta documentación a Eliander y a nadie más... es información crucial que debe llegar hasta él cuanto antes. Partiréis mañana al amanecer, os dejaremos caballos a todos, dejadlos a cargo de Lenkus en "La Cabra de Mimbre" una vez que hayáis llegado. Seguid las instrucciones del Capitán de la guardia de Saltmarsh para completar el asalto al navío de los contrabandistas.
" ¡Oh la Oscuridad...! "
[Adriana en el almacén con Targos]
El siempre atareado Targos andaba traginando en el inventario del almacen, parecía que aquellas actividades resultadan inacabables. A diferencia de la vez anterior, Adriana pudo percibir en el ambiente algo distinto, el aire estaba cargado de "esfuerzo", pero a diferencia de sus compañeros, también estaba embriagado de un perfume de gran exquisitez. Entre los estantes de roble más allá de la barra, se asomó un acalorado Targos de la trastienda. El alborotado día de Targos había sustituido aquel rostro cansado de la noche anterior por un semblante distinto... Unos mechones acariciaban su frente fruto del trabajo intenso en la madrugada. Su camisa, curiosamente desabrochada, hacían de la imagen de Targos bastante más varonil de lo que acostumbraba. Parecía tener muchas facetas aquel curioso y carismático individuo...
Una media sonrisa socarrona se dibujó en su cara a modo de bienvenida.-Buenos días, mi estimada "clienta"-Dijo con sorna ante el intento de Adriana por solventar su deuda-Si me das un momento, en seguida estaré contigo.-Como si hubiera un meticuloso ritual detrás aquella barra, Targos se dispuso a acabar algunas tareas, mientras que la aventurera novicia, esperaba algo nerviosa para poder saldar su deuda. Mientras pasaban los minutos, Targos acompañó aquellos minutos de una melodía tarareada suavemente para hacer la espera más... ¿entretenida?
-Bueno parece que ya estoy acabando por aquí-Se dijo para si mostrando un sarcasmo desmedido. Entonces, salió hacia adriana con un paquete envuelto en papel y anudado una suave cuerda bajo el brazo. En lugar de pararse al otro lado de la barra como hacía con otros miembros del campamento, Targos anduvo para situarse a su lado, tarareando aquella simpática melodía y acompasando sus pasos con la misma. Era como si la devastación que rodeaba aquellas tierras, no fueran con Targos...
Situó el paquete en el pequeño tramo de la barra que les separaba y apoyó su cuerpo lateralmente sobre la misma-¿Y bien? ¿Fue de utilidad? -Observando atentamente su melena-Por lo que veo, tu cabello se acerca al aspecto que se merece...-Miró las monedas y volvió a sonreir a la vez que negaba gracilmente con la cabeza. A esta distancia el perfume del ambiente era facilmente localizable en torno a el.-Mi estimada Adriana, creo que por ahora es de más útilidad que seas tu la portadora de esas monedas. Además, si zanjaras tu deuda perdería una de mis clientes más interesantes ¿acaso no quieres seguir teniendo que "rendirme" cuentas?-Pronunció esas palabras como si en verdad tuviera un establecimiento en el que realizara transacciones monetarias con cualquiera que estuviera interesado...-Es mucho más divertido si mantenemos nuestro "servicio" en activo-Sus palabras aunque pícaras, sonaron sinceras y, pese a aquel comportamiento "juguetón", su mirada parecía tener más empatía que todo aquel campamento entero.
" ¡Oh la Oscuridad...! "
[En el almacén, con Targos]
Adriana olfateó disimuladamente el ambiente cuando Targos se acercó. Definitivamente, en aquella fortaleza en la que primaba la rudeza y la miseria, la única persona que podía permitirse el lujo de llevar perfume era Targos. Ese joven le recordaba a su antigua vida, era el único hilo invisible que le seguía uniendo a un mundo desgraciadamente perdido para siempre. Si él era capaz de armonizar el día a día en aquella prisión manteniendo unos hábitos y costumbres tan alejados de aquel contexto, ella también podría.
Targos, con su forma de moverse, con su manera de hablar y de expresarse, con un detalle tan nimio como el aroma de un perfume, conseguía brindarle esperanza. Quizá por eso le gustaba su compañía, al igual que por la empatía que mostraba hacia su persona.
La elfa le observó con detenimiento; a pesar de su juventud, se desenvolvía con una experiencia y una picardía de la que muchos hombres maduros carecían. De nuevo, la curiosidad por su pasado y la razón por la que había terminado allí asaltó sus pensamientos.
Escuchó al caballero y su primera reacción fue de extrañeza y arrugó ligeramente la nariz. No solía desobedecer órdenes o ir en contra de los niveles superiores y estaba segura de que Bastianes no aprobaría este tipo de relación. Pero, ¡qué demonios!, debía reconocer que le atraía la idea de mantener un secreto con el jefe del almacén si además podía suministrarle objetos que de otra forma serían imposibles de conseguir. Al fin y al cabo, ella fue la primera en acudir a él. Y no se trataba de mercancía peligrosa o contrabando; ante sus ojos, solo era un inocente juego que no hacía mal a nadie.
- Mmm… pese a que no soy partidaria de dejar deudas pendientes… - tras una pausa de unos segundos, sonrió tímidamente y le tendió la mano - acepto su oferta - esperó a que se la estrechara para cerrar el trato y bajó sensiblemente la voz - por supuesto, bajo la más estricta discreción - dijo mirando a su alrededor, por si alguien pudiera estar escuchando - No obstante, dudo que nuestra relación comercial finalizara con la aceptación de estas monedas - continuó, mientras se las guardaba - estoy segura de que, tarde o temprano, acudiría a usted en busca de nuevos productos. Ya sabe cómo somos las mujeres - le mostró una coqueta sonrisa -
[Más tarde]
Con paso apresurado se dirigió hacia sus habitaciones; aún debía transcribir los apuntes de la reunión para un informe detallado y no olvidaba la cita con Godric para visitar a Nadie. Aunque la curiosidad por conocer a su nuevo compañero alado cosquilleaba en su interior, primero quería rendir cuentas a sus obligaciones.
Sola ya en sus aposentos, se centró con avidez en la redacción de todo lo acaecido los días anteriores. Sumida en la tarea, el tiempo transcurrió raudo, hasta que el sacerdote llamó a su puerta.
- ¡Godric! - exclamó, con evidente alegría al verle - justo a tiempo, llevo horas entre estos manuscritos y por fin he terminado, me vendrá bien salir y tomar el aire - dejó el informe sobre la mesa, siguiendo a su compañero hacia las celdas donde Nadie esperaba pacientemente su ejecución.
- Dime, ¿has aprovechado el tiempo?¿Hay novedades dignas de ser escuchadas? - le preguntó curiosa por el camino.
"Hay una grieta en todo, así es como entra la luz"
Al escuchar las palabras de la aventurera, esbozó de nuevo una sonrisa, pero esta vez de alegría al ver que accedía a seguir con sus "asuntos particulares". Acompaño las misma correspondiendo el apretón de manos, pero en lugar de esto le cogió la mano como si conservara aún el estatus de noble e hizo una reverencia digna de una reina. En aquel lugar parecía que había espacio para los buenos modales, la educación y otras cuestiones que parecían extintas fuera de esos muros-No creo que nadie muestre cualquier tipo de interés en nosotros... Bueno, al menos siempre que no pretendamos realizar tratos con la gente equivocada.-Le guiñó un ojo de modo un tanto suspicaz, por un pequeño instante su semblante pareció variar, pero en seguida cambio de tercio y tema de conversación.-Si queremos seguir con nuestros negocios, me temo que no puedo permitir que sigas con esos ropajes que lo único que hacen es limitar tu imagen para desenvolverte con más facilidad allá donde vayas.-La miró de arriba abajo y esta vez parecía estar imitando a cualquier modista afeminado de la corte- Tus compañeros pueden permitirse el lujo de ir de cualquier manera querida, pero tu y yo sabemos, que la imagen es una carta que no hay que menospreciar-Se situó detrás de ella mientras extendía sus brazos como si estuviera midiendo la longitud y proporciones de su cuerpo. En ese momento aprovechó para susurrarle al oído- En este lugar, como en otros muchos, las mujeres suelen ser vejadas... humilladas, ignorando y despreciando su valía... Ante esa situación puedes lamentarte de ti misma o, si eres inteligente, puedes revertir la cara de moneda y utilizar eso a tu favor.-Alzó de nuevo la voz mientras volvía a su posición de partida-La clave está en ser polifacético querida.-Movió el paquete hacia ella con dos dedos sonriendo de nuevo. -Espero haber acertado con la talla.
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Tienes nueva ropita amiga
Cuando comenzó a desenvolver el paquete, Targos explicó.- Este atuendo tiene un pequeño encantamiento, no te protegerá de lo que hay ahí fuera, pero tiene la peculiaridad de que es capaz de limpiarse y repararse a si mismo, siempre y cuando no superes cierto límite.
"Esta perfecta melodía que acompasa y guía mi movimiento es la voz de mi compañera Aegnor"
Gowther Irerath, El'Tael de los Fragmentos Extraordinarios.
La mayor parte del día TocToc había permanecido absorto en la lectura del dichoso almanaque. Había permanecido sentado en el borde del acantilado. De vez en cuando alcanzaba a una pila de traqueteantes papeles al viento que permanecían asegurados bajo una pesada roca y tomaba meticulosas notas en ellos. Su concentración de veía interrumpida por miradas al horizonte que a veces eran para reflexionar o memorizar algún dato. En ocasiones su concentración se veía interrumpida para observar a su alrededor. Vio a Leobald abstraerse en la lectura, a las envejecidas criadas trabajar con denuedo, a Adriana entrar en el almacén, y sus compañeros ir y venir de en sus actividades sociales. También lanzaba miradas cargadas de nostálgica envidia a las aves que volaban libres sin estar atadas al tiránico suelo. Por último, con menos regularidad y con más cuidado y disimulo tomaba nota de los cambios de guardia, de los barcos que pasaban enfrente del faro y de sus pendones, de los horarios de las sirvientas…
A la hora de la comida comió veloz y en silencio, su cabeza trabajaba sin descanso en los datos que había en el almanaque y sus códigos y al terminar regreso a su pequeña cornisa, entre el faro y la zona de entrenamiento hasta que la falta de luz le obligo a regresar al interior.
- ¿Alguna noticia de la comitiva Élfica, Alto Capitán? – Preguntó a Bastianes tras recibir y dar señal de recepción de las órdenes.
Zevatur, Rolthos
[En el almacén, con Targos]
Adriana disfrutó plenamente de aquel pequeño teatro orquestado por Targos, en el que volvió a sentirse parte de la nobleza. Le respondió con una leve reverencia y una sonrisa cuando el caballero simuló ser un modisto midiendo su figura, dejándose guiar por sus acciones y abandonando su cuerpo a los movimientos de él, como si fuera una marioneta. Cuando finalmente le entregó el paquete y lo abrió, con una mezcla de intriga y emoción, se quedó sin palabras.
- Es… sencillamente... ideal - exclamó con los ojos abiertos como platos; su voz denotaba fascinación y agradecimiento. Lo sujetó ante sí, observándolo de arriba abajo - es… precioso… gracias - dijo mirando a los ojos al joven y dando unos pequeños saltitos de entusiasmo en el sitio. Pero su gesto de alegría y sorpresa de pronto se tornó en una mirada de pícara suspicacia - me lo está poniendo realmente difícil, sir Targos. Aunque creo que juega con ventaja, me temo que soy mucho más previsible de lo que creía… en cambio... ¿qué podría necesitar, qué podría desear un hombre como usted? ¿me dará una pista o se fiará de mi intuición? - sus ojos azules recorrían veloces y curiosos al caballero, como si estuvieran analizando cada detalle de su figura.
Doblando con esmero las nuevas ropas y envolviéndolas formando un paquete, la elfa adoptó un gesto pensativo e incluso algo preocupado:
- Sus palabras con respecto al trato de las mujeres albergan, desgraciadamente, plena sabiduría. No he podido evitar percatarme del estado de las sirvientas que permanecen aquí en Ghostfinger. Dígame, sir Targos, ¿a qué se deben esas cicatrices, ese aspecto envejecido y demacrado? no parece fruto del paso natural del tiempo. Y todas se muestran tan abatidas, tan abandonadas… me entristecería descubrir que Bastianes permitiera ese tipo de maltrato y vejación hacia sus súbditos. ¿De dónde provienen estas mujeres?
"Hay una grieta en todo, así es como entra la luz"
[Adriana y Targos en el almacén]
Ante la pregunta de Adriana sobre los intereses de Targos, este se limitó a sonreír y simplemente dijo: -Tenemos que tener amigos hasta en el infierno querida... Si algo he aprendido es que, a no ser que quieras moverte por el mundo usando la fuerza sobre otros, la mejor estrategia para hacer aliados es establecer alianzas... Ahora mismo, no preciso nada de ti, pero quién sabe en un futuro...-Dijo mientras no dejaba de esbozar esa sonrisa...
Todo parecía estar bajo un ambiente jovial hasta Adriana pronunció esas palabras relacionadas con las sirvientes. Su rostro mostró cierta sorpresa, pero luego comprendió el prisma en el que aquella extranjera veía la situación.-Entiendo tu dudas.-Cambió un poco el tono de su voz, pero sin perder su peculiar forma de hablar- Este lugar lo conforma un amplio espectro de individuos... Tenemos los soldados de la corona por un lado, con una aparente libertad de movimiento según la posición en la que se encuentren, pero, como dije, todos con una aparente libertad... Luego estáis vosotros, cuya situación ya conoces... Si los soldados poseen un libertad comprometida...-hizo un leve silencio dando a entender que los aventureros tenían un libre albedrío más recortado.- Como vosotros, existen muchos miembros de este lugar cuyos atroces crímenes les ha traído a servir aquí en lugar de haber obtenido otro destino porque eran personas con algún tipo de influencia... ¿Mala decisión? ¿Quién sabe?-Preguntó retóricamente y con cierta ironía-Como ves, este fortín es un cárcel en muchos sentidos dependiendo de a quien miremos... Pero si hay alguien aquí que está por su propia decisión, me temo que son aquellas que han generado en ti la duda.-
Mientras volvía a su posición detrás de la barra estableciendo una sutil distancia entre ambos-Pese a que este reino brille por una crueldad gratuita en cada rincón como has podido comprobar, Bastianes es de las pocas personas justas que podrás encontrarte por aquí. A pesar de las apariencias, habéis tenido mucha suerte de caer en sus manos, siempre y cuando seáis hábiles y precavidos en vuestras funciones.-Zanjando el tema por el momento fue apoyando su cuerpo sobre la barra tomando una postura bastante distendida.-Además, hay cuestiones que, a priori, es mejor que no conozcáis por el bien de todos... En una buena función, nunca desvelarían el final nada más comenzar la obra, ¿cierto?
"Esta perfecta melodía que acompasa y guía mi movimiento es la voz de mi compañera Aegnor"
Gowther Irerath, El'Tael de los Fragmentos Extraordinarios.
Bastianes se disponía a ausentarse de nuevo, como si el propio faro le llamara al caer la noche, como un canto de sirena del que el Alto Capitán no podía desprenderse o resistir. Sin embargo, las palabras de TocToc le hicieron frenarse, girándo su cabeza para dar una rápida respuesta sin dejar de dar la espalda al resto de agentes del Ghostfinger.
- De ese asunto se encarga Julius, pero me temo que no tenemos noticias de ellos, se han cortado las comunicaciones que habían enlazado con nuestro mago de guerra al llegar . Temo lo peor...
Sin dar más explicaciones con un tema que claramente se le hacía incómodo, el veterano guerrero de más alto rango del emplazamiento militar salió del salón y del edificio.
" ¡Oh la Oscuridad...! "
Mablung volvió a las pocas horas de haberse ido, el druida parecía contento y resultaba casi hasta amable. Se unió a sus compañeros en la cena , pero no probó nada y le ofreció su plato a quien lo quisiese,- cené mientras estaba fuera-, explicó a quien le preguntase.
Tras la cena fue con el resto de reos hasta su lujosa cárcel y allí asistió a las palabras de Bastianes:- No se como se tomará la guardia que trabaje con ellos, dado mi historial pasado y reciente con ellos, pero si este trabajo me acerca la libertad y pagar mi deuda, así se hará-.
Al escuchar como preguntaban por la comitiva se puso un poco tenso mientras su mano se dirigía hacia el colgante que ahora llevaba, pero no le sorprendió la respuesta, lo más probable es que su arrogancia les hubiese llevado a un funesto destino...aunque en su fuero más profundo esperaba equivocarse.
-Yo os esperaré fuera y a ser posible me abstendré de entrar en esa ciudad lo máximo posible, aunque me temo que la visita a Eliander es obligatoria.- dijo con resignación.
Cuando Bastianes se retiró, sacó la pipa y dijo:- a mi no me es muy útil, pero si alguien la quiere que la coja. Solo sirve para ilustrar historias.
[En el almacén, con Targos]
Adriana escuchó en silencio y concentrada la información que Targos le ofrecía, componiendo en su mente ordenadamente el organigrama de aquella fortaleza. Al fin y al cabo, no era tan diferente a la jerarquía de la Corte que, aunque parecía ofrecer mayor libertad, ésta se mantenía sujeta a hilos invisibles y más enrevesados de lo que se percibía a simple vista.
- Sus palabras me tranquilizan - le respondió - y me regocija saber que esas mujeres están aquí por propia voluntad; a juzgar por su aspecto, no puedo imaginar el infierno del que provienen; celebro comprobar que aún existen personas como Bastianes que ofrecen una vida mejor a los más desdichados -
Tras esto, Adriana se sumió en el silencio que se apoderó de la estancia durante unos instantes que se antojaron eternos. No parecía intimidada ni incómoda ante esta pausa, simplemente le mostró una mirada limpia y una sonrisa confiada. Su voz suave y cándida afloró de nuevo:
- Bien, si no necesita nada más de mí, debo retomar mis obligaciones y no quiero robarle más tiempo. Ha sido un placer conversar con usted, Sir Targos, y le agradezco de nuevo el detalle y la compañía - comentó mientras sujetaba el paquete con los brazos en cruz sobre su pecho, como si fuera un tesoro preciado que quisiera proteger. Se encaminó hacia la puerta y, antes de salir al exterior, se giró para lanzarle una última mirada - por cierto, he de decirle tiene un gusto exquisito para los perfumes - se despidió con una pícara sonrisa antes de abandonar el almacén.
"Hay una grieta en todo, así es como entra la luz"
[Un faro, una mañana, una visita al mago de cabecera]
Khalion, paso decidido dejando atrás tanto torre como sacerdote rumbo a la herrería. En presencia del enano sacó la camisola prestada dos lunas atrás, devolviéndola. -Parece que hemos encontrado algo mas apropiado..- llevando su mano a armadura mágica obtenida del hobgoblin.- aunque hago ruido como una campana.. ¿pueden tus facultades modificar algo así? Siempre puedo cargar con un tachonado si fuera menester. - De entre la mochila extrajo la ballesta de mano de Ned, aún encasquillada.- Seguro que en tus manos recupera letalidad.. para mi es impropia, dadle el destino que se os antoje.
[En la forja]
El enano observó maravillado la nueva armadura de Khalión, a la que golpeó con sus nudillos para escuchar el metálico tintineo al que respondía al enano.
- Tienes una gran obra aquí, y mira las tallas labradas sobre las escamas... son... perfectas... Aunque pudiera amortiguar su cálido y harmónico sonido, que no puedo, no lo haría, sería mancillarla... ¡un poco de respeto por el trabajo de un artesano y su próposito!
El forjador observó la ballesta cuando ésta le fue ofrecida y la agarró con sus manos nudosas. asperas y llenas de callos...
- Si, se puede salvar, no debería ser muy complicado... le daremos buen uso, muchas gracias... Ahora coge lo que necesites de nuestros activos y buena suerte allá donde os lleven vuestros pasos... o donde Bastianes os mande...
" ¡Oh la Oscuridad...! "
[Al calor de la forja]
Con paseo indiferente el aasimar se alejo poco de la forja al cobijo de sus fuegos. Con regocijo por la calidez del lugar contempló la maestría del trabajo enano en armas y armaduras, valorando equilibrio y temple. -Aún de crío fui adiestrado en el manejo del acero, mas tarea pendiente siempre fue la arquería. Maestros artesanos trabajaron adaptando sus trabajos a mi naturaleza, ajena a su pueblo. Incapaz con el arco pero diestro con la ballesta, me hicieron una, manufactura élfica en un arma profana para ellos de largo mástil y contundentes flexores, carencia escasa compensado por su contundencia -por un momento su tono cambia, quizá sobrecogido por los sentimientos del pasado.-Me fueron arrebatadas..-sus ojos fueron a clavarse en los ondeantes estandartes de la corona.-así como mi pueblo. Quizá, no se, tengas una ballesta semejante, humana.. enana.. hará su papel.
Con delicadeza aflojó correas encarnadas de la máscara que portaba. Su origen parecía público muros adentro, incomodándole, haciendo su discreción fútil. -Fue dañada contra unos bugbears y remendada con desatino.. -mostrándosela al corpulento herrero enano.- Si el trabajo da un respiro y tiempo puedes dedicarle a una nueva, tendrías mi agradecimiento y la deuda contraída.
[Durante la cena]
Adriana sonrió ampliamente cuando escuchó las palabras de Bastianes comunicando que dispondrían de una montura individual para su próxima salida. No le hubiera importado volver a compartir viaje con Khalion, el pícaro había demostrado ser un avezado jinete y, aunque poco hablador, buen receptor del parloteo de la elfa, su compañía le había resultado sin duda placentera. Pero, por otro lado, poseer un caballo propio le confería una libertad que no pensó volver a disfrutar en mucho tiempo.
Antes de que el Alto Capitán abandonara la estancia, Adriana se levantó y se dirigió hacia él, portando entre sus brazos unos manuscritos que le tendió con seguridad.
- Señor, me tomé la libertad de transcribir y elaborar un informe detallado de todo lo acontecido en nuestro viaje, además de añadir los detalles fundamentales de la reunión de esta mañana. También he incluido una copia del inventario que le entregué a Sir Targos del material requisado. Espero que le sirva de ayuda.
Le miró fugazmente a los ojos, para luego desviar la mirada hacia el suelo, avergonzada. La presencia de aquel hombre le recordaba continuamente el desdichado fallecimiento de su hija y aún no se sentía con la fuerza suficiente para hacer frente a su ira, rabia e impotencia contenida. Aún sabiendo que no había sido responsable de aquella desgracia, no podía evitar sentir una punzada de culpabilidad.
Volvió con sus compañeros a la mesa y comenzó a comer con más avidez de la acostumbraba, como si tuviera prisa por terminar y marcharse a sus aposentos.
[De noche, en sus habitaciones]
El día había resultado ser intenso y productivo, pero lejos de sentir agotamiento, Adriana experimentaba una energía inusual, fruto de la expectación ante la tarea que le quedaba por realizar.
Antes de nada, desenvolvió con cuidado el paquete que le había entregado Targos y colocó los ropajes sobre una silla, contemplándolos con una mirada brillante y emocionada. Quería que se mantuvieran perfectamente extendidos, sin arruga ni mácula alguna, hasta el día siguiente.
Preparó los utensilios y materiales necesarios y los dispuso en un rincón de la habitación, sin más luz que el titileo de una vela encendida en el escritorio. Respiró profundamente y cerró los ojos para concentrarse, mientras recitaba las palabras precisas, en el tono y con la cadencia adecuadas e incorporaba ingredientes.
Absorta en su ritual y después de largos minutos de mezcla y letanía, una ligera neblina comenzó a formarse en el ambiente, de colores pasteles tenues que se entrelazaban y giraban en el aire creando graciosos arabescos. Poco a poco, la cada vez más densa niebla comenzó a tornarse en una figura, primero sin forma definida, para ir adoptando la apariencia de un ser alado que se convertiría en un unicornio una vez finalizado el ritual.
Adriana abrió los ojos abruptamente, impaciente por encontrar a su nuevo compañero; el pequeño ser revoloteaba por encima de su cabeza enérgicamente.
- ¿Por qué has tardado tanto, Adriana? - escuchó en su mente, reconociendo la misma voz que en la de su sueño - ¡hay muchas cosas por hacer! Soy Spark, tu nuevo compañero. Necesito ponerme al día, cuéntamelo todo -
Emocionada, la hechicera conversó con él hasta bien entrada la noche, apurando los minutos antes de sumirse en su trance habitual. Con Spark a su lado, se redujo el miedo a aquellas pesadillas que parecían haberle dado un respiro.
"Hay una grieta en todo, así es como entra la luz"
La noche fue corta, como suelen serlo las noches cercanas al invierno, despejada pero fría, silenciosa salvo por los cambios de guardia y los comentarios de los soldados a los largo de sus rutas alrededor de la recia empalizada. Cuando las tempranas horas del amanecer se aproximaban, lentos pero inminentes, las nubes cargadas de lluvia volvieron a aglutinarse formando una barrera que escondía al Sol entre una cortina gris del color de la ceniza. Pronto el agua volvió a caer del cielo, lamiendo la tierra con sus húmedas fauces.
No hubo desayuno, puesto que el grupo de agentes debía salir cuanto antes, aunque a todos les esperaba un hatillo con viandas para el viaje con sus nombres escritos sobre la mesa del pequeño salón comunal, una letra elaborada, que Adriana pudo reconocer como la de Targos las etiquetaba ordenadamente.
Al salir del edificio, la figura de Broser les esperaba, embutido en su armadura metálica con los emblemas de La Corona y con su espada larga reglamentaria envainada, el joven parecía algo cansado. La lluvia se deslizaba por todo su ser empapándolo y dejando sus cortos rizos oscuros pegados a su frente, aun así, no se quejaba, y cuando les recibió indicó amablemente que le siguieran hasta las cuadras situadas adyacentes a los barracones de caballería. Una vez allí, sendos caballos para todos les esperaban, entre ellos, uno de los corceles rápidos que habían rescatado de los bandidos la noche anterior.
Boser dio ódenes de abrir la puerta de Ghostfinger y se despidió deseando suerte a todo el grupo, intentó forzar una sonrisa, aunque el agotamiento la desfiguró en algo más siniestro de lo que el oficial pretendía.
El camino hasta Saltmarsh en caballo, y a pesar del barro del sendero, fue rápido y sin incidentes. Un par de patrullas se cruzaron con los agentes, pero no hicieron preguntas ni les pararon. Lo mismo ocurrió con la guardia de la puerta de Saltmarsh, tras una desafiante mirada a todos, fijada principalmente en Mablung, éstos les dejaron pasar sin emitir ningún comentario o palabra alguna.
La posada de la "La cabra de mimbre" les esperaba, y haciendo honor a la hospitalidad ya recibida anteriormente, Lankus les recibió con alegría, en parte porque quizás había empezado a apreciarles, o quizás porque eran lo único que les separaba de una soledad provocada por la total ausencia de clientes, salvo cuando Manistrad y sus allegados se pasaban un par de días a la semana a beber como si el mundo se fuera a acabar al día siguiente.
-Dejad que me encargue de los caballos, ... entrad rápido ... la chimenea está encendida y pronto os podré preparar algo de comida.
Una mirada de soslayo rápida hizo que sus ojos se posaran sobre el druida, el que aún no conocía en persona.
- Debes ser Mablung, encargado de conocerte... tengo... un... paquete para tí... si me permites te lo entrego enseguida... pues es algo extraño y ... creo que el envoltorio... sangra... me lo dejaron en la puerta anoche con una nota escrita por alguien no muy docto en las artes escribanas,... además empieza a oler un poco raro también...
" ¡Oh la Oscuridad...! "
Antes de salir y mientras recogía su hatillo, Mablung comprobó que alguno de sus compañeros hubiese cogido el cilindro con el mensaje para Eliander, cogiéndolo si nadie la hubiese hecho. Durante el viaje revisó sus viandas seleccionando lo que poder dar a alguno de sus compañeros.
Cuando Saltmarh se dibujó en el horizonte su ceño se frunció de nuevo y al pasar por las puertas devolvió desafiante la mirada a los guardas.
-No quiero ser descortés pero quiero entregar el mensaje y salir fuera de estos de muros lo antes posible y si eso implica saltarse el desayuno que así sea.- contestó a Lankus.
-¿Un paquete para mi, aquí?- contestó con genuino asombro- tráelo para que lo abra o indícame donde esta, para no manchar la posada.