- Por mí no hay problemas en que os quedéis la moneda, nunca he querido relacionarme con ese tema de Chack y no voy a empezar ahora. Lo que hagáis con ella es cosa vuestra. Si no vamos al templo me acercaré a la arboleda druidica, quiero poner sobre aviso a Golfrin.-
- Si no hay más que hacer nos veremos en la puerta del consistorio, aunque dudo que mi presencia sea bien recibida allí, si queréis os esperaré fuera.-
- Me alegra saber que mi muerte le será útil a alguien... - contesta a Khalion con una sonrisa irónica. No parecía intimidado por las palabras del aasimar. Se frotó las sienes.
- Vamos a intentar organizarnos. - dice antes de que Leobald y Mablung se retiren - Estoy de acuerdo con Toc-Toc en que no deberíamos separarnos mucho más. También me parece una buena elección que Mablung porte la moneda. Kahlion - añade sobre ese tema - no te falta razón, pero parece que poco provecho podemos sacar de la moneda. Quizá mañana podamos poner encima de la mesa los objetos que encontramos en la guarida de Sanbalet, incluyendo la moneda aunque coincido con Toc-Toc en su planteamiento - y ver si algo destaca a sus poderes. Intentaré que Lathander nos ayude también. -
- Este anochecer tenemos la visita con el Magistrado. Mañana la reunión del Consejo. Al menos sabemos que Ostor no ha informado de nuestros planes para intercpetar a los contrabandistas a estos. Aunque podríamos haber conseguido que ese encargo fuera mucho más sencillo de haberle dejado hablar más... - dice aún enfadado con el impulsivo enano.
- Mablung, antes de que te vayas a avisar a tu amigo el druida, creo que podemos hacer una prueba, si a ti no te importa Adriana, para comprobar si, efectivamente, son tus poderes los que causan ese efecto. Aquí mismo y en un momento. Aunque parece que los efectos tienen cierto retardo desde que Adriana usa sus poderes hasta que los efectos se hacen patentes, creo que con lanzar un pequeño conjuro sosteniendo unas flores y reposar un poco, como pide Leobald, podremos ver si es ese el origen y no otro. -
Mira a Adriana esperando que le parezca bien su plan. - Si a ti te parece bien por supuesto. -
- Por último, pero no menos importante, Chak. ya sabéis mi opinión sobre ese personaje pero ahora parece que tengo un interés personal en quitárnoslo de encima. Podemos tenderle una emboscada para que la guardia le aprese y nos deje tranquilos, y permita a Khalion cobrar la recompensa por mi cabeza en lugar de dársela a ese malnacido. -
- El almanaque de las mareas... Estoy inmerso en su estudio... ¿Deseas el de rituales de apareamiento humanos? - Contestó a Leobald.
Después, intenta detener a exasperado humano. - Hasta que tengamos el encuentro con Chack, separarnos durante el anochecer y durante la noche, sería un error… Chack puede acechar a uno de nosotros y acabar con el sin que el resto le pueda prestar ayuda. Si es que cumple su palabra de acudir por la noche y no acude antes. Por ello, creo que es un error ir solo al claro esta noche, Mablung. Quizás una emboscada con la guardia sea difícil, pero al menos no le facilitemos las cosas.
- Propongo que dejemos dicho en la guardia que, si ven una luz en una ventana determinada, es que estamos recibiendo un ataque. ¿Os parece?
- Entonces es cierto… - musitó al escuchar las revelaciones de Leobald, levantándose de la silla y paseando lentamente frente a la chimenea - Varias visiones me han atormentado estas noches desde que nos unimos. La primera fue en Gosthfiger y la segunda en esta misma posada. En ambas, un sonido estridente y crepitante, que aumentaba de intensidad llegando a ser ensordecedor, me erizaba la piel inundándome de un terror que jamás había experimentado. En la primera, fui capaz de atisbar una sombra incorpórea que colgaba del techo sobre uno de los camastros. Pero en la segunda… - la elfa se detuvo unos segundos, intentando recobrar fuerzas para describir aquella visión - la oscuridad de la habitación fue tomando forma, mientras se deslizaba entre los rincones, serpenteando, acercándose a mi cama. Pude observar un.. rostro, deformado y siniestro, parecía… el rostro de una mujer, sin nariz, con la boca retorcida en una mueca dantesca, con volutas que ascendían sobre su cara y formaban pequeños cuernos sobre su cabeza. Le acompañaba igualmente ese sonido estridente e insoportable. Intenté moverme, escapar de aquella aberración, pero mis extremidades no respondían. Se acercó a mí de una forma agonizante, deslizándose sobre mi cuerpo hasta parar a escasos centímetros de mi rostro. Notaba su aliento en mi cara, casi podía sentir su saliva que rezumaba por unos escasos y podridos dientes caer sobre mí… y de pronto desapareció en una bruma, dejando solo un olor pútrido y húmedo - todo el cuerpo de Adriana estaba en tensión, atenazado por el miedo al revivir aquel momento - si Leobald ha detectado ese mal… entonces no permanece solo en mis visiones, es real- les miró angustiada, dejándose caer de nuevo en el sillón. Su mirada se perdió en el fuego del hogar, recobrando poco a poco la templanza.
Más sosegada y con determinación, habló directamente a Mablung y Godric
- Estoy dispuesta a utilizar mis poderes para dilucidar si soy yo la que está provocando esta muerte y putrefacción, aunque quizá la presencia de la que os he hablado ni siquiera necesite de mis habilidades para manifestarse - Se levantó de nuevo y se preparó para actuar.
De soslayo, pudo ver como Leobald abandonaba la estancia. Sintió con tristeza cómo el caballero perdía la paciencia e incluso la esperanza en el grupo. Pudiera ser que rememorar el motivo por el que estaba allí hubiera ensombrecido su ánimo. Unas horas a solas le vendrían bien para reconfortar su alma de nuevo.
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"Hay una grieta en todo, así es como entra la luz"
Las horas de la tarde comenzaron a correr lentas al principio, cuando Leobald, con un libro prestado sobre erotismo ilustrado, subía a sus aposentos para "leerlo" a solas, Mablung y Adriana probaban una cadena de conjuros simples en el gran salón de la posada, observados por un agotado Khalion que se había vuelto a sentar en una de las pocas sillas aún sin mancillar cerca de la chimenea. Las delicadas manos de la alta elfa parecían desenvolverse ágiles mientras tejía su magia de iniciada, probando pequeñas ilusiones que se mostraban coloridas y estáticas a su alrededor, flores y plantas, imágenes de animales de los bosques, y frutos de una apariencia tan jugosa que hasta parecían reales pasaron su turno a crear vivas llamas en sus manos, dispuestas a saltar en cualquier momento para quemar y dañar a sus enemigos... Cuando acabaron su sesión, sin efecto inmediato visible, el druida recogió sus pertrechos y tras ignorar la recomendación de no separarse de Godric, se marchó del local sin mediar más palabra.
Según avanzaba la tarde, y la noche se acercaba, el tiempo comenzó a pasar más rápido y las nubes que volcaban su persistente llovizna se aclararon, para cuando casi llegó la hora establecida para la reunión con el magistrado, Mablung volvió a entrar por la puerta dispuesto a reunirse con los demás. Todos se fueron incorporando de nuevo en el tumefacto salón para salir en dirección a la mansión del magistrado Moebius, ayudados por las indicaciones de Eliander para saber localizarla. Un ligero rugido sonó en los estómagos de algunos, pues el hambre atenazaba, con una cocina casi impracticable y tras el incidente con Brondir, el enano no había vuelto a aparecer por allí, quizás esperando que Khalion cumpliera su parte y saliera de su posada para no volver más nunca. Prácticamente no habían comido ni cenado. Sólo unas gachas que no sabían a nada descansaban sobre una de las mesas del gran salón esperando a ser aprovechadas.
El viaje hasta el gran caserón hogar del Magistrado, y edificio que a la par actuaba como juzgados, no fue muy largo. La colina elevada que recorría la parte oeste de Saltmarsh de Norte a Sur, donde una escarpada costa lo limitaba en su parte más elevada, fue fácil de encontrar, un pavimentado camino bien cuidado que contrastaba con las miserias del barrio adyacente situado a decenas de metros más abajo, les daba la bienvenida a una zona salpicada de mansiones y grandes casas ajardinadas rodeadas de grandes parcelas. Farolas de aceite que alguien se encargaba de mantener encendidas por la noche, ayudaba a reforzar el aire de ostentación de esa parte de la ciudad, ... Un par de edificios en esa amplia zona llamaron la atención sobre las demás haciendas de las grandes y más ricas familias de Saltmarsh. Una de ellas parecía una gran torre de varios pisos, aunque su arquitectura parecía extrañamente diferente a todo lo que le rodeaba, casi más arcana, podría decirse que sus plantas podían oscilar entre tres y cinco, aunque era difícil de discernir. El segundo edificio, sin duda originalmente había sido otra mansión de la zona, pero había sido reformada por hábiles manos y con variaos añadidos de masoneria y refuerzos de sus estructuras, éste había adquirido una estructura con un aire más de oficinas y centro de mando, lo que era raro para el vencindario circundante. Un cartel metálico en la verja de acero que limitaba su parcela explicaba su naturaleza y uso "Centro Logístico de la Compañía Minera de la Corona"
Las indicaciones les condujeron por diferentes zonas del barrio rico hasta llegar a una mansión de dos plantas y tejados acabados en picos y torres, paredes oscuras y un intenso aspecto siniestro parecía presagiar un destino aciago a los que allí fueran juzgados. Ésta estaba rodeada también por un verjado de grandes lanzas de acero acabadas en afiladas puntas que ayudaban a disuadir a los invitados no deseados y amigos de lo ajeno... En la puerta, dos guardias vestidos en barrocos uniformes tremendamente recargados, con sombrero de copa, collarín en estilo lechuguilla y con sendos diseños afines a la corona en sus coloridos tabardos esperaban posando vigilantes y en posición estática mirando al frente y sin moverse un ápice, casi como si fueran estátuas disfrazadas y armadas con pesadas alabardas que más parecían otro elemento decorativo que un arma en sí misma.
Al verles, la guardia pareció reconocerles esperando su llegada, y tras un elaborada y pomposa cadena de movimientos, se situaron a ambos lados de la puerta enrejada que daba acceso a la parcela interior y la abrieron, indicando con sus alabardas, sin elaborar una sola palabra, en la dirección de la puerta principal a la mansión, situada a un par de decenas de metros en terreno aún más elevado.
Caminando hacía la puerta cerrada, todos se percataron de la pesada aldaba que presidia el centro del robusto portón adornado en grecas rectangulares en espiral. Esta tenía la forma de la cabeza de una gárgola, que mordía con saña el aro de hierro con el que se golpeaba para ejecutar la llamada e informar de su presencia. Tras un par de intentos, finalmente al minuto, los goznes de la puerta comenzaron a ceder abriéndose para dar paso a un alargado hall de entrada. Un joven de pelo claro y barba oscura, con una perfecta piel pálida y mirada profunda les dio la bienvenida. Al contrario que los guardas de la entrada, éste parecía usar un traje elegante y formal pero bastante práctico y cómodo, sin duda hecho a medida, pero sin nada que resaltara especialmente.
- Bien hallados señorías, el magistrado os está esperando, mi nombre es Adrian, sin acento, y estoy aquí para servirles y acomodarles lo mejor posible. Por favor acompañenme a la salita de espera.
Adrian Bloodeyes
El humano, que hacía las veces de mayordomo del magistrado, caminó por el alfombrado hall, de nuevo recargado de muebles barrocos y exagerados, con caros jarrones traídos de lejanas tierras y extraños cuadros de gran tamaño representando escenas de caza con galgos. Al avanzar, vislumbraron una gran puerta abierta que daba paso a un enorme salón, allí pudieron ver a una abotargada y oronda figura sentada en un gran sillón apto para su desprorcionado tamaño, era un humano calvo y con una piel correosa y enfermiza, vestido con una cara bata de lujo y diversa joyas, como anillos de oro labrados por los mejores orfebres y un llamativo broche del color de la sangre. Cerca de él, varios sillones más, de un tamaño más estándard, se habían dispuesto en círculo cerca de la candente chimenea que caldeaba toda la estancia.
Conde Moebius el Magistrado
Sin embargo, el mayordomo no les indicó que pasaran al salón de inmediato, sino que les condujo hasta una salita de espera secundaria al final del hall, allí con todos una vez dentro les informó educadamente del protocolo a seguir.
- Esperaré fuera, mientras preparo el té, a que todos se cambien con las vestimentas apropiadas para ser recibidos por su Señoría. No sé si la dama que nos acompaña esta noche necesita una estancia a parte para cambiarse o lo hará aquí junto a los demás, no estoy acostumbrado a tener invitados tan variopintos en razas y culturas.
Adrian, les dio a entender que el Magistrado esperaba recibir a sus invitados vestidos a la altura que él creía merecer y no con los ropajes de aventureros que normalmente portaban. Y que daba por hecho que si no habían venido así ya vestidos era porque lo pensaban hacer ahora en el interior de la hacienda.
Os he añadido un par de entradas en el mapa general de Saltmarsh del primer post de la aventura.
Sin comprender muy bien, Mablung saca del fondo de su mochila un fardo de ropa similar al que lleva puesto, quizás un poco mas limpio y se cambia su exigua vestimenta mientras murmura por lo bajo lo estúpido de algunas cosas de la civilización, cuando acaba de cambiarse los pantalones y las pieles que usa a modo de túnica/capa. Sale de la estancia y espera a sus compañeros, que al ir normalmente mas vestidos tardaran más.
Sintiéndose muy avergonzado, Godric intenta limpiarse las ropas que lleva, sabiendo que no tiene nada más que ponerse. Mira al mayordomo y se encoge de hombros, intentando alisar una arruga de su capa sin mucho éxito.
TocToc asintió a sus compañeros y se retiró a su habitación a descansar. En su habitación anotó las inscripciones que había visto con en los tatuajes en el circulo druídico, contratándolas con sus propias notas. Fatigado se frotaba los ojos y cotejaba las marcas con las del almanaque. También anotó las inscripciones del cadáver de Colton. Al poco el cansancio le pudo y con algo de fatiga recogió los papeles y se acostó en la cama.
No solo estaba el lich, había también había otro poder corruptor. Eso significaban luchas de poder, rivalidades. La idea le ayudo a conciliar un reparador sueño.
[En la recepcion]
TocToc miró con incomprensión al joven. - ¿Quizás el abrigo de Sambalet pueda serme útil en esta ocasión? - Pregunto a sus compañeros mostrándoles un abrigo de bastante calidad, de lujo, que llegaba desde los hombros hasta el suelo tejido en una tela bien cuidada con retazos de seda en un verde iridiscente y lleno de bolsillos.
Leobald se peinó los cabellos hacia atrás con una mano despejando su frente, pero eso fue todo. Las canas se asomaban a sus sienes. No estaba dispuesto a retirar su armadura en un lugar tan siniestro. En aquella ciudad todas las precauciones eran pocas y el asunto del hobgoblin hacia tiempo que había dejado de incumbirle. Nadie había hecho su elección.
—Si la etiqueta exigiera que me retirase la armadura esperaré fuera —comentó a sus compañeros cuando el sirviente les dejó solo—. Es harto costoso volver a ponerla y si algo nos ha enseñado esta ciudad es que es peligrosa. En cualquier caso tampoco tengo otra vestimenta más apropiada —comentó lacónicamente.
El caballero adoptó un segundo plano en adelante, dejando el peso de la conversación a sus compañeros.
El hombre cuervo le alcanzó el abrigo a Leobald o a Godric. - Si te vale sería buena cosa que hablase un humano, me da que aquí no están acostumbrados a tratar con otras razas no humanas.
Con su porte erguido y la cabeza alta, y un caminar seguro y firme, Adriana llegó junto con sus compañeros al caserón de la parte pudiente de Saltmarsh. Una amplia sonrisa se dibujó en su rostro en el momento en que las puertas se abrieron, destinada a quien quiera que fuera el que se encontrara tras ellas.
Saludó cortésmente al joven y atractivo mayordomo, devolviéndole una mirada igualmente intensa, divertida por la coincidencia de los nombres. Le siguió, observando su alrededor, sintiéndose más cómoda por hallarse en un lugar lujoso y de una extravagante pomposidad, más afín al contexto en el que la alta elfa acostumbraba a moverse antes de su condena.
Ante el requerimiento del joven, la hechicera contestó
- Si es tan amable Adrian - le dijo dulcemente, marcando su nombre sin acento como bien había señalado - le seguiré a otra estancia para adecentarme como la situación lo requiere- afortunadamente y, sabiendo que podría necesitarlo, llevaba consigo su vestido de gala. No era cuestión de pudor el solicitar intimidad para cambiarse, sino más bien de reglas y protocolo.
Khalion observó al resto, sorprendido. Se miró la armadura mágica, frotando a mano desnuda allí donde parecía menos limpia. Lo mismo sobre aquellos pantalones de cuero que ya habían sufrido alguna que otra contienda.
-Me veo correcto.-dijo al joven mayordomo detrás de su máscara.
-Supongo..- dijo Godric - que esperaremos aquí a nuestra amiga. - indicó a Adrian mientras esté se iba a guiar a Adriana a cambiarse. - Gracias Toc-Toc - dijo aceptando el abrigo al ver que el caballero no hacia ademán de cogerlo. - supongo que tendrá que valer - dijo poniéndose el elegante abrigo sobre su armadura.
Adrian, sin acento, guió a su acompañante femenina fuera de la sala de espera principal a una situada en la pared opuesta del pasillo que conectaba con el Hall de entrada principal. Esa habitación era algo más pequeña y su decoración intentaba asemejarse a patrones más femeninos... pero el resultado era una recargada sala de cortinas rosas y flores de encaje tapizadas hasta en los sillones y muebles que la habitaban. La alta elfa sin duda se dio cuenta de que el decorador había sido un hombre con un pésimos sentido del gusto artesanal o conocimiento alguno sobre las últimas tendencias en gustos femeninos.
- Tómese el tiempo que necesite señorita, iré a calentar mientras el agua para el té.
Tras su metódica frase, el mayordomo se retiró dejando a Adriana sóla en la salita para cambiarse a su antojo.
Varios minutos después, quizás algo excesivos para gente impaciente, el pálido sirviente volvió a aparecer para reunirlos a todos de nuevo y conducirlos hasta el gran salón donde el Magistrado les esperaba, les dedicó un rápido vistazo a todos pero no emitió juicio alguno, su perfecta cara de veterano jugador de cartas hizo su trabajo, y sin en algún momento las vestimentas inapropiadas de todos los presentes le había producido alguna contrarierad, éste no pareció mostrarla en modo alguno.
Una vez que todos estuvieron acomodados, en la habitación más grande de la mansión, Moebius les hizo un refinado ademán con la mano a modo de saludo, el protocolo le hubiera exigido levantarse para recibir a sus invitados, pero la enormidad de su cuerpo y la enfermedad que lo azotaba no le permitían ese tipo de protocolos sociales.
- Bienvenidos a mi humilde hogar "Agentes", es un honor para mi teneros como invitados, ... los miembros de la maquinaria de la Corona siempre tienen que alimentar y cuidar sus relaciones, cuidar unos de otros para que la ley y la voluntad de nuestra amada Monarca llegue a cada rincón de su reino. Eliander me comunicó vuestra llegada hace algunos días, y desde ese mismo instante no he dejado de desear ni un minuto conoceros. Tenéis que probar el té rojo que hace Adrian, ese olor y sabor ferroso, tan intenso, las hierbas traídas de lejanas tierras, exóticas... satisfacen hasta el más fino paladar... Algún día le preguntaré donde las consigue, pero me temo que quizás su respuesta roce la ilegalidad y tendría que condenarle... ja ja ja... no es broma... si fueran de contrabando le condenaría sin dudarlo un segundo...
El extraño y jocoso comentario, que quizás no lo fuera tanto, del Magistrado y qué sólo pareció hacerle gracia a él, se vio interrumpido cuando el mayordomo trajo una bandeja en plata con tazas para todos los presentes y una elaborada tetera labrada en el mismo material que la bandeja donde era portada. Tras servir media taza del intenso té rojo casi hirviendo a todos los Agentes, con una reverencia hacia Moebius, éste se volvió a retirar en silencio.
Mientras su orondo anfitrión sorbía gustoso de la taza, como si el infernal calor del brebaje no le afectara en absoluto, Godric pudo observar más de cerca el estado de su correosa piel, muy dañada y con escaras que se alternaban con algunas ampollas del tamaño de una monera de oro recién salida de la casa de la moneda real. El Magistrado llevaba guantes de una fina tela sedosa y blanca, así que la única parte de piel expuesta era la de su rostro y parte de su cuello.
- Y bien contadme ... ¿Qué importantes y relevantes misiones os han traido a este rincón olvidado del mundo? La Corona ha tenido que verse muy "amenazada" para mandar un grupo tan amplio de expertos agentes de campo a estos territorios.
Leobald se mantuvo en segunda fila, con las manos cruzadas tras la espalda, al margen de las miradas escrutadoras de su ilustre anfitrión.
Mientras el resto llevaba el peso de la conversación, se permitió observar discreta, pero detenidamente, los gestos de su interlocutor en buscada de segundas intenciones en sus palabras. También puso atención por ver si alguien más estaba escuchando la conversación o si la casa mantenía algún otro sirviente al margen del que ya conocían. Era una casa grande, demasiado grande para una sola persona.
Leobald no probó bocado o bebió nada, declinando cortésmente cualquier ofrecimiento, escudándose en su delicado estómago.
- Gracias Adrian -dice Godric en voz baja al sirviente esforzándose en no poner acento alguno en el nombre.
- Mi Señor Magistrado - dice Godric intentando parecer digno y realizando una inclinación de cabeza a modo de humilde saludo ante un superior cuando este les indica que puede hablar.
- Gracias por recibirnos en su elegante morada. La Corona ha tenido a bien enviarnos aquí para ayudar en todo lo que nuestras pobres habilidades puedan ser útiles para la Reina. Precisamente nos encontramos aquí, en la ciudad, en una de estas misiones, encomendadas por el Alto Capitán, Bastianes. Un asunto menor, pero que sin embargo, vamos a requerir de su inestimable ayuda para aumentar nuestras posibilidades de éxito. -
Khalion, expectante, dejó hacer a humanos, quedando junto al veterano caballero en segunda línea. Armadura decorada y máscara al cinto, con ojos todo azul, atentos a la situación.
TocToc, vestido con poco elegantes ropas también tenía intención de mantenerse al margen de la conversación limitándose a hacer una educada y respetuosa reverencia al entrar. La situación le era desagradablemente familiar, mostrar el máximo respeto por una figura poderosa que sin duda lo despreciaba e infravaloraba. El exótico té reforzó la familiaridad y tras probar el té no pudo evitar olvidar su inicial intención de permanecer en segundo plano interviniendo en las cortesías iniciales.
- Nos honra su recepción en su, sin duda, apretada agenda. Como agentes de la corona solo deseamos la prosperidad de la misma y facilitar la encomiable e inestimable labor de sus más notorios agentes. Por ello esperamos no ocupar mucho más de su preciado tiempo. Y no solo nos agracia con su pronta recepción, sino que nos ofrece un exótico y excelente té… Si me permite preguntarle, ¿De dónde proviene y donde lo consigue? – Preguntó adulador, papel al que estaba más que acostumbrado.
El Magistrado no paraba de dar largos tragos a su taza casi como si le fuera la vida en ello, acabando con su contenido tan rápido que apenas habían acabado de hablar sus invitados presentándose cuando depositó la delicada cerámica sobre el plato pequeño de té completamente vacía.
- Exquisito... digno de Dioses si me permitís la osadía de esta afirmación...
Girándose hacia el kenku, Moebius inclinó la cabeza en señal de satisfacción al escuchar las aduladoras palabras del hombre ave. Su rostro pareció enrojecerse temporalmente, posiblemente debido al calor de la infusión recorriendo ya su cuerpo, o quizás porque TocToc había elegido correctamente sus palabras, y eso le había congraciado especialmente. En cualquier caso la enfermiza piel del magistrado hacía confusa una interpretación de ese tímido gesto.
- No puedo revelaros su procedencia puesto que se encarga, como mencioné hace unos minutos, mi cuidador y mayordomo Adrian. Puede preguntarle a él antes de abandonar mi humilde hacienda, estoy seguro que le corresponderá con la información que requiere... pero por favor... no me la cuente... prefiero vivir con ese intrigante misterio en mi vida.
Tras una ligera carcajada, sus brazo se posó en el reposadero de su ingente sillón adaptado a su tamaño. Como pudo giró levemente su torso hacía Godric al que observó detenidamente.
- Si está en mis manos, ninguna contrariedad debería obstaculizar una misión de la Corona, por nimia que parezca. Bastianes es un buen hombre, todo arrojo y eficiencia, un gran activo al que admiro. Hecho de menos sus visitas... hace tanto que no se pasa... pero entiendo que está ocupado, y visitar a un hombre enfermo no debe estar entre sus preferencias. Si le veis, hacedle llegar mis saludos y respetos, y quizás un recordatorio de que se pase por aquí más a menudo...
El magistrado suspiró mientras miraba su taza vacía, intentando forzarse a esperar para pedir que se le rellenara cuanto antes, mientras esperaba a que el sacerdote expusiera su requerimiento.
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" ¡Oh la Oscuridad...! "
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- Por mí no hay problemas en que os quedéis la moneda, nunca he querido relacionarme con ese tema de Chack y no voy a empezar ahora. Lo que hagáis con ella es cosa vuestra. Si no vamos al templo me acercaré a la arboleda druidica, quiero poner sobre aviso a Golfrin.-
- Si no hay más que hacer nos veremos en la puerta del consistorio, aunque dudo que mi presencia sea bien recibida allí, si queréis os esperaré fuera.-
- Me alegra saber que mi muerte le será útil a alguien... - contesta a Khalion con una sonrisa irónica. No parecía intimidado por las palabras del aasimar. Se frotó las sienes.
- Vamos a intentar organizarnos. - dice antes de que Leobald y Mablung se retiren - Estoy de acuerdo con Toc-Toc en que no deberíamos separarnos mucho más. También me parece una buena elección que Mablung porte la moneda. Kahlion - añade sobre ese tema - no te falta razón, pero parece que poco provecho podemos sacar de la moneda. Quizá mañana podamos poner encima de la mesa los objetos que encontramos en la guarida de Sanbalet, incluyendo la moneda aunque coincido con Toc-Toc en su planteamiento - y ver si algo destaca a sus poderes. Intentaré que Lathander nos ayude también. -
- Este anochecer tenemos la visita con el Magistrado. Mañana la reunión del Consejo. Al menos sabemos que Ostor no ha informado de nuestros planes para intercpetar a los contrabandistas a estos. Aunque podríamos haber conseguido que ese encargo fuera mucho más sencillo de haberle dejado hablar más... - dice aún enfadado con el impulsivo enano.
- Mablung, antes de que te vayas a avisar a tu amigo el druida, creo que podemos hacer una prueba, si a ti no te importa Adriana, para comprobar si, efectivamente, son tus poderes los que causan ese efecto. Aquí mismo y en un momento. Aunque parece que los efectos tienen cierto retardo desde que Adriana usa sus poderes hasta que los efectos se hacen patentes, creo que con lanzar un pequeño conjuro sosteniendo unas flores y reposar un poco, como pide Leobald, podremos ver si es ese el origen y no otro. -
Mira a Adriana esperando que le parezca bien su plan. - Si a ti te parece bien por supuesto. -
- Por último, pero no menos importante, Chak. ya sabéis mi opinión sobre ese personaje pero ahora parece que tengo un interés personal en quitárnoslo de encima. Podemos tenderle una emboscada para que la guardia le aprese y nos deje tranquilos, y permita a Khalion cobrar la recompensa por mi cabeza en lugar de dársela a ese malnacido. -
PbP Character: A few ;)
-Veo que has llegado a la misma conclusión que yo- dice Mablung- me parece bien la idea de probar aquí si se confirma nuestra teoría.
-Respecto a Chack, como te debo una, me amoldarse a lo que decidas-
- El almanaque de las mareas... Estoy inmerso en su estudio... ¿Deseas el de rituales de apareamiento humanos? - Contestó a Leobald.
Después, intenta detener a exasperado humano. - Hasta que tengamos el encuentro con Chack, separarnos durante el anochecer y durante la noche, sería un error… Chack puede acechar a uno de nosotros y acabar con el sin que el resto le pueda prestar ayuda. Si es que cumple su palabra de acudir por la noche y no acude antes. Por ello, creo que es un error ir solo al claro esta noche, Mablung. Quizás una emboscada con la guardia sea difícil, pero al menos no le facilitemos las cosas.
- Propongo que dejemos dicho en la guardia que, si ven una luz en una ventana determinada, es que estamos recibiendo un ataque. ¿Os parece?
Zevatur, Rolthos
- Entonces es cierto… - musitó al escuchar las revelaciones de Leobald, levantándose de la silla y paseando lentamente frente a la chimenea - Varias visiones me han atormentado estas noches desde que nos unimos. La primera fue en Gosthfiger y la segunda en esta misma posada. En ambas, un sonido estridente y crepitante, que aumentaba de intensidad llegando a ser ensordecedor, me erizaba la piel inundándome de un terror que jamás había experimentado. En la primera, fui capaz de atisbar una sombra incorpórea que colgaba del techo sobre uno de los camastros. Pero en la segunda… - la elfa se detuvo unos segundos, intentando recobrar fuerzas para describir aquella visión - la oscuridad de la habitación fue tomando forma, mientras se deslizaba entre los rincones, serpenteando, acercándose a mi cama. Pude observar un.. rostro, deformado y siniestro, parecía… el rostro de una mujer, sin nariz, con la boca retorcida en una mueca dantesca, con volutas que ascendían sobre su cara y formaban pequeños cuernos sobre su cabeza. Le acompañaba igualmente ese sonido estridente e insoportable. Intenté moverme, escapar de aquella aberración, pero mis extremidades no respondían. Se acercó a mí de una forma agonizante, deslizándose sobre mi cuerpo hasta parar a escasos centímetros de mi rostro. Notaba su aliento en mi cara, casi podía sentir su saliva que rezumaba por unos escasos y podridos dientes caer sobre mí… y de pronto desapareció en una bruma, dejando solo un olor pútrido y húmedo - todo el cuerpo de Adriana estaba en tensión, atenazado por el miedo al revivir aquel momento - si Leobald ha detectado ese mal… entonces no permanece solo en mis visiones, es real - les miró angustiada, dejándose caer de nuevo en el sillón. Su mirada se perdió en el fuego del hogar, recobrando poco a poco la templanza.
Más sosegada y con determinación, habló directamente a Mablung y Godric
- Estoy dispuesta a utilizar mis poderes para dilucidar si soy yo la que está provocando esta muerte y putrefacción, aunque quizá la presencia de la que os he hablado ni siquiera necesite de mis habilidades para manifestarse - Se levantó de nuevo y se preparó para actuar.
De soslayo, pudo ver como Leobald abandonaba la estancia. Sintió con tristeza cómo el caballero perdía la paciencia e incluso la esperanza en el grupo. Pudiera ser que rememorar el motivo por el que estaba allí hubiera ensombrecido su ánimo. Unas horas a solas le vendrían bien para reconfortar su alma de nuevo.
"Hay una grieta en todo, así es como entra la luz"
Las horas de la tarde comenzaron a correr lentas al principio, cuando Leobald, con un libro prestado sobre erotismo ilustrado, subía a sus aposentos para "leerlo" a solas, Mablung y Adriana probaban una cadena de conjuros simples en el gran salón de la posada, observados por un agotado Khalion que se había vuelto a sentar en una de las pocas sillas aún sin mancillar cerca de la chimenea. Las delicadas manos de la alta elfa parecían desenvolverse ágiles mientras tejía su magia de iniciada, probando pequeñas ilusiones que se mostraban coloridas y estáticas a su alrededor, flores y plantas, imágenes de animales de los bosques, y frutos de una apariencia tan jugosa que hasta parecían reales pasaron su turno a crear vivas llamas en sus manos, dispuestas a saltar en cualquier momento para quemar y dañar a sus enemigos... Cuando acabaron su sesión, sin efecto inmediato visible, el druida recogió sus pertrechos y tras ignorar la recomendación de no separarse de Godric, se marchó del local sin mediar más palabra.
Según avanzaba la tarde, y la noche se acercaba, el tiempo comenzó a pasar más rápido y las nubes que volcaban su persistente llovizna se aclararon, para cuando casi llegó la hora establecida para la reunión con el magistrado, Mablung volvió a entrar por la puerta dispuesto a reunirse con los demás. Todos se fueron incorporando de nuevo en el tumefacto salón para salir en dirección a la mansión del magistrado Moebius, ayudados por las indicaciones de Eliander para saber localizarla. Un ligero rugido sonó en los estómagos de algunos, pues el hambre atenazaba, con una cocina casi impracticable y tras el incidente con Brondir, el enano no había vuelto a aparecer por allí, quizás esperando que Khalion cumpliera su parte y saliera de su posada para no volver más nunca. Prácticamente no habían comido ni cenado. Sólo unas gachas que no sabían a nada descansaban sobre una de las mesas del gran salón esperando a ser aprovechadas.
El viaje hasta el gran caserón hogar del Magistrado, y edificio que a la par actuaba como juzgados, no fue muy largo. La colina elevada que recorría la parte oeste de Saltmarsh de Norte a Sur, donde una escarpada costa lo limitaba en su parte más elevada, fue fácil de encontrar, un pavimentado camino bien cuidado que contrastaba con las miserias del barrio adyacente situado a decenas de metros más abajo, les daba la bienvenida a una zona salpicada de mansiones y grandes casas ajardinadas rodeadas de grandes parcelas. Farolas de aceite que alguien se encargaba de mantener encendidas por la noche, ayudaba a reforzar el aire de ostentación de esa parte de la ciudad, ... Un par de edificios en esa amplia zona llamaron la atención sobre las demás haciendas de las grandes y más ricas familias de Saltmarsh. Una de ellas parecía una gran torre de varios pisos, aunque su arquitectura parecía extrañamente diferente a todo lo que le rodeaba, casi más arcana, podría decirse que sus plantas podían oscilar entre tres y cinco, aunque era difícil de discernir. El segundo edificio, sin duda originalmente había sido otra mansión de la zona, pero había sido reformada por hábiles manos y con variaos añadidos de masoneria y refuerzos de sus estructuras, éste había adquirido una estructura con un aire más de oficinas y centro de mando, lo que era raro para el vencindario circundante. Un cartel metálico en la verja de acero que limitaba su parcela explicaba su naturaleza y uso "Centro Logístico de la Compañía Minera de la Corona"
Las indicaciones les condujeron por diferentes zonas del barrio rico hasta llegar a una mansión de dos plantas y tejados acabados en picos y torres, paredes oscuras y un intenso aspecto siniestro parecía presagiar un destino aciago a los que allí fueran juzgados. Ésta estaba rodeada también por un verjado de grandes lanzas de acero acabadas en afiladas puntas que ayudaban a disuadir a los invitados no deseados y amigos de lo ajeno... En la puerta, dos guardias vestidos en barrocos uniformes tremendamente recargados, con sombrero de copa, collarín en estilo lechuguilla y con sendos diseños afines a la corona en sus coloridos tabardos esperaban posando vigilantes y en posición estática mirando al frente y sin moverse un ápice, casi como si fueran estátuas disfrazadas y armadas con pesadas alabardas que más parecían otro elemento decorativo que un arma en sí misma.
Al verles, la guardia pareció reconocerles esperando su llegada, y tras un elaborada y pomposa cadena de movimientos, se situaron a ambos lados de la puerta enrejada que daba acceso a la parcela interior y la abrieron, indicando con sus alabardas, sin elaborar una sola palabra, en la dirección de la puerta principal a la mansión, situada a un par de decenas de metros en terreno aún más elevado.
Caminando hacía la puerta cerrada, todos se percataron de la pesada aldaba que presidia el centro del robusto portón adornado en grecas rectangulares en espiral. Esta tenía la forma de la cabeza de una gárgola, que mordía con saña el aro de hierro con el que se golpeaba para ejecutar la llamada e informar de su presencia. Tras un par de intentos, finalmente al minuto, los goznes de la puerta comenzaron a ceder abriéndose para dar paso a un alargado hall de entrada. Un joven de pelo claro y barba oscura, con una perfecta piel pálida y mirada profunda les dio la bienvenida. Al contrario que los guardas de la entrada, éste parecía usar un traje elegante y formal pero bastante práctico y cómodo, sin duda hecho a medida, pero sin nada que resaltara especialmente.
- Bien hallados señorías, el magistrado os está esperando, mi nombre es Adrian, sin acento, y estoy aquí para servirles y acomodarles lo mejor posible. Por favor acompañenme a la salita de espera.
Adrian Bloodeyes
El humano, que hacía las veces de mayordomo del magistrado, caminó por el alfombrado hall, de nuevo recargado de muebles barrocos y exagerados, con caros jarrones traídos de lejanas tierras y extraños cuadros de gran tamaño representando escenas de caza con galgos. Al avanzar, vislumbraron una gran puerta abierta que daba paso a un enorme salón, allí pudieron ver a una abotargada y oronda figura sentada en un gran sillón apto para su desprorcionado tamaño, era un humano calvo y con una piel correosa y enfermiza, vestido con una cara bata de lujo y diversa joyas, como anillos de oro labrados por los mejores orfebres y un llamativo broche del color de la sangre. Cerca de él, varios sillones más, de un tamaño más estándard, se habían dispuesto en círculo cerca de la candente chimenea que caldeaba toda la estancia.
Conde Moebius el Magistrado
Sin embargo, el mayordomo no les indicó que pasaran al salón de inmediato, sino que les condujo hasta una salita de espera secundaria al final del hall, allí con todos una vez dentro les informó educadamente del protocolo a seguir.
- Esperaré fuera, mientras preparo el té, a que todos se cambien con las vestimentas apropiadas para ser recibidos por su Señoría. No sé si la dama que nos acompaña esta noche necesita una estancia a parte para cambiarse o lo hará aquí junto a los demás, no estoy acostumbrado a tener invitados tan variopintos en razas y culturas.
Adrian, les dio a entender que el Magistrado esperaba recibir a sus invitados vestidos a la altura que él creía merecer y no con los ropajes de aventureros que normalmente portaban. Y que daba por hecho que si no habían venido así ya vestidos era porque lo pensaban hacer ahora en el interior de la hacienda.
Os he añadido un par de entradas en el mapa general de Saltmarsh del primer post de la aventura.
" ¡Oh la Oscuridad...! "
Sin comprender muy bien, Mablung saca del fondo de su mochila un fardo de ropa similar al que lleva puesto, quizás un poco mas limpio y se cambia su exigua vestimenta mientras murmura por lo bajo lo estúpido de algunas cosas de la civilización, cuando acaba de cambiarse los pantalones y las pieles que usa a modo de túnica/capa. Sale de la estancia y espera a sus compañeros, que al ir normalmente mas vestidos tardaran más.
Sintiéndose muy avergonzado, Godric intenta limpiarse las ropas que lleva, sabiendo que no tiene nada más que ponerse. Mira al mayordomo y se encoge de hombros, intentando alisar una arruga de su capa sin mucho éxito.
PbP Character: A few ;)
[Durante la languida tarde]
TocToc asintió a sus compañeros y se retiró a su habitación a descansar. En su habitación anotó las inscripciones que había visto con en los tatuajes en el circulo druídico, contratándolas con sus propias notas. Fatigado se frotaba los ojos y cotejaba las marcas con las del almanaque. También anotó las inscripciones del cadáver de Colton. Al poco el cansancio le pudo y con algo de fatiga recogió los papeles y se acostó en la cama.
No solo estaba el lich, había también había otro poder corruptor. Eso significaban luchas de poder, rivalidades. La idea le ayudo a conciliar un reparador sueño.
[En la recepcion]
TocToc miró con incomprensión al joven. - ¿Quizás el abrigo de Sambalet pueda serme útil en esta ocasión? - Pregunto a sus compañeros mostrándoles un abrigo de bastante calidad, de lujo, que llegaba desde los hombros hasta el suelo tejido en una tela bien cuidada con retazos de seda en un verde iridiscente y lleno de bolsillos.
Zevatur, Rolthos
Leobald se peinó los cabellos hacia atrás con una mano despejando su frente, pero eso fue todo. Las canas se asomaban a sus sienes. No estaba dispuesto a retirar su armadura en un lugar tan siniestro. En aquella ciudad todas las precauciones eran pocas y el asunto del hobgoblin hacia tiempo que había dejado de incumbirle. Nadie había hecho su elección.
—Si la etiqueta exigiera que me retirase la armadura esperaré fuera —comentó a sus compañeros cuando el sirviente les dejó solo—. Es harto costoso volver a ponerla y si algo nos ha enseñado esta ciudad es que es peligrosa. En cualquier caso tampoco tengo otra vestimenta más apropiada —comentó lacónicamente.
El caballero adoptó un segundo plano en adelante, dejando el peso de la conversación a sus compañeros.
Ash el guerrero — Dragon's Hoard (Spanish)
Leobald el caballero — Death and Pain at Saltmarsh (Spanish)
Keeper — Vigilantes en el Cielo (Spanish)
Remington Wizz — Shadow of the Dragon Queen (Spanish)
El hombre cuervo le alcanzó el abrigo a Leobald o a Godric. - Si te vale sería buena cosa que hablase un humano, me da que aquí no están acostumbrados a tratar con otras razas no humanas.
Zevatur, Rolthos
Con su porte erguido y la cabeza alta, y un caminar seguro y firme, Adriana llegó junto con sus compañeros al caserón de la parte pudiente de Saltmarsh. Una amplia sonrisa se dibujó en su rostro en el momento en que las puertas se abrieron, destinada a quien quiera que fuera el que se encontrara tras ellas.
Saludó cortésmente al joven y atractivo mayordomo, devolviéndole una mirada igualmente intensa, divertida por la coincidencia de los nombres. Le siguió, observando su alrededor, sintiéndose más cómoda por hallarse en un lugar lujoso y de una extravagante pomposidad, más afín al contexto en el que la alta elfa acostumbraba a moverse antes de su condena.
Ante el requerimiento del joven, la hechicera contestó
- Si es tan amable Adrian - le dijo dulcemente, marcando su nombre sin acento como bien había señalado - le seguiré a otra estancia para adecentarme como la situación lo requiere - afortunadamente y, sabiendo que podría necesitarlo, llevaba consigo su vestido de gala. No era cuestión de pudor el solicitar intimidad para cambiarse, sino más bien de reglas y protocolo.
"Hay una grieta en todo, así es como entra la luz"
Khalion observó al resto, sorprendido. Se miró la armadura mágica, frotando a mano desnuda allí donde parecía menos limpia. Lo mismo sobre aquellos pantalones de cuero que ya habían sufrido alguna que otra contienda.
-Me veo correcto.-dijo al joven mayordomo detrás de su máscara.
-Supongo..- dijo Godric - que esperaremos aquí a nuestra amiga. - indicó a Adrian mientras esté se iba a guiar a Adriana a cambiarse.
- Gracias Toc-Toc - dijo aceptando el abrigo al ver que el caballero no hacia ademán de cogerlo.
- supongo que tendrá que valer - dijo poniéndose el elegante abrigo sobre su armadura.
PbP Character: A few ;)
Adrian, sin acento, guió a su acompañante femenina fuera de la sala de espera principal a una situada en la pared opuesta del pasillo que conectaba con el Hall de entrada principal. Esa habitación era algo más pequeña y su decoración intentaba asemejarse a patrones más femeninos... pero el resultado era una recargada sala de cortinas rosas y flores de encaje tapizadas hasta en los sillones y muebles que la habitaban. La alta elfa sin duda se dio cuenta de que el decorador había sido un hombre con un pésimos sentido del gusto artesanal o conocimiento alguno sobre las últimas tendencias en gustos femeninos.
- Tómese el tiempo que necesite señorita, iré a calentar mientras el agua para el té.
Tras su metódica frase, el mayordomo se retiró dejando a Adriana sóla en la salita para cambiarse a su antojo.
Varios minutos después, quizás algo excesivos para gente impaciente, el pálido sirviente volvió a aparecer para reunirlos a todos de nuevo y conducirlos hasta el gran salón donde el Magistrado les esperaba, les dedicó un rápido vistazo a todos pero no emitió juicio alguno, su perfecta cara de veterano jugador de cartas hizo su trabajo, y sin en algún momento las vestimentas inapropiadas de todos los presentes le había producido alguna contrarierad, éste no pareció mostrarla en modo alguno.
Una vez que todos estuvieron acomodados, en la habitación más grande de la mansión, Moebius les hizo un refinado ademán con la mano a modo de saludo, el protocolo le hubiera exigido levantarse para recibir a sus invitados, pero la enormidad de su cuerpo y la enfermedad que lo azotaba no le permitían ese tipo de protocolos sociales.
- Bienvenidos a mi humilde hogar "Agentes", es un honor para mi teneros como invitados, ... los miembros de la maquinaria de la Corona siempre tienen que alimentar y cuidar sus relaciones, cuidar unos de otros para que la ley y la voluntad de nuestra amada Monarca llegue a cada rincón de su reino. Eliander me comunicó vuestra llegada hace algunos días, y desde ese mismo instante no he dejado de desear ni un minuto conoceros. Tenéis que probar el té rojo que hace Adrian, ese olor y sabor ferroso, tan intenso, las hierbas traídas de lejanas tierras, exóticas... satisfacen hasta el más fino paladar... Algún día le preguntaré donde las consigue, pero me temo que quizás su respuesta roce la ilegalidad y tendría que condenarle... ja ja ja... no es broma... si fueran de contrabando le condenaría sin dudarlo un segundo...
El extraño y jocoso comentario, que quizás no lo fuera tanto, del Magistrado y qué sólo pareció hacerle gracia a él, se vio interrumpido cuando el mayordomo trajo una bandeja en plata con tazas para todos los presentes y una elaborada tetera labrada en el mismo material que la bandeja donde era portada. Tras servir media taza del intenso té rojo casi hirviendo a todos los Agentes, con una reverencia hacia Moebius, éste se volvió a retirar en silencio.
Mientras su orondo anfitrión sorbía gustoso de la taza, como si el infernal calor del brebaje no le afectara en absoluto, Godric pudo observar más de cerca el estado de su correosa piel, muy dañada y con escaras que se alternaban con algunas ampollas del tamaño de una monera de oro recién salida de la casa de la moneda real. El Magistrado llevaba guantes de una fina tela sedosa y blanca, así que la única parte de piel expuesta era la de su rostro y parte de su cuello.
- Y bien contadme ... ¿Qué importantes y relevantes misiones os han traido a este rincón olvidado del mundo? La Corona ha tenido que verse muy "amenazada" para mandar un grupo tan amplio de expertos agentes de campo a estos territorios.
" ¡Oh la Oscuridad...! "
Leobald se mantuvo en segunda fila, con las manos cruzadas tras la espalda, al margen de las miradas escrutadoras de su ilustre anfitrión.
Mientras el resto llevaba el peso de la conversación, se permitió observar discreta, pero detenidamente, los gestos de su interlocutor en buscada de segundas intenciones en sus palabras. También puso atención por ver si alguien más estaba escuchando la conversación o si la casa mantenía algún otro sirviente al margen del que ya conocían. Era una casa grande, demasiado grande para una sola persona.
Leobald no probó bocado o bebió nada, declinando cortésmente cualquier ofrecimiento, escudándose en su delicado estómago.
Ash el guerrero — Dragon's Hoard (Spanish)
Leobald el caballero — Death and Pain at Saltmarsh (Spanish)
Keeper — Vigilantes en el Cielo (Spanish)
Remington Wizz — Shadow of the Dragon Queen (Spanish)
- Gracias Adrian - dice Godric en voz baja al sirviente esforzándose en no poner acento alguno en el nombre.
- Mi Señor Magistrado - dice Godric intentando parecer digno y realizando una inclinación de cabeza a modo de humilde saludo ante un superior cuando este les indica que puede hablar.
- Gracias por recibirnos en su elegante morada. La Corona ha tenido a bien enviarnos aquí para ayudar en todo lo que nuestras pobres habilidades puedan ser útiles para la Reina. Precisamente nos encontramos aquí, en la ciudad, en una de estas misiones, encomendadas por el Alto Capitán, Bastianes. Un asunto menor, pero que sin embargo, vamos a requerir de su inestimable ayuda para aumentar nuestras posibilidades de éxito. -
PbP Character: A few ;)
Khalion, expectante, dejó hacer a humanos, quedando junto al veterano caballero en segunda línea. Armadura decorada y máscara al cinto, con ojos todo azul, atentos a la situación.
TocToc, vestido con poco elegantes ropas también tenía intención de mantenerse al margen de la conversación limitándose a hacer una educada y respetuosa reverencia al entrar. La situación le era desagradablemente familiar, mostrar el máximo respeto por una figura poderosa que sin duda lo despreciaba e infravaloraba. El exótico té reforzó la familiaridad y tras probar el té no pudo evitar olvidar su inicial intención de permanecer en segundo plano interviniendo en las cortesías iniciales.
- Nos honra su recepción en su, sin duda, apretada agenda. Como agentes de la corona solo deseamos la prosperidad de la misma y facilitar la encomiable e inestimable labor de sus más notorios agentes. Por ello esperamos no ocupar mucho más de su preciado tiempo. Y no solo nos agracia con su pronta recepción, sino que nos ofrece un exótico y excelente té… Si me permite preguntarle, ¿De dónde proviene y donde lo consigue? – Preguntó adulador, papel al que estaba más que acostumbrado.
Zevatur, Rolthos
El Magistrado no paraba de dar largos tragos a su taza casi como si le fuera la vida en ello, acabando con su contenido tan rápido que apenas habían acabado de hablar sus invitados presentándose cuando depositó la delicada cerámica sobre el plato pequeño de té completamente vacía.
- Exquisito... digno de Dioses si me permitís la osadía de esta afirmación...
Girándose hacia el kenku, Moebius inclinó la cabeza en señal de satisfacción al escuchar las aduladoras palabras del hombre ave. Su rostro pareció enrojecerse temporalmente, posiblemente debido al calor de la infusión recorriendo ya su cuerpo, o quizás porque TocToc había elegido correctamente sus palabras, y eso le había congraciado especialmente. En cualquier caso la enfermiza piel del magistrado hacía confusa una interpretación de ese tímido gesto.
- No puedo revelaros su procedencia puesto que se encarga, como mencioné hace unos minutos, mi cuidador y mayordomo Adrian. Puede preguntarle a él antes de abandonar mi humilde hacienda, estoy seguro que le corresponderá con la información que requiere... pero por favor... no me la cuente... prefiero vivir con ese intrigante misterio en mi vida.
Tras una ligera carcajada, sus brazo se posó en el reposadero de su ingente sillón adaptado a su tamaño. Como pudo giró levemente su torso hacía Godric al que observó detenidamente.
- Si está en mis manos, ninguna contrariedad debería obstaculizar una misión de la Corona, por nimia que parezca. Bastianes es un buen hombre, todo arrojo y eficiencia, un gran activo al que admiro. Hecho de menos sus visitas... hace tanto que no se pasa... pero entiendo que está ocupado, y visitar a un hombre enfermo no debe estar entre sus preferencias. Si le veis, hacedle llegar mis saludos y respetos, y quizás un recordatorio de que se pase por aquí más a menudo...
El magistrado suspiró mientras miraba su taza vacía, intentando forzarse a esperar para pedir que se le rellenara cuanto antes, mientras esperaba a que el sacerdote expusiera su requerimiento.
" ¡Oh la Oscuridad...! "