Godric no había abierto la boca desde las pocas palabras que había balbuceado tras que sus sentidos volvieran a él tras las visiones que había tenido.
Siguió al resto con pasos pesados y casi de manera automática. Fuera lo que fuera lo había visto el joven sacerdote parecía haberle causado un gran impacto. Tenía los ojos hundidos y rodeados de profundas ojeras negras y parecía más demacrado.
Adriana no tuvo que sujetarle para evitar que se aproximara a Leobald a ayudarlo. Godric sólo lo miró casi con indiferencia. Escuchó las palabras de la alta elfa y vio como el pequeño Kenku sufría un destino similar al del caballero.
- No -dijo en voz baja pero con calma - Si este... Amo -su voz destilaba desprecio al pronunciar esa palabra - cree que puede jugar con mi mente... es que no ha aprendido nada en lo que ha visto. - Se acercó a la pared y extendió la mano como si fuera a abrir la puerta que Leobald dijo haber descubierto - Vamos a enseñarle una lección sobre ilusiones.. - cerrando los ojos y haciendo caso omiso de los estertores agonizantes de sus compañeros intentó cruzar el muro con una actitud decidida, desafiante.
Al cerrar los ojos, de nuevo, la sensación de calma pareció envolver al sacerdote, incluso aislándose de los sonidos exteriores y agónicos de sus compañeros caídos. Esperando una reacción parecida donde su cuerpo cayera presa de la maldición, con la mano alzada, no pareció ocurrir nada especial... avanzó justo lo necesario para con su tacto palpar la pared que tenía delante, sintió la argamasa que recubría cada ladrillo y los mismos ladrillos en sí... pero ninguna puerta... ni nada de lo que había predicho Leobald.
Sin abrir aún los ojos, una mortecina voz ajada, emitida con dificultad, casi abrazando su último aliento, pareció vencer el aislamiento al que intentaba someterse... Era la del caballero, que aún pugnaba por sobrevivir...
- Tu juramento Godric... prometiste... sanar a los heridos y dedicar tu vida a arrebatarles el dolor y permitirles una muerte digna en caso de que tus artes o conocimientos fallaran... tanto en batalla, como en lechos de muerte, ¿porqué le das la espalda a ese juramento? ... ¿porqué nos abandonas en nuestros momentos más bajos...? No permitas que esa oscuridad de tu interior domine tus actos... ayúdanos...
Godric sonrió. Una sonrisa que ninguno de sus compañeros pudo ver al estar tan cerca de la pared. Fue una sonrisa carente de simpatía o alegria alguna. Más bien cargada de suficiencia e ironia.
Susurró
- Ah pero.... yo no hice ese juramento... ¿verdad? ¿Tanto temes lo que has descubierto? - añadió con un deje de desafío.
La agónica suerte que corrió su compañero Toc-toc inmediatamente después de Leobald casi hizo dudar a la alta elfa de su decisión. -“Eso es precisamente lo que pretende” - meditó en décimas de segundo. Resistiéndose a su impulso de ayudar, recordó de nuevo el mensaje y determinó que la única forma era anular sus sentidos lo máximo posible, para ignorar lo que ocurría a su alrededor. Se tapó las orejas con ambas manos y cerró los ojos, intentando crear en su mente una nada en la que zambullirse.
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"Hay una grieta en todo, así es como entra la luz"
Mablung no e tendía nada de lo que estaba pasando, cuando vio caer al paladín en ese estado, se volvió rápidamente hacia Adriana, lo que fuese q le afectaba era similar a los efectos secundarios de los conjuros dela elfa. Se disponía a decir algo cuando Toc Toc tbien pareció verse afectado por la maldición que afligía a Leobald.
Lo que le pasase al paladín no le importaba mucho a Mablung, aunque no estaba del todo seguro de esa forma de morir fuese de su agrado, no le caía bien, pero tampoco se merecía acabar así.
Que Toc Toc se viese afectado le preocupaba un poco más, pero sin alternativas decidió hacer caso a Adriana.
Busco en su interior la única verdad que sabía, y era que su rabia era auténtica y si el Amo pretendía jugar con sus sentidos que así fuera. Focalizando todo el odio que sentía por la destrucción del bosque y por todo lo que había visto en el círculo, avanzó sin desviar la mirada de la pared en la que en teoría estaba la puerta.
El druida avanzó decidido fijando su vista en el muro y permitiendo que la ira, le cegara totalmente, los escasos pasos que le separaban de la barrera los recorrió deprisa, y con un tremendo y sonoro golpe, chocó contra ella, trastabillando un momento hasta recuperar fácilmente el equilibrio. Su herencia élfica le hacía ágil, y era difícil derribarle. Algo aturdido comenzó a preguntarse que podía haber salido mal... pero fue interrumpido por el chillido de dolor que emitió esta vez Adriana...
La alta elfa miró a sus restantes compañeros en pie con desesperanza en su rostro, rezumando incomprensión en cada poro de su piel... cayó de rodillas mientras vomitaba, cosa común en ella desde que había llegado a Saltmarsh, sólo que esta vez, sus fluidos internos eran expulsados junto a extrañas criaturas parecidas a gusanos intestinales de un color negro ónice, de casi un tercio de metro cada uno, que se removían y retorcían sobre sí mismos, como si el contacto con la atmósfera les quemara y dañara.
Retorciéndose de dolor, intentó hablar una vez más... pero las palabras eran ahogadas por más arcadas y más dolor, de ese que provocaba no sólo una total incapacidad de controlar el cuerpo, sino que también te llenaba de horror la mente ante el conocimiento de que una inminente y grotesca muerte te espera a la vuelta de la esquina. Lágrimas, esta vez de pureza, se derramaron a través de sus cándidas mejillas... y finalmente, levantó su mano derecha hacía Mablung y Godric, en un último esfuerzo de arrastrarse hasta ellos... perdiendo las últimas fuerzas que le restaban, para terminar de caer a plomo golpeándose la cabeza con fuerza contra el mohoso piso... mientras, la última chispa de vida, se apagaba en su interior...
Godric hizo caso omiso tanto del golpe sordo a su derecha como de los estertores y regurgitaciones que escuchaba a su espalda. Tenía que dejar de escuchar todo aquello. Intentó mantener la compostura ante la agonía de Adriana pero le costó mucho más que con sus otros compañeros. Ahora apretó con fuerza los ojos y se tapó los oídos para dejar de escuchar aquellos agonizantes ruidos. Para si, comenzó a tararear una canción del coro de Lathander que había aprendido en su tiempo de novicio. El sonido de su voz, combinado con sus oídos taponados hizo que sólo escuchara el retumbar de su propia voz. Tenía que confiar en Adriana. Aquello, todo aquello, no podía ser más que una ilusión. La alternativa era demasiado horrorosa para contemplarla siquiera.
Con la debida admiración a los cubos caídos, avnazaron por aquellos pasillos semejantes a los recorridos junto al elfo unas jornadas atrás. Con fría distancia contempló como algunos compañeros sufrían extraños vahídos.. lo estudiaba y meditaba como afrontar que aquello ocurriera en combate. Y en eso estaba hasta que aquella gorgojeante voz llegó a su mente. Mas voces ahogadas.. perfecto.
¿Pero cómo luchar contra aquello capaz de matar solo con la apariencia de un inocente muro? Seis agentes entraron en los túneles.. Un agente vio una visión y cayó morada.. cinco agentes quedan en los túneles. Otro agente quiso ir a ayudar y su pico desencajó.. Cuatro agentes quedan en los túneles. Una agente sus ojos tapó, pero poco mas iba a ver, solo Tres agentes quedan en los túneles..
-Godric.. ¿qué artes arrebatan el aliento con semejante maldad?- preguntó a espaldas del clérigo que permanecía en pie sobre los cadáveres.
Se acercó a la altura del elfo para comprobar el muro contra el que había chocado. -¿Tus ojos de elfo ven algo mas que ladrillo y argamasa?
En cuanto el joven sacerdote cerró los ojos y taponó sus oídos usando los pulgares de ambas manos, una extraña sensación de vacío y tranquilidad pareció envolverle y abrazarle, como si se encontrara en el vientre materno. Sin embargo, esa sensación parecía inestable, como si en cualquier momento el delicado equilibrio mental que había alcanzado se pudiera resquebrajar como la cáscara de un huevo. La tranquilidad antes de una tormenta... como las que asolaban Saltmarsh prácticamente desde que llegaron.
Godric comenzó a cantar, tatareando aquella conocida canción, que tantas veces había entonado entre los muros de los monasterios de Lathander donde se había educado cuando era apenas un adolescente, una letanía de júbilo y exaltación al Sol, al amanecer y al renacimiento... repetida hasta la saciedad, y qué de algún modo le ayudaba a centrarse. Las diferentes tonalidades fueron sonando e interiormente iba escuchando su propia voz, pero, lo que debería traerle sosiego, provocó justo lo contrario... Con un empujón mental, fue arrastrado de su vacío de tranquilidad, cada nota empujándole más lejos de allí, ... hasta que finalmente, la realidad, los gritos de agonía y las regurcitaciones, volvieron a su mundo, no era capaz de oírlos, puesto que seguía con sus oídos taponados. pero sabía que estaban allí ... y de algún modo ... su canción le recordaba quien debiera ser... y que de algún modo, quizás... nunca fue.
Mientras, Khalion, junto a un frustrado Mablung, palpaba el muro en busca de alguna pista, resquicio o punto débil... sin suerte alguna.
La confusión y el horror se apoderaban lentamente del druida, con la mitad de sus compañeros muertos o casi muertos, las opciones se le acababan.-Squick. hemos venido para hablar con el amo siguiendo tus indicaciones- gritó hacia la pared sintiéndose un poco idiota, para acto seguido volver a gritar solo que esta vez una series de chillidos agudos salieron de su boca.
- Para mi aquí solo hay una pared,- contesto a Khalion. Volvió a mirar a lo cuerpos tumefactos y medios descompuestos de sus compañeros y dijo en voz baja: -si esto es obra de la maldición no podemos dejar así, serían una fuente de contagio, sino conseguimos revertirlo tendremos que hacer algo para evitar que se propague.- para acto seguido buscar la antorcha que portaba el paladín.
Gasto hablar con los animales y grito en rata:- Busco a Squick, Mablug necesita hablar con él-
El horror que se apoderaba del elfo no parecía hacer mella en un preocupado aasimar. Cómo serían capaces de explicar que mas de media compañía de agentes había sido derrotada por una.. pared. Aquello no podía ser y por increíble resultaba inofensivo. Allí abajo acero, escudo o fe habían resultado inútiles. Enfundando armas verificó que aquellos cuerpos realmente fueran los de sus compañeros. Renunciar a sus sentidos.. pero es que justo los sentidos decían a voces que allí solo había muerte.
-Ya pasamos tiempo en estos túneles y ahora se repite.. será la razón?- dudaba si aquello era una prueba o simplemente una trampa donde solo la fortaleza de ambos les había ayudado.-
Khalion fue el primero que se percató, una rata del tamaño de un mastín, le observaba escaleras arriba, justo en la parte opuesta donde la pared les bloqueaba el camino y por donde habían llegado hace algún tiempo, ... no estaba seguro de cuanto en realidad... Pústulas bulbosas de un color acre palpitante parecían erupcionar de diversar partes de su cuerpo, y sus ojos enrojecidos le miraban fijamente, pero por alguna razón no parecía una bestia agresiva. ¿Cómo no había podido verla antes? El tamaño era bastante considerable, pensó el aasimar.
Mablung desesperado preparaba una antorcha para quemar y acabar con el sufrimiento de sus aliados... pero su aguda vista no tardó tampoco demasiado en detectar la enorme y familiar rata. Un chillido apenas audible fue emitido por la criatura, como si enarbolara unas extrañas palabras que sólo el druida conseguía entender...
El animal parecía cauto, casi asustado... y apenas se movía, preparado para huir... o lanzarse sobre ellos en cualquier momento. Fue cuando su cabeza pareció sufrir algún tipo de asalto mental, y sus patas intentaron aferrar su testa como unas tenazas, para intentar amortiguar algún tipo de profundo dolor.
El resto de agentes que aún "vivían", sintiero un azote mental, pero esta vez no fue doloroso, sino más bien como una leve sacudida dentro de sus cabezas. El efecto inmediato que tuvo ese "asalto" fue ver como las imágenes de sus compañeros caídos parecían difuminarse, como si fueran cada vez más traslúcidos hasta prácticamente desaparecer, lo mismo ocurrió con el muro, su presencia se diluyó poco a poco, hasta ser casi un "mal recuerdo"... y ante ellos el pasillo parecía continuar por al menos un centenar de metros más donde otro muro parecía bloquear el avance una vez más, y, aunque Godric era incapaz de ver absolutamente nada más allá del radio de la antorcha de Mablung, los otros dos agentes pudieron observar que el corredor finalizaba en una puerta metálica bastante pesada y reforzada con tres anchas bandas, también metálicas, que la recorrían de izquierda a derecha. Por el aspecto, ésta era parecida a las que se usaban en los ostentosos bancos de la capital para proteger los ingresos de sus clientes... y por tanto, su presencia allí no tenía demasiado sentido, estando bastante fuera de lugar.
Tras observar los goznes y el incrustado pomo en forma de asa de su frontal, los agentes supervivientes dedujeron que el umbral se abría hacía fuera, justamente tirando ... aunque a escasos centímetros, debajo del pomo, la entrada de una biselada cerradura confundía, al no saber hasta que no se intentase cual sería el sentido real de apertura. En cualquier caso, el misterio parecía ya resuelto, puesto que el pesado portón estaba parcialmente abierto hacia fuera, dejando el espacio suficiente para que un humano de tamaño medio pudiera pasar...
No habiendo visto la enorme y pustulenta rata, Godric se apresuró, intentando no mostrar su nerviosismo por no saber donde estaba Adriana o el resto de sus compañeros.
- No tiene sentido perder más tiempo, pasaré e intentaré abrir para que paséis vosotros -dijo casi sin mirar a Khalion y Mablung y haciendo de la intención y la acción uno comenzó a escurrirse por la abertura para empujar y abrir un poco más y franquear asi la entrada a sus compañeros.
La cara de Mablung paso de la sorpresa a la frustración y a la determinación en los segundos que duró la mirada que intercambió con la rata:- ¡¡Rápido, a la puerta!!- apremio a sus compañeros y se lanzó a la carrera hacia la puerta, corriendo antes de que se cerrase. Al llegar a la puerta soltó la antorcha y agarró con ambas manos el pomo.
Mablung se quedó bastante sorprendido del grosor del portón, casi un pie de ancho, todo en un blindado y endurecido metal, y, tras la puerta, el túnel cambiaba de estilo, pasando de una arquitectura clásica usada en los sistemas de alcantarillado de las grandes ciudades, a un pasaje cilíndrico más parecido al de una gran tubería.
Tras el umbral, una criatura le esperaba, no parecía agresiva, pero era difícil leer sus intenciones bajo un rostro totalmente rátido, ese híbrido entre hombre y roedor, parecía encontrarse en buena forma, y que sólo fuera vestido con harapos de cintura para abajo, permitía adivinar un torso ligeramente musculado y cubierto de un denso bello grisáceo. Su tamaño no era muy grande, casi como el de un humano que no había crecido demasiado. Éste iba ataviado con diferentes armas, como si estuviera pertrechado para la guerra. Un espadón descansaba en la espalda, atado con cinchas de cuero a su cuerpo semidesnudo. Un par de ballestas ligeras aferradas a sus muslos a través de más fijaciones en el mismo material, y diversas dagas repartidas por diferentes partes de su cuerpo completaban su atuendo militar.
Sin embargo el druida se percató de que las armas en general no eran de demasiada calidad, y todas y cada una de ellas necesitaban urgentemente reparaciones o un nuevo templado en forja. Las hojas en su mayoría estaban melladas u oxidadas, y los virotes de las ballestas parecían estar construidos a mano a partir de huesos de pequeñas bestias... sin demasiada maestría en el proceso.
El humanoide oteó el horizonte al final del pasillo observando como el resto de miembros del extraño grupo de visitantes terminaba acercándose tras los pasos del elfo de los bosques. Mablung vio que había cierta inteligencia y chispa en sus diminutos ojos, algo que no debía subestimarse.
- Finalmente ya estáis todos... sinceramente no apostaba que fueráis capaces de resolver el enigma previo al desafío final. Vuestros compañeros están llevando la audiencia con el gran "Amo", seguidme y os conduciré hasta ellos.
Era curioso como esta criatura mestiza, era capaz de hablar de una manera más coherente y normalizada que, por ejemplo, lo hacía Squick y aún así ser tan similares. Aunque el extrafalario amigo de Mablung tenía más muestras de una enfermedad avanzada que el guardían de la pesada puerta que les había conducido hasta el interior de la guarida de La Corte de los Marginados.
Mientras el peculiar hombre roedor de afilados incisivos cerraba el pesado portón blindado, los agentes pudieron observar como el tubular pasillo de paredes curvas, parecía abrirse a una gran sala iluminada por algún tipo de enormes pebeteros... y se podía escuchar bastante movimiento.
Una vez más, al descubrir a aquella criatura tan cercana al abrir la puerta con ayuda de Mablung, ya que había subestimado su peso y no pudo moverla más que un par de centímetros, Godric cayó al suelo con sus posaderas, tal como hizo cuando se vio sorprendido por el cazarrecompensas en la casa de Elías.
Intentado recomponerse, se levantó y se adentró por el tubular pasillo tras los pasos del druida buscando al resto de sus compañeros.
MIentras el guardían rátido terminaba de sellar la puerta, este espetó al intrépido Godric que se había adelantado directamente a asomarse al gran salón.
- Espera muchacho, necesitáis escolta para pasar por allí.
Sin demorarse demasiado tras comprobar que el portón blindado estaba bien cerrado, éste se unió a ellos para acompañarlos hasta su destino, mientras un par de hombres rata diferentes, pero armados de manera parecida, cubrieron su puesto para vigilar esa entrada.
El tubular pasillo se abrió a un gran salón rectangular, tan grande, que los agentes eran incapaces de verlo en su totalidad, dos hileras de gruesas columnas de piedra servían como columna vertebral de la ingente estancia, y decenas de pebeteros y antorchas ancladas a las paredes parecían garantizar una buena iluminación a la vez que caldeaban el lugar. Moviéndose de manera nerviosa y cada uno centrado en diferentes tareas de mantenimiento o patrullas simpre en parejas, lo que restaba del grupo pudo contar al menos dos docenas de hombres con los mismos rasgos de roedor que los que ya había conocido en la entrada. Aunque todos diferían entre sí, algunos los tenían más marcados, y apenas tenían características humanas, salvo andar erguidos, y otros apenas los mostraban, siendo prácticamente hombres que salvo algún diente afilado de más y nariz prominente, podrían pasar por cualquiera en la superficie.
Al caminar a través del gran salón, justo por el centro, dejando las columnas a ambos lados, Mablung y sus amigos pudieron apreciar que lo hacían sobre una ajada alfombra extremadamente larga, raída, sucia y rota... en color rojizo pardo... como si se dirigieran a algún trono venido a menos... Al llegar al final de esa sala, tras varios minutos de caminata, y dejando varias salidas atrás, donde se vislumbraba bastante actividad, cuatro guardias igual de armados que los origales les esperaban, dos a la izquierda y dos a la derecha. Detrás de ellos, una correosa y densa cortina estaba descubierta, mostrando lo que quedaba detrás de la estancia principal, que era pues de proporciones inmensas.
La alfombra acababa justamente delante de un pilar cercenado y extremadamente decorada hasta el rococó más exagerado. Sobre ella, a unos tres metros de altura, una especia de contenedor metálico tallado con motivos draconianos, relleno de fluidos burbujeante, mostraba a través de sus pulidos cristales, como si de una morbosa pecera se tratara, a su inquilino... el "Amo" ...
Un cerebro flotaba en su interior... levitando pausadamente en el amniótico líquido...
El "Amo"
Delante de él, la figura de otro miembro más veterano de la familia de hombres-rata estaba plantado junto a los tres agentes que esperaban y parecían estar manteniendo una conversación con él. Adriana, Leobald y TocToc detuvieron su charla con el anciano del lugar cuando sus compañeros finalmente llegaron.
La figura con la hablaban parecía muy anciana, andaba encorvado y apoyado sobre un bastón de madera retorcida, su pelaje hacía años que había dejado el gris pardo de sus familiares más jóvenes, y era completamente blanco, casi albino. Apenas poseía dientes y sus ojos tenían un color lechoso enfermizo que daba a entender que tampoco conservaba la mayor parte de su vista. Vestido también con harapos, su única arma en esta ocasión, consistía en una daga herrumbrosa asida con una maroma mohosa a su delgada cintura. Su estado de salud era verdaderamente lamentable, y daba la impresión de que caería muerto allí mismo en cualquier momento.
A pesar de su paupérrimo estado, este habló con una voz profunda y ahogada, justo como la que algunos habían ya escuchado dentro de sus cabezas.
- Finalmente ya estáis todos reunidos... y justo a tiempo para tomar la decisión final... ¡Qué regocijo!
Godric no dijo nada tan sólo miró curioso a sus compañeros, en especial a Adriana, sin saber de qué hablaba aquel anciano rátido ni qué era o significaba aquel cerebro flotante aunque podía sentir como si le estuviera mirando. Aquella ciudad no dejaba de sorprenderle.
Mascara adentro Khalion templaba ímpetus guerreros. Observaba aquellos rátidos que parecían por lo menos, ágiles. Si no daban muerte a acero seguro que lo harían las enfermedades que armas y luchadores parecían compartir. Sin embargo, cualquier contienda sería un suicidio en semejante maraña de túneles y corredores.
Por alguna razón ya ni se extrañó de que el famoso amo fuera una enorme conserva.. ni que allí, de pie, estuvieran los compañeros a los que escasos minutos antes iba a separarles cabeza de tronco para salvaguardar de maldiciones un pueblo en esceso ya maldito. Por un momento la curiosidad hizo que se preguntara qué habría pasado de haber procedido con su afiladas ciitarras y el fuego redentor del druida sobre los cuerpos de los no tan muertos agentes.
-¿Decisión final?-dijo sorprendido.- Si aquí vinimos fue con mas ánimos de preguntar que de responder..
- Por fin estáis aquí - comentó Adriana observando a sus compañeros con un claro gesto de alivio, llevándose una mano al pecho y tomando aire. En la alta elfa aún se podía detectar, en su respiración acelerada y superficial, el cansancio que arrastraba desde los túneles de las alcantarillas.
-- Mientras os esperábamos, hemos tenido la oportunidad de conversar con el Amo- dijo refiriéndose a la víscera flotante, intentando aclarar la pregunta de Khalion -Nos asegura poder ofrecernos ayuda e información, pero a cambio debemos realizar una tarea que supone un alto riesgo - la hechicera hizo una pequeña pausa, entrecerrando los ojos y llevándose una mano a la sien, como si le costara esfuerzo pensar y encontrar las palabras.
- Existe una ominosa criatura, semejante a un ente oceánico, que habita en la profundidad de los corredores de este reino subterráneo, cerca del mar, pero que en los últimos tiempos ha comenzado a acercarse peligrosamente; se alimenta de los habitantes de las profundas y enmarañadas entrañas de la ciudad, les dementa, les transforma, les hace enloquecer, para convertirles en esclavos o guardianes. Poco a poco va ganando terreno, expandiendo su reino. Muchos otros han intentado acabar con él, sin éxito. Debemos derrotarle antes de que sea demasiado tarde - guardó unos segundos de silencio para descansar mientras miraba a cada uno de sus compañeros.
- Dada la peligrosidad de esta misión, debemos tomar una decisión consensuada y asegurarnos de que el riesgo merece la pena, así como asumir que existe una alta probabilidad de fracaso; si decidimos no aceptar este quid pro quo, nuestros recuerdos sobre este lugar y sus habitantes serán eliminados para preservarlo de posibles amenazas. Imagino que tendréis muchas preguntas - dijo animando a que sus compañeros conversaran con el cerebro - por el momento, el Amo me ha ofrecido detalles que aseguran su conocimiento con respecto a mi maldición y a quién puedo acudir. Es hora de averiguar si podrá ayudarnos con el resto de cuestiones que venimos a plantearle, y tomar una decisión -
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"Hay una grieta en todo, así es como entra la luz"
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Godric no había abierto la boca desde las pocas palabras que había balbuceado tras que sus sentidos volvieran a él tras las visiones que había tenido.
Siguió al resto con pasos pesados y casi de manera automática. Fuera lo que fuera lo había visto el joven sacerdote parecía haberle causado un gran impacto. Tenía los ojos hundidos y rodeados de profundas ojeras negras y parecía más demacrado.
Adriana no tuvo que sujetarle para evitar que se aproximara a Leobald a ayudarlo. Godric sólo lo miró casi con indiferencia. Escuchó las palabras de la alta elfa y vio como el pequeño Kenku sufría un destino similar al del caballero.
- No - dijo en voz baja pero con calma - Si este... Amo - su voz destilaba desprecio al pronunciar esa palabra - cree que puede jugar con mi mente... es que no ha aprendido nada en lo que ha visto. - Se acercó a la pared y extendió la mano como si fuera a abrir la puerta que Leobald dijo haber descubierto - Vamos a enseñarle una lección sobre ilusiones.. - cerrando los ojos y haciendo caso omiso de los estertores agonizantes de sus compañeros intentó cruzar el muro con una actitud decidida, desafiante.
PbP Character: A few ;)
Al cerrar los ojos, de nuevo, la sensación de calma pareció envolver al sacerdote, incluso aislándose de los sonidos exteriores y agónicos de sus compañeros caídos. Esperando una reacción parecida donde su cuerpo cayera presa de la maldición, con la mano alzada, no pareció ocurrir nada especial... avanzó justo lo necesario para con su tacto palpar la pared que tenía delante, sintió la argamasa que recubría cada ladrillo y los mismos ladrillos en sí... pero ninguna puerta... ni nada de lo que había predicho Leobald.
Sin abrir aún los ojos, una mortecina voz ajada, emitida con dificultad, casi abrazando su último aliento, pareció vencer el aislamiento al que intentaba someterse... Era la del caballero, que aún pugnaba por sobrevivir...
- Tu juramento Godric... prometiste... sanar a los heridos y dedicar tu vida a arrebatarles el dolor y permitirles una muerte digna en caso de que tus artes o conocimientos fallaran... tanto en batalla, como en lechos de muerte, ¿porqué le das la espalda a ese juramento? ... ¿porqué nos abandonas en nuestros momentos más bajos...? No permitas que esa oscuridad de tu interior domine tus actos... ayúdanos...
" ¡Oh la Oscuridad...! "
Godric sonrió. Una sonrisa que ninguno de sus compañeros pudo ver al estar tan cerca de la pared. Fue una sonrisa carente de simpatía o alegria alguna. Más bien cargada de suficiencia e ironia.
Susurró
- Ah pero.... yo no hice ese juramento... ¿verdad? ¿Tanto temes lo que has descubierto? - añadió con un deje de desafío.
PbP Character: A few ;)
La agónica suerte que corrió su compañero Toc-toc inmediatamente después de Leobald casi hizo dudar a la alta elfa de su decisión. -“Eso es precisamente lo que pretende” - meditó en décimas de segundo. Resistiéndose a su impulso de ayudar, recordó de nuevo el mensaje y determinó que la única forma era anular sus sentidos lo máximo posible, para ignorar lo que ocurría a su alrededor. Se tapó las orejas con ambas manos y cerró los ojos, intentando crear en su mente una nada en la que zambullirse.
"Hay una grieta en todo, así es como entra la luz"
Mablung no e tendía nada de lo que estaba pasando, cuando vio caer al paladín en ese estado, se volvió rápidamente hacia Adriana, lo que fuese q le afectaba era similar a los efectos secundarios de los conjuros dela elfa. Se disponía a decir algo cuando Toc Toc tbien pareció verse afectado por la maldición que afligía a Leobald.
Lo que le pasase al paladín no le importaba mucho a Mablung, aunque no estaba del todo seguro de esa forma de morir fuese de su agrado, no le caía bien, pero tampoco se merecía acabar así.
Que Toc Toc se viese afectado le preocupaba un poco más, pero sin alternativas decidió hacer caso a Adriana.
Busco en su interior la única verdad que sabía, y era que su rabia era auténtica y si el Amo pretendía jugar con sus sentidos que así fuera. Focalizando todo el odio que sentía por la destrucción del bosque y por todo lo que había visto en el círculo, avanzó sin desviar la mirada de la pared en la que en teoría estaba la puerta.
El druida avanzó decidido fijando su vista en el muro y permitiendo que la ira, le cegara totalmente, los escasos pasos que le separaban de la barrera los recorrió deprisa, y con un tremendo y sonoro golpe, chocó contra ella, trastabillando un momento hasta recuperar fácilmente el equilibrio. Su herencia élfica le hacía ágil, y era difícil derribarle. Algo aturdido comenzó a preguntarse que podía haber salido mal... pero fue interrumpido por el chillido de dolor que emitió esta vez Adriana...
La alta elfa miró a sus restantes compañeros en pie con desesperanza en su rostro, rezumando incomprensión en cada poro de su piel... cayó de rodillas mientras vomitaba, cosa común en ella desde que había llegado a Saltmarsh, sólo que esta vez, sus fluidos internos eran expulsados junto a extrañas criaturas parecidas a gusanos intestinales de un color negro ónice, de casi un tercio de metro cada uno, que se removían y retorcían sobre sí mismos, como si el contacto con la atmósfera les quemara y dañara.
Retorciéndose de dolor, intentó hablar una vez más... pero las palabras eran ahogadas por más arcadas y más dolor, de ese que provocaba no sólo una total incapacidad de controlar el cuerpo, sino que también te llenaba de horror la mente ante el conocimiento de que una inminente y grotesca muerte te espera a la vuelta de la esquina. Lágrimas, esta vez de pureza, se derramaron a través de sus cándidas mejillas... y finalmente, levantó su mano derecha hacía Mablung y Godric, en un último esfuerzo de arrastrarse hasta ellos... perdiendo las últimas fuerzas que le restaban, para terminar de caer a plomo golpeándose la cabeza con fuerza contra el mohoso piso... mientras, la última chispa de vida, se apagaba en su interior...
" ¡Oh la Oscuridad...! "
Godric hizo caso omiso tanto del golpe sordo a su derecha como de los estertores y regurgitaciones que escuchaba a su espalda. Tenía que dejar de escuchar todo aquello. Intentó mantener la compostura ante la agonía de Adriana pero le costó mucho más que con sus otros compañeros. Ahora apretó con fuerza los ojos y se tapó los oídos para dejar de escuchar aquellos agonizantes ruidos. Para si, comenzó a tararear una canción del coro de Lathander que había aprendido en su tiempo de novicio. El sonido de su voz, combinado con sus oídos taponados hizo que sólo escuchara el retumbar de su propia voz. Tenía que confiar en Adriana. Aquello, todo aquello, no podía ser más que una ilusión. La alternativa era demasiado horrorosa para contemplarla siquiera.
PbP Character: A few ;)
Con la debida admiración a los cubos caídos, avnazaron por aquellos pasillos semejantes a los recorridos junto al elfo unas jornadas atrás. Con fría distancia contempló como algunos compañeros sufrían extraños vahídos.. lo estudiaba y meditaba como afrontar que aquello ocurriera en combate. Y en eso estaba hasta que aquella gorgojeante voz llegó a su mente. Mas voces ahogadas.. perfecto.
¿Pero cómo luchar contra aquello capaz de matar solo con la apariencia de un inocente muro? Seis agentes entraron en los túneles.. Un agente vio una visión y cayó morada.. cinco agentes quedan en los túneles. Otro agente quiso ir a ayudar y su pico desencajó.. Cuatro agentes quedan en los túneles. Una agente sus ojos tapó, pero poco mas iba a ver, solo Tres agentes quedan en los túneles..
-Godric.. ¿qué artes arrebatan el aliento con semejante maldad?- preguntó a espaldas del clérigo que permanecía en pie sobre los cadáveres.
Se acercó a la altura del elfo para comprobar el muro contra el que había chocado. -¿Tus ojos de elfo ven algo mas que ladrillo y argamasa?
En cuanto el joven sacerdote cerró los ojos y taponó sus oídos usando los pulgares de ambas manos, una extraña sensación de vacío y tranquilidad pareció envolverle y abrazarle, como si se encontrara en el vientre materno. Sin embargo, esa sensación parecía inestable, como si en cualquier momento el delicado equilibrio mental que había alcanzado se pudiera resquebrajar como la cáscara de un huevo. La tranquilidad antes de una tormenta... como las que asolaban Saltmarsh prácticamente desde que llegaron.
Godric comenzó a cantar, tatareando aquella conocida canción, que tantas veces había entonado entre los muros de los monasterios de Lathander donde se había educado cuando era apenas un adolescente, una letanía de júbilo y exaltación al Sol, al amanecer y al renacimiento... repetida hasta la saciedad, y qué de algún modo le ayudaba a centrarse. Las diferentes tonalidades fueron sonando e interiormente iba escuchando su propia voz, pero, lo que debería traerle sosiego, provocó justo lo contrario... Con un empujón mental, fue arrastrado de su vacío de tranquilidad, cada nota empujándole más lejos de allí, ... hasta que finalmente, la realidad, los gritos de agonía y las regurcitaciones, volvieron a su mundo, no era capaz de oírlos, puesto que seguía con sus oídos taponados. pero sabía que estaban allí ... y de algún modo ... su canción le recordaba quien debiera ser... y que de algún modo, quizás... nunca fue.
Mientras, Khalion, junto a un frustrado Mablung, palpaba el muro en busca de alguna pista, resquicio o punto débil... sin suerte alguna.
" ¡Oh la Oscuridad...! "
La confusión y el horror se apoderaban lentamente del druida, con la mitad de sus compañeros muertos o casi muertos, las opciones se le acababan.-Squick. hemos venido para hablar con el amo siguiendo tus indicaciones- gritó hacia la pared sintiéndose un poco idiota, para acto seguido volver a gritar solo que esta vez una series de chillidos agudos salieron de su boca.
- Para mi aquí solo hay una pared,- contesto a Khalion. Volvió a mirar a lo cuerpos tumefactos y medios descompuestos de sus compañeros y dijo en voz baja: -si esto es obra de la maldición no podemos dejar así, serían una fuente de contagio, sino conseguimos revertirlo tendremos que hacer algo para evitar que se propague.- para acto seguido buscar la antorcha que portaba el paladín.
Gasto hablar con los animales y grito en rata:- Busco a Squick, Mablug necesita hablar con él-
El horror que se apoderaba del elfo no parecía hacer mella en un preocupado aasimar. Cómo serían capaces de explicar que mas de media compañía de agentes había sido derrotada por una.. pared. Aquello no podía ser y por increíble resultaba inofensivo. Allí abajo acero, escudo o fe habían resultado inútiles. Enfundando armas verificó que aquellos cuerpos realmente fueran los de sus compañeros. Renunciar a sus sentidos.. pero es que justo los sentidos decían a voces que allí solo había muerte.
-Ya pasamos tiempo en estos túneles y ahora se repite.. será la razón?- dudaba si aquello era una prueba o simplemente una trampa donde solo la fortaleza de ambos les había ayudado.-
Khalion fue el primero que se percató, una rata del tamaño de un mastín, le observaba escaleras arriba, justo en la parte opuesta donde la pared les bloqueaba el camino y por donde habían llegado hace algún tiempo, ... no estaba seguro de cuanto en realidad... Pústulas bulbosas de un color acre palpitante parecían erupcionar de diversar partes de su cuerpo, y sus ojos enrojecidos le miraban fijamente, pero por alguna razón no parecía una bestia agresiva. ¿Cómo no había podido verla antes? El tamaño era bastante considerable, pensó el aasimar.
Mablung desesperado preparaba una antorcha para quemar y acabar con el sufrimiento de sus aliados... pero su aguda vista no tardó tampoco demasiado en detectar la enorme y familiar rata. Un chillido apenas audible fue emitido por la criatura, como si enarbolara unas extrañas palabras que sólo el druida conseguía entender...
El animal parecía cauto, casi asustado... y apenas se movía, preparado para huir... o lanzarse sobre ellos en cualquier momento. Fue cuando su cabeza pareció sufrir algún tipo de asalto mental, y sus patas intentaron aferrar su testa como unas tenazas, para intentar amortiguar algún tipo de profundo dolor.
El resto de agentes que aún "vivían", sintiero un azote mental, pero esta vez no fue doloroso, sino más bien como una leve sacudida dentro de sus cabezas. El efecto inmediato que tuvo ese "asalto" fue ver como las imágenes de sus compañeros caídos parecían difuminarse, como si fueran cada vez más traslúcidos hasta prácticamente desaparecer, lo mismo ocurrió con el muro, su presencia se diluyó poco a poco, hasta ser casi un "mal recuerdo"... y ante ellos el pasillo parecía continuar por al menos un centenar de metros más donde otro muro parecía bloquear el avance una vez más, y, aunque Godric era incapaz de ver absolutamente nada más allá del radio de la antorcha de Mablung, los otros dos agentes pudieron observar que el corredor finalizaba en una puerta metálica bastante pesada y reforzada con tres anchas bandas, también metálicas, que la recorrían de izquierda a derecha. Por el aspecto, ésta era parecida a las que se usaban en los ostentosos bancos de la capital para proteger los ingresos de sus clientes... y por tanto, su presencia allí no tenía demasiado sentido, estando bastante fuera de lugar.
Tras observar los goznes y el incrustado pomo en forma de asa de su frontal, los agentes supervivientes dedujeron que el umbral se abría hacía fuera, justamente tirando ... aunque a escasos centímetros, debajo del pomo, la entrada de una biselada cerradura confundía, al no saber hasta que no se intentase cual sería el sentido real de apertura. En cualquier caso, el misterio parecía ya resuelto, puesto que el pesado portón estaba parcialmente abierto hacia fuera, dejando el espacio suficiente para que un humano de tamaño medio pudiera pasar...
" ¡Oh la Oscuridad...! "
No habiendo visto la enorme y pustulenta rata, Godric se apresuró, intentando no mostrar su nerviosismo por no saber donde estaba Adriana o el resto de sus compañeros.
- No tiene sentido perder más tiempo, pasaré e intentaré abrir para que paséis vosotros - dijo casi sin mirar a Khalion y Mablung y haciendo de la intención y la acción uno comenzó a escurrirse por la abertura para empujar y abrir un poco más y franquear asi la entrada a sus compañeros.
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La cara de Mablung paso de la sorpresa a la frustración y a la determinación en los segundos que duró la mirada que intercambió con la rata:- ¡¡Rápido, a la puerta!!- apremio a sus compañeros y se lanzó a la carrera hacia la puerta, corriendo antes de que se cerrase. Al llegar a la puerta soltó la antorcha y agarró con ambas manos el pomo.
Mablung se quedó bastante sorprendido del grosor del portón, casi un pie de ancho, todo en un blindado y endurecido metal, y, tras la puerta, el túnel cambiaba de estilo, pasando de una arquitectura clásica usada en los sistemas de alcantarillado de las grandes ciudades, a un pasaje cilíndrico más parecido al de una gran tubería.
Tras el umbral, una criatura le esperaba, no parecía agresiva, pero era difícil leer sus intenciones bajo un rostro totalmente rátido, ese híbrido entre hombre y roedor, parecía encontrarse en buena forma, y que sólo fuera vestido con harapos de cintura para abajo, permitía adivinar un torso ligeramente musculado y cubierto de un denso bello grisáceo. Su tamaño no era muy grande, casi como el de un humano que no había crecido demasiado. Éste iba ataviado con diferentes armas, como si estuviera pertrechado para la guerra. Un espadón descansaba en la espalda, atado con cinchas de cuero a su cuerpo semidesnudo. Un par de ballestas ligeras aferradas a sus muslos a través de más fijaciones en el mismo material, y diversas dagas repartidas por diferentes partes de su cuerpo completaban su atuendo militar.
Sin embargo el druida se percató de que las armas en general no eran de demasiada calidad, y todas y cada una de ellas necesitaban urgentemente reparaciones o un nuevo templado en forja. Las hojas en su mayoría estaban melladas u oxidadas, y los virotes de las ballestas parecían estar construidos a mano a partir de huesos de pequeñas bestias... sin demasiada maestría en el proceso.
El humanoide oteó el horizonte al final del pasillo observando como el resto de miembros del extraño grupo de visitantes terminaba acercándose tras los pasos del elfo de los bosques. Mablung vio que había cierta inteligencia y chispa en sus diminutos ojos, algo que no debía subestimarse.
- Finalmente ya estáis todos... sinceramente no apostaba que fueráis capaces de resolver el enigma previo al desafío final. Vuestros compañeros están llevando la audiencia con el gran "Amo", seguidme y os conduciré hasta ellos.
Era curioso como esta criatura mestiza, era capaz de hablar de una manera más coherente y normalizada que, por ejemplo, lo hacía Squick y aún así ser tan similares. Aunque el extrafalario amigo de Mablung tenía más muestras de una enfermedad avanzada que el guardían de la pesada puerta que les había conducido hasta el interior de la guarida de La Corte de los Marginados.
Mientras el peculiar hombre roedor de afilados incisivos cerraba el pesado portón blindado, los agentes pudieron observar como el tubular pasillo de paredes curvas, parecía abrirse a una gran sala iluminada por algún tipo de enormes pebeteros... y se podía escuchar bastante movimiento.
" ¡Oh la Oscuridad...! "
Una vez más, al descubrir a aquella criatura tan cercana al abrir la puerta con ayuda de Mablung, ya que había subestimado su peso y no pudo moverla más que un par de centímetros, Godric cayó al suelo con sus posaderas, tal como hizo cuando se vio sorprendido por el cazarrecompensas en la casa de Elías.
Intentado recomponerse, se levantó y se adentró por el tubular pasillo tras los pasos del druida buscando al resto de sus compañeros.
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MIentras el guardían rátido terminaba de sellar la puerta, este espetó al intrépido Godric que se había adelantado directamente a asomarse al gran salón.
- Espera muchacho, necesitáis escolta para pasar por allí.
Sin demorarse demasiado tras comprobar que el portón blindado estaba bien cerrado, éste se unió a ellos para acompañarlos hasta su destino, mientras un par de hombres rata diferentes, pero armados de manera parecida, cubrieron su puesto para vigilar esa entrada.
El tubular pasillo se abrió a un gran salón rectangular, tan grande, que los agentes eran incapaces de verlo en su totalidad, dos hileras de gruesas columnas de piedra servían como columna vertebral de la ingente estancia, y decenas de pebeteros y antorchas ancladas a las paredes parecían garantizar una buena iluminación a la vez que caldeaban el lugar. Moviéndose de manera nerviosa y cada uno centrado en diferentes tareas de mantenimiento o patrullas simpre en parejas, lo que restaba del grupo pudo contar al menos dos docenas de hombres con los mismos rasgos de roedor que los que ya había conocido en la entrada. Aunque todos diferían entre sí, algunos los tenían más marcados, y apenas tenían características humanas, salvo andar erguidos, y otros apenas los mostraban, siendo prácticamente hombres que salvo algún diente afilado de más y nariz prominente, podrían pasar por cualquiera en la superficie.
Al caminar a través del gran salón, justo por el centro, dejando las columnas a ambos lados, Mablung y sus amigos pudieron apreciar que lo hacían sobre una ajada alfombra extremadamente larga, raída, sucia y rota... en color rojizo pardo... como si se dirigieran a algún trono venido a menos... Al llegar al final de esa sala, tras varios minutos de caminata, y dejando varias salidas atrás, donde se vislumbraba bastante actividad, cuatro guardias igual de armados que los origales les esperaban, dos a la izquierda y dos a la derecha. Detrás de ellos, una correosa y densa cortina estaba descubierta, mostrando lo que quedaba detrás de la estancia principal, que era pues de proporciones inmensas.
La alfombra acababa justamente delante de un pilar cercenado y extremadamente decorada hasta el rococó más exagerado. Sobre ella, a unos tres metros de altura, una especia de contenedor metálico tallado con motivos draconianos, relleno de fluidos burbujeante, mostraba a través de sus pulidos cristales, como si de una morbosa pecera se tratara, a su inquilino... el "Amo" ...
Un cerebro flotaba en su interior... levitando pausadamente en el amniótico líquido...
El "Amo"
Delante de él, la figura de otro miembro más veterano de la familia de hombres-rata estaba plantado junto a los tres agentes que esperaban y parecían estar manteniendo una conversación con él. Adriana, Leobald y TocToc detuvieron su charla con el anciano del lugar cuando sus compañeros finalmente llegaron.
La figura con la hablaban parecía muy anciana, andaba encorvado y apoyado sobre un bastón de madera retorcida, su pelaje hacía años que había dejado el gris pardo de sus familiares más jóvenes, y era completamente blanco, casi albino. Apenas poseía dientes y sus ojos tenían un color lechoso enfermizo que daba a entender que tampoco conservaba la mayor parte de su vista. Vestido también con harapos, su única arma en esta ocasión, consistía en una daga herrumbrosa asida con una maroma mohosa a su delgada cintura. Su estado de salud era verdaderamente lamentable, y daba la impresión de que caería muerto allí mismo en cualquier momento.
A pesar de su paupérrimo estado, este habló con una voz profunda y ahogada, justo como la que algunos habían ya escuchado dentro de sus cabezas.
- Finalmente ya estáis todos reunidos... y justo a tiempo para tomar la decisión final... ¡Qué regocijo!
" ¡Oh la Oscuridad...! "
Godric no dijo nada tan sólo miró curioso a sus compañeros, en especial a Adriana, sin saber de qué hablaba aquel anciano rátido ni qué era o significaba aquel cerebro flotante aunque podía sentir como si le estuviera mirando. Aquella ciudad no dejaba de sorprenderle.
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Mascara adentro Khalion templaba ímpetus guerreros. Observaba aquellos rátidos que parecían por lo menos, ágiles. Si no daban muerte a acero seguro que lo harían las enfermedades que armas y luchadores parecían compartir. Sin embargo, cualquier contienda sería un suicidio en semejante maraña de túneles y corredores.
Por alguna razón ya ni se extrañó de que el famoso amo fuera una enorme conserva.. ni que allí, de pie, estuvieran los compañeros a los que escasos minutos antes iba a separarles cabeza de tronco para salvaguardar de maldiciones un pueblo en esceso ya maldito. Por un momento la curiosidad hizo que se preguntara qué habría pasado de haber procedido con su afiladas ciitarras y el fuego redentor del druida sobre los cuerpos de los no tan muertos agentes.
-¿Decisión final?-dijo sorprendido.- Si aquí vinimos fue con mas ánimos de preguntar que de responder..
- Por fin estáis aquí - comentó Adriana observando a sus compañeros con un claro gesto de alivio, llevándose una mano al pecho y tomando aire. En la alta elfa aún se podía detectar, en su respiración acelerada y superficial, el cansancio que arrastraba desde los túneles de las alcantarillas.
-- Mientras os esperábamos, hemos tenido la oportunidad de conversar con el Amo - dijo refiriéndose a la víscera flotante, intentando aclarar la pregunta de Khalion - Nos asegura poder ofrecernos ayuda e información, pero a cambio debemos realizar una tarea que supone un alto riesgo - la hechicera hizo una pequeña pausa, entrecerrando los ojos y llevándose una mano a la sien, como si le costara esfuerzo pensar y encontrar las palabras.
- Existe una ominosa criatura, semejante a un ente oceánico, que habita en la profundidad de los corredores de este reino subterráneo, cerca del mar, pero que en los últimos tiempos ha comenzado a acercarse peligrosamente; se alimenta de los habitantes de las profundas y enmarañadas entrañas de la ciudad, les dementa, les transforma, les hace enloquecer, para convertirles en esclavos o guardianes. Poco a poco va ganando terreno, expandiendo su reino. Muchos otros han intentado acabar con él, sin éxito. Debemos derrotarle antes de que sea demasiado tarde - guardó unos segundos de silencio para descansar mientras miraba a cada uno de sus compañeros.
- Dada la peligrosidad de esta misión, debemos tomar una decisión consensuada y asegurarnos de que el riesgo merece la pena, así como asumir que existe una alta probabilidad de fracaso; si decidimos no aceptar este quid pro quo, nuestros recuerdos sobre este lugar y sus habitantes serán eliminados para preservarlo de posibles amenazas. Imagino que tendréis muchas preguntas - dijo animando a que sus compañeros conversaran con el cerebro - por el momento, el Amo me ha ofrecido detalles que aseguran su conocimiento con respecto a mi maldición y a quién puedo acudir. Es hora de averiguar si podrá ayudarnos con el resto de cuestiones que venimos a plantearle, y tomar una decisión -
"Hay una grieta en todo, así es como entra la luz"