Klarota se dirigió a ellos comunicándose directamente en sus mentes. Seguía siendo una sensación extraña.
- Ese sniverflin no mentía. Ni en la ubicación del pasadizo hasta la fortaleza ni en su fidelidad a K'Varn... - esa última frase es realmente inquietante.
—Vale pues vayamos a esas cuevas y a ver qué encontramos, si todos estamos de acuerdo —asintió a Gowther y los demás—. Zev necesitamos esos ojos de lagarto de nuevo, estoy en tus escamosas manos, —le dedicó un guiño— y en marcha nuevo. Kath, Martin, os seguimos.
Esperó a que Zevatur conjurara de nuevo sobre él mientras recogía su mochila y se ajustaba las espadas al cinto y ayudaba a Helayna. Sentaba bien ponerse en movimiento de nuevo.
Tras un frugal desayuno de sus raciones de viaje y terminar de prepararse el grupo se dirigió sin más dilación hacia el otro lado de la fracturada geoda donde se encontraban. Con cuidado cruzaron el abismo que separaba la fractura y se ocultaron a tiempo de una patrulla de duergar montada en aquellos lagartos alargados y rápidos. Siguiendo las indicaciones de los svirneflin, salieron de la descomunal geoda, dejando atrás las que ya casi eran familiares estructuras prismáticas moradas y volviendo a la roca negra. Siguieron descendiendo y la temperatura fue aumentando hasta que llegaron al túnel que les habían indicado los gnomos de las profundidades.
Las sospechas de Helanya se mostraron ciertas, pues el pasadizo era angosto y pequeño, todos tendrían que ir agachados pero podían pasar. De alguna manera, Klarotah consiguió no poner los pies en el suelo e iba flotando a escasos milímetros del suelo, pese a ir encogido como los demás.
El trayecto por el túnel demostró ser más complicado de lo esperado, ya que no era regular y en muchas ocasiones tuvieron que caminar arrastrando las rodillas para poder pasar. Ash tuvo que quitarse la armadura al menos en tres ocasiones para poder cruzar algún angosto recodo, pero tras un agotador día, donde cada vez hacía más calor, el grupo llegó al final del serpenteante pasadizo.
Se encontraban en una estrecha repisa sobre un río de lava que desembocaba en un lago del mismo material que arrojaba luces rojizas y anaranjadas a la enorme caverna. Frente a ellos, a su derecha, estaba la ciudad duergar. Una impresionante muralla de hierro y roca la rodeaba hasta el mismo río de lava que discurría por un lateral de la caverna y se perdía de nuevo en las profundidades de la tierra hacia el norte. Tras la ciudad el lago de lava separaba la fortaleza del resto de la ciudad. Un único puente de hierro unía la fortaleza con el resto del asentamiento duergar. La fortaleza en sí se encontraba parcialmente tallada en la roca negra de la pared sur de la caverna. Una enorme cascada de lava caía directamente sobre la cúpula central de la misma, desde donde se distribuía por medio de ingeniosas canalizaciones para dar luz y, seguramente, alimentar las forjas, antes de volver a caer por ambos laterales hasta el lago de lava.
No podía negarse que era una ciudad enana, aunque en lugar de las hermosas tallas que habían visto en Mitrhall Hall aquí la arquitectura era más angulosa, más afilada, más agresiva.
Allí, bajo la cascada más cercana a ellos sabían que estaba el pasadizo que llevaba al interior de la fortaleza, tal y como Klarotah había extraído de la memoria del líder que habían capturado.
La repisa donde se encontraban comenzaba un estrecho sendero que iba paralelo al rio de lava rodeando la pared de la caverna hasta llegar a otra repisa que daba a la cascada de lava que era su objetivo.
Ash pudo estirarse pro fin después de tanto rato de andar agachado o a cuatro patas como si fuesen ratas. El olor sulfuroso y el calor de la amplia estancia le parecían un regalo después de arrastrarse por el túnel. Se estiró como pudo en el precario espació de cornisa que le tocaba.
—Muy bien, Emberhold, por fin —dijo a media voz ajustándose las correas de la armadura por enésima vez antes de afrontar la cornisa.
El guerrero observó la amplia caverna que albergaba la capital de los duergar. Era realmente sobrecogedor el tamaño de todo aquello y como los duergars habían sido capaces de medrar allí, doblegando los ríos de lava en su beneficio.
—Supongo que tendremos que acercarnos a aquel infierno para buscar esa puerta secreta de la que habló el oficial duergar —susurró y señaló al punto en que la cornisa que les sostenía se acercaba a la cascada de lava—. Sugiero que nos aseguremos todos a la misma cuerda por si alguno resbalase. ¿Alguien tiene una cuerda?
Observó a ciudadela en busca de vigías haciendo una visera con su mano derecha.
—¿Alguien ve guardias apostados o algo que pueda delatarnos? Si no veis nada lo mejor es moverse, aquí estamos algo expuestos —miró a los demás y asintió—. En cuanto lleguemos al pasadizo podremos relajarnos un poco y dejar que nuestros espías trabajen mientras nos quitamos la botas —sonrió jactanciosamente y señaló de nuevo el punto donde la cornisa se acercaba a la catarata ardiente.
Zevatur miro a Kath y suspiró. Sus reconfortantes palabras alijeraron la pesada carga sobre sus hombros. – Quizás tengas razón, quizás este entorno me supere. Es posible que las alternativas hubiesen sido peores. – Con un suspiro le palmeo suavemente la reconfortante mano que se había posado en su hombro. – Te agradezco las palabras, eres una buena amiga… y eficiente. Me alegro de que estés con nosotros en esta casi imposible misión.
[En el campamento]
Zevatur agradeció con una cálida sonrisa las atenciones de Gowther. Con su ayuda convocó a Canela. “Por los colmillos de Behamut!” La maldición tan solo la oyó Zevatur, pero el resto pudieron ver un gran tordo explotando. “Siento haber fallado, Zev! Ni siquiera vi a la criatura. Me tienes que contar todo cuanto ha pasado!”
[Durante la marcha]
Tras el desayuno, el descanso, las palabras de sus compañeros y la confianza de Canela el ánimo de Zevatur parecía mas alegre. - Yo me puedo comunicar con Canela, a cualquier distancia y sin necesidad de poseerle. Puede ir con los exploradores para poder comunicarnos… ¿que os parece?
Mientras sus compañeros recogían sus pertenencias y ultimaban los detalles para continuar, Hela aprovechó para comprobar hasta qué punto las babosas habían malogrado las capacidades mágicas de sus ropajes. Apartada del grupo y en silencio, rememorando en su cabeza la palabra “tilek” acompañada de un giro completo de su cuerpo, fue cambiando de vestimenta hasta pasar por las cinco opciones de las que disponía.
Afortunadamente, apenas eran perceptibles los desperfectos, parecía incluso que el poderoso ácido nunca hubiera estado en contacto con el tejido. Satisfecha y aliviada por no perder el regalo de Khelben y Laeral, eligió la opción del traje de trabajo, negro con hebillas, ceñido perfectamente a su cuerpo. Era cómodo y le permitía moverse con facilidad, aunque seguía echando de menos su capa ahora calcinada e irrecuperable. Sin la opción de poder guarecer a Gloom bajo su manto durante la caminata, decidió esta vez no convocarla. Aferró su bastón con determinación y siguió al grupo con energía renovada.
Después del intenso frío sufrido en el interior de las rocas, el aumento de la temperatura ambiental fue reconfortante para la elfa. Al menos en un principio. Cuanto más avanzaban, cuanto más se acercaban a los ríos y cascadas de lava, más sofocante se tornaba el calor. Tras atravesar el angosto e incómodo pasadizo, la hechicera observó la imponente ciudad rodeada de mares de fuego. Su rostro volvía a reflejar el hieratismo de una muñeca de porcelana, mientras escuchaba las indicaciones de Ash con atención.
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"Hay una grieta en todo, así es como entra la luz"
Tras el frugal desayuno emprendieron camino a la fortaleza. Avanzar por aquella geoda gigante era una fría daga clavada en las entrañas del bardo. Terrorífica oscuridad, carencia de colores y silencio.. sobretodo el silencio. En mas de una ocasión trató de hablar con sus compañeros. Quería animarles, convencerles, todo subterfugios para esconder la real intención, motivarse a si mismo y no perder la cabeza. Aguantó a respiración cuando franqueron por las pasarelas minerales la sima donde casi perecen varios compañeros y donde casi acaba despeñado como la propia criatura aberrante ensamblada.
Aunque menos corpulento que Ash, tuvo que desmontar la coraza de peor calidad que la del guerrero, para atravesar aquellos angostos y gnómicos pasadizos. El calor agobiante sin embargo fue recibido con entusiasmo. Y junto al aumento de temperatura, la luz de la roca viva licuada le permitió un privilegio solo apreciado cuando te es privado, ver con los propios ojos. Retirándose la máscara, tardó unos segundos en acostumbrar sus pupilas y que su cerebro procesara aquel torrente de matices rojos, naranjas y carmesís. Y de pronto, como había llegado, la angustia y tristeza desapareció. Emberhold en toda su magnificencia se presentaba ante ellos. Una visión que muy muy pocos ojos ajenos a aquellas profundidades habían observado de los cuales, quizá ninguno había escapado para contarlo. Lo que ante el bardo se mostraba tan solo eran rumores de ancianos y aventureros mas cercanos a la locura que a la razón.
-Aquí tengo equipo de escalada- respondió a la petición de Ash, sacando una cuerda y aparejos del fondo del petate.-Por favor usarlo.. yo, necesito dedicarle unos minutos a... esto.- dijo señalando con ambos brazos la ciudad.
De la mochila sacó también un libro con tapas de cuero negro y filigranas plateadas mas común de ver entre los enseres de los hechiceros. Un poco atropellado dejó sobre el suelo de obsidiana un tintero y comenzó a lanzar trazos alborotados sobre las páginas de su libro mágico. La cascada de piedra incandescente, el magnífico muro de hierro y piedra. Líneas, borrones y sombras, notas por aquí y por allá.. sin atisbos de la melancolía sufrida poco antes, mas disfrutando como un niño pequeño.
-Va a ser difícil encontrar a Kima-dijo en un fogonazo de lucidez en un impás de atención hacia su libro.- Entre mi repertorio.. creo que podría ayudar a localizarla cuando estemos mas cerca.. al menos una hora si recuerdo bien las notas precisas..
Martin, lideró casi como un silencioso fantasma la comitiva, moviéndose ágil y con paso rápido, pero su rostro mostraba un cincelado gesto apático perenne, parecía derrotado antes incluso de intentar el rescate. Cuando llegaron al estrecho pasadizo, pareció moverse también con soltura, su flexible armadura de cuero y sus ropajes de marinero al menos no eran tan rígidos como las piezas de metal que portaban los guerreros y paladines del grupo...
El calor incipiente pareció devolverle algo de vida, y cuando éste se hizo más intenso, las gotas de sudor empezaron a caer por su rostro perlando su piel allí por donde pasaban. Cuando el angosto pasadizo se abrió a los ríos y lagos de lava que rodeaban la imponente ciudad, se tapó sus violáceos ojos con las manos, intentando acostumbrarse al cambio de patrón en la intensidad de la luz.
Desde la distancia observó la lejana cascada de roca fundida efervescer ocultando la entrada secreta que tanto ansiaban encontrar, desplanzándose con cierto sigilo hasta el borde de la repisa donde se encontraban, intentó estudiar y analizar la seguridad y estabilidad del estrecho sendero que discurría paralelo al río de lava y que conducía a su destino. Emitiendo un gruñido, esperó unos minutos a que todos sus compañeros se prepararan para el sinuoso recorrido que les esperaba y comenzó a caminar con extremo cuidado, con pasos lentos y asegurando cada avance asiéndose a la pared rocosa antes de apoyar el peso del cuerpo. Un ritual lento pero seguro... o eso pensó.
El grupo comenzó a moverse por la angosta repisa en fila de a uno. El calor era sofocante y los vapores sulfurosos amenazaban con marearles y hacerles expulsar el contenido de sus estómagos.
Los agudos sentidos de Gowther, así como los de Helanya, les permitieron ver las figuras de varios duergar patrullando las murallas al otro lado del río de lava. No parecían mirar hacia la pared en la que ellos estaban, tan sólo eran guardias haciendo su ronda. Se les veía relajados. Estaban en su fortaleza, en el corazón de su reino, y con una reciente alianza con otras razas de la Suboscuridad. Los duergar no tenían motivos para estar especialmente alerta.
Poco a poco fueron avanzando hasta que los primeros pudieron ver algo en la repisa a través de los vapores que a veces ascendían desde el infierno que tenían debajo. Unas pequeñas estatuas adornaban la parte exterior de la repisa. Por el tamaño pecían gnomos como los que se habían encontrado, pero todos estaban tallados de la misma forma, acuclillados mirando hacia el lago de lava. Sin embargo, cuando se acercaron un poco más, comprobaron que no eran snifverflins, si no criaturas más grotescas con aspecto demoníaco. Las extrañas gárgolas no parecían tener ningún propósito más que mirar hacia la lava con pétreos ojos.
Martin iba abriendo el camino, sudando profusamente dentro de su armadura, deslizando con cuidado un pie tras otro. Cuando ya había superado el giro que les acercaba por fin a la cascada, una parte de la repisa cedió a su peso y trozos de roca cayeron a la lava más abajo, deshaciéndose inmediatamente en el magma. Había estado cerca pero los rápidos reflejos del semi-elfo evitaron que se precipitara al vacío.
Tras él, todo intento de moverse en silencio fue en vano. Las pesadas armaduras de sus compañeros rechinaban contra las rocas, las pesadas botas del enano resonaban con cada paso. Aún estaban lejos de la fortaleza pero más adelante la recia armadura del enano iba a resultar un problema. El enano.
Martin se giró con rapidez, intentando avisar a Morko de que no pisara cerca del borde. Demasiado tarde.
Su rápido movimiento cogió desprevenido a Zevatur, que trastabilló y cayó por el borde. Kath se movió con rapidez, intentando agarrar a Zevatur, pero no la suficiente. La muchacha recordó la cuerda que les ataba a todos y tiró de ella. El tiefling, que caía hacia el magma, sintió el tirón de la cuerda en su cintura, y cómo está se clavaba en su piel, pero eso le acercó a la repisa y, fruto de la desesperación, consiguió asirse a un saliente de la repisa. Recordando el poder de sus sandalias, el tiefling se dobló sobre sí mismo y consiguió poner la suela de sus zapatos en la pared vertical de la repisa. Sintió como se afianzaban. Suspiró con alivio.
El aviso del explorador llegó medio segundo tarde. Morko pisó demasiado cerca del borde y esa parte de la repisa cedió. Mientras Zevatur caía al vació, Morko comenzaba a precipitarse también. El enano, acostumbrado a caminar por lugares angostos atado a sus compañeros, recordó antes que el tiefling la cuerda que le unía al resto, y tiró de ella. Por suerte, Guilbert, que había tenido la idea, estuvo muy atento y afianzó los pies en el suelo y sujetó la cuerda con ambas manos. Con un grito de esfuerzo se quedaron así durante unos segundos, con Morko en un ángulo muy peligroso sobre la lava y un pie en el aire, sujeto tan sólo por la cuerda y la fuerza de los músculos del bardo.
Ash y Helanya reaccionaron y tiraron a su vez hacia atrás, ayudando a Guilbert a mantenerse firme mientras Morko volvía a la relativa seguridad de la repisa.
Todos se pararon un momento para recuperar el aliento. El camino se mostraba muy traicionero.
El corazón de Martín pareció detenerse en las dos ocasiones donde sus amigos perdieron el pie y cayeron al vacío. Su instinto primario casi le obliga a lanzarse hacia ellos para socorrerles, pero su experiencia y entrenamiento le hicieron detenerse para no provocar más problemas e incomodidades a sus compañeros. Suspiró aliviado al ver que en ambos casos habían sido rescatados in extremis, y se dio cuenta, muy dentro de sí, que quizás ellos eran lo más parecido a una familia de verdad que tenía, ... en La Academia, a veces entre ellos, también se denominaban como miembros de una gran familia de hermanos... pero ahora se daba cuenta cuanta mentira y alienación había en esas palabras...
Las estatuas siniestras de los pequeños demonios les incomodaban, demasiadas preguntas se agolpaban en su mente sobre cual era su función o como y quién las había ubicado ahí. Con un gesto de sus manos, hizo señas a Guilbert llamando su atención sobre ellas, por si el ilustrado bardo poseía algún remoto conocimiento sobre estas... quizás en alguna de sus aventuras pasadas, u odas conocidas se hablara de algo parecido... Lamentablemente él era demasiado ignorante para entender esa parte del puzzle, lo único que sabía de la suboscuridad era lo poco que su maestra Drow le contó hace años.
Haciendo de tripas corazón, y suplicando a la Reina Cuervo que el cercano sonido de la cascada de lava amortiguara el estruendo que estaban montando las armaduras de los blindados miembros de grupo, el semielfo siguió avanzando una vez que estuvo seguro de que todos estaban bien y en forma para seguir. Se tapó como pudo la nariz y la boca con una improvisada venda que humedeció previamente, esto esperaba que le ayudara a filtrar los asfixiantes efluvios sulfurosos que le rodeaban y que le quemaban por dentro, y de nuevo, continuó su camino, con un ojo en donde ponía sus pies, y otro en los guardias que patrullaban los muros más cercanos a ellos.
Ash tiró con todas sus fuerzas al darse cuenta de lo que estaba pasando mientras afianzaba sus pies en la precaria cornisa. Los poderosos músculos del guerrero tensaron el cabo con un latigazo. La cuerda crujió pero aguantó el tirón sin partirse. Pronto sus compañeros se las apañaban para volver a la cornisa. Ash se permitió respirar hondo.
—Maldita sea chicos id con cuidado. Nos vais a matar del susto ¿Todos bien? —asintió a los que se recomponían—. Sigamos, ya queda poco para poder descansar.
Tratando de no pensar en los inquietantes gnomos de piedra que jalonaban el camino se esforzó por seguir adelante. Supuso que si fueran guardianes ya les habrían atacado.
Pasado el susto inicial los compañeros se prestaron a continuar por la estrecha cornisa, asegurando los pies ahora antes de poner todo su peso sobre ellos.
Gowther, cuando se fijó un poco más en las estatuas las reconoció como fieles reproducciones de unas criaturas del plano de fuego llamadas Magmim.
Tanto Helanya como Guilbert las reconocieron también. El bardo se acercó a una de ellas con intención de examinarla con más detenimiento, por las historias sabía que eran pequeños duendes de fuego maliciosos que adoraban ver todo arder, o quizá no fueran maliciosos, si no simplemente estaba en su naturaleza. En cualquier caso se alegró de que aquellas estatuas no fueran las verdaderas criaturas.
Las voces de Helanya y Gowther se elevaron al unísono dando la alarma. Pero cada uno por un motivo distinto.
Helanya vio a tiempo cómo el fuego interior de los Magmin se avivaba con la proximidad del grupo, estallando en llamas repentinamente y saltando sobre ellos.
Como si hubiera estando esperando ese momento, una parte de la pared sobre ellos se despegó y se abalanzó sobre Gowther, extendiendo sus alas como una manta raya enorme, el El'Tael pudo ver cómo la cabeza de la criatura se giraba hacia él y su boca se abría mostrando una hilera de dientes tras otra.
Tan sólo los agudos sentidos de Gowther y de Helanya les habían salvado en aquella ocasión de ser sorprendidos.
Martin, que en ese momento estaba vigilando a los dos duergar que estaban patrullando en la muralla en ese momento constató con horror como todos sus planes peligraban al señalar uno de ellos el repentino fulgor de los Magmin, resaltando repentinamente en la negra pared. El sistema de alarma de los duergar parecía haber funcionado en aquella ocasión.
Zevaur apenas había recuperado el equilibrio cuando las criaturas le sorprendieron. Espoleado por las quemaduras que la muerte explosiva de una de ellas le había provocado reaccionó intentando alejar, al menos, a dos de ellas, a la lava. Moviendo los brazos en lo que podría parecer un draconil aleteo dos corrientes de aire empujaron a dos de las criaturas a la lava, despejando el camino. Satisfecho con el resultado se acerco trepando por la pared hacia la fortaleza. Esta vez había evitado explosiones peligrosas y había sido comedido en su acción, pero también parecía haber sido eficaz... Aunque las criaturas parecían alegrarse de caer a la lava no entorpecían a sus compañeros y no les explotarían en fuego al morir.
- Los Duergar, ha que acabar con ellos!! - Exclamó preocupado.
Martin no pudo obtener respuesta de sus más sabios compañeros, la respuesta se encarnó en su cara cuando las pequeñas figuras cobraron vida, cuerpos de magma viva, con ojos fundidos y mandíbulas escaldadas cubiertas de ígneos dientes. Una de ellas saltó justo delante de él, forzándole a concentrarse en su equilibrio, la superficie era traicionera y estrecha, y su memoria muscular de los largos entrenamientos de combate sobre cornisas y maromas quedaba ya muy lejano y oxidado.
Su espada corta, la que no había sufrido daños milagrosamente por el ácido, salto presta a su mano diestra. Un ligero juego de pies para estudiar al enemigo antes de que éste reaccionara reveló un punto débil justo entre los dos flamígeros ojos que le observaban sedientos de prender toda su figura en llamas, nadie más que el semielfo quería quemar ese disfraz de marinero que portaba, pero eso debería esperar.
Ahogando una tos provocada por las emanaciones sulfúricas, Martin fintó un ataque al costado que acabó atravesando el cráneo de magma endurecida del pequeño ser animado, la hoja de su espada empezó a ponerse al rojo, el acero no estaba preparado para resistir todo aquel calor repentino y si comenzaba a fundirse y perder la forma habría perdido el arma. Con un rápido movimiento acompañado de un gruñido de frustración, separó la hoja de su víctima antes de lo que él hubiera deseado, allí donde el acero se había hendido, ahora chorreaba lava líquida mientras la criatura paralizada por el mortal golpe comenzaba a vibrar presagiando nada bueno.
Los ojos del ser empezaron a subir de brillo, amarillo incandescente al principio, rojo fundido casi al final mientras todo el cuerpo se estremecía de manera inestable. El pícaro entendió lo que estaba a punto de suceder a escasos segundos del estallido, dando unos rápidos pasos hacia atrás y girando sobre sí mismo consiguió envitar la mayor parte de la lluvia de magma y lava que se repartía en varios metros a la redonda, dañando también a sus amigos.
Con una maldición avisó a sus compañeros de la obvia capacidad explosiva de los Magmin, pero toda su atención pasó a repartirse entre la peligrosa manta que tenía a escasos metros amenazando a sus amigos, y los Duergar que estaban a punto de dar la alarma. Percatándose de que los hechiceros del grupo estaban al tanto del problema, les dejó a ellos la difícil tarea de evitar lo que parecía casi inevitable y que podría traer catastróficas consecuencias...
Ash no podía creer en su mala suerte de nuevo. ¿Como era posible que estuvieran peleando otra vez? ¡Era un plan sin fisuras! Aunque tampoco le sorprendía tanto en realidad, no conocía ningún plan que no se torciera por un motivo u otro. Sin embargo si los guardias daban la alarma sería el fin, pero trataba de no pensar en ello y confiaba en que los conjuradores pudieran neutralizarlos. Tymora aprieta pero no ahoga, pensaba. Apretando los dientes pateó a uno de los gnomos de fuego junto a él lanzándole a la lava sin miramientos. Casi a la vez balanceó a Gloria en su mano para avanzar un paso y herir al monstruo aberrante que pretendía atacar a Gowther, cubriendo la posición de Hela. La cornisa parecía terriblemente estrecha de repente. Odiaba no poder llegar a los duergars pero se concentró en lo que sí podía enfrentar.
Cuando las figuras enemigas aparecieron tras los amagos de las caídas de sus compañeros, Helayna se preparó para el combate. No podía sorprenderle que el ruido y el parcial derrumbamiento de la cornisa hubieran provocado la activación del sistema de defensa de la ciudad duergar, que en este caso se materializaba en pequeñas figuras diabólicas que estallaban en llamas hiriendo a cualquiera que estuviera cerca.
Su posición en aquella estrecha cornisa era poco ventajosa, sin posibilidad de tomar distancia; afortunadamente, sus compañeros habían sido capaces de deshacerse de alguna de las criaturas que tenían más cerca. Su objetivo se centró en la enorme raya que sobrevolaba sus cabezas amenazante, totalmente dispuesta a atacarla en cuanto tuviera ocasión. Pero el mensaje de alerta del semi-demonio hizo desviar su mirada a la patrulla duergar que les había avistado desde una de las murallas. Girándose levemente hacia ellos, dispuesta a intentar detener la voz de alarma que sería fatal para el grupo, tres misiles salieron disparados hacia los enanos que, aún sabiendo que no serían mortales, sí podían asegurarle un impacto certero y con suerte, ayudaría al resto de sus compañeros a terminar con sus vidas.
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"Hay una grieta en todo, así es como entra la luz"
Gowther intentó abstraerse de la aberración que se encontraba delante de el. Para que su infiltración tuviera éxito debían tener todos los frente cubiertos y aquellos enanos, en la lejanía y la seguridad de aquel muro, era lo más problemático que tenían entre manos. Tras ver que parte de sus compañeros se dedicaban a abordar las amenzas inmediatas, el El'tael se desvaneció en una mística bruma multicolor y volvió a aparecer cerca de la cascada de lava.
Alzó su espada en la dirección de aquellos duergar mientras que sentenciaba: -"Quar"- Acto seguido una esfera aterciopelada y húmeda apareció entre ellos desencadenando un estallido de cientos de hebras pegajosas. Sin previo aviso una viscosa telaraña cubría un pequeño perímetro. Corellon estaba de su parte, aquellos duergar quedaron inmovilizados con su hechizo.-Morko, si vienes junto a mi podrías intentar acabar con ellos con tu hacha. No tenemos mucho tiempo.-Dijo mientras esperaba que el resto de compañeros optaran por evitar que aquellos soldados dieran la voz de alarma.
Las últimas horas pasaron como una bruma para Morko, el cansancio de los últimos combates y el tiempo o vagando por la infraoscuridad hicieron mella en el paladín, entrando en estado de melancolía autómata, siguió a sus compañeros primero a descansar y luego en la reanudación de la marcha.
Por su cabeza empezaron a discurrir escenas desde el ataque a su ciudad, desde entonces no parecía que todas su pericias hubiesen servido de nada y su mejor baza siempre estaba fuera de su alcance, tan cerca y a la vez tan lejos. Asiendo a su fiel compañera, lo único que le quedaba de su hogar, pregunto en silencio a Moradhin por el sentido de su misión y si lograrían llevarla a cabo. Pero su Dios permaneció callado.
Derrotado por el cansancio y la melancolía el paladín cayó en un profundo sueño. A la mañana siguiente ocupó su puesto en la fila y siguió la marcha.
Las horas pasaban y el paladín seguía en su ensimismamiento, por lo que no vio el peligro de la senda que discurría al lado de la lava ni la emboscada en ella.
Solo las palabras de Gowther le hicieron reaccionar. El tiempo recobró su velocidad normal, y Morko vio como sus compañeros peleaban en la senda mientras dos guardas duergars miraban hacia la senda, sí daban la alarma estaban perdidos. Los años de entrenamiento tomaron las riendas y sin dudarlo Morko invocó los poderes dé Moradhin y se teleporto fuera del alcance de la extraña manta y acercándose hacia el extremo de la senda dese donde poder atacar a los dos duergar, que se debatían bajo el hechizo de Gowther.
Sin dudarlo lanzó a Kheluzburk contra el primero de los inmovilizados duergar, e invocando la hora de Moradhin acabó con su vida. La poderos arma volvió a sus manos para volver a ser lanzada contra el otro duergar. Una vez más Kheluzburk voló certera y sus runas se iluminaron cuando la ira de Moradhin volvió a castigar a su objetivo. Con los dos centinelas muertos, puede que aún tengan una oportunidad de entrar en la ciudad sin ser descubiertos.
Los centinelas habían cumplido con su cometido, descubriendo a posibles espías o enemigos, pero los hados del destino quisieron que en esta ocasión esos enemigos fueran demasiado poderosos. Antes de que pudieran echar mano de los cuernos que portaban en sus cintos empezaron a recibir heridas por hechizos, y una pegajosa sustancia cubrió toda la muralla y cerró el acceso a la torre de guarida inmovilizándoles. Uno de ellos ni siquiera pudo gritar cuando el hacha de Morko le cortó la cabeza donde estaba. El segundo observó como hipnotizado como la poderosa arma volaba de vuelta a la mano de su amo mientras la sangre de su compañero le caía encima. Intentó levantar las manos para pedir clemencia cuando Khelezburg se le clavó en el pecho. Extendiendo la mano Morko la recuperó antes de que el Duergar exhalara su último suspiro, los dos cadáveres quedaron colgando como títeres sin cuerdas de las hebras de la telaraña invocada por Gowther.
Confundida al principio cuando su presa desparece ante ella, la bestia lanza un gemido lastimero, que parece un lamento de un alma perdida. Concentrados en los vigias y en mantener el equilibrio, los compañeros apenas le prestan atención, pero Gowther, que ha mantenido la calma y no se ha dejado llevar por sus sentimientos y tiene una clara consciencia de todo lo que ocurre, no puede evitar sentir un escalofrío y decide no acercarse a esa criatura. El Cloaker no pierde el tiempo y se abalanza sobre Helanya, rodeando con sus alas y su cuerpo el de la hechicera y mordiendo profundamente sus numerosos colmillos en su hombro. Con su cola erizada de puas intenta mantener alejado a Guilbert, haciéndola chasquear a escasos centímetros del bardo, pero este esta presto y la esquiva.
Kath ve a su amiga en apuros y decide intervenir, lanzando dos rayos azulados a la criatura. Estos impactan pero no tienen el efecto deseado por la Cazadora. El cuerpo sinuoso de la especie de manta raya se ondula como una capa mecida por el viento y, sin llegar a soltar su presa, consigue que parte del conjuro de a su atrapada presa que esta completamente envuelta por ella. Helanya gime de dolor y Kath grita.
Martin observó como el ser parecido a una manta raya gigante había envuelto a su compañera y amiga mientras le devoraba desde dentro, se dispuso a rajarla de arriba a abajo para liberarla inmediatamente a pesar del sinuoso y traicionero recorrido de vuelta al que tenía que superar. Sin embargo, al oír los gritos de dolor de la elfa de la sombras, recibiendo parte de los impactos director que Kazh había lanzado, entendió que su primera idea podría causar más daño que ayudar... decidió entonces acudir a su lado lo más raudo posible para contribuir a su liberación, aunque tuviera que esquivar por el camino a varios de sus compañeros.
Guardando de nuevo el arma en su vaina, sus pasos se tornaron firmes y ágiles mientras desandaba el poco fiable sendero hacia su objetivo. Evitó a Kath sin que ella casi se percatara de que su maestro estaba pasando por allí, el error se produjo justo cuando llegó a la altura de Canela, la visión del pequeño y adorable dragoncito le distrajo, su pie no pisó en un terreno tan firme como esperaba y parte de éste cedió bajo su peso haciéndole perder el equilibrio, mientras, un graznido de su fiel mascota "Seeker" alertó de la inminente tragedia a todos.
Con un giro sobre su mismo, y unos reflejos nacidos de su entrenamiento en combate en entornos imposiblemente estrechos, el asesino consiguió aferrarse con ambas manos a parte de la repisa que aun quedaba en pie, dando gracias a haber guardado previamente su espada corta para tener las manos libres... sintió el calor intenso bajo sus pies... mucho más intenso de lo que esperaba, las puntas de sus dedos ardían de calor... y su frente paso de contener perladas gotas de sudor, a manantiales que caían sobre su rostro. Al menos tenía la cuerda atada a su cintura, eso le dio cierta sensación de seguridad... aunque en su fuero interno le aterraba que si la situación fuera a peor arrastrara a algún compañero consigo, y eso nunca se lo perdonaría.
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" ¡Oh la Oscuridad...! "
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Klarota se dirigió a ellos comunicándose directamente en sus mentes. Seguía siendo una sensación extraña.
- Ese sniverflin no mentía. Ni en la ubicación del pasadizo hasta la fortaleza ni en su fidelidad a K'Varn... - esa última frase es realmente inquietante.
PbP Character: A few ;)
Ash se irguió de nuevo y sonrió.
—Vale pues vayamos a esas cuevas y a ver qué encontramos, si todos estamos de acuerdo —asintió a Gowther y los demás—. Zev necesitamos esos ojos de lagarto de nuevo, estoy en tus escamosas manos, —le dedicó un guiño— y en marcha nuevo. Kath, Martin, os seguimos.
Esperó a que Zevatur conjurara de nuevo sobre él mientras recogía su mochila y se ajustaba las espadas al cinto y ayudaba a Helayna. Sentaba bien ponerse en movimiento de nuevo.
Ash el guerrero — Dragon's Hoard (Spanish)
Leobald el caballero — Death and Pain at Saltmarsh (Spanish)
Keeper — Vigilantes en el Cielo (Spanish)
Remington Wizz — Shadow of the Dragon Queen (Spanish)
Tras un frugal desayuno de sus raciones de viaje y terminar de prepararse el grupo se dirigió sin más dilación hacia el otro lado de la fracturada geoda donde se encontraban. Con cuidado cruzaron el abismo que separaba la fractura y se ocultaron a tiempo de una patrulla de duergar montada en aquellos lagartos alargados y rápidos. Siguiendo las indicaciones de los svirneflin, salieron de la descomunal geoda, dejando atrás las que ya casi eran familiares estructuras prismáticas moradas y volviendo a la roca negra. Siguieron descendiendo y la temperatura fue aumentando hasta que llegaron al túnel que les habían indicado los gnomos de las profundidades.
Las sospechas de Helanya se mostraron ciertas, pues el pasadizo era angosto y pequeño, todos tendrían que ir agachados pero podían pasar. De alguna manera, Klarotah consiguió no poner los pies en el suelo e iba flotando a escasos milímetros del suelo, pese a ir encogido como los demás.
El trayecto por el túnel demostró ser más complicado de lo esperado, ya que no era regular y en muchas ocasiones tuvieron que caminar arrastrando las rodillas para poder pasar. Ash tuvo que quitarse la armadura al menos en tres ocasiones para poder cruzar algún angosto recodo, pero tras un agotador día, donde cada vez hacía más calor, el grupo llegó al final del serpenteante pasadizo.
Se encontraban en una estrecha repisa sobre un río de lava que desembocaba en un lago del mismo material que arrojaba luces rojizas y anaranjadas a la enorme caverna. Frente a ellos, a su derecha, estaba la ciudad duergar. Una impresionante muralla de hierro y roca la rodeaba hasta el mismo río de lava que discurría por un lateral de la caverna y se perdía de nuevo en las profundidades de la tierra hacia el norte. Tras la ciudad el lago de lava separaba la fortaleza del resto de la ciudad. Un único puente de hierro unía la fortaleza con el resto del asentamiento duergar. La fortaleza en sí se encontraba parcialmente tallada en la roca negra de la pared sur de la caverna. Una enorme cascada de lava caía directamente sobre la cúpula central de la misma, desde donde se distribuía por medio de ingeniosas canalizaciones para dar luz y, seguramente, alimentar las forjas, antes de volver a caer por ambos laterales hasta el lago de lava.
No podía negarse que era una ciudad enana, aunque en lugar de las hermosas tallas que habían visto en Mitrhall Hall aquí la arquitectura era más angulosa, más afilada, más agresiva.
Allí, bajo la cascada más cercana a ellos sabían que estaba el pasadizo que llevaba al interior de la fortaleza, tal y como Klarotah había extraído de la memoria del líder que habían capturado.
La repisa donde se encontraban comenzaba un estrecho sendero que iba paralelo al rio de lava rodeando la pared de la caverna hasta llegar a otra repisa que daba a la cascada de lava que era su objetivo.
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Ash pudo estirarse pro fin después de tanto rato de andar agachado o a cuatro patas como si fuesen ratas. El olor sulfuroso y el calor de la amplia estancia le parecían un regalo después de arrastrarse por el túnel. Se estiró como pudo en el precario espació de cornisa que le tocaba.
—Muy bien, Emberhold, por fin —dijo a media voz ajustándose las correas de la armadura por enésima vez antes de afrontar la cornisa.
El guerrero observó la amplia caverna que albergaba la capital de los duergar. Era realmente sobrecogedor el tamaño de todo aquello y como los duergars habían sido capaces de medrar allí, doblegando los ríos de lava en su beneficio.
—Supongo que tendremos que acercarnos a aquel infierno para buscar esa puerta secreta de la que habló el oficial duergar —susurró y señaló al punto en que la cornisa que les sostenía se acercaba a la cascada de lava—. Sugiero que nos aseguremos todos a la misma cuerda por si alguno resbalase. ¿Alguien tiene una cuerda?
Observó a ciudadela en busca de vigías haciendo una visera con su mano derecha.
—¿Alguien ve guardias apostados o algo que pueda delatarnos? Si no veis nada lo mejor es moverse, aquí estamos algo expuestos —miró a los demás y asintió—. En cuanto lleguemos al pasadizo podremos relajarnos un poco y dejar que nuestros espías trabajen mientras nos quitamos la botas —sonrió jactanciosamente y señaló de nuevo el punto donde la cornisa se acercaba a la catarata ardiente.
Ash el guerrero — Dragon's Hoard (Spanish)
Leobald el caballero — Death and Pain at Saltmarsh (Spanish)
Keeper — Vigilantes en el Cielo (Spanish)
Remington Wizz — Shadow of the Dragon Queen (Spanish)
[Con Kath]
Zevatur miro a Kath y suspiró. Sus reconfortantes palabras alijeraron la pesada carga sobre sus hombros. – Quizás tengas razón, quizás este entorno me supere. Es posible que las alternativas hubiesen sido peores. – Con un suspiro le palmeo suavemente la reconfortante mano que se había posado en su hombro. – Te agradezco las palabras, eres una buena amiga… y eficiente. Me alegro de que estés con nosotros en esta casi imposible misión.
[En el campamento]
Zevatur agradeció con una cálida sonrisa las atenciones de Gowther. Con su ayuda convocó a Canela. “Por los colmillos de Behamut!” La maldición tan solo la oyó Zevatur, pero el resto pudieron ver un gran tordo explotando. “Siento haber fallado, Zev! Ni siquiera vi a la criatura. Me tienes que contar todo cuanto ha pasado!”
[Durante la marcha]
Tras el desayuno, el descanso, las palabras de sus compañeros y la confianza de Canela el ánimo de Zevatur parecía mas alegre. - Yo me puedo comunicar con Canela, a cualquier distancia y sin necesidad de poseerle. Puede ir con los exploradores para poder comunicarnos… ¿que os parece?
Zevatur, Rolthos
Mientras sus compañeros recogían sus pertenencias y ultimaban los detalles para continuar, Hela aprovechó para comprobar hasta qué punto las babosas habían malogrado las capacidades mágicas de sus ropajes. Apartada del grupo y en silencio, rememorando en su cabeza la palabra “tilek” acompañada de un giro completo de su cuerpo, fue cambiando de vestimenta hasta pasar por las cinco opciones de las que disponía.
Afortunadamente, apenas eran perceptibles los desperfectos, parecía incluso que el poderoso ácido nunca hubiera estado en contacto con el tejido. Satisfecha y aliviada por no perder el regalo de Khelben y Laeral, eligió la opción del traje de trabajo, negro con hebillas, ceñido perfectamente a su cuerpo. Era cómodo y le permitía moverse con facilidad, aunque seguía echando de menos su capa ahora calcinada e irrecuperable. Sin la opción de poder guarecer a Gloom bajo su manto durante la caminata, decidió esta vez no convocarla. Aferró su bastón con determinación y siguió al grupo con energía renovada.
Después del intenso frío sufrido en el interior de las rocas, el aumento de la temperatura ambiental fue reconfortante para la elfa. Al menos en un principio. Cuanto más avanzaban, cuanto más se acercaban a los ríos y cascadas de lava, más sofocante se tornaba el calor. Tras atravesar el angosto e incómodo pasadizo, la hechicera observó la imponente ciudad rodeada de mares de fuego. Su rostro volvía a reflejar el hieratismo de una muñeca de porcelana, mientras escuchaba las indicaciones de Ash con atención.
"Hay una grieta en todo, así es como entra la luz"
Tras el frugal desayuno emprendieron camino a la fortaleza. Avanzar por aquella geoda gigante era una fría daga clavada en las entrañas del bardo. Terrorífica oscuridad, carencia de colores y silencio.. sobretodo el silencio. En mas de una ocasión trató de hablar con sus compañeros. Quería animarles, convencerles, todo subterfugios para esconder la real intención, motivarse a si mismo y no perder la cabeza. Aguantó a respiración cuando franqueron por las pasarelas minerales la sima donde casi perecen varios compañeros y donde casi acaba despeñado como la propia criatura aberrante ensamblada.
Aunque menos corpulento que Ash, tuvo que desmontar la coraza de peor calidad que la del guerrero, para atravesar aquellos angostos y gnómicos pasadizos. El calor agobiante sin embargo fue recibido con entusiasmo. Y junto al aumento de temperatura, la luz de la roca viva licuada le permitió un privilegio solo apreciado cuando te es privado, ver con los propios ojos. Retirándose la máscara, tardó unos segundos en acostumbrar sus pupilas y que su cerebro procesara aquel torrente de matices rojos, naranjas y carmesís. Y de pronto, como había llegado, la angustia y tristeza desapareció. Emberhold en toda su magnificencia se presentaba ante ellos. Una visión que muy muy pocos ojos ajenos a aquellas profundidades habían observado de los cuales, quizá ninguno había escapado para contarlo. Lo que ante el bardo se mostraba tan solo eran rumores de ancianos y aventureros mas cercanos a la locura que a la razón.
-Aquí tengo equipo de escalada- respondió a la petición de Ash, sacando una cuerda y aparejos del fondo del petate.-Por favor usarlo.. yo, necesito dedicarle unos minutos a... esto.- dijo señalando con ambos brazos la ciudad.
De la mochila sacó también un libro con tapas de cuero negro y filigranas plateadas mas común de ver entre los enseres de los hechiceros. Un poco atropellado dejó sobre el suelo de obsidiana un tintero y comenzó a lanzar trazos alborotados sobre las páginas de su libro mágico. La cascada de piedra incandescente, el magnífico muro de hierro y piedra. Líneas, borrones y sombras, notas por aquí y por allá.. sin atisbos de la melancolía sufrida poco antes, mas disfrutando como un niño pequeño.
-Va a ser difícil encontrar a Kima- dijo en un fogonazo de lucidez en un impás de atención hacia su libro.- Entre mi repertorio.. creo que podría ayudar a localizarla cuando estemos mas cerca.. al menos una hora si recuerdo bien las notas precisas..
Martin, lideró casi como un silencioso fantasma la comitiva, moviéndose ágil y con paso rápido, pero su rostro mostraba un cincelado gesto apático perenne, parecía derrotado antes incluso de intentar el rescate. Cuando llegaron al estrecho pasadizo, pareció moverse también con soltura, su flexible armadura de cuero y sus ropajes de marinero al menos no eran tan rígidos como las piezas de metal que portaban los guerreros y paladines del grupo...
El calor incipiente pareció devolverle algo de vida, y cuando éste se hizo más intenso, las gotas de sudor empezaron a caer por su rostro perlando su piel allí por donde pasaban. Cuando el angosto pasadizo se abrió a los ríos y lagos de lava que rodeaban la imponente ciudad, se tapó sus violáceos ojos con las manos, intentando acostumbrarse al cambio de patrón en la intensidad de la luz.
Desde la distancia observó la lejana cascada de roca fundida efervescer ocultando la entrada secreta que tanto ansiaban encontrar, desplanzándose con cierto sigilo hasta el borde de la repisa donde se encontraban, intentó estudiar y analizar la seguridad y estabilidad del estrecho sendero que discurría paralelo al río de lava y que conducía a su destino. Emitiendo un gruñido, esperó unos minutos a que todos sus compañeros se prepararan para el sinuoso recorrido que les esperaba y comenzó a caminar con extremo cuidado, con pasos lentos y asegurando cada avance asiéndose a la pared rocosa antes de apoyar el peso del cuerpo. Un ritual lento pero seguro... o eso pensó.
" ¡Oh la Oscuridad...! "
El grupo comenzó a moverse por la angosta repisa en fila de a uno. El calor era sofocante y los vapores sulfurosos amenazaban con marearles y hacerles expulsar el contenido de sus estómagos.
Los agudos sentidos de Gowther, así como los de Helanya, les permitieron ver las figuras de varios duergar patrullando las murallas al otro lado del río de lava. No parecían mirar hacia la pared en la que ellos estaban, tan sólo eran guardias haciendo su ronda. Se les veía relajados. Estaban en su fortaleza, en el corazón de su reino, y con una reciente alianza con otras razas de la Suboscuridad. Los duergar no tenían motivos para estar especialmente alerta.
Poco a poco fueron avanzando hasta que los primeros pudieron ver algo en la repisa a través de los vapores que a veces ascendían desde el infierno que tenían debajo. Unas pequeñas estatuas adornaban la parte exterior de la repisa. Por el tamaño pecían gnomos como los que se habían encontrado, pero todos estaban tallados de la misma forma, acuclillados mirando hacia el lago de lava. Sin embargo, cuando se acercaron un poco más, comprobaron que no eran snifverflins, si no criaturas más grotescas con aspecto demoníaco. Las extrañas gárgolas no parecían tener ningún propósito más que mirar hacia la lava con pétreos ojos.
Martin iba abriendo el camino, sudando profusamente dentro de su armadura, deslizando con cuidado un pie tras otro. Cuando ya había superado el giro que les acercaba por fin a la cascada, una parte de la repisa cedió a su peso y trozos de roca cayeron a la lava más abajo, deshaciéndose inmediatamente en el magma. Había estado cerca pero los rápidos reflejos del semi-elfo evitaron que se precipitara al vacío.
Tras él, todo intento de moverse en silencio fue en vano. Las pesadas armaduras de sus compañeros rechinaban contra las rocas, las pesadas botas del enano resonaban con cada paso. Aún estaban lejos de la fortaleza pero más adelante la recia armadura del enano iba a resultar un problema. El enano.
Martin se giró con rapidez, intentando avisar a Morko de que no pisara cerca del borde. Demasiado tarde.
Su rápido movimiento cogió desprevenido a Zevatur, que trastabilló y cayó por el borde. Kath se movió con rapidez, intentando agarrar a Zevatur, pero no la suficiente. La muchacha recordó la cuerda que les ataba a todos y tiró de ella. El tiefling, que caía hacia el magma, sintió el tirón de la cuerda en su cintura, y cómo está se clavaba en su piel, pero eso le acercó a la repisa y, fruto de la desesperación, consiguió asirse a un saliente de la repisa. Recordando el poder de sus sandalias, el tiefling se dobló sobre sí mismo y consiguió poner la suela de sus zapatos en la pared vertical de la repisa. Sintió como se afianzaban. Suspiró con alivio.
El aviso del explorador llegó medio segundo tarde. Morko pisó demasiado cerca del borde y esa parte de la repisa cedió. Mientras Zevatur caía al vació, Morko comenzaba a precipitarse también. El enano, acostumbrado a caminar por lugares angostos atado a sus compañeros, recordó antes que el tiefling la cuerda que le unía al resto, y tiró de ella. Por suerte, Guilbert, que había tenido la idea, estuvo muy atento y afianzó los pies en el suelo y sujetó la cuerda con ambas manos. Con un grito de esfuerzo se quedaron así durante unos segundos, con Morko en un ángulo muy peligroso sobre la lava y un pie en el aire, sujeto tan sólo por la cuerda y la fuerza de los músculos del bardo.
Ash y Helanya reaccionaron y tiraron a su vez hacia atrás, ayudando a Guilbert a mantenerse firme mientras Morko volvía a la relativa seguridad de la repisa.
Todos se pararon un momento para recuperar el aliento. El camino se mostraba muy traicionero.
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El corazón de Martín pareció detenerse en las dos ocasiones donde sus amigos perdieron el pie y cayeron al vacío. Su instinto primario casi le obliga a lanzarse hacia ellos para socorrerles, pero su experiencia y entrenamiento le hicieron detenerse para no provocar más problemas e incomodidades a sus compañeros. Suspiró aliviado al ver que en ambos casos habían sido rescatados in extremis, y se dio cuenta, muy dentro de sí, que quizás ellos eran lo más parecido a una familia de verdad que tenía, ... en La Academia, a veces entre ellos, también se denominaban como miembros de una gran familia de hermanos... pero ahora se daba cuenta cuanta mentira y alienación había en esas palabras...
Las estatuas siniestras de los pequeños demonios les incomodaban, demasiadas preguntas se agolpaban en su mente sobre cual era su función o como y quién las había ubicado ahí. Con un gesto de sus manos, hizo señas a Guilbert llamando su atención sobre ellas, por si el ilustrado bardo poseía algún remoto conocimiento sobre estas... quizás en alguna de sus aventuras pasadas, u odas conocidas se hablara de algo parecido... Lamentablemente él era demasiado ignorante para entender esa parte del puzzle, lo único que sabía de la suboscuridad era lo poco que su maestra Drow le contó hace años.
Haciendo de tripas corazón, y suplicando a la Reina Cuervo que el cercano sonido de la cascada de lava amortiguara el estruendo que estaban montando las armaduras de los blindados miembros de grupo, el semielfo siguió avanzando una vez que estuvo seguro de que todos estaban bien y en forma para seguir. Se tapó como pudo la nariz y la boca con una improvisada venda que humedeció previamente, esto esperaba que le ayudara a filtrar los asfixiantes efluvios sulfurosos que le rodeaban y que le quemaban por dentro, y de nuevo, continuó su camino, con un ojo en donde ponía sus pies, y otro en los guardias que patrullaban los muros más cercanos a ellos.
" ¡Oh la Oscuridad...! "
Ash tiró con todas sus fuerzas al darse cuenta de lo que estaba pasando mientras afianzaba sus pies en la precaria cornisa. Los poderosos músculos del guerrero tensaron el cabo con un latigazo. La cuerda crujió pero aguantó el tirón sin partirse. Pronto sus compañeros se las apañaban para volver a la cornisa. Ash se permitió respirar hondo.
—Maldita sea chicos id con cuidado. Nos vais a matar del susto ¿Todos bien? —asintió a los que se recomponían—. Sigamos, ya queda poco para poder descansar.
Tratando de no pensar en los inquietantes gnomos de piedra que jalonaban el camino se esforzó por seguir adelante. Supuso que si fueran guardianes ya les habrían atacado.
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Pasado el susto inicial los compañeros se prestaron a continuar por la estrecha cornisa, asegurando los pies ahora antes de poner todo su peso sobre ellos.
Gowther, cuando se fijó un poco más en las estatuas las reconoció como fieles reproducciones de unas criaturas del plano de fuego llamadas Magmim.
Tanto Helanya como Guilbert las reconocieron también. El bardo se acercó a una de ellas con intención de examinarla con más detenimiento, por las historias sabía que eran pequeños duendes de fuego maliciosos que adoraban ver todo arder, o quizá no fueran maliciosos, si no simplemente estaba en su naturaleza. En cualquier caso se alegró de que aquellas estatuas no fueran las verdaderas criaturas.
Las voces de Helanya y Gowther se elevaron al unísono dando la alarma. Pero cada uno por un motivo distinto.
Helanya vio a tiempo cómo el fuego interior de los Magmin se avivaba con la proximidad del grupo, estallando en llamas repentinamente y saltando sobre ellos.
Como si hubiera estando esperando ese momento, una parte de la pared sobre ellos se despegó y se abalanzó sobre Gowther, extendiendo sus alas como una manta raya enorme, el El'Tael pudo ver cómo la cabeza de la criatura se giraba hacia él y su boca se abría mostrando una hilera de dientes tras otra.
Tan sólo los agudos sentidos de Gowther y de Helanya les habían salvado en aquella ocasión de ser sorprendidos.
Martin, que en ese momento estaba vigilando a los dos duergar que estaban patrullando en la muralla en ese momento constató con horror como todos sus planes peligraban al señalar uno de ellos el repentino fulgor de los Magmin, resaltando repentinamente en la negra pared. El sistema de alarma de los duergar parecía haber funcionado en aquella ocasión.
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Zevaur apenas había recuperado el equilibrio cuando las criaturas le sorprendieron. Espoleado por las quemaduras que la muerte explosiva de una de ellas le había provocado reaccionó intentando alejar, al menos, a dos de ellas, a la lava. Moviendo los brazos en lo que podría parecer un draconil aleteo dos corrientes de aire empujaron a dos de las criaturas a la lava, despejando el camino. Satisfecho con el resultado se acerco trepando por la pared hacia la fortaleza. Esta vez había evitado explosiones peligrosas y había sido comedido en su acción, pero también parecía haber sido eficaz... Aunque las criaturas parecían alegrarse de caer a la lava no entorpecían a sus compañeros y no les explotarían en fuego al morir.
- Los Duergar, ha que acabar con ellos!! - Exclamó preocupado.
Zevatur, Rolthos
Martin no pudo obtener respuesta de sus más sabios compañeros, la respuesta se encarnó en su cara cuando las pequeñas figuras cobraron vida, cuerpos de magma viva, con ojos fundidos y mandíbulas escaldadas cubiertas de ígneos dientes. Una de ellas saltó justo delante de él, forzándole a concentrarse en su equilibrio, la superficie era traicionera y estrecha, y su memoria muscular de los largos entrenamientos de combate sobre cornisas y maromas quedaba ya muy lejano y oxidado.
Su espada corta, la que no había sufrido daños milagrosamente por el ácido, salto presta a su mano diestra. Un ligero juego de pies para estudiar al enemigo antes de que éste reaccionara reveló un punto débil justo entre los dos flamígeros ojos que le observaban sedientos de prender toda su figura en llamas, nadie más que el semielfo quería quemar ese disfraz de marinero que portaba, pero eso debería esperar.
Ahogando una tos provocada por las emanaciones sulfúricas, Martin fintó un ataque al costado que acabó atravesando el cráneo de magma endurecida del pequeño ser animado, la hoja de su espada empezó a ponerse al rojo, el acero no estaba preparado para resistir todo aquel calor repentino y si comenzaba a fundirse y perder la forma habría perdido el arma. Con un rápido movimiento acompañado de un gruñido de frustración, separó la hoja de su víctima antes de lo que él hubiera deseado, allí donde el acero se había hendido, ahora chorreaba lava líquida mientras la criatura paralizada por el mortal golpe comenzaba a vibrar presagiando nada bueno.
Los ojos del ser empezaron a subir de brillo, amarillo incandescente al principio, rojo fundido casi al final mientras todo el cuerpo se estremecía de manera inestable. El pícaro entendió lo que estaba a punto de suceder a escasos segundos del estallido, dando unos rápidos pasos hacia atrás y girando sobre sí mismo consiguió envitar la mayor parte de la lluvia de magma y lava que se repartía en varios metros a la redonda, dañando también a sus amigos.
Con una maldición avisó a sus compañeros de la obvia capacidad explosiva de los Magmin, pero toda su atención pasó a repartirse entre la peligrosa manta que tenía a escasos metros amenazando a sus amigos, y los Duergar que estaban a punto de dar la alarma. Percatándose de que los hechiceros del grupo estaban al tanto del problema, les dejó a ellos la difícil tarea de evitar lo que parecía casi inevitable y que podría traer catastróficas consecuencias...
" ¡Oh la Oscuridad...! "
Ash no podía creer en su mala suerte de nuevo. ¿Como era posible que estuvieran peleando otra vez? ¡Era un plan sin fisuras! Aunque tampoco le sorprendía tanto en realidad, no conocía ningún plan que no se torciera por un motivo u otro. Sin embargo si los guardias daban la alarma sería el fin, pero trataba de no pensar en ello y confiaba en que los conjuradores pudieran neutralizarlos. Tymora aprieta pero no ahoga, pensaba. Apretando los dientes pateó a uno de los gnomos de fuego junto a él lanzándole a la lava sin miramientos. Casi a la vez balanceó a Gloria en su mano para avanzar un paso y herir al monstruo aberrante que pretendía atacar a Gowther, cubriendo la posición de Hela. La cornisa parecía terriblemente estrecha de repente. Odiaba no poder llegar a los duergars pero se concentró en lo que sí podía enfrentar.
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Cuando las figuras enemigas aparecieron tras los amagos de las caídas de sus compañeros, Helayna se preparó para el combate. No podía sorprenderle que el ruido y el parcial derrumbamiento de la cornisa hubieran provocado la activación del sistema de defensa de la ciudad duergar, que en este caso se materializaba en pequeñas figuras diabólicas que estallaban en llamas hiriendo a cualquiera que estuviera cerca.
Su posición en aquella estrecha cornisa era poco ventajosa, sin posibilidad de tomar distancia; afortunadamente, sus compañeros habían sido capaces de deshacerse de alguna de las criaturas que tenían más cerca. Su objetivo se centró en la enorme raya que sobrevolaba sus cabezas amenazante, totalmente dispuesta a atacarla en cuanto tuviera ocasión. Pero el mensaje de alerta del semi-demonio hizo desviar su mirada a la patrulla duergar que les había avistado desde una de las murallas. Girándose levemente hacia ellos, dispuesta a intentar detener la voz de alarma que sería fatal para el grupo, tres misiles salieron disparados hacia los enanos que, aún sabiendo que no serían mortales, sí podían asegurarle un impacto certero y con suerte, ayudaría al resto de sus compañeros a terminar con sus vidas.
"Hay una grieta en todo, así es como entra la luz"
Gowther intentó abstraerse de la aberración que se encontraba delante de el. Para que su infiltración tuviera éxito debían tener todos los frente cubiertos y aquellos enanos, en la lejanía y la seguridad de aquel muro, era lo más problemático que tenían entre manos. Tras ver que parte de sus compañeros se dedicaban a abordar las amenzas inmediatas, el El'tael se desvaneció en una mística bruma multicolor y volvió a aparecer cerca de la cascada de lava.
Alzó su espada en la dirección de aquellos duergar mientras que sentenciaba: -"Quar"- Acto seguido una esfera aterciopelada y húmeda apareció entre ellos desencadenando un estallido de cientos de hebras pegajosas. Sin previo aviso una viscosa telaraña cubría un pequeño perímetro. Corellon estaba de su parte, aquellos duergar quedaron inmovilizados con su hechizo.-Morko, si vienes junto a mi podrías intentar acabar con ellos con tu hacha. No tenemos mucho tiempo.-Dijo mientras esperaba que el resto de compañeros optaran por evitar que aquellos soldados dieran la voz de alarma.
"Esta perfecta melodía que acompasa y guía mi movimiento es la voz de mi compañera Aegnor"
Gowther Irerath, El'Tael de los Fragmentos Extraordinarios.
Las últimas horas pasaron como una bruma para Morko, el cansancio de los últimos combates y el tiempo o vagando por la infraoscuridad hicieron mella en el paladín, entrando en estado de melancolía autómata, siguió a sus compañeros primero a descansar y luego en la reanudación de la marcha.
Por su cabeza empezaron a discurrir escenas desde el ataque a su ciudad, desde entonces no parecía que todas su pericias hubiesen servido de nada y su mejor baza siempre estaba fuera de su alcance, tan cerca y a la vez tan lejos. Asiendo a su fiel compañera, lo único que le quedaba de su hogar, pregunto en silencio a Moradhin por el sentido de su misión y si lograrían llevarla a cabo. Pero su Dios permaneció callado.
Derrotado por el cansancio y la melancolía el paladín cayó en un profundo sueño. A la mañana siguiente ocupó su puesto en la fila y siguió la marcha.
Las horas pasaban y el paladín seguía en su ensimismamiento, por lo que no vio el peligro de la senda que discurría al lado de la lava ni la emboscada en ella.
Solo las palabras de Gowther le hicieron reaccionar. El tiempo recobró su velocidad normal, y Morko vio como sus compañeros peleaban en la senda mientras dos guardas duergars miraban hacia la senda, sí daban la alarma estaban perdidos. Los años de entrenamiento tomaron las riendas y sin dudarlo Morko invocó los poderes dé Moradhin y se teleporto fuera del alcance de la extraña manta y acercándose hacia el extremo de la senda dese donde poder atacar a los dos duergar, que se debatían bajo el hechizo de Gowther.
Sin dudarlo lanzó a Kheluzburk contra el primero de los inmovilizados duergar, e invocando la hora de Moradhin acabó con su vida. La poderos arma volvió a sus manos para volver a ser lanzada contra el otro duergar. Una vez más Kheluzburk voló certera y sus runas se iluminaron cuando la ira de Moradhin volvió a castigar a su objetivo. Con los dos centinelas muertos, puede que aún tengan una oportunidad de entrar en la ciudad sin ser descubiertos.
Los centinelas habían cumplido con su cometido, descubriendo a posibles espías o enemigos, pero los hados del destino quisieron que en esta ocasión esos enemigos fueran demasiado poderosos. Antes de que pudieran echar mano de los cuernos que portaban en sus cintos empezaron a recibir heridas por hechizos, y una pegajosa sustancia cubrió toda la muralla y cerró el acceso a la torre de guarida inmovilizándoles. Uno de ellos ni siquiera pudo gritar cuando el hacha de Morko le cortó la cabeza donde estaba. El segundo observó como hipnotizado como la poderosa arma volaba de vuelta a la mano de su amo mientras la sangre de su compañero le caía encima. Intentó levantar las manos para pedir clemencia cuando Khelezburg se le clavó en el pecho. Extendiendo la mano Morko la recuperó antes de que el Duergar exhalara su último suspiro, los dos cadáveres quedaron colgando como títeres sin cuerdas de las hebras de la telaraña invocada por Gowther.
Confundida al principio cuando su presa desparece ante ella, la bestia lanza un gemido lastimero, que parece un lamento de un alma perdida. Concentrados en los vigias y en mantener el equilibrio, los compañeros apenas le prestan atención, pero Gowther, que ha mantenido la calma y no se ha dejado llevar por sus sentimientos y tiene una clara consciencia de todo lo que ocurre, no puede evitar sentir un escalofrío y decide no acercarse a esa criatura. El Cloaker no pierde el tiempo y se abalanza sobre Helanya, rodeando con sus alas y su cuerpo el de la hechicera y mordiendo profundamente sus numerosos colmillos en su hombro. Con su cola erizada de puas intenta mantener alejado a Guilbert, haciéndola chasquear a escasos centímetros del bardo, pero este esta presto y la esquiva.
Kath ve a su amiga en apuros y decide intervenir, lanzando dos rayos azulados a la criatura. Estos impactan pero no tienen el efecto deseado por la Cazadora. El cuerpo sinuoso de la especie de manta raya se ondula como una capa mecida por el viento y, sin llegar a soltar su presa, consigue que parte del conjuro de a su atrapada presa que esta completamente envuelta por ella. Helanya gime de dolor y Kath grita.
- Maldita sea. ¡Lo siento Hela! -
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Martin observó como el ser parecido a una manta raya gigante había envuelto a su compañera y amiga mientras le devoraba desde dentro, se dispuso a rajarla de arriba a abajo para liberarla inmediatamente a pesar del sinuoso y traicionero recorrido de vuelta al que tenía que superar. Sin embargo, al oír los gritos de dolor de la elfa de la sombras, recibiendo parte de los impactos director que Kazh había lanzado, entendió que su primera idea podría causar más daño que ayudar... decidió entonces acudir a su lado lo más raudo posible para contribuir a su liberación, aunque tuviera que esquivar por el camino a varios de sus compañeros.
Guardando de nuevo el arma en su vaina, sus pasos se tornaron firmes y ágiles mientras desandaba el poco fiable sendero hacia su objetivo. Evitó a Kath sin que ella casi se percatara de que su maestro estaba pasando por allí, el error se produjo justo cuando llegó a la altura de Canela, la visión del pequeño y adorable dragoncito le distrajo, su pie no pisó en un terreno tan firme como esperaba y parte de éste cedió bajo su peso haciéndole perder el equilibrio, mientras, un graznido de su fiel mascota "Seeker" alertó de la inminente tragedia a todos.
Con un giro sobre su mismo, y unos reflejos nacidos de su entrenamiento en combate en entornos imposiblemente estrechos, el asesino consiguió aferrarse con ambas manos a parte de la repisa que aun quedaba en pie, dando gracias a haber guardado previamente su espada corta para tener las manos libres... sintió el calor intenso bajo sus pies... mucho más intenso de lo que esperaba, las puntas de sus dedos ardían de calor... y su frente paso de contener perladas gotas de sudor, a manantiales que caían sobre su rostro. Al menos tenía la cuerda atada a su cintura, eso le dio cierta sensación de seguridad... aunque en su fuero interno le aterraba que si la situación fuera a peor arrastrara a algún compañero consigo, y eso nunca se lo perdonaría.
" ¡Oh la Oscuridad...! "