- Sin duda - respondió Godric - Asi lo haremos. Vera Señor. Hemos localizado una operación de contrabando en la ciudad. Una banda estaba robando bienes de la Corona y haciéndolos desaparecer pars vender en otro lugar. Tan solo hemos destapado una pequeña parte de este entramado, y esperamos poder detener y apresar al resto de la banda en breve. La cuestión es que conseguimos un prisionero, un hobgoblin que se rindió a nosotros y nos ha facilitado información valiosa sobre estos contrabandistas. Pero aún puede aportar más información. Bastianes, en su conocida eficiencia, ya ha dictado sentencia capital contra este prisionero, pero por desgracia lo hizo antes de conocer que este aún podía aportar valiosos conocimientos. Como bien sabéis, el mismo oficial que firma la sentencia no puede conmutar la misma. Y es por eso que nos encontramos aquí señor. Le ruego considere conmutar la definitiva sentencia, quizá por otra que ponga a este individuo al servicio de La Corona. Pese a todo, posee fuertes principios y convicciones y si da su palabra la cumplirá hasta sus últimas consecuencias. Si, por el contrario, osara traicionarnos... - Godric hizo un gesto que abarcó a todos sus compañeros pero detuvo su mirada en Khalion, Mablung y Leobald especialmente- Nos encargaremos de que encuentre un final justo para los traidores. -
Leobald sin duda habría replicado sobre la confiabilidad del reo, pero hacia tiempo que no prestaba atención a la conversación. Cuando Godric se volvió para encargarle se dio cuenta de que el rostro del caballero estaba líbido y su mirada era una mueca de terror mientras miraba en dirección al vano de la puerta. Estaba completamente paralizado por el miedo, ni siquiera podía alejarse de la puerta y su boca entreabierta se negaba a proferir ruido alguno.
Mablung se perdió en los matices y aromas del té, quedándose sentado mirando la taza y un susurro salió de sus labios mientras levantaba la cabeza:- Muerte carmesí-. Justo en el momento en que levantaba la cabeza, sus ojos pasaron por la puerta por la que habían entrado y su rostro paso de la sorpresa al terror. Levantándose repentinamente y tirando su taza de te al suelo grito con horror:- ¡Que no entre, por todos los dioses que no entre!- Acto seguido y presa del pánico, el druida comienza a moverse alocadamente por la habitación buscando una salida y empujando sus compañeros en el proceso, sin dejar de repetir:- ¡Que no entre!Tengo que salir de aquí!. Su mirada, fuera de sí no paraba de recorrer la habitación buscando una salida que no fuese la puerta. Presa de la frustración y el pánico se dirigió hacia la ventanas para abrirlas y forcejeo con los tiradores en un intento desesperado por abrirlas. Tras unos instantes que para Mablung se hicieron eternos, los pestillos cedieron y la ventana se abrió. Viendo su salvación tan cerca, el druida saltó por la ventana mientras decía:-!No me tendrás!.
Godric se percató de la extraña mirada de terror del veterano guerrero pero antes de que pudiera hacer o decir nada Mablung comenzó a pasar literalmente por encima de ellos. En su prisa el elfo derramó el té carmesí de Godric, que aún no había probado al estar hablando, sobre él y el suelo y el joven sintió como la piel de la mano izquierda le ardía. Pero el estado de sus amigos le preocupaba más ahora mismo. -¿Mablung? ¿Leobald? Pero.. pero... -
El clérigo se sentía muy confuso y miró hacia la puerta que causaba tanto terror a sus amigos. Temiendo un nuevo ataque de los muertos vivientes comandados por el lich, invocó el poder de Lathander en el dintel de la puerta y un orbe de luz apareció sobre este, iluminando las sombras que allí había.
- Proteged al Magistrado! - dijo temiendo por la vida de tan alto representante de la Corona.
La elfa reapareció tras Adrian con su habitual porte esbelto y elegante, la barbilla alta y la cabeza coronada por un moño apretado del que no escapaba ni un solo cabello. Ahora lucía un vestido de seda largo color ceniza que dejaba al descubierto sus hombros y brazos; sus manos entrelazadas descansaban en su regazo mientras se deslizaba por el pasillo haciendo crujir la tela al caminar.
Una pequeña reverencia fue su saludo al Magistrado, mientras agradecía con una sonrisa al mayordomo la taza de té que aceptó sin dudar. Miró a sus compañeros de reojo, especialmente a aquellos que habían declinado el ágape, sin poder advertirles con palabras que aquel acto suponía, bajo cualquier circunstancia, teniendo en cuenta las reglas básicas de protocolo, una clara ofensa para el anfitrión.
Con un mecánico y estudiado gesto, meñique ligeramente estirado incluido, se acercó la taza a los labios. Se sorprendió gratamente al descubrir que, lejos de lo que esperaba, aquella infusión resultaba deliciosa, aromática y reconfortante. Aún así, no bebió más de lo que se consideraba decoroso para las tan estrictas normas protocolarias en las visitas oficiales.
Se encontraba tan absorta observando y escuchando al Magistrado que no fue consciente de su alrededor hasta que el bramido de Mablung la sorprendió. Dando un pequeño salto provocado por el susto y un ahogado grito, la hechicera se llevó la mano al pecho de forma automática. Absolutamente confusa, su mirada recorrió la habitación, pasando por el druida, que caminaba enloquecido hacia las ventanas, el Magistrado, la puerta y el resto de sus compañeros, buscando una respuesta. Y fue en ese momento en el que se percató del terror que embargaba a Leobald, líbido e inmóvil. Se acercó a él con rapidez, recordando el episodio similar que sufrió en la casa del mago. Le agarró suavemente de un brazo y tiró de él hacia el otro extremo de la habitación.
- Leobald, ven conmigo, muévete - le dijo con firmeza pero intentando transmitirle calma. Cuando le tuvo algo más alejado de la puerta, se colocó en frente suyo, a la altura de sus ojos, intentando atraer su atención - mírame, escúchame ¿puedes hablarme? - preguntó, intentando despojarle de ese estado de pánico paralizante.
El hombre hombre cuervo observó incrédulo la falta de compostura de los mamíferos. Que pasaba, que habían visto. Algo no cuadraba el druida había demostrado en más de una ocasión su arrojo, aquel comportamiento debía de ser provocado. Echo una mirada a su alrededor intentando ver qué era los que le había provocado aquello. En particular se fijó en la reacción del magistrado, observado si se deleitaba en la estridente reacción o si mostraba genuina sorpresa.
Todo parecía tranquilo, otro poderoso señor extraño y repelente, uno mas. Con el mismo decoro que sus compañeros mas puestos en usos y costumbres palaciegas, dejó la taza con cuidado y sin probar trago, mas indecoroso podría parecer. Suficiente muestra de respeto ya le resultaba ir sin su máscara.
Y con la llamada a las armas, reacción mil veces entrenada. De donde no se intuía afloró una daga dispuesto a afrontar el ataque proveniente de la puerta señalada por Mablung. A su lado, el veterano caballero parecía atenazado, indispuesto mientras el bravo druida cambiaformas saltaba por la primera ventana a su alcance. Sin primera línea, solo quedaba él entre la amenaza y los compañeros menos dados al cuerpo a cuerpo. Su mano libre quedó dispuesto para la defensa mágica de ser necesaria mientras se encaraba a la amenazante.. puerta.
El Magistrado escuchaba atento la disertiva de Godric mientras se mesaba su papada con una abotargada mano en cuyos dedos se sentían atrapados varios anillos dorados con gemas brillantes de color rojizo, quizás rubís o alguna piedra de igual valor. Cuando éste acabó, asintió satisfecho de lo que acababa de oír.
- Que sea una raza que apoyó a la horda en días pasados no ayuda en nada la gestión, pero si es un activo que puede beneficiar la misión que tenéis entre manos, y así desmantelar esa profana presencia de viles contrabandistas, que son como una enfermedad endémica de esta maldita ciudad y alrededores, que así sea. Puedo emitir un documento que suspenda temporalmente la condena, y dependiendo de la utilidad del sujeto, puede que termine siendo una suspensión permanente o una confirmación de pena... En estos días tan complicados y adversos para los escasos miembros que aquí sobreviven y que siguen fieles a la reina, toda cooperación es poca, y siempre hay que actuar con la cabeza fría y razonabl...
La intervención de Lord Moebius se vio interrumpida de repente por el errático comportamiento del druida, que tras levantarse y tirar el preciado té a la sin duda carísima alfombra que presidia el salón principal y otra parte sobre el cómodo sillón donde estaba sentado, comenzó a moverse por la habitación buscando una salida. La confusa mirada del Magistrado se posó sobre todo en el desperdicio de su infusión favorita antes de volver a mirar con verdadera cara de incredulidad al elfo de los bosques poseído por una locura que no alcanzaba a comprender.
- ¿Pero que burla es esta?...
El azorado juez y alto funcionario de su Majestad, pareció asustarse ante el comportamiento al que también se había sumado un horrorizado y paralizado Leobald, intento incorporarse en una lenta maniobra que implicaba elevar todo su peso sobre sus frágiles rodillas... mientras su respiración parecía acelerarse peligrosamente. Fue cuando en este momento, el joven sacerdote invocó la luz brillante de Lathander en el dintel de la puerta iluminando con una fuerte intensidad la mayor parte del salón y el hall de entrada que había al otro lado. Todo brilló como si un pequeño sol hubiera nacido allí mismo, pero no reveló nada oculto en ningún rincón antaño oscuro.
La voz de Moebius se quebró en ese momento a la vez que se derrumbaba en el suelo de su propia casa, ahora si, más aterrorizado que nunca y con una mano tapándose el rostro para protegerse de la mágica luz que le dañaba como si misma piel entrara en ebullición.
- ¡¡¡No la luz no!!!... mi maldición... me quemo... el dolor... es insoportable... Adrian... la guardia... ayudadme... voy a morir...
Los sollozos llenos de desesperación del orondo Lord, se vieron acompañados por heridas que se iban abriendo en su cara y su cuello, como cicatrices supurantes que ajaban su piel cruelmente, las ampollas se transformaban lentamente en vejigas de líquidos que crecían hasta el tamaño de pomelos por su frente y rostro...
Leobald se dejó hacer por las atentas y firmes manos de Adrianna, como si no fuera consciente de que lo alejaban de la puerta. Sus ojos aterrados no dejaban de mirar el vano de la puerta. Le costaba respirar y apenas podía articular palabra. Las palabras de la elfa eran como ecos lejanos.
—El niño... —acertó a barruntar a Adrianna—. Pálido... ojos negros.
Señaló a la puerta mientras trataba de descolgarse el escudo de la espalda con torpeza. Los lamentos y gritos del magistrado apenas eran un eco distante en su cabeza, hasta que Adriana consiguió devolverle a la realidad y sacarle de su inacción.
Leobald dio un paso hasta una de las pesadas y recargadas cortinas de la sala.
—¡Adriana! ¡El magistrado, la cortina! —pidió a la elfa.
Entre los dos tiraron de la cortina para tratar de cubrir al magistrado.
Las palabras de Leobald arrojaron por fin una explicación a toda aquella locura pero, ¿por qué los demás no podían verlo? Escudriñó la puerta intentando encontrar lo que ya sabía que buscaba, la figura o la sombra de un niño. De pronto, la luz de Godric y los chillidos del Magistrado la hicieron voltearse para ser testigo del dantesco espectáculo.
- ¡Godric, no! ¡Apaga esa luz!- gritó desesperada, llevándose las manos a la cabeza, al ver el efecto que estaba provocando. Su primer instinto fue recurrir a uno de sus hechizos curativos, pero al darse cuenta de que ella también utilizaba la luz purificadora, comprendió que podría no solo no aliviarle, sino conducirle a una muerte aún más horrible. No podía arriesgarse, pero tampoco encontraba ninguna otra alternativa.
Fue entonces cuando Leobald la instó a utilizar las cortinas para cubrir al Lord. Precipitadamente se acercó a uno de los extremos y tiró con todas sus fuerzas, cubriendo el cuerpo medio calcinado de su anfitrión.
Tras esto, se dirigió corriendo a la puerta, cerrándola con la esperanza de mitigar los efectos dañinos, dejando la luz al otro lado.
Al ver los efectos que la luz tenía sobre el pobre Magistrado Godric la deshizo tan rápido como había aparecido y se arrodillo junto al Magistrado para intentar aliviar su dolor.
- Mi Señor Moebius - dijo - disculpad pensé que nos atacaban... no podía imaginar... -
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Previendo la entrada de la guardia, TocToc se apartó de enloquecidos compañeros mientras los observaba asombrado de como poco a poco iban destrozando posibles alianzas, creando enemigos y dilapidando recursos. Suspirando empezó a llegar a la conclusión de que en esta ocasión la idea de estar en una bandada quizás no era la más sabia de las decisiones. Se coloco en una de las esquinas en la sala mientras observaba la escena. "A que se debe este estallido de locura, pánico y errático comportamiento de sus... *suspiro* Companeros"
TocToc observa a su alrededor, intentando entender que está ocurriendo: Tiro un dado al que hay que sumarle algun modificador: Arcana, insight + 2 Arcana +4: 10
Bajo los agónicos gritos del Magistrado, Leobald y Adriana acudieron al lado de una de las pesadas y extremadamente lujosas cortinas. Con fuerza tiraron arrancando y desgarrando la cara tela de teciopelo y costuras en hilos dorados. Por cada tirón, la cortina cedía un poco más rompiéndose y desgarrándose por donde estaba engarzada en los anclajes superiores y ambos sentían como cientos de monedas de oro eran rasgados consecuentemente...
Mientras esta acción era llevada a cabo con inmensa celeridad, por la ventana, ambos pudieron observar como Mablung corría aún en un pánico descontrolado hacia la verjada puerta doble de salida, espetando a los guardias que allí se encontraba que le dejaran salir... como alma que huye de los infiernos, el druida atravesó la puerta en cuanto estuvo abierta y abandonó la finca de Moebius.
- ¿Porqué tanta crueldad? - Entre sollozos, el magistrado se lamentaba sin dejar muy claro si se refería al trato y el dolor recibido, o al atentado sufrido hacia sus bienes.
Tapado y a cubierto por la enorme lona que antes hacía la función de cortina, los gemidos y lloriqueos parecieron paliarse, dejando un ingente bulto de juez tembloroso, envuelto y aparentemente protegido, mientras Adriana cerraba la puerta de acceso al salón y Godric cancelaba su magia de luz para intentar normalizar la dantesca situación.
A los pocos segundos de que la alta elfa cerrara la puerta, ésta volvió a abrirse de par en par, y Adrian apareción en el dintel con una cara distorsionada por la sorpresa y el horror de lo que allí se encontró. Restos del exótico té derramado sobre el delicado mobiliario y alfombras, cortinas arrancadas, su señor convulsionando entre violentos estertores y tapado como una estatua vieja y ajada ... la ventana seguía abierta dejando entrar la fina nube de lluvia empapando parte la madera del suelo más cercana a ésta... era como si un conjuro de caos y tormenta hubiera castigado aquella estancia.
- ¿Pero qué... ha ocurrido? ... ¿Mi señor se encuentra bien? ...
Sin dudarlo ni un segundo, y arriesgando su propia seguridad, sin conocer aún los temibles efectos causantes de los destrozos, el mayordomo corrió haca Moebius para cubrir con su cuerpo la desvencijada figura de su benefactor, protegiéndole de cualquier amenaza y mirando con incredulidad a todos los presentes esperando una explicación.
-Vera... nosotros... hemos sufrido últimamente repentinos ataques de muertos vivientes en Saltmarsh. Aún queda mucho por averiguar sobre la naturaleza de tales ataques y el verdadero enemigo que mueve los hilos tras ellos. Al ver reaccionar así a mis compañeros temía que el Magistrado se encontrara en peligro y trate de protegerle. Mi señor Moebius no sabe cuánto lo lamento. No pensé que mi simple hechizo le pudiera afectar en su dolencia. Me siento terriblemente mal por causarle la más mínima incomodidad o dolor. Nada más lejos de mi intención. Mi señor, soy un curandero bastante aceptable. Permítame preparar un ungüento que mitigue su dolor. Una vez más le pido mil disculpas...-
TocToc observó el resto de acontecimientos cabizbajo. Las vandálicas acciones de Godric, Mablung, Leobald y Adriana ponían a todo el grupo en una situación bien precaria. ¿Esta era la bandada que debía ayudarle a enfrentarse al lich? No parecía que fuesen de mucha ayuda. Como mucho quizás podrían ocasionar una distracción efímera para intentar evadir su mortal agresión.
Con la calma del que se sabe condenado y acepta su aciago destino sorbió lentamente un poco más de té. Cuando Godric acabó de dar sus explicaciones el hombre cuervo intervino.
- Lamentamos el desafortunado desenlace de lo que ha ocurrido. Alguna maléfica influencia ha intervenido, ajena a nuestro grupo. – Dijo mirando a Leobald que parecía el que primero había reaccionado, sorbiendo lago más del exótico té rojo mientras esperaba también una explicación.
Leobald aun miraba temeroso al dintel de la puerta del salón, ignorando al desesperado mayordomo. Como si el hecho de haber causado cientos de oros en daños materiales a la Corona fuera algo de lo que no fuera consciente.
—Había un infante pálido, justo allí —señaló a la puerta—, mirándonos con sus ojos completamente negros como la noche. Su piel, su piel, era blanca como la leche y su pelo, su pelo era negro y lacio.
El caballero señalaba temblorosamente sin atreverse a acercarse a la puerta.
Quitando con cuidado la gruesa cortina que cubría a su Señor, Adrian observó los estragos que el hechizo de luz de Godric había causado en el magistrado, un ligero gemido de dolor, quizás empatizando con el sufrimiento de su benefactor, fue la única respuesta que tuvo paras las explicaciones y disculpas del resto de los agentes... hasta que Leobald mencionó la presencia del supuesto pálido niño del dintel de la puerta.... en ese momento su respuesta pasó a ser verbalizada con cierta contundencia.
- Eso es más que imposible...
Ayudándo a Moebius a incorporarse, y apoyándolo sobre sus hombros, la imagen de tan tremendo y corpulento cuerpo sobre la delgada figura del mayordomo, daba a entender que éste se quebraría fácilmente ante el peso de la víctima de las crueles artes del sacerdote. Pero Adrian aguantó el tipo bastante bien acostumbrado a atender las necesidades y limitaciones del señor de la casa. El obeso juez, caminaba lentamente con la ayuda de su sirviente hacía la puerta de salida del destrozado salón mientras se dirigía a su criado con voz dolorida y apagada, como si nadie más que ellos dos se encontraran en ese momento allí.
- ¿Porqué mi buen Dios Lathander me ha abandonado?... ¿Que horrible pecado habré cometido para que me castigue de esa forma tan terrible e insidiosa?... No lo entiendo y nunca lo entenderé, mi noble familia siempre fue fiel y devota a su causa...
- Olvídese de los Dioses y sus creencias en egoístas ídolos mi señor, en especial en aquellos que se deleitan con el sufrimiento de sus seguidores como es su caso... Su obstinación en no abandonar toda fe en su causa le está agravando su enfermedad ¿Cómo no se puede dar cuenta aún mi señor?...
- Estoy cansado Adrian, lléveme a mis aposentos enseguida... he de descansar y tomar mi medicina y mis ungüentos... Encárguese de todo... y no olvide... pasarle la factura de daños a Bastianes... él sabrá que hacer y como pagar...
Con un claro y marcial gesto de su mano, el mayordomo indicó al resto de invitados que la tertulia había terminado, y que se marcharan de inmediato, justo coincidiendo esa orden directa con la recuperación del control sobre su miedo de Leobald, que sentía como poco a poco volvía a ser él mismo y su cuerpo recuperaba la voluntad perdida.
[En el Barrio Alto]
La mansión de Moebius de tres pisos acompañada de góticos arbotantes, y nefastas gárgolas talladas en piedra alrededor de sus cúpulas superiores quedó atrás pronto. El grupo de agentes caminaba de vuelta a la zona de la posada que servia de centro de mando de sus futuras acciones, pero antes de abandonar el lujoso barrio, el cual se encontraba elevado geográficamente sobre el resto de la ciudad, una pareja de jóvenes y hermosas damas, que caminaban en dirección contraria al extraño grupo, les saludaron con una tímida sonrisa que intentaron ocultar pícaramente detrás de un exquisito abanico de blancas y largas plumas. Mientras, los agentes que seguían preguntándose cual era la actual localización del huidizo druida, y que había abandonado a todos sin pensárselo dos veces presa de un pánico incontrolable quizás... también se preguntaban que llevaría a dos señoritas pasear por las calles en la noche, a pesar de ser una zona bastante segura, no era algo apropiado.
Ese pensamiento cobró forma y razón de ser cuando la voz de una de ellas resonó justo detrás, pero no como la de una dulce joven de alta alcurnia, sino como la de un hombre cuya garganta había probado quizás demasiado alcohol destilado casero del que era razonablemente saludable... una voz ronca, y familiar...
- Estimados agentes de la corona... me preguntaba cuanto tardarían en venir a visitar a uno de los pocos aliados que os quedan en la ciudad, ... a este lugar envuelto en oro y filigranas argénteas... lejos de las miserias que acechan en las sombras un poco más abajo... en la ciudad olvidada...
Al girarse... lo que vieron no fue a dos inocentes señoritas, sino a un conocido Chak, embutido en sus ropajes negros algo envejecidos, su cintos de cuchillos, y su reconocible sombrero de ala ancha, también oscuro como la noche... el olor a un tabaco de cierta calidad acompañó su figura, puesto que en entre sus labios reposaba un delgado pero aromático puro, aún humeante. Tras él, en un segundo plano, la otra señorita se había transformado en un silencioso hombre completamente calvo, y desnudo de cintura para arriba, diferentes tatuajes en tinta azabache casi cubrían por completo su torso y brazos. Un bastón largo y estilizado descansaba de momento amarrado a su espalda. Su aspecto era realmente amenazador... y su mirada parecía estudiar a todos y cada uno de los agentes como si estuviera analizando cada punto débil que pudiera encontrar.
- Sin embargo, soy un hombre de palabra, y traigo buenas nuevas... gracias al gordo tembloroso amigo del enmascarado... y no, no me refiero al payaso del Magistrado que acabáis de visitar, ... y las noticias acerca de como habéis finiquitado el trabajo pendiente por vosotros mismos... sólo os traigo agradecimiento... y notificaros que vuestra deuda ha sido condonada...
Godric haz una tirada fácil de Religión (o cualquiera que la tenga entrenada como habilidad)- DC Godric: 8 - DC Resto: 13
Godric ayudó al Magistrado a levantarse, acompañando a Adrian en tan ardua tarea. Al escuchar sus palabras con el mayordomo no pudo evitar replicar.
- Mi Señor. Durante un tiempo yo también pensé que Lathander me había abandonado, más no fue así. Es cierto - dice mirando a Adrian - que a veces los dioses nos envían duras pruebas. Pero sólo así podemos llegar allí donde somos realmente necesarios. Dejadme que intente sanaros con la ayuda de Lathander. Me temo que no podré hacer mucho por vuestra afección sin saber más de ella pero al menos podré sanar las heridas que la luz os ha causado. -
Leobald caminaba en silencio pensando en lo que había pasado y en cómo su mente había reaccionado ante todo aquello abandonando todo aplomo. No se mortificaba con el fracaso, eso lo había dejado de lado años atrás cuando dejó la curia, ahora solo ponderaba lo sucedido en busca de respuestas. El miedo irracional que había sentido y cómo este había remitido con la orden del mayordomo. ¿Qué podía significar todo aquello? Una sospecha terrible comenzaba a fraguarse en su cabeza cuando Chak y su esbirro hicieron acto de presencia haciéndose valer de magia ilusoria. El caballero deslizó discretamente el escudo a su mano una vez más, pero guardó silencio mirando a los dos criminales.
Tras unos minutos, aquello que tanto había perturbado a sus compañeros parecía haberse desvanecido. Mientras se desarrollaban las conversaciones, las explicaciones y las disculpas, Adriana se paseó por la habitación intentando mitigar el desastre de caos y destrucción provocado minutos antes, devolviendo a su lugar los objetos caídos y evaluando los destrozos ocasionados.
Tras la aseveración del mayordomo ante la absoluta imposibilidad de que fueran ciertas las explicaciones de Leoblad, la elfa intervino, muy interesada por saber más sobre el tema.
- Reitero mis más sinceras disculpas por lo acaecido aquí esta noche, Lord Moebius; la Corona les compensará sin duda por los desperfectos materiales sufridos - esta vez miró directamente a Adrian y le habló con amabilidad - Por sus palabras intuyo que sabe a qué o a quién nos estamos refiriendo. Lord Moebius y todos los aquí presentes hemos sido testigos del miedo atroz y descontrolado que ha poseído a dos de nuestros compañeros, que en ningún caso ha podido ser impostado. Uno de nosotros fue asaltado hace unas noches y herido de gravedad por una figura similar a la que describe Sir Leobald, sino la misma. Adrian, le ruego comparta con nosotros la información que posea con respecto a esa criatura, nos será de gran ayuda para poder combatir el mal que nos acecha y que no logramos entender y quizá podrá evitar una situación funesta similar a la que acabamos de enfrentarnos -
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"Hay una grieta en todo, así es como entra la luz"
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- Sin duda - respondió Godric - Asi lo haremos. Vera Señor. Hemos localizado una operación de contrabando en la ciudad. Una banda estaba robando bienes de la Corona y haciéndolos desaparecer pars vender en otro lugar. Tan solo hemos destapado una pequeña parte de este entramado, y esperamos poder detener y apresar al resto de la banda en breve. La cuestión es que conseguimos un prisionero, un hobgoblin que se rindió a nosotros y nos ha facilitado información valiosa sobre estos contrabandistas. Pero aún puede aportar más información. Bastianes, en su conocida eficiencia, ya ha dictado sentencia capital contra este prisionero, pero por desgracia lo hizo antes de conocer que este aún podía aportar valiosos conocimientos. Como bien sabéis, el mismo oficial que firma la sentencia no puede conmutar la misma. Y es por eso que nos encontramos aquí señor. Le ruego considere conmutar la definitiva sentencia, quizá por otra que ponga a este individuo al servicio de La Corona. Pese a todo, posee fuertes principios y convicciones y si da su palabra la cumplirá hasta sus últimas consecuencias. Si, por el contrario, osara traicionarnos... - Godric hizo un gesto que abarcó a todos sus compañeros pero detuvo su mirada en Khalion, Mablung y Leobald especialmente- Nos encargaremos de que encuentre un final justo para los traidores. -
PbP Character: A few ;)
Leobald sin duda habría replicado sobre la confiabilidad del reo, pero hacia tiempo que no prestaba atención a la conversación. Cuando Godric se volvió para encargarle se dio cuenta de que el rostro del caballero estaba líbido y su mirada era una mueca de terror mientras miraba en dirección al vano de la puerta. Estaba completamente paralizado por el miedo, ni siquiera podía alejarse de la puerta y su boca entreabierta se negaba a proferir ruido alguno.
Ash el guerrero — Dragon's Hoard (Spanish)
Leobald el caballero — Death and Pain at Saltmarsh (Spanish)
Keeper — Vigilantes en el Cielo (Spanish)
Remington Wizz — Shadow of the Dragon Queen (Spanish)
Mablung se perdió en los matices y aromas del té, quedándose sentado mirando la taza y un susurro salió de sus labios mientras levantaba la cabeza:- Muerte carmesí-. Justo en el momento en que levantaba la cabeza, sus ojos pasaron por la puerta por la que habían entrado y su rostro paso de la sorpresa al terror. Levantándose repentinamente y tirando su taza de te al suelo grito con horror:- ¡Que no entre, por todos los dioses que no entre!- Acto seguido y presa del pánico, el druida comienza a moverse alocadamente por la habitación buscando una salida y empujando sus compañeros en el proceso, sin dejar de repetir:- ¡Que no entre!Tengo que salir de aquí!. Su mirada, fuera de sí no paraba de recorrer la habitación buscando una salida que no fuese la puerta. Presa de la frustración y el pánico se dirigió hacia la ventanas para abrirlas y forcejeo con los tiradores en un intento desesperado por abrirlas. Tras unos instantes que para Mablung se hicieron eternos, los pestillos cedieron y la ventana se abrió. Viendo su salvación tan cerca, el druida saltó por la ventana mientras decía:-!No me tendrás!.
Godric se percató de la extraña mirada de terror del veterano guerrero pero antes de que pudiera hacer o decir nada Mablung comenzó a pasar literalmente por encima de ellos. En su prisa el elfo derramó el té carmesí de Godric, que aún no había probado al estar hablando, sobre él y el suelo y el joven sintió como la piel de la mano izquierda le ardía. Pero el estado de sus amigos le preocupaba más ahora mismo.
-¿Mablung? ¿Leobald? Pero.. pero... -
El clérigo se sentía muy confuso y miró hacia la puerta que causaba tanto terror a sus amigos. Temiendo un nuevo ataque de los muertos vivientes comandados por el lich, invocó el poder de Lathander en el dintel de la puerta y un orbe de luz apareció sobre este, iluminando las sombras que allí había.
- Proteged al Magistrado! - dijo temiendo por la vida de tan alto representante de la Corona.
PbP Character: A few ;)
La elfa reapareció tras Adrian con su habitual porte esbelto y elegante, la barbilla alta y la cabeza coronada por un moño apretado del que no escapaba ni un solo cabello. Ahora lucía un vestido de seda largo color ceniza que dejaba al descubierto sus hombros y brazos; sus manos entrelazadas descansaban en su regazo mientras se deslizaba por el pasillo haciendo crujir la tela al caminar.
Una pequeña reverencia fue su saludo al Magistrado, mientras agradecía con una sonrisa al mayordomo la taza de té que aceptó sin dudar. Miró a sus compañeros de reojo, especialmente a aquellos que habían declinado el ágape, sin poder advertirles con palabras que aquel acto suponía, bajo cualquier circunstancia, teniendo en cuenta las reglas básicas de protocolo, una clara ofensa para el anfitrión.
Con un mecánico y estudiado gesto, meñique ligeramente estirado incluido, se acercó la taza a los labios. Se sorprendió gratamente al descubrir que, lejos de lo que esperaba, aquella infusión resultaba deliciosa, aromática y reconfortante. Aún así, no bebió más de lo que se consideraba decoroso para las tan estrictas normas protocolarias en las visitas oficiales.
Se encontraba tan absorta observando y escuchando al Magistrado que no fue consciente de su alrededor hasta que el bramido de Mablung la sorprendió. Dando un pequeño salto provocado por el susto y un ahogado grito, la hechicera se llevó la mano al pecho de forma automática. Absolutamente confusa, su mirada recorrió la habitación, pasando por el druida, que caminaba enloquecido hacia las ventanas, el Magistrado, la puerta y el resto de sus compañeros, buscando una respuesta. Y fue en ese momento en el que se percató del terror que embargaba a Leobald, líbido e inmóvil. Se acercó a él con rapidez, recordando el episodio similar que sufrió en la casa del mago. Le agarró suavemente de un brazo y tiró de él hacia el otro extremo de la habitación.
- Leobald, ven conmigo, muévete - le dijo con firmeza pero intentando transmitirle calma. Cuando le tuvo algo más alejado de la puerta, se colocó en frente suyo, a la altura de sus ojos, intentando atraer su atención - mírame, escúchame ¿puedes hablarme? - preguntó, intentando despojarle de ese estado de pánico paralizante.
"Hay una grieta en todo, así es como entra la luz"
El hombre hombre cuervo observó incrédulo la falta de compostura de los mamíferos. Que pasaba, que habían visto. Algo no cuadraba el druida había demostrado en más de una ocasión su arrojo, aquel comportamiento debía de ser provocado. Echo una mirada a su alrededor intentando ver qué era los que le había provocado aquello. En particular se fijó en la reacción del magistrado, observado si se deleitaba en la estridente reacción o si mostraba genuina sorpresa.
Zevatur, Rolthos
Todo parecía tranquilo, otro poderoso señor extraño y repelente, uno mas. Con el mismo decoro que sus compañeros mas puestos en usos y costumbres palaciegas, dejó la taza con cuidado y sin probar trago, mas indecoroso podría parecer. Suficiente muestra de respeto ya le resultaba ir sin su máscara.
Y con la llamada a las armas, reacción mil veces entrenada. De donde no se intuía afloró una daga dispuesto a afrontar el ataque proveniente de la puerta señalada por Mablung. A su lado, el veterano caballero parecía atenazado, indispuesto mientras el bravo druida cambiaformas saltaba por la primera ventana a su alcance. Sin primera línea, solo quedaba él entre la amenaza y los compañeros menos dados al cuerpo a cuerpo. Su mano libre quedó dispuesto para la defensa mágica de ser necesaria mientras se encaraba a la amenazante.. puerta.
El Magistrado escuchaba atento la disertiva de Godric mientras se mesaba su papada con una abotargada mano en cuyos dedos se sentían atrapados varios anillos dorados con gemas brillantes de color rojizo, quizás rubís o alguna piedra de igual valor. Cuando éste acabó, asintió satisfecho de lo que acababa de oír.
- Que sea una raza que apoyó a la horda en días pasados no ayuda en nada la gestión, pero si es un activo que puede beneficiar la misión que tenéis entre manos, y así desmantelar esa profana presencia de viles contrabandistas, que son como una enfermedad endémica de esta maldita ciudad y alrededores, que así sea. Puedo emitir un documento que suspenda temporalmente la condena, y dependiendo de la utilidad del sujeto, puede que termine siendo una suspensión permanente o una confirmación de pena... En estos días tan complicados y adversos para los escasos miembros que aquí sobreviven y que siguen fieles a la reina, toda cooperación es poca, y siempre hay que actuar con la cabeza fría y razonabl...
La intervención de Lord Moebius se vio interrumpida de repente por el errático comportamiento del druida, que tras levantarse y tirar el preciado té a la sin duda carísima alfombra que presidia el salón principal y otra parte sobre el cómodo sillón donde estaba sentado, comenzó a moverse por la habitación buscando una salida. La confusa mirada del Magistrado se posó sobre todo en el desperdicio de su infusión favorita antes de volver a mirar con verdadera cara de incredulidad al elfo de los bosques poseído por una locura que no alcanzaba a comprender.
- ¿Pero que burla es esta?...
El azorado juez y alto funcionario de su Majestad, pareció asustarse ante el comportamiento al que también se había sumado un horrorizado y paralizado Leobald, intento incorporarse en una lenta maniobra que implicaba elevar todo su peso sobre sus frágiles rodillas... mientras su respiración parecía acelerarse peligrosamente. Fue cuando en este momento, el joven sacerdote invocó la luz brillante de Lathander en el dintel de la puerta iluminando con una fuerte intensidad la mayor parte del salón y el hall de entrada que había al otro lado. Todo brilló como si un pequeño sol hubiera nacido allí mismo, pero no reveló nada oculto en ningún rincón antaño oscuro.
La voz de Moebius se quebró en ese momento a la vez que se derrumbaba en el suelo de su propia casa, ahora si, más aterrorizado que nunca y con una mano tapándose el rostro para protegerse de la mágica luz que le dañaba como si misma piel entrara en ebullición.
- ¡¡¡No la luz no!!!... mi maldición... me quemo... el dolor... es insoportable... Adrian... la guardia... ayudadme... voy a morir...
Los sollozos llenos de desesperación del orondo Lord, se vieron acompañados por heridas que se iban abriendo en su cara y su cuello, como cicatrices supurantes que ajaban su piel cruelmente, las ampollas se transformaban lentamente en vejigas de líquidos que crecían hasta el tamaño de pomelos por su frente y rostro...
" ¡Oh la Oscuridad...! "
Leobald se dejó hacer por las atentas y firmes manos de Adrianna, como si no fuera consciente de que lo alejaban de la puerta. Sus ojos aterrados no dejaban de mirar el vano de la puerta. Le costaba respirar y apenas podía articular palabra. Las palabras de la elfa eran como ecos lejanos.
—El niño... —acertó a barruntar a Adrianna—. Pálido... ojos negros.
Señaló a la puerta mientras trataba de descolgarse el escudo de la espalda con torpeza. Los lamentos y gritos del magistrado apenas eran un eco distante en su cabeza, hasta que Adriana consiguió devolverle a la realidad y sacarle de su inacción.
Leobald dio un paso hasta una de las pesadas y recargadas cortinas de la sala.
—¡Adriana! ¡El magistrado, la cortina! —pidió a la elfa.
Entre los dos tiraron de la cortina para tratar de cubrir al magistrado.
Ash el guerrero — Dragon's Hoard (Spanish)
Leobald el caballero — Death and Pain at Saltmarsh (Spanish)
Keeper — Vigilantes en el Cielo (Spanish)
Remington Wizz — Shadow of the Dragon Queen (Spanish)
Las palabras de Leobald arrojaron por fin una explicación a toda aquella locura pero, ¿por qué los demás no podían verlo? Escudriñó la puerta intentando encontrar lo que ya sabía que buscaba, la figura o la sombra de un niño. De pronto, la luz de Godric y los chillidos del Magistrado la hicieron voltearse para ser testigo del dantesco espectáculo.
- ¡Godric, no! ¡Apaga esa luz! - gritó desesperada, llevándose las manos a la cabeza, al ver el efecto que estaba provocando. Su primer instinto fue recurrir a uno de sus hechizos curativos, pero al darse cuenta de que ella también utilizaba la luz purificadora, comprendió que podría no solo no aliviarle, sino conducirle a una muerte aún más horrible. No podía arriesgarse, pero tampoco encontraba ninguna otra alternativa.
Fue entonces cuando Leobald la instó a utilizar las cortinas para cubrir al Lord. Precipitadamente se acercó a uno de los extremos y tiró con todas sus fuerzas, cubriendo el cuerpo medio calcinado de su anfitrión.
Tras esto, se dirigió corriendo a la puerta, cerrándola con la esperanza de mitigar los efectos dañinos, dejando la luz al otro lado.
"Hay una grieta en todo, así es como entra la luz"
Al ver los efectos que la luz tenía sobre el pobre Magistrado Godric la deshizo tan rápido como había aparecido y se arrodillo junto al Magistrado para intentar aliviar su dolor.
- Mi Señor Moebius - dijo - disculpad pensé que nos atacaban... no podía imaginar... -
PbP Character: A few ;)
Previendo la entrada de la guardia, TocToc se apartó de enloquecidos compañeros mientras los observaba asombrado de como poco a poco iban destrozando posibles alianzas, creando enemigos y dilapidando recursos. Suspirando empezó a llegar a la conclusión de que en esta ocasión la idea de estar en una bandada quizás no era la más sabia de las decisiones. Se coloco en una de las esquinas en la sala mientras observaba la escena. "A que se debe este estallido de locura, pánico y errático comportamiento de sus... *suspiro* Companeros"
TocToc observa a su alrededor, intentando entender que está ocurriendo: Tiro un dado al que hay que sumarle algun modificador: Arcana, insight + 2 Arcana +4: 10
Zevatur, Rolthos
Bajo los agónicos gritos del Magistrado, Leobald y Adriana acudieron al lado de una de las pesadas y extremadamente lujosas cortinas. Con fuerza tiraron arrancando y desgarrando la cara tela de teciopelo y costuras en hilos dorados. Por cada tirón, la cortina cedía un poco más rompiéndose y desgarrándose por donde estaba engarzada en los anclajes superiores y ambos sentían como cientos de monedas de oro eran rasgados consecuentemente...
Mientras esta acción era llevada a cabo con inmensa celeridad, por la ventana, ambos pudieron observar como Mablung corría aún en un pánico descontrolado hacia la verjada puerta doble de salida, espetando a los guardias que allí se encontraba que le dejaran salir... como alma que huye de los infiernos, el druida atravesó la puerta en cuanto estuvo abierta y abandonó la finca de Moebius.
- ¿Porqué tanta crueldad? - Entre sollozos, el magistrado se lamentaba sin dejar muy claro si se refería al trato y el dolor recibido, o al atentado sufrido hacia sus bienes.
Tapado y a cubierto por la enorme lona que antes hacía la función de cortina, los gemidos y lloriqueos parecieron paliarse, dejando un ingente bulto de juez tembloroso, envuelto y aparentemente protegido, mientras Adriana cerraba la puerta de acceso al salón y Godric cancelaba su magia de luz para intentar normalizar la dantesca situación.
A los pocos segundos de que la alta elfa cerrara la puerta, ésta volvió a abrirse de par en par, y Adrian apareción en el dintel con una cara distorsionada por la sorpresa y el horror de lo que allí se encontró. Restos del exótico té derramado sobre el delicado mobiliario y alfombras, cortinas arrancadas, su señor convulsionando entre violentos estertores y tapado como una estatua vieja y ajada ... la ventana seguía abierta dejando entrar la fina nube de lluvia empapando parte la madera del suelo más cercana a ésta... era como si un conjuro de caos y tormenta hubiera castigado aquella estancia.
- ¿Pero qué... ha ocurrido? ... ¿Mi señor se encuentra bien? ...
Sin dudarlo ni un segundo, y arriesgando su propia seguridad, sin conocer aún los temibles efectos causantes de los destrozos, el mayordomo corrió haca Moebius para cubrir con su cuerpo la desvencijada figura de su benefactor, protegiéndole de cualquier amenaza y mirando con incredulidad a todos los presentes esperando una explicación.
" ¡Oh la Oscuridad...! "
-Vera... nosotros... hemos sufrido últimamente repentinos ataques de muertos vivientes en Saltmarsh. Aún queda mucho por averiguar sobre la naturaleza de tales ataques y el verdadero enemigo que mueve los hilos tras ellos.
Al ver reaccionar así a mis compañeros temía que el Magistrado se encontrara en peligro y trate de protegerle. Mi señor Moebius no sabe cuánto lo lamento. No pensé que mi simple hechizo le pudiera afectar en su dolencia. Me siento terriblemente mal por causarle la más mínima incomodidad o dolor. Nada más lejos de mi intención. Mi señor, soy un curandero bastante aceptable. Permítame preparar un ungüento que mitigue su dolor. Una vez más le pido mil disculpas...-
PbP Character: A few ;)
TocToc observó el resto de acontecimientos cabizbajo. Las vandálicas acciones de Godric, Mablung, Leobald y Adriana ponían a todo el grupo en una situación bien precaria. ¿Esta era la bandada que debía ayudarle a enfrentarse al lich? No parecía que fuesen de mucha ayuda. Como mucho quizás podrían ocasionar una distracción efímera para intentar evadir su mortal agresión.
Con la calma del que se sabe condenado y acepta su aciago destino sorbió lentamente un poco más de té. Cuando Godric acabó de dar sus explicaciones el hombre cuervo intervino.
- Lamentamos el desafortunado desenlace de lo que ha ocurrido. Alguna maléfica influencia ha intervenido, ajena a nuestro grupo. – Dijo mirando a Leobald que parecía el que primero había reaccionado, sorbiendo lago más del exótico té rojo mientras esperaba también una explicación.
Zevatur, Rolthos
Leobald aun miraba temeroso al dintel de la puerta del salón, ignorando al desesperado mayordomo. Como si el hecho de haber causado cientos de oros en daños materiales a la Corona fuera algo de lo que no fuera consciente.
—Había un infante pálido, justo allí —señaló a la puerta—, mirándonos con sus ojos completamente negros como la noche. Su piel, su piel, era blanca como la leche y su pelo, su pelo era negro y lacio.
El caballero señalaba temblorosamente sin atreverse a acercarse a la puerta.
Ash el guerrero — Dragon's Hoard (Spanish)
Leobald el caballero — Death and Pain at Saltmarsh (Spanish)
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Remington Wizz — Shadow of the Dragon Queen (Spanish)
[En la Mansión del Magistrado]
Quitando con cuidado la gruesa cortina que cubría a su Señor, Adrian observó los estragos que el hechizo de luz de Godric había causado en el magistrado, un ligero gemido de dolor, quizás empatizando con el sufrimiento de su benefactor, fue la única respuesta que tuvo paras las explicaciones y disculpas del resto de los agentes... hasta que Leobald mencionó la presencia del supuesto pálido niño del dintel de la puerta.... en ese momento su respuesta pasó a ser verbalizada con cierta contundencia.
- Eso es más que imposible...
Ayudándo a Moebius a incorporarse, y apoyándolo sobre sus hombros, la imagen de tan tremendo y corpulento cuerpo sobre la delgada figura del mayordomo, daba a entender que éste se quebraría fácilmente ante el peso de la víctima de las crueles artes del sacerdote. Pero Adrian aguantó el tipo bastante bien acostumbrado a atender las necesidades y limitaciones del señor de la casa. El obeso juez, caminaba lentamente con la ayuda de su sirviente hacía la puerta de salida del destrozado salón mientras se dirigía a su criado con voz dolorida y apagada, como si nadie más que ellos dos se encontraran en ese momento allí.
- ¿Porqué mi buen Dios Lathander me ha abandonado?... ¿Que horrible pecado habré cometido para que me castigue de esa forma tan terrible e insidiosa?... No lo entiendo y nunca lo entenderé, mi noble familia siempre fue fiel y devota a su causa...
- Olvídese de los Dioses y sus creencias en egoístas ídolos mi señor, en especial en aquellos que se deleitan con el sufrimiento de sus seguidores como es su caso... Su obstinación en no abandonar toda fe en su causa le está agravando su enfermedad ¿Cómo no se puede dar cuenta aún mi señor?...
- Estoy cansado Adrian, lléveme a mis aposentos enseguida... he de descansar y tomar mi medicina y mis ungüentos... Encárguese de todo... y no olvide... pasarle la factura de daños a Bastianes... él sabrá que hacer y como pagar...
Con un claro y marcial gesto de su mano, el mayordomo indicó al resto de invitados que la tertulia había terminado, y que se marcharan de inmediato, justo coincidiendo esa orden directa con la recuperación del control sobre su miedo de Leobald, que sentía como poco a poco volvía a ser él mismo y su cuerpo recuperaba la voluntad perdida.
[En el Barrio Alto]
La mansión de Moebius de tres pisos acompañada de góticos arbotantes, y nefastas gárgolas talladas en piedra alrededor de sus cúpulas superiores quedó atrás pronto. El grupo de agentes caminaba de vuelta a la zona de la posada que servia de centro de mando de sus futuras acciones, pero antes de abandonar el lujoso barrio, el cual se encontraba elevado geográficamente sobre el resto de la ciudad, una pareja de jóvenes y hermosas damas, que caminaban en dirección contraria al extraño grupo, les saludaron con una tímida sonrisa que intentaron ocultar pícaramente detrás de un exquisito abanico de blancas y largas plumas. Mientras, los agentes que seguían preguntándose cual era la actual localización del huidizo druida, y que había abandonado a todos sin pensárselo dos veces presa de un pánico incontrolable quizás... también se preguntaban que llevaría a dos señoritas pasear por las calles en la noche, a pesar de ser una zona bastante segura, no era algo apropiado.
Ese pensamiento cobró forma y razón de ser cuando la voz de una de ellas resonó justo detrás, pero no como la de una dulce joven de alta alcurnia, sino como la de un hombre cuya garganta había probado quizás demasiado alcohol destilado casero del que era razonablemente saludable... una voz ronca, y familiar...
- Estimados agentes de la corona... me preguntaba cuanto tardarían en venir a visitar a uno de los pocos aliados que os quedan en la ciudad, ... a este lugar envuelto en oro y filigranas argénteas... lejos de las miserias que acechan en las sombras un poco más abajo... en la ciudad olvidada...
Al girarse... lo que vieron no fue a dos inocentes señoritas, sino a un conocido Chak, embutido en sus ropajes negros algo envejecidos, su cintos de cuchillos, y su reconocible sombrero de ala ancha, también oscuro como la noche... el olor a un tabaco de cierta calidad acompañó su figura, puesto que en entre sus labios reposaba un delgado pero aromático puro, aún humeante. Tras él, en un segundo plano, la otra señorita se había transformado en un silencioso hombre completamente calvo, y desnudo de cintura para arriba, diferentes tatuajes en tinta azabache casi cubrían por completo su torso y brazos. Un bastón largo y estilizado descansaba de momento amarrado a su espalda. Su aspecto era realmente amenazador... y su mirada parecía estudiar a todos y cada uno de los agentes como si estuviera analizando cada punto débil que pudiera encontrar.
- Sin embargo, soy un hombre de palabra, y traigo buenas nuevas... gracias al gordo tembloroso amigo del enmascarado... y no, no me refiero al payaso del Magistrado que acabáis de visitar, ... y las noticias acerca de como habéis finiquitado el trabajo pendiente por vosotros mismos... sólo os traigo agradecimiento... y notificaros que vuestra deuda ha sido condonada...
Godric haz una tirada fácil de Religión (o cualquiera que la tenga entrenada como habilidad)- DC Godric: 8 - DC Resto: 13
Sombra, la muerte silenciosa:
Chak Hojaumbría
" ¡Oh la Oscuridad...! "
Godric ayudó al Magistrado a levantarse, acompañando a Adrian en tan ardua tarea. Al escuchar sus palabras con el mayordomo no pudo evitar replicar.
- Mi Señor. Durante un tiempo yo también pensé que Lathander me había abandonado, más no fue así. Es cierto - dice mirando a Adrian - que a veces los dioses nos envían duras pruebas. Pero sólo así podemos llegar allí donde somos realmente necesarios. Dejadme que intente sanaros con la ayuda de Lathander. Me temo que no podré hacer mucho por vuestra afección sin saber más de ella pero al menos podré sanar las heridas que la luz os ha causado. -
PbP Character: A few ;)
Leobald caminaba en silencio pensando en lo que había pasado y en cómo su mente había reaccionado ante todo aquello abandonando todo aplomo. No se mortificaba con el fracaso, eso lo había dejado de lado años atrás cuando dejó la curia, ahora solo ponderaba lo sucedido en busca de respuestas. El miedo irracional que había sentido y cómo este había remitido con la orden del mayordomo. ¿Qué podía significar todo aquello? Una sospecha terrible comenzaba a fraguarse en su cabeza cuando Chak y su esbirro hicieron acto de presencia haciéndose valer de magia ilusoria. El caballero deslizó discretamente el escudo a su mano una vez más, pero guardó silencio mirando a los dos criminales.
Ash el guerrero — Dragon's Hoard (Spanish)
Leobald el caballero — Death and Pain at Saltmarsh (Spanish)
Keeper — Vigilantes en el Cielo (Spanish)
Remington Wizz — Shadow of the Dragon Queen (Spanish)
Tras unos minutos, aquello que tanto había perturbado a sus compañeros parecía haberse desvanecido. Mientras se desarrollaban las conversaciones, las explicaciones y las disculpas, Adriana se paseó por la habitación intentando mitigar el desastre de caos y destrucción provocado minutos antes, devolviendo a su lugar los objetos caídos y evaluando los destrozos ocasionados.
Tras la aseveración del mayordomo ante la absoluta imposibilidad de que fueran ciertas las explicaciones de Leoblad, la elfa intervino, muy interesada por saber más sobre el tema.
- Reitero mis más sinceras disculpas por lo acaecido aquí esta noche, Lord Moebius; la Corona les compensará sin duda por los desperfectos materiales sufridos - esta vez miró directamente a Adrian y le habló con amabilidad - Por sus palabras intuyo que sabe a qué o a quién nos estamos refiriendo. Lord Moebius y todos los aquí presentes hemos sido testigos del miedo atroz y descontrolado que ha poseído a dos de nuestros compañeros, que en ningún caso ha podido ser impostado. Uno de nosotros fue asaltado hace unas noches y herido de gravedad por una figura similar a la que describe Sir Leobald, sino la misma. Adrian, le ruego comparta con nosotros la información que posea con respecto a esa criatura, nos será de gran ayuda para poder combatir el mal que nos acecha y que no logramos entender y quizá podrá evitar una situación funesta similar a la que acabamos de enfrentarnos -
"Hay una grieta en todo, así es como entra la luz"