- ¡Otra protección mágica! Entrar en la casa es realmente complicado... Esa trampa posiblemente sea para proteger esta biblioteca de acceso desde el interior, pero creo que esta deducción no nos vale de nada. - Dijo esperando a que Hela o Gilbert solucionasen el problema.
Cabeceo levemente ante las palabras de Ash, por un lado, tenía razón, pero por el otro quizás hubiese inocentes en la casa. De cualquier formal los demonios que patrullaban el exterior no eran un buen presagio.
El olor a incienso flotaba en el ambiente de la biblioteca espeso y dulzón y la peligrosa presencia del tomo embrujado hacían de la pequeña sala un entorno incómodo que erizaba los pelos de la nuca del guerrero. Las tenues luces de la luna se colaban desde el balcón acristalado.
Ash seguía atento a los ruidos al otro lado de la puerta mientras Martin investigaba el tiro de la chimenea. Echó un vistazo por encima del hombro, a sus compañeros. Todos se afanaban en sus tareas de inspección conscientes de que estaban en una situación delicada. Eran su familia ahora, quien se lo iba a decir hace un año, en La Sirena Afónica de Elturiel, donde acabó tras su último trabajo como mercenario. Pensaba que nunca volvería a sentir esa sensación de pertenencia a algo desde que se desintegrara la Compañía Rubí. Apegarse es una debilidad, solían decir en su gremio, los hermanos vienen y van cuando bailas con la muerte. Y sin embargo, no cambiaría a aquellos chiflados ingenuos por nada. Sonrió discretamente al ver a su majestad Morko tratando de ser sutil o a Zevatur compartiendo severas conclusiones con su familiar dracónico. O Kath y Martin, los hábiles pícaros con ese aire de tragedia. O a Gowther el eltariel, el más extraño elfo que había conocido, letal y leal a partes iguales. O a Guilbert, siempre de buen humor a pesar de haber vuelto de la muerte hacía apenas unas horas.
Y luego estaba ella. La que había dado sentido a sus desvelos. La dama de marfil que habría de guiar sus pasos entre toda una suerte de trampas del destino y juegos cósmicos. La Reina Cuervo, Tiamat, todo eso importaba poco si podía pasar el tiempo que le quedase junto a ella.
Sus pensamientos se perdían en la curva de su cuello cuando Martin sacó la cajita de metal de la chimenea.
—¿Alguna idea de qué significa eso? —susurró mirando de reojo los dibujos que Martin sostenía — Guilbert, tú conoces más a los Cassalanter ¿Es eso algo que podamos usar?
Martin indicó casi en un susurro a los hechiceros del grupo las protecciones que también afectaban a la puerta de salida, por si aún les quedaba algún tipo de magia que pudiera cancelar sus efectos. Mientras esperaba su respuesta y reacción, se dedicó a estudiar los dibujos y los objetos encontrados, casi con cierta reverencia, mientras se los mostraba a Guilbert, quizás el apuesto y atractivo humano supiese de alguna historia o leyenda achacada a los Calassander que tuvieran relación con esos críos.
Las manos del semielfo tocaron con suavidad la figurita que representaba el caballero, y se quedó en un extraño estado contemplativo... él nunca había tenido juguetes en su infancia, al menos no unos que no sirvieran para asesinar a tu objetivo de la manera más eficiente posible.. y de algún modo, aquella figurilla de madera le reconfortaba al tacto... seguramente perteneciera al niño, y el suave lazo de seda azul a la niña. Por la antiguedad de la caja y su contenido, quizás pertenecieran a los abuelos de los actuales señores de la Mansión, o quizás se remontaban a más atrás en el tiempo. En cualquier caso, Martin tenía la sensación de que eran tiempos mejores, donde quizás, los demonios aún no habían entrado a formar parte de la sangre maldita de la familia.
Por alguna razón, el semielfo sonrió y cierto rubor afloró en sus mejillas, recordando como intentó tallar una pipa para Zevatur en un pasado no muy lejano y aunque no quedó del todo mal, distaba mucho de las calidades de caballero que reposaba en sus callosas manos.
Intentaré deshacer la magia que protege esta sala.-Tras esto, Gowther musitó unas palabras arcanas mientras que apoyaba su mano sobre la empuñadura de Aegnor. Con la palma de su otra mano, procedió a dirigir la disipación mágica hacia la puerta.
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"Esta perfecta melodía que acompasa y guía mi movimiento es la voz de mi compañera Aegnor"
Gowther Irerath, El'Tael de los Fragmentos Extraordinarios.
La magia del El'Tael se propagó desde su mano hacia la puerta como pequeñas llamas iridescentes que rápidamente se expandieron por toda la superficie de madera hasta llegar al marco y desaparecer.
Gowther se acercó un poco para comprobar con sus ojos lo que ya sentía.
El hechizo que protegia la puerta había resistido sus intentos de desvanecerlo. Tendría que intentarlo de nuevo con más concentración.
-Poco mas de los que ves tú-respondió al semielfo ante sus descubrimientos.-Mis conocimientos sobre esta familia solo son oídas.. todo lo conocido es lo que escuchamos en la torre de hechicería..-respondiendo a su vez al Ash.
Con sus compañeros ocupados en diversas incetigaciones, el bardo se acercó a la puerta que rezumaba magia por cada poro de su madera. Examinó el marco junto a Gowther viendo que la poderosa magia resistía sus intentos de disipación. Llevando el Laúd mágico hacia posición de interpretar, pellizcó con delicadeza sus cuerdas apenas audibles pero nítidas, nota a nota hasta ese momento en el que todos, por variodos que fuieran sus conocimientos musicales, notaron que aquello no era ni siquiera, agradable. Una cuerda rota había roto toda magia y sonoridad del hechizo..
-No soy yo, es posible que esta puerta no esté aún preparada para mi arte..-dijo con la poca dignidad intacta que le quedaba..
Impaciente Zevatur miró a sus compañeros intentar en vano deshacer la protección mágica de la puerta. - ¿Y si simplemente destruimos la puerta? Yo podría hacerla arder. Creo que es cualquier caso si no las desmontamos posiblemente perdamos el factor sorpresa, poco nos ha durado… - Dijo con frustración, mirando a la puerta desde el dintel superior.
Tanta gente en la puerta empezaba a agobiar al corpulento guerrero. Ash dejó hacer a los conjuradores y decidió ocupar su tiempo buscando una puerta secreta tras la pared trufada de libros. Es donde él la habría puesto. Dos conjuros de protección de alto nivel cada día le parecían un despilfarro de recursos mágicos sospechoso. Si hubiera otra entrada no tendrían que reponerlos tan a menudo.
—Morko échame una mano aquí, a ver si encontramos una puerta secreta —pidió al enano entre susurros—. Zev, no rompas nada todavía. Tiene que haber algo.
Frustrado, y tratando de recuperar algo de dignidad, Guilbert reparó la cuerda rota y volvió a afinar su laud.. esta vez se plantó frente a la puerta, las piernas ligeramente separadas y eligió un acorde algo más grave. Rasgó con delicadeza las cuerdas de su instrumento que hicieron vibrar inmediatamente la barrera mágica que cubría la puerta. Como si hubiera lanzado una piedra en el centro de un chispeante lago rojo que cubría la superficie de la puerta, la energía del hechizo protector se fue disipando en círculos concéntricos que se expandían hacia fuera.
Para poder franquearla ya sólo quedaba abrir la cerradura, que era una acción mucho más mundana y para la que, sin duda, estaba más preparado Martin.
Martin se acercó confiado a la puerta y reconoció la cerradura. Era de buena calidad pero ya había abierto cerraduras similares en el pasado. Conocía lo que tenía que hacer y para el resto pareció que en lugar de una ganzúa, introducía la llave de la misma, con tal facilidad consiguió abrirla.
Mientras el semi-elfo abría la puerta y aventuraba una mirada en el exterior de la habitación, Ash observaba minuciosamente la estantería en busca de otra posible salida oculta. No la encontró.
Sin embargo, lo que sí encontró fue una caja de madera de roble colocada en la estantería que le llamó la atención. Sin pensarlo mucho la abrió y comprobó que la caja tenía dentro dos partes muy bien diferenciadas.
En una parte recubierta de terciopelo había un libro que ojeó por encima. Parecía una guía de cómo hacer tatuajes, con algunas ilustraciones de ejemplo. Separado del libro por una fina madera, la otra parte de la caja, poco menos que la mitad de la misma tenía varios compartimentos, En dos de ellos pudo encontrar agujas y un pequeño partillo para colocarlas, asi cmo una pieza de madera flexible pero firme. El resto eran pequeñas redomas que contenían, al parecer, pinturas de diferentes colores, verde, rojo, púrpura, plateado, una dorada que parecía tener oro en su composición. Al parecer eran las herramientas para poder realizar los tatuajes que se describian en el libro.
Era, cuando menos, un hallazgo curioso.
Martín vio que se encontraban en un pasillo que se abría a izquierda y derecha. A la derecha el pasillo continuaba y había varias puertas que daban acceso a otras habitaciones. Al menos había tres puertas frente a él y dos más en su mismo lado. El pasillo terminaba en una puerta cerrada.
A la izquierda el pasillo se abría a una baranda y un espacio abierto. Martín pudo ver el inicio de unas escaleras que descendían en semi-círculo a una planta inferior, con un pasamanos de mármol. Unas escaleras similares descendían un poco más lejos, de manera especular a las más cercanas a Martin. El pasillo continuaba tras ese segundo grupo de escaleras abriéndose a una nueva ala de la mansión donde se veían más puertas cerradas. En aquel lado, sin embargo, el pasillo acababa en una ventana grande que casi cubría toda la pared.
Ahora, sin la puerta ni sus protecciones mágicas, los agudos sentidos del semi-elfo pudieron escuchar conversaciones en la planta de abajo y el ruido de alguien poniendo una mesa a juzgar por los sonidos de loza y el tintineo de los cubiertos al entrechocar. Parecía que no les habían detectado.
Martin se asomó al pasillo sopesando el posible recorrido más seguro, sólo esperaba que su conjuración para proteger al grupo de ojos ajenas surtiera efecto el tiempo suficiente para encontrar a la niña. Antes de salir, se giró una vez más dedicando una última mirada a la sala donde se encontraban y su vista descansó por unos momento sobre el diabólico tomo que permanecería allí sin ser destruido, ... esto de alguna manera lleno de inquietud al semielfo, pero intentó rápidamente evadir esos pensamientos y dedicar su atención sobre Seeker, que jugueteaba sobre una estantería picoteando un llamativo adorno de latón. El cruce de miradas fue suficiente, y la inteligente ave voló hasta posarse en el hombro del bastardo sin emitir ruido alguno.
Justo cuando iba a adentrarse en el pasillo, Guilbert detuvo fantasma de tez pálida y ojos púrpura, para dedicar un último conjuro para dar soporte a la búsqueda de la cría. Con un hábil rasgar de cuerdas, una melodía sonó sólo para ellos, dejando escapar una ilusión de unos pentagramas salpicados de notas graves en tonos rojos y negros, del mismo color que la rosa que ejercía de blasón para su orden.. la hilera de líneas paralelas pareció cobrar vida y tomar una dirección... hacia la parte de la mansión donde las escaleras descendían...
La habilidad del bardo sorprendió a Martin, que asintiendo, hizo una señal a Kath para que le acompañara en esa dirección, intentarían servir de avanzadilla para el resto del grupo e indicarles por donde deberían moverse para evitar ser vistos en su descenso a las partes más bajas de la Hacienda.
Su compañero, mas espectro que mestizo, parecía difuminarse en los pasilos.. siempre asumiendo los riesgos de todo el grupo. Esta vez podría guiar sus pasos en un avance mano a mano hacia la pequeña. Paró con la mano a Kath cuando se disponía a salir por la puerta y ocupar su puesto..- Os avisaré para el avance cuando sea seguro.. la niña está en esa dirección.- y emprendió marcha tras el pálido semielfo.
Cierto era que el secuestro de la niña, niña perdida de waterdeep como él, le preocupaba. Sin embargo no podía disipar los pensamientos enfrentados que había traído de vuelta el nombre de Franccesca. Realmente estaba ahí, detrás de todo esto y responsable desde el otro lado, el otro bando, que habían jurado combatir en la Orden. Los tatuajes mágicos que llevaba por todo su cuerpo comensaron a hacerse visibles para todos.. incontrolables para el bardo en aquella situación. Rosas y calaveras.. una por cada hermano caído.
Con sordos punteos las paredes entraban en resonancia en la dirección donde parecía estar la pequeña.
Zevatur asintió a los comentarios de Ash - Desde luego... no voy a destruir nada así por las buenas... - Dijo agitando su mano como si fuese algo completamente obvio. Entonces esperó pacientemente e hizo un gesto de triunfo con la mano cuando tras desarmar la protección mágica Martin abrió la puerta con maestría. Al din, cuando los compañeros empezaron a salir sigilosamente de la habitación bajó al suelo, alegrándose de recuperar la perspectiva a la que estaba acostumbrado.
Ash dejó la caja en su sitio con celeridad en cuanto las ondas concéntricas del conjuro mágico se desvanecieron. Entonces cayó en que aquel tomo y sus extrañas tintas podían valer una fortuna, así que estiró el brazo en el último momento y se guardó en la caja en la mochila asegurándose de que sus compañeros pudieran verla. Sin volver a ello pasó a lo siguiente, por fin salían de aquella sala.
Tratando de no hacer ruido, asomó la nariz al pasillo del piso superior. Por gestos, indicó a la vanguardia del grupo la necesitad de revisar todas aquellas puertas. Sin embargo, confió en el criterio y las artes del bardo para localizar a la niña y asumió su guía y la de Martin inmediatamente. El acero desnudo de la hoja de Úrsula arañaba algunos destellos mortecinos a la luna mientras Ash tomaba posiciones. Tableteando los dedos sobre el mango de otra de sus chicas al cinto, sin poder ocultar su impaciencia, esperó la señal para poder avanzar hasta el siguiente punto.
Entonces, reparó en las calaveras y las rosas que aparecían por arte de magia sobre la piel del bardo. La ceja izquierda del guerrero dibujó un gesto de recatada perplejidad.
Guilbert podía escuchar un leve zumbido en sus oídos que se acentuaba cuando miraba hacia abajo. Pese a la esta´tica que producía su hechizo aún podía escuchar a sus compañeros y en un susurro les indicó la dirección en la que sentía a la niña. Al menos una parte de la angustia que sentían desde que supieron de su secuestro se calmó, pues que Guilbert pudiera sentirla tan cerca significaba que aún seguía con vida.
Con cuidado y haciendo el menor ruido posible salieron de la habitación y se repartieron por el pasillo. Martin y Kath como punta de lanza y Guilbert siguiéndoles detrás para indicarles. Tras ellos fueron Zevatur y Gowther, Helayna y Ash apenas pudieron dar un par de pasos en el pasillo y Morko se quedó esperando en el dintel de la puerta. Al estar más cerca de las escaleras Guilbert confirmó que la niña estaba abajo.
Las dobles escaleras que bajaban describiendo una media luna llegaban hasta un vestíbulo elegantemente decorado,. Una alfombra traída de Calimshan ocupaba la mayor parte del vestíbulo. Retratos de los antepasados de los Cassalanter adornaban las paredes tanto del vestíbulo como de las paredes por las que discurrían las escaleras. Al menos seis armaduras completas, armadas con alabardas, traídas de Cormyr a juzgar por su estilo, se alineaban en el vestíbulo en silenciosa guardia. El techo del vestíbulo era un domo de cristal pintado que, durante el día, daría un aspecto espectacular a la estancia que ahora estaba iluminada por candelabros en las paredes con hechizos de luz sobre ellos.
Justo frente a ellos había una puerta de madera doble, madera del bosque de Cormanthor a juzgar por su aspecto, con hermosos bajorrelieves grabados. Dos puertas a cada lado de las paredes daban acceso a sendas habitaciones pero sólo una estaba abierta. Arriesgando a mirar hacia el fondo del vestíbulo, por encima de la barandilla de madera bellamente tallada y pulida, cuando aún estaba a medio camino para terminar de descender, Martin vio otra doble puerta frente a la de entrada y que quedaba justo debajo del pasillo que unia las escaleras en el piso superior. Esta puerta estaba abierta y el semi-elfo pudo ver los primeros signos de vida de la casa. Un par de sirvientes, pulcramente vestidos, estaban, al parecer, preparando la mesa para la cena.
No hablaban entre ellos pero Martin escuchó una voz que hizo que se le erizaran los pelos de la nuca al reconocerla. El mayordomo de los Cassalanter daba instrucciones a los criados sobre cómo debían preparar correctamente los juegos de cubertería. Pronto pudo ver que el tiefling entraba en su rango de visión, mientras supervisaba la mesa bellamente preparada, cubierta con un mantén blanco de seda élfica. El tiefling pasó por el campo de visión del semi-elfo dándole la espalda y se perdió en el interior del que parecía ser el comedor de la casa.
Con la cautela suficiente y aunque sin tener la maestría de infultración de sus compañeros, el bardo avanzó en completo silencio por el pasillo de la mansión siguiendo la resonancia que emitía su objetivo. Aquellos retratos parecían seguir con la mirada el avance del grupo de fragmentos mientras las armaduras presentaban armas de forma amenazante.
La incursión despertaba recuerdos lejanos en Guilbert. De no ser por las traumáticas horas previas a aquel allanamiento, esta misión podría haber sido un grato déjà vu de cuando la Orden desarticulaba grupos infernalistas como aquel. Tras las jornadas, a veces demasiadas, de recopilación de información e incluso infultracción, llegaba el momento de intervenir. El cónclave de caballeros solía ser airado y por tanto muy divertido. Ser Clearence siempre optaba por el asalto directo mientras que Ser Charac prefería los ataques quirúrgicos con respaldo de toda la orden en casa de que todo se torciera. Franccesca siempre optaba por desarticulación desde dentro, infultrados en la organización, sin levantar sospechas hasta que todo explotaba. Las dotes para interpretar cualquier papel, voz o personalidad del bardo le hicieron entrar en aquel selecto grupo desde el principio. Sin embargo aquella noche no podía sentir la emcosión y adrenalina del pasado. Había demasiado en juego, para empezar la vida de una chiquilla.
Colocó su mano izquierda sobre el traste del laúd en posición de un nuevo acorde. Un pellizco sordo sobre las cuerdas imbuyeron al bardo en un nuevo hechizo. Sus labios se movían sin embargo ningún sonido salía de ellos, al menos para los allí presentes. Salas adentro, en la dirección que le indicaba su hechizo de localización, esas palabras sordas era percibidas por una pequeña niña con mucho que esconder sobre su naturaleza. Guilbert solo esperaba que la pequeña estuviera consciente para escucharle.
-Tranquila, no te asustes, solo tú me escuchas..- dijo con todo el cariño y suavidad que era capaz.- Soy Guilbert y he venido con todos los amigos para que nos podamos ir a casa.. contéstame solo si no te ven los labios.. ¿Estás bien? ¿Puedes moverte?
En otra sala, desconocida aún para los Fragmentos, una pequeña niña de hermosos bucles dorados se rio, se giró sobre sí misma y, tapándose la boca para que nadie pudiera ver sus labios contestó en voz alta.
"Oh !! eres el tio Guilbert!! !!Ha venido el tio Martin también??! ¿¿ Y Canela?? !! La tia Franccesca dijo que vendríais pronto!! !! Tia Franccesca!! Ya están aqui!! La fiesta puede empezar jijijiji!! ¿Qué? Oh el tío Guilbert me ha dicho que sólo le puedo contestar si nadie me ve los labios por eso me tapo la boca tía Franccesca”
El bardo escuchó la respuesta de la inocente niña y palideció. Quizá no había sido buena idea contactar con ella.
Guilbert tragó saliva sin éxito pues su boca se acababa de quedar seca. Martín escuchó el sonido de su compañero pero inmediatamente percibió una pequeña conmoción en el salón donde se preparaba la cena como si alguien hiciera un gesto rápido y decisivo. Las puertas se cerraron con premura, y luego nada. Silencio.
En aquel pasillo de cargada decoración el rostro de Guilbert se congeló como las pinturas de los Cassalanter fallecidos que les observaban desde el inmortal lienzo. Por un momento no supo como reaccionar.. quizá no se esperaba allía Francesca, aunque cuadraba aquellos cuidados a los huérfanos de la ciudad. -Saben que hemos venido.. pero no donde.- susurró a los mas cercanos para repetirlo también a los que aguardaban en la sala del libro. -Intentaré dirigir su atención hacia el exterior.- Y copmenzó a conjurar de nuevo el mensaje hacia la niña.
-Vamos a jugar a un juego, pequeña, tienes que salir al jardín a jugar.. estaremos todos esperandote.. además de a la tia Francesca..-mientras se mordía le labio de la rabia.- ¿quien mas está con vosotros?
- ¡Otra protección mágica! Entrar en la casa es realmente complicado... Esa trampa posiblemente sea para proteger esta biblioteca de acceso desde el interior, pero creo que esta deducción no nos vale de nada. - Dijo esperando a que Hela o Gilbert solucionasen el problema.
Cabeceo levemente ante las palabras de Ash, por un lado, tenía razón, pero por el otro quizás hubiese inocentes en la casa. De cualquier formal los demonios que patrullaban el exterior no eran un buen presagio.
Zevatur, Rolthos
-Deberiamos centrarnos en encontrar a la niña, si salimos por aquí podréis llevaros ese libro- dijo Morko mientras vigilaba la puerta.
-O siempre podéis volver a por él-
El olor a incienso flotaba en el ambiente de la biblioteca espeso y dulzón y la peligrosa presencia del tomo embrujado hacían de la pequeña sala un entorno incómodo que erizaba los pelos de la nuca del guerrero. Las tenues luces de la luna se colaban desde el balcón acristalado.
Ash seguía atento a los ruidos al otro lado de la puerta mientras Martin investigaba el tiro de la chimenea. Echó un vistazo por encima del hombro, a sus compañeros. Todos se afanaban en sus tareas de inspección conscientes de que estaban en una situación delicada. Eran su familia ahora, quien se lo iba a decir hace un año, en La Sirena Afónica de Elturiel, donde acabó tras su último trabajo como mercenario. Pensaba que nunca volvería a sentir esa sensación de pertenencia a algo desde que se desintegrara la Compañía Rubí. Apegarse es una debilidad, solían decir en su gremio, los hermanos vienen y van cuando bailas con la muerte. Y sin embargo, no cambiaría a aquellos chiflados ingenuos por nada. Sonrió discretamente al ver a su majestad Morko tratando de ser sutil o a Zevatur compartiendo severas conclusiones con su familiar dracónico. O Kath y Martin, los hábiles pícaros con ese aire de tragedia. O a Gowther el eltariel, el más extraño elfo que había conocido, letal y leal a partes iguales. O a Guilbert, siempre de buen humor a pesar de haber vuelto de la muerte hacía apenas unas horas.
Y luego estaba ella. La que había dado sentido a sus desvelos. La dama de marfil que habría de guiar sus pasos entre toda una suerte de trampas del destino y juegos cósmicos. La Reina Cuervo, Tiamat, todo eso importaba poco si podía pasar el tiempo que le quedase junto a ella.
Sus pensamientos se perdían en la curva de su cuello cuando Martin sacó la cajita de metal de la chimenea.
—¿Alguna idea de qué significa eso? —susurró mirando de reojo los dibujos que Martin sostenía — Guilbert, tú conoces más a los Cassalanter ¿Es eso algo que podamos usar?
Ash el guerrero — Dragon's Hoard (Spanish)
Leobald el caballero — Death and Pain at Saltmarsh (Spanish)
Keeper — Vigilantes en el Cielo (Spanish)
Remington Wizz — Shadow of the Dragon Queen (Spanish)
Martin indicó casi en un susurro a los hechiceros del grupo las protecciones que también afectaban a la puerta de salida, por si aún les quedaba algún tipo de magia que pudiera cancelar sus efectos. Mientras esperaba su respuesta y reacción, se dedicó a estudiar los dibujos y los objetos encontrados, casi con cierta reverencia, mientras se los mostraba a Guilbert, quizás el apuesto y atractivo humano supiese de alguna historia o leyenda achacada a los Calassander que tuvieran relación con esos críos.
Las manos del semielfo tocaron con suavidad la figurita que representaba el caballero, y se quedó en un extraño estado contemplativo... él nunca había tenido juguetes en su infancia, al menos no unos que no sirvieran para asesinar a tu objetivo de la manera más eficiente posible.. y de algún modo, aquella figurilla de madera le reconfortaba al tacto... seguramente perteneciera al niño, y el suave lazo de seda azul a la niña. Por la antiguedad de la caja y su contenido, quizás pertenecieran a los abuelos de los actuales señores de la Mansión, o quizás se remontaban a más atrás en el tiempo. En cualquier caso, Martin tenía la sensación de que eran tiempos mejores, donde quizás, los demonios aún no habían entrado a formar parte de la sangre maldita de la familia.
Por alguna razón, el semielfo sonrió y cierto rubor afloró en sus mejillas, recordando como intentó tallar una pipa para Zevatur en un pasado no muy lejano y aunque no quedó del todo mal, distaba mucho de las calidades de caballero que reposaba en sus callosas manos.
" ¡Oh la Oscuridad...! "
Intentaré deshacer la magia que protege esta sala.-Tras esto, Gowther musitó unas palabras arcanas mientras que apoyaba su mano sobre la empuñadura de Aegnor. Con la palma de su otra mano, procedió a dirigir la disipación mágica hacia la puerta.
"Esta perfecta melodía que acompasa y guía mi movimiento es la voz de mi compañera Aegnor"
Gowther Irerath, El'Tael de los Fragmentos Extraordinarios.
La magia del El'Tael se propagó desde su mano hacia la puerta como pequeñas llamas iridescentes que rápidamente se expandieron por toda la superficie de madera hasta llegar al marco y desaparecer.
Gowther se acercó un poco para comprobar con sus ojos lo que ya sentía.
El hechizo que protegia la puerta había resistido sus intentos de desvanecerlo. Tendría que intentarlo de nuevo con más concentración.
PbP Character: A few ;)
-Poco mas de los que ves tú- respondió al semielfo ante sus descubrimientos.-Mis conocimientos sobre esta familia solo son oídas.. todo lo conocido es lo que escuchamos en la torre de hechicería..- respondiendo a su vez al Ash.
Con sus compañeros ocupados en diversas incetigaciones, el bardo se acercó a la puerta que rezumaba magia por cada poro de su madera. Examinó el marco junto a Gowther viendo que la poderosa magia resistía sus intentos de disipación. Llevando el Laúd mágico hacia posición de interpretar, pellizcó con delicadeza sus cuerdas apenas audibles pero nítidas, nota a nota hasta ese momento en el que todos, por variodos que fuieran sus conocimientos musicales, notaron que aquello no era ni siquiera, agradable. Una cuerda rota había roto toda magia y sonoridad del hechizo..
-No soy yo, es posible que esta puerta no esté aún preparada para mi arte..- dijo con la poca dignidad intacta que le quedaba..
Impaciente Zevatur miró a sus compañeros intentar en vano deshacer la protección mágica de la puerta. - ¿Y si simplemente destruimos la puerta? Yo podría hacerla arder. Creo que es cualquier caso si no las desmontamos posiblemente perdamos el factor sorpresa, poco nos ha durado… - Dijo con frustración, mirando a la puerta desde el dintel superior.
Zevatur, Rolthos
Tanta gente en la puerta empezaba a agobiar al corpulento guerrero. Ash dejó hacer a los conjuradores y decidió ocupar su tiempo buscando una puerta secreta tras la pared trufada de libros. Es donde él la habría puesto. Dos conjuros de protección de alto nivel cada día le parecían un despilfarro de recursos mágicos sospechoso. Si hubiera otra entrada no tendrían que reponerlos tan a menudo.
—Morko échame una mano aquí, a ver si encontramos una puerta secreta —pidió al enano entre susurros—. Zev, no rompas nada todavía. Tiene que haber algo.
Ash el guerrero — Dragon's Hoard (Spanish)
Leobald el caballero — Death and Pain at Saltmarsh (Spanish)
Keeper — Vigilantes en el Cielo (Spanish)
Remington Wizz — Shadow of the Dragon Queen (Spanish)
Frustrado, y tratando de recuperar algo de dignidad, Guilbert reparó la cuerda rota y volvió a afinar su laud.. esta vez se plantó frente a la puerta, las piernas ligeramente separadas y eligió un acorde algo más grave. Rasgó con delicadeza las cuerdas de su instrumento que hicieron vibrar inmediatamente la barrera mágica que cubría la puerta. Como si hubiera lanzado una piedra en el centro de un chispeante lago rojo que cubría la superficie de la puerta, la energía del hechizo protector se fue disipando en círculos concéntricos que se expandían hacia fuera.
Para poder franquearla ya sólo quedaba abrir la cerradura, que era una acción mucho más mundana y para la que, sin duda, estaba más preparado Martin.
PbP Character: A few ;)
Martin se acercó confiado a la puerta y reconoció la cerradura. Era de buena calidad pero ya había abierto cerraduras similares en el pasado. Conocía lo que tenía que hacer y para el resto pareció que en lugar de una ganzúa, introducía la llave de la misma, con tal facilidad consiguió abrirla.
Mientras el semi-elfo abría la puerta y aventuraba una mirada en el exterior de la habitación, Ash observaba minuciosamente la estantería en busca de otra posible salida oculta. No la encontró.
Sin embargo, lo que sí encontró fue una caja de madera de roble colocada en la estantería que le llamó la atención. Sin pensarlo mucho la abrió y comprobó que la caja tenía dentro dos partes muy bien diferenciadas.
En una parte recubierta de terciopelo había un libro que ojeó por encima. Parecía una guía de cómo hacer tatuajes, con algunas ilustraciones de ejemplo. Separado del libro por una fina madera, la otra parte de la caja, poco menos que la mitad de la misma tenía varios compartimentos, En dos de ellos pudo encontrar agujas y un pequeño partillo para colocarlas, asi cmo una pieza de madera flexible pero firme. El resto eran pequeñas redomas que contenían, al parecer, pinturas de diferentes colores, verde, rojo, púrpura, plateado, una dorada que parecía tener oro en su composición. Al parecer eran las herramientas para poder realizar los tatuajes que se describian en el libro.
Era, cuando menos, un hallazgo curioso.
Martín vio que se encontraban en un pasillo que se abría a izquierda y derecha. A la derecha el pasillo continuaba y había varias puertas que daban acceso a otras habitaciones. Al menos había tres puertas frente a él y dos más en su mismo lado. El pasillo terminaba en una puerta cerrada.
A la izquierda el pasillo se abría a una baranda y un espacio abierto. Martín pudo ver el inicio de unas escaleras que descendían en semi-círculo a una planta inferior, con un pasamanos de mármol. Unas escaleras similares descendían un poco más lejos, de manera especular a las más cercanas a Martin. El pasillo continuaba tras ese segundo grupo de escaleras abriéndose a una nueva ala de la mansión donde se veían más puertas cerradas. En aquel lado, sin embargo, el pasillo acababa en una ventana grande que casi cubría toda la pared.
Ahora, sin la puerta ni sus protecciones mágicas, los agudos sentidos del semi-elfo pudieron escuchar conversaciones en la planta de abajo y el ruido de alguien poniendo una mesa a juzgar por los sonidos de loza y el tintineo de los cubiertos al entrechocar. Parecía que no les habían detectado.
PbP Character: A few ;)
Martin se asomó al pasillo sopesando el posible recorrido más seguro, sólo esperaba que su conjuración para proteger al grupo de ojos ajenas surtiera efecto el tiempo suficiente para encontrar a la niña. Antes de salir, se giró una vez más dedicando una última mirada a la sala donde se encontraban y su vista descansó por unos momento sobre el diabólico tomo que permanecería allí sin ser destruido, ... esto de alguna manera lleno de inquietud al semielfo, pero intentó rápidamente evadir esos pensamientos y dedicar su atención sobre Seeker, que jugueteaba sobre una estantería picoteando un llamativo adorno de latón. El cruce de miradas fue suficiente, y la inteligente ave voló hasta posarse en el hombro del bastardo sin emitir ruido alguno.
Justo cuando iba a adentrarse en el pasillo, Guilbert detuvo fantasma de tez pálida y ojos púrpura, para dedicar un último conjuro para dar soporte a la búsqueda de la cría. Con un hábil rasgar de cuerdas, una melodía sonó sólo para ellos, dejando escapar una ilusión de unos pentagramas salpicados de notas graves en tonos rojos y negros, del mismo color que la rosa que ejercía de blasón para su orden.. la hilera de líneas paralelas pareció cobrar vida y tomar una dirección... hacia la parte de la mansión donde las escaleras descendían...
La habilidad del bardo sorprendió a Martin, que asintiendo, hizo una señal a Kath para que le acompañara en esa dirección, intentarían servir de avanzadilla para el resto del grupo e indicarles por donde deberían moverse para evitar ser vistos en su descenso a las partes más bajas de la Hacienda.
Por si es necesaria, tiro stealth: 1d20 (2) +12 + 10 (Pass without trace) = 24
" ¡Oh la Oscuridad...! "
Su compañero, mas espectro que mestizo, parecía difuminarse en los pasilos.. siempre asumiendo los riesgos de todo el grupo. Esta vez podría guiar sus pasos en un avance mano a mano hacia la pequeña. Paró con la mano a Kath cuando se disponía a salir por la puerta y ocupar su puesto..- Os avisaré para el avance cuando sea seguro.. la niña está en esa dirección.- y emprendió marcha tras el pálido semielfo.
Cierto era que el secuestro de la niña, niña perdida de waterdeep como él, le preocupaba. Sin embargo no podía disipar los pensamientos enfrentados que había traído de vuelta el nombre de Franccesca. Realmente estaba ahí, detrás de todo esto y responsable desde el otro lado, el otro bando, que habían jurado combatir en la Orden. Los tatuajes mágicos que llevaba por todo su cuerpo comensaron a hacerse visibles para todos.. incontrolables para el bardo en aquella situación. Rosas y calaveras.. una por cada hermano caído.
Con sordos punteos las paredes entraban en resonancia en la dirección donde parecía estar la pequeña.
Stealth 2d20kh1 (17, ) + 11 =
28 + 10 = 38
Zevatur asintió a los comentarios de Ash - Desde luego... no voy a destruir nada así por las buenas... - Dijo agitando su mano como si fuese algo completamente obvio. Entonces esperó pacientemente e hizo un gesto de triunfo con la mano cuando tras desarmar la protección mágica Martin abrió la puerta con maestría. Al din, cuando los compañeros empezaron a salir sigilosamente de la habitación bajó al suelo, alegrándose de recuperar la perspectiva a la que estaba acostumbrado.
Zevatur, Rolthos
Ash dejó la caja en su sitio con celeridad en cuanto las ondas concéntricas del conjuro mágico se desvanecieron. Entonces cayó en que aquel tomo y sus extrañas tintas podían valer una fortuna, así que estiró el brazo en el último momento y se guardó en la caja en la mochila asegurándose de que sus compañeros pudieran verla. Sin volver a ello pasó a lo siguiente, por fin salían de aquella sala.
Tratando de no hacer ruido, asomó la nariz al pasillo del piso superior. Por gestos, indicó a la vanguardia del grupo la necesitad de revisar todas aquellas puertas. Sin embargo, confió en el criterio y las artes del bardo para localizar a la niña y asumió su guía y la de Martin inmediatamente. El acero desnudo de la hoja de Úrsula arañaba algunos destellos mortecinos a la luna mientras Ash tomaba posiciones. Tableteando los dedos sobre el mango de otra de sus chicas al cinto, sin poder ocultar su impaciencia, esperó la señal para poder avanzar hasta el siguiente punto.
Entonces, reparó en las calaveras y las rosas que aparecían por arte de magia sobre la piel del bardo. La ceja izquierda del guerrero dibujó un gesto de recatada perplejidad.
Ash el guerrero — Dragon's Hoard (Spanish)
Leobald el caballero — Death and Pain at Saltmarsh (Spanish)
Keeper — Vigilantes en el Cielo (Spanish)
Remington Wizz — Shadow of the Dragon Queen (Spanish)
Guilbert podía escuchar un leve zumbido en sus oídos que se acentuaba cuando miraba hacia abajo. Pese a la esta´tica que producía su hechizo aún podía escuchar a sus compañeros y en un susurro les indicó la dirección en la que sentía a la niña. Al menos una parte de la angustia que sentían desde que supieron de su secuestro se calmó, pues que Guilbert pudiera sentirla tan cerca significaba que aún seguía con vida.
Con cuidado y haciendo el menor ruido posible salieron de la habitación y se repartieron por el pasillo. Martin y Kath como punta de lanza y Guilbert siguiéndoles detrás para indicarles. Tras ellos fueron Zevatur y Gowther, Helayna y Ash apenas pudieron dar un par de pasos en el pasillo y Morko se quedó esperando en el dintel de la puerta. Al estar más cerca de las escaleras Guilbert confirmó que la niña estaba abajo.
Las dobles escaleras que bajaban describiendo una media luna llegaban hasta un vestíbulo elegantemente decorado,. Una alfombra traída de Calimshan ocupaba la mayor parte del vestíbulo. Retratos de los antepasados de los Cassalanter adornaban las paredes tanto del vestíbulo como de las paredes por las que discurrían las escaleras. Al menos seis armaduras completas, armadas con alabardas, traídas de Cormyr a juzgar por su estilo, se alineaban en el vestíbulo en silenciosa guardia. El techo del vestíbulo era un domo de cristal pintado que, durante el día, daría un aspecto espectacular a la estancia que ahora estaba iluminada por candelabros en las paredes con hechizos de luz sobre ellos.
Justo frente a ellos había una puerta de madera doble, madera del bosque de Cormanthor a juzgar por su aspecto, con hermosos bajorrelieves grabados. Dos puertas a cada lado de las paredes daban acceso a sendas habitaciones pero sólo una estaba abierta. Arriesgando a mirar hacia el fondo del vestíbulo, por encima de la barandilla de madera bellamente tallada y pulida, cuando aún estaba a medio camino para terminar de descender, Martin vio otra doble puerta frente a la de entrada y que quedaba justo debajo del pasillo que unia las escaleras en el piso superior. Esta puerta estaba abierta y el semi-elfo pudo ver los primeros signos de vida de la casa. Un par de sirvientes, pulcramente vestidos, estaban, al parecer, preparando la mesa para la cena.
No hablaban entre ellos pero Martin escuchó una voz que hizo que se le erizaran los pelos de la nuca al reconocerla. El mayordomo de los Cassalanter daba instrucciones a los criados sobre cómo debían preparar correctamente los juegos de cubertería. Pronto pudo ver que el tiefling entraba en su rango de visión, mientras supervisaba la mesa bellamente preparada, cubierta con un mantén blanco de seda élfica. El tiefling pasó por el campo de visión del semi-elfo dándole la espalda y se perdió en el interior del que parecía ser el comedor de la casa.
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Con la cautela suficiente y aunque sin tener la maestría de infultración de sus compañeros, el bardo avanzó en completo silencio por el pasillo de la mansión siguiendo la resonancia que emitía su objetivo. Aquellos retratos parecían seguir con la mirada el avance del grupo de fragmentos mientras las armaduras presentaban armas de forma amenazante.
La incursión despertaba recuerdos lejanos en Guilbert. De no ser por las traumáticas horas previas a aquel allanamiento, esta misión podría haber sido un grato déjà vu de cuando la Orden desarticulaba grupos infernalistas como aquel. Tras las jornadas, a veces demasiadas, de recopilación de información e incluso infultracción, llegaba el momento de intervenir. El cónclave de caballeros solía ser airado y por tanto muy divertido. Ser Clearence siempre optaba por el asalto directo mientras que Ser Charac prefería los ataques quirúrgicos con respaldo de toda la orden en casa de que todo se torciera. Franccesca siempre optaba por desarticulación desde dentro, infultrados en la organización, sin levantar sospechas hasta que todo explotaba. Las dotes para interpretar cualquier papel, voz o personalidad del bardo le hicieron entrar en aquel selecto grupo desde el principio. Sin embargo aquella noche no podía sentir la emcosión y adrenalina del pasado. Había demasiado en juego, para empezar la vida de una chiquilla.
Colocó su mano izquierda sobre el traste del laúd en posición de un nuevo acorde. Un pellizco sordo sobre las cuerdas imbuyeron al bardo en un nuevo hechizo. Sus labios se movían sin embargo ningún sonido salía de ellos, al menos para los allí presentes. Salas adentro, en la dirección que le indicaba su hechizo de localización, esas palabras sordas era percibidas por una pequeña niña con mucho que esconder sobre su naturaleza. Guilbert solo esperaba que la pequeña estuviera consciente para escucharle.
-Tranquila, no te asustes, solo tú me escuchas..- dijo con todo el cariño y suavidad que era capaz.- Soy Guilbert y he venido con todos los amigos para que nos podamos ir a casa.. contéstame solo si no te ven los labios.. ¿Estás bien? ¿Puedes moverte?
En otra sala, desconocida aún para los Fragmentos, una pequeña niña de hermosos bucles dorados se rio, se giró sobre sí misma y, tapándose la boca para que nadie pudiera ver sus labios contestó en voz alta.
"Oh !! eres el tio Guilbert!! !!Ha venido el tio Martin también??! ¿¿ Y Canela?? !! La tia Franccesca dijo que vendríais pronto!! !! Tia Franccesca!! Ya están aqui!! La fiesta puede empezar jijijiji!! ¿Qué? Oh el tío Guilbert me ha dicho que sólo le puedo contestar si nadie me ve los labios por eso me tapo la boca tía Franccesca”
El bardo escuchó la respuesta de la inocente niña y palideció. Quizá no había sido buena idea contactar con ella.
Guilbert tragó saliva sin éxito pues su boca se acababa de quedar seca. Martín escuchó el sonido de su compañero pero inmediatamente percibió una pequeña conmoción en el salón donde se preparaba la cena como si alguien hiciera un gesto rápido y decisivo. Las puertas se cerraron con premura, y luego nada. Silencio.
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En aquel pasillo de cargada decoración el rostro de Guilbert se congeló como las pinturas de los Cassalanter fallecidos que les observaban desde el inmortal lienzo. Por un momento no supo como reaccionar.. quizá no se esperaba allía Francesca, aunque cuadraba aquellos cuidados a los huérfanos de la ciudad. -Saben que hemos venido.. pero no donde.- susurró a los mas cercanos para repetirlo también a los que aguardaban en la sala del libro. -Intentaré dirigir su atención hacia el exterior.- Y copmenzó a conjurar de nuevo el mensaje hacia la niña.
-Vamos a jugar a un juego, pequeña, tienes que salir al jardín a jugar.. estaremos todos esperandote.. además de a la tia Francesca..-mientras se mordía le labio de la rabia.- ¿quien mas está con vosotros?
En esta ocasión la respuesta tarda un poco más en llegar, y cuando lo hace no es la dulce e inocente voz de la niña, si no la de un adulto.
- ¿No te da vergüenza utilizar a una pobre niña para tus propósitos? Menuda decepción. Venid a la sala de juegos en el sótano Os esperamos -
Guilbert tiene la sensación que no es la contestación a su hechizo, si no otro hechizo lanzado por otra persona.
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