Morko se dirigió a una velocidad sobrehumana producto de la magia hacia la columna de la entrada. Sin emabrgo, esta vez la rapidez de sus movimientos jugó en su contra. Vio aparecer la enorme figura del bugbear, con su larga alabarda ya preparada para el combate. Morko percibió que una extraña runa en el hombro izquierdo del bugnear se iluminaba mientras, con una sonrisa, se disponía a empalar al enano que tan rápidamente se dirigía hacia él.
Morko consiguió desviar la punta de la alabarda con su propia arma, pero el bugbear, ducho en muchas batallas, aprovechó el impacto, giró sobre sí mismo y lanzó un ataque contra las piernas del paladin.
Antes de que pudiera detenerse, o girar para esquivarlo, Morko se sintió el golpe en las piernas y se vio catapultado hacia el techo. Cayó con un pesado golpe, que le quitó el aire de los pulmones. Aprovechando que su enemigo estaba en el suelo, Zhar, apodado La Torre, intentó acabar con Morko, pero este se defendió valientemente, evitando uno de los letales ataques. Pese a todo la hoja de la alabarda le provocó un corte en una pierna. Zhar estaba seguro de que su enemigo estaba a su merced, al fin y al cabo la gran distancia de su arma le permitía dominar a sus contrincantes antes de que pudieran acercarse a golpearle. Lo que no sabía es que Morko no necesitaba acercarse para golpearle.
Hela se llevó las manos al vientre instintivamente al notar el corte y, acto seguido, desvió su mirada hacia Ash, para cerciorarse de que se encontraba bien.
Aquel ser invisible les atacaría uno a uno hasta deshacerse de todos, debían revelar su posición, sus pasos, alguna pista para dar con él.
Lo único que podía hacer era desatar su magia en parte del suelo de aquella estancia para pillarle desprevenido, así que eligió una zona al azar y conjuró una luz tenue y verdosa que se desplegó ganando terreno a su paso. Desgraciadamente, no hubo rastro de la sombra asesina que les acechaba.
Escudriñando el espacio, alerta a cualquier señal, de pronto sintió a su espalda un empujón. Se giró como un resorte, gritando a su compañeros
- ¡Aquí! ¡Detrás de mí!
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"Hay una grieta en todo, así es como entra la luz"
Martin se giró ante el aviso de Ash, pero sus agudos ojos expertos en la visión en la penumbra apenas eran capaces de discernir a sus enemigos. La preocupación atenazó su corazón cuando vio de nuevo caer a Gowther cerca de una de las columnas, y como el El'tael parecía entrar en un estado catatónico tras ser herido de gravedad en un patrón ya conocido anteriormente...
- "Sting" -su voz susurró su nombre más para si mismo que para los demás, sabiendo el peligro que corrían si ese asesino había vuelto a encontrarles gracias a su continua y expuesta torpeza que no parecía tener límite alguno. Tras lamentarse con un profundo suspiro, observó, casi en cámara lenta, como el resto de compañeros eran también humillados sin apenas tener posibilidad de respuesta. Incluso el poderoso Morko voló por los aires como un muñeco roto antes de caer con todo el peso de su cuerpo y armadura para besar el suelo de sus sagrados salones enanos.
No podían ganar, así que su mente comenzó a trazar planes alternativos, pero todos parecían estúpidos y sin sentido en su cabeza. Finalmente con un silbido agudo llamó la atención de Seeker, y le instó señalando a lo más alto de la cámara, a que se pusiera a salvo, al menos él podría salir con vida de esta situación y quizás guiar al confuso defensor de la cámara. Girándose sobre sí mismo y con el mismo movimiento con el que disponía de su arco y colocaba varias de sus flechas listas para ser disparadas, el bastardo se volvió a dirigir al errático guardián.
- Si no puedes recordar está bien... ya lo harás con el tiempo, pero ella no te puede volver a perder, eres su mundo... y lo único que le daba algo de felicidad en esta vida... coge la maldita piedra y corre detrás de aquellas columnas. Escóndete lo mejor que puedas, nosotros te defenderemos mientras nos mantengamos en pie, intenta buscar una salida y encuéntrala... cueste lo que te cueste ... ¿me lo prometes? ...
El aturdido tabaxi balbuceó y miró a Martín dejando de lado momentáneamente su enojo.
- Pero… no puedo recordarlo… no puedo recordar su nombre… ¿cómo la voy a encontrar si no puedo recordarlo? -le preguntó implorante mientras agitaba el dibujo de la pequeña y la Piedra quedaba olvidada en el suelo.
Martin puso una mano en el hombro del tabaxi en un gesto paternalista, a pesar de saber que estaba recorriendo los últimos minutos que le quedaban con vida, una calma interior pareció impregnar cada célula de su cuerpo, como si entendiera la muerte de una manera más profunda y supiera que nunca era el final, sino un cambio de ruta hacia un horizonte nuevo y diferente.
Su lado protector, que sin duda había sustituido a su vertiente de antaño como asesino, pareció desplegarse para evitar que el vigilante sufriera ningún daño o asalto mientras él estuviera a su lado.
- Suturi es su nombre... búscala y encuéntrala ... ponla a salvo
Tras la revelación que esperaba ejerciera algún efecto catársico en el hombre-felino, al menos para hacerle recordar parcialmente aquello que había olvidado. El bastardo se encaró de nuevo hacia el combate y tensó su arco apuntando a las sombras intentando detectar a su invisible enemigo...
Hago un ready, si me queda la opción. Cuando el atacante de señales de su actividad y sepa localizarlo (porque se haga visible por ejemplo), le disparo con el arco.
Zevatur observó con horror el inicio del combate. Ya se habían enfrentado a aquellos enemigos y habían sido expeditivamente derrotados por ellos. Y el patrón parecía repetirse, Gothwer caía ante el primer ataque, los enemigos desaparecían de la vista y eran meras sombras que atacaban sin mostrarse, los guerreros eran lanzados al aire como muñecos de trapo.
Pero esta vez parecía que las cosas eran diferentes. Los golpes del monje no habían dejado aturdida a los magos del grupo, Gothwer aun parecía vivo y Morko iba a ser un enemigo más difícil de controlar que Ash. Pero iban a necesitar ayuda. Miró al hombre felino y su mezcla de rabia y desesperación por recordar. Se podía convertir en una amenaza o en una ayuda.
“Canela ayúdame a hacerle recordar” le interpeló mentalmente mientras se movía para tener al imponente Tzar a rango de su maldición. Con un movimiento de la mano y una palabra en gutural draconiano le maldijo, haciendo que se sintiese débil y vulnerable. Sin embargo, dejo que la amenaza sin materializarse ya que regresó hasta quedarse cerca del guardián. Conjuró una visión de Suturi, la niña dragón, que parecía la clave de hacer recordar al guardián. Canela habló a su manera innata con el tabaxi, projectando imagenes de la nina y sus risas, preguntas y propuestas de juegos, aprovechando que habia jugado en ella extensivamente.
- sutrrurruri... - Otro gallo se apoderó de la garganta del joven Zevatur. Cerrando los ojos un momento y suspirando recurrió a legado de dragón. Aquello debia salir bien, debia ayudar al guardian. Una sutil onda de energia draconica recorrió sus rojas escamas y carraspeo.
- Suturi, yth tepoha coanwor ahfvenir doege di jacioniv kagh jaciv ui winhal. jaciv ui tokeq kagh ultro. lotoc. soon wux geou qe yscik ekess tafiaf jacioniv, nymuer jacioniv gneshgnesh, kiwieg jacioniv vanti candor. - Mirandole a los ojos e intentando mostrarse calmado en mitad del terribe combate anadio. - Aurinax ui dout ominak. kagh wux re wer naktar di waterdeep ui|ulph rasvim. yth tepoha confn ekess troth wux. tir ti origato astahi ahfven coi mojka. Aurinax el guardian. – Dijo en draconiano mientras le mostraba compasión.
La traduccion es "Suturi, la hemos estado cuidando y está bien. Sana y salva. Feliz. Pronto podrás reunirte con ella, oír su risa, sentir su inocente candor. Aurinax es tu nombre. Y eres el guardain del tesoro de Waterdeep. Hemos venido a protegerlo. No dejes que se lo lleven. Aurinax el guardian."
La vista del tabaxi se fijó en la fiel representación de la pequeña. Una solitaria lágrima cayó por su mejiila.
Cuando Zevatur comenzó a hablar en draconianio el tabaxi le miró directamente a los ojos y, poco a poco, su mirada perdida se fue centrando en el mestizo tiefling. Zevatur pudo sentir, mientras hablaba, que el Sr, Mittens hacía un esfuerzo por obligar a su mente a recordar, a luchar contra la neblina que la había adormecido durante tanto tiempo.
- ... Aurinax el Guardián - acabó Zevatur.
El tabaxi parpadeó y sus ojos ahora eran de un vivo color dorado, con la pupila vertical.
Ash no era consciente del drama que se desarrollaba a sus espaldas, tampoco podía prestarle atención. Aquella maldita asesina estaba cerca, podía sentirla, pero no podía verla. Aquella maldita penumbra y su invisibilidad mágica no ayudaban en absoluto. De pronto Hela gritó que algo le había golpeado el hombro. Desechando el plan que estaba fraguándose en su mente para intentar ponérselo más dificil a aquel par de escurridizas sanguijuelas, Ash saltó a proteger a su querida maga. Sus chicas cortaron el aire, en poderosos tajos que habrían partido a un hombre por la mitad. Una, dos veces... pero Ash sólo cortaba el aire. Cerró los ojos, total, no le servían para nada, y asestó un tercer golpe. Esta vez pudo sentir con satisfacción como el filo de ürsula cortaba algo.
-Te tengo- pensó Ash, y, levantando ambas armas por encima de su cabeza, las descargó con fuerza. Pero sólo golpearon el suelo de piedra levantando chispas. Tenía que haber hecho alguna pirueta de saltimbanqui y haberse apartado justo a tiempo. Ash juró que si seguía vivo cuando aquella magia desapareciera se las iban a pagar todas juntas.
Sin embargo había algo que la mente subcosnciente de Ash le gritaba que debía prestar atención. El tintineo de la armadura. Por un momento había dado por hecho que era la mole de Zhar el que había hecho aquel ruido, pero no. El rítmico tintineo continuaba. Ash miró hacia la entrada y le recorrió un escalofrío la espalda.
Entrando en la sala, iluminado con sombras rojizas por las luces a los pies de Moradin, entraba la alta e imponente figura del medio-dragón, Ancan Priyak. El Ejecutor de Tiamat. Su armadura negra tenía emblasonado un dragón de cinco cabezas rugiendo, la capa carmesí ondeaba a su espalda mientras entraba en la sala, sus alas extendidas y sus fauces abiertas.
- Ah... por fin... -dice con su voz cavernosa - Debo agradeceros vuestros servicios. Dejadme que os los compense. Os concederé el mayor honor que existe.¡¡ OS ENVIARÉ AL ABISMO CON MI SEÑORA!! -
Rugiendo, de un salto, mientras levanta el enorme hacha por encima de su cabeza, Ancan salta hacia el postrado Morko. Pero el enano está lejos de ser derrotado y gira hacia el meido dragón, evitando su ataque. Saltaron chispas del metal al hendir la piedra. Con un rugido, Ancan continuó en su empeño por partir al enano por la mitad, pero Morko volvió a rodar fuera del peligro. Una tercera vez intentó el Ejecutor acabar con su pretendida víctima, pero esta vez Morko interpuso su arma y las dos quedaron trabadas, los dos guerreros midiendo sus fuerzas con los dientes apretados y sabiendo que esta vez se jugaban el todo por el todo. Nadie iba a pedir ni recibir cuartel.
- Sacrilegio - masculló el Sr. Mittens al ver entrar a Ancan en la sala. Su voz había cambiado, ganando en profundidad y sabiduria.Tomó el bastón del suelo y se lo tendió a Zevatur. - Protegelo Mox Rithom -le dijo - Vinxa - terminó con una leve inclinación de cabeza hacia él y Martin y saltó al aire. Tan poderoso fue el salto que Zevatur le perdió de vista momentáneamente, pero los dos pudieron escuchar un sonido desgarrador y un poderoso batir de alas que agitó el aire y casi los derriba.
Del dracónico:
Mox Rithom - pequeño primo
Vinxa - Gracias.
Con un rugido ensordecedor Aurinax batió sus alas y sobrevoló la estancia. Su majestuosa presencia hizo que todos se encogieran instintivamente. Todos menos Ancan que rugió desafiante.
- ¡¡VEN!!! TE DEMOSTRARÉ PORQUÉ ME LLAMAN EL EJECUTOR!! - le desafió.
Pero Aurinax no hizo caso al semi-dragón y, al pasar al lado de Hela y Ash, lanzó una dentellada al aire y atacó con sus garras.
- No puedes esconderte de mi - le oyeron rugir. Una de sus garras golpeó a la invisible asesina pero consiguió escapar a la terrible dentellada.
La batalla se complicaba cada vez más, como todas últimamente. Ash renegó ¿Es que siempre tenían que estar dos pasos por detrás de sus enemigos? Una idea comezó a aflorar en la mente del guerrero. Era fácil que los demás le llamaran "líder" pero en realidad él siempre habìa seguido a un oficial... tomar las decisiones no era fácil, pero se había empezado a acostumbrar. Sin embargo le faltaba mucho en el apartado de planificación. Hasta ahora habían salido airosos por pura fuerza bruta y poder mágico, pero necesitaban algo más. Aunque ya era tarde para eso. Al menos el enorme dragón parecía estar de su parte. Bien por el chico y Martin.
Algo iba mal. Ash sintió cómo se le erizaba el vello de los brazos, su estómago se revolvió como en las peores mañanas de resaca y las piernas le temblaron de debilidad. Sentía.. algo, al rededor de su cuerpo, como si le hubiera caído encima un cubo de aceite. No sabía si era cosa suya o empezaba a perder la cabeza, algo normal dadas las circunstancias, pero juraría que las sombras jugaban en sus brazos, recorriéndolos como pequeñas y rápidas serpientes negras y difusas.
Guilbert buscaba desesperadamente en su cabeza la forma de desenmascarar a los enemigos invisibles... o ¿quizá debería ayudar a Morko? Esos dos no eran precisamente fáciles de manejar. Escuchó una voz que recitaba unos versos en la lengua arcana en la parte norte de la sala, entre las dos columnas. Iba a centrarse en aquella zona pero un ruido de electricidad estática a su lado atrajo su atención. El aire parecía resquebrajarse, sentía la electricidad crecer en un punto que comenzó a crecer y crecer hasta convertirse en una línea roja que fue abriéndose. Una garra se abrió paso por la grieta, aferrándola como si fuera el quicio de una puerta. Guilbert trastabilló hacia atrás del susto. Empujando y abriéndo más la brecha entre dos mundos, una segunda zarpa desproporcionada siguió abriendo y pujando, rompiendo literalmente la realidad. Con un bramido un demonio similar a un goria enorme cruzó la brecha dimensional y saltó sobre el sorprendido bardo.
Poseer el Bastón no resultó provechoso para Zevatur. Tres dagas volaron desde la oscuridad de detrás de la estatua de Moradin y las tres acertaron en el cuerpo del joven hechicero en rápida sucesión. Las dagas desaparecían tan rápido como se clavaban en su cuerpo.
Martin no pudo evitar admirar la impecable técnica del que fuera miembro de la Academia de las Sombras como él, pero las heridas de Zevatur revestían gravedad.
Helayna se sentía confusa, había demasiados objetivos a los que atender, demasiadas cosas ocurrían demasiado rápido. Su invisible enemigo le hizo un profundo corte en la espalda y vió como Ash era también herido. Sintió un golpe en su cabeza y todo se volvió negro. Ash contempló, impotente, como Hela caía mientras el dragón utilizaba su poderosa cola para intentar golpear a su atacante, pero el CazaMagos era demasiado escurridizo y logró esquivar al dragón, girando sobre sí mismo y golpeando a Ash en las rodillas.
- Cuidado Mox Rithom -advierte Aurinax - Este también va a por ti. -
Aparentemente frustrado por la incapacidad de los Fragmentos para poder ver a sus enemigos, Aurinax se toca la frente. Todos recibierón un flash en sus cabezas, precedido de un resplandor dorado. Por un segundo pudieron ver a través de los ojos del dragón, y vislumbraron a sus enemigos. Sting estaba a los pies de la estatua de Moradin, cubriéndose de ataques y hechizos tras la enorme escultura. Thukash, habiendo eliminado la amenaza de la maga, y viendo que Gowther estaba anulado también, iba corriendo hacia Zevatur. Y allí, tras la columna norte, la figura de mayordomo de los Cassalanter, Willifort, flotaba con un brillo sádico en los ojos.
- ¡¡Gowther maldita sea!! -le grita Kath, abofeteándolo para sacarlo de su estupor - ¡Te necesitamos! No importa lo duro que te golpeen - le dice mientras le levanta, se agacha para recoger a Aegnor y se la pone en la mano - Lo importante es cuantas veces te levantes. Eso es lo que te hará grande. ¡Yo confío en ti! -Le da un apretón en los hombros y, recuperando su arma, se corta su mano para lanzarse al combate e intentar ayudar a sus compañeros .
La voz de Kath fue percibida como una amalgama cocofónica sin mucho sentido... Con aegnor en la mano, Gowther volvió a sentir una extraña presencia en su mente, una voz que le susurraba que la mejor protección para sus amigos era la muerte, que solo así podrían estar a salvo del peligro y la tragedia. Con los ojos inundados de lágrimas y una sonrisa salvaje en el rostro, empuñó a Aegnor, sus llamas ahora oscurecidas por la influencia de esos pensamientos, y atacó a Kath. Su mirada mezcla de pena, dolor y rabia parecía estar a la vez ausente.
Al ver a uno de los enemigos invisible desvelarse, emitió una carcajada estridente, Gowther blandió Aegnor hacia delante, las llamas oscuras que brotaron de la espada acariciaron su blanco justo antes de explotar en una bola de fuego que envolvió al enemigo. "El abrazo de la muerte es el mejor regalo para todos" susurró a medida que desplegaba todo su poder mágico para atacar a su enemigo invisible.
La visión de Gowther se estrechó en un túnel, todo lo que existía era él y su espada, moviéndose en perfecta armonía y causando estragos en todas direcciones. Las llamas de Aegnor formaban lenguas fuego morado que se extendió desde Aegnor, envolviéndolo en un fulgor ardiente.
Gowther lanzó entonces el segundo ataque contra su enemigo invisible, la hoja de Aegnor cortaba el aire con una precisión letal. Después de esto, canalizó su voluntad y desapareció de la vista de sus compañeros y enemigos.
Ataque a Kath. Ataque al de adelante. Ataque con cantrip GFB a la misma y lengua de fuego a zevatur.
Kath mira soprendida a Gowther, pero viendo que va en busca del enemigo invisible que hostiga a Zevatur decide concentrar sus esfuerzos en el demonio con forma de gorila que levanta sus puños para descargarlos sobre el sorprendido Guilbert.
Mientras desenvaina sus espadas se hace un pequeño corte en el otro brazo y una fina capa de escarcha cubre al demonio. Kath no tiene tiempo más que de ponerse en medio, empujando a Guilbert a un lado y recibe el tremendo golpe de los dos inmensos puños, que le hacen poner una rodilla en el suelo. Pero consigue interponer una de sus espadas en las terribles mandíbulas que el demonio trata de cerrar sobre su cabeza, salvando la vida. La criatura ruge de dolor cuando siente que en su enfurecido ataque la hábil cazadora ha clavado su arma encantada hasta la empuñadura en su cuerpo. Con un empujón se separa de ella y golpea el suelo con sus puños lanzando monedas al aire que quedan manchadas por la sangre demoníaca.
Su amada había caído, Morko fregaba el suelo con su armadura y Gowther parecía haber perdido la razón, pero tenían a un dragón dorado enorme de su lado y a Kath matademonios. Ash sintió cómo la energía oscura que culebreaba por su musculado cuerpo le robaba el resuello. No podía ver a sus enemigos y seguramente no podría acertarlos, lo había intentado con todas sus fuerzas, pero tocaba tirar de ingenio. El veterano guerrero se llevó la mano al pecho crispándola sobre el corazón y las oscuras líneas de energía. Se encorvó hacia adelante con un estertor
—Y muero, muero, muero... —repitió las palabras de cierto bardo dramáticamente mientras Norma tintineaba en el suelo, poco antes de que el guerrero se desplomara sobre Helayna, como fulminado por un pasmo al corazón.
La actuación fue tan patética que el propio guerrero abandonó en seguida la idea de seguir con aquello. Discretamente, estabilizó a Helayna presionando las heridas más severas para detener la hemorragia.
Al recibir el bastón Zevatur sintió por un momento que aquello podía decidir el combate, sin embargo los poderes del bastón que reveló la primera inspección de Canela fueron decepcionantes tan solo tenía acceso a un conjuro del primer círculo. Y pronto vio con horror como la atención de los mercenarios se centraba en el. Tres dagas lanzadas de forma casual le impactaron restándole la mitad de las energías. Sintió que el monje que le había aturdido anulandole con facilidad en el anterior combate se ponía a su lado. El flash del dragón revelando su posición no hizo más que confirmarlo y casi hacerle entrar en pánico.
Temeroso de recibir uno de esos golpes aturdidores que harían que fallase su nueva misión de proteger el bastón y posiblemente muriese decidió intentar evadir a sus mortales enemigos. Moviéndose con cuidado y haciendo un paso brumoso se emplazó subido a una columna cerca del dragón lo mas alto posible. Quizás su imponente figura impediría que sus enemigos de acercasen o quizás fuesen sus garras las que lo impidiesen... En cualquier caso la propia columna y la altura también le protegerían.
Miro al combate desde la altura considerando cual para ser si siguiente acción... Si sobrevivía los suficientes instantes.
Martin intentaba respirar, pero sentía que algo constreñía su pecho y se lo ponía especialmente difícil. La ansiedad ante una abrumadora derrota volvía a intentar tomar el control, y el semielfo ya estaba bastante agotado emocionalmente para combatirla. Mientras apuntaba a las sombras buscando al peligroso y familiar asesino, su hermano de antaño, no pudo evitar entrar en pánico total cuando Gowther pareció perder completamente la cordura y atacar a sus amigos y aliados... sin duda bajo el efecto de algún hechizo controlador enemigo que había superado incluso las defensas innatas de su raza.
Si el eladrín no tenía el control, y la mayoría de su nueva familia había ya caído o estaba a punto de hacerlo, todo estaba perdido. Incluso el poderoso dragón dorado sería derrotado fácilmente ante el asalto continuado de los poderosos contendientes que habían evitado sus habilidades de ocultar al grupo para no ser seguidos con total facilidad, otro sonoro fracaso que añadir a su larga lista.
Con su mirada buscó el continuo apoyo de los fantasmas y espíritus que le hacían de guía, pero su horror se acrecentó aún más cuando comenzó a ver como sus siluetas comenzaban a disiparse, trasluciendo su brumosa presencia ante sus dudas y miedos... No estaban allí para dar soporte a cobardes y mediocres, sólo a los verdaderos héroes de la Reina Cuervo.
Casi más por instinto que por habilidad, dejó escapar una de sus flechas que atravesó con precisión el cuello del ya casi agonizante enorme demonio que amenazaba la vida de Kath y Guilbert. Un torrente de sangre infernal saltó disparado en todas direcciones a través de su herida, disolviendo, en sus últimos estertores, el anclaje que mantenía ese ser con el plano material.
Rezando todo lo que sabía a la Tejedora de Destinos, Martin buscó otro objetivo, y a pesar de seguir en el modo de pánico agudo, consiguió centrar su atención en el rabioso ser que asediaba a Morko. La saeta esta vez careció de la precisión necesaria y voló cercana a la cabeza de Ancan el Ejecutor, pero sólo consiguió rozarle la mejilla, tallando una fina y sangrante cicatriz a su paso. El temblor de sus manos en el último momento se la había jugado, y esta incontrolable compulsión parecía haber aparecido para quedarse...
Ancan desplegó sus alas e hizo caso omiso a los gritos de Zhar diciéndole que acabara con el enano que su magia rúnica había prostrado a sus pies. Pero el Ejecutor de Tiamat sólo tenía ojos para su odiado enemigo, el dragón dorado.
Aún encadenado, Morko enarboló a Kheluzburk y consiguió asestar un golpe en la pierna del enloquecido semi-dragón. Aún imbuida con el poder de Moradin, el hacha no paró a Ancan, si acaso el dolor le espoleó aún más y se lanzo con loco abandono contra el dragón. Una, dos, tres veces el hacha de Ancan inflingió serias heridas en el hermoso cuerpo del dragón, atravesando sus defensas y cortando las duras escamas. Rugiendo de rabia, Aurinax contestó con toda la furia y poder de un dragón. Pero aunque sus garras y dientes se clavaron profundamente en Ancan, este no parecía sentir el dolor de las terribles heridas, tan enloquecido estaba y determinado a acabar con la vida del dragón.
Sobre Ash y la inconsciente Hela caía sangre dracónida mientras la terrible batalla se desarrollaba prácticamente encima de ellos.
Canela voló sobre la batalla, intentando discernir dónde podían encontrarse los peligrosos enemigos invisibles, en concreto la terrible monje yuanti apodada la Caza Magos, pero ni sus agudos sentidos conseguían traspasar la magia que los escudaba.
No ocurría así con Aurinax. Aún trabado en combate cuerpo a cuerpo con Ancan, el poderoso dragón separó sus fauces del mordisco en el hombro que había asestado al paladíin oscuro y exhaló su poderoso aliento flamígero.
Canela obersvó que lo hacía en un ángulo curioso, habiendo girado ligeramente la cabeza antes de soplar cuando tenía al enloqeucido paladin justo en su boca y podría haberlo incinerado.
Pero los gritos de dolor de alguien en límite del largo aliento explicaron el porqué. Aurinax había apuntado al oculto mayordomo de los Cassalanter. Willifort Crowelle, que, sin ocultar su verdadera forma, se sacudía sus ropas en llamas.
El dragón había sido duramente golpeado por los ataques de Ancan, impulsados tanto por su rabia como por el poder de su diosa oscura, pero aún era un enemigo formidable.
Que el hechicero perdiera su concentración hizo que tanto Thukash como Sting perdieran su manto de invisibilidad. Martin, que seguía atento, detectó el movimiento a los pies de la estatua de Moradin, pero la monje asesina estaba muy cerca.
Willifort arrojó su capa en llamas al suelo, y con gesto despectivo levantó una mano. Kath, Guilbert y Martin sintieron como sus músculos se tensaban y Kath era levantada del suelo unos centímetros completamente rígida.
- Mis señores habían sido muy generosos y os habían ofrecido un trato. Pero los despreciasteis. Ahora pagaréis por vuestra falta de visión -
Aurinax batió sus alas, pero no consiguió apartarse a tiempo de recibir otro terrible corte por parte del Ejecutor. Aún así, el dragón tomó algo de distancia con su enemigo, rugiendo desafiante.
Al verse descubiertos y con la presencia del rugiente dragón tan próxima, los dos asesinos se movieron corriendo entre las sombras para ocultarse donde ninguno de los fragmentos pudiera verlos.
La Torre pareció sorprendido de ver a sus dos aliados correr en dirección contraria a la batalla, cuando parecía ir en su favor, y Willifort chasqueo los labios decepcionado por la cobardía de los mercenarios.
En un parpadeo, el elfo se vio envuelto en una lucha interna. El tiempo parecía haberse detenido a su alrededor, y el choque entre su voz interior y aquella maraña oscura de pensamientos resonaba dentro de su cabeza como un trueno ensordecedor. Algo lo instaba a abrazar la muerte como la mejor protección para sus amigos. Una lucha complicada que amenazaba con arrastrarlo hacia la oscuridad.
"¡No, no puedo hacerlo!", gritó Gowther en algún rincón de su mente, esforzándose por sobreponerse a lo que fuera aquello que lo impulsaba a rendirse. "No puedo renunciar a ellos. No puedo renunciar al amor y al valor que me han enseñado".
"¿Qué estás haciendo, "guerrero"?", dijo alguien alguna vez con sorna. "La muerte es la única manera de proteger a tus amigos. Sabes que no eres lo suficientemente fuerte como para protegerlos de otra manera".
Alguien, en algún lugar de donde quiera que estuviera el eladrin en ese momento, se burlaba de él, una risa fría que parecía llenar la soledad que le rodeaba. "Deja de resistirte, torpe guerrero. ¿No ves que la muerte te espera al final de tu camino?"
"No... No lo sé, no puedo seguir adelante con esto", respondió un Gowther con la voz temblorosa de un niño. "No puedo rendirme a la locura... a la oscuridad... Necesito sacar la fuerza de algún lugar para luchar contra ellos y proteger a mis amigos ".
"La fuerza es la muerte, Gowther. No puedes protegerlos de otra manera. ¿Quieres que sufran? ¿Quieres verlos heridos y agonizando en el suelo?"
"No.. no quiero eso... Pero tampoco quiero matarlos".
"Entonces no eres lo suficientemente fuerte para protegerlos, Gowther. Deja que la muerte sea su protector en lugar de tu debilidad".
Fue entonces cuando los recuerdos comenzaron a pasar por su mente, desfilando como una sucesión de momentos al final de la vida.
Recuerdos de Ash, el guerrero socarrón. Recordaba las veces que Ash había protegido su espalda en el campo de batalla, con una confianza y un carisma inusuales. La habilidad de Ash para alegrar momentos difíciles con sus comentarios y bromas era algo que el eladrin apreciaba profundamente.
Morko solía tener un carácter complicado y algo recto, pero su valor era innegable. El El'tael recordaba cómo Morko había rescatado a aquellos aldeanos de una banda de bandidos y había luchado durante horas para protegerlos. Era un guerrero valiente y un amigo leal, y su devoción era inquebrantable.
Luego estaba Kath, una pobre niña con un alma rota que tenía un amor infinito por cambiar las cosas. Recordaba la vez que Kath se había sentado a su lado, sosteniendo su mano y contándole la triste historia de su vida. La pasión de Kath por la justicia y el cambio inspiraba a Gowther, y su valentía para enfrentar sus demonios internos era una fuente constante de admiración.
Zevatur, aquel hechicero inocente y noble, también apareció en su mente. Gowther sonrió mientras recordaba cómo Zevatur había crecido en un contexto duro, pero siempre manteniendo la inocencia en su corazón por el amor que lo rodeaba. Había una pureza en él que encontraba conmovedora.
Martin, un asesino bastardo con más honor que un príncipe. Esto lo sorprendía, ya que, a pesar de su historia, siempre había visto en el mestizo el verdadero honor y la lealtad. Si a alguien podía confiar su vida era a el, incluso cuando eso significaba poner en riesgo la suya propia.
Guilbert, un adicto de la belleza y amante de los placeres... Gowther sonrió cuando recordó las actuaciones del bardo, animando a las multitudes con sus canciones y narraciones, sabiendo también que detrás de todo aquello se escondía el dolor y la tragedia...
Por último estaba Helayna, la shadarkai de otro mundo, hija de la Tejedora de Destinos, siempre fascinada por los pequeños detalles de este plano y con misteriosas ocurrencias e ideas... De algún modo, ambos eran la cara opuesta de la moneda en el mundo élfico.
Aegnor volvió a vibrar. "Estás equivocado", Sentenció. "Hay otras formas de proteger a mis amigos. No vamos a rendirnos a la muerte... Vamos a usar nuestra fuerza y voluntad para mantenerlos a salvo".
Con un giro de Aegnor en el aire, la oscuridad pegajosa de aquel lugar se alejó creando un basto espacio de pulcra luz blanca. La segunda voz parecía disiparse, silenciada por el sonido aquella luz tintineante, Ambos sabían que podrían volver...
"No puedes ganar cada vez, Gowther, no podéis ganar", dijo la segunda voz con un susurro siniestro. "La muerte siempre está esperando... la muerte es tu regalo".
"Nosotros seguimos luchando", respondieron con valentía. "Y seguiremos luchando por nuestros amigos cueste lo que cueste".
Aegnor pareció vibrar con fuerza en las manos de Gowther, como si de alguna manera estuviera de acuerdo con esa decisión. La espada había sido un símbolo de poder desde el principio para su pueblo, y de repente supo que tenía que usar ese poder para luchar contra las sombras que amenazaban con devorarlo.
Respiró hondo, se concentró en la fuerza que sentía en ella y que nunca tuvo la valentía de mirar frente a frente. A medida que dejaba el miedo y la desesperación atrás, su compañera parecía crecer en su mano. Sus llamas purpúreas, ahora visibles solo para el por el manto de invisibilidad, se encendieron con un brillo más vivo, y sus bordes cortantes parecían brillar con una luz mágica más pura que antaño.
Abrió los ojos, mirando hacia la figura antes invisible que lo había atacado anteriormente. Su mirada, ahora concentrada, podía verlo todo con claridad. El no era su objetivo. La segunda voz había quedado atrás, silenciada por el sonido de la batalla. Gowther luchó en silencio, sabiendo que solo podía confiar en la fuerza de su espada y la valentía de su corazón para proteger a sus amigos de cualquier daño.
A partir de ese momento, cada ataque de su compañera sería un recordatorio de que la oscuridad siempre habitaría en el, pero la luz sus amigos y el calor de Aegnor siempre lo protegerían. Aegnor crepitó lista para cualquier cosa que se le presentara. Y mientras la segunda voz maligna seguía susurrando en la mente de Gowther, él se preparó para luchar contra cualquier cosa que se le presentara.
Sabía que la figura invisible que lo había estado atacando anteriormente tenía el sustento mágico del hechicero que había estado maquinando en las sombras. Con la furia de la batalla todavía en sus ojos, miró alrededor de la habitación en busca Willofort Crowelle. Entonces, como si hubiera sido llamado por su pensamiento, lo vió en la distancia. Acompañado por el silbido cortante de Aegnor, el El'tael caminó entre planos hacia el norte de la sala, abalanzándose hacia el mayordomo, mientras que el ignoraba lo que se avecinaba.
La primera sacudida de Aegnor al golpearle fue devastadora, y envió al hombre deslizándose por el suelo. Pero Gowther no iba a dejarlo escapar tan fácilmente. Sabía que tenía que mantener su guardia en alto y lanzar un segundo ataque para asegurar el éxito de su acometida. Entonces, con una concentración decidida, blandió a Aegnor una vez más, pero esta vez mientras pronunciaba un hechizo bajo su respiración. Su compañera, ahora envuelta en destellos iridiscentes, se preparaba para lanzar su segundo ataque. La hoja de Aegnor seccionó al mayordomo con una fuerza tremenda de manera que el elfo apenas notó resistencia a su paso.
El mayordomo se retorció bajo el peso de la ira de Gowther, y el mago supo que había hecho lo correcto. Con un suspiro de alivio, agitó la espada una vez más antes de apartarse unos pies para ocultarse como un mal sueño para su enemigo.
La frustración del bardo fue en aumento. Años de academia y estudio para fracasar en el momento de la verdad. Quizá si la orden hubiera tenido mas músculo y menos "especialistas" ahora todo sería diferente. A su mente se vino una cita que había leído hace mucho tiempo en un libro sobra la vida de ilustres aasimares "Los aceros al hablar callan la cobardía del gallardo". Nunca la entendió, cosas de aasimares, ni tampoco ahora, pero comprendió que mas hablar con la espada y menos con el laúd.
Aunque su idea inicial era guardar la espada de la Orden con la asesina de Francesca, comprendió la sangre del mayordomo en su filo también era un buen homenaje. Empuñó el mandoble que asomaba por su espalda en dirección a Wollofort mientras conjuraba con escasa fe algo que dejara al enorme Bugbear de la alabarda fuera de juego. Al comprender de nuevo su fracaso, trató de alentar a sus compañeros en la complicada situación en la que se encontraban. -Martin, te necesitamos en la batalla.. no permitas que esa sabandija te paralice, tienes la fuerza y el entrenamiento para derrotar sus poderes! Confío en ti!
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Morko se dirigió a una velocidad sobrehumana producto de la magia hacia la columna de la entrada. Sin emabrgo, esta vez la rapidez de sus movimientos jugó en su contra. Vio aparecer la enorme figura del bugbear, con su larga alabarda ya preparada para el combate. Morko percibió que una extraña runa en el hombro izquierdo del bugnear se iluminaba mientras, con una sonrisa, se disponía a empalar al enano que tan rápidamente se dirigía hacia él.
Morko consiguió desviar la punta de la alabarda con su propia arma, pero el bugbear, ducho en muchas batallas, aprovechó el impacto, giró sobre sí mismo y lanzó un ataque contra las piernas del paladin.
Antes de que pudiera detenerse, o girar para esquivarlo, Morko se sintió el golpe en las piernas y se vio catapultado hacia el techo. Cayó con un pesado golpe, que le quitó el aire de los pulmones. Aprovechando que su enemigo estaba en el suelo, Zhar, apodado La Torre, intentó acabar con Morko, pero este se defendió valientemente, evitando uno de los letales ataques. Pese a todo la hoja de la alabarda le provocó un corte en una pierna.
Zhar estaba seguro de que su enemigo estaba a su merced, al fin y al cabo la gran distancia de su arma le permitía dominar a sus contrincantes antes de que pudieran acercarse a golpearle.
Lo que no sabía es que Morko no necesitaba acercarse para golpearle.
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Hela se llevó las manos al vientre instintivamente al notar el corte y, acto seguido, desvió su mirada hacia Ash, para cerciorarse de que se encontraba bien.
Aquel ser invisible les atacaría uno a uno hasta deshacerse de todos, debían revelar su posición, sus pasos, alguna pista para dar con él.
Lo único que podía hacer era desatar su magia en parte del suelo de aquella estancia para pillarle desprevenido, así que eligió una zona al azar y conjuró una luz tenue y verdosa que se desplegó ganando terreno a su paso. Desgraciadamente, no hubo rastro de la sombra asesina que les acechaba.
Escudriñando el espacio, alerta a cualquier señal, de pronto sintió a su espalda un empujón. Se giró como un resorte, gritando a su compañeros
- ¡Aquí! ¡Detrás de mí!
"Hay una grieta en todo, así es como entra la luz"
Martin se giró ante el aviso de Ash, pero sus agudos ojos expertos en la visión en la penumbra apenas eran capaces de discernir a sus enemigos. La preocupación atenazó su corazón cuando vio de nuevo caer a Gowther cerca de una de las columnas, y como el El'tael parecía entrar en un estado catatónico tras ser herido de gravedad en un patrón ya conocido anteriormente...
- "Sting" - su voz susurró su nombre más para si mismo que para los demás, sabiendo el peligro que corrían si ese asesino había vuelto a encontrarles gracias a su continua y expuesta torpeza que no parecía tener límite alguno. Tras lamentarse con un profundo suspiro, observó, casi en cámara lenta, como el resto de compañeros eran también humillados sin apenas tener posibilidad de respuesta. Incluso el poderoso Morko voló por los aires como un muñeco roto antes de caer con todo el peso de su cuerpo y armadura para besar el suelo de sus sagrados salones enanos.
No podían ganar, así que su mente comenzó a trazar planes alternativos, pero todos parecían estúpidos y sin sentido en su cabeza. Finalmente con un silbido agudo llamó la atención de Seeker, y le instó señalando a lo más alto de la cámara, a que se pusiera a salvo, al menos él podría salir con vida de esta situación y quizás guiar al confuso defensor de la cámara. Girándose sobre sí mismo y con el mismo movimiento con el que disponía de su arco y colocaba varias de sus flechas listas para ser disparadas, el bastardo se volvió a dirigir al errático guardián.
- Si no puedes recordar está bien... ya lo harás con el tiempo, pero ella no te puede volver a perder, eres su mundo... y lo único que le daba algo de felicidad en esta vida... coge la maldita piedra y corre detrás de aquellas columnas. Escóndete lo mejor que puedas, nosotros te defenderemos mientras nos mantengamos en pie, intenta buscar una salida y encuéntrala... cueste lo que te cueste ... ¿me lo prometes? ...
" ¡Oh la Oscuridad...! "
El aturdido tabaxi balbuceó y miró a Martín dejando de lado momentáneamente su enojo.
- Pero… no puedo recordarlo… no puedo recordar su nombre… ¿cómo la voy a encontrar si no puedo recordarlo? - le preguntó implorante mientras agitaba el dibujo de la pequeña y la Piedra quedaba olvidada en el suelo.
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Martin puso una mano en el hombro del tabaxi en un gesto paternalista, a pesar de saber que estaba recorriendo los últimos minutos que le quedaban con vida, una calma interior pareció impregnar cada célula de su cuerpo, como si entendiera la muerte de una manera más profunda y supiera que nunca era el final, sino un cambio de ruta hacia un horizonte nuevo y diferente.
Su lado protector, que sin duda había sustituido a su vertiente de antaño como asesino, pareció desplegarse para evitar que el vigilante sufriera ningún daño o asalto mientras él estuviera a su lado.
- Suturi es su nombre... búscala y encuéntrala ... ponla a salvo
Tras la revelación que esperaba ejerciera algún efecto catársico en el hombre-felino, al menos para hacerle recordar parcialmente aquello que había olvidado. El bastardo se encaró de nuevo hacia el combate y tensó su arco apuntando a las sombras intentando detectar a su invisible enemigo...
Hago un ready, si me queda la opción. Cuando el atacante de señales de su actividad y sepa localizarlo (porque se haga visible por ejemplo), le disparo con el arco.
" ¡Oh la Oscuridad...! "
El tabaxi se queda mirando el dibujo y repitiendo en voz queda.
- Suturi... Suturi... mi Suturi....
Martin da un par de pasos y se coloca delante de él, protegiéndole contra cualquier daño.
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Zevatur observó con horror el inicio del combate. Ya se habían enfrentado a aquellos enemigos y habían sido expeditivamente derrotados por ellos. Y el patrón parecía repetirse, Gothwer caía ante el primer ataque, los enemigos desaparecían de la vista y eran meras sombras que atacaban sin mostrarse, los guerreros eran lanzados al aire como muñecos de trapo.
Pero esta vez parecía que las cosas eran diferentes. Los golpes del monje no habían dejado aturdida a los magos del grupo, Gothwer aun parecía vivo y Morko iba a ser un enemigo más difícil de controlar que Ash. Pero iban a necesitar ayuda. Miró al hombre felino y su mezcla de rabia y desesperación por recordar. Se podía convertir en una amenaza o en una ayuda.
“Canela ayúdame a hacerle recordar” le interpeló mentalmente mientras se movía para tener al imponente Tzar a rango de su maldición. Con un movimiento de la mano y una palabra en gutural draconiano le maldijo, haciendo que se sintiese débil y vulnerable. Sin embargo, dejo que la amenaza sin materializarse ya que regresó hasta quedarse cerca del guardián. Conjuró una visión de Suturi, la niña dragón, que parecía la clave de hacer recordar al guardián. Canela habló a su manera innata con el tabaxi, projectando imagenes de la nina y sus risas, preguntas y propuestas de juegos, aprovechando que habia jugado en ella extensivamente.
- sutrrurruri... - Otro gallo se apoderó de la garganta del joven Zevatur. Cerrando los ojos un momento y suspirando recurrió a legado de dragón. Aquello debia salir bien, debia ayudar al guardian. Una sutil onda de energia draconica recorrió sus rojas escamas y carraspeo.
- Suturi, yth tepoha coanwor ahfvenir doege di jacioniv kagh jaciv ui winhal. jaciv ui tokeq kagh ultro. lotoc. soon wux geou qe yscik ekess tafiaf jacioniv, nymuer jacioniv gneshgnesh, kiwieg jacioniv vanti candor. - Mirandole a los ojos e intentando mostrarse calmado en mitad del terribe combate anadio. - Aurinax ui dout ominak. kagh wux re wer naktar di waterdeep ui|ulph rasvim. yth tepoha confn ekess troth wux. tir ti origato astahi ahfven coi mojka. Aurinax el guardian. – Dijo en draconiano mientras le mostraba compasión.
La traduccion es "Suturi, la hemos estado cuidando y está bien. Sana y salva. Feliz. Pronto podrás reunirte con ella, oír su risa, sentir su inocente candor. Aurinax es tu nombre. Y eres el guardain del tesoro de Waterdeep. Hemos venido a protegerlo. No dejes que se lo lleven. Aurinax el guardian."
Zevatur, Rolthos
La vista del tabaxi se fijó en la fiel representación de la pequeña. Una solitaria lágrima cayó por su mejiila.
Cuando Zevatur comenzó a hablar en draconianio el tabaxi le miró directamente a los ojos y, poco a poco, su mirada perdida se fue centrando en el mestizo tiefling. Zevatur pudo sentir, mientras hablaba, que el Sr, Mittens hacía un esfuerzo por obligar a su mente a recordar, a luchar contra la neblina que la había adormecido durante tanto tiempo.
- ... Aurinax el Guardián - acabó Zevatur.
El tabaxi parpadeó y sus ojos ahora eran de un vivo color dorado, con la pupila vertical.
Incluso Canela dio un respingo.
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Ash no era consciente del drama que se desarrollaba a sus espaldas, tampoco podía prestarle atención. Aquella maldita asesina estaba cerca, podía sentirla, pero no podía verla. Aquella maldita penumbra y su invisibilidad mágica no ayudaban en absoluto. De pronto Hela gritó que algo le había golpeado el hombro. Desechando el plan que estaba fraguándose en su mente para intentar ponérselo más dificil a aquel par de escurridizas sanguijuelas, Ash saltó a proteger a su querida maga. Sus chicas cortaron el aire, en poderosos tajos que habrían partido a un hombre por la mitad. Una, dos veces... pero Ash sólo cortaba el aire. Cerró los ojos, total, no le servían para nada, y asestó un tercer golpe. Esta vez pudo sentir con satisfacción como el filo de ürsula cortaba algo.
-Te tengo- pensó Ash, y, levantando ambas armas por encima de su cabeza, las descargó con fuerza. Pero sólo golpearon el suelo de piedra levantando chispas. Tenía que haber hecho alguna pirueta de saltimbanqui y haberse apartado justo a tiempo. Ash juró que si seguía vivo cuando aquella magia desapareciera se las iban a pagar todas juntas.
Sin embargo había algo que la mente subcosnciente de Ash le gritaba que debía prestar atención. El tintineo de la armadura. Por un momento había dado por hecho que era la mole de Zhar el que había hecho aquel ruido, pero no. El rítmico tintineo continuaba. Ash miró hacia la entrada y le recorrió un escalofrío la espalda.
Entrando en la sala, iluminado con sombras rojizas por las luces a los pies de Moradin, entraba la alta e imponente figura del medio-dragón, Ancan Priyak. El Ejecutor de Tiamat. Su armadura negra tenía emblasonado un dragón de cinco cabezas rugiendo, la capa carmesí ondeaba a su espalda mientras entraba en la sala, sus alas extendidas y sus fauces abiertas.
- Ah... por fin... - dice con su voz cavernosa - Debo agradeceros vuestros servicios. Dejadme que os los compense. Os concederé el mayor honor que existe.¡¡ OS ENVIARÉ AL ABISMO CON MI SEÑORA!! -
Rugiendo, de un salto, mientras levanta el enorme hacha por encima de su cabeza, Ancan salta hacia el postrado Morko. Pero el enano está lejos de ser derrotado y gira hacia el meido dragón, evitando su ataque. Saltaron chispas del metal al hendir la piedra. Con un rugido, Ancan continuó en su empeño por partir al enano por la mitad, pero Morko volvió a rodar fuera del peligro. Una tercera vez intentó el Ejecutor acabar con su pretendida víctima, pero esta vez Morko interpuso su arma y las dos quedaron trabadas, los dos guerreros midiendo sus fuerzas con los dientes apretados y sabiendo que esta vez se jugaban el todo por el todo. Nadie iba a pedir ni recibir cuartel.
- Sacrilegio - masculló el Sr. Mittens al ver entrar a Ancan en la sala. Su voz había cambiado, ganando en profundidad y sabiduria.Tomó el bastón del suelo y se lo tendió a Zevatur. - Protegelo Mox Rithom - le dijo - Vinxa - terminó con una leve inclinación de cabeza hacia él y Martin y saltó al aire. Tan poderoso fue el salto que Zevatur le perdió de vista momentáneamente, pero los dos pudieron escuchar un sonido desgarrador y un poderoso batir de alas que agitó el aire y casi los derriba.
Del dracónico:
Mox Rithom - pequeño primo
Vinxa - Gracias.
Con un rugido ensordecedor Aurinax batió sus alas y sobrevoló la estancia. Su majestuosa presencia hizo que todos se encogieran instintivamente. Todos menos Ancan que rugió desafiante.
- ¡¡VEN!!! TE DEMOSTRARÉ PORQUÉ ME LLAMAN EL EJECUTOR!! - le desafió.
Pero Aurinax no hizo caso al semi-dragón y, al pasar al lado de Hela y Ash, lanzó una dentellada al aire y atacó con sus garras.
- No puedes esconderte de mi - le oyeron rugir. Una de sus garras golpeó a la invisible asesina pero consiguió escapar a la terrible dentellada.
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La batalla se complicaba cada vez más, como todas últimamente. Ash renegó ¿Es que siempre tenían que estar dos pasos por detrás de sus enemigos? Una idea comezó a aflorar en la mente del guerrero. Era fácil que los demás le llamaran "líder" pero en realidad él siempre habìa seguido a un oficial... tomar las decisiones no era fácil, pero se había empezado a acostumbrar. Sin embargo le faltaba mucho en el apartado de planificación. Hasta ahora habían salido airosos por pura fuerza bruta y poder mágico, pero necesitaban algo más. Aunque ya era tarde para eso. Al menos el enorme dragón parecía estar de su parte. Bien por el chico y Martin.
Algo iba mal. Ash sintió cómo se le erizaba el vello de los brazos, su estómago se revolvió como en las peores mañanas de resaca y las piernas le temblaron de debilidad. Sentía.. algo, al rededor de su cuerpo, como si le hubiera caído encima un cubo de aceite. No sabía si era cosa suya o empezaba a perder la cabeza, algo normal dadas las circunstancias, pero juraría que las sombras jugaban en sus brazos, recorriéndolos como pequeñas y rápidas serpientes negras y difusas.
Guilbert buscaba desesperadamente en su cabeza la forma de desenmascarar a los enemigos invisibles... o ¿quizá debería ayudar a Morko? Esos dos no eran precisamente fáciles de manejar. Escuchó una voz que recitaba unos versos en la lengua arcana en la parte norte de la sala, entre las dos columnas. Iba a centrarse en aquella zona pero un ruido de electricidad estática a su lado atrajo su atención. El aire parecía resquebrajarse, sentía la electricidad crecer en un punto que comenzó a crecer y crecer hasta convertirse en una línea roja que fue abriéndose. Una garra se abrió paso por la grieta, aferrándola como si fuera el quicio de una puerta. Guilbert trastabilló hacia atrás del susto. Empujando y abriéndo más la brecha entre dos mundos, una segunda zarpa desproporcionada siguió abriendo y pujando, rompiendo literalmente la realidad. Con un bramido un demonio similar a un goria enorme cruzó la brecha dimensional y saltó sobre el sorprendido bardo.
Poseer el Bastón no resultó provechoso para Zevatur. Tres dagas volaron desde la oscuridad de detrás de la estatua de Moradin y las tres acertaron en el cuerpo del joven hechicero en rápida sucesión. Las dagas desaparecían tan rápido como se clavaban en su cuerpo.
Martin no pudo evitar admirar la impecable técnica del que fuera miembro de la Academia de las Sombras como él, pero las heridas de Zevatur revestían gravedad.
Helayna se sentía confusa, había demasiados objetivos a los que atender, demasiadas cosas ocurrían demasiado rápido. Su invisible enemigo le hizo un profundo corte en la espalda y vió como Ash era también herido. Sintió un golpe en su cabeza y todo se volvió negro.
Ash contempló, impotente, como Hela caía mientras el dragón utilizaba su poderosa cola para intentar golpear a su atacante, pero el CazaMagos era demasiado escurridizo y logró esquivar al dragón, girando sobre sí mismo y golpeando a Ash en las rodillas.
- Cuidado Mox Rithom - advierte Aurinax - Este también va a por ti. -
Aparentemente frustrado por la incapacidad de los Fragmentos para poder ver a sus enemigos, Aurinax se toca la frente. Todos recibierón un flash en sus cabezas, precedido de un resplandor dorado. Por un segundo pudieron ver a través de los ojos del dragón, y vislumbraron a sus enemigos. Sting estaba a los pies de la estatua de Moradin, cubriéndose de ataques y hechizos tras la enorme escultura. Thukash, habiendo eliminado la amenaza de la maga, y viendo que Gowther estaba anulado también, iba corriendo hacia Zevatur. Y allí, tras la columna norte, la figura de mayordomo de los Cassalanter, Willifort, flotaba con un brillo sádico en los ojos.
- ¡¡Gowther maldita sea!! - le grita Kath, abofeteándolo para sacarlo de su estupor - ¡Te necesitamos! No importa lo duro que te golpeen - le dice mientras le levanta, se agacha para recoger a Aegnor y se la pone en la mano - Lo importante es cuantas veces te levantes. Eso es lo que te hará grande. ¡Yo confío en ti! - Le da un apretón en los hombros y, recuperando su arma, se corta su mano para lanzarse al combate e intentar ayudar a sus compañeros .
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La voz de Kath fue percibida como una amalgama cocofónica sin mucho sentido... Con aegnor en la mano, Gowther volvió a sentir una extraña presencia en su mente, una voz que le susurraba que la mejor protección para sus amigos era la muerte, que solo así podrían estar a salvo del peligro y la tragedia.
Con los ojos inundados de lágrimas y una sonrisa salvaje en el rostro, empuñó a Aegnor, sus llamas ahora oscurecidas por la influencia de esos pensamientos, y atacó a Kath. Su mirada mezcla de pena, dolor y rabia parecía estar a la vez ausente.
Al ver a uno de los enemigos invisible desvelarse, emitió una carcajada estridente, Gowther blandió Aegnor hacia delante, las llamas oscuras que brotaron de la espada acariciaron su blanco justo antes de explotar en una bola de fuego que envolvió al enemigo. "El abrazo de la muerte es el mejor regalo para todos" susurró a medida que desplegaba todo su poder mágico para atacar a su enemigo invisible.
La visión de Gowther se estrechó en un túnel, todo lo que existía era él y su espada, moviéndose en perfecta armonía y causando estragos en todas direcciones. Las llamas de Aegnor formaban lenguas fuego morado que se extendió desde Aegnor, envolviéndolo en un fulgor ardiente.
Gowther lanzó entonces el segundo ataque contra su enemigo invisible, la hoja de Aegnor cortaba el aire con una precisión letal. Después de esto, canalizó su voluntad y desapareció de la vista de sus compañeros y enemigos.
Ataque a Kath.
Ataque al de adelante.
Ataque con cantrip GFB a la misma y lengua de fuego a zevatur.
Action surge: invisibilidad.
"Esta perfecta melodía que acompasa y guía mi movimiento es la voz de mi compañera Aegnor"
Gowther Irerath, El'Tael de los Fragmentos Extraordinarios.
Kath mira soprendida a Gowther, pero viendo que va en busca del enemigo invisible que hostiga a Zevatur decide concentrar sus esfuerzos en el demonio con forma de gorila que levanta sus puños para descargarlos sobre el sorprendido Guilbert.
Mientras desenvaina sus espadas se hace un pequeño corte en el otro brazo y una fina capa de escarcha cubre al demonio. Kath no tiene tiempo más que de ponerse en medio, empujando a Guilbert a un lado y recibe el tremendo golpe de los dos inmensos puños, que le hacen poner una rodilla en el suelo. Pero consigue interponer una de sus espadas en las terribles mandíbulas que el demonio trata de cerrar sobre su cabeza, salvando la vida. La criatura ruge de dolor cuando siente que en su enfurecido ataque la hábil cazadora ha clavado su arma encantada hasta la empuñadura en su cuerpo. Con un empujón se separa de ella y golpea el suelo con sus puños lanzando monedas al aire que quedan manchadas por la sangre demoníaca.
Guilbert reacciona y se prerpara para la acción.
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Su amada había caído, Morko fregaba el suelo con su armadura y Gowther parecía haber perdido la razón, pero tenían a un dragón dorado enorme de su lado y a Kath matademonios. Ash sintió cómo la energía oscura que culebreaba por su musculado cuerpo le robaba el resuello. No podía ver a sus enemigos y seguramente no podría acertarlos, lo había intentado con todas sus fuerzas, pero tocaba tirar de ingenio. El veterano guerrero se llevó la mano al pecho crispándola sobre el corazón y las oscuras líneas de energía. Se encorvó hacia adelante con un estertor
—Y muero, muero, muero... —repitió las palabras de cierto bardo dramáticamente mientras Norma tintineaba en el suelo, poco antes de que el guerrero se desplomara sobre Helayna, como fulminado por un pasmo al corazón.
La actuación fue tan patética que el propio guerrero abandonó en seguida la idea de seguir con aquello. Discretamente, estabilizó a Helayna presionando las heridas más severas para detener la hemorragia.
Ash el guerrero — Dragon's Hoard (Spanish)
Leobald el caballero — Death and Pain at Saltmarsh (Spanish)
Keeper — Vigilantes en el Cielo (Spanish)
Remington Wizz — Shadow of the Dragon Queen (Spanish)
Al recibir el bastón Zevatur sintió por un momento que aquello podía decidir el combate, sin embargo los poderes del bastón que reveló la primera inspección de Canela fueron decepcionantes tan solo tenía acceso a un conjuro del primer círculo. Y pronto vio con horror como la atención de los mercenarios se centraba en el. Tres dagas lanzadas de forma casual le impactaron restándole la mitad de las energías. Sintió que el monje que le había aturdido anulandole con facilidad en el anterior combate se ponía a su lado. El flash del dragón revelando su posición no hizo más que confirmarlo y casi hacerle entrar en pánico.
Temeroso de recibir uno de esos golpes aturdidores que harían que fallase su nueva misión de proteger el bastón y posiblemente muriese decidió intentar evadir a sus mortales enemigos. Moviéndose con cuidado y haciendo un paso brumoso se emplazó subido a una columna cerca del dragón lo mas alto posible. Quizás su imponente figura impediría que sus enemigos de acercasen o quizás fuesen sus garras las que lo impidiesen... En cualquier caso la propia columna y la altura también le protegerían.
Miro al combate desde la altura considerando cual para ser si siguiente acción... Si sobrevivía los suficientes instantes.
Zevatur, Rolthos
Martin intentaba respirar, pero sentía que algo constreñía su pecho y se lo ponía especialmente difícil. La ansiedad ante una abrumadora derrota volvía a intentar tomar el control, y el semielfo ya estaba bastante agotado emocionalmente para combatirla. Mientras apuntaba a las sombras buscando al peligroso y familiar asesino, su hermano de antaño, no pudo evitar entrar en pánico total cuando Gowther pareció perder completamente la cordura y atacar a sus amigos y aliados... sin duda bajo el efecto de algún hechizo controlador enemigo que había superado incluso las defensas innatas de su raza.
Si el eladrín no tenía el control, y la mayoría de su nueva familia había ya caído o estaba a punto de hacerlo, todo estaba perdido. Incluso el poderoso dragón dorado sería derrotado fácilmente ante el asalto continuado de los poderosos contendientes que habían evitado sus habilidades de ocultar al grupo para no ser seguidos con total facilidad, otro sonoro fracaso que añadir a su larga lista.
Con su mirada buscó el continuo apoyo de los fantasmas y espíritus que le hacían de guía, pero su horror se acrecentó aún más cuando comenzó a ver como sus siluetas comenzaban a disiparse, trasluciendo su brumosa presencia ante sus dudas y miedos... No estaban allí para dar soporte a cobardes y mediocres, sólo a los verdaderos héroes de la Reina Cuervo.
Casi más por instinto que por habilidad, dejó escapar una de sus flechas que atravesó con precisión el cuello del ya casi agonizante enorme demonio que amenazaba la vida de Kath y Guilbert. Un torrente de sangre infernal saltó disparado en todas direcciones a través de su herida, disolviendo, en sus últimos estertores, el anclaje que mantenía ese ser con el plano material.
Rezando todo lo que sabía a la Tejedora de Destinos, Martin buscó otro objetivo, y a pesar de seguir en el modo de pánico agudo, consiguió centrar su atención en el rabioso ser que asediaba a Morko. La saeta esta vez careció de la precisión necesaria y voló cercana a la cabeza de Ancan el Ejecutor, pero sólo consiguió rozarle la mejilla, tallando una fina y sangrante cicatriz a su paso. El temblor de sus manos en el último momento se la había jugado, y esta incontrolable compulsión parecía haber aparecido para quedarse...
" ¡Oh la Oscuridad...! "
Ancan desplegó sus alas e hizo caso omiso a los gritos de Zhar diciéndole que acabara con el enano que su magia rúnica había prostrado a sus pies. Pero el Ejecutor de Tiamat sólo tenía ojos para su odiado enemigo, el dragón dorado.
Aún encadenado, Morko enarboló a Kheluzburk y consiguió asestar un golpe en la pierna del enloquecido semi-dragón. Aún imbuida con el poder de Moradin, el hacha no paró a Ancan, si acaso el dolor le espoleó aún más y se lanzo con loco abandono contra el dragón. Una, dos, tres veces el hacha de Ancan inflingió serias heridas en el hermoso cuerpo del dragón, atravesando sus defensas y cortando las duras escamas. Rugiendo de rabia, Aurinax contestó con toda la furia y poder de un dragón. Pero aunque sus garras y dientes se clavaron profundamente en Ancan, este no parecía sentir el dolor de las terribles heridas, tan enloquecido estaba y determinado a acabar con la vida del dragón.
Sobre Ash y la inconsciente Hela caía sangre dracónida mientras la terrible batalla se desarrollaba prácticamente encima de ellos.
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Canela voló sobre la batalla, intentando discernir dónde podían encontrarse los peligrosos enemigos invisibles, en concreto la terrible monje yuanti apodada la Caza Magos, pero ni sus agudos sentidos conseguían traspasar la magia que los escudaba.
No ocurría así con Aurinax. Aún trabado en combate cuerpo a cuerpo con Ancan, el poderoso dragón separó sus fauces del mordisco en el hombro que había asestado al paladíin oscuro y exhaló su poderoso aliento flamígero.
Canela obersvó que lo hacía en un ángulo curioso, habiendo girado ligeramente la cabeza antes de soplar cuando tenía al enloqeucido paladin justo en su boca y podría haberlo incinerado.
Pero los gritos de dolor de alguien en límite del largo aliento explicaron el porqué. Aurinax había apuntado al oculto mayordomo de los Cassalanter. Willifort Crowelle, que, sin ocultar su verdadera forma, se sacudía sus ropas en llamas.
El dragón había sido duramente golpeado por los ataques de Ancan, impulsados tanto por su rabia como por el poder de su diosa oscura, pero aún era un enemigo formidable.
Que el hechicero perdiera su concentración hizo que tanto Thukash como Sting perdieran su manto de invisibilidad. Martin, que seguía atento, detectó el movimiento a los pies de la estatua de Moradin, pero la monje asesina estaba muy cerca.
Willifort arrojó su capa en llamas al suelo, y con gesto despectivo levantó una mano. Kath, Guilbert y Martin sintieron como sus músculos se tensaban y Kath era levantada del suelo unos centímetros completamente rígida.
- Mis señores habían sido muy generosos y os habían ofrecido un trato. Pero los despreciasteis. Ahora pagaréis por vuestra falta de visión -
Aurinax batió sus alas, pero no consiguió apartarse a tiempo de recibir otro terrible corte por parte del Ejecutor. Aún así, el dragón tomó algo de distancia con su enemigo, rugiendo desafiante.
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Al verse descubiertos y con la presencia del rugiente dragón tan próxima, los dos asesinos se movieron corriendo entre las sombras para ocultarse donde ninguno de los fragmentos pudiera verlos.
La Torre pareció sorprendido de ver a sus dos aliados correr en dirección contraria a la batalla, cuando parecía ir en su favor, y Willifort chasqueo los labios decepcionado por la cobardía de los mercenarios.
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En un parpadeo, el elfo se vio envuelto en una lucha interna. El tiempo parecía haberse detenido a su alrededor, y el choque entre su voz interior y aquella maraña oscura de pensamientos resonaba dentro de su cabeza como un trueno ensordecedor. Algo lo instaba a abrazar la muerte como la mejor protección para sus amigos. Una lucha complicada que amenazaba con arrastrarlo hacia la oscuridad.
"¡No, no puedo hacerlo!", gritó Gowther en algún rincón de su mente, esforzándose por sobreponerse a lo que fuera aquello que lo impulsaba a rendirse. "No puedo renunciar a ellos. No puedo renunciar al amor y al valor que me han enseñado".
"¿Qué estás haciendo, "guerrero"?", dijo alguien alguna vez con sorna. "La muerte es la única manera de proteger a tus amigos. Sabes que no eres lo suficientemente fuerte como para protegerlos de otra manera".
Alguien, en algún lugar de donde quiera que estuviera el eladrin en ese momento, se burlaba de él, una risa fría que parecía llenar la soledad que le rodeaba. "Deja de resistirte, torpe guerrero. ¿No ves que la muerte te espera al final de tu camino?"
"No... No lo sé, no puedo seguir adelante con esto", respondió un Gowther con la voz temblorosa de un niño. "No puedo rendirme a la locura... a la oscuridad... Necesito sacar la fuerza de algún lugar para luchar contra ellos y proteger a mis amigos ".
"La fuerza es la muerte, Gowther. No puedes protegerlos de otra manera. ¿Quieres que sufran? ¿Quieres verlos heridos y agonizando en el suelo?"
"No.. no quiero eso... Pero tampoco quiero matarlos".
"Entonces no eres lo suficientemente fuerte para protegerlos, Gowther. Deja que la muerte sea su protector en lugar de tu debilidad".
Fue entonces cuando los recuerdos comenzaron a pasar por su mente, desfilando como una sucesión de momentos al final de la vida.
Recuerdos de Ash, el guerrero socarrón. Recordaba las veces que Ash había protegido su espalda en el campo de batalla, con una confianza y un carisma inusuales. La habilidad de Ash para alegrar momentos difíciles con sus comentarios y bromas era algo que el eladrin apreciaba profundamente.
Morko solía tener un carácter complicado y algo recto, pero su valor era innegable. El El'tael recordaba cómo Morko había rescatado a aquellos aldeanos de una banda de bandidos y había luchado durante horas para protegerlos. Era un guerrero valiente y un amigo leal, y su devoción era inquebrantable.
Luego estaba Kath, una pobre niña con un alma rota que tenía un amor infinito por cambiar las cosas. Recordaba la vez que Kath se había sentado a su lado, sosteniendo su mano y contándole la triste historia de su vida. La pasión de Kath por la justicia y el cambio inspiraba a Gowther, y su valentía para enfrentar sus demonios internos era una fuente constante de admiración.
Zevatur, aquel hechicero inocente y noble, también apareció en su mente. Gowther sonrió mientras recordaba cómo Zevatur había crecido en un contexto duro, pero siempre manteniendo la inocencia en su corazón por el amor que lo rodeaba. Había una pureza en él que encontraba conmovedora.
Martin, un asesino bastardo con más honor que un príncipe. Esto lo sorprendía, ya que, a pesar de su historia, siempre había visto en el mestizo el verdadero honor y la lealtad. Si a alguien podía confiar su vida era a el, incluso cuando eso significaba poner en riesgo la suya propia.
Guilbert, un adicto de la belleza y amante de los placeres... Gowther sonrió cuando recordó las actuaciones del bardo, animando a las multitudes con sus canciones y narraciones, sabiendo también que detrás de todo aquello se escondía el dolor y la tragedia...
Por último estaba Helayna, la shadarkai de otro mundo, hija de la Tejedora de Destinos, siempre fascinada por los pequeños detalles de este plano y con misteriosas ocurrencias e ideas... De algún modo, ambos eran la cara opuesta de la moneda en el mundo élfico.
Aegnor volvió a vibrar. "Estás equivocado", Sentenció. "Hay otras formas de proteger a mis amigos. No vamos a rendirnos a la muerte... Vamos a usar nuestra fuerza y voluntad para mantenerlos a salvo".
Con un giro de Aegnor en el aire, la oscuridad pegajosa de aquel lugar se alejó creando un basto espacio de pulcra luz blanca. La segunda voz parecía disiparse, silenciada por el sonido aquella luz tintineante, Ambos sabían que podrían volver...
"No puedes ganar cada vez, Gowther, no podéis ganar", dijo la segunda voz con un susurro siniestro. "La muerte siempre está esperando... la muerte es tu regalo".
"Nosotros seguimos luchando", respondieron con valentía. "Y seguiremos luchando por nuestros amigos cueste lo que cueste".
Aegnor pareció vibrar con fuerza en las manos de Gowther, como si de alguna manera estuviera de acuerdo con esa decisión. La espada había sido un símbolo de poder desde el principio para su pueblo, y de repente supo que tenía que usar ese poder para luchar contra las sombras que amenazaban con devorarlo.
Respiró hondo, se concentró en la fuerza que sentía en ella y que nunca tuvo la valentía de mirar frente a frente. A medida que dejaba el miedo y la desesperación atrás, su compañera parecía crecer en su mano. Sus llamas purpúreas, ahora visibles solo para el por el manto de invisibilidad, se encendieron con un brillo más vivo, y sus bordes cortantes parecían brillar con una luz mágica más pura que antaño.
Abrió los ojos, mirando hacia la figura antes invisible que lo había atacado anteriormente. Su mirada, ahora concentrada, podía verlo todo con claridad. El no era su objetivo. La segunda voz había quedado atrás, silenciada por el sonido de la batalla. Gowther luchó en silencio, sabiendo que solo podía confiar en la fuerza de su espada y la valentía de su corazón para proteger a sus amigos de cualquier daño.
A partir de ese momento, cada ataque de su compañera sería un recordatorio de que la oscuridad siempre habitaría en el, pero la luz sus amigos y el calor de Aegnor siempre lo protegerían. Aegnor crepitó lista para cualquier cosa que se le presentara. Y mientras la segunda voz maligna seguía susurrando en la mente de Gowther, él se preparó para luchar contra cualquier cosa que se le presentara.
Sabía que la figura invisible que lo había estado atacando anteriormente tenía el sustento mágico del hechicero que había estado maquinando en las sombras. Con la furia de la batalla todavía en sus ojos, miró alrededor de la habitación en busca Willofort Crowelle. Entonces, como si hubiera sido llamado por su pensamiento, lo vió en la distancia. Acompañado por el silbido cortante de Aegnor, el El'tael caminó entre planos hacia el norte de la sala, abalanzándose hacia el mayordomo, mientras que el ignoraba lo que se avecinaba.
La primera sacudida de Aegnor al golpearle fue devastadora, y envió al hombre deslizándose por el suelo. Pero Gowther no iba a dejarlo escapar tan fácilmente. Sabía que tenía que mantener su guardia en alto y lanzar un segundo ataque para asegurar el éxito de su acometida. Entonces, con una concentración decidida, blandió a Aegnor una vez más, pero esta vez mientras pronunciaba un hechizo bajo su respiración. Su compañera, ahora envuelta en destellos iridiscentes, se preparaba para lanzar su segundo ataque. La hoja de Aegnor seccionó al mayordomo con una fuerza tremenda de manera que el elfo apenas notó resistencia a su paso.
El mayordomo se retorció bajo el peso de la ira de Gowther, y el mago supo que había hecho lo correcto. Con un suspiro de alivio, agitó la espada una vez más antes de apartarse unos pies para ocultarse como un mal sueño para su enemigo.
"Esta perfecta melodía que acompasa y guía mi movimiento es la voz de mi compañera Aegnor"
Gowther Irerath, El'Tael de los Fragmentos Extraordinarios.
La frustración del bardo fue en aumento. Años de academia y estudio para fracasar en el momento de la verdad. Quizá si la orden hubiera tenido mas músculo y menos "especialistas" ahora todo sería diferente. A su mente se vino una cita que había leído hace mucho tiempo en un libro sobra la vida de ilustres aasimares "Los aceros al hablar callan la cobardía del gallardo". Nunca la entendió, cosas de aasimares, ni tampoco ahora, pero comprendió que mas hablar con la espada y menos con el laúd.
Aunque su idea inicial era guardar la espada de la Orden con la asesina de Francesca, comprendió la sangre del mayordomo en su filo también era un buen homenaje. Empuñó el mandoble que asomaba por su espalda en dirección a Wollofort mientras conjuraba con escasa fe algo que dejara al enorme Bugbear de la alabarda fuera de juego. Al comprender de nuevo su fracaso, trató de alentar a sus compañeros en la complicada situación en la que se encontraban. -Martin, te necesitamos en la batalla.. no permitas que esa sabandija te paralice, tienes la fuerza y el entrenamiento para derrotar sus poderes! Confío en ti!