Remington trató de dominar el terror ante la perspectiva de una muerte segura a manos de aquel enorme engendro dracónico con cimitarras. Tenía que ganar tiempo para que llegara alguno de los guerreros y le enfrentase o estaban perdidos. ¿Dónde estaban las espadas cuando se las necesitaba? ¿Por qué siempre se encontraba en medio de aquellas situaciones de vanguardia? Entonces recordó al palabras y los gestos de su siguiente jugada, pero estaba demasiado lejos. Esperaría hasta que entrase en el radio de alcance del conjuro. El joven aprendiz tragó saliva con trabajo y se puso junto a Uri con la esperanza de que su aspecto desvalido y enclenque azuzara al abusón, conocía bien a los abusones. Apenas tenía que fingir, estaba aterrado y sentía como si tuviera las piernas hechas de pudding. Solo esperaba ser lo suficientemente rápido cuando alguno de aquellos monstruos se les echara encima.
—Cuando vengan —susurró a Uri—, trataré de cegarlos pero, aun si funciona, solo durará un momento. Suficiente para retirarnos tras los guerreros.
Los dos soldados que se habian quedado al lado de Gholcag lanzaron sus jabalinas contra Uri, pero la ágil elfa consiguió esquivar una de ellas, mientras que el otro no sólo no consiguió lanzarla si no que en el proceso de cogerla casi se la clava en el pie. Su compañero no perdió la oportunidad para burlarse de él.
Mientras el otro equipo atravesaba las ruinas del Cangrejo de Latón para acercarse a la extraña máquina de guerra que se asemejaba a un dragón, el enorme draconiano extendió sus alas y de un poderoso batir de las mismas se acercó al mago y la elfa. Un estallido de luz cegadora de muchos colores inundó por un momento la escena, y si Remington no hubiera avisado a Uri de sus intenciones seguramente habría quedado cegada por el intenso fogonazo. Así le pasó al draconiano quien rugiendo, giró sobre sí mismo intentando derribarlos con la poderosa cola, pero Uri se agachó a tiempo y tiró de Remi para que hiciera lo mismo y el musculoso apéndice pasó por encima de sus cabezas con un amenazador siseo. Ciego por el hechizo del joven mago, el draconiano movía sus cimitarras aserradas en un desesperado pero peligroso baile. Por suerte o habilidad consiguió impactar a Remi en un costado en uno de esos giros, haciendo que el aprendiz de mago sufiera un profundo corte.
- Maldito truhán. Te enseñaré yo un par de trucos... - le amenazaba mientras continuaba golpeando a diestro y siniestro - Ven aqui gusano, voy a destriparte!! Tus trucos baratos no te van a servir de nada!! -
Mientras tanto, los ruidos del interior de la máquina se incrementaron y de pronto cesaron por completo. Se escuchó una orden siseada dentro y de repente todos comprobaron que la máquina de asedio no sólo era efectiva cargando contra edificios. Una llamarada salió de su boca y envolvió a las dos guerreras. Averil se cubrió con su escudo y Saxa rugió desafiante mientras las llamas las rodeaban. Todos se temieron lo peor pero cuando la deflagaración se aclaró, dejando conatos de incendio y teas ardientes en las ruinas de la posada, ambas luchadoras seguían en pie, sin ceder terreno.
Era imposible ponerle límites a tanta amenaza que se cernía sobre los supervivientes de la ciudad. Pero en la pequeña cabeza kender de Fritzz solo resonaba una idea, entrar en aquel artilugio y ver que se podía.. apañar.. allí dentro. Pero debía contener su curiosidad y proteger, como Ispin trataba de enseñarle, a los indefensos por delante de las propias inquietudes . Esta era la primera vez que lo conseguía.
Acordándose del humano que tanto le enseñó, desenvainó la espada corta que le había regalado y atacó al bravucón del gran largartón. -Uys, truhán, toma mazapán.. ven gusano, toma a contramano..-le decía burlón, tratando de atraer toda la atención sobre si mismo.. - destriparte.. apartarte.. esfumarte como ceniza de pipa halfling..
Tras intercambiar una mirada con Saxa, Averil sale corriendo hacia el enorme draconiano que amenaza a sus compañeros menos preparados para el combate cuerpo a cuerpo, que no la batalla. Viendo como el inmesio guerrero se preparaba para asestar un par de golpes mortales contra Remington, Averil implora a Paladine.
"Paladine, Padre de Todos, por favor protege a tu hijo Remington, no permitas que sufra daño alguno..."
Para sorpresa de todos, incluida la Caballero de Solamnia, su medallón comienza a resplandecer con una luz plateada, la cual sale de su medallón de platino e impacta al draconiano, quemándole y haciéndole gritar de dolor. Por si alguien tenía dudas, un leve resplandor plateado rodea la figura de Golthag.
Todos se quedan mudos de asombro, tanto Raven y Darren en el muelle como los pocos pueblerinos que estan en los últimos barcos, así como sus enemigos. Es el grito de Saxa reincorporándose a la batalla el que hace que todos vuelvan a la batalla.
Saxa sigue los pasos de Averil y corre hasta el gigante dragoniano, al que intenta asaetear lanzándole una javalina. Pero e resplandeciente rayo que suge del medallón de su compañera la deja tan anonadada que no presta la suficiente atención al ataque. La javalina pasa por encima de la criatura y aterriza unos pasos más atrás, clavándose firmemente en el suelo.
Maldijo sonoramente por la ristra de ataques fallidos que estaba teniendo en aquél combate, que no era propio de ella, y espeó que sus compañeros tuvieran mejor suerte. Especialmente ahora que el plateado ataque de Averil había dejado a la criatura marcada.
Remi, aterrado y con las manos ensangrentadas, se escabulló entre las piernas de los guerreros y se alejó del combate arrastrando los pies. No estaba orgulloso, pero el dolor lacerante de la herida de la cimitarra de aquel monstruo era demasiado. Por otro lado, la primera línea nunca había sido su lugar, a pesar de haberse visto envuelto en el combate directo en los dos últimos enfrentamientos. Cuando llegó a la altura de los nobles apenas les miró, algo avergonzado.
Uno de los soldados que acompañaba a Gholgag cargó contra la desprevenida Saxa y le clavó su espada en el costado. El inmenso draconiano, sacudiendo su cabeza y frotando sus ojos recuperó su visión, el hechizo del mago había perdido su efecto. Miró a su alrededor y descubrió a Remington llegando al barco. Tan sólo le sonrió y se pasó la bífida lengua por los colmillos sosteniendo la mirada del aterrado aprendiz.
Después giró sobre sí mismo e intentó barrer con su cola a Averil, pero la Caballero de Solamnia lo vio venir y saltó para evitarla. Por desgracia, en el aire no pudo evitar el ataque de la serrada y curvada espada de Gholgag que la golpeó en el pecho dejándola sin resuello. La valiente joven cayó con la rodilla en tierra apretando los dientes. Había sido un duro golpe pero sabía que eran lo único que se interponía entre aquellas bestias y el resto de los inocentes voglerianos. No podía desfallecer.
El gran draconiano atacó a Saxa, aprovechando que aún se estaba recuperando del golpe de su soldado, haciéndole un leve corte en el brazo.
Mientras tanto, el otro guardaespaldas de Gholgag salió corriendo tras Uri, pero desde su escondite entre los escombros, la elfa pudo ver que el humano no tenía ni la más mínima idea de dónde se encontraba, es más, parecía totalmente distraido mirando algo en el suelo, posiblemente una moneda de cobre.
El resto de los soldados había llegado hasta el extraño artilugio con forma de dragón y se colocaron a sus lados para moverlo.
Frittzz sabía que tenía que hacer algo o sus amigos estarían en serios problemas. Darret, justo frente a él, cogió su espada y se lanzó contra el inmenso draconiano para ayudar a las guerreras que lo enfrentaban.
Pero Frizzt fue mucho más rápido. Algo se encendió en el pecho del hombrecillo. No iba a permitir que aquellas bestias hicieran daño a sus amigas. Gritó a Averil, para hacerle saber que venía corriendo, y esta interpretó perfectamente su intención.
Colocó el escudo casi en horizontal y Frizzt saltó sobre el mismo, para impulsarse y saltar sobre Gholcag. El kender cogió su vara hoopak con ambas manos y, gracias al impulso de su salto y del empujón que le dio Averil al impulsarle con el escudo, llegó al rostro del draconiano y con una fuerza inusitada en el kender golpeó al draconiano en la cara. El impacto fue tan grande que la mandibula inferior se partió y de no ser por la piel habría salido volando. El cuello de Gholcag se retorció más allá de lo anatómicamente posible con un sonoro crujido y cayó, cuan largo era, en el suelo.
Al contrario que los draconianos con los que habían luchado hasta ahora, el cuerpo de este comenzó a humear y a hincharse y el soldado, sabiendo lo que se avecinaba, intentó huir. Sin éxito.
Gholcag estalló en llamas que envolvieron por un segundo la zona, cegándoles y haciendo que el calor fuera insoportable.
Por desgracia para el soldado, su intento fallido de huida le llevó directo a las espadas de la Caballero de Solamnia y del Escudero, el cual atravesó con su filo el pecho del hombre que le miró perplejo un segundo antes de caer al suelo.
Remington observaba fascinado las llamas furiosas que consumían a Gholcag. ¡¿Le habían destruido?! ¡Bien! El joven sujetó con fuerzas renovadas su varita de tejo y apuntó al ingenio de guerra para disparar una nueva voluta de fuego. La llama anaranjada voló describiendo espirales sobre si misma y se estrelló contra aquel armazón con aspecto de dragón. No era mucho, pero era algo.
Fritz no perdió el tiempo. Si aquella cosa se acercaba a los barcos...
Corrió ligero por el muelle y, golpeando con su vara hoopak al soldado que tiraba de la máquina en el estómago, utilizó la espalda de este al agacharse para catapultarse hacia la parte superior, agarrándose al brazo metálico del falso dragón e impulsándose sobre este, esquivando por un pelo el arma del recuperado soldado. Fritz no se detuvo ahí, escaló de un salto al hombro del dragón y se perdió de la vista del resto al deslizarse por detrás del ala, que visto ahora hubiera sido demasiado pequeña para que un dragón de este tamaño hubiera podido volar. Dejando de lado las cuestiones aeronáuticas, Fritz buscó una trampilla, una entrada, por alguna parte tendrían que entrar los que manejaban aquello y sus rápidos ojos la encontraron cerca de los cuartos traseros. Su ágiles dedos no tuvieron problema en abrirla, y para cuando uno de los draconianos que empujaban el artilugio en la parte trasera empezaba a darse cuenta de que el kender estaba allí, Fritz ya estaba mirando dentro de aquella cosa.
El bofetón de calor fue inmediato. Un montón de tubos y manivelas y ruedas dentadas le hacián dificil ver al menos a dos draconianos más dentro que se afanaban en echar madera y carbón a una caldera,pese a lo estrecho del espacio en que trabajaban, mientras otro más hacia moverse un fuelle y un cuarto, que estaba sentado a la altura del pecho del dragón y miraba por una pequeña rendija, les daba órdenes. Fritz vió que, en la base, al otro lado de la caldera, había un par de barriles de los cuales salían los tubos que llevaban a la gargante del falso dragón. Los ojos del hombrecillo brillaron de alegria. Aquello era incluso mejor de lo que había pensado. Si conseguía que aquellos barriles explotaran...
El kender no tenía mucho tiempo. Asi que siguió con su plan origina, arrojó uno de sus botes de aceite al interior de aquel falso dragón. Para evitar las afiladas espadas de sus defensores exteriores, Frizzt saltó hacia atrás haciendo una cabriola y la compuerta se cerró, por lo que no pudo ver el increible viaje que siguió su frasco de aceite en el interior del dragón.
Primero golpeó en la nuca al que parecía dirigir aquel artilugio, haciendo que cayera sobre los mandos y que el tapón saltara, comenzando a verter su contenido por allá donde rebotara.
Desde fuera Saxa, Remi, Uri, Averil, Darren y el resto vieron como el dragón mecánico de pronto bajaba la cabeza como si quisiera mirarse la barriga. El chirrido del metal y la extraña postura parecía indicar que el mecanismo no estaba diseñado para aquella maniobra y que estaba poniendo a prueba la resistencia de los materiales y la construcción del mismo.
Pero el bote de aceite no había terminado su camino. Comenzó a caer, rebotando de un lado a otro de la escalera metálica que permitía el acceso al puesto de mando. Con cada golpe el aceite se iba esparciendo por todo el estrecho interior e incluso caía sobre los confusos draconianos que no entendían de dónde había salido aquella cosa. Finalmente cayó en el pie de uno ellos, que aulló de dolor y le propinó una patada que lo llevo hacia la caldera. Uno de los dos draconianos que alimentaba la caldera, resbaló con él cayendo al suelo y golpeando con la pala a su compañero, que cayó en la puerta abierta de la caldera. El bote fue resbalando por el suelo, girando sobre sí mismo hasta estrallarse, y por fin romperse, contra los barriles de los que salian aquellos tubos. El draconiano que había caído en la caldera salió de la misma aullando de dolor y agitándose esparció algunas brasas incandescentes, chocando con su compañero, el cual no pudo evitar caer sobre el último de ellos que, al dar un forzado paso atrás se clavó los restos de cristal en el pie y, dando saltos, tiró uno de los barriles, el cual derramó su líquido interior. Los tres draconianos, pues el del puesto de mando aún no se había recuperado del golpe en su nuca, miraron con horror como el líquido inflamable no sólo se mezclaba con el aceite, si no que se dirigía inexorable hacia el ardiente draconiano. Con premura sus compañeros le cubrieron con una manta y consiguieron sofocar el fuego. Tras un segundo en el que intercambiaron miradas, se permitieron soltar el aire aliviados. En ese momento el conductor pareció recobrarse pero, aún aturdido, intentó salir de su asiento, se giró sin equilibrio y cayó de bruces en las brasas que el anterior draconiano había esparcido alrededor de la caldera. Una de ellas entró en contacto con el liquido.
Desde el exterior, el dragón mecánico, tras adoptar aquella extraña postura, se quedó completamente quieto, y comenzaron a escucharse unos gritos, golpes, aullidos y exclamaciones del interior que no auguraban nada bueno. Tanto los defensores como los atacantes de Vogler se quedaron estupefactos, intentando descifrar qué estaba pasando en el interior. Tras unos segundos de terribles y confusos sonidos se produjo el silencio. Durante un segundo.
De pronto el dragón explotó con un gran estruendo, enviando piezas metálicas por los aires. La explosión fue tan violenta que agito todo el muelle y lanzó al suelo a los combatientes, cayendo Lord Bakaris al agua. Los cuatro guerreros del ejército de los dragones que estaban al lado yacían inmóviles, sus cuerpos destrozados por la fuerza de la explosión y la metralla en la que se había convertido el dragón metálico.
Fritzz salió de detrás de unos barriles cubiertos de piezas incandescentes de metal negro y miró a sus amigos. Con mirada incrédula y voz inocente preguntó.
- ¿He sido yo? -
Una gran pieza de metal de la barriga del dragón cayó a su espalda como única respuesta.
La cosa ya pintaba bien cuando el gigante draconiano mordió el polvo para no volver a levantarse jamás. Tanto Averil como ella misma ya empezaban a estar demasiado heridas, así que si aquella criatura hubiese aguantado más tiempo lo habrían pasado realmente mal, pero ambas pelirrojas respiraron con alivio cuando el pequeño kender terminó de rematarlo.
Pero lo que vino a continuación... eso sí que no se lo esperaba. La bárbara estaba intercambiando hachazos con uno de los acompañantes de la masiva criatura y pudo percibir por el rabillo del ojo como Frtiz, no contento con haber derrotado a alguien que le superaba tantísimo en tamaño, se dirigía a por el amasijo de hierro que escupía fuego. Dejó de mirarle medio segundo para mirar a su oponente, y cuando volvió a buscar al kender ya no estaba allí. "¿¡Pero qué!? ¿Dónde se ha metido el renacuajo!?", se preguntó. Pero no pudo darle más vueltas, ya que necesitaba centrarse en lo que tenía delante.
Unos instantes después se produjo la explosión, y la sureña, contenta por ver que aquella cosa ya no iba a molestarles más, elevó sus brazos al aire lanzando vítores. ¡Por fin podrían irse! ¿Y todo aquello lo había provocado el kender? Sin más dilación echó a correr hacia él, le levantó en voladas y le envolvió en un fuerte abrazo:
- Jajajaja, ¡maldito kender! ¡Nunca me había alegrado tanto de que rompieses algo! ¡Bien hecho, amigo!
Sabía que no podían perder mucho más tiempo, pero Fritz se merecía aquella ovación antes de que terminaran de salir pitando de Vogler.
La explosión del dragón lanzó al joven por los suelos y le rizó las pestañas por el calor. Cuando Remington se puso en pie de nuevo le pitaban los oídos, pero saltó de alegría por la gesta de su compañero.
—¡Bien hecho Fritz! —aulló con el puño en alto pero el dolor de la herida reciente truncó la explosión de efusividad.
El aprendiz se agarró un costado con un gemido y moderó sus movimientos.
—Vamos vamos, hay que largarse —hizo un gesto a sus compañeros con la mano para ir hacia los barcos.
Uri asomó su cabecita tras uno de los muros de piedra, dando esquinazo al torpe ser que había intentado seguirla, cerciorándose de que estaba fuera de peligro, cuando el estruendo proveniente del falso dragón llamó su atención.
A pesar de toda la tristeza y la culpabilidad que aún destilaba cada poro de su piel por la muerte de la gnoma, la imagen de Fritz apareciendo entre el polvo y los escombros de la derruida invención le hizo sonreír inevitable y sinceramente. Dio tres palmadas al aire, celebrando su hazaña. Era el único que podía conseguir hacerla olvidar por unos segundos lo miserable que se sentía. Tras la fugaz celebración, su rostro volvió a tornarse preocupado y se apresuró a reencontrase con sus compañeros para salir de allí cuanto antes.
Mientras Uri daba palmasl con una mezcla agridulce de pensamientos, un draconiano cayó sobre ella planeando. La elfa trastabilló y cayó al suelo, golpeándose la espalda y perdiendo el resuello, su arco salió despedido fuera de su alcance. La bestia levantó su arma por encima de su cabeza y.. una hoja de acero le atravesó el pecho, salpicando a la soprendida elfa con sangre negra. Su salvador, de un rápido movimiento, empujó a la bestia a un lado para evitar los peligrosos efectos de su muerte y Uri pudo ver a Yevev, el explorador de los mercenarios, ayudándola a levantarse y recuperar su arco.
- Me alegra ver que casi habéis completado la evacuación - le dice mientras se juntan con los demás - Demonios ¿Qué era eso? - pregunta al ver los restos ardientes del dagón metálico. - Bueno no importa, en cualquier caso, vengo a avisaros, la ciudad está perdida. Cudgel y Becklin intentarán retener al grueso de las tropas todo lo que puedan. Me han ordenado... - puede leerse en sus ojos y en cómo aprieta los puños que no le gusta nada esa decisión - Que os avisara de que no las esperéis y partáis con todos los supervivientes de inmediato, y que me una a vosotros... -
Darret no parece estar nada de acuerdo con esa decisión, y Averil, aprieta con fuerza la empuñadura de su espada, pero detiene al joven escudero poniendo una mano en su pecho.
- No hagas que su sacrifcio sea en vano... - le dice en voz baja. El muchacho la mira con los ojos llenos de lágrimas - Est Solamnus oh Mithas... - recita Averil con tono quedo y sombrío, pero con los ojos firmes en Darret. El joven traga saliva y asiente, repitiendo el código de los Caballeros de Solamnia y volviendo hacia los barcos. Pronto han embarcado todos y comienzan a guiar las embarcaciones por el rio. La gente de Vogler, experta marinera que conoce a la perfección el río, navega con rapidez y seguridad, manteniéndose lo más alejados posible de las orillas infestadas de enemigos.
Vogler está en llamas. Entre las columnas de humo que se elevan en la noche, puede vislumbrarse a los atacantes saqueando la ciudad. Los habitantes de Vogler no apartan la mirada, contemplando como sus hogares se convierten en poco más que una mancha rojiza difuminada por el humo a lo largo de la orilla del río. Los botes de la evacuación llevan todo lo que queda de Vogler río abajo, hacia un incierto santuario en la ciudad de Kalaman.
La alegría por la derrota del ingenio mecánico dura menos de lo que le gustaría a Saxa. Cuando Yevev les informa de las órdenes de Becklin y Cudgel le falta poco para salir corriendo en su ayuda, pero saben que aunque ya se les ha abierto el paso para huir de Vogler, aún queda trecho por delante. Todavía tienen que cruzar el río y llegar a Kalaman, ¿y si alguien les atacaba por el camino?
Puso una mano sobre el hombro de Averil en señal de apoyo, y mirando también a Darret, les dijo:
- Becklin y Cudgel saben lo que se hacen. No les demos aún por perdidas. Ahora debemos enfocarnos en llegar a Kalaman. Todavía queda trabajo por hacer... la alcaldesa nos va a necesitar. Vamos, nos espera una noche larga.
Se dirigió entonces a una de las embarcaciones, donde se puso a ayudar en todo lo que fuera necesario. Tomo uno de los remos y siguiendo las instrucciones de los más experimentados, se dedicó a remar sin descanso. Estaba extenuada, pero centrarse en esto le ayudaba a no pensar tanto en todo lo que le dejaban atrás. Por mucho que la noche fuera oscura, la bárbara sureña miraba hacia delante. Siempre hacia delante. Hacía la esperanza que ahora residía en Kalaman.
Y con la explosión acabó todo. Eso les daría algo de tiempo y sobretodo mandaría un mensaje claro a aquel ejército invasor. Muchos de sus amigos y conocidos estaban cayendo en aquella batalla que nadie había pedido y en la mente del kender, a veces primaria e infantil, emociones como la venganza eran tan breves como pasajeras pero ciertamente intensas. -Toma ya.. volver con mas si queréis-
Ya se encontraba saltando entre barquitas cuando llegó Yevev con las malas noticias. Entendía el sacrificio pero un kender nunca lo aceptaría, en sus cabezas no existe el escenario sin solución ni Kobayashi Maru. Por eso dejaba un pequeño resquicio para la esperanza y quizá volver a verlas pronto.. y además había un montón de barcas con personas y enseres que podía.. valorar.
-Hola.. como están? Necesitan algo..-y ya estaba saltando con su vara hoopak a la siguiente barcaza.- Por poco eh.. saben que dentro de ese dragón había mas lagartos? Y una caldera! vaya calor.- y saltaba a la siguiente.- Con este rumbo pronto llegaremos mientras nos quedemos alejados de las orillas..-así una tras otra hasta caer en la barcaza de sus amigos- ¿Volveremos a verlas verdad, Saxa? Seguro que se han escondido.. o escapado.. o son prisioneras y podamos rescatarlas cuando esta gente esté a salvo..- pero apenas pudo escuchar la respuesta de su amiga. Se había hecho una bolita y descansaba rendido sobre unas redes de pesca en la popa de la barcaza.
- Claro que volveremos a verl... - respondió Saxa, pero no le dio tiempo a terminar y el kender ya estaba profundamente dormido.
Así era Fritz. Capaz de causar el mayor caos y destrucción que los ojos de todo aquel pueblo habían visto, y quedarse acto seguido hecho una bolita como si fuera un inocente gatito. La bárbara se sonrió, rebuscó en su mochila y cubrió a su amigo con una manta que tenía hecha una bola y que casi nunca usaba, dada su alta tolerancia al frío.
Que el pequeñajo durmiera todo lo que pudiera. Se lo había ganado.
La comitiva de barcos y barcazas se desliza en silencio por el rio Vingaard y se pierde en la noche. Los asustados pueblerinos no se atreven a encender ningún candil y pronto la oscuridad de la noche hace muy dificil ver a todas las embarcaciones. Situación que se agrava con la aparición de una fría neblina en la madrugada. Pese a que siguen pudiendo escuchar algunas toses o quedos sollozos delante de ellos en el río, la corriente, poco a poco, les va separando. Sin embargo, el temido ataque desde las orillas no ocurre, y la neblina ayuda a ocultar el pequeño éxodo a los posibles atacantes o espías.
Recorrer las poco más de treinta millas río abajo que les separan de Kalaman les lleva toda la noche y cuando la neblina comienza a disiparse con el calor del sol matutino, contemplan con alivio que han llegado a su destino. Mojados, ateridos de frío, con muchos heridos y aún más traumatizados, pero con vida. Uri comprueba que su barco es de los últimos en llegar, y que los refugiados han ido varando sus botes en la orilla y están estableciendo un campamento en los campos cercanos a Kalaman.
La ciudad se eleva no muy lejos, con sus altas e imponentes murallas, custodiadas por estatuas de guerreros al lado de cada baluarte, que datan de antes del Cataclismo. La ciudad se extiende por la orilla sur de una ancha bahía y pueden verse la velas blancas de varias embarcaciones que van y vienen del resguarado puerto. La visión de la Fortaleza de Kalaman, que se eleva aún por encima de las imponentes murallas, con las banderas de la Ciudad, Solamnia y el Martin Pescador ondeando en sus torres, les impone y les infunde esperanza.
Raven guía el bote hasta la orilla, junto al resto de supervivientes y comienza a recorrer el improvisado campamento para ver qué pueden necesitar sus antiguos vecinos. Sin duda hay mucho que hacer y los compañeros, junto con Darret y Yevev, se ponen manos a la obra para ayudar a los maltrechos voglerianos.
Saxa y Uri se dirigen a por la anciana que ayudaron a embarcar, saben que no podrá bajar ella sola del barco. La dejaron envuelta en mantas en la popa, lo más cómoda posible. Cuando llegan a ella la ven plácidamente dormida, con una agradable sonrisa en su cara ajada por el viento, el sol y el tiempo. Uri se da cuenta un segundo antes que Saxa. La anciana no respira.
Fritz, al bajarse y comenzar a zascandilear por el improvisado campo de refugiados ve a una pareja sentada algo apartada del resto, mirando con ojos arrasados por las lágrimas en la dirección de Vogler.
Remington va a bajar del barco cuando su gato se interpone entre sus piernas y lanza un pequeño maullido, mirando en dirección al río. Siguiendo sus indicaciones el joven aprendiz ve un pequeño bote, capitaneado por unos jóvenes adolescentes y unos cuantos crios más pequeños en él, intentando maniobrar para acercarse a la orilla, pero la corriente les está arrastrando más allá. No corren peligro inmediato de volcar pero no van a conseguir permanecer junto al campamento sin ayuda.
Qué injusticia aquella. Haber tenido que desalojar súbitamente a aquella anciana, que habría podido pasar a mejor vida descansando en su hogar. Si al menos había podido pasar sus últimas horas bien arropada y rodeada por sus vecinos, en lugar de viendo como unos invasores masacraban su pueblo, es que habían hecho algo bien.
Se frotó los ojos, que habían empezado a lagrimear, y le dijo a Uri:
- La enteraremos en un lugar bonito de Kalaman, ¿si? En un lugar que mire al mar y que recuerde a Vogler.
Remington trató de dominar el terror ante la perspectiva de una muerte segura a manos de aquel enorme engendro dracónico con cimitarras. Tenía que ganar tiempo para que llegara alguno de los guerreros y le enfrentase o estaban perdidos. ¿Dónde estaban las espadas cuando se las necesitaba? ¿Por qué siempre se encontraba en medio de aquellas situaciones de vanguardia? Entonces recordó al palabras y los gestos de su siguiente jugada, pero estaba demasiado lejos. Esperaría hasta que entrase en el radio de alcance del conjuro. El joven aprendiz tragó saliva con trabajo y se puso junto a Uri con la esperanza de que su aspecto desvalido y enclenque azuzara al abusón, conocía bien a los abusones. Apenas tenía que fingir, estaba aterrado y sentía como si tuviera las piernas hechas de pudding. Solo esperaba ser lo suficientemente rápido cuando alguno de aquellos monstruos se les echara encima.
—Cuando vengan —susurró a Uri—, trataré de cegarlos pero, aun si funciona, solo durará un momento. Suficiente para retirarnos tras los guerreros.
Ash el guerrero — Dragon's Hoard (Spanish)
Leobald el caballero — Death and Pain at Saltmarsh (Spanish)
Keeper — Vigilantes en el Cielo (Spanish)
Remington Wizz — Shadow of the Dragon Queen (Spanish)
Los dos soldados que se habian quedado al lado de Gholcag lanzaron sus jabalinas contra Uri, pero la ágil elfa consiguió esquivar una de ellas, mientras que el otro no sólo no consiguió lanzarla si no que en el proceso de cogerla casi se la clava en el pie. Su compañero no perdió la oportunidad para burlarse de él.
Mientras el otro equipo atravesaba las ruinas del Cangrejo de Latón para acercarse a la extraña máquina de guerra que se asemejaba a un dragón, el enorme draconiano extendió sus alas y de un poderoso batir de las mismas se acercó al mago y la elfa.
Un estallido de luz cegadora de muchos colores inundó por un momento la escena, y si Remington no hubiera avisado a Uri de sus intenciones seguramente habría quedado cegada por el intenso fogonazo.
Así le pasó al draconiano quien rugiendo, giró sobre sí mismo intentando derribarlos con la poderosa cola, pero Uri se agachó a tiempo y tiró de Remi para que hiciera lo mismo y el musculoso apéndice pasó por encima de sus cabezas con un amenazador siseo.
Ciego por el hechizo del joven mago, el draconiano movía sus cimitarras aserradas en un desesperado pero peligroso baile. Por suerte o habilidad consiguió impactar a Remi en un costado en uno de esos giros, haciendo que el aprendiz de mago sufiera un profundo corte.
- Maldito truhán. Te enseñaré yo un par de trucos... - le amenazaba mientras continuaba golpeando a diestro y siniestro - Ven aqui gusano, voy a destriparte!! Tus trucos baratos no te van a servir de nada!! -
Mientras tanto, los ruidos del interior de la máquina se incrementaron y de pronto cesaron por completo. Se escuchó una orden siseada dentro y de repente todos comprobaron que la máquina de asedio no sólo era efectiva cargando contra edificios. Una llamarada salió de su boca y envolvió a las dos guerreras. Averil se cubrió con su escudo y Saxa rugió desafiante mientras las llamas las rodeaban.
Todos se temieron lo peor pero cuando la deflagaración se aclaró, dejando conatos de incendio y teas ardientes en las ruinas de la posada, ambas luchadoras seguían en pie, sin ceder terreno.
PbP Character: A few ;)
Era imposible ponerle límites a tanta amenaza que se cernía sobre los supervivientes de la ciudad. Pero en la pequeña cabeza kender de Fritzz solo resonaba una idea, entrar en aquel artilugio y ver que se podía.. apañar.. allí dentro. Pero debía contener su curiosidad y proteger, como Ispin trataba de enseñarle, a los indefensos por delante de las propias inquietudes . Esta era la primera vez que lo conseguía.
Acordándose del humano que tanto le enseñó, desenvainó la espada corta que le había regalado y atacó al bravucón del gran largartón. -Uys, truhán, toma mazapán.. ven gusano, toma a contramano.. -le decía burlón, tratando de atraer toda la atención sobre si mismo.. - destriparte.. apartarte.. esfumarte como ceniza de pipa halfling..
Tras intercambiar una mirada con Saxa, Averil sale corriendo hacia el enorme draconiano que amenaza a sus compañeros menos preparados para el combate cuerpo a cuerpo, que no la batalla. Viendo como el inmesio guerrero se preparaba para asestar un par de golpes mortales contra Remington, Averil implora a Paladine.
"Paladine, Padre de Todos, por favor protege a tu hijo Remington, no permitas que sufra daño alguno..."
Para sorpresa de todos, incluida la Caballero de Solamnia, su medallón comienza a resplandecer con una luz plateada, la cual sale de su medallón de platino e impacta al draconiano, quemándole y haciéndole gritar de dolor. Por si alguien tenía dudas, un leve resplandor plateado rodea la figura de Golthag.
Todos se quedan mudos de asombro, tanto Raven y Darren en el muelle como los pocos pueblerinos que estan en los últimos barcos, así como sus enemigos. Es el grito de Saxa reincorporándose a la batalla el que hace que todos vuelvan a la batalla.
PbP Character: A few ;)
Saxa sigue los pasos de Averil y corre hasta el gigante dragoniano, al que intenta asaetear lanzándole una javalina. Pero e resplandeciente rayo que suge del medallón de su compañera la deja tan anonadada que no presta la suficiente atención al ataque. La javalina pasa por encima de la criatura y aterriza unos pasos más atrás, clavándose firmemente en el suelo.
Maldijo sonoramente por la ristra de ataques fallidos que estaba teniendo en aquél combate, que no era propio de ella, y espeó que sus compañeros tuvieran mejor suerte. Especialmente ahora que el plateado ataque de Averil había dejado a la criatura marcada.
Peindre l'amour, peindre la vie, pleurer en couleur ♫
Auriel | Shenua | Arren | Lyra
Remi, aterrado y con las manos ensangrentadas, se escabulló entre las piernas de los guerreros y se alejó del combate arrastrando los pies. No estaba orgulloso, pero el dolor lacerante de la herida de la cimitarra de aquel monstruo era demasiado. Por otro lado, la primera línea nunca había sido su lugar, a pesar de haberse visto envuelto en el combate directo en los dos últimos enfrentamientos. Cuando llegó a la altura de los nobles apenas les miró, algo avergonzado.
Ash el guerrero — Dragon's Hoard (Spanish)
Leobald el caballero — Death and Pain at Saltmarsh (Spanish)
Keeper — Vigilantes en el Cielo (Spanish)
Remington Wizz — Shadow of the Dragon Queen (Spanish)
Uno de los soldados que acompañaba a Gholgag cargó contra la desprevenida Saxa y le clavó su espada en el costado. El inmenso draconiano, sacudiendo su cabeza y frotando sus ojos recuperó su visión, el hechizo del mago había perdido su efecto. Miró a su alrededor y descubrió a Remington llegando al barco. Tan sólo le sonrió y se pasó la bífida lengua por los colmillos sosteniendo la mirada del aterrado aprendiz.
Después giró sobre sí mismo e intentó barrer con su cola a Averil, pero la Caballero de Solamnia lo vio venir y saltó para evitarla. Por desgracia, en el aire no pudo evitar el ataque de la serrada y curvada espada de Gholgag que la golpeó en el pecho dejándola sin resuello. La valiente joven cayó con la rodilla en tierra apretando los dientes. Había sido un duro golpe pero sabía que eran lo único que se interponía entre aquellas bestias y el resto de los inocentes voglerianos. No podía desfallecer.
El gran draconiano atacó a Saxa, aprovechando que aún se estaba recuperando del golpe de su soldado, haciéndole un leve corte en el brazo.
Mientras tanto, el otro guardaespaldas de Gholgag salió corriendo tras Uri, pero desde su escondite entre los escombros, la elfa pudo ver que el humano no tenía ni la más mínima idea de dónde se encontraba, es más, parecía totalmente distraido mirando algo en el suelo, posiblemente una moneda de cobre.
El resto de los soldados había llegado hasta el extraño artilugio con forma de dragón y se colocaron a sus lados para moverlo.
Frittzz sabía que tenía que hacer algo o sus amigos estarían en serios problemas. Darret, justo frente a él, cogió su espada y se lanzó contra el inmenso draconiano para ayudar a las guerreras que lo enfrentaban.
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Pero Frizzt fue mucho más rápido. Algo se encendió en el pecho del hombrecillo. No iba a permitir que aquellas bestias hicieran daño a sus amigas. Gritó a Averil, para hacerle saber que venía corriendo, y esta interpretó perfectamente su intención.
Colocó el escudo casi en horizontal y Frizzt saltó sobre el mismo, para impulsarse y saltar sobre Gholcag. El kender cogió su vara hoopak con ambas manos y, gracias al impulso de su salto y del empujón que le dio Averil al impulsarle con el escudo, llegó al rostro del draconiano y con una fuerza inusitada en el kender golpeó al draconiano en la cara. El impacto fue tan grande que la mandibula inferior se partió y de no ser por la piel habría salido volando. El cuello de Gholcag se retorció más allá de lo anatómicamente posible con un sonoro crujido y cayó, cuan largo era, en el suelo.
Al contrario que los draconianos con los que habían luchado hasta ahora, el cuerpo de este comenzó a humear y a hincharse y el soldado, sabiendo lo que se avecinaba, intentó huir. Sin éxito.
Gholcag estalló en llamas que envolvieron por un segundo la zona, cegándoles y haciendo que el calor fuera insoportable.
Por desgracia para el soldado, su intento fallido de huida le llevó directo a las espadas de la Caballero de Solamnia y del Escudero, el cual atravesó con su filo el pecho del hombre que le miró perplejo un segundo antes de caer al suelo.
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Remington observaba fascinado las llamas furiosas que consumían a Gholcag. ¡¿Le habían destruido?! ¡Bien! El joven sujetó con fuerzas renovadas su varita de tejo y apuntó al ingenio de guerra para disparar una nueva voluta de fuego. La llama anaranjada voló describiendo espirales sobre si misma y se estrelló contra aquel armazón con aspecto de dragón. No era mucho, pero era algo.
Ash el guerrero — Dragon's Hoard (Spanish)
Leobald el caballero — Death and Pain at Saltmarsh (Spanish)
Keeper — Vigilantes en el Cielo (Spanish)
Remington Wizz — Shadow of the Dragon Queen (Spanish)
Fritz no perdió el tiempo. Si aquella cosa se acercaba a los barcos...
Corrió ligero por el muelle y, golpeando con su vara hoopak al soldado que tiraba de la máquina en el estómago, utilizó la espalda de este al agacharse para catapultarse hacia la parte superior, agarrándose al brazo metálico del falso dragón e impulsándose sobre este, esquivando por un pelo el arma del recuperado soldado. Fritz no se detuvo ahí, escaló de un salto al hombro del dragón y se perdió de la vista del resto al deslizarse por detrás del ala, que visto ahora hubiera sido demasiado pequeña para que un dragón de este tamaño hubiera podido volar.
Dejando de lado las cuestiones aeronáuticas, Fritz buscó una trampilla, una entrada, por alguna parte tendrían que entrar los que manejaban aquello y sus rápidos ojos la encontraron cerca de los cuartos traseros. Su ágiles dedos no tuvieron problema en abrirla, y para cuando uno de los draconianos que empujaban el artilugio en la parte trasera empezaba a darse cuenta de que el kender estaba allí, Fritz ya estaba mirando dentro de aquella cosa.
El bofetón de calor fue inmediato. Un montón de tubos y manivelas y ruedas dentadas le hacián dificil ver al menos a dos draconianos más dentro que se afanaban en echar madera y carbón a una caldera,pese a lo estrecho del espacio en que trabajaban, mientras otro más hacia moverse un fuelle y un cuarto, que estaba sentado a la altura del pecho del dragón y miraba por una pequeña rendija, les daba órdenes.
Fritz vió que, en la base, al otro lado de la caldera, había un par de barriles de los cuales salían los tubos que llevaban a la gargante del falso dragón.
Los ojos del hombrecillo brillaron de alegria. Aquello era incluso mejor de lo que había pensado. Si conseguía que aquellos barriles explotaran...
El kender no tenía mucho tiempo. Asi que siguió con su plan origina, arrojó uno de sus botes de aceite al interior de aquel falso dragón. Para evitar las afiladas espadas de sus defensores exteriores, Frizzt saltó hacia atrás haciendo una cabriola y la compuerta se cerró, por lo que no pudo ver el increible viaje que siguió su frasco de aceite en el interior del dragón.
Primero golpeó en la nuca al que parecía dirigir aquel artilugio, haciendo que cayera sobre los mandos y que el tapón saltara, comenzando a verter su contenido por allá donde rebotara.
Desde fuera Saxa, Remi, Uri, Averil, Darren y el resto vieron como el dragón mecánico de pronto bajaba la cabeza como si quisiera mirarse la barriga. El chirrido del metal y la extraña postura parecía indicar que el mecanismo no estaba diseñado para aquella maniobra y que estaba poniendo a prueba la resistencia de los materiales y la construcción del mismo.
Pero el bote de aceite no había terminado su camino. Comenzó a caer, rebotando de un lado a otro de la escalera metálica que permitía el acceso al puesto de mando. Con cada golpe el aceite se iba esparciendo por todo el estrecho interior e incluso caía sobre los confusos draconianos que no entendían de dónde había salido aquella cosa. Finalmente cayó en el pie de uno ellos, que aulló de dolor y le propinó una patada que lo llevo hacia la caldera. Uno de los dos draconianos que alimentaba la caldera, resbaló con él cayendo al suelo y golpeando con la pala a su compañero, que cayó en la puerta abierta de la caldera.
El bote fue resbalando por el suelo, girando sobre sí mismo hasta estrallarse, y por fin romperse, contra los barriles de los que salian aquellos tubos.
El draconiano que había caído en la caldera salió de la misma aullando de dolor y agitándose esparció algunas brasas incandescentes, chocando con su compañero, el cual no pudo evitar caer sobre el último de ellos que, al dar un forzado paso atrás se clavó los restos de cristal en el pie y, dando saltos, tiró uno de los barriles, el cual derramó su líquido interior. Los tres draconianos, pues el del puesto de mando aún no se había recuperado del golpe en su nuca, miraron con horror como el líquido inflamable no sólo se mezclaba con el aceite, si no que se dirigía inexorable hacia el ardiente draconiano.
Con premura sus compañeros le cubrieron con una manta y consiguieron sofocar el fuego. Tras un segundo en el que intercambiaron miradas, se permitieron soltar el aire aliviados.
En ese momento el conductor pareció recobrarse pero, aún aturdido, intentó salir de su asiento, se giró sin equilibrio y cayó de bruces en las brasas que el anterior draconiano había esparcido alrededor de la caldera. Una de ellas entró en contacto con el liquido.
Desde el exterior, el dragón mecánico, tras adoptar aquella extraña postura, se quedó completamente quieto, y comenzaron a escucharse unos gritos, golpes, aullidos y exclamaciones del interior que no auguraban nada bueno. Tanto los defensores como los atacantes de Vogler se quedaron estupefactos, intentando descifrar qué estaba pasando en el interior. Tras unos segundos de terribles y confusos sonidos se produjo el silencio. Durante un segundo.
De pronto el dragón explotó con un gran estruendo, enviando piezas metálicas por los aires. La explosión fue tan violenta que agito todo el muelle y lanzó al suelo a los combatientes, cayendo Lord Bakaris al agua. Los cuatro guerreros del ejército de los dragones que estaban al lado yacían inmóviles, sus cuerpos destrozados por la fuerza de la explosión y la metralla en la que se había convertido el dragón metálico.
Fritzz salió de detrás de unos barriles cubiertos de piezas incandescentes de metal negro y miró a sus amigos. Con mirada incrédula y voz inocente preguntó.
- ¿He sido yo? -
Una gran pieza de metal de la barriga del dragón cayó a su espalda como única respuesta.
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La cosa ya pintaba bien cuando el gigante draconiano mordió el polvo para no volver a levantarse jamás. Tanto Averil como ella misma ya empezaban a estar demasiado heridas, así que si aquella criatura hubiese aguantado más tiempo lo habrían pasado realmente mal, pero ambas pelirrojas respiraron con alivio cuando el pequeño kender terminó de rematarlo.
Pero lo que vino a continuación... eso sí que no se lo esperaba. La bárbara estaba intercambiando hachazos con uno de los acompañantes de la masiva criatura y pudo percibir por el rabillo del ojo como Frtiz, no contento con haber derrotado a alguien que le superaba tantísimo en tamaño, se dirigía a por el amasijo de hierro que escupía fuego. Dejó de mirarle medio segundo para mirar a su oponente, y cuando volvió a buscar al kender ya no estaba allí. "¿¡Pero qué!? ¿Dónde se ha metido el renacuajo!?", se preguntó. Pero no pudo darle más vueltas, ya que necesitaba centrarse en lo que tenía delante.
Unos instantes después se produjo la explosión, y la sureña, contenta por ver que aquella cosa ya no iba a molestarles más, elevó sus brazos al aire lanzando vítores. ¡Por fin podrían irse! ¿Y todo aquello lo había provocado el kender? Sin más dilación echó a correr hacia él, le levantó en voladas y le envolvió en un fuerte abrazo:
- Jajajaja, ¡maldito kender! ¡Nunca me había alegrado tanto de que rompieses algo! ¡Bien hecho, amigo!
Sabía que no podían perder mucho más tiempo, pero Fritz se merecía aquella ovación antes de que terminaran de salir pitando de Vogler.
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La explosión del dragón lanzó al joven por los suelos y le rizó las pestañas por el calor. Cuando Remington se puso en pie de nuevo le pitaban los oídos, pero saltó de alegría por la gesta de su compañero.
—¡Bien hecho Fritz! —aulló con el puño en alto pero el dolor de la herida reciente truncó la explosión de efusividad.
El aprendiz se agarró un costado con un gemido y moderó sus movimientos.
—Vamos vamos, hay que largarse —hizo un gesto a sus compañeros con la mano para ir hacia los barcos.
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Uri asomó su cabecita tras uno de los muros de piedra, dando esquinazo al torpe ser que había intentado seguirla, cerciorándose de que estaba fuera de peligro, cuando el estruendo proveniente del falso dragón llamó su atención.
A pesar de toda la tristeza y la culpabilidad que aún destilaba cada poro de su piel por la muerte de la gnoma, la imagen de Fritz apareciendo entre el polvo y los escombros de la derruida invención le hizo sonreír inevitable y sinceramente. Dio tres palmadas al aire, celebrando su hazaña. Era el único que podía conseguir hacerla olvidar por unos segundos lo miserable que se sentía. Tras la fugaz celebración, su rostro volvió a tornarse preocupado y se apresuró a reencontrase con sus compañeros para salir de allí cuanto antes.
"Hay una grieta en todo, así es como entra la luz"
Mientras Uri daba palmasl con una mezcla agridulce de pensamientos, un draconiano cayó sobre ella planeando. La elfa trastabilló y cayó al suelo, golpeándose la espalda y perdiendo el resuello, su arco salió despedido fuera de su alcance. La bestia levantó su arma por encima de su cabeza y.. una hoja de acero le atravesó el pecho, salpicando a la soprendida elfa con sangre negra.
Su salvador, de un rápido movimiento, empujó a la bestia a un lado para evitar los peligrosos efectos de su muerte y Uri pudo ver a Yevev, el explorador de los mercenarios, ayudándola a levantarse y recuperar su arco.
- Me alegra ver que casi habéis completado la evacuación - le dice mientras se juntan con los demás - Demonios ¿Qué era eso? - pregunta al ver los restos ardientes del dagón metálico. - Bueno no importa, en cualquier caso, vengo a avisaros, la ciudad está perdida. Cudgel y Becklin intentarán retener al grueso de las tropas todo lo que puedan. Me han ordenado... - puede leerse en sus ojos y en cómo aprieta los puños que no le gusta nada esa decisión - Que os avisara de que no las esperéis y partáis con todos los supervivientes de inmediato, y que me una a vosotros... -
Darret no parece estar nada de acuerdo con esa decisión, y Averil, aprieta con fuerza la empuñadura de su espada, pero detiene al joven escudero poniendo una mano en su pecho.
- No hagas que su sacrifcio sea en vano... - le dice en voz baja. El muchacho la mira con los ojos llenos de lágrimas - Est Solamnus oh Mithas... - recita Averil con tono quedo y sombrío, pero con los ojos firmes en Darret.
El joven traga saliva y asiente, repitiendo el código de los Caballeros de Solamnia y volviendo hacia los barcos.
Pronto han embarcado todos y comienzan a guiar las embarcaciones por el rio. La gente de Vogler, experta marinera que conoce a la perfección el río, navega con rapidez y seguridad, manteniéndose lo más alejados posible de las orillas infestadas de enemigos.
Vogler está en llamas. Entre las columnas de humo que se elevan en la noche, puede vislumbrarse a los atacantes saqueando la ciudad. Los habitantes de Vogler no apartan la mirada, contemplando como sus hogares se convierten en poco más que una mancha rojiza difuminada por el humo a lo largo de la orilla del río. Los botes de la evacuación llevan todo lo que queda de Vogler río abajo, hacia un incierto santuario en la ciudad de Kalaman.
Enhorabuena llegais a lvl 4
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La alegría por la derrota del ingenio mecánico dura menos de lo que le gustaría a Saxa. Cuando Yevev les informa de las órdenes de Becklin y Cudgel le falta poco para salir corriendo en su ayuda, pero saben que aunque ya se les ha abierto el paso para huir de Vogler, aún queda trecho por delante. Todavía tienen que cruzar el río y llegar a Kalaman, ¿y si alguien les atacaba por el camino?
Puso una mano sobre el hombro de Averil en señal de apoyo, y mirando también a Darret, les dijo:
- Becklin y Cudgel saben lo que se hacen. No les demos aún por perdidas. Ahora debemos enfocarnos en llegar a Kalaman. Todavía queda trabajo por hacer... la alcaldesa nos va a necesitar. Vamos, nos espera una noche larga.
Se dirigió entonces a una de las embarcaciones, donde se puso a ayudar en todo lo que fuera necesario. Tomo uno de los remos y siguiendo las instrucciones de los más experimentados, se dedicó a remar sin descanso. Estaba extenuada, pero centrarse en esto le ayudaba a no pensar tanto en todo lo que le dejaban atrás. Por mucho que la noche fuera oscura, la bárbara sureña miraba hacia delante. Siempre hacia delante. Hacía la esperanza que ahora residía en Kalaman.
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Y con la explosión acabó todo. Eso les daría algo de tiempo y sobretodo mandaría un mensaje claro a aquel ejército invasor. Muchos de sus amigos y conocidos estaban cayendo en aquella batalla que nadie había pedido y en la mente del kender, a veces primaria e infantil, emociones como la venganza eran tan breves como pasajeras pero ciertamente intensas. -Toma ya.. volver con mas si queréis-
Ya se encontraba saltando entre barquitas cuando llegó Yevev con las malas noticias. Entendía el sacrificio pero un kender nunca lo aceptaría, en sus cabezas no existe el escenario sin solución ni Kobayashi Maru. Por eso dejaba un pequeño resquicio para la esperanza y quizá volver a verlas pronto.. y además había un montón de barcas con personas y enseres que podía.. valorar.
-Hola.. como están? Necesitan algo..- y ya estaba saltando con su vara hoopak a la siguiente barcaza.- Por poco eh.. saben que dentro de ese dragón había mas lagartos? Y una caldera! vaya calor.- y saltaba a la siguiente.- Con este rumbo pronto llegaremos mientras nos quedemos alejados de las orillas..- así una tras otra hasta caer en la barcaza de sus amigos- ¿Volveremos a verlas verdad, Saxa? Seguro que se han escondido.. o escapado.. o son prisioneras y podamos rescatarlas cuando esta gente esté a salvo.. - pero apenas pudo escuchar la respuesta de su amiga. Se había hecho una bolita y descansaba rendido sobre unas redes de pesca en la popa de la barcaza.
- Claro que volveremos a verl... - respondió Saxa, pero no le dio tiempo a terminar y el kender ya estaba profundamente dormido.
Así era Fritz. Capaz de causar el mayor caos y destrucción que los ojos de todo aquel pueblo habían visto, y quedarse acto seguido hecho una bolita como si fuera un inocente gatito. La bárbara se sonrió, rebuscó en su mochila y cubrió a su amigo con una manta que tenía hecha una bola y que casi nunca usaba, dada su alta tolerancia al frío.
Que el pequeñajo durmiera todo lo que pudiera. Se lo había ganado.
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La comitiva de barcos y barcazas se desliza en silencio por el rio Vingaard y se pierde en la noche. Los asustados pueblerinos no se atreven a encender ningún candil y pronto la oscuridad de la noche hace muy dificil ver a todas las embarcaciones. Situación que se agrava con la aparición de una fría neblina en la madrugada. Pese a que siguen pudiendo escuchar algunas toses o quedos sollozos delante de ellos en el río, la corriente, poco a poco, les va separando. Sin embargo, el temido ataque desde las orillas no ocurre, y la neblina ayuda a ocultar el pequeño éxodo a los posibles atacantes o espías.
Recorrer las poco más de treinta millas río abajo que les separan de Kalaman les lleva toda la noche y cuando la neblina comienza a disiparse con el calor del sol matutino, contemplan con alivio que han llegado a su destino. Mojados, ateridos de frío, con muchos heridos y aún más traumatizados, pero con vida. Uri comprueba que su barco es de los últimos en llegar, y que los refugiados han ido varando sus botes en la orilla y están estableciendo un campamento en los campos cercanos a Kalaman.
La ciudad se eleva no muy lejos, con sus altas e imponentes murallas, custodiadas por estatuas de guerreros al lado de cada baluarte, que datan de antes del Cataclismo. La ciudad se extiende por la orilla sur de una ancha bahía y pueden verse la velas blancas de varias embarcaciones que van y vienen del resguarado puerto. La visión de la Fortaleza de Kalaman, que se eleva aún por encima de las imponentes murallas, con las banderas de la Ciudad, Solamnia y el Martin Pescador ondeando en sus torres, les impone y les infunde esperanza.
Raven guía el bote hasta la orilla, junto al resto de supervivientes y comienza a recorrer el improvisado campamento para ver qué pueden necesitar sus antiguos vecinos. Sin duda hay mucho que hacer y los compañeros, junto con Darret y Yevev, se ponen manos a la obra para ayudar a los maltrechos voglerianos.
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Saxa y Uri se dirigen a por la anciana que ayudaron a embarcar, saben que no podrá bajar ella sola del barco. La dejaron envuelta en mantas en la popa, lo más cómoda posible. Cuando llegan a ella la ven plácidamente dormida, con una agradable sonrisa en su cara ajada por el viento, el sol y el tiempo.
Uri se da cuenta un segundo antes que Saxa. La anciana no respira.
Fritz, al bajarse y comenzar a zascandilear por el improvisado campo de refugiados ve a una pareja sentada algo apartada del resto, mirando con ojos arrasados por las lágrimas en la dirección de Vogler.
Remington va a bajar del barco cuando su gato se interpone entre sus piernas y lanza un pequeño maullido, mirando en dirección al río. Siguiendo sus indicaciones el joven aprendiz ve un pequeño bote, capitaneado por unos jóvenes adolescentes y unos cuantos crios más pequeños en él, intentando maniobrar para acercarse a la orilla, pero la corriente les está arrastrando más allá. No corren peligro inmediato de volcar pero no van a conseguir permanecer junto al campamento sin ayuda.
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Saxa mira a la anciana con pena:
- Justo cuando nos habíamos puesto a salvo...
Qué injusticia aquella. Haber tenido que desalojar súbitamente a aquella anciana, que habría podido pasar a mejor vida descansando en su hogar. Si al menos había podido pasar sus últimas horas bien arropada y rodeada por sus vecinos, en lugar de viendo como unos invasores masacraban su pueblo, es que habían hecho algo bien.
Se frotó los ojos, que habían empezado a lagrimear, y le dijo a Uri:
- La enteraremos en un lugar bonito de Kalaman, ¿si? En un lugar que mire al mar y que recuerde a Vogler.
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